CARACTERIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
La
mayoría de los filósofos y estudiosos de la historia de la filosofía
caracterizan a la filosofía, de una u otra manera, con palabras más o palabras
menos. Por ejemplo, Aristóteles, José Ortega y Gasset, Martín Heidegger, Ángel
Vasallo, Karl Jaspers, José Ferrater Mora, Leopoldo Zea y Fernando Savater.
La
filosofía tiene una serie de características singulares, que lo distinguen de
las demás ramas del saber humano.
Para
el filósofo griego, Aristóteles, la
filosofía es el estudio del ser en tanto
que ser, una ciencia de lo universal y necesario.
José
Ferrater Mora[1], trata de condensar las
características fundamentales de la filosofía, desde la antigüedad hasta
nuestros días, en los términos que siguen: “Muy característico de la filosofía,
ya desde sus primeros pasos en Grecia, es una serie de condiciones dobles. Por
un lado la filosofía manifiesta un interés universal; por el otro revela escasa
atención por la diversidad de los hechos. Por un lado subraya la superioridad
de la razón; por el otro se inclina a una intuición del ser de índole a veces
más mística que discursiva. Por un lado destaca la importancia de la teoría;
por el otro señala el carácter fundamental de la virtud y de la conducta. Por
un lado es altamente especulativa; por el otro, decididamente crítica. Por un
lado no quiere dar nada por supuesto; por el otro está sumergida en toda clase
de suposiciones. Por un lado quiere identificarse con el puro saber y con lo
que luego se llamará la ciencia; por el otro destaca el afán de salvación. Por
un lado se presenta como una serie de proposiciones; por el otro, como una
actitud humana. Todas estas condiciones persistirán a lo largo de la historia
hasta nuestros días”.
El
filósofo mexicano Leopoldo Zea[2] caracteriza
la filosofía como una ciencia universal,
difícil, rigurosa, didáctica, preferible, principal y divina: “1.Es una ciencia
universal, “el sabio posee hasta
donde cabe la ciencia de todas las cosas, sin poseer la ciencia de cada una
individualmente”; 2. Es una ciencia difícil,
“quien puede conocer las cosas arduas y no fáciles de conocer para el hombre,
es sabio”; 3. Es una ciencia rigurosa;
4. Es una ciencia didáctica:
“También, que el más riguroso y el más capaz de enseñar es, en toda ciencia,
más sabio”; 5. Es una ciencia preferible,
“de las ciencias, la preferible por ella misma y en gracia al conocimiento es
sabiduría en mayor grado que la preferible por sus consecuencias”; 6. Es una
ciencia principal, “la principal es
sabiduría con mayor propiedad que la subordinada; porque no está bien que el
sabio sea mandado, sino que mande, ni que él obedezca a otro, sino a él el
menos sabio”; 7. Es una ciencia divina
por su objeto y por su sujeto. “La más divina es también la de más alto rango y
la de esta índole la única que puede serlo de dos maneras. Aquella que puede
tener más que nadie Dios es la divina entre las ciencias, y la que pudiera
hablar de las cosas divinas; ahora bien, ésta, pero ella sola, resulta ser
ambas cosas: todos consideran a Dios una de las causas y un cierto principio y
Dios solo, o más que nadie, puede tener una ciencia de esta índole”.
Luego
de revisar infinidad de textos filosóficos, el autor de la presente obra, Eudoro Terrones
Negrete, identifica una serie de características como las siguientes:
- Actitud natural e
investigativa.
- Actitud indagadora.
- Afán de método.
- Analítica y
sintética.
- Carencia de fines
utilitarios.
- Ciencia autónoma.
- Concepción del yo y
del mundo.
- Conjunto de conocimientos.
- Constancia y
sobriedad.
- Criticidad y
dialéctica.
- Democrática.
- Desinterés.
- Falibilidad.
- Historicidad.
- Instrumento de
información y comunicación.
- Interdisciplinariedad.
- Lenguaje propio.
- Liberadora.
- Meditación sobre la
muerte.
- Objeto propio.
- Problemática.
- Profundidad y
proyecto de vida.
- Racionalidad.
- Saber de segundo
grado, saber práctico, saber profesionalizante, saber sin supuestos, saber
teórico y saber radical.
- Sistemática.
- Teoría de los
valores.
- Universalidad.
- Veracidad.
- Vitalidad.
- Voluntad de
sacrificio auténtico.
Actitud natural e investigativa
Hacer
filosofía es propio de todas las personas con uso de razón. La filosofía es
producto del filosofar del hombre, por el hombre y para el hombre. Son los
orígenes y problemas del hombre, sus inquietudes, experiencias,
necesidades, preocupaciones, inquietudes
y proyectos de vida los que mueven insistentemente al hombre a pensar en sí
mismo y en los demás, a cuestionarse a sí mismo, a interpretar y explicar lo que ocurre a lo
largo de su existencia, etc. Y el hombre asume una actitud filosófica frente al
hombre, a la sociedad y al mundo.
“La
filosofía –dice Rafael Gambra[3]-
responde, pues, a la actitud más natural del hombre. En rigor, todo hombre
posee, más o menos confusamente, una filosofía. Piénsese, por ejemplo, en la India , ese pueblo apático,
indiferente, que se ha dejado siempre gobernar por extranjeros sólo por no
tomarse el trabajo de hacerlo por sí mismo; en el fondo de su actitud ante la
vida hay toda una concepción filosófica: ellos son panteístas, creen que el
mundo es una gran unidad, de la que cada uno no somos más que una
manifestación, y a la que todos hemos de volver. Ante este fatalismo que anula
la personalidad, la consecuencia natural es el quietismo. Los pueblos de Occidente,
en cambio, han sido siempre activos, emprendedores. También les mueve una
filosofía, que es en ellos colectiva: creen en la personalidad de cada uno como
distinta de las cosas y de Dios, y como perfectible por su propio obrar. A su
semejanza de aquel que escribía en prosa sin saberlo, todo hombre es filósofo
aunque no se dé cuenta”.
La
filosofía implica una actitud indagadora de parte del filósofo o del hombre cuando
permanece constantemente interrogándose sobre los problemas, dificultades, conflictos,
anomalías, dilemas, enigmas, dudas,
situaciones, paradojas, retos o desafíos
que experimenta en el ser de las cosas, en sus relaciones consigo mismo y con
sus semejantes y en el mundo, que urgen de respuestas adecuadas que conlleven a
las soluciones oportunas.
Sobre
la actitud de investigación que compete al campo de la filosofía son muy
esclarecedoras las palabras de Heráclito: “Es necesario que los hombres
filósofos sean buenos indagadores (istoras) de muchas cosas” (Heráclito), y la
de Tucídedes, cuando hace decir a Pericles de sí mismo y de los ciudadanos de
Atenas: “Nosotros amamos lo bello con sencillez y filosofamos sin timidez”.
Afán de método
El
método filosófico viene a ser el conjunto de actividades intelectuales que,
establece los procedimientos lógicos, formas de razonar, reglas, normas, etc.,
que permiten al estudioso de la filosofía o al filósofo investigador captar o
conceptuar la realidad, comprenderlo y explicarlo racionalmente hasta alcanzar
los objetivos, fines y metas trazados.
La
filosofía utiliza una serie de métodos propios de acuerdo al tipo de problema
que investiga, analiza, describe o explica. La filosofía permite descubrir la
verdad y explicar todo cuanto hay en el universo mediante el uso de una serie
de métodos propios: método mayéutico o socrático, método dialéctico, método
inductivo, método deductivo, método fenomenológico, método histórico, método de
lectura y comentario de textos, método de análisis lingüístico, método hipercrítico, método irracionalista,
método metafísico, método inmanente (cartesiano o de la duda metódica), entre otros.
Por
ejemplo, la duda metódica es un método creado por Descartes para descubrir o
investigar la verdad y explicar los fenómenos sociales, naturales y
sobrenaturales y llegar al auténtico saber de las cosas. “La buena filosofía
comienza con la duda y nunca termina con la obstinación” (Abate Galiano); “El que
más sabe, más duda” (Enea Silvio Piccolomini (Papa Pío II).
Según
el filósofo positivista francés, Augusto Comte[4], cada rama de nuestros conocimientos pasa
sucesivamente por tres estados teóricos diversos; el estado teológico o
ficticio; el estado metafísico o abstracto; el estado científico o positivo.
“En otros términos –indica- el espíritu humano, por su naturaleza emplea
sucesivamente en cada una de sus “investigaciones tres métodos de filosofar,
cuyo carácter es esencialmente diferente e incluso radicalmente opuesto;
primero el método teológico, después el método metafísico, y por fin el método
positivo. De ahí tres clases de filosofía o de sistemas generales de
concepciones sobre el conjunto de los fenómenos que se excluyen mutuamente: el
primero es el punto de parte necesario de la inteligencia humana; el tercero su
estado permanente y definitivo; el segundo está destinado únicamente a servir
de transición”.
Analítica y sintética
Para
un adecuado y mejor estudio de la realidad, para un riguroso, metódico y
profundo análisis conceptual el
filósofo logra descomponerla en sus partes constitutivas para, finalmente,
relacionarlas e integrarlas en un nuevo todo unitario, armónico y coherente a
manera de síntesis, a fin de hacer
inteligible la realidad y, a la vez, trascenderla.
“El
pensamiento crítico -dice Mario Bunge[5]-
comienza por analizar las ideas y los procedimientos y culmina con síntesis
tales como las clasificaciones, las teorías, los diseños de experimentos y los
planes. El análisis puede tener cualquiera de los siguientes resultados: la
disolución de problemas mal concebidos; un replanteamiento preciso de problemas
mal propuestos; el descubrimiento de presuposiciones; la elucidación; la
definición; la deducción; pruebas de consecuencia o inconsecuencia; prueba de
compatibilidad o incompatibilidad con algún cuerpo de conocimientos; la
reducción; el restablecimiento de relaciones y más. El análisis es el sello de
la racionalidad conceptual. En consecuencia, la familia de las filosofías puede
dividirse en dos: las analíticas o racionalistas y las antianalíticas o
irracionalistas…”.
En
lenguaje filosófico la síntesis hace posible la “composición”, la fusión, la
integración o la síntesis de los diversos y múltiples elementos particulares,
de temas, contenidos cognoscitivos, productos mentales, hechos, situaciones o problemas
abordados que conllevan a su inteligibilidad, comprensión, descripción y
explicación de manera concluyente.
Carencia de fines utilitarios
“La
filosofía – dice Jaspers[6]-
prescinde de toda cuestión de utilidad y nocividad mundanal, y que se realizará
mientras vivan los hombres”.
A
través de la filosofía se plasma un rasgo de desinterés en el filósofo. Al
respecto, argumenta Joaquín Iriarte[7]:“Ni
el dinero, ni el sexo, ni el mundo han hecho mella en él. Dominarlo al menos,
no han podido…Lo hemos indicado; los filósofos, en buena parte al menos, han
estado sujetos a la tiranía del cerebro, sin tiempo ni humor para los suaves
imperativos del corazón. Sin familia y casi sin patria, viven levantados sobre
los sentimientos o afectos exclusivistas. Platón, Zenón, Epícteto, Plotino,
Epicuro, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer, Kierkegaard,
Nietzsche, Bergson, Santayana, permanecieron célibes…El filósofo exige para sí
la augusta prerrogativa de una soledad antecedente y consiguiente. La primera,
porque sus estudios y su preparación piden vivir con los libros mejor que con
los hombres. La segunda, porque una vez constituido en filósofo, categorizado
como tal, los respetos y veneración a que se ha hecho acreedor deben traducirse
en un acceso difícil a su persona, so pena de desgastarse. La insociabilidad
del filósofo tiene pues, doble razón de ser: una cualidad temperamental o
condición de trabajo, y una recompensa que ha de saberse valorar y explotar”.
La filosofía no tiene fines utilitarios, porque no es
ciencia empírica. Solamente sirve para la búsqueda de la Verdad , del Saber, del Ser
en sí y por sí. La filosofía sólo sirve para encontrar la esencia de las cosas,
del hombre, de la sociedad y del universo, de todo lo real y del espíritu, en
sus principios, causas y efectos. La filosofía es una ciencia especulativa y
desinteresada.
Al
respecto, F.M. Sciacca[8]
escribe: “La filosofía no es una ciencia como todas las demás. Ante todo no lo
es porque, como acertadamente observó Aristóteles, se distingue de las ciencias
empíricas: pues, en efecto –cuando es verdadera filosofía y no granjería de
falsos filósofos y de semifilósofos-, no tiene fines utilitarios. En ese
sentido, la filosofía, “la sabiduría deseada por sí misma y por amor al saber”,
es una ciencia inútil: no sirve para
nada que sea extrínseco o extraño a la búsqueda de la Verdad en sí y por sí. Los
que bromeando dicen que la filosofía es “inútil” ignoran que están formulando
su más bello elogio: es inútil y, por ello, libre y liberadora”.
Ciencia autónoma
Se
dice que la filosofía es ciencia porque es un conjunto de principios y conocimientos
sistematizados, acerca de la naturaleza, el hombre, el pensamiento, la sociedad,
Dios y el universo. Es ciencia también porque tiene su propio objeto de estudio
(la comprensión general del hombre y del mundo) y método de investigación.
La
filosofía es “ciencia” en cuanto que es “un conjunto de principios y
conocimientos ordenados y que proceden de lo conocido a lo desconocido por
medio de demostraciones”.[9]
La
filosofía como ciencia versa sobre conclusiones generales arrancados de
principios obtenidos a la luz natural de la razón. Intenta establecer la
esencia, las propiedades, causas y efectos de las cosas, las relaciones y
finalidades últimas del hombre y del universo mediante la reflexión y el
razonamiento.
A
lo largo de su historia la filosofía es un saber autónomo, no ligado a
determinaciones e imposiciones conceptuales de ideologías y doctrinas
políticas; tiene su propia iniciativa y capacidad para determinar con
independencia sus normas, principios, leyes, objetos, métodos y fines propios
que guían sus acciones gnoseológicas.
La
filosofía es un cuerpo de doctrinas, propio, exclusivo pero no excluyente,
diferente de las ramas del saber humano; por lo que en un principio la
filosofía fue denominada “ciencia universal” o “madre de todas las ciencias”.
En el s.XIX, Hegel denominó a la filosofía la “ciencia absoluta”.
La
filosofía no es en Grecia ni en Occidente, como si lo fue en Oriente, el
patrimonio y privilegio de una elite o casta aristocrática pensante, sino
potestativo de todo ser humano dotado de facultades cognoscitivas.
Todo
ser humano provisto de razón puede filosofar y tiene la posibilidad de buscar,
investigar, encontrar, valorar y difundir la verdad y el saber de forma
autónoma. Recordemos las expresiones de Aristóteles: «Todos los hombres tienden
por naturaleza al saber».
Se
dice que la filosofía es una ciencia autónoma porque no se apoya en una verdad
revelada sino en la fuerza de la razón, a la que reconoce como su único y
propio medio, instrumento, herramienta o guía fundamental para alcanzar sus
objetivos, fines y metas trazadas en el campo de la investigación filosófica.
Concepción del Yo y del mundo
Tantas
teorías, sistemas y opiniones de los filósofos se vierten, tantas filosofías
existen. Todo ser humano tiene su propia filosofía, tiene su peculiar forma de
ver o de encarar las cosas, de enfocar, interpretar, valorar, investigar y
resolver los problemas existenciales, tiene su singular manera de encarar la
fenoménica social, educativa, política y económica, las situaciones y
circunstancias de la vida.
Con
las palabras del filósofo británico, Karl Popper (1902-1994), diríamos que todos
los hombres tienen una filosofía, sabiéndolo o sin saberlo, y también cada cual
tiene su propia teoría del conocimiento.
Es
por eso que se produce la existencia heterogénea de formas de concebir el
mundo, la vida, las cosas, el hombre y todo cuanto hay en el universo, aun
cuando pueden existir puntos comunes o coincidencias a nivel de las
concepciones diversas, como también profundas discrepancias o serias
contradicciones.
“Cuando
el microcosmos constituye el objeto a que se dirige la filosofía, se da la
filosofía en el sentido de una concepción del Yo” puntualiza Johann Hessen[10].
Se
explica, entonces, que cada filósofo tiene también un concepto propio, singular
de lo que debe ser la ocupación filosófica. Por eso es que hay tantas
filosofías como filósofos existen, que se inscriben en diversas corrientes o
escuelas filosóficas: idealismo, materialismo, humanismo, vitalismo,
pragmatismo, existencialismo, historicismo, etc., dentro de las cuales pueden
desarrollarse determinadas tendencias filosóficas.
En
cuanto ciencia la filosofía surge de la necesidad perentoria de elaborar una
concepción general del universo o
cosmovisión, que trate de investigar, explicar y valorizar sus
principios, postulados y leyes generales en que se funda, uniendo así el Pensar
con el Ser.
En
el siglo XIX, Guillermo Dilthey definió a la filosofía como una “concepción del
mundo y de la vida”. El término
concepción del mundo, originariamente se deriva de la expresión latina contemplatio mundi, significa: la pura
estimación contemplativa del mundo circundante y la conducta que el sujeto
realiza en la vida; la peculiar manera de conocer, de sentir y de actuar en la
vida, en el mundo; el original modo de interpretar el sentido y el valor del mundo
y de la conducta humana; el sistema de ideas, conceptos, imágenes, creencias,
símbolos o representaciones filosóficas sobre el mundo que circunda al hombre. La
concepción del mundo viene a ser una respuesta espontánea que da la conciencia
del hombre al impacto que cotidianamente recibe del mundo frente a los diversos
y complejos problemas, desafíos y enigmas. La concepción del mundo brota de la
conducta vital, de la experiencia de la vida y de la estructura de la totalidad
psíquica del ser humano
Una
particular concepción del mundo y de la vida tienen, por ejemplo, Sócrates,
Platón, Aristóteles, Hegel, Dilthey, Marx, Goethe, Buda, Confucio, José
Ingenieros, Oswald Spengler, Martín Buber, José Ortega y Gasset, todos los
filósofos y científicos de todas las épocas, por qué no también los peruanos
Víctor Raúl Haya de la Torre ,
José Carlos Mariátegui, Francisco Miró Quesada Cantuarias, Augusto Salazar
Bondy.
A
la filosofía le interesa todo el saber humano, para que amalgamando los hechos
naturales y sociales, políticos, económicos, culturales, etc., sea capaz de
generar una concepción general del mundo, que le permita penetrar la realidad
más profunda de las cosas y responder a las exigencias de la razón, a las
necesidades de una sociedad más igualitaria, libertaria, digna y justa.
Conjunto de conocimientos
La
filosofía es un conjunto de conocimientos
metódicos Y el filósofo es un ser cognoscente por naturaleza.
Toda
filosofía posible es “intelectualista, cualquiera sea su resultado en cuanto al
contenido” (Max Scheler). Y llevado
el filósofo al campo profesional es, esencialmente, “el hombre profesional del
conocimiento, y por eso coloca a éste en el primer plano de la vida” (José M.
Rubert Candau).
La
filosofía comprende un conjunto de conocimientos de diverso orden y matiz, que
pretende ser válido universalmente y no como una simple opinión individual del
filósofo y para los filósofos.
En
un principio la filosofía comprendió la totalidad de los conocimientos que
correspondían a las diversas ramas del saber humano, inicialmente la
cosmogonía, cosmología, astrología, física general o naturaleza, luego las
matemáticas, la metafísica, la lógica, la moral y la política, y poco a poco
fueron apareciendo nuevas disciplinas, desprendidas de la filosofía, en la medida
que éstas alcanzaron y definieron su esfera propia de objetos y métodos
adecuados.
Precisamente,
la filosofía tiene como una de sus disciplinas fundamentales la gnoseología o teoría del conocimiento
(del griego gnosis, conocimiento, y lógos, discurso, palabra). Esta
disciplina estudia, describe y explica el origen, la naturaleza, la validez, los
límites, elementos, fundamentos, métodos, formas o clases del conocimiento, así
como también la verdad, los caminos para descubrirla y conocerla. El término gnoseología
fue introducido por el filósofo alemán Manuel Kant
Constancia y sobriedad
Wilhelm
Szilasi[11] caracteriza
a la filosofía por la “constancia” y la “sobriedad” en estos términos: “Pero la
filosofía se caracteriza por su “constancia”, la cual se manifiesta en todos
los casos en que el hombre se llama a capítulo a sí mismo a cerca de sus
propias posibilidades y de la estructura de estas posibilidades. Se
caracteriza, además, por la “sobriedad” con que fundamente las interrogaciones
que la conciencia humana dirige hacia fuera. Esta constancia o continuidad con
que penetra en todos los asuntos humanos y esta sobriedad con que anhela las
preguntas allí donde comienza la interrogación científica, determinan la
exactitud propia de la filosofía, que no la abandona ni cuando investiga los
últimos fundamentos del ser y los límites extremos de lo cognoscible…”.
Criticidad
La
filosofía cuestiona todo tipo de afirmación; filosofar es disentir, el disenso
es el que permite crear la teoría crítica tanto en la filosofía como en la
ciencia, respecto a los problemas que se enfrenta el ser humano. La filosofía se encarga de criticar
todo tipo de saber, de pensar y de actuar, sean de orden filosófico o no
filosófico. La filosofía se opone a los mitos, dogmas, intereses creados,
sofismas, medias verdades y se eleva por encima del sentido común, de lo dado,
de lo inmediato y de lo perecedero.
Criticar
filosóficamente significa emitir un juicio de valor positivo o negativo,
verdadero o falso, bueno o malo, sobre un hecho, un fenómeno, una forma de
pensar o de actuar del ser humano. La filosofía es crítica del entendimiento,
de la literatura, de la moral, del arte, de la axiología, de los males y
problemas del hombre y de la colectividad.
A
través de la filosofía se trata de encontrar
y examinar críticamente la naturaleza y los principios básicos de los
fenómenos naturales y sociales, sus orígenes, contradicciones, limitaciones,
posibilidades, potencialidades y aceptarlos cuando se está convencido de que
son ciertos y no hay razón alguna para rechazarlos. Dewey puntualiza que la
filosofía es esencialmente crítica de los valores: “La crítica-dice- es un
juicio discriminador, una apreciación cuidadosa, y un juicio es llamado
propiamente crítica siempre que el contenido objetivo de la discriminación
concierna bienes o valores”.
En
la filosofía mucho se aprende de las objeciones, cuestionamientos o críticas de
los demás filósofos. Y las críticas por un proceso dialéctico llegan a generar
nuevas ideas, planteamientos y alternativas de solución a diversidad de
problemas de índole filosófica.
Dialéctica
El
DRAE define la dialéctica como el “arte de dialogar, argumentar y discutir”.
Platón, en su obra “Cratilo”, lo define de este modo:“Habilidad para discutir
por preguntas y respuestas. El que sabe interrogar y responder, ¿no es lo que
llamas un dialéctico”.
La
filosofía es producto del filosofar y el filosofar es a su vez producto de la
reflexión sobre el objeto de la filosofía. Pero este pensar no puede ser otro
que de carácter dialéctico que se mueve entre cuestionamientos,
contradicciones, oposiciones, afirmaciones, negaciones, correcciones,
rectificaciones y superaciones.
El
desarrollo del proceso dialéctico de la filosofía sólo es posible mediante una
tesis (afirmación), una antítesis (negación de la afirmación) y una síntesis o
conclusión (superación y asimilación de la oposición; negación de la negación),
a fin de lograr sus objetivos, fines y metas trazadas.
La
dialéctica es histórica, dinámica, transformadora y trascendental; promueve el
cambio, la superación y la transformación, así también lo es la filosofía.
Democrática
El
saber filosófico no es potestativo de una casta de filósofos, sino que todos
los hombres tienen por naturaleza la capacidad de filosofar de una u otra
manera durante el fluir de su existencia. La filosofía no es propiedad de
determinadas clases sociales, de pueblos ni de razas específicas.
Todo
hombre en cuanto hombre filosofa. Filosofa el pobre o el rico, filosofa el
blanco o el negro, filosofa el peruano, el latinoamericano, el norteamericano o
el ruso. Todos filosofan, unos más y otros menos, unos bien y otros regular,
unos filosofan por cumplimiento de sus funciