Artículos periodísticos y de investigación

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22 de febrero de 2017

TEORÍA DEL MARXISMO ACERCA DEL HOMBRE


TEORÍA  DEL MARXISMO ACERCA DEL HOMBRE

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

Esta teoría tiene como fundadores a Carlos Marx y Federico Engels, quienes crean las bases para el desarrollo permanente del marxismo, siempre comprometido en la teoría y la práctica social con una concepción científica del mundo, la transformación social, política y económica de la sociedad y el desarrollo del hombre en lucha frontal contra el sistema capitalista.

El marxismo comprende tres grandes partes: el materialismo dialéctico e histórico, la economía política marxista y el socialismo científico.

Hasta antes de la aparición del marxismo el hombre era concebido como un ser enteramente biológico, aislado de la sociedad y agrupados de modo naturalista.

El marxismo intenta reconquistar al hombre concreto, como ser social, producto del desarrollo de la sociedad e incluido en el sistema de producción social, pero valora al hombre preferentemente en sentido económico.
          
Para Carlos Marx (1818-1883),  filósofo defensor del humanismo realista,  el hombre es un ser espiritual y sensible, teórico y práctico, objetivo y subjetivo, pero es ante todo, «praxis», es decir, es un ser creador de un mundo a su medida, productor de bienes y servicios  útiles en todo orden de cosas (de relaciones sociales de producción material y espiritual, cualquiera sea el grado de conciencia con que la realicen) y transformador de la naturaleza exterior. El hombre es un ser activo, social, político e histórico. El hombre es el protagonista de la Historia en tanto que  «es el hombre efectivo y viviente el que lo ha hecho todo, el que posee, el que combate. La Historia «no es otra cosa que la actividad del hombre en persecución de sus fines». El hombre lucha por una nueva sociedad, sociedad socialista, que conlleve a la desaparición del Estado, desaparición de las clases sociales y sus conflictos, desaparición de la moneda, entre otros.
          
El marxismo propugna dar a cada hombre en función de sus necesidades de consumo y no en función de lo que produce. El hombre debe intervenir en la transformación de la sociedad capitalista, por cuanto en ésta se produce las contradicciones y desigualdades de clases, la explotación de una clase por otra, la explotación del hombre por el Estado.

La concepción marxista del hombre subraya la importancia de las relaciones y características sociales y biológicas del hombre, pero no acepta su doble naturaleza: material y espiritual. Hace hincapié  y destaca sólo en su naturaleza  material o biológica y social. La teoría marxista-leninista vincula el futuro del hombre con el desarrollo social de la humanidad hacia el comunismo y una sociedad sin clases. “…La esencia del hombre no constituye una abstracción inherente al ind1ividuo por separado. En su realidad, es el conjunto de todas las relaciones sociales”.[1]. Esta concepción no acepta una naturaleza inmutable del hombre. La mutación de la naturaleza del hombre se realiza no de por sí, sino en la actividad propia del hombre. “…El hombre…es quien lo hace todo –dice Engels-. La historia no es más que la actividad…del hombre… (tomo II, pág.102). Para Marx “la historia social de los hombres es siempre únicamente la historia de su desarrollo individual, tengan o no conciencia de ello” (tomo XXVII, pp.402-403). El hombre social es el creador de su historia, de su mundo objetivo cultural.
          
Para Marx el hombre es un ser productor, transformador y creador; mediante su trabajo transforma la naturaleza exterior, se plasma en ella y crea un mundo a su medida y a sus proyectos de vida. Los hombres deben estar en condiciones de vivir para poder «hacer historia». Pero para vivir es necesario que el hombre coma, beba, tenga una habitación, un vestido y algunas otras cosas. El primer hecho histórico es, pues, la producción de los medios para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la misma vida material, y sin duda alguna, éste es un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia que aún hoy debe realizarse cada día y cada hora sólo para mantener en vida a los hombres.
          
«El hombre, dice Marx, es un zoo politikon en el sentido más literal: no sólo es un animal social, sino también un animal que no puede singularizarse sino en la sociedad».
          
La teoría marxista del hombre es enriquecida y profundizada por pensadores de la talla de Federico Engels, quien en su obra «El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre» manifiesta que el trabajo es la fuente de toda riqueza, «es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre».
          
Engels desarrolla la idea del homo faber. Según Engels (1820-1895) en la época terciaria existió una raza de monos antropomorfos muy desarrollados, monos que estaban totalmente cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas, pero cuando estos monos abandonaron la vida arbórea y adoptaron una posición erecta, se empezó a manifestar el tránsito del mono al hombre. «El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son las mismas en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuese».
          
Para Engels, la mano del hombre es el órgano del trabajo pero también es producto del trabajo. El trabajo contribuyó a la formación de sociedades y en éstas, a su vez, se desarrolló el lenguaje. «Los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó al órgano. El trabajo y el lenguaje fueron desarrollando en forma gradual el cerebro humano. El consumo de carne explica – dice Engels- en gran medida la conversión del mono en hombre, toda vez que el consumo de carne en la alimentación diaria significó dos nuevos avances: el uso del fuego y la domesticación de animales. Asimismo, la adaptación del hombre a nuevos climas y ambientes propició nuevas esferas de trabajo que fueron diversificándose, perfeccionándose en sumo grado hasta las creaciones más sutiles, complicadas o sofisticadas.
          
Engels llegó a decir que el dominio de la naturaleza trajo consigo consecuencias imprevistas, como es el caso del Descubrimiento de América, que volvió a implantar la esclavitud, y la creación de la máquina a vapor, que causó «la concentración de la riqueza en manos de una minoría y al privar de toda propiedad a la inmensa mayoría de la población, habría de proporcionar primero el dominio social y político de la burguesía y provocaría después la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado».




[1] K. Marx y F. Engels, tomo III, p.3.
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TEORÍA DEL CRISTIANISMO ACERCA DEL HOMBRE


TEORÍA DEL CRISTIANISMO ACERCA DEL HOMBRE

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

Con el cristianismo se afirma la creencia en un Dios creador del mundo y del hombre, las relaciones del hombre con su creador, el hombre como criatura divina tiene su fin último en Dios y Dios reclama al hombre el estricto cumplimiento de sus mandamientos cristianos como imperativos supremos, absolutos e incondicionados.

La concepción cristiana del hombre está lejos de la teoría pesimista que afirma que el hombre es esencialmente corrompido, deshonesto y malogrado, con todos los vicios, defectos, debilidades y anormalidades. Y está lejos también de la teoría del optimismo que sostiene que el hombre es totalmente bueno, el hombre es un ser con todas las cualidades positivas, las virtudes necesarias para ser feliz, cosa que se desdice en la práctica.

Lo que el hombre es y lo que debe hacer y esperar se define en su relación ya no con la comunidad humana o polis, ya no con el universo o mundo, sino con Dios. El hombre viene de Dios y va hacia Él. Los hombres son hermanos porque tienen un padre común: Dios.

El amor humano está supeditado al amor divino. En la vida del hombre, el orden sobrenatural prima sobre el orden natural humano. Se habla de un mundo cristiano donde impere la igualdad, la fraternidad, la cooperación, la solidaridad, el amor a los semejantes, la afirmación de la fe cristiana, el cumplimiento de los mandamientos de Dios como leyes, la plasmación de la libertad, la capacidad de servir a las demás personas y la justicia plenas en el mundo sobrenatural. Todo hombre debe ser un fin y no un medio para los demás.
          
Para la teoría cristiana la vida moral del hombre alcanza su plena realización sólo en la medida en que el hombre se eleve al orden sobrenatural. La religión cristiana se consolida en el hombre como una fe y un dogma. Todo poder aquí en la tierra proviene de Dios. Dios creó al hombre a su imagen, le dio autoridad sobre todas las cosas de la creación y lo consideró como el ser más valioso de la tierra. Dios quiere que el hombre sea salvo y por eso envío a Jesús a este mundo para sufrir, morir por el hombre y rescatarlo de sus vicios, flaquezas, debilidades y pecados. Cada hombre tiene el mismo valor en cuanto es creación de Dios y por tanto todos se deben el mismo respeto y no cabe discriminación ni marginación alguna entre las personas.
          
Por eso es pecado discriminar a las personas por su color de piel, raza, profesión, idioma, nacionalidad, recursos económicos o por otras causas; todos los hombres tienen los mismos deberes y las mismas responsabilidades que cumplir ante Dios si quieren gozar de los beneficios del reino de Dios y estar protegidos por las leyes de Dios.
          
Dios ha dado al hombre el derecho de vivir en paz, con amor, unidos los unos con los otros, y nunca le ha dado al hombre el derecho de matar a las personas ni de declarar la guerra por disputas de herencias, de riquezas, de territorios, de poderes políticos y económicos. Dios le hadado al hombre un sexo para que puedan disfrutarlo y tener hijos, para que puedan reproducirse, crecer y multiplicarse,  no para hacer mal uso y abuso de su sexo, no para caer en desviaciones y anormalidades sexuales (homosexualismo, lesbianismo, adulterio, poligamia, pedofilia, incesto, zoofilia, etc.).
          
La sexualidad es una bendición en el matrimonio y no una maldición o degeneración, es un precioso e invalorable regalo que Dios ha dado al ser humano. Dios ha dado al hombre el matrimonio para bendecirlo, para realizarse en forma pública y no privada, para que el hombre no esté solo en el mundo y esté unido para siempre con su pareja ideal y compatible en sentimientos y proyectos de vida, para que los dos sean «una sola carne» y un solo destino que debe ser alcanzado  mediante el recorrido por un mismo camino. Por eso Jesús dijo: «Lo que Dios juntó no lo separe el hombre».
          
Dios dijo «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a otros», porque el amor cubrirá multitud de pecados y es fuente de iluminación de la inteligencia para permanecer en el camino correcto, digno y justo. Pero no solo amor, también el hombre debe saber que es necesario el arrepentimiento, el perdón, las disculpas del caso, para que no haya desconfianza, odio, represalia, venganza y bajas pasiones entre hermanos cristianos.
          
En fin mucho se puede seguir diciendo sobre la filosofía cristiana respecto al hombre y su tránsito por este mundo terrenal. Dar una lectura a la Biblia, al antiguo y al nuevo testamento, resultaría muy provechoso para todo buen creyente e hijo de Dios. Te invitamos a abrir dichas preciosas páginas llenas de sabiduría, que estamos seguros contribuirán en mucho a corregir rumbos equivocados, a consolidar el camino correcto y a lograr mejores formas de vida cristiana.

Desde la concepción cristiana, el hombre es un ser creado por Dios, a su imagen y semejanza, y llamado a una salvación definitiva. Pero también es un ser libre, capaz de virtud y de pecado, es un ser imperfecto pero  perfectible, es un ser pecador pero capaz de recibir el perdón de Dios. Dice el Génesis que Dios hizo al hombre “a su imagen y semejanza”, es decir, lo dotó de  cuerpo y alma, de  espíritu y de facultades cognoscitivas: sentidos, razón, inteligencia, intuición, voluntad, imaginación, sensibilidad, emoción, sentimiento, para superar sus limitaciones e imperfecciones.

El hombre es un ser religioso y buscador de Dios. Es un ser religioso por sentirse unido a la divinidad mediante un vínculo espiritual que crea determinadas obligaciones hacia ella, o de una serie de prácticas en que se reconoce la existencia de un ser superior al hombre, y al cual se siente vinculado durante su existencia, a la vez que obligado por sentimientos de sumisión y dependencia.

El hombre está unido a Dios a través de actos emocionales, como la fe, la seguridad, la esperanza, el temor, la reverencia, la humildad, la devoción y el amor; actos humanos que son de carácter práctico, como por ejemplo dar gracias a Dios, rogar, hacer votos, bendecir, alabar, obedecer, sacrificar y adorar.

Según la doctrina social cristiana sólo el hombre es un ser impregnado de religiosidad. «El hombre es un buscador de Dios» (Max Scheler), «El hombre es un animal religioso» (De Quatrefages), «El hombre es un animal que cree en los dogmas» (Chesterton), «La antropología no conoce pueblos ateos» (Ratzel).

Pero también, el hombre como creyente en un ser sobrenatural, -del cual procede todas las cosas y todo lo que existe en el Universo-, eleva cotidianamente sus plegarias y oraciones a Dios, desde el rincón de su alcoba o desde un lugar inadvertido en su centro de trabajo, para que todo salga bien o para que el camino de su existencia terrenal se halle liberada de tentaciones, flaquezas, desencantos, debilidades, frustraciones, angustias, bajas pasiones, envidias, represalias, vicios, maldades, prejuicios y odiosidades, en procura de una filosofía de la vida perfeccionada y digna.

El hombre es verdaderamente hombre sino gracias a la vida del corazón, a la vida religiosa y moral, toda vez que del corazón brotan los grandes pensamientos, las grandes acciones y esperanzas para un mundo que puede salvarse en Dios y con Dios, afirmando la concepción cristiana de la vida en lucha permanente por reconquistar y consolidar el imperio del alma.

«Sólo cuando veo en mi prójimo a un hermano, soy verdaderamente hombre» (Dostoiewsky), «Sin Dios y sin caridad, el hombre no es un hombre, sino un bárbaro».

El hombre cristiano, es el hombre con fe y  mística en ideales y creencias supremas. Tiene la fortaleza indestructible de la fe. Es el hombre que cree en un Dios omnipotente, omnisapiente, omnipresente e inmortal, de quien procede todo lo que existe en el Universo.

El hombre como ser religioso tiene y siente vínculos extranaturales, distintos de los prácticos y científico terrenales.

El hombre cristiano, es el hombre más exigente consigo mismo,  el que se siente muy cerca del corazón mismo de los elementos del mundo; reconoce en su naturaleza mucho de la naturaleza de Dios, intenta asimilarse a él o trata de imitarlo.

Santo Tomás de Aquino precisa que el hombre cristiano es un ser cognoscente porque  tiene necesidad de «saber la causa de aquello que ve», es decir, la causa que produzca la esencia y la existencia de los fenómenos, de los hechos y de las cosas que lo rodean.

“Para San Agustín, del mismo modo que el hombre tiene una luz natural que le permite conocer, tiene una conciencia moral. La ley eterna divina, a la que todo está sometido, ilumina nuestra inteligencia, y sus imperativos constituyen la ley natural. Es como una transcripción de la ley divina en nuestra alma. Todo debe estar sujeto a un orden perfecto: ut umnia sint ordenatissima. Pero no basta con que el hombre conozca la ley; es menester, además, que la quiera; aquí aparece el problema de la voluntad. El alma tiene un peso que la mueve y la lleva, y este peso es el amor: pondus meum amor meus. El amor es activo, y es él quien, en definitiva, determina y califica la voluntad: recta itaque voluntad est bonus amor et voluntas perversa malus amor….” refiere Julián Marìas.[1]

El hombre es un ser consciente de su propia existencia. Sabe lo que hace, piensa antes de hacer algo y hace algo después de haber pensado. Sabe que ha tenido un pasado, que vive en el presente y que tendrá un futuro. El hombre conoce primero para conocer a los demás. Sabe que es una persona y no un simple individuo. Se da cuenta de lo que dice, de lo que promete, de lo que hace y de lo que aspira alcanzar a lo largo de su existencia.

El hombre como criatura divina tiene su fin último en Dios y Dios reclama al hombre el estricto cumplimiento de sus mandamientos cristianos, como imperativos supremos, absolutos e incondicionados.

Lo que el hombre es y lo que debe hacer y esperar se define en su relación con la comunidad humana y con Dios. El hombre viene de Dios y va hacia Èl.

El amor humano está supeditado al amor divino. En la vida del hombre, el orden sobrenatural prima sobre el orden natural humano. Se habla de un mundo cristiano donde debe imperar la igualdad, la fraternidad, la cooperación, la solidaridad, el amor a los semejantes, la afirmación de la fe cristiana, el cumplimiento de los mandamientos de Dios como leyes, la plasmación de la libertad y la justicia plenas en el mundo sobrenatural.
          
Para la doctrina social cristiana la vida moral del hombre alcanza su plena realización sólo en la medida en que el hombre se eleve al orden sobrenatural. La religión cristiana se consolida en el hombre como una fe y un dogma. Todo poder aquí en la tierra proviene de Dios. Dios creó al hombre a su imagen, le dio autoridad sobre todas las cosas de la creación y lo consideró como el ser más valioso de la tierra.

Dios quiere que el hombre sea salvo y por eso envió a Jesús a este mundo para sufrir, morir por el hombre y rescatarlo de sus vicios, flaquezas, debilidades y pecados.

Cada hombre tiene el mismo valor en cuanto es creación de Dios y, por tanto, todos se deben el mismo respeto y no cabe discriminación ni marginación alguna entre las personas. Por eso es pecado discriminar a las personas por su color de piel, raza, profesión, idioma, nacionalidad, recursos económicos o por otras causas. Todos los hombres tienen los mismos deberes y las mismas responsabilidades que cumplir ante Dios si quieren gozar de los beneficios del reino de Dios y estar protegidos por las leyes de Dios.
          
Dios ha dado al hombre el derecho de vivir en paz, con amor, unidos los unos con los otros, y nunca le ha dado al hombre el derecho de matar a las personas ni de declarar la guerra por disputas de herencias, de riquezas, de territorios, de poderes políticos y económicos.

Dios le ha dado al hombre un sexo para que pueda disfrutarlo y tener hijos, para que pueda reproducirse, crecer y multiplicarse,  no para hacer mal uso y abuso de su sexo, no para caer en desviaciones y anormalidades sexuales (homosexualismo, lesbianismo, adulterio, poligamia, pedofilia, incesto, zoofilia, etc.).
          
La sexualidad es una bendición en el matrimonio y no una maldición o degeneración, es un precioso e invalorable regalo que Dios ha dado al ser humano.

Dios ha dado al hombre el matrimonio para bendecirlo, para realizarse en forma pública y no privada, para que  no esté solo en el mundo y esté unido para siempre con su pareja ideal, para que los dos sean «una sola carne» y un solo destino que debe ser alcanzado  mediante el recorrido por un mismo camino. Por eso Jesús dijo: «Lo que Dios juntó no lo separe el hombre».
          
Dios dijo «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a otros», porque el amor cubrirá multitud de pecados y es fuente de iluminación de la inteligencia para permanecer en el camino correcto, digno y justo. Pero no solo amor, también el hombre debe saber que es necesario el arrepentimiento, el perdón, las disculpas del caso, para que no haya desconfianza, odio, represalia, venganza y bajas pasiones entre hermanos cristianos.
          
En fin mucho se puede seguir diciendo sobre la filosofía cristiana respecto al hombre y su tránsito por este mundo terrenal.  Dar una lectura a la Biblia, al Antiguo y al Nuevo Testamento, resultaría muy provechoso para todo buen creyente e hijo de Dios.



[1] Marías, Julián. Historia de la Filosofía. Prólogo Xavier Zubiri. Epílogo: José Ortega. Revista de Occidente, S.A., Madrid (España), Vigesimonovena edición, 2007, p.114.
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INTERROGANTES ACERCA DEL HOMBRE

INTERROGANTES ACERCA DEL HOMBRE

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

La pregunta que interroga acerca de la naturaleza del hombre y de su razón de ser en el Universo, sobre su puesto en el Cosmos y su destino final, es tan antigua como la misma humanidad.

La pregunta  ¿Qué es el hombre? es una pregunta multidimensional, amplia y compleja que interroga acerca de la naturaleza del hombre, de su razón de ser en el universo, de su puesto en el Cosmos y de su destino final. Esta pregunta típicamente filosófica puede entenderse y explicarse desde diversos sentidos y formas, a través de las conceptualizaciones de los filósofos, de las corrientes filosóficas imperantes en cada espacio y tiempo histórico y según las disciplinas que se encargan de estudiarlo. El problema filosófico del hombre se define como la búsqueda de una síntesis global de la naturaleza multidimensional y multidisciplinaria del hombre.

Juan Pablo II, al referirse a la época en que vivimos, decía: “La nuestra es una época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las más hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes”[1].

Por eso no le falta razón a Aranguren cuando expresa que “El análisis del hombre remite a un fundamento y una culminación que está más allá de él”, “En el hombre hay más que el hombre”[2].

El hombre de todas las épocas históricas y en todas las etapas evolutivas de la vida, desde el momento en fue capaz de reflexionar sobre sí mismo y sobre los demás, se ha formulado preguntas como las siguientes:

¿Qué es el hombre?  ¿Cómo es influida una forma de vida social humana por otras formas de vida existentes en el universo? ¿Cómo puede conocerse integralmente aquello que es humano?¿Cuál es el origen del hombre?¿Cuál es el sentido de la existencia del hombre?¿Cuál es la diferencia entre el hombre y el animal? ¿Cuál es la tarea del hombre en el universo? ¿Cuál es la finalidad del hombre aquí en la Tierra? ¿Cuál es la situación del hombre en el universo? ¿Cuál es mi destino? ¿Cuáles son los motivos que conducen a la unión de los hombres en una determinada forma de vida social? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿De qué está compuesto el hombre? ¿El hombre sigue siendo «ese gran desconocido» de que hablaba Alexis Carrel?  

¿En definitiva la ciencia del hombre está constituida fundamentalmente por la filosofía de la religión, la teoría de la ciencia y la teoría de la moral? ¿En qué consiste ser hombre? ¿Es el hombre sólo materia, sólo espíritu, o es materia y espíritu al mismo tiempo?  ¿Es el hombre un mero productor y consumidor de bienes y servicios en este mundo? ¿En qué medida el hombre ha llegado a dominar su entorno? ¿Es el hombre un ser eternamente misterioso, insatisfecho e indefinible? ¿Es el hombre un ser único e irrepetible? ¿Está el hombre destinado a desaparecer del todo? ¡Existe otro ser igual o parecido al hombre? ¿Hay acuerdo en agrupar en una sola y misma especie a todos los hombres que pueblan la tierra? ¿Para qué existe el hombre? ¿Para qué obra el hombre?  ¿Para qué sirve la vida del hombre?

¿Por qué el hombre es distinto de los demás seres vivientes? ¿Por qué el hombre tiene vida temporal y no eterna? ¿Por qué soy distinto de los demás? ¿Puede verdaderamente conocerse aquello que es humano? ¿Puede el hombre llegar a conocer íntegramente lo que es verdaderamente humano? ¿Por qué no existe una sola ciencia que estudie al hombre?  ¡Puede el hombre conocerse desde el hombre? ¿Qué clase de ser es el hombre?  ¿Qué debe esperar el hombre?  ¿Qué debe hacer el hombre para llegar a ser lo que se propone ser? ¿Qué debe saber el hombre?

¿Qué es lo que propiamente hace hombre al hombre? ¿Qué es lo que se entiende por conocer a los hombres? ¿Qué fines deben ser alcanzados mediante la unión entre los hombres? ¿Qué han dicho del hombre otros hombres? ¿Qué llegará a ser el hombre? ¿Qué relación tiene el hombre con otras especies? ¿Qué se entiende por «vacío existencial» del hombre? ¿Qué sentido tiene la existencia del hombre? ¿Qué significa que el hombre es un «ser-en-el-mundo-con-otros»? ¿Qué soy yo? ¿Quién creó al hombre?  ¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él? ¿Solamente el hombre es capaz de interrogarse acerca del hombre? ¿Qué quiere ser el hombre? ¿Cómo lo ven al hombre los demás?

De las interrogantes formuladas se ocupa la Antropología filosófica y las demás ciencias que estudian al hombre. Son interrogantes que acompañan al hombre en el fluir de su existencia y han sido contestadas de una y mil formas en épocas distintas y por filósofos, psicólogos, teólogos, antropólogos, científicos sociales, etnólogos, historiadores y educadores. Todos ellos trataron de dar una explicación acerca del hombre desde diferentes puntos de vista: morfológico, fisiológico, neurológico, psicológico, espiritual, religioso, social, político y moral, o en dos palabras desde el punto de vista de su esencia o de su existencia.



[1] Juan Pablo II, Discurso inaugural I, 9 Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla. La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Madrid: BAC, 1979, p.15.
[2] Grousset, Rene. Et al. Hacia un nuevo humanismo. Tr. Eduardo Caballero Calderón. Madrid: Guadarrama, 1957, p.29.
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DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA ESPECIE ANIMAL

DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA ESPECIE ANIMAL[1]

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

El hombre es una de las más o menos ochocientas mil especies animales que actualmente pueblan el planeta Tierra, que tiene características especiales que le diferencian de los animales irracionales.

El hombre ocupa la cúspide del reino animal, y pertenece al tipo de los vertebrados, clase de los mamíferos y orden de los bimanos, de estación bípeda vertical.

En 1699, el anatomista inglés Edward Tyson (1649-1708), disecando un chimpancé, verificó sus profundas semejanzas con el hombre, que la naturaleza animal desde este momento mereció la más seria consideración.

En el siglo XVIII, Carlos Lineo, uno de los padres de la ecología y fundador de la moderna taxonomía, en su trascendental obra «Sistema natural»[2] colocó al hombre y a los macacos en géneros correlativos, Homo y Simia, pertenecientes al orden de los primates. Colocar al hombre y a los macacos en situaciones próximas no significaba reconocer igualdad de origen, mas apenas registrar semejanza estructural, sin que eso implicase relaciones de dependencia o parentesco. En el mismo siglo, el precursor de la antropología física, Bufón (1707-1788), observó que «la primera verdad que se deduce de un examen riguroso de la Naturaleza es tal vez humillante para el hombre, que se debe por sí mismo a la clase de los animales, los cuales se asemeja por todo que tiene de natural».

A Herbert Spencer - destacado naturalista, filósofo, psicólogo y sociólogo británico - le cabe la gloria de haber formulado por vez primera esa teoría en su obra Principios de biología (1863), donde también proclamó ser la evolución un fenómeno general, inherente a la naturaleza del universo, aplicable tanto a los átomos cuanto a las galaxias, concepción de cierto modo revivida y muy desarrolladas, como filosofía coherente, por P. Teilhard de Chardin al analizar el «fenómenos humano». Más tarde, el biólogo británico Thomas Henry Huxley (1825-1895) levantó la bandera de la evolución humana en su obra Pruebas sobre la posición del hombre en la naturaleza, en la cual demostraba con harto material la descendencia humana a partir de antepasados no humanos. Solamente en 1871 Charles Darwin publicó en dos volúmenes, El Origen del Hombre, documentando ampliamente el origen de la especie humana a partir de los antropoides.

En el siglo XX, en el año de 1953 el paleontólogo y biólogo estadounidense George Gaylor Simpson creó la familia especial (homínidos) para abarcar a los hombres vivos y a los fósiles, próxima de la familia de los póngidos, que encierra a los antropoides vivos y a los fósiles. Tres años después, Gerhard Heberer extendió la familia de los homínidos, en la que se distinguen dos subfamilias, una para los hombres vivos y fósiles, y otra para los australopitecíneos, o macacos-hombres, esto es, las formas que precedieron inmediatamente el género Homo.

Pruebas científicas basadas en la biología molecular y en la imunoquímica, confirman, por ejemplo, que se halló el chimpancé mucho más próximo del hombre. Y así se hizo posible establecer la siguiente secuencia:1. Hombre; 2. Chimpancé o gorila; 3. Orangután; 4. Gíboes: 5. Macacos del Viejo Mundo; y 6. Macacos del Nuevo Mundo.

Se puede afirmar, sin duda alguna, que para la ciencia el hombre surgió por mecanismo evolutivo. Como ocurrió con los demás seres vivos, mutaciones, recombinaciones genéticas y selección natural, a lo largo de millones y millones de años, originaron al hombre actual, a partir de un tronco común al de los otros primates.

