VIDA Y OBRA DEL GRAN AMAUTA Y VISIONARIO
ANTENOR ORREGO ESPINOZA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Sus
padres fueron José Asunción Orrego Asenjo y María Victoria Espinoza Villanueva.
Contrajo matrimonio con
Carmela Spelucín, en quien tuvo un hijo y dos hijas, Antenor, Liliana y Alicia
Carmela Orrego Spelucìn.
El
gran Amauta y visionario indoamericano nació, vivió y murió en decorosa pobreza, y
fue enterrado en olor de multitudes.
Poco
antes de morir había escrito un poema donde anticipaba su muerte y lo dejó en un
sobre sellado, con indicaciones de que fuera leído durante sus exequias y
puesto en su pecho para ser inhumado con él. El texto del poema reza así: “Desde todos los
evos oscuros de la Eternidad, (Dios está descendiendo sobre mí. / Soy el
vértice supremo de las fuerzas esenciales que se actualizan en mi carne. / Soy
el punto neutro en que el ave / reposa y se apresta para el vuelo. / Soy el
hijo eterno del Padre Eterno. / ¡Grande espíritu del mundo, acompáñame / en mi
camino de Dios hacia Dios!”
Antenor
Orrego es el filósofo social del “aprismo auroral”, el intelectual genuino y
creativo, el promotor cultural de avanzada, el permanente buscador y promotor
de talentos juveniles, el divulgador del pensamiento e ideario aprista, el insobornable
crítico de las artes y letras en el Perú del siglo XX, el ensayista y crítico
literario, el gran maestro de la juventud peruana e indoamericana, el prologuista
de autores del “sólido norte aprista” y fue uno de los fundadores del Partido
Aprista Peruano.
Orrego
Espinoza fue un ilustre filósofo, ensayista, escritor, periodista,
parlamentario, crítico, gran combatiente político y maestro universitario.
Antenor
Orrego es el segundo Amauta del aprismo, después de Haya de la Torre, “pues su visión, del tiempo, el espacio y
la historia le hizo ejercer influencia directa en la vida y obra de dos
peruanos universales, sus compañeros de generación en Trujillo, Cesar Vallejo y
Víctor Raúl Haya de la Torre”.
Antenor Orrego era
un hombre cálido en la relación familiar, conversador y dialogante en los
ámbitos profesional y académico, hombre ético y con sólidos principios y
valores democráticos.
Luís Alberto Sánchez
lo describe así: “Era Orrego más o menos como hoy, según veo en las
fotografías. Pequeño, menudo, de tez blanca, un poco rojiza, pecoso y algo
“borrado”, es decir, con algunas picaduras de viruela; los ojos claros; la
frente alta y apuntando al cielo; ralo el cabello castaño; el andar
desenvuelto; el perfil un poco huidizo, conejil; el hablar abundante y preciso;
siempre subrayando con un gesto perentorio del antebrazo; vestido con
pulcritud, sin estruendo; andar reposado y ágil; actitud cordial; ninguna
petulancia; un poco afirmativo, sin embargo, pero con fuerza de la fe en las
ideas que expone; gran lector; meditador de raza; nada de filosofías de repetir
al autor de moda; sino eso que se llama filosofar o sea desgarrarse las
entrañas y, mirándose el ombligo, descubrir el cordón que une con la fuente
nutricia” .
“Menudo, suave de manos y
voz, de ancha frente que con los años maduros extremaron profundas entradas,
sus ojos verdes miraban con bondadosa franqueza, de pronto subrayadas, por el
plegarse maliciosos de
una sonrisa cordial. Cruzo la vida por una hirviente senda de pasiones sin que
el alma se le
recalentara nunca al fuego esterilizante del rencor. Estilista de singular
riqueza y elegancia, ha dejado páginas
de antología”.
En opinión de Hugo Vallenas Málaga, “Orrego destacó
como un entusiasta defensor de los nuevos talentos y las nuevas tendencias
estilísticas, con tan buena fortuna que a él debemos que el “Grupo Norte” diera
a la cultura peruana un poeta inmortal, César Vallejo, en 1915, y un narrador
sin parangón, Ciro Alegría, en 1930. A esta labor identificadora y promotora
del talento joven hay que añadir una faceta no menos importante en Orrego, cual
es el rigor de su magisterio moral. Fue un hombre de sólida valía personal que
predicó con el ejemplo y concitó la atención de los jóvenes trujillanos como
orientador de vocaciones y como árbitro de lo que es justo y correcto. Antenor
fue, en el más clásico sentido de la palabra, un Maestro de las juventudes
trujillanas”.
El
Padre francés apellidado Lalande influenció de manera efectiva y decisiva en su
formación profesional. En uno de los
pasajes de sus memorias, Orrego dice: ”Jamás podré darme cuenta exacta de todo
lo que esto significó para mi formación intelectual…Un maestro de verdad salva
siempre el sentido y la dignidad de la vida…Bendita sea tu memoria Padre
Lalande, maestro inolvidable y humilde que abriste un surco tan hondo en mi
espíritu y que tanto me diste de ti mismo en un momento decisivo de mi
existencia”.
En
1902, a la edad de diez años, fue llevado a la ciudad de Trujillo, “cuando sus padres
deciden deshacerse de la hacienda Montán, heredada de los abuelos maternos y
que antes perteneciera al general Miguel Iglesias” (Llanos Horna, 2004).
Y se matricula en el histórico y prestigioso Colegio Seminario de San Carlos y
San Marcelo de Trujillo, donde cursa educación primaria y educación secundaria.
Realiza estudios superiores de Filosofía y Letras,
Jurisprudencia, Ciencias Políticas y Administración en la Universidad Nacional La
Libertad.
En 1914, Orrego
gana un concurso literario organizado por el diario La Nación de Lima,
con su trabajo intitulado «Arte
moderno». En este mismo año participa en la
organización de la Bohemia Trujillana, luego llamado Grupo Norte o Grupo del Centenario, donde
formaron parte destacados jóvenes intelectuales y artistas, como José Eulogio Garrido, Alcides Spelucín Vega
(poeta), Belisario Spelucín, Federico
Esquerre, Juan Espejo Asturrizaga, Francisco
Xandoval, Julio Esquerre "Esquerriloff",
Eloy Espinoza, Carlos Manuel Cox, Ciro Alegría, Jorge Eugenio Castañeda, Víctor Raúl Haya de la Torre
(ideólogo y político), Macedonio de la Torre
(pintor), Óscar Imaña, Juan Manuel Sotero, Manuel
Vásquez Díaz, Juvenal Chávarri, Santiago San Martín, Daniel Hoyle, Carlos
Valderrama (músico), Alfonso Sánchez Arteaga o Camilo Blas, Nicanor de la
Fuente, Gonzalo Zumarán, Juan José Lora, César Abraham Vallejo Mendoza (poeta), Leoncio Muñoz, Néstor
Martos, Francisco Dañino, Domingo Parra del Riego, Alfredo Rebaza Acosta,
Lorenzo Muñoz, que más tarde serían los pioneros forjadores del pensamiento
libertario y justiciero social del siglo XX en el Perú.
En 1915 es elegido presidente del Centro
Federado de Letras de la Universidad Nacional La Libertad, Después de terminar
sus estudios de educación secundaria Orrego Espinoza laboró como profesor del
idioma Inglés.
En
1923, en sociedad con Alcides Spelucín, funda el diario “El Norte” en Trujillo.En Lima concluye sus estudios de
Filosofía en la Universidad Mayor de San Marcos en 1927. En 1930, Antenor Orrego es elegido secretario
general del Comité Regional del Norte del Partido Aprista Peruano, sufriendo persecuciones,
destierros y privaciones de su libertad por sus convicciones principistas e
ideológicas, por su combativo y beligerante espíritu de lucha justiciera en
aras del bienestar general. En
Trujillo organiza con Cesar Vallejo Mendoza y Ciro Alegría el primer Comité
Aprista del país, poco antes que se constituyera el de Lima.
“En 1933, es iniciado en los
secretos filosóficos de la Masonería, junto con Haya de la Torre, en el Oriente
del Perú, en la Respetable Logia Simbólica “Virtud y Unión “ No. 3 del
Valle de Lima, en vista que la R:.L:.S:. “COSMOPOLITA” No. 13 del Valle de
Trujillo, había abatido columnas temporalmente”.
En 1946, Antenor
Orrego Espinoza es nombrado catedrático del curso de Cultura Indoamericana y
Filosofía de la Historia en la Universidad Nacional de La Libertad. Funda el
Instituto de Antropología y forma
parte de una generación promotora de cambios y de transformación. En
este mismo año (1946) la Universidad Nacional de Trujillo le confiere el
grado académico de Doctor Honoris Causa, en reconocimiento
a su destacada labor profesional e intelectual y a su calidad de filósofo,
maestro y ensayista.
Entre los
pensadores de que se nutre la producción intelectual de Antenor Orrego figuran Federico
Nietzsche, Henri Bergson, Carlos Marx y Karl Jaspers; Wilhelm Dilthey, José Ortega
y Gasset, Oswald Spengler; Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Miguel de Unamuno, Benedetto
Croce, Vilfredo Federico Pareto y Martín
Heidegger, Arnold Toynbee, José Vasconcelos, Alfredo Palacios, y Hermann
Alexander Graf Keyserling.
Destacado
colaborador en la revista Amauta de José Carlos Mariátegui; columnista y director de los diarios La Antorcha y La
Plataforma de Lima. Ha sido senador aprista
(1945-1948), rector de la Universidad Nacional de Trujillo (1946-1948) y fue elegido como
“El Intelectual del Milenio” en el concurso “Líderes Liberteños del Siglo XX”. En
los años 1957 y 1958 ocupa el cargo de director de los diarios El Norte, La Libertad, La
Tribuna, Impacto, La Reforma, Antorcha
y Chan-Chan.
“Se
dedicó al periodismo en muchos diarios de la época como La Libertad, La
Reforma y La Semana de Trujillo. En 1922 prologó el
poemario Trilce de César Vallejo, siendo el primer crítico en
vislumbrar el talento del entonces joven e ignorado vate peruano. Su análisis
profundo de dicha obra no ha sido hasta ahora superado” (https://es.wikipedia.org/wiki/Antenor_Orrego).
De pluma penetrante, incisiva y
combativa, llegó a escribir y publicar sus comentarios y reflexiones en
importantes periódicos y revistas del Perú e Indoamérica, tales como “Claridad” (Lima, Buenos Aires), “Amauta”
(1926), “Variedades”, “Mundial” (1926), “Nueva Democracia” (Nueva York), “Nosotros”,
“Cuadernos Americanos” (México), “Cuadernos” (París), “Repertorio Americano”
(San José, Costa Rica), “Humanismo” (México), “Cuadernos de París”, “La Pluma”
(Montevideo), “ La Reforma” (1914), “La Libertad” (1916), “La Semana” (1918),
“El Norte” (1923-1932), ·Chan Chan”, “Congreso por la Libertad y la Cultura”,
“La Tribuna”, “La Sierra”, “La
Antorcha”, “Impacto”, “La Razón”, entre otras.
Antenor Orrego ha prologado las obras de diversos
autores: “Trilce”, de César Vallejo (Lima 1922), “El libro de la nave
dorada” de Alcides Spelucín (Trujillo, 1926), “Liberación”, de Nazario Chávez Aliaga (Lima
1935), “La dimensión de la piedra, de
Julio Garrido Malaver. “Las Navajas y los Dados del Alba” (Chiclayo, 1938).
Con las expresiones del maestro Luis
Alberto Sánchez diríamos: “Para todos los jóvenes, apristas y no apristas, fue
un maestro permanente y avizor, a quien se podían someter los más graves
problemas con la seguridad de ser atendidos y entendidos. Escribía con elegancia
algo recarga, con un estilo barroco que el era tan natural como el agua al pez.
No era un preciosista ni un retórico: amaba la finura y la exactitud al mismo
tiempo, lo que da a su obra un cierto tono de elocuencia como al voz de un
maestro que se oye a si mismo”.
Luis Alberto Sánchez refiere asimismo que “Orrego
abrazó valerosamente la causa de la renovación integral del Perú, filosófica,
estética y políticamente. Ese hombrecillo menudo, de prematura calva, rostro
alargado y frente fugitiva, ojos rasgados y azules, tez pecosa y ademanes
suaves, tenía ideas claras, definidas, y voz tan rotunda como sus ideas”.
Por
la directa participación política que tuvo en la campaña para fortalecer la
huelga de los trabajadores del Valle de Chicama (1918-1921), fue cerrado el
diario en el que trabajaba y fue encarcelado y estuvo ulteriormente preso en el
Real Felipe, el Sexto y el Frontón. Se dice que fue encarcelado en ocho
oportunidades durante su existencia.
Luis
Alberto Sánchez al recordar a Antenor Orrego manifestó: “Para todos los
jóvenes, apristas y no apristas, fue un maestro permanente y avizor, a quien se
podían someter los más graves problemas con la seguridad de ser atendidos y
entendidos, Escribía con elegancia algo recargada, con un estilo barroco que le
era tan natural como el agua al pez. No era un preciosista ni un retórico:
amaba la finura y la exactitud al mismo tiempo, lo que da a su obra un cierto
tono de elocuencia como la de un maestro que se oye a sí mismo”.
Víctor Raúl Haya de la Torre afirmó
de Antenor Orrego: “Enarboló la enseñanza de
una generación beligerante y encarno la esperanza, la resurrección y la
victoria de una nacionalidad en trance de muerte, y hay que agregar que siempre
estará vigente y será un mandato pendiente de cumplirse se profecía del cambio
social mientras el amor y la raza de los hombres prevalezca sobre la barbarie,
el egoísmo y la muerte”.
