Artículos periodísticos y de investigación

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11 de marzo de 2009

EL HOMBRE ES UN SER HISTÓRICO

EL HOMBRE ES UN SER HISTÓRICO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete


La corriente filosófica del existencialismo define al hombre como animal histórico. Y para esta corriente lo que rige la vida del espíritu no es la razón abstracta, lo que rige es «el tiempo histórico», el «espíritu de la época».
Wilhelm Dilthey fue uno de sus más grandes exponentes y defensores del historicismo y representante de la denominada Filosofía de la Vida, una nueva idea «La Idea de la Vida».
Precisamente este filósofo historicista decía en una de sus obras más leídas, El mundo histórico, lo siguiente: «En todo punto, dentro del ámbito espacial o temporal de la historia, se halla presente un alma viva, actuante, dotada de fuerzas formativas, afectable por infinitas acciones. Todo documento de primera clase es expresión de un alma semejante. El hecho de que tales documentos, de no importa qué presente, sean tan escasos, es consecuencia de la selección que lleva a cabo la historia», que «convierte en polvo y ceniza todo lo que no tiene significado alguno».
En su «Teoría de las concepciones del mundo» manifiesta Dilthey que «Cada miembro de la familia tiene un puesto determinado en su vida, y todo lo que le rodea es entendido por él, como vida y espíritu que se ha objetivizado allí. El banco delante de la puerta, la casa y el jardín tienen en esta objetivación su esencia y su sentido. Así crea desde cada individuo su propio mundo».
«Todos los hombre, dice, viven en la historia, pero muchos no lo saben. Otros saben que su tiempo será histórico, pero no lo viven como tal», «Lo que el hombre es, lo llega a ser por la historia», «Cuanto el hombre es, lo experimenta sólo a través de la historia» y «No sólo el hombre está en la historia, no sólo tiene historia, sino que es historia; la historicidad afecta al mismo ser del hombre».
Para el historicismo todas las manifestaciones del espíritu exigen, para ser entendidas, la referencia histórica El hombre tiene un proceso evolutivo histórico: nace, crece, se desarrollo y muere. El hombre es sujeto creador de historia, es historia, hace historia, tiene la facultad de percibir la Historia, la capacidad de escribir la Historia y de transformar la Historia. El hombre vive en una determinada época histórica de la humanidad.
El hombre recuerda los hechos o acontecimientos históricos, las niega, pero también olvida determinados hechos históricos en función a intereses personales, grupales o institucionales, a preferencias o animadversiones.
La vida del hombre tiene un pasado, un presente y un futuro. El hombre forma parte de la prehistoria, de la historia propiamente dicha pero también de la protohistoria. Con el historiador americano, Carl Becker, diríamos: «Cada hombre es su propio historiador».
El hombre, a través de la historia universal, desarrolla y perfecciona su ser en la medida en que afirma (tesis), niega (antítesis) y efectúa la negación de la negación (síntesis). Pues todo momento histórico, por acción del hombre, contiene su propia negación dialéctica que le permite el tránsito a una realización superior, a mejores niveles de bienestar y felicidad, de libertad y de justicia, de dignidad y fraternidad humana. Esto explica la existencia en la vida del hombre de una «razón histórica» o de una «lógica histórica», que justifica su existencia en un determinado espacio y tiempo histórico del Universo, las leyes y relaciones sociales, económicas y políticas que rigen al hombre en su devenir existencial.
Oswaldo Spengler, con indiscutible brillo y claridad explica en La Decadencia de Occidente que «La historia humana no es sino el conjunto de enormes ciclos vitales, cada cual con un yo y una personalidad». Y estos «enormes ciclos vitales» son las diferentes culturales, que experimentan procesos evolutivos semejantes a los de los organismos vivos. «Cada una de esas culturales imprime a su materia, que es el hombre, su forma propia; cada una tiene su propia idea, sus propias pasiones, su propia vida, su querer, su sentir, su morir propios».
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