«El hombre – dice Leisegang[3] –se distingue del animal en que este último vive como puede, mientras que el hombre vive como quiere y en un mundo tal como él lo quiere, en el cual todo es considerado por él como amanualidad, cosa, y no como separado en sujeto y objeto, o sea, como objeto. Se lo tropieza en el trato diario con las cosas de un común, en la preocupación por las complicaciones de la vida diaria. En esta preocupación conocemos nosotros el «para qué» de las cosas y el «de dónde» proceden, el «designio del hombre», cuya existencia posibilita; el «para qué algo es valioso» como la vivencia inmediata del valor».

«Pero en razón de su mayor capacidad cerebral y de la posesión del lenguaje, el hombre posee mayor flexibilidad de acción que otros animales; puede controlar más el mundo que lo rodea, adquirir una variedad de conocimientos mucho mayor y trasmitir en forma más efectiva lo que ha aprendido. El hombre es el único animal que posee cultura» explica Ely Chinoy[4], entendiéndose por cultura a la totalidad de lo que aprenden los individuos como miembros de una sociedad; a su modo de vida, pensamiento, acción y sentimiento.

El aspecto corporal es lo que distingue al hombre del resto de las formas vivientes. Se dice, por ejemplo, que entre el genoma humano y el del chimpancé, la diferencia supone alrededor del cinco por ciento; el extraordinario desarrollo de la corteza cerebral, tanto cualitativa como cuantitativamente, o la capacidad de producir sonidos articulados que permiten el lenguaje, son propiedades singulares y única dentro del mundo de los seres vivos. También diferencia al hombre del animal la capacidad de razonamiento, de pensar, de elección y decisión. En su aspecto corporal el hombre comparte con los demás seres vivientes la mutación y la precariedad.

Frente a los demás animales, el hombre tiene el cráneo más grande, su frente más alta, su mentón más conformado; su cerebro tiene cuatro veces más neuronas que el de un chimpancé e infinidad de posibilidades funcionales suplementarias. Otra diferencia es la velocidad en el desarrollo: el hombre sólo alcanza la madurez muchos años después que el mono; el niño es un retardado en relación al mono, que a los cinco o seis años ya es madura sexualmente y adulto;  «El animal comprende los gestos, aprende el significado de las palabras no tanto como palabras, sino como señales análogas al lenguaje animal; sabe también hacerse comprender por medio de gestos y de gritos. Pero el animal no aprende a hablar, ni siquiera el mono, que a lo sumo maneja una o dos palabras. Insuficiencia de inteligencia, falta de neuronas, cerebro demasiado pequeño. «Sólo le falta hablar», dicen los amigos de los animales», señala Paul Chauchard[5].

El hombre es libertad y autoconciencia, es voluntad e imaginación. El hombre tiene capacidad de actuar intencionada y creativamente, de manipular y transformar la realidad y crear sus propios instrumentos y equipos de trabajo según sus objetivos, fines y metas que se propone, que muy bien puede expresarse en la talla de una piedra, en la construcción de una vivienda o en la preparación del fuego y de los alimentos para satisfacer sus necesidades.

El hombre se diferencia del animal por el mayor desarrollo y complejidad de su cerebro, que comparado con los grandes monos aproximadamente es tres veces más pesado (1ntre 1,200 y 1,800 gramos); y las superficies que ocupan las circunvoluciones cerebrales en el hombre (2,200 centímetros cuadrados) es cuatro veces superior que en tales monos. Y el pensamiento del hombre es predominantemente lingüístico y está marcado por el fenómeno del lenguaje y el idioma particular del grupo social al que pertenece. El hombre también es capaz de formar familia en forma consciente y por su libre decisión y elección. El hombre tiene cuerpo celular y cultura supracelular, en comparación a los animales que sólo tienen cuerpo celular.

El hombre se organiza en grupos sociales o en colectividades más y más amplias y complejas para dominar la naturaleza que lo circunda. Mientras el animal actúa por instinto, sin conocer el objetivo de su acción, el hombre obra inteligentemente. Se podría añadir también otro aspecto fisiológico del hombre: la desaparición de las épocas de celo  en su especie.

El sabio alemán Wolfgang Köhler (1887-1967) pudo comprobar que colocado frente a situaciones imprevistas el chimpancé usaba una inteligencia racional, y no una mera mecánica de reflejos, para alcanzar el objetivo deseado.

Jorge Guillermo Llosa, en su obra Nueva ciencia del hombre, informa sobre este hecho investigativo de Köhler que causó impresión en el mundo científico. Refiere que «El mono, en efecto, es capaz no solamente de utilizar objetos como instrumentos sino que fabrica instrumentos para hacer instrumentos (el nivel del homo habilis); prevé –mediante una operación mental- una sucesión de actos (como el de subirse a un taburete y correr un cerrojo para alcanzar la banana) o se las ingenia para introducir una caña en otra y lograr así que el bastón –o brazo artificial- se alargue hasta la distancia deseada.

De estas observaciones deduce Weinert que «un cerebro de antropomorfo es capaz de pensar lógicamente y de ejecutar una serie de acciones a las que no se puede negar el carácter de encadenamiento lógico». «Muchos mamíferos tienen capacidad de comunicación mediante signos no verbales. El cerebro del chimpancé le permite el «in sight», es decir la apreciación de conjunto de una situación y los actos que hay que emprender para hacerle frente con éxito. También le permite asociar cosas o acciones con signos que las representen. Los esposos Gardner han enseñado a los chimpancés un lenguaje gestual como el que utilizan los sordomudos. Su vocabulario de gestos significantes puede llegar hasta 200 «palabras». Estos alumnos chimpancés distinguen formas gramaticales, construyen palabras y frases nuevas, todo mediante el lenguaje de los gestos. Lo que es más asombroso – y que antes había sido negado- es su capacidad de reconocer imágenes y fotografías. Cuando el chimpancé instruido ve una fotografía de una botella de licor hace el gesto que corresponde a «beber»...»