“Lo que más se aprecia de
Orrego es y será, su manera de pensar y de ver al mundo. Él tenía una
orientación metafísica y vitalista; consideraba que los pueblos de América
deberían de unirse en uno solo, con el fin de superar y mejorar los modelos
europeos adoptados. Nos instiga a encontrar nuestro camino, nuestro propio
destino, nuestro pueblo continente y lo que es más importante, nos enseña el
valor de ser auténticos americanos en nuestro propio continente como seres
pensantes de nuestra propia realidad”.
“El pensamiento de
Antenor Orrego,-indica Ántero Flores-Aráoz E.-, influye hasta hoy en el debate
académico y político, sobre las ideologías y en particular en la crítica de la
razón moderna y del positivismo. Igualmente repercute en la polémica sostenida
entre liberalistas y comunitaristas acerca de la justicia y los límites del
liberalismo y en la discusión en torno al sustento histórico de una cultura
auténticamente latinoamericana. Sobre este último asunto, Orrego enriquece
notablemente las reflexiones de José Enrique Rodó, José Vasconcelos, Antonio
Caso y Leopoldo Zea.”
ANTENOR
ORREGO Y LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
Antenor Orrego Espinoza ha
sido un gran pensador visionario que
bregaba dentro y fuera de las aulas universitarias por una Universidad
integral, dinámica, innovadora, popular y transformadora, con capacidad de
respuesta a los problemas del pasado, presente y futuro del Pueblo-Continente,
acorde a la realidad de una “América Nueva” y a los adelantos científicos,
humanísticos y tecnológicos del mundo.
Decía el Amauta Orrego: "La Universidad integral es "un foco de
iluminación intelectual y moral y una antena que recogiendo las palpitaciones
de! Universo y de la Vida, se proyecte profundamente hacia el pasado e
infinitamente hacia el futuro". "La Universidad respondería a
"la realidad de una América Nueva, al ritmo de un mundo que está
realizando acelerada transformación técnica, social y económica" (1965).
Pensaba
Orrego que "La educación no es inculcar y modelar; la educación es
revelar, conducir y ennoblecer” las potencialidades, el talento, las
competencias y el comportamiento de los
educandos dentro del contexto sociocultural y proceso integrador de educación y
pueblo con principios y valores éticos.
Orrego concibe la educación universitaria con sentido
sociohistórico y ético y valor pragmático, generadora de una “cultura viva”:
"Nuestra gran empresa de universitarios -tal vez
nuestra única empresa- es vivir la cultura. Basta ya de bagazo erudito que no
sirve ni para mejoramos ni para mejorar nuestra patria. Necesitamos estudiar la
calidad de nuestra América y crear nuestro pensamiento, nuestra propia
política, nuestra propia economía, nuestra propia estética, nuestra propia
historia". "El maestro te enseña para que puedas construir tu vida y te libera
hacia la vida". "En los países y en las otras razas el aula es,
principalmente, docencia científica, preparación técnica o capacitación
profesional, pero, el aula latinoamericana es, ante todo, y sobre todo,
docencia civil, escuela de ciudadanía. Este es su carácter fundamental y el que
da la tónica de la Universidad". "La docencia de la Universidad
Latinoamericana debe ser, antes que nada docencia ciudadana, educación civil,
fuerza política formatriz". “La Universidad Nueva solamente puede hacer su
auténtico camino asimilando los jugos de la tierra que nutre".
"La Universidad peruana debe contribuir a la
formación de un nuevo tipo de Universidad Indoamericana y a clarificar el
sentido original de la cultura que está surgiendo en nuestros países en
relación con las viejas culturas de Europa y de Asia".
Los países de Indoamérica somos “el primer
pueblo-continente de la historia”, afirma Orrego, y estamos llamados “a crear y
construir una cultura más universal que la europea”.
En su condición de rector
de la Universidad Nacional de Trujillo, Antenor Orrego realizó invalorables
gestiones y acciones.
En mayo de 1946 es
elegido rector de la Universidad Nacional de Trujillo y desempeña el cargo
hasta el mes de octubre de 1948. A partir de este año la dictadura militar de
Manuel A. Odría llega a elegir a los rectores desde Palacio de gobierno.
En su condición de rector
realiza la modernización de la Universidad Nacional de Trujillo; participa en la elaboración del Estatuto
Universitario, en el que se recogieron los principios del movimiento de la
Reforma Universitaria; propone el modelo de un nuevo tipo de
universidad con sentido indoamericano, espíritu investigativo y compromiso
social y popular; interviene en las gestiones de creación del Colegio
Universitario “como fuente de cultura general, pórtico de entrada de la escuela
profesional y de la investigación científica y preparación del futuro
universitario”; dispone el establecimiento del Seminario como método principal
de enseñanza universitaria; funda las Facultades de Medicina y de Educación;
promueve la creación de la Ciudad Universitaria en un predio de 30 hectáreas de
terreno donado por Vicente González de Orbegoso y Moncada a petición de Víctor
Raúl Haya de la Torre; envía como becarios de postgrado a Europa a los mejores
estudiantes de cada especialidad y dispone el moderno equipamiento con
laboratorios y talleres de la Universidad.
Al respecto Elmer Robles Ortiz, en su
artículo de investigación “Pensamiento educativo de Antenor Orrego” manifiesta:
“Durante su gestión rectoral en la Universidad Nacional de Trujillo, la
biblioteca mereció especial atención, y la revista institucional alcanzó su
mejor época. Asimismo impulsó enormemente el Museo de Zoología. Y pensó que los
colegios también deberían contar con esos museos para el proceso de enseñanza aprendizaje
de carácter práctico, a los cuales la Universidad brindaría apoyo con su taller
de taxidermia. En el campo de la botánica, inició la formación del herbario
regional. Enriqueció con nuevas colecciones el Museo Arqueológico, y desde él
promovió los estudios in situ de esa
especialidad. Además dio vida a institutos y nuevas facultades. Y en su plan de
ejecución de la ciudad universitaria se consignaron, entre otros, ambientes
para jardín botánico, jardín zoológico, museos, gimnasio y estadio.”
Orrego, concebía y se proponía alcanzar
una nueva educación universitaria de calidad, una nueva universidad integral,
dinámica, flexible y popular, nueva universidad conformada por profesores,
alumnos y egresados con maestros y alumnos que no solo cumplan sus programas y
aprueben sus estudios, sino que por sobre todas las cosas construyan y
descubran conocimientos, logren “alta categoría” y que la enseñanza constituya
“verdaderas normas de vida”, acto de “apostolado” y de “heroicidad”.
El Amauta Orrego decía: “Comprendo que la
tarea es difícil y que no puede realizarse sino gracias a un esfuerzo
prolongado de los que enseñan y de los que estudian; pero el profesor debe
aspirar siempre a lograr la alta categoría de maestro y el alumno debe esforzarse
también para alcanzar la no menos alta categoría de discípulo. Quiero decir que
la enseñanza no debe quedarse en la superficie el programa y en la epidermis
del espíritu, sino que debe calar mucho más hondo, hasta constituir verdaderas
normas de vida y si se quiere, en casos excepcionales, debe alcanzar el
apostolado y hasta la heroicidad”.
“El criterio de que la Universidad está
constituida, únicamente, por el profesorado revela un concepto petrificado de
la enseñanza. La Universidad no se ha hecho para mantener catedráticos, sino
para ´enseñar alumnos´. Son éstos, pues, la materia viva, la materia moldeable,
el cuerpo y el alma necesarios. La enseñanza debe sujetarse a sus exigencias y
necesidades espirituales y, por eso, son ellos, principalmente, los que deben
fijar las condiciones de la docencia”.
La Universidad
Nueva Indoamericana, propuesto por Orrego Espinoza, debe ser creadora de
cultura y debe contar con la participación activa y eficiente de sus
integrantes, con cátedras paralelas y cátedras libres, con buena legislación,
con infraestructura, laboratorios y talleres suficientes, con maestros y
alumnos de “alta categoría” que
descubren y construyen conocimientos para la solución de los problemas del Pueblo-Continente y que debe responder a
los requerimientos y exigencias de su propia realidad natural y social,
Universidad Nueva Indoamericana “que recoja en su seno, las experiencias, las
intuiciones, las esperanzas, la fe y el pensamiento de América”, que realice
investigación científica y tecnológica en cada región y país, que “forme
hombres de espíritu robusto que reaccionen contra la mezquina realidad
circundante”, que tenga “una verdadera
cultura vital”, que viva la cultura y no “una semi-cultura de gabinete y de
pupitre”, , que sea “un foco de iluminación intelectual y moral y una antena
que recogiendo las palpitaciones del Universo y de la Vida, se proyecte
profundamente hacia el pasado e infinitamente hacia el futuro. Sólo así
podríamos hacerla responder a la realidad de una América Nueva, al ritmo de un
mundo que está realizando una acelerada transformación técnica, social y
económica”.
En 1932 Antenor Orrego, en un artículo
sobre “La cruzada por la libertad del estudiante”, tras sostener que la reforma
universitaria de Córdova (1918) es “un movimiento típico latinoamericano” y que “marca una etapa en la vida y en la
historia del Continente”, llegó a puntualizar que “La docencia de la
Universidad latinoamericana tiene que ser, antes que nada, docencia ciudadana,
educación civil, fuerza política normatriz. Nuestra Universidad no puede
encerrarse en los claustros, como una ostra parasitaria, sorda al alumbramiento
y al grito angustioso de las nacionalidades. El estudiante no puede dedicarse
con plenitud de pasión y de ánimo al cultivo de la ciencia o al pensamiento
especulativo cuando el crimen político y social anda suelto por las calles,
cuando el pensamiento está ahogado en la mazmorra, cuando no hay leyes, ni
instituciones, ni partidos lo suficientemente fuertes para impedir y castigar
las tiranías”.
Y a renglón seguido manifesta: “Desde hace
tres lustros, más o menos, los estudiantes latinoamericanos, con maravillosa
intuición histórica, han asumido y comprendido la plenitud de su
responsabilidad ante sus respectivas nacionalidades. En México, en la
Argentina, en el Perú, en Bolivia, el estudiante es el primer ciudadano de la
república, el más generoso, el más sacrificado, el más agudo y luminoso
atalayador de su raza, el más resuelto para la lucha, el más heroico, el
verdadero y auténtico salvador de su nacionalidad. En Venezuela, donde todas
las clases sociales se han sometido a la pezuña zoológica de Juan Vicente
Gómez, el estudiante es el único que se enfrenta al despotismo, y las paredes
de la Rotunda han visto perecer, heroicamente, a millares de mártires
estudiantes”.
Orrego consideraba primordial en la
educación universitaria conquistar de la “libertad” para poder contar después
con “países sabios”: “¿Cómo puede el hombre consagrarse a la ciencia, a las
artes y al ejercicio de las disciplinas intelectuales si no hay libertad? Hay
que esforzarse por conquistarla previamente. Hagámonos, primero, países justos
para hacernos, luego, países sabios”.
Por sus ideas
apristas sufrió encarcelamientos y persecuciones políticas. En 1921, director
del diario La Reforma, y por apoyar a los braceros del Valle de Chicama los
hacendados solicitan a la Prefectura la clausura del diario y lo toman
prisionero a Antenor Orrego; en 1927 junto con Alcides Spelucín son apresados y
conducidos a Lima; en noviembre de 1929
es apresado por orden del Prefecto; en 1931 sufrió prisión política durante el
gobierno autoritario del general Luis M. Sánchez Cerro; en enero de 1933 es encerrado en el Real
Felipe junto con otros apristas,
declarándose en huelga de hambre durante once días, y que después del asesinato
del presidente Sánchez Cerro es excarcelado el 9 de agosto de 1933 por una ley
de amnistía promulgada por durante el segundo gobierno del general Oscar R.
Benavides (1933-1939); nuevamente sufrió
prisión en 1944 durante el gobierno de Manuel Prado; es tomado prisionero en
1948 durante el gobierno de Manuel A. Odría y recupera su libertad en 1956 una
vez restaurada la democracia; fue encarcelado en un total de ocho veces por ser
leal, defensor y divulgador de la filosofía, ideología y doctrina del aprismo,
y por las que tuvo que resistir con optimismo y fe la fuerza brutal de los
dictadores y tiranos.
En 1959 viaja a la
Argentina para participar en el Simposio latinoamericano sobre Vallejo
organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de
Córdova, llegando a sustentar la tesis ontológica de “La esencia del ser en la
poesía de César Vallejo”.
HOMENAJE
AL GRAN AMAUTA Y VISIONARIO ANTENOR ORREGO
El Amauta
y visionario Antenor Orrego ha recibido varios homenajes, en
reconocimiento a sus calidades extraordinarias de pensador indoamericano, Amauta y visionario,
maestro universitario, escritor y periodista, con producción intelectual de
hondo contenido social, político, ético y humanístico.
Al recibir el homenaje que le rendió la
intelectualidad de Trujillo en 1959, Orrego expresó su agradecimiento con las
siguientes palabras: “Cada vez que vuelvo a asentar las plantas en el suelo
trujillano siento un renacimiento en todo mi ser, una suerte de
rejuvenecimiento que me hace percibir con claridad la faena inmediata que debo
realizar... He vuelto a las raíces de mi hogar materno y cual no habrá sido mi
sorpresa que Trujillo me recibe con el amor encendido, con el homenaje
conmovido, con la belleza sutil y extraordinaria de sus poetas y escritores
nuevos”.
Cabe relevar dos grandes homenajes a
Antenor Orrego. El primer gran homenaje, en el año 2002, a través del Coloquio
“Antenor Orrego. La unidad continental y los orígenes de la modernidad en el
Perú”, realizado en el Hemiciclo “Raúl Porras Barrenechea” del Congreso de la
República de Perú los días 2, 3 y 4 de octubre del 2002, cuyas ponencias fueron editadas por el Fondo
Editorial del Congreso del Perú.
El segundo gran homenaje lo organiza la
Universidad Privada “Antenor Orrego” de Trujillo (UPAO) con el fin de revalorar
su vida y obra y mediante el Simposio
“Vigencia y Trascendencia de Antenor Orrego. Por la ruta de la identidad”,
realizado del 26 al 29 de octubre de 2011 y que contó con destacados profesionales
como expositores de conferencias magistrales: Luis Alva Castro, Hugo García Salvatecci, Elmer Robles Ortiz,
Hugo Vallenas Málaga, Eduardo Paz Esquerre, Gilberto Cabanillas Barrantes,
Jorge Puccinelli Villanueva, Tito Livio Agüero Vidal, Germán Peralta Rivera,
Jeffrey Klaiber y Marcel Velásquez Castro.
EL PENSAMIENTO ORREGUIANO
Antenor Orrego batalló
por la construcción de una sociedad indoamericana unida, justa, soberana, libre
y digna, con identidad cultural propia, hundiendo sus raíces en las
tradiciones, usos, costumbres y formas de vida de la cultura aborigen, ajena a
la imitación de ideas y moldes europeos, y que propenda a impulsar la creación
de una cultura universal con nueva conciencia social, histórica, geográfica, política,
económica y educativo-cultural, cuyo proceso revolucionario e innovador siga un
camino y un destino propio y distinto de los seguidos por la doctrina
socialista europea.
Orrego planteó la
necesidad de contar en América con “maestros americanos que nos enseñen a
conocer y amar nuestra América”, antes de ser devorados por los libros europeos:
“Basta ya de bagazo erudito que no sirve ni para mejorarnos ni para mejorar
nuestra patria. Necesitamos estudiar la calidad de nuestra América y crear
nuestra propia economía, nuestra propia estética, nuestra propia historia. Los
textos europeos mal aplicados y mal comprendidos no sirven sino para
desorientarnos –ya lo hemos estado 400 años- y para fatigar con gárrulas
palabras nuestros cerebros y nuestra vida. Necesitamos maestros americanos que
nos enseñen a conocer y amar nuestra América, maestros que vivan con nosotros
la ínfima y heroica voluptuosidad de crear un nuevo continente intelectual,
maestros de una raza “por cuya boca hablará el espíritu”.
“Sin partidos
políticos auténticos, que sientan profundamente su misión docente, desde su
propio cambio doctrinario, no tendremos jamás una verdadera democracia” (Orrego,
1995: IV, 41-42).
“¿Cómo puede el hombre consagrarse a la ciencia, a las
artes y al ejercicio de las disciplinas intelectuales sino hay libertad? Hay
que esforzarse por conquistarla previamente.Hagámonos, primero paises justos para hacernos, luego países sabios”.(Orrego,
1995: V, 118).
“Cuando en un solo hombre
se da, a la vez, el estadista y el político, los pueblos poseen el gobernante
perfecto” (Orrego, 1995: II, 234).
El filósofo peruano, Antenor Orrego, en sus obras “Pueblo-Continente”, “Hacia
un Humanismo Americano” y “El Monólogo Eterno” nos da a conocer su concepción sobre el hombre. «El hombre- dice Orrego Espinoza- en su esencia
más acendrada, es un pensamiento carnal que actúa, que opera, que transforma,
que fecundiza. Nuestro mundo es un mundo de formas, pero de formas penetradas y
traspasadas de pensamiento. Pensar y obrar no son términos antinómicos sino
correlativos y complementarios. Ambos señalan la escala serial de un solo
proceso que es la expresión de la Vida», «Europa, en cambio, aporta sus
técnicas, nos da el hombre concreto y colectivo, el hombre en convivencia
mutua, el hombre político y posesivo por excelencia. Mientras el Oriente nos da
el hombre genérico a trueque de gasificarse por falta de contención terrestre,
el Occidente nos da el hombre de carne y hueso, la criatura telúrica enfocada
en sus inmediatas realidades vitales….».
«…
Bajo la Norte América europea y yuxtapuesta, existe la Norte América del
porvenir, la Norte América macrocósmica que está generando y nutriendo en sus
entrañas el hombre americano del futuro, el hombre universal del mañana….».
«El
hombre no es un ser angélico, aunque
las viejas metafísicas y teogonías del oriente digan que está en trance de
serlo, pero lo importante es que ahora no lo es y que tiene que trabajar,
pensar y vivir en la tierra y con la tierra. La esencia del ser actual del
hombre es de un carácter ascensional: se proyecta, como una fiesta carnal, viva
y fulgurante, de abajo hacia arriba, del nadir al cenit, de la raíz a la copa».
«El
hombre latinoamericano es el hombre
que se encuentra más pegado a la tierra, a la capa mineral del globo, a ese
estrato duro y pétreo en el que parece que la materia hubiera alcanzado al
nadir de su densidad. Hombre-mineral, le llama al latinoamericano una de las
mentalidades más potentes del mundo, es decir, criatura alimentada, sostenida y
procreada por los jugos terrestres. En ninguna parte como en América, el mundo
abismal e inferior ejerce un tan poderoso imperio sobre el hombre; más, en
ninguna parte, tampoco, del mundo, el hombre tiene la posibilidad de expresar
en mayor grado la potencia inmaterial del espíritu, porque se ha apoderado y
está dominando el material más denso y, por eso, el más rico en capacidad de
expresión humana, en potencia traductora de esencia terrestre. Es la antigua
fábula de Ateneo, el cual se vigoriza a condición de su terrenidad; es el
símbolo de la cometa que se remonta al espacio, gracias al hilo que la retiene
pegada al ombligo vital de la tierra».
«En
estos países, actualmente, el hombre de
acción forja su obra y se forja él mismo con la masa; el hombre de pensamiento encuentra su
discipulado en el pueblo y dialoga socráticamente con la multitud; el hombre de sacrificio y de apostolado
encuentra sus hermanos en el tugurio y, junto a ellos, encuentra, también,
muchas veces, el martirio, mientras las oligarquías invertidas y hemofílicas
levantan con metralla la cortina de fuego que pretende impedir el ascenso
vitalizante del pueblo hacia la nueva jerarquía directora y conductora de los
destinos humanos; mientras el intelectual burocrático y mercenario teje lemas
retóricos a la organización del asesinato colectivo; mientras el sacerdote que
se llama sacerdote de Cristo -ese ser de proyección multitudinaria, por
excelencia- se alía a la violencia y justifica el privilegio de la ineptitud;
mientras el corchete llamado del orden impone con el fusil que el pueblo puso
en sus manos, la injusticia, la subversión y el desorden organizados desde
arriba por las clases dominantes».
COMENTARIOS A LA OBRA “PUEBLO CONTINENTE”
Las obras cumbres, las
más importantes y trascendentes de Antenor Orrego es Pueblo-Continente: ensayos para una interpretación de América Latina
(Santiago de Chile: Ercilla, 1939) y “Hacia un Humanismo Americano”.
En el prólogo a la
segunda edición de “Pueblo-Continente: ensayos para una interpretación de América
Latina”, Antenor Orrego manifiesta que al meditar y escribir la obra se
propuso: “ser la suscitación viviente, en la juventud de mi patria y en las del
Continente, de los temas centrales y fundamentales que plantea la realidad de
nuestros pueblos ante la conciencia nueva de América”. Pero también señala: “En
su raíz más profunda este libro fue un mensaje a las juventudes de América -mi
primer mensaje personal que resumía veinte años de meditación angustiosa, pero
rebosante de esperanza al mismo tiempo”.
En la obra Pueblo-Continente, publicada en
Santiago de Chile en 1939, el autor revaloriza la raza americana con el fin de convertirla en una raza de dimensión
y proyección universal y plantea que América trate de “encontrar su propia
alma”, sin imitaciones, sin copias y sin remedo, es decir, con espíritu
creativo, autonomía mental y propia identidad cultural, libre de influencia
foránea, debiendo ser lo que es.
El gran Amauta y visionario indoamericano insta a la reflexión consciente, crítica y libre para que nuestro
Pueblo-Continente “no sea un descarnado destino ciego, donde imperen
estrictamente las fuerzas muertas y sepulcrales del pasado, sino misión
alumbrada y esclarecida en beneficio de todos los pueblos y de todas las razas
del mundo” y esto dependerá de lo que las generaciones inmediatas de
indoamericanos hagan buen uso de su “libertad” y en la medida en que conviertan
“el destino en instrumento y expresión
de la libertad”, lo habrán convertido
también, en la magnífica herramienta de su “misión”.
Si América es un
continente nuevo, tenemos que mirarla con ojos nuevos y no a través de centones
o de infolios” , pues “política y culturalmente no seremos libres, sino,
simplemente libertos y manumitidos mientras sintamos la añoranza de las
palabras y de los ademanes extraños. Si sentimos el pensamiento europeo como
yugo y no como sustancia nutricia y alumbradora, ¿cómo habremos de alcanzar
nuestra autonomía, nuestra soberanía y mayoría espirituales?”. “Si América ha
de surgir con una significación universal, surgirá a través de sus cuitas y de
sus grimas más angustiosas; jamás de los escaparates y de las ferias de
sabiduría…”
En Pueblo-Continente, “América reclama ante Europa su autonomía mental
y espiritual”, toda vez que “Ni el indio, como indio puro; ni el europeo, como
europeo puro, tienen porvenir en América”.
Antenor Orrego considera
que “La revolución de la Independencia fue el primer intento de revalidación
del hombre latinoamericano, pero, desgraciadamente, un intento fallido. La
Independencia nos trajo meras formas políticas y jurídicas, que no habíamos
digerido, que no podíamos digerir y que fueron la simple proyección mimética de
pueblos europeos en plena revolución liberal. Se hizo la Independencia,
reclamándose con las frases de la Revolución francesa y acabó afirmando y
consolidando el sistema feudal de la propiedad con todos sus vicios y
degeneraciones y sin ninguna de sus virtudes y excelencias. De allí, esa
monstruosa desarticulación de nuestra realidad jurídica, política, social y
económica que se prolonga hasta los días actuales…”
“La América necesita
crear sus propias razones; necesita dar un vehículo racional a sus intuiciones
sobre la totalidad y significación de la vida. América no ha tenido un estilo
porque no ha tenido una verdad o conjunto de verdades originales que expresar
ante el mundo encarnadas en una organización biológica, en una forma
concatenada y congruente, en un todo tramado y contexturado para su expresión
adecuada”.
“Desde la Conquista,
América ha tenido una historia periférica y extravertida…Sus acontecimientos
eran acontecimientos europeos, extraños; letras de un alfabeto que pertenecían
a un lenguaje distinto; signos y símbolos impuestos desde fuera y, por lo
tanto, incapaces de expresar ningún estilo, ninguna intimidad entrañable y
congénita”.
“En la historia del
mundo, América es un gran desgarrón. El desgarrón de una raza vigorosa por obra
de la conquista y la violencia de la barbarie occidental. Esta raza cumple un
ciclo de vida y de cultura superior, sin el concurso ni la aportación de las
otras razas…”
“…América constituye el
recomienzo de una vida nueva para la cual no sirven en su significado concreto
y particular, ni la experiencia, ni las leyes, ni las normas que ensayaron el
hombre europeo y el hombre oriental a través de los siglos. América es una
nueva posibilidad humana”.
“Pero, a diferencia de
los demás continentes, América es un nudo. En ella se Cruzan, confluyen y
conectan, como en el centro de una rosa náutica, los caminos de todas las
razas…”
“(América)Es la
confluencia del Oriente y del Occidente en una tierra nueva”.
“Somos, pues, los
indoamericanos el primer Pueblo-Continente de la historia y nuestro patriotismo
y nacionalismo tienen que ser un patriotismo y un nacionalismo continentales.. No
es por el camino de la imitación simiesca que la cumpliremos, sino por el
camino de la diferenciación y de la creación original. Sería insensato no
comprenderlo”.
Orrego piensa que es
“pura necedad afirmar la superioridad absoluta del Oriente sobre el Occidente,
y lo mismo es hacer la afirmación inversa. Cada uno es superior, en verdad, al
otro, dentro de su respectiva pendulación vital”,
“El destino de América es
resolver, en una superior unidad humana, la cuita angustiosa, la encrucijada
trágica en que ha desembocado el mundo contemporáneo, y ser ella misma una
continuidad y la continuidad del mundo…América será como la partera cósmica de
una cultura integral, cuya máxima expresión se da tal vez en Oriente, tal vez
en Europa. Es el secreto del destino y de los tiempos”.
“Y así como el Mundo
Antiguo hizo necesario el surgimiento
de un hombre nuevo, la creación de nuevos órganos biológicos, capaces de
resolver en una unidad superior sus antinomias irreductibles de entonces, la
crisis reclama, también, el nacimiento de un nuevo tipo de hombre, nuevo desde
su base telúrica, y biológica, hasta la función de su inteligencia, de su
actitud moral y de su espíritu”.
“…Anquilosamiento,
regresión y muerte o ascensión biológica, vigencia histórica y continuación
progresiva. Esta es la alternativa de nuestros pueblos. Detenerse es el retorno
al caos, es tanto como morir y disolverse”.
