Artículos periodísticos y de investigación

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27 de abril de 2019

PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE HAYA DE LA TORRE



PENSAMIENTO FILOSÓFICO 

DE HAYA DE LA TORRE

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

Después de profundas reflexiones sobre el pensamiento filosófico y científico de la época, durante el siglo XX, Víctor Raúl Haya de la Torre culmina su obra filosófica titulada Sinopsis filosófica del Aprismo. En este original ensayo, publicado por primera vez en 1935 en la revista Claridad de Buenos Aires, Haya de la Torre expone con claridad meridiana su teoría del Espacio-Tiempo Histórico, que constituye la tesis filosófica del aprismo como una nueva interpretación relativista de la historia, referida al tiempo y al lugar, especialmente de América y es el primer gran aporte del pensamiento peruano e indoamericano a la cultura universal.

La filosofía del aprismo es una concepción del mundo, de las cosas, del hombre y de la sociedad, basada en la tesis del Espacio-Tiempo histórico y que consiste en la aplicación del Relativismo al tiempo de la Historia, la Economía, la Política y la Cultura.

Haya de la Torre fundamenta su concepción relativista y cuántica del tiempo, el espacio, el movimiento, la gravitación, la inercia, la materia y la energía del siglo XX, en posición diametralmente opuesta a la del marxismo europeo que arranca de la interpretación newtoniana del “espacio y el tiempo absolutos” y de la gravitación universal (siglo XIX) de esos conceptos.

Para el aprismo, -escribe Haya de la Torre en “30 años de aprismo”-, “la concepción marxista es un antecedente histórico importante pero no inalienable; el cual está limitado y relativizado por las condiciones peculiares de su Espacio y de su Tiempo que son las que determinan su negación dialéctica al ser confrontado con una realidad diferente de la de Europa”.

Haya de la Torre considera que así como para la Física moderna no existe un espacio absoluto ni un tiempo absoluto, sino que cada fenómeno se produce dentro de su propio espacio-tiempo, en su propio campo-gravitacional, afirma que no existe tampoco un solo proceso histórico sino múltiples. Cada área espacio-temporal tiene su ritmo peculiar de desarrollo y, consiguientemente, su propia característica sociológica. Así la visión del universo histórico debe comprender tantos espacios tiempos históricos como campos de observación ofrezca. Así, el marxismo, a la luz de la ciencia relativista, dialécticamente podía ser negado, es decir, superado. Lo que es “último” en Europa, puede ser “primero” en Indoamérica, etc.

El aprismo basa su filosofía en este principio general: “el devenir social es relativo y su relatividad está determinada por el Espacio histórico en el que se desarrolla la vida de los pueblos -escenario geográfico, raza, psicología y relaciones del hombre y el medio general-, y por el Tiempo histórico que marca el grado de su evolución económica, política y cultural, determinado por las formas de producción y por el desarrollo social que ellas motivan o influyen”.“Pero este Espacio histórico y este Tiempo histórico son inseparables entre sí. Por ende, se expresan en un solo término: Espacio-Tiempo histórico”.

Según la concepción filosófica del aprismo no hay verdades definitivas, absolutas y eternas, sólo hay verdades relativas surgidas desde la ubicación espacio-temporal e histórica de cada pueblo, país o nación, según la posición del observador en el examen y análisis de los fenómenos físicos, sociales, políticos o culturales. Por tal razón, el aprismo recusa toda pretensión de imponer un único esquema o molde de interpretación del devenir histórico-social de los países del mundo desde cualquier sistema de coordinadas que no corresponda a su ángulo propio de observación.

Y esto se explica manifestando que lo que es último en Europa – el fenómeno del imperialismo, por ejemplo, es primero en los países de América Latina o Indoamérica-. Pues cada Espacio-Tiempo Histórico implica una realidad histórico-social intransferible, que se desarrolla y retroalimenta con sus propias leyes del movimiento, ritmo y velocidad en su desenvolvimiento sociológico. Todo fluye, todo cambia, todo deviene, todo se transforma, “pero no a una misma velocidad ni en una sola dirección”. Todo fenómeno cambia según el ángulo desde el cual se le observe (“campos gravitacionales”). En la nueva física einsteniana del siglo XX “cada sistema de coordenadas, SC, tiene su propio espacio-tiempo inseparable de su dimensión, energía, velocidad, inercia y gravitación”. No hay, entonces, una “gravitación universal” en la historia sino “relativamente” y que cada sociedad civilizada tiene su propio e intransferible espacio-tiempo, o sea su peculiar campo gravitacional.

Y aplicando su tesis del Espacio-Tiempo-Histórico el aprismo sostiene que no hay leyes universales de determinismo económico, social o político; su aplicación es relativa a la realidad espacio-temporal de cada sociedad.

Las normas de metodización filosófica del aprismo se fundamentan en el enunciado dialéctico de la Negación de la Negación. El aprismo, reconoce así, el principio universal del eterno movimiento, del cambio o del devenir, como un proceso constante de contradicciones, de negaciones y continuidad, pero reconoce también en el marxismo una escuela filosófica sujeta a la misma ley por ella descubierta y perfeccionada, pero no acepta sus conclusiones doctrinarias como dogmas inflexibles, porque como sostiene Haya de la Torre “o el marxismo es dogma yerto, inerte cual un ídolo, o es devenir vivo y móvil; y en este caso queda sujeto también, como todo en el universo, a la ley de la negación de la negación” (En “Espacio-Tiempo Histórico”).

Cuando el marxismo-leninismo dogmatiza que “El imperialismo es la última o superior etapa del capitalismo”, el aprismo a través de Haya de la Torre le niega dialécticamente tal pretendida universalidad y la condiciona en los términos siguientes: “El fenómeno del imperialismo[1] puede ser la última o superior etapa en las regiones subdesarrolladas o no industrializados; porque lo que es ´’ultimo o superior en aquellas, es primero o inferior en éstas”.

Y el aprismo condiciona la llegada de capitales a los países en vía de desarrollo, cuando Haya de la Torre escribe refiriéndose a los capitales extranjeros o imperialistas, en la América Latina: “¿Nuestros países necesitan de capitales? La respuesta es afirmativa. Sí. ¿Si los necesitan hay que darles entrada vengan de donde vengan y vengan como vengan? La respuesta es negativa: No. Y es menester explicar: En tanto que el sistema capitalista impere en el mundo, los pueblos de Indoamérica como todos los económicamente retrasados tienen que recibir capitales del extranjero y tratar con ellos. Ya queda bien aclarado en esta página que el APRA se sitúa en el plano realista de nuestra época y de nuestra ubicación en la geografía y en la historia económica de la humanidad. Nuestro TIEMPO y nuestro ESPACIO económicos nos señalan una posición y un camino. Mientras el capitalismo -ya privado, ya de Estado- subsista como sistema dominante en los países más avanzados, tendremos que tratar con él. ¿Cómo tratar? He ahí la gran cuestión” (En “El Antimperialismo y el APRA”). Dichos capitales deben llegar o ingresar, pero controlados por el Estado, sometidas a las leyes de los países de América latina y deben llegar en condiciones que no lesionen los intereses nacionales ni la libertad y soberanía de los países.

Así como Marx negó dialécticamente a Hegel, así también Haya de la Torre negó a Marx a la luz de los principios del Relativismo contemporáneo del siglo XX, diseñando una interpretación original de la realidad y problemática peruana a indoamericana, planteando soluciones propias, ajeno a los moldes y dictados del marxismo europeo, marxismo ortodoxo, estático, dogmático e inconmovible.
Así como el primer hombre dijo que “todo ser humano tiene que morir” y murió acatando y cumpliendo la ley inmutable de su sino, así también Hegel y Marx, sistematizadores de la dialéctica, no pueden escapar de ningún modo a sus mismas negaciones, resultando ser recusado y superado por la filosofía del aprismo.

Es una realidad innegable e indiscutible que las concepciones científicas del siglo XIX, basamento de la teoría marxista, han sido ya negadas y superadas en el siglo XX, entrando en revisión, en especial con los principios de los Quanta de Max Planck, del relativismo de Albert Einstein y del principio de incertidumbre de Bohr, Dirac y Werner Heisenberg.