«Más aún, los Gardner han fabricado una «máquina computadora» para uso de los chimpancés, que dispone de un teclado de signos que los monos manejan y con el que pueden construir frases del tipo «máquina-dame-fruta».

Afirma J.G. Llosa que «La inteligencia lógica y la capacidad de comunicación no son calidades exclusivas de los primates superiores. Ellas se manifiestan también en los delfines, elefantes, canes y, particularmente, en los ratones de laboratorio. Estos últimos, sometidos a las experiencias del laboratorio, demuestran facultades de representación mental del espacio y hacen uso de memoria y de discernimiento». También puntualiza que «Los grandes simios poseen una masa cerebral voluminosa, un alto coeficiente en la relación cerebro-cuerpo y un elevado desarrollo neuronal y de conexiones sinápticas. Les falta el órgano de fonación y por ello es imposible que hablen. Pero el lenguaje –pese a la confusión que introduce la palabra «lengua» – no tiene que ser necesariamente articulado verbalmente. En sentido lato toda comunicación de mensajes por medio de símbolos es un lenguaje, como es el caso de los gestos-signos y de todas las artes. En el primate que descendió de los árboles y adoptó la postura erguida se reunió todo el complejo anatómico y social que condujo al lenguaje verbal: cerebro, vista estereoscópica y cromática, manos libres, faringe, laringe y boca, vida de relación en grupo. A su vez –por aquello de que «la función engendra el órgano»- y a lo largo de un prolongado proceso evolutivo, el lenguaje vocal, el acceso al pensamiento abstracto a través de la palabra, aceleró el desarrollo del cerebro nuevo o neo córtex. Todo esto significa que entre hombre y primates superiores hay una diferencia de desarrollo anatómico, fisiológico y social, pero no de calidad intrínseca que haga necesario el recurso a un «alma espiritual» introducida no se sabe cómo ni de dónde en la naturaleza. Lo distintivo del hombre no está en el desarrollo de su inteligencia – que es un asunto de grado- sino en el mundo cultural creado gracias a ese nivel intelectual y que inaugura modos de vida y una forma de evolución absolutamente sin precedentes, al menos dentro del ámbito que nos es conocido de nuestro sistema planetario».

«Como dice Otto Köehler, «compartimos con otros mamíferos la capacidad de aprender y finalmente la facultad de pensamiento no verbal»; «los animales no pueden poner nombres pero tienen la facultad del pensamiento no-verbal. Tal pensamiento se adapta al uso para el que se destina, del mismo modo que cualquier órgano está adaptado a su uso y por las mismas razones».

«Pero no sólo en la inteligencia algunos animales exhiben rasgos considerados humanos. Algunos de ellos revelan poseer sentimientos. La conducta de los perros denota amistad, fidelidad, alegría, tristeza, como lo dice el verso de Neruda: «Hoy he visto a Dios en los ojos tristes de mi perro»... Los chimpancés se hacen amigos personales de quienes los cuidan y los grandes simios exteriorizan sentimientos de desprecio, protesta o dignidad ofendida hacia carceleros y mirones. Animales inteligentes y domesticados por el hombre han desarrollado rudimentos de conducta altruista en beneficio del grupo, lo que entre humanos de llama «moral». Inclusive entre simios no domesticados, como unos macacos del Japón, se ha verificado que enseñan a sus congéneres conocimientos aprendidos y no simplemente instintivos (como es el arte de separar el grano de la arena, lo que constituye un verdadero ejemplo de «tradición cultural»). En otras palabras, la perfectibilidad intelectual no es atributo exclusivo del hombre».

«Según hemos visto algunos animales son capaces de pensamiento racional, aunque no sea verbal. Basta con esto para establecer que la racionalidad no es exclusiva ni distintiva del hombre y que animalidad no debe entenderse como no-racional y radicalmente distinto a lo supuestamente humano».

Cicerón, en su importante trabajo Del sumo bien y del sumo mal, manifiesta: «Hay, no obstante, algunas bestias, en las cuales existe cierta semejanza de virtud, como en los leones, en los perros, en los caballos, en los cuales no sólo vemos ciertos movimientos corporales, como en el cerdo, sino también algunos que parecen proceder del alma. Pero las ventajas del hombre están todas en el alma, y entre las facultades del alma, en la razón, de la cual nace la virtud, que definimos como perfección». Asimismo, en su obra Los oficios, explica la diferencia entre el hombre y las bestias en los términos que siguen: «En primer lugar, todos los animales han recibido de la naturaleza el instinto de conservar su vida y su cuerpo, de huir de todo lo que les puede ser perjudicial, de buscar y prevenir lo necesario para mantenerse, como el sustento, el cubierto y otras cosas semejantes. También ha inspirado a todos el apetito, cuyo objeto es la propagación, y un cierto cuidado con los frutos de este instinto. Pero hay esta gran diferencia entre el hombre y la bestia: que ésta, no teniendo otra cosa que el sentido, se acomoda a sólo aquello que se le pone delante con muy corto sentimiento de lo pasado y futuro. Mas el hombre, que participa de las luces de la razón, por la cual conoce las causas de las cosas y sus consecuencias, no se le ocultan sus progresos ni antecedentes; compara los semejantes, y une a las cosas presentes las futuras; registra fácilmente todo el curso de la vida, y previene lo necesario para pasarla».

Frederik Jacobus Johannes Buytendijk, es un destacado naturalista,antropólogo,filósofo y psicólogo neerlandés del Siglo XX, en su obra El hombre y el animal. Ensayo de psicología comparada, hace una diferenciación entre el hombre y el animal, especificando que: 1º. El animal vive necesariamente inmerso o sumergido en su ambiente, el hombre puede distanciarse de él, enfrentarse a él y objetivarlo; 2o. El hombre puede elegir el ambiente en que ha de vivir, el animal está obligado a vivir en un ambiente determinado; 3o. El animal se limita a reaccionar frente a su ambiente y frente a los objetos que lo integran, el hombre modifica y transforma uno y otros hasta convertirlos en un mundo auténticamente humano, completamente distinto del ambiente natural. Así se explica que las diferentes especies animales tengan adscritas determinadas zonas geográficas en las que necesariamente han de desplegar su existencia, so pena de muerte. El hombre, en cambio, no está sujeto a estas limitaciones. Todos los ámbitos geográficos le son asequibles porque puede transformarlos, adaptarlos a sus propias exigencias y necesidades; 4o. El animal sólo actúa con cosas; el hombre, además de actuar con cosas, actúa con valores. La inserción de los valores (verdad, belleza, utilidad) en la vida humana explica la existencia de las obras artísticas, científicas y técnicas».

Para Buytendijk, el camino que conduce a la comprensión del misterio humano ha de partir de la realidad de su existencia y de la relación con el mundo constituido por el propio hombre. El riesgo de extravío de las psicologías basadas en el mero análisis y satisfacción de tendencias instintivas y la insuficiencia de la psicología empírica y experimental sólo puede superarse con el apoyo del método fenomenológico[6].

El filósofo polaco, Józef María Bochenski (1902-1995), piensa que el hombre “Es pues, ante todo, un animal y presenta todas las características del animal. Es un organismo, tiene órganos sensibles, crece, se nutre y mueve; posee poderosos instintos: el de conservación y de lucha, el sexual y otros, exactamente como los demás animales. Si comparamos al hombre con los otros animales superiores, vemos con toda certeza que forma una especie entre las otras especies animales…”[7]

En cambio para Bochenski el hombre es “un animal raro, de especie única”. Y al respecto argumenta que el hombre es dueño de la naturaleza, ha cambiado la faz de la tierra. Y esto es posible porque el hombre tiene conciencia, tiene razón e inteligencia y es más inteligente que cualquier otro animal, puede pensar en sí mismo, se preocupa de sí mismo, se pregunta por el sentido de su propia vida y tiene clara conciencia de su finitud y de su mortalidad, se crea permanentemente nuevas necesidades sin estar nunca satisfecho. “Así se ve por el hecho de que el hombre, y sólo él, ostenta una serie de cualidades completamente particulares. Las más notables son las cinco siguientes: la técnica, la tradición, el progreso, la capacidad de pensar de modo totalmente distinto que los otros animales y, finalmente, la reflexión”[8].

Mientras que para Hegel lo que vale en el hombre es lo que éste tiene de abstracto o universal, para Kierkegaard, -considerado el padre del existencialismo y el Anti-Hegel-, lo que vale es el hombre concreto en sus fases estética, ética y religiosa. Mientras que Max Stirner busca reconquistar al hombre concreto, Sartre busca reconquistar la libertad en el hombre.

Se podría también aseverar que el animal se caracteriza por la inmediatez de su respuesta ante los requerimientos de su entorno o hábitat; el hombre, en cambio, tiene la facultad de retardar, retrasar o interrumpir la respuesta a través del proceso que se denomina pensamiento.

Finalmente, en apretada síntesis podemos decir que el hombre se diferencia de los demás animales por lo siguiente: El hombre es un animal racional. Tiene conciencia de sí mismo y conciencia de los demás; tiene el derecho de elegir y de ser elegido en los  cargos de las organizaciones sociales y de participar en la elección y construcción de su destino y futuro. Usa el lenguaje articulado y su capacidad de comunicación verbal y no verbal. Utiliza su imaginación e inteligencia para crear, inventar, producir instrumentos de trabajo para alcanzar el dominio de la naturaleza y transformarla. Emite juicios de valor, juicios estéticos y juicios morales. Cultiva el espíritu religioso. Desarrolla el amor por la verdad, el saber, la cultura y la investigación científica. Cultiva el espíritu de independencia, de autonomía y de liberación de las cadenas de la esclavitud, la barbarie, la explotación y las injusticias. Por su propia naturaleza social el hombre tiene predisposición al proceso de socialización y vocación de servicio al bien común.



[1] Terrones Negrete, Eudoro. Filosofía de la Globalización. Fondo Editorial Universidad Jaime Bausate y Meza. Primera edición, Lima, 2010, pp.21-28.
[2] El título completo de “Sistema natural” es Systema naturae per regna tria naturae, secundum classes, ordines, genera, species, cum characteribus, differentiis, synonymis, locis, traducido como: «Sistema natural, en tres reinos de la naturaleza, según clases, órdenes, géneros y especies, con características, diferencias, sinónimos, lugares».
[3] Leisegang, Antropología filosófica y filosofía existencial.
[4] Chinoy, Eli. Introducción a la Sociología. Editorial Paidós, 1980.
[5] Chauchard, Paul, Sociedades animales, sociedad humana. Ediciones Eudeba, 1960.
[6] http://es.wikipedia.org/wiki/Frederik_J._J._Buytendijk.
[7] Bochenski, J.M. Introducción al pensamiento filosófico, Editorial Herder S.A., Barcelona, 15ª edición, 2002, p.81.
[8] Bochenski, Op.cit., p.82.
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