Artículos periodísticos y de investigación

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29 de febrero de 2024

El ESTADO según Víctor Raúl Haya de la Torre

 

EL ESTADO SEGÚN VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE 

Haya de la Torre

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador, jefe, maestro y guía inmortal del aprismo, es el primer político de América Latina que analiza la realidad y problemática de los pueblos a la luz de una nueva filosofía, doctrina e ideología liberada de toda dependencia o sumisión extranjera  de moldes clásicos de interpretación histórica y llega a proponer el denominado Estado Antimperialista como alternativa de crecimiento, desarrollo y progreso de los países del Nuevo Mundo.

Para Haya de la Torre, el Estado es instrumento de opresión de una clase sobre otra, que deviene en arma de las clases gobernantes y arma del imperialismo para explotar a las clases productoras y mantener divididos a los pueblos, acentuando la marginación social, la dependencia, la dominación, la opresión y la injusticia histórico-social.

Haya de la Torre recalca que el Estado, política y económicamente, deviene en instrumento de opresión del imperialismo sobre la masa nacional oprimida. La clase dominante, constituida por la clase feudal y el imperialismo, controla el Estado subsistiendo éste bajo la égida de los poderes extranjeros que guardan las llaves de sus arcas. El
Estado se convierte asimismo en instrumento de la p0lutocracia criolla nacional, de la oligarquía económico-financiera y militar.

 

En la concepción hayadelatorreana, el Estado en ciertos países de desarrollo elemental tiene formas primitivas y medievales, reconcentrado en una oligarquía o en un individuo. En otros países el Estado es ya el aparato moderno, tanto más complicado y fuerte cuanto más avanzada está la definición clasista de los explotadores. El imperialismo utiliza siempre el Estado, con una táctica realista, ya en sus formas primitivas, ya en sus formas complicadas.

En América Latina el Estado representa a una indefinida fluctuante realidad social. Si en Europa el Estado es el producto de una clase, en América no lo es. El Estado si bien es órgano de las clases adineradas entre nosotros, vacila entre la clase latifundista o la casta de los agentes del Imperialismo, semi-industrializante. Por eso se presenta 3encarnándose en un hombre o en una camarilla. Ante una realidad así, se pregunta Haya de la Torre: ¿cuál puede ser el carácter del Estado como entidad jurídica? Y su respuesta es la siguiente: Hemos dicho que la clase que emancipó al Estado del control español, fue la clase latifundista, pero esa clase no puede representar ni siquiera la mayoría de la Nación; carece de fuerza propia para controlar el Estado, no puede representar auténticamente a la mayoría de la Nación. Vemos, pues, que el Estado, como entidad jurídica, no representa a ninguna de las clases propiamente, porque la clase que lo redimió carecía de fuerza propia y entonces nuestras instituciones han estado tambaleantes; el Estado ha fluctuado representado por un hombre y por una oligarquía.

En el Perú, explica Haya de la Torre, sufrimos las consecuencias del abandono de los tres factores primordiales de la productividad: las primitivas condiciones de vida y de trabajo de nuestros productores, el grado inferior de nuestra técnica y la desnacionalización o el apropiamiento injusto de nuestras fuentes de riqueza determinan la posición subalterna de nuestra economía, lo incipiente de nuestra cultura, y la falta de solidez de nuestra nacionalidad. El Estado sin apoyo efectivo dentro del país es instrumento de opresión al servicio de una especie de clase dominante, improductiva, que carente de fuerzas propias es a su vez subalterna de grandes intereses extranjeros. El Estado –centralista y unitario en su forma de gobierno- no logra representar en el Perú, sino aparentemente y en grado muy relativo, las fuerzas sociales y económicas, -por ende políticas-, que integran una Nación de tan típica estructura. Representa, pues, el Estado en el Perú, a las clases más fuertes, a las económicamente más desarrolladas y compuestas. Pero, como frente a ellas queda una vasta y complicada realidad de otros factores nacionales que no logra captar sino en parte, el Estado es débil.

Según Haya de la Torre, mientras el Estado sea instrumento de intereses extranjeros, mientras no represente los intereses de las mayorías nacionales, mientras lo dirijan hombres sin visión y sin cultura, esclavos de conveniencias de grupo o de la sensualidad exhibicionista del poder por el poder, el Estado no sólo es incapaz de intervenir en la producción de la riqueza nacional, sino que está lejos aún de la categoría histórica y jurídica de lo que el Estado debe ser como institución.

El autor de “El Antimperialismo y el APRA”, en su análisis evolutivo-histórico de los diversos tipos de Estado nos habla del Estado feudal, colonial, de tipo retrógrado y extranjerizante, del Estado burgués –democrático europeo clásico o demo-liberal socializante de clase proletaria, del Estado “ídolo” o fascista, del Estado-patriarcal gobernado como un latifundio, del Estado militar gobernado como un cuartel, del Estado oligárquico, del Estado capitalista, entre otros, todos ellos convertidos en instrumentos del imperialismo al servicio de la dominación y explotación de los pueblos del mundo.

Haya de la Torre, al p0roponer un nuevo tipo de Estado –el Estado Antimperialista – llega a las conclusiones siguientes:

a)      El Estado Antimperialista tiene su origen en la realidad de América Latina o Indoamérica, y responde a su propio “espacio-tiempo histórico”.

b)    El Estado Antimperialista debe ser instrumento de liberación económica, social, política y educativo-cultural de los pueblos oprimidos por el imperialismo.

c)      El Estado Antimperialista debe representar y defender los intereses integrales de las clases sociales en general, mediante un Gran Frente Único de Clases o de Trabajadores Manuales e Intelectuales (clase obrero-campesina, clase media y clase proletaria industrial).

d)     El Estado Antimperialista debe estar técnica y científicamente organizada y conducida y vigorosamente asentada en la conciencia nacional, por su autoridad moral, por su sentido social, por su respeto a la libertad religiosa y política y por su alta solvencia espiritual. Un  nuevo Estado que incorpore en su organización a todos los valores permanentes étnicos, sociales, económicos y espirituales que forjaron nuestra historia y que son base para la acción fecunda del futuro.

e)      El Estado Antimperialista, para su organización requiere de la unión política de la América Latina, unión política que implica la unión económica. La resistencia al imperialismo no puede cumplirse por un país aislado de la América Latina. Si un Estado resiste y condiciona al capitalismo extranjero mientras otro abre las puertas y facilita la subordinación económica de su país al imperialismo, ocurriría lo que con el petróleo nos demuestran México y Venezuela. Mientras aquél condiciona, éste hace política de puerta abierta. El imperialismo escoge entonces el campo de inversión más fácil y, consecuentemente, la producción petrolera aumenta en Venezuela.

f)       El Estado Antimperialista, en la medida en que se oriente hacia la nacionalización socialista y progresiva de la producción, hacia el control de la producción y la distribución equitativa de la riqueza, hacia el condicionamiento de la inversión de capitales extranjeros y el comercio de acuerdo a las leyes y necesidades de desarrollo de los pueblos de América Latina, sometiendo su imperativo de expansión, sólo así podrá condicionar al capitalismo imperialista y convertirse en escuela de gobierno de las clases productoras para cuando el sistema que determina la existencia del imperialismo desaparezca.

g)      Para realizar una reforma estructural como la que el aprismo persigue, el Partido debe tomar el Poder. La reorganización total del sistema económico actual no puede hacerse sin el contralor previo del Estado, sin su transformación en un instrumento de liberación.

h)      El Estado Antimperialista exige una nueva y completa estructura jurídica concorde con la nueva estructura económica, o sea el Estado Democrático de los Cuatro Poderes (Económico, Judicial, Ejecutivo y Legislativo) llamado a realizar la obra de desfeudalización y unionismo indoamericano y a representar a la democracia funcional o económica, y a la organización cooperativista de la producción de la tierra y de otras fuentes de riqueza.

i)        El Estado Antimperialista se orientará definitivamente hacia el capitalismo de Estado, derivando o desviando así la tendencia de las clases medias hacia el gran capitalismo privado que significará una regresión al imperialismo. El capitalismo de Estado es una solución a la que debemos tender y una de sus formas de aplicación más factible es el cooperativismo integral, de producción, de crédito y de consumo.

La diferencia entre el Estado Antimperialista y el Capitalismo de Estado europeo radicará fundamentalmente en que mientras éste es una medida de emergencia en la vida de la clase capitalista, medida de seguridad y afirmación del sistema, el Estado Antimperialista desarrollará el Capitalismo de Estado como sistema de transición hacia una nueva organización social, no en beneficio del imperialismo – que supone la vuelta al sistema capitalistas, del que es una modalidad-, sino en beneficio de las clases productoras, a las que irá capacitando progresiva y gradualmente para el propio dominio y usufructo de la riqueza que producen.

Si el Estado Antimperialista no se apartara del sistema clásico del capitalismo y alentara la formación de una clase burguesa nacional, estimulando la explotación individualista e insaciable –amparada en los enunciados clásicos del demoliberalismo-, caería pronto en el engranaje imperialista del que ningún organismo nacional burgués puede escapar. Por eso ha de ser indispensable en el nuevo tip0o de Estado la vasta y científica organización de un sistema cooperativo nacionalizado y la adopción de una estructura p0ol´’itica de democracia funcional basada en las categorías del trabajo.

j)        El Estado Antimperialista no puede ser un Estado capitalista o burgués del tipo del de Francia, Inglaterra o los Estados Unidos, pues ello imp0licaría caer bajo el rodillo del imperialismo. El Estado Antimperialista debe ser, pues, ante todo, Estado de Defensa, que ponga al sistema cap0italista que determina el imp0erialismo, un sistema nuevo, distinto, propio, que tienda a proscribir el antiguo régimen opresor. En el Estado Antimperialista, Estado de guerra defensiva económica, es indispensable la limitación de la iniciativa privada, la negación de derechos individuales o colectivos de orden económico cuyo uso implique un p0eligro imperialista, libertad económica cuyo uso debe ser limitado para que no se ejercite en beneficio del imperialismo.

Mientras se realiza la evolución al total Capitalismo de Estado – el Estado Antimperialista es un Estado de transición siempre en progreso, las clases medias, aún bajo el contralor estatal, han de contar con más seguridad y libertad efectivas, que bajo la presión imperialista que las sacrifica inexorablemente.

Finalmente, el Estado Antimperialista coartará la libertad económica de las clases explotadoras y medias. Es imposible conciliar la libertad absoluta individual en materia económica con la lucha contra el imperialismo.

k)      Por eso nosotros sostenemos que hay que aplicar al Estado que llamamos Antimperialista, o sea el Estado de los países en desarrollo, los principios de la democracia institucional representativa que conjunciona y coordina la presencia de las tres necesidades de un pueblo de desarrollo: un Estado empresario y democrático, una clase trabajadora con plenas garantías de trabajo bien pagado, y una inversión extranjera ineludible e inaplazable a la que hay que dar reales garantías para que haya movimiento económico en el país.

l)        El Estado Antimperialista, según Haya de la Torre, se caracteriza por ser un Estado democrático de cuatro poderes, Estado antioligárquico, Estado antifeudal, Estado docente, Estado nacionalista, Estado revolucionario, Estado liberador, Estado popular, Estado de participación, Estado policlasista o de Frente Único de Clases, Estado anticolonial, Estado cooperativista, Estado de integración continental, Estado antimilitarista, Estado descentralista, Estado pacifista, Estado de pluralismo económico y político, Estado planificador y técnico, Estado humanista y Estado moralizador.


 

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3 de febrero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (XI) El Perú Nuevo que insurge con puertas abiertas a todos los ciudadanos

 A los 100 años de vigencia del Apra (XI)

EL PERÚ NUEVO QUE INSURGE CON PUERTAS ABIERTAS A TODOS LOS CIUDADANOS

 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

 EL PERÚ NUEVO QUE INSURGE

 Decía el fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre: «El aprismo, pues, no es sólo una bandera política; el aprismo, todos los sentimos, es una fuerza que responde a un anhelo nacional. Es una fuerza que responde a un viejo dolor del Perú. El aprismo significa el Perú nuevo que insurge, que quiere tomar su puesto, que quiere peruanizarse, según reza nuestro apotegma».

 Al anochecer del 20 de septiembre de 1930, después que regresaron los dirigentes apristas exiliados por el oncenio de Augusto B. Leguía, arranca la primera sesión de Instalación del Partido Aprista Peruano, en Lima, con la concurrencia de unos cuarenta ciudadanos, la mayoría jóvenes peruanos, con su primer secretario general Carlos Manuel Cox.

 No cabe duda que el aprismo es un partido político auténticamente peruano: por sus orígenes intelectuales; por su raíz popular, criollo y mestizo; por su ideario, por su organización y por sus líderes capaces, honestos, emprendedores y con visión de futuro.

 Los orígenes intelectuales del aprismo, se encuentran en los sucesos y en las ideas del siglo diecinueve. Tres hombres peruanos fueron la fuente de inspiración de Víctor Raúl Haya de la Torre y de los forjadores del aprismo: Francisco de Paula González-Vigil (1792-1875); Manuel González Prada (1844-1918) y José Carlos Mariátegui (1895-1930).

 Un equipo de líderes juveniles, dirigidos por Haya de la Torre, prendió en el Perú y en el continente la llama de la rebeldía, despertaron conciencia adormecidas por el yugo imperialista norteamericano y sembraron las semillas del aprismo en el territorio del Perú.

 Al aprismo no lo dirige nadie que no sea la voluntad soberana del pueblo peruano, cuyas necesidades e intereses defiende y cuyos derechos las protege. Carne y espíritu de un pueblo peruano con fe y esperanza en un futuro diferente y mejor.

 PUERTAS ABIERTAS A TODOS LOS PERUANOS

 En uno de sus históricos discursos Haya de la Torre recalcó: «Nuestro Partido no excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país».

 El aprismo es un partido democrático,  antisectario y de participación del pueblo. No cierra el camino a ninguna posibilidad realista del presente o del futuro para arribar al cambio estructural del Pueblo Continente Indoamericano. Mantiene sus puertas abiertas a todos los ciudadanos de buena voluntad que estén dispuestos a participar en aras del bien común. En el APRA prevalece el Documento Nacional de Identidad personal y no el carné del Partido.

 Promueve la participación política de todos aquellos que permanecieron al margen del Estado y que reclaman ahora que se respete sus derechos y se les haga justicia.

 Alberga en su organización a quienes de una u otra forma contribuyen con su trabajo creativo y honesto a la formación de la riqueza nacional y al proceso de industrialización del país.

 Propicia el libre juego y debate público de las ideas con ideas, enfrentando combatiendo al adversario político a la luz de los principios y programas.

 Busca y anhela construir una sociedad mejor con el esfuerzo y la iniciativa de todos. El aprismo ha luchado, viene luchando y seguirá luchando por dar mayor participación a la clase trabajadora en los asuntos del Estado antimperialista y descentralista. El Partido lleva obreros al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios  y los educa técnicamente en la función dirigente y empresarial para un buen cumplimiento de sus responsabilidades para con el desarrollo y progreso de los pueblos del Perú.

 Cuando a fines de 1924 se enuncia el Programa del Apra, se presenta ya todo un plan revolucionario de acción política, de llamamiento a todas las fuerzas dispersas para unirse en un solo Frente Único de Clases, de ofensiva y defensa contra el peligro común de la conquista que significaba el imperialismo con el campo externo y del feudalismo en el orden interno.

 El nuevo Estado de Participación fue enunciado oficialmente en el Programa aprista de 1931, que es el primer Programa de Gobierno del Partido Aprista Peruano y que fue acordado por el primer Congreso Nacional del PAP reunido en Lima de agosto de septiembre de 1931. El 9 de octubre de 1931 el candidato a la Presidencia de la República del Perú por el Partido Aprista Víctor Raúl Haya de la Torre recibió del Comité Ejecutivo Nacional este Programa, ante una asamblea de más de ochenta mil apristas reunidos en la Plaza San Martín de Lima, siendo la primera vez en el Perú que un candidato aceptara el programa que fue preparado por la dirigencia y militancia de este Partido político, programa, que dicho sea de paso, fue leído por el propio Haya de la Torre en su gira electoral.

 Dijo, entonces, el jefe y fundador del Aprismo: «Nosotros los apristas propiciamos un nuevo tipo de Estado, basado no en el ciudadano como cantidad sino en el ciudadano como calidad. Por eso nuestro Estado tenderá a ser un Estado de participación de tipos aquellos que en una forma o en otra contribuyan con trabajo, es decir, a la formación de la riqueza nacional. Queremos un Estado en el cual cada hombre participe, sin abandonar su función vital de trabajador…».[1]

 Propicia el aprismo un nuevo Estado de participación de todas las clases sociales, razas y pueblos, sin distinción alguna. Estado de Participación del hombre como ciudadano (cuantitativamente) y como trabajador (cualitativamente) en la creación, producción y en los servicios y beneficios de la riqueza nacional.

 «El aprismo no excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país. Sólo no caben en él los egoísmos y los traficantes, los fariseos de la democracia y los sórdidos servidores del despotismo y la injusticia», señala Haya de la Torre.

 Dicha participación no es exclusiva de una clase ni excluyente de las otras clases sociales. No es exclusivo de las clases productoras ni excluyente de las clases consumidoras. No es exclusivo de los trabajadores manuales ni excluyentes de los trabajadores intelectuales. Tiende a comprometer la participación de todas las clases sociales, sean productoras y consumidoras, sean manuales o intelectuales, en la gestión, decisión y conducción del Estado. De un Estado de minorías y para las minorías, se convierte en un Estado de mayorías y para las mayorías.

 De un Estado de participación de una sola clase (ya capitalista, ya proletaria – socialista) se convierte en un Estado de participación de todas las clases (Frente Único de Clases o policlasismo) y para todas las clases que sufren la agresión imperialista.

 Es así como es el nuevo Estado la participación reviste un carácter democrático, totalizador, aglutinante de todas las fuerzas sociales, auto determinante y un interés predominante social. Una orientación de enmienda de los errores del pasado y una responsabilidad histórica de afirmación y profundización de la democracia participativa. Su carácter y dimensión disciplinante determina su orientación unificante a la vez que cooperadora de fuerzas en conflicto que buscan su liberación de las garras capitalistas y comunistas opresoras.

 Es función del nuevo Estado el de procurar que la población, que los estamentos de gobierno nacional, que las instituciones públicas y privadas, que las organizaciones sociales de base participen en todas sus formas, niveles, modalidades e instancias. Para ello tratará de guiar, preparar y organizar los mecanismos de participación, los estímulos a la participación social.

 Para que la participación organizada del pueblo surta los mayores efectos positivos que demanda una sociedad de cambios, tiene que ser libre, voluntaria, consciente, horizontal, flexible diversificada, organizada, disciplinada, permanente y concertada, tiene que ser una participación crítica y mutuo-crítica, creadora y sin intermediarios ni mecanismos de manipulación social, participación que llega a dividir el trabajo dando a cada uno su misión, su labor y su camino a seguir para llegar a ser lo que se proponen ser.

 En el nuevo Estado de Participación plena, no es posible la supervivencia de ciudadanos y de pueblos pasivos, dóciles, en silencio cómplice, sumisos, dependientes, dominados y doblegados en sus iniciativas e intereses. Los ciudadanos y pueblos permanecen en diálogo y consulta con el Gobierno, como protagonistas históricos que van a ser favorecidos con las políticas de reformas o cambios estructurales que se pretende implantar. Los ciudadanos y pueblos permanecen vigilantes y alertas de lo que hace o deja de hacer el Gobierno que eligieron.

 HACIA LA GRAN TRANSFORMACIÓN

 Eso ya lo dijo Haya de la Torre” o “Eso ya lo ha planteado el Apra”. Son dos frases muy comunes en el Perú. Corrientemente surgen no sólo de labios apristas, sino que es frecuente escucharlas en la voz de personas independientes, pero enteradas. Cuando alguien en nuestro país lanza alguna idea de índole política, económica, social, de alcance ideológico, de acción gubernamental, de organización partidista que considera original, no es raro que le digan a boca de jarro: “Eso ya lo dijo Haya de la Torre”, o “Eso ya lo ha planteado el Apra”, refiere Pablo Silva Villacorta.[2]

 El  Partido del Pueblo –llámese también Apra, Partido Aprista Peruano o Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales- aportó a la vida política del país toda una original maquinaria de ideas, conceptos, postulados, iniciativas, principios, planes y programas de gobierno, maquinitas y slogans de campaña que surgieron del pensamiento de su líder máximo, Haya de la Torre, de sus dirigentes y militantes.

 En honor a la verdad histórica, sobre la expresión “La Gran Transformación”, cabe recordar y precisar  que  Víctor Raúl Haya de la Torre la  utilizó por vez primera en el año de 1924. La reiteró  al exponer sus puntos de vista sobre “La Gran Transformación Continental y Peruana” el 20 de agosto de 1931, durante el Primer Congreso Nacional de Partido Aprista Peruano, cuando era candidato a la Presidencia de la República de Perú. Y volvió a utilizarla el 18 de junio de 1978 en su discurso como Presidente de la Asamblea Constituyente del Perú.

 Pruebas al canto. Haya de la Torre, en su discurso del 20 de agosto de 1931, expresó: “Por estos ideales vamos a trabajar, a luchar, si es preciso a morir. Porque sólo dándonos íntegros a esta sagrada causa aprista con la que adviene “la gran transformación”, podremos realizar la segunda revolución de la Independencia del Perú y de América que sólo será posible cuando conquistemos nuestra paz y nuestra libertad, nuestra superación material y espiritual…”[3]

 El 18 de junio de 1978, Haya de la Torre, en su condición de Presidente de la Asamblea Constituyente del Perú, enfatizó: “Aquí estamos, con un claro mandato y un eminente designio, como resultado de esta revolución pacífica, cuyas raíces vienen muy de atrás. Se nos ofrece en 1978, la oportunidad de realizar aquella “Gran transformación” con que soñamos las juventudes rebeldes de 1923 y por la que vivieron luchando y muriendo con gloria, millares de peruanos en los últimos cincuenta años”.[4]

 “…Si el aprismo ha de conducir el movimiento político del Perú, lo conducirá revolucionariamente, con un sentido creador de la gran transformación, pero con el menor dolor posible para el pueblo, con el menor sufrimiento, no sacrificándolo a la ambición, a la violencia o al terror, como aquellos que no reparan ni respetan aquello que es un derecho inalienable del pueblo: su derecho a la vida, a la paz y la justicia con plenitud y libertad”.[5]

 “Queremos que dentro del régimen y gobierno apristas no haya pueblos olvidados ni aldeas retrasadas…este movimiento recobra todos los valores del pueblo peruano para que tengan la certeza de que si triunfamos, la gran transformación empezará por las provincias”[6]

 No con poca razón el APRA es un Partido Escuela, que proviene del gran movimiento cultural forjado al calor de las Universidades Populares Gonzales Prada, como producto social de la continental Reforma Universitaria iniciada en 1918. Partido Escuela o Partido Docente, que enseña al que no sabe para liberarlo de la ignorancia e incorporarlo a una nueva sociedad participativa, inclusiva, productiva, digna y justa.