“Por eso, el grito que
surge del Oriente hacia América es: “Conócete a tí misma”, apodérate de la
realidad íntima de tu ser, coordina tu alma y tu vida con el alma y la vida
universales y sólo por ese camino llegarás a tu Verdad, que nadie te la puede
dar, que Europa no te la puede transmitir como regalo de maestro, sino que tú
debes hallar en tu esencia más acendrada, en tu fibra más recóndita, en tu seno
más íntimo. Por ese camino llegará al Conocimiento y a la realidad de tu misión
histórica; sólo por allí alcanzarás la Sabiduría y con la Sabiduría la Verdad,
y con la Verdad el Poder. Sólo, entonces, serás una raza creadora, es decir,
una raza que Sabe y que Puede; sólo entonces no serás una redundancia en la
historia del mundo porque lo habrás enriquecido con una realización nueva, y tu
mensaje será una palabra sagrada y prolífica para los hombres de todos los
tiempos y de todas las latitudes”.
Ante todo lo expuesto,
cabe manifestar, según expresiones de Antenor Orrego: “El Aprista se siente
como un instrumento histórico de la nueva América, como el forjador del nuevo
hombre que necesita el Continente para alcanzar su expresión más íntima y original,
como el adalid antiimperialista del Nuevo Mundo; como el órgano biológico
necesario para transmutar en una unidad, las contradicciones y antinomias más
profundas del Continente; como una fuerza constructora en medio del caos y de
la dislocación jurídica, social, económica, moral y política de nuestros
pueblos; como una energía combativa contra el estacionarismo suicida y la
rutina feudal de las oligarquías dominantes, como el instrumento histórico de
una nueva cultura que inicia su marcha creadora”.
COMENTARIOS A LA OBRA "PUEBLO-CONTINENTE"
“…Hay una circunstancia que imprime a
este libro una inusitada vigencia: es uno de los pocos esfuerzos
serios por desentrañar con altura, honestidad y profundidad el meollo
de nuestra esencia americana.
Pueblo-Continente es un libro destinado a larga discusión, y a durar
mucho” Orrego era fundamentalmente un poeta; por tanto, un creador. Los tres
libros que publicó reúnen un conjunto de larvas, de gérmenes, que no alcanzó a
desarrollar porque la vida le impidió dar término a lo que, sin
embargo, florecerá en sus discípulos. Utilizó a menudo un lenguaje cerrado, no
oscuro, pero sí denso, cuajado de metáforas, de hipérbatos, como buen chimú que
era, y los chimús siempre fueron barrocos, o pre barrocos, según se advierte en
sus parientes mayas o zapotecas; y como buen descendiente de españoles del
siglo de oro, fue arcaizante él mismo, a fuer de moderno, como ocurre con Darío
y en Vallejo, grandes manejadores de arcaísmos y neologismos, de palabras
raigales que nunca acaban de ser nuevas ni dejan de ser antiguas.”
Luis Alberto Sánchez
“…la obra suya más importante para
descubrir su pensamiento sobre americanismo, peruanismo, indigenismo,
etc., así como sus ideas sobre “el nuevo hombre de América” y su cultura es el
libro Pueblo-Continente (1939). Para Orrego ni el indio, ni el europeo,
ni el mestizo, como tales entes étnicos y culturales son el americano que ha de
crear una cultura original. Según Orrego, es absurdo pretender el advenimiento
de una América indígena y una resurrección de sus antiguas culturas porque la
historia nunca da paso atrás…Si América Latina ha de expresar un mensaje
original para el mundo ha de ser hacia elporvenir y hacia adelante. Ha de ser obra de creación y
no copia regresiva…”
Luis Monguió.
“Es de tenerse en cuenta con respecto a
este libro una circunstancia biográfica: no ha sido escrito en la calma y el
confort de un gabinete de estudio, sino en medio de la urgencia y la angustia
azarosa del perseguido político…Sin embargo, no se trata de un libro
improvisado en sus conceptos.”
Alberto Zum Felde.
“De los aciertos perdurables de este
libro, ninguno estuvo llamado a mejor fortuna que el nombre
mismo bajo el cual se ampara: Pueblo-Continente.
Engarzado dentro de las construcciones filosóficas del jefe del aprismo, la
expresión ha servido para designar los nuevos y vastos bloques super racionales
en que tiende a dividirse el mundo contemporáneo. Siempre que sea preciso aludir a la circunstancia geográfica, histórica yhumana
de los pueblos al sur del Río Grande se dirá, con Orrego, que forman un
pueblo-continente. Y la frase sirve igualmente para identificar a aquellas grandes
unidades de población que se encuentran en situación análoga a las nuestras:
hay un pueblo-continente hindú (indio, debería decirse, con riesgo de anfibología),
otro pueblo-continente chino, otro ruso y otro norteamericano de los Estados
Unidos. La expresión acuñada por el pensador norteño habrá
de sobrevivir en el horizonte semántico de nuestra sociología y
nuestra política.
Andrés Townsend Ezcurra.
“Antenor Orrego expone en su libro Pueblo-Continente (1939) una filosofía
para la creación dinámica y viva de América. Profundiza en un proyecto que
consistía en la formación de un continente unificado, en oposición a las
construcciones abstractas que se formaban en torno a América. Este proyecto
proponía la revolución indoamericana, la cual estaba guiada por los espíritus
jóvenes del Perú que se manifestaban a través de la vanguardia”.
“HACIA UN HUMANISMO AMERICANO”
En esta obra, Antenor Orrego perfila sus originales,
profundas y fecundas reflexiones sobre el hombre americano y el destino del
continente.
“El destino de América -escribe Orrego- es resolver, en una
superior unidad humana, la cuita angustiosa, la encrucijada trágica en que ha
desembocado el mundo contemporáneo, y ser ella misma una continuidad y la
continuidad del mundo”.
La obra se desarrolla en XVII capítulos con una serie de
meditaciones profundas sobre la generación precursora del nuevo destino del
atomismo colonial a la integración del continente; la teoría del “Espectro” o
de la constelación horizontal antropológica; el comienzo de un proceso
histórico continental; la generación del alumbramiento de la nueva conciencia;
la opción del pasado o del porvenir; entre el sepulcro y la cuna; el
constreñimiento de dos tumbas; el cadáver androide de Latinoamérica; de la
enfermedad a la salud. Necesidad de un distinto equilibrio espiritual; el
renacimiento americano o la conquista de la juvenilidad continental; el
lenguaje en América. Consideraciones generales sobre el porvenir del
castellano; la circunstancia de la cultura americana. Pensamiento intemporal y
pensamiento histórico; la configuración histórica de la circunstancia
americana. El sentimiento de unidad en América como emoción metafísica y como
trayectoria vital del hombre contemporáneo; indagación del ser histórico de la
nueva América. La “nihilización” de los orbes culturales; la doble tensión
polar de la constelación mexicano-andino. Los gérmenes históricos que conforman
la cultura americana; el proceso de desintegración y de integración
continentales. Los “gérmenes históricos” como factores del nuevo complejo
cultural; y, la constelación vertical de las polaridades antropológicas en el
nuevo mundo.
Eugenio
Chang-Rodríguez al comentar el libro expresa: “En su póstumo libro Hacia un nuevo humanismo americano,
Orrego fundamenta la tesis de Pueblo continente incursionando en la
intrahistoria latinoamericana. En la nueva colección de ensayos, el autor se
reafirma como opositor de la idea de resucitar el pasado precolombino, porque
la Conquista impuso unidad lingüística, histórica, religiosa, y, a la postre, unidad
sanguínea, “cuatro factores considerables, que unidos a la decisión e
iniciativa creadora del hombre, han solido determinar y facilitar, casi siempre
'salvo raras excepciones' el forjamiento de una expresión cultural”. Este sería
el mensaje recogido por la generación de la independencia hispanoamericana al
enfrentarse con la realidad continental: “Tras la colisión cosmogónica de dos
mundos tan diferentes, comenzó a generarse una zona de fusión y de síntesis a
través del mestizaje de ambas progenies, y de otras razas que llegarían
después”.
“Para
Orrego, -refiere Gustavo Flores Quelopana- nuestra trayectoria
histórica, en que se degradan los productos culturales del pasado para la
preparación de una nueva cultura, no sólo nos encamina a constituirnos en un
pueblo continente con el imperativo de formar un estado continente, sino
fundamentalmente, a marchar hacia un humanismo americano por medio de la fusión
de estirpes antagónicas, entre el blanco europeo, el negro africano y el indio
americano. Fusión capaz de resolver la encrucijada de la crisis del hombre en
esta supresión de las antinomias y por la potenciación de sus posibilidades.
Orrego cree que, así como de la fusión de estirpes opuestas en el Renacimiento
europeo nació el humanismo, de modo similar aquí en América, de la fusión de
gérmenes distintos habrá de surgir un neo humanismo americano. América está
destinada a convertirse en el epicentro de una nueva época y cultura mundial.
Pero no se crea que su humanismo americano incide más en lo etnológico que en
lo ontológico, más en el aspecto histórico que en el especulativo. Lejos de
ello, como se verá, la indagación del ser histórico de la nueva América
transita por el examen del ser del individuo, del ser de los pueblos y el ser
de la nueva América, en consonancia con una descripción de
la nihilización de dos orbes culturales”.
Flores
Quelopana, en su referido artículo “Antenor Orrego y su trayectoria americana” (Lima,
Salamanca 21 de Julio 2012) también manifiesta: “En este libro, Hacia un Humanismo Americano, vuelve
Orrego a ratificarse en un humanismo que no cae ni en el antropocentrismo ni en
el teocentrismo, sino que conjuga la realidad completa de
lo humanum y lo divinum. Es por eso que, su humanismo
no recae en aquella falsa antinomia sartreana: si Dios no existe entonces el
hombre está condenado a ser libre; ni en aquella de índole pascaliana: el
problema de Dios escapa de la esfera de la reflexión filosófica para caer en el
mundo de lo irracional, del sentimiento y de la fe. Por el contrario, en el
humanismo americano Orrego evita caer en los bancos de arena de la rivalidad
entre Dios y el hombre, para colocar la cuestión en una nueva forma: Dios y el
hombre son, de cierta forma, sujetos contrarios que postulan un reconocimiento
recíproco. No cabe escoger entre uno y otro, con la necesaria
eliminación – exclusión. Con este trasfondo espiritual Orrego hace
frente a la crisis del hombre moderno, lo que a su vez le permite comprender
mejor el destino de los gérmenes históricos como factores del nuevo complejo
cultural. De este modo, su punto de partida es un humanismo integral que no se
agota en lo inmanente ni se anestesia en lo trascendente”.
“Hacia
un humanismo americano” es una obra medular de Antenor Orrego en el que analiza
y expone su concepción sobre el destino
de América Latina, desde la consolidación del feudalismo despótico y
oligárquico del régimen colonial hasta
la integración continental. “So capa de la proclamación de los derechos del
hombre y del ciudadano, - refiere Orrego- , en América se mantuvo y aún se
agravó, en ciertos aspectos, el opresivo régimen económico, político y social
de la Colonia, cuyas resonancias todavía las están sufriendo, en carne viva,
todos nuestros países”.
Para
Orrego el nuevo espíritu y sentimiento
de unidad en los pueblos de América alborea hacia fines del siglo XVIII y
principios del XIX., comienza a germinar desde los primeros días de la
Conquista “como reacción al dominio metropolitano que, con frecuencia, se torna
insolente y opresivo”.
“Las
dos grandes unidades culturales del Continente fueron precedidas de pequeñas
unidades parciales, unificaciones más restringidas, como las culturas Chavín,
Tiahuanaco, Nazca, los Chancas, los Mochica, los Chimú, los Syris quiteños,
etc., en el Perú y como los Mayas, los Toltecas, los Aztecas, etc., en México”.
“La
Conquista nos trajo unidad de lengua, de historia, de fe religiosa y, con el
correr del tiempo, nos traería también, unidad biológica o de sangre, cuatro
factores considerables, que unidos a la decisión e iniciativa creadora del
hombre, han solido determinar y facilitar, casi siempre, -salvo raras
excepciones- el forjamiento de una expresión cultural”.
Con
la revolución de la Independencia, a pesar de no haberse cuajado en sus más
profundas y significativas consecuencias, América da el paso inicial para
encontrarse a sí misma en toda su poderosa y ulterior gravitación histórica y
humana”.
OBRAS PUBLICADAS DE ANTENOR ORREGO
Notas marginales (Ideología
poemática) (Trujillo, Tipografía Olaya, 1922),
Prólogo de “Trilce”, poemario de César Vallejo
(Lima, 1922),
El libro de la nave dorada de Alcides Spelucín
(Trujillo, 1926),
Monólogo eterno (Trujillo,
“El Norte”, 1929),
Pueblo
Continente, “ensayos para una interpretación de América Latina” (1ra. Edición. Santiago de
Chile, Editorial "Ercilla". 1939),
Estación
primera (Artículos publicados en "Amauta”). (Recopilación y Notas: José Caciano Chiri, Lima,
Talleres de obras Gráficas, 1961),
Discriminaciones (Universidad Nacional
Federico Villarreal. Facultad de Educación y Ciencias Humanas, Lima, 1965),
Hacia un humanismo americano (Lima,
1966),
Mi encuentro con Vallejo (Lima,
Tercer Mundo Editores, 1989),
Hacia un
humanismo americano (Librería Editorial Juan Mejía Baca,
1ra. Edición, Lima, 1966),
Obras Completas (5 tomos, CYDES, Lima 1995).
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Fuente
electrónica: