Artículos periodísticos y de investigación

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11 de marzo de 2009

RASGOS BIOGRÁFICOS DE SÓCRATES

RASGOS BIOGRÁFICOS DE SÓCRATES
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

Sócrates (469-399 a.C.), nace en el demos de Alopeca, pueblo de Ática, un suburbio a media hora de camino de Atenas, en las faldas del Licabeto, en la IV de la Olimpíada LXXVII, a 6 de Tragelión de 469 antes de Cristo, cuando era arconte Apsefión y cuando Grecia estaba en su época de oro.

En este pueblecito próximo a Atenas parece que recibió la enseñanza primaria de carácter público y obligatorio, las primeras letras, gimnasia, música, poesía y aspectos básicos de geometría y astronomía.

Hombre de gran sensibilidad social, de trato exquisito, de talento penetrante, de cautivante intuición y de rectitud natural, vivió en Atenas en el siglo V antes de Cristo, más conocido como el Siglo de Pericles. Murió en paz con su conciencia, el año I de la Olimpíada XCV, año 399 a. C., a los setenta años de edad.

Sócrates, el preceptor popular, destacaba mucho sobre el resto de los hombres. “Extraordinario” se dice en griego Atopótatos, calificativo éste que Fedro, inmortalizado por Platón, da a Sócrates.

Se dice que fue uno de los subvertidores del orden establecido, que desafió y combatió persistentemente, sin dar un paso atrás, a los poderes establecidos, a la ignorancia, a los abusos del poder y a todo acto de injusticia social.

Filósofo a carta cabal, hijo del escultor Sofronisco y de una partera muy hábil y seria, Fenaretes. Procede de una familia de clase media, contrajo matrimonio con Jantipa, a una edad avanzada, de quien se dice que era una mujer no de muy buen genio y en ella tuvo dos hijas y un hijo, aun cuando Aristóteles nos informa que tuvo también una segunda mujer llamada Mirto.

Refiere el presbítero de Vich (Barcelona), Jaime Luciano Balmes (1810-1848): “Sócrates fue discípulo de Arquelao y éste lo había sido de Anaxágoras. Anaxágoras, filósofo eminente, que trasladó a Atenas las doctrinas de la escuela jónica. Es preciso no olvidar estas circunstancias, para no perder de vista el hilo que une la filosofía de Occidente con la de Oriente.” (Historia de la filosofía).

Sócrates perteneció a la tribu Antióquida. De su infancia no se sabe prácticamente nada. En su edad madura caminaba apoyándose en un bastón de roble y saludaba atentamente a todos los que veía.

Se educó en la denominada “escuela de la calle” y desempeña con eficiencia y eficacia el honroso cargo de senador. No ejerció magistratura alguna. En su vida cotidiana fue estricto cumplidor de las leyes y de sus deberes cívicos. Cumplió las funciones de maestro de retórica y cotidianamente solía deambular incesantemente por calles, alamedas, plazas públicas, tiendas de artesanos, mercados y gimnasios de Atenas, en el ágora de la polis, lugares donde dialogaba con los mercaderes, campesinos, artesanos y cuantas personas se cruzaban en su camino.

Cosmopolita sedentario, sale de su ciudad natal sólo en dos oportunidades: una fue para la campaña de Potidea y Delio, y la otra, para asistir a un festival público religioso.

Excelente soldado, censurador de los ambiciosos, participa en la guerra del Peloponeso (431-401 a.C.) durante diez años, donde pierde toda su modesta fortuna. Firme e indoblegable combatiente en defensa de la patria, destaca como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), y Anfípolis (422). Muy sereno en toda situación o circunstancia, hasta llegar al heroísmo. En Potidea (432) había salvado a su amigo Alcibíades herido, al general Jenofonte en los campos de batalla de Potidea y Delio (424) y llegó a resistir a los treinta tiranos como expresión de estricto cumplimiento de sus deberes y funciones públicas.

En la obra Historia del Pensamiento / Filosofía Antigua, se señala lo siguiente: “En el Banquete de Platón, - Alcibíades habla de Sócrates en la guerra como de un hombre insensible a las fatigas y al frío, valiente, modesto y dueño de sí mismo aun en el momento en que el ejército estaba derrotado” (Ediciones SARPE, S.A., Madrid, 1988)
En los años 406 y 405 a.C., Sócrates integra el Consejo de los Quinientos (boulé) y preside la Asamblea (ekklesia). Aquí alza su voz para defender a los ocho generales acusados de negligencia en la expedición a las islas Arginusas en que fallecieron dos mil ciudadanos atenienses. El Consejo de los Quinientos quería juzgar en conjunto a los generales en ejercicio, sin deslindar la responsabilidad personal de cada uno, hecho que fue considerado por Sócrates de inconstitucional, negándose por dicho motivo a someter a votación la moción correspondiente.

En el año 404 antes de Cristo, cuando tenía el poder la oligarquía, Sócrates se negó a encarcelar a Leone de Salamina, ciudadano que se oponía a cuanto oligarca encontraba en su camino.

Hombre tolerante y a la vez inflexible, cuidó mucho su salud y enseñó a sus conciudadanos a mantener su cuerpo sano; rechazaba la hartura por considerarlo perjudicial para el alma. Y posiblemente fueron estas cualidades singulares y excepcionales, su saber y vocación de enseñar gratuitamente, lo que atraía a su alrededor a las juventudes atenienses.

“Su resistencia física decía Ramón Conde- no parecía tener límites. Después de una noche de banquete, podía aparecer en la plaza o en el gimnasio tan fresco y reposado como si volviese de una noche de tranquilo reposo. Podía aguantar inmutable las mayores penalidades y, en cierta ocasión, mientras estaba de guardia como soldado de infantería hoplita- quedó tan absorto en sus pensamientos que le encontraron de pie sobre la nieve, inmóvil, descalzo y como si sólo hubiesen pasado unos minutos desde su entrada de guardia: había pasado toda la noche en la misma postura” (Enciclopedia de la Filosofía).

Hombre polimático, en la acepción etimológica del término; hombre de gran dote dialéctico, de singular pasión y vocación pedagógica, predicó más con el ejemplo que con la palabra y vivió de la generosidad económica de sus amigos y discípulos. No recibía de nadie regalos ni salario alguno. Vivía acomodado a lo que tenía, por herencia de su padre disfrutó de una renta anual de 200 dracmas, que le permitía vivir tranquilamente, sin preocupaciones económicas y no necesitaba de ningún bien ajeno, menos aún de favor alguno. Como ropa de vestir usaba el tribón espartano.

No se interesó por la política, pero no la odiaba; no rechazó a los partidos, pero no se identificó con ello. Nunca dejó de investigar y de aprender todo lo bueno que podía para ponerlo al servicio de los atenienses o de aquellos extranjeros que acudían a él en busca de conocimientos útiles y prácticos que orientaran sus vidas por las sendas del bien, de la verdad, de la justicia, del bienestar individual y colectivo. No le falta razón a su discípulo Jenofonte cuando califica a Sócrates como uno de los mejores ciudadanos: “ejemplar del hombre mejor y más feliz”.

Diógenes de Laerthes, en su obra Vida y doctrina de los grandes filósofos de la antigüedad, escribe cosas interesantes respecto a la vida y obra de Sócrates, que manera sintética lo presentamos a continuación. Sócrates fue orador vehemente, el primero que enseñó Retórica y trató la Moral y el primero de los filósofos que murió condenado por la justicia. Tenía mucho cuidado en ejercitar su cuerpo. Era de un ánimo constante y republicano, parco y honesto. Tanta era su templanza en la comida que habiendo muchas veces peste en Atenas, nunca se le pegó el contagio. Amaba la frugalidad en la mesa. Decía que quien come con apetito, no necesita de viandas exquisitas; y el que bebe con gusto, no busca bebidas que no tiene a mano. Hombre de ánimo para sufrir a cuantos lo molestaban y perseguían. Nunca pidió recompensa de sus servicios. Tenía un genio muy propio para formar sus discursos según las ocurrencias. Redujo con sus amonestaciones a su hijo Lamprocles a que respetase a su madre, con la cual se portaba duro e insolente.

Laerthes manifiesta, asimismo, que habiéndole dado Carmines a Sócrates algunos criados que trabajasen en su provecho, no los admitió. Loaba el ocio como una de las mejores posesiones, según escribe Jenofonte en su Convite. Decía que sólo hay un bien, que es la sabiduría, y sólo un mal, que es la ignorancia. Que las riquezas y la nobleza no contienen circunstancia recomendable, antes bien, todos los males. Aprendió a tocar lira cuando tenía oportunidad, diciendo no hay absurdo alguno en aprender cada cual aquello que ignora. Preguntado una vez qué cosa es virtud en un joven, respondió: El que no se exceda en nada. Sócrates exhortaba a los jóvenes a que se mirasen frecuentemente al espejo, a fin de hacerse dignos de la belleza, si la tenían; y si eran feos, para que disimulasen la fealdad con la sabiduría. Decía que otros hombres vivían para comer, pero él comía para vivir. A su mujer Jantipa que le decía que moriría injustamente, le respondió: ¿Quisieras acaso tú que mi muerte fuese justa? Habiéndole uno dicho que otro hablaba mal de él, Sócrates respondió: Ése no aprendió a hablar bien.

Sócrates fue un hombre de moral inigualable, abanderado de la razón y del sentido común, amigo del hombre común y corriente: “Habiendo intentado Eutifrón un proceso en contra de su padre por el asesinato de un extranjero, - refiere Diógenes de Laerthes-, bastaron algunas palabras de Sócrates acerca de la piedad filial para disuadirlo de su empeño. Inculcó también a Lisis gran pureza de costumbres; en una palabra sabía amoldar perfectamente sus discursos a la situación” (Vida y doctrina de los grandes filósofos de la antigüedad, Tomo I).

En la obra de Platón, Simposio, Alcibíades manifiesta que Sócrates no se parecía a ningún hombre del pasado ni del presente: era un personaje nuevo.

Se inició en la filosofía, probablemente, estudiando los sistemas de Empédocles, Diógenes de Apolonia y Anaxágoras.

Para Sócrates la tarea de la filosofía era el conocimiento del hombre, encerrada en la divisa “Conócete a ti mismo”. Sólo quien sabe que no sabe procura saber, mientras quien se cree en posesión de un saber ficticio no es capaz de investigar, no se preocupa de conocer su Yo interno y Yo externo y permanece alejado de la verdad, la ciencia y la virtud (Areté).

Con Sócrates, la filosofía es la búsqueda de la verdad y el medio para llegar a la sabiduría a través del diálogo. La pasión máxima de Sócrates durante su vida era el amor a la sabiduría, el cariño que tenía por la búsqueda de la verdad poliédrica, del verdadero saber y del bien moral.

Sócrates fue un firme creyente en los dioses de la ciudad ateniense, hacía sacrificios en las fiestas de la ciudad y en los altares comunales. Frente a sus denunciantes y detractores que llamaban “augurios”, “voces”, “encuentros fortuitos” y “adivinos” a quienes les daban advertencias o consejos desde la eternidad, Sócrates lo denomina genio divino de manera piadosa. Creía que la divinidad por su benevolencia le estaba proporcionando la oportunidad para morir de la manera más fácil y sencilla, sin amargura ni desesperación, antes que seguir viviendo servilmente. Sócrates no hizo sacrificio alguno a nuevos dioses, no juró, no introdujo ni reconoció a otros nuevos dioses, no despreció a los dioses del Estado ateniense.

Sócrates considera a Dios como el ser supremo al hombre, la mente suprema y superior a la del hombre, el creador, orientador, cuidador e inspirador de la humanidad, el intermediario entre los dioses y los seres humanos, la voz interior que dicta al hombre sus decisiones y es el responsable del orden del universo. Sócrates creía en la inmortalidad del alma de cada ser humano y en la creación del hombre por Dios.

Cuando se preguntó a la Pitonisa de Delfos, quién era el hombre más sabio, respondió de manera categórica y enfática: “Sócrates es el hombre más sabio de toda Grecia” .Y es el más sabio no por el saber acumulado de lo que conocía sino por saber todo lo que desconocía.

Sócrates recibió educación en música, literatura, gimnasia, geometría, astronomía, retórica y dialéctica.

Pronunciaba discursos admirables y persuasivos, de contenido profundo y variado. Tuvo como interlocutores a hombres de todas las clases sociales, herreros, flautistas, zapateros, curtidores, entre otros.

Entregó su vida a educar a la juventud y a buscar la verdad. Su principal tarea era enseñar al hombre a cuidar su propia alma, tarea que decía le provenía de Dios, de su daimon o voz que se hacía oír dentro de él desde que era niño, voz que le vetaba hacer determinadas cosas y que le salvaba de una serie de peligros y experiencias negativas.

Llevó una vida austera no obstante al momento de corrupción moral en que se vivía. Solía llevar la misma ropa en las estaciones de verano y de invierno.

Charles Seignobos destaca las cualidades de una vida franciscana que cultivaba Sócrates, en los términos siguientes:

“Vivía sin ambiciones, de un modo austero. Alcibíades había querido darle tierras, el rey de Macedonia le había invitado a ir a su corte, pero prefirió permanecer pobre, y para ser independiente trató ardientemente de dominar sus necesidades. Comía poco y andaba descalzo, cubierto con pobre manto, sin quejarse del calor ni del frío” (Historia Universal Ilustrada,(Tomo I).

Si tratáremos de describir los rasgos físicos de Sócrates podríamos resumirlos en los términos siguiente: Aspecto casi desaliñado, vestimenta rota y la misma en verano e invierno, constitución física vigorosa, estatura baja, cabeza ancha y calva, cuello ancho y corto, nariz exageradamente respingona, barriga pronunciada, cabellera inculta, ojos saltones, labios gruesos, barba áspera y pies descalzos.

Sócrates, era un ciudadano modelo, una persona carismática y enigmática, de viva inteligencia, con grandes dotes de líder, de sentimientos firmes y republicanos, de profundas convicciones religiosas, tenía un agudo sentido del humor. Hombre disciplinado, modesto, patriota y excelente ciudadano ateniense. Meticuloso en el análisis de las ideas ajenas y autocrítica con las suyas, pensaba primero para hablar después.

“Su misma apariencia física chocaba con el ideal helénico del alma sabia en un cuerpo bello y armonioso: parecía un isleño, lo cual estaba en estridente contraste con su carácter moral y con el dominio de sí mismo que conservaba en todas las circunstancias (Banquete, 215, 221). Por el aspecto inquietante de su personalidad, Platón le comparó a la trimielga o torpedo de mar que paraliza a quien toca: del mismo modo provocaba la duda y la inquietud en el ánimo de quienes se le acercaban (Men., 80)” (Ediciones SARPE, S.A., Historia del pensamiento / Filosofía Antigua)

En el año 399 a.C., se negó a colaborar con el régimen de los Treinta Tiranos, acto que le costó una acusación de Melito: “no honrar a los dioses que honra la ciudad” y “corromper a la juventud”.

Su erudición hace de él una persona que pudo haber sido un gran político en su tiempo, pero no le interesó, no tuvo apego por los puestos públicos, por el contrario perfiló una actitud incisiva y crítica contra los políticos y malos gobernantes, dando la impresión de haber nacido con el destino ilustre de los elegidos para el cumplimiento de una misión de gran envergadura y trascendencia entre los hombres mortales.

Sócrates no practicó jamás oficio alguno, pero se dio tiempo para dialogar con los personajes más ilustres de su época, en los círculos de Pericles y de Cimón, sin darse tiempo para atender los asuntos personales. Hombre extremadamente pobre en su vejez, después de vivir una crisis financiera general como producto de la larga guerra.

“Así cuando Sócrates nació -explica A.E. Taylor- , Pericles era todavía muy joven, Sófocles y Eurípides eran adolescentes; Esquilo había dado a luz pública su gran drama patriótico, “Los persas” unos dos años antes, por encargo de Pericles. Quizá el filósofo presenció cuando niño la representación del “Agamenón”, y vio todas las grandes tragedias de Sófocles y de Eurípides. Todas las nobles edificaciones y obras de arte que embellecieron Atenas en la época de Pericles, las Largas Murallas que unían la ciudad con el puerto del Pireo, el Partenón, las estatuas de Fidias, los frescos de Polignoto, fueron comenzadas y terminadas ante sus ojos… debía de tener ya suficiente edad para comenzar a enterarse de lo que sucedía a su alrededor cuando se establecieron los fundamentos de la democracia de Pericles por medio del ostracismo del rival de Pericles, Cimón, hijo de Milciades (461 a.C.)… Y por la época en que Sócrates tenía veintitantos años, las teorías orientales y occidentales sobre el universo estaban cristalizando en cierta oposición mutua, cuyo más prominente “signo exterior y visible” era la diferente descripción de la forma de la Tierra y el lugar de ésta en el esquema de las cosas dado en los dos sistemas.” (El pensamiento de Sócrates).

Sócrates tenía 25 años cuando Atenas y Esparta concertaron la “Paz de los treinta años” dejando en libertad a Atenas para consolidar su dominio sobre el Egeo y convertirse en la primera potencia naval del mundo. Se acerca a los 40 años cuando estalló la guerra del Peloponeso y que había de terminar con la grandeza de Atenas; tuvo 45 años de edad cuando servía aún como “hoplita” o soldado de infantería totalmente armado.

Siempre se mostraba humilde con quienes se acercaban a él en busca de conocimientos y consejos para orientar sus existencias por los caminos de la virtud y la felicidad. Y esta cualidad de humildad sólo se encuentra en grandes espíritus que, como Sócrates, cuanto más saben se muestran más humildes ante los demás.

Diariamente se dedicaba a los ejercicios del cuerpo y de ahí proviene su constitución física vigorosa. Interrogaba a toda persona que encontraba en su camino, en el ágora, en el gimnasio, en las calles, para hacerle descubrir por sí mismos la verdad que se proponía saber. Creía en la superioridad de la discusión (diálogo) sobre la escritura, por cuanto ésta carecía de sentido y de utilidad. Y por ser un discutidor vivaz Sócrates tuvo que soportar innumerables burlas y sinsabores como el referido por Diógenes de Laerthes: “Su vivacidad en la discusión le proporcionaba frecuentemente algunos sinsabores: le pegaban, le arrancaban los cabellos, muchas veces se mofaban de él. Todo lo soportaba con calma imperturbable; hasta el punto que habiendo recibido un puntapié permaneció impasible; como alguno se admirase, él contestó: Si un asno me diese una coz, ¿habría de formarle proceso?

Fue un hombre singular y excepcional, de excelente sentido moral, memoria e ingenio, infatigable en cualquier situación y circunstancia, insensible al frío y a los placeres de la vida, amante apasionado, místico religioso, racionalista y humorista. Demostró en todo momento gran capacidad de resistencia física, excepcional continencia y sobriedad en la comida y la bebida: bebía excesivamente sin embriagarse cuando la ocasión lo exigía.

Su moderación, templanza y frugalidad iban siempre de la mano con la sencillez de sus costumbres.

“Cuenta Pánfilo, en el libro séptimo de los Comentarios, que habiéndole regalado Alcibíades una vasta extensión de terreno para edificar en él una casa, rehusó diciendo: “Si yo tuviese necesidad de unas sandalias y tú me dieses el cuero para que las hiciese yo mismo, ¿no sería ridículo que yo lo tomase? (Diógenes de Laerthes, Op.cit.).

Sócrates es un personaje singular, de convicciones religiosas, y respetuoso de los dioses. Sus pensamientos, actos, elecciones y decisiones respondían a un mandato del daimon, entendido esto como el genio divino, la guía desde lo alto o la voz de la conciencia. Para Sócrates filosofar era una misión divina, una tarea confiada por mandato divino. Algunos autores coinciden en afirmar que su fe religiosa es su filosofía.

Sócrates veneraba a los dioses de Atenas; decía que en sus estudios le asistía una voz interior, un daimon que cual inteligencia o mente ordenadora le aconsejaba lo que debía evitar y lo que debía hacer. El demonio de Sócrates es una voz interior que le informa acerca de la conveniencia de ciertas acciones sin conocimiento claro de sus motivos racionales. Sócrates fue uno de los tantos convencidos que el Dios de Delfos da lo que es bueno al hombre, toda vez que sabe lo que es bueno, lo ve todo y lo sabe todo, no sólo los actos sino las intenciones de los hombres. Era un ferviente creyente en los signos divinos, en los oráculos y en la eficacia de la oración.

Jesucristo, Sócrates, Buda, Confucio y tantos grandes hombres de la historia de la humanidad no han escrito ninguna obra, sin embargo se les considera como hombres de gran talento, inteligencia, sabiduría y ejemplo de conducta moral.

Todo lo que se sabe de Sócrates procede de sus tres contemporáneos: Jenofonte (historiador), Platón (filósofo), Aristóteles (filósofo) y Aristófanes (comediógrafo). Este último, en su comedia “Las Nubes”, satiriza a Sócrates y le presenta como sofista, que enseña a un joven a robar a su padre, que se pasaba por ser enemigo del régimen democrático, que se burlaba del sistema de mayorías en las votaciones y de la costumbre de nominar a los magistrados a la suerte.

La doctrina y el método mayéutico de Sócrates fueron conservados por sus discípulos Platón (Diálogos) y Jenofonte (Memorables o Recuerdos de Sócrates).

De los espartamos, indiscutiblemente, Sócrates acoge la forma de vida austera y descuidada de vestir y el ideal aristocrático y antidemocrático.

Sócrates, experto en persuadir y disuadir, creía ser un tábano, porque aguijoneaba a las personas para que se interroguen a sí mismo y procuren descubrir lo que realmente son y cuanto tienen de capacidades, destrezas, habilidades y aptitudes.

Pasó momentos muy difíciles durante su existencia, se granjeó de una serie de enemigos, entre ellos políticos, sofistas, demócratas, etc., por dedicarse a la pedagogía social, llegando al tribunal acusado de cometer una serie de delitos. Fue sentenciado a muerte y optó por beber la cicuta. Los últimos momentos de Sócrates, antes de su muerte, los recoge su discípulo más distinguido, Platón, en su obra Fedón.

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