 En un país de “analfabetos de abajo”, “analfabetos de arriba” y “alfabetos-analfabetos”, el primer paso para hacer una verdadera revolución social por los que menos tienen era emprender la Gran Transformación de los espíritus, liberar a las masas de la ignorancia, mediante la justa distribución de la riqueza educativa y cultural que lleva implícita la de la riqueza material.

 EL APRISMO Y EL FUTURO DEL PERÚ

 Ahora el futuro del Perú está en manos de todos los peruanos. Y el aprismo como movimiento que integra en su organización a trabajadores manuales e intelectuales, a estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, comerciantes, industriales, empresarios, etc., está llamado a cumplir su rol protagónico mediante la construcción de una democracia funcional (social, política, económica, educativo-cultural y moral) que depare mayores niveles de justicia distributiva,  de libertad plena, de  solidaridad social y de respeto a los derechos humanos.

 Hoy como ayer, está llamado a defender los derechos de la inmensa mayoría nacional  para mejorar sus condiciones de vida con un pan más en la mesa, con un trabajo permanente y estable, con remuneración digna, vivienda cómoda y decorosa, educación gratuita, etc.

 El aprismo aspira a erradicar políticas de gobierno de corte populista, demagógico o que están al servicio de los grandes grupos de poder económico, de empresas oligopólicas transnacionales y de la nefasta oligarquía plutocrática nacional.

 Este histórico movimiento político no se cansará de realizar todos los esfuerzos y las iniciativas posibles, para resolver, progresivamente, los problemas fundamentales de desempleo, subempleo, oligopolio, contaminación ambiental, inseguridad ciudadana,  analfabetismo, salubridad, corrupción  e inmoralidad en la administración pública,  narcotráfico, terrorismo, etc., y superar definitivamente la auto-explotación del hombre, la explotación del hombre por el hombre y la explotación del hombre por el Estado.

 Mal hacen, entonces, aquellos voceros y dirigentes de la izquierda totalitaria e irresponsable o de la derecha reaccionaria y conservadora, que se tapan la cara y los oídos para no ver ni escuchar el eco resonante por doquier de los triunfos apristas,  que tratan de negar irracionalmente la vigencia de la filosofía, doctrina e ideología del aprismo fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.

 El aprismo se mantiene vigilante ante las intrigas, mentiras y maquinaciones de los enemigos políticos; permanece alerta a las malintencionadas e injustas críticas de algunos medios de comunicación comprometidos con los tradicionales o renovados grupos de poder económico.

 El aprismo, en su compromiso histórico con el futuro del Perú, no claudicará jamás su consigna de lucha por la defensa de la libertad, la democracia funcional, el Estado de Derecho, el derecho de los trabajadores manuales e intelectuales y la justicia social para todos los peruanos e indoamericanos.

 Creo interpretar y explicar con lo expuesto el compromiso histórico del APRA con el pueblo peruano e indoamericano, ahora más que nunca a los 100 años de su vigencia. 

Lima, 4 de febrero de 2024 / ETN.



[1] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Obras completas. Tomo 5, Editorial Juan Mejía Baca,  segunda edición, Lima, 1984,  pág.68.

[2] Silva Villacorta, Pablo. Adónde van las ideas de Haya de la Torre. Una nueva visión sobre las ideas que conforman la doctrina del APRA. Lima-Perú, 1966, pág.13.

[3] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Política Aprista. Editorial Imprenta Amauta, segunda edición. Lima –Perú, 1967, pág.54

[4] En: Víctor Raúl Haya de la Torre y la Fraternidad. Ediciones “22 de Febrero”, Prólogo de Ignacio Campos. Lima, 1987, pág.127

[5] Sánchez, Luis Alberto. Correspondencia Luis Alberto Sánchez-Haya de la Torre, tomo I, Ed. Mosca Azul,  Lima, 1982, p.294

[6] Sánchez, Luis Alberto. Op.cit., tomo 1, pág.296

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A los 100 años de vigencia del Apra (X) La revolución social que el Perú necesita

          A los 100 años de vigencia del Apra (X)

LA REVOLUCIÓN SOCIAL QUE EL PERÚ NECESITA 


Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete 

“El Aprismo proclama la necesidad de llegar al Poder para operar desde él la revolución, en un sentido de transformación, de evolución, de renovación, pero sujeta siempre a los imperativos y limitaciones de la realidad”. Haya de la Torre. 

La Academia de la Lengua Española define el término revolución como el cambio violento en las instituciones políticas de una nación. El Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales de Manuel Osorio explica que lo que caracteriza a la revolución no es el derrocamiento de los gobernantes; porque ella podría no pasar de un golpe de Estado, sino el cambio de la estructura fundamental de la organización política de la nación, como sería convertir una Monarquía en República o viceversa, una Autocracia en una Democracia, un régimen Federal en uno Unitario, etc. Y agrega: Lo esencial de la revolución es su carácter popular y por eso, cuando triunfa, abre una nueva legalidad, contrariamente a lo que sucede con el golpe de Estado, que casi siempre, por no decir siempre, tiene carácter militar y por eso, por no significar una revolución popular es, aun triunfante, irremisiblemente ilegal. Así lo demuestra la Historia”.

El Aprismo concibe el término revolución como cambio radical de las injustas y arcaicas estructuras del Estado, cambio radical pero en democracia y con plenos derechos humanos, a través de un Programa científico, coherente y realista de gobierno, cambio integral preparado y conducido de abajo hacia arriba, con fiel respeto a la dignidad personal, la libertad de expresión,  la Constitución política y las leyes de la República.

Como partido revolucionario, el Aprismo se propone arribar a la auténtica y profunda transformación del país. Como partido revolucionario el Aprismo es la alternativa política y económica para solucionar de manera integral y progresiva la problemática nacional; la liquidación de privilegios, de corrupción, de vicios y de males sociales; la igualdad de deberes y derechos entre los trabajadores manuales e intelectuales y clases sociales; la capacidad para gobernar con equidad y espíritu de justicia; y, el firme compromiso por la desaparición del poder hegemónico de grupos dominantes.

Para el Aprismo, la realidad económico-social de América Latina es el punto de partida de su acción política. Y descubrir esa realidad ha sido, es y seguirá siendo, de por vida, su primera misión revolucionaria.

Haya de la Torre señala que en el Perú culminó la revolución emancipadora en 1924, consecuentemente el aprismo es el anunciador del Nuevo Ayacucho; es una fuerza revolucionaria de acción y no de palabrería, capaz de llegar a las más extremas realizaciones pero de acuerdo en todo instante con la realidad de cada país latinoamericano, a fin de no provocar a la reacción y dar origen, por tácticas falsas, a movimientos fascistas.

El Aprismo es la fuerza revolucionaria capaz de imponer la revolución del campesino, y de establecer la lucha organizada de esa revolución contra el imperialismo, que es el capitalismo, opresor del obrero, y contra el latifundismo, que es la explotación del campesino.

Este fenomenal movimiento político, que fue capaz de resistir y de subsistir a todo tipo de dictadura y de gobernantes reaccionarios,  niega el absurdo principio de la violencia por la violencia o el simplismo de la revolución sólo para tener el poder.

“Pero el Poder – refiere Haya de la Torre- no puede conquistarse sin lucha, sin guerra. Toda lucha y toda guerra - a medida que el enemigo es más poderoso - necesitan su táctica y su estrategia. Táctica y estrategia primero, para conseguir el Poder, después para mantener la revolución en el Poder y hacer la revolución desde el Poder. Revolución como mera toma de Poder, es cuartelazo o montonera de éxito. Revolución como transformación fundamental en el orden económico y social es la obra que nosotros queremos resaltar, obra difícil antes y después de la toma del Poder”

Y agrega: “Lo que interesa al Apra es que la revolución se cumpla, tanto más amplia, tanto más radical, tanto más izquierdista, tanto más roja cuanto la realidad lo permita”.

El Aprismo proclama la necesidad de llegar al Poder para operar desde él la revolución, en un sentido de transformación, de evolución, de renovación, pero sujeta siempre a los imperativos y limitaciones de la realidad. El Aprismo tiene la responsabilidad histórica de conducir la verdadera revolución social al triunfo.

Para los apristas el sentido de la palabra revolución es sinónimo del vocablo «transformación», “disciplina en la acción para el cambio integral de la sociedad”. Revolución no como sinónimo de caos, de alboroto, de demagogia y de destrucción violenta, no como sepulturera de la historia. Revolución sí, pero revolución social, educativa, cultural y moral, revolución profunda en la conciencia del pueblo, que lo prepara y lo predispone a cambios trascendentes y permanentes. Revolución como “cambio de estructuras” del país, dentro de un proceso democrático, de manera pacífica y constructiva, con autonomía doctrinaria surgida de la realidad indoamericana, de abajo hacia arriba y que tiene por función estar al servicio de los sagrados e irrenunciables derechos, necesidades y aspiraciones de libertad y de justicia de las personas y de la colectividad nacional.

En este sentido, el término revolución debe entenderse como proceso irreversible de transformaciones constructivas y pacíficas en los campos económico, político, social, jurídico, cultura, educativo y moral. Debe entenderse como proceso de evolución y de renovación permanentes, con la participación de las organizaciones populares de manera disciplinada y con orden, pero “sujeta siempre a los imperativos y limitaciones de la realidad” (Haya de la Torre). El aprismo no sólo niega el simplismo de la revolución “sólo para tener el poder”. También proclama su negación al absurdo principio de “la violencia por la violencia”.

“Revolución – decía Haya de la Torre- no es caos; es más bien disciplina en la acción dirigida certeramente hacia nuevos rumbos. La lucha renovadora impone, más que ninguna otra, convicciones arraigadas capaces de afirmar energías tenaces” (Obras Completas. T.1:34) Puntualizaba que “El hombre moderno y el revolucionario auténtico, deben entregarse abiertamente a su obra sin permitir jamás en el seno de las entidades a que pertenezcan, actos de indisciplina interior, que son siempre manifestaciones histéricas y contraproducentes” (Op.cit. T. 1:20), por lo que la tarea de un revolucionario debe ser “ante todo y sobre todo, la acción y la lucha efectiva” y si no se hace esto –recalca- “todo se adormece, se apaga, se prostituye y la revolución se limita a discusiones metafísicas, a fantasías, a masturbaciones mentales” (Ibidem. T. 5:253).

La eficacia y eficiencia del nuevo Estado revolucionario dependerá de cómo el gobierno aplique un estilo nuevo en su quehacer diario, una ética superior en la conducción política, económica, educativa y cultural, buscando aproximar las acciones gubernamentales con la existencia misma de los grupos sociales y de la población en su conjunto.

Dependerá también de cómo se afecte y supere los errores y defectos de los gobernantes, de cómo se aliente y afirme las virtudes y cualidades ciudadanas, sin hacer la guerra interna entre los hombres del campo y de la ciudad. El yoyismo, el individualismo, los intereses creados y subalternos, la abulia y la apatía, la indiferencia y el conformismo deberán ser superados en un proceso de revolución social para asegurar mejores condiciones de vida y de bienestar de la población.

La clase gobernante tendría que agotar todos los esfuerzos posibles y las vías adecuadas que permitan encontrar, como lo quería Haya de la Torre, “nuestros propios caminos para realizar en nosotros mismos, con nuestros propios medios y con nuestras propias ideas la transformación social de nuestros pueblos”.

El proceso revolucionario tendría que incubarse en las bases mismas del pueblo,  tendría que ser propiciado, impulsado, querido, sentido, vivido y retroalimentado por la conciencia objetiva y conciencia subjetiva de las organizaciones e instituciones populares coaligados en el Frente Único de Clases Explotadas, y no por cúpulas de dirigentes o por la clase capitalista que sólo busca el Poder como botín de guerra y de ambición económica para acuñar cada vez más utilidades y riqueza para su propio bienestar.

El Apra, está obligado moralmente como partido mayoritario del Perú a cumplir su misión histórica de lograr la victoria definitiva de las clases explotadas sobre las clases explotadoras, de las clases productoras sobre las clases parasitaria y meramente consumidoras.

Para ello, más allá de satisfacer ambiciones personales de sus propios militantes y dirigentes por ocupar importantes cargos públicos cuando se encuentren en el Gobierno, tendrá que abrir las puertas de participación de los mejores cuadros técnicos aún no siendo apristas, tendrá que descubrir los mejores medios, tendrá que aprovechar las máximas oportunidades políticas y captar a los mejores luchadores profesionales, sindicales, políticos y sociales con el objeto de debilitar a los opresores, moralizar totalmente la administración pública y asegurar el triunfo de la revolución en favor de los oprimidos, marginados y de la inmensa mayoría nacional. Revolución sí empezando en la conciencia del pueblo, pero revolución de verdad, es decir “con ciencia”, sin reclutamiento de tránsfugas políticos que ya fueron envenenados por el oportunismo político y por ideologías importadas y que antaño traicionaron a sus propios electores.

No está demás recalcar que partido político que llega al Gobierno y no cumple su cometido histórico de transformar las anacrónicas estructuras socioeconómicas y  los inoperantes modos y sistemas de producción; partido político en el Gobierno que no cumple con erradicar los privilegios y las desigualdades sociales, que no promueve la inversión productiva con criterio más técnico que político, más social que de rentabilidad electoral, que no redistribuye de manera justa y oportuna los ingresos, recursos y riquezas de la nación, que mantiene intactas la administración defectuosa de la cosa pública, que convive con trusts, monopolios y oligopolios, que ampara los lazos de alienación, dominación y dependencia desencadenados por el imperialismo o la globalización económica y que sólo logra arrancarle al paso algunos frutos malogrados y algunas flores estériles a la sociedad decadente no es un partido político científico y revolucionario, porque sólo, entonces, existe en el papel para servir a los intereses y a las necesidades de los grupos de presión y de los grupos de poder económico de adentro y de afuera.

Lima, 3 de febrero de 2024 / ETN.

 

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