El aprismo nació negando al marxismo: “porque rechazó la idea de partidos o dictaduras clasistas y reconoció en el imperialismo la primera y no la última etapa del capitalismo, en los países semicoloniales. Es decir, no aceptó jamás al marxismo como un dogma”, explica Haya de la Torre.

El aprismo sostiene que en los países del mundo no existe un solo proceso histórico, sino múltiples procesos, como es el caso de América Latina, donde coexisten, conviven distintas etapas de la evolución social como el comunismo primitivo, el feudalismo, el capitalismo incipiente. Sería, entonces, vano y absurdo pretender interpretar a todos los pueblos del universo con un mismo patrón ideológico determinado por el marxismo.

En este sentido, la revolucionaria y original tesis del Espacio-Tiempo Histórico es la aplicación de la concepción de Einstein al campo de la Filosofía de la Historia, y plantea según las palabras de Haya de la Torre que “así como para la física moderna no existe un espacio absoluto ni un tiempo absoluto, sino que cada fenómeno se produce dentro de su propio espacio-tiempo…afirma que no existe tampoco un solo proceso histórico sino múltiples” (En“Aprismo y Filosofía”).

En consecuencia, el marxismo no puede ser tomado como una solución total y totalizadora a los problemas sociológicos, políticos, económicos y culturales del siglo XX, menos aún a la de Indoamérica por cuanto ésta es diferente a la realidad europea- punto de observación de Marx para los fenómenos observados- (“la ubicación del observador con respecto a los fenómenos observados” es fundamentalmente importante en la interpretación histórica que hace el aprismo), por lo que si diferentes son los problemas y las realidades de los países, las soluciones tienen que ser irrecusablemente también diferentes. “América es América y Europa es Europa”, sostiene Haya de la Torre. Y agrega: “Si los problemas económico-sociales de Europa e Indoamérica son diferentes, las soluciones deben también ser diferentes” ( En “30 años de Aprismo”).

Según la concepción filosófica de Haya de la Torre el devenir social es relativo y esta relatividad está determinada por el espacio histórico (escenario geográfico y el contenido humano) y por el tiempo histórico que marca el grado de evolución de las sociedades, el grado de desarrollo económico, político y cultural determinado por las formas o relaciones sociales de producción y por el desarrollo social. Por tanto, el espacio histórico y el tiempo histórico son inseparables entre sí, por tanto se expresa en un solo término “Espacio-Tiempo Histórico”.

Por otra parte, el aprismo al negar al marxismo considera que “La revolución proletaria” y la profecía de una “sociedad sin clases” como fin de la “lucha de clases” puede ser superada por la revolución democrática, científica y tecnológica, espiritual o cultural mediante la vía pacífica.

Al universalismo absoluto, ortodoxo, estático y dogmático del marxismo se opone el universalismo relativo, dinámico, antiortodoxo, antideterminista y antidogmático del aprismo concebido por Haya de la Torre. Así el aprismo rechaza la arbitraria clasificación cronológica de la historia en Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, con aspiraciones de universalidad absoluta, porque, como científicamente afirma Haya de la Torre, aquí “en Indoamérica[2] coexisten, se yuxtaponen, todos los grados de evolución de las sociedades, desde la primitividad en sus modalidades más elementales hasta las formas organizativas de vida civilizada de mayor progreso” ( En “Espacio-Tiempo Histórico”).

Según Haya de la Torre no existe una sola línea de evolución universal, porque en los países de América Latina conviven al mismo tiempo todas las etapas de evolución social de acuerdo con su específico espacio-tiempo histórico, diferente al europeo. En el Perú conviven las etapas económicas. Recorriendo el país de la costa a la selva, parece que retrocediera la máquina del tiempo de que nos habla Wells. “Desde las regiones donde existe el antropófago, en las selvas amazónicas, pasando por las etapas patriarcal y feudal de la comunidad indígena y del latifundio serrano, hasta la realidad mercantil de nuestras ciudades principales y los centros industriales de las empresas imperialistas. Nuestro organismo económico es heterogéneo, acusa diversos grados de crecimiento” (Manuel Seoane, “Nuestros fines”).

No le falta razón al profesor R. A. Humphreys, de la Universidad de Londres, cuando en su libro “The Evolution of Modern Latin America” califica al aprismo como “la más remarcable filosofía política que la América Latina ha producido”. O también al filósofo trujillano Antenor Orrego Espinoza cuando, en su obra “Pueblo-Continente”, señala con convicción de principios: “El Aprismo no es una teoría intemporal que haya surgido de la imaginación abstracta de un ideólogo, no es una teoría o un sistema académico que haya brotado, por obra de conjuro, como FIAT LUX, de la nada. La inteligencia no ha hecho sino constatar la realidad trágica y sangrienta que urgía su expresión inmediata. Por ser un movimiento histórico, condicionado por un determinismo económico, social y moral, se nos aparece como una inexorable necesidad o fatalidad biológica. Movimiento profundamente vital que engendra, igualmente, sus propios instrumentos de realización y expresión como producto de su pueblo, de su raza y de su época”.



[1] El imperialismo es un sistema económico, político y social de opresión y explotación, de expansión capitalista de los grandes centros industriales como Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Rusia, Francia, Alemania, etc., hacia los países no desarrollados económicamente, con el objeto de invertir en ellos esos capitales y hacerlos producir por el trabajo barato de los brazos nacionales o nativos. El imperialismo exporta capitales, pero no obreros y campesinos. Para Haya de la Torre, el fenómeno imperialista se caracteriza por la emigración o exportación de capitales, la conquista de mercados y de zonas productoras de materias primas hacia países de economía incipiente. Con el capital inmigrado se insinúa en nuestros pueblos agrícola-mineros la era capitalista. El fenómeno imperialista también se caracteriza por amenazar, sojuzgar o destruir económicamente a las clases obrero-campesina, media y proletariado industrial incipiente; por traer consigo la gran concentración industrial y agrícola, el monopolio de la producción y circulación de la riqueza; por afectar a nuestra riqueza nacional, la captura, la domina, la monopoliza; por absorber y destruir progresivamente al pequeño capital, la pequeña manufactura, la pequeña propiedad y el pequeño comercio. El fenómeno imperialista hace posible la formación de una verdadera clase proletaria industrial; amenaza a nuestros pueblos no sólo como fuerza explotadora, sino como fuerza conquistadora; promueve el avance de la clase explotadora de los Estados Unidos del Norte sobre nuestros pueblos indoamericanos; anarquiza la producción; plantea una violenta yuxtaposición de sistemas económicos; amenaza la libertad nacional e impide por la violencia todo intento político o social de transformación que a juicio del imperio yanqui afecte a sus intereses. En virtud del fenómeno del imperialismo nuestros países devienen en un inmenso campo de batalla económica para los imperialismos del mundo. El imperialismo usa al Estado como instrumento político de dominación más o menos indirecta y que se adapta a sus diversas formas o momentos de desarrollo para aprovecharlo como tal. La fuerza del sistema capitalista es el Estado, “instrumento de opresión de una clase sobre otra”. El fenómeno del imperialismo convierta a los gobiernos latinoamericanos en “virreinato del imperio yanqui”. El fenómeno imperialista comienza su acción con el empréstito, con la concesión y culmina o entra en el período de la colonización franca cuando rueda sus cañones en nuestro suelo violando la soberanía nacional. Haya de la Torre califica al imperialismo como “el ´único enemigo histórico de nuestros pueblos” y como “el más peligroso de todos los coloniajes”.

[2] INDOAMÉRICA: nueva palabra del léxico aprista, creado por Haya de la Torre para denominar a nuestra nación de veinte Estados, que conforma el lado del Nuevo Mundo y que empieza en el Río Bravo y termina en Magallanes. Haya de la Torre, tras descartar el uso de los términos Hispanoamérica y América Latina por corresponder éstos a un significado “preterista y ya anacrónico”,. Opta por la denominación “Indoamérica”, por considerarlo ser un término más amplio, que va más lejos, que entra más hondamente en la trayectoria total de nuestros pueblos. Indoamérica comprende así la prehistoria, lo indio, lo ibérico, lo latino y lo negro, lo mestizo y ”lo cósmico” -digamos, recordando a Vasconcelos-, manteniendo su vigencia frente al porvenir. Corresponde justamente a la presente etapa revolucionaria de Nuestra América, apenas iniciada en México, en que aparece la gran síntesis de la oposición de contrarios que impulsan el devenir de nuestra Historia.

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