Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
Desde la
caída del Muro de Berlín en 1989, el mundo deja de ser bipolar y se convierte
en unipolar y el capital intelectual es el capital más importante con que
cuenta la humanidad como producto de la revolución científica y tecnológica en
la información y la comunicación que ha logrado democratizar el saber y el
conocimiento.
Vale la
pena recordar que en 1750 por primera vez se duplicó el conocimiento de la
humanidad. Ciento cincuenta años después, es decir en 1900 se repite el mismo
fenómeno. Nuevamente se duplica el conocimiento en 1955. A la fecha se estima
que el conocimiento humano se duplica cada 5 años. Y se proyecta que para el
año 2020 se duplicaría cada setenta y tres días.
El mundo
enfrenta un fascinante proceso de cambio en lo gnoseológico, tecnológico,
social, cultural, educativo, empresarial, industrial, económico, político,
profesional, comunicacional, jurídico, ecológico y axiológico.
Ahora el
planeta parece más cercano cuando uno se comunica a través de Internet con
cualquier parte del mundo. Por primera vez, el hombre aparece como habitante
del mundo, como ciudadano del mundo. Todo esto precisamente porque se produjo
el gigantesco paso histórico de la memoria escrita (imprenta) a la memoria electrónica
(computadora, 1955). Vivimos en una comunidad global interconectada por una red
de redes de ordenadores que crea un “hábitat informático”, sin límites de
tiempo y de espacio.
Ahora los
medios de comunicación masiva son reemplazados por los medios desmasificados,
como las radios de frecuencia compartida, el videocable, los bancos de
videocasetes, los videojuegos. En esta era digital se produce el tránsito de
los medios de comunicación masiva a la comunicación sectorial e
individualizada, funcionan cientos de miles de canales temáticos televisivos,
hay cambios en los lenguajes, formatos, formas de escribir o de narrar. Surge
el hipertexto como nuevo modo de acceder y estructurar la información. Ahora
los usufructuarios de los medios son a la vez consumidores y productores de
información (mal llamados periodistas
ciudadanos). Aparecen los portales, las páginas web, las redes sociales,
las cibercomunidades, el teletrabajo, la ciberuniversidad, las organizaciones
inteligentes, el aprendizaje electrónico, el libro electrónico, los
laboratorios virtuales, las aulas inteligentes, el periodismo digital y el
comercio electrónico, entre otros.
Es así
como se rompe con la tradicional comunicación lineal y unidireccional de un
emisor a un receptor, para entrar en comunicación multilineal, multidireccional
e interactiva. Desaparece la dictadura del tiempo y del espacio, la dictadura
valorativa y selectiva de los contenidos por parte de los editores y dueños de
los medios de comunicación y se democratiza el uso de los contenidos de la
información y la comunicación. Hay hipercirculación de DICs (dato, información,
conocimiento, sabiduría) con absoluta libertad, libertad de informar sin
límites ni trabajas y sin censura.
Dentro
de este contexto mundial abordaremos el tema de los Fundamentos éticos del periodismo, entendiendo por periodismo la
ciencia, la técnica y el arte del buen pensar, decir, escribir y difundir de
noticias, comentarios y críticas al servicio del bien común. Y por periodista
entendemos el profesional de la
información y la comunicación, premunido
de principios y valores éticos, profesional que domina métodos, técnicas y
procedimientos apropiados para la búsqueda, verificación, selección,
valoración, edición y difusión de mensajes a través de un medio de comunicación
social; el periodista es el intermediario entre los hechos noticiosos (que
ocurren en la realidad) y los ciudadanos; el periodista es el vigía de la
sociedad por el bien del ciudadano. Por eso se dice que el periodismo es la
“profesión de la intermediación”, o lo que Abraham Moles llamaba un “vaso
comunicante” entre los hechos informativos y el público.
