ÉTICA
EXISTENCIALISTA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Para el existencialismo la existencia
está antes o por encima de la esencia. Coloca en el centro de la reflexión el
hecho concreto de la existencia.
Representantes máximos de la ética
existencialista son los filósofos Sören Kierkegaard, José Miguel de Unamuno y
Jean Paul Sartre.
Sören
Kierkegaard
(1813-1855). Para este teólogo protestante y filósofo danés en el hombre ético es más valioso el deber que
el amor, la ley moral que la religión, la existencia social que la divinidad.
La verdad hace al hombre libre y “la verdad sólo existe para el individuo
cuando él mismo la produce actuando”.
La existencia humana se explica a través
de tres etapas: estética, ética y religiosa.
En la etapa estética el hombre vive sobre la superficie de la vida, en el
plano sensible, procurando sólo el placer sin obligaciones ni compromisos.
En la etapa ética la persona
cumple con su deber y sus compromisos, une lo singular con lo general.
En la etapa religiosa el hombre vive lo auténtico, bajo el signo de la fe
y la mirada de Dios. La razón resulta absurda frente a los dictámenes de la fe.
José
Miguel de Unamuno (1864-1935), egregio escritor y profesor español, manifiesta
que “Sólo existe el hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere, el que
come y bebe, el que juega y duerme, el que piensa y quiere; el hombre a quien
se oye, el hermano, el verdadero hermano”.Para Unamuno cada hombre individual
es un fin en sí mismo y no un medio
Jean-Paul
Sartre
(1905-1980), filósofo francés, afirma: “La existencia precede a la esencia”, es decir, que el
hombre comienza por existir, se encuentra en el mundo, surge en el mundo y después se
define. El hombre es un proyecto que va
determinándose a través de su existencia. El hombre no es otra cosa que
lo que él se hace.
Sartre considera que la existencia es la
fundamental actividad del hombre, en donde se van articulando las ideas y las
cosas; la existencia humana es actividad y movilidad por doquier.
Existir o vivir equivale a elegir entre
diferentes propósitos y objetivos. La
existencia no es un estado, sino un permanente llegar a ser.
En opinión de Jean-Paul Sartre el
hombre está condenado a ser libre, es decir los hombres no somos libres de
dejar de ser libres; el hombre es íntegramente libre y enteramente responsable
de sus actos, es absolutamente incondicionado. Sólo nuestros actos nos juzgan: son
irreversibles.
Decía Sartre que los seres humanos son una
libertad que escogen, pero no escogen ser libres, están más bien condenados a la
libertad. “Yo estoy obligado a desear, al mismo
tiempo que mi libertad, la libertad de los otros. El hombre es lo que él hace
de sí mismo”.
Por lo tanto, afirmaba Sastre, nuestra
ética debe consistir en querer ser libres, en serlo nosotros y en querer que
los demás lo sean: obrar en todo momento para que esta libertad se realice de
modo efectivo.