Concordamos
con las expresiones de Adolph S. Ochs, ex director del Times de Nueva
York, cuando manifiesta que “El periodismo es una profesión que no se ve
influida por amistades y no teme a enemigo alguno; que no busca favores, ni
acepta gratificaciones; una profesión en que la pasión, los prejuicios y el
fanatismo son fatales para sus más altas aspiraciones; una profesión que está
consagrada al bien público y a poner al descubierto el fraude, las fechorías o
la incompetencia en la conducción de los asuntos públicos; una profesión cuya
práctica no puede estar influida por un espíritu estrecho y partidista, sino
que debe ser justa y equitativa frente a quienes sostienen opiniones
contrarias; una profesión cuyo lema es: ¡Hágase la luz!”.
Vale
la pena enfatizar que la moral es la salvaguarda de los valores de la persona
en general y del periodista, en particular. El filósofo Manuel Kant reivindicó
la autonomía moral del hombre contra las morales heterónomas. Autonomía moral
significa que es el hombre, que es el periodista, los que deben darse sus
propias normas de comportamiento ético en una sociedad democrática, como
responsables del desarrollo de sus proyectos de vida.
Dentro
de esta autonomía moral se trata de lograr un consenso sobre normas morales
mínimas que aseguren la convivencia
armónica social sobre la base de principios y valores éticos, nacidos de la
conciencia de la responsabilidad social o cívica compartidas. Se trata de
construir una moral civil infranqueable.
El
hombre es el único ser del universo que es fin y no medio, que tiene
inteligencia ética, dignidad y no precio, que tiene conciencia de sí, autonomía
y responsabilidad, libertad de conciencia y libertad de expresión y es capaz de
emitir juicios de valor que permitan superar problemas, dilemas, déficit y
deudas éticas en procura de un mundo mejor.
Ante
un mundo complejo y de cambios veloces se plantea la necesidad de una nueva
ética. Al respecto, Isidoro Arroyo Almaraz[2], señala lo siguiente: “Hoy en día
los medios de comunicación reclaman una nueva ética, porque la vieja moral no
dice nada de ellos, sobre todo cuando surgen conflictos entre el derecho a la
información y el derecho a la intimidad; entre el obligado servicio público que
deben dar y el servicio público en que se convierten; entre la libertad de
expresión que deben tener los informadores y la dependencia de éstos respecto
de los propietarios de los medios; entre la necesaria protección a los menores
frente a los contenidos perjudiciales que emiten y la también necesaria
libertad de los programadores para conseguir programas aceptados por la
audiencia; entre la demanda de autorregulación por parte de la profesión y la
demanda de heterorregulación por parte de los usuarios”.
El monopolio, el duopolio y el
oligopolio de los medios de comunicación en el ámbito mundial vienen afectando
el derecho de las poblaciones de contar con información veraz, responsable,
honesta y transparente. El Consejo de Ministros de Europa en 1991 advirtió que
la concentración de la propiedad de los medios «podría ser perjudicial para la
libertad de información y el pluralismo de opiniones, así como para la
diversidad de las culturas».
El periodismo, los multimedios de
comunicación y los periodistas están llamados a restablecer su credibilidad, a
recuperar su compromiso con el pueblo que la industria periodística
erróneamente la perdió.
No más sensacionalismo, no más
medias verdades, no más persecución a las víctimas de un delito, no más
entrevistas de emboscada, no más manipulación de las informaciones y
declaraciones, no más considerar a la noticia como una mercancía.
Basta de seguir considerando a las
empresas periodísticas como simples empresas mercantiles, olvidándose de su rol
social y de su gran responsabilidad que tiene que modelar, forjar y orientar la
opinión pública en función no a los grandes intereses de los grupos de poder
económico y político, sino en aras del bien común. Abajo los prejuicios
irracionales, los conflictos de intereses.
La sociedad peruana demanda la
presencia de un periodismo ético, periodismo inclusivo y periodismo respetuoso
de los derechos humanos, periodismo que garantice veracidad, imparcialidad y
fidelidad con los hechos que difunden. Basta ya de sensacionalismo. Preocupa a la población la práctica del
denominado “periodismo de chequera”[3],
periodismo “rosa”, periodismo “amarillo”, periodismo “chicha”, periodismo de
“indignación”, periodismo show y periodismo de la guerra de los medios por el
rating, pues antes de la búsqueda de la verdad les interesa más que sea bien
recibido su pescado podrido[4].
Interesa y preocupa a la población
peruana: el trucaje de fotografías a través de los ordenadores, la
ciberpornografía infantil, el acoso sexual por correo electrónico, la
desaparición del sentimiento de vergüenza por los malos actos cometidos, la
práctica de la crueldad a los animales y que el vacío existencial de las
personas se convierta en una cortina de humo que impide ver el fondo de las
cosas o los hechos del cotidiano vivir.
El ex rector de la Universidad Nacional
de Nicaragua, doctor Carlos Tunnermann Bernheim, en alguna oportunidad expresó
con fundadas razones lo siguiente: “El trasfondo de toda la formación del
periodista, sin la cual de nada sirven ciencia, técnica y destreza, es una base
ética. En manos del periodista la sociedad deposita un gran poder. De su
formación ética depende que lo use para bien o para mal…De la formación
deontológica del periodista dependerá que haga de su profesión un notable
magisterio o un simple negocio, capaz de traficar con el honor de las personas,
los intereses del pueblo y la salud de la República ”.
No cabe duda que en la actual
economía de mercado-fundada en la creatividad y la competitividad-, la ética
del diseño, la bioética, la ética ecológica, la tecnoética, la ética de la
membresía, la ética de la creatividad, la ética de la investigación, la ética
compartida, la ética de los negocios y la ética multimediática ocupan un
espacio singular y un lugar central.
En un periodismo ético no caben los
caníbales, aquellos que haciendo mal uso de la profesión fogocitan a sus
públicos, lo invaden y lo neutralizan
saturándolos de información sesgada, confusa, falsa y descontextualizada y le
imponen sus propias opiniones. En la
práctica de un periodismo ético no caben
sofistas, chantajistas, coimeros, turiferarios, sicofantes, bulolistas,
traficantes de influencias, entre otros. Aquí no caben los que hacen mal uso y
abuso de la profesión o de los medios o que pregonan eslóganes, como este: El fin justifica los medios.
La sociedad peruana urge de más
periodistas éticos que desarrollen una prensa libre como medio informativo,
formativo, educador, fiscalizador, de entretenimiento y de control del poder
económico y político, periodistas éticos que sean capaces de defender el
derecho de expresarse libremente, con responsabilidad y respeto a la vida
privada de las personas, en una sociedad abierta. Periodistas éticos que tengan
la integridad suficiente para decir la última palabra sobre las noticias y los
comentarios que son adecuados para el bien común.
Podemos concluir manifestando que
el periodismo ético se funda en lo siguiente:
No a la manipulación de la verdad,
de las informaciones y de conciencias a través de los medios.
No a la difusión de verdades
parciales, de mentiras estadísticas y mentiras fotográficas.
No a la revelación de los secretos
de Estado o de secretos de la empresa en la que el periodista labora.
No a la omisión de informaciones de
interés colectivo.
No a la publicación de ataques
personales en los textos informativos y en las inserciones pagadas. No a la
difusión de aclaraciones redactadas con lenguaje soez, o expresiones vulgares o
repulsivas que denigren a personas o instituciones.
No a la difusión de propaganda
subversiva, propaganda de guerra o de expresiones que atenten contra las buenas
costumbres de la sociedad.
No a la incoherencia, no a la
complicidad como hábitos de complacencia.
No a la comisión de delitos de
espionaje, delito de traición a la patria, delito de apología del
narcoterrorismo, delito de pánico financiero.
No al uso de los medios para
fomentar y reforzar sistemas económicos y políticos que sirven a las grandes
empresas e intereses transnacionales o de grupos de poder.
No al caber-racismo u odio
cibernético ni a la incitación al odio de razas y a las bajas pasiones.
No a los montajes, retoques o pies
de foto que desnaturalizan el contenido informativo gráfico.
No firmar ningún texto sin
previamente leerlo.
No al plagio, no al volteo de la
información y no a las falsas denuncias.
No desarrollar campañas
psicosociales para distraer la atención de la población de sus reales intereses
y problemas.
No difundir informaciones secretas
que afecten el bien común, la seguridad nacional, el orden público y la paz
social.
No escribir sobre acciones o
valores en los que tenga un interés financiero personal o un interés de sus
familiares.
No influir en las decisiones y
sentencias de los magistrados sobre determinados casos judiciales, con relatos
tendenciosos.
No utilizar en provecho propio o de
terceros informaciones privilegiadas obtenidas en forma confidencial.
No utilizar métodos ilícitos y
antiéticos para obtener informaciones, declaraciones, fotografías o documentos.
Sí a la libertad de expresión,
opinión, información y difusión del pensamiento pero con responsabilidad y en
aras del bien común.
Sí a la práctica de la ética de la
alteridad, en defensa de “los otros”, que son los pobres, los oprimidos, los
que menos tienen, los marginados y excluidos socialmente.
Sí al desarrollo de un proyecto de
moral civil, que permita alcanzar el consenso entre los miembros de la sociedad
en torno a normas morales mínimas e imprescindibles para un vivir en armonía
social, con libertad de conciencia, con respeto a los derechos humanos y a la
vida privada de las personas y con principios morales compartidos.
Sí al uso del lenguaje sin
ambigüedades, lenguaje claro y comprensible en la redacción de los textos y
mensajes. El periodista ético escribe siempre con las neuronas y nunca con las
hormonas o el hígado.
Sí a la renuncia a toda prebenda
que tenga por precio una partícula de su integridad profesional.
Sí a la rectificación de los
errores cometidos o de inexactitudes, tanto a nivel de exposición de un hecho
como de opinión o de crítica.
Sí a la cláusula de conciencia y al
secreto profesional en el ejercicio del periodismo.
Sí al respeto a la propiedad
intelectual y propiedad privada, al Estado de derecho y la institucionalidad
democrática.
Sí a la autorregulación del
comportamiento profesional de los periodistas y de los medios, para no
excederse en el desempeño de sus funciones.
Sí a la aplicación de códigos de ética
en los medios de comunicación, para regular el comportamiento ético de sus
trabajadores y periodistas.
[1] Reflexiones sobre los
fundamentos éticos del periodismo es la conferencia desarrollada por el
doctor Eudoro Terrones Negrete, como parte del Seminario La ética en el periodismo, realizada el 10 de noviembre
de 2012 en el auditorio de la Universidad
Jaime Bausate y Meza, en homenaje al IV aniversario de la
promulgación de la Ley N ° 29278
que otorga la denominación a la
Escuela de Periodismo la denominación de Universidad Jaime
Bausate y Meza.
[2] Arroyo Almaraz, Isidoro, Ética
de la imagen, Madrid, 2000.
[3] Periodismo
de chequera: cobro de suma de dinero por derecho de entrevista o de
reportaje, por recibir u omitir una primicia que puede ser verdadera o falsa,
etc.
[4] Pescado
podrido: información muy atractiva, con apariencia de verdadera, pero falsa
o destinada a apartar la atención del público de lo esencial (Oscar Gómez
Castañón).
[5] Entrevista de emboscada: bombardeo de preguntas
sorpresivas y comprometedoras, que conlleven a respuestas riesgosas.
[6] Información sesgada: información que hace hincapié o énfasis
solamente en un aspecto y con la intencionalidad de fomentar la imagen positiva
o negativa de algún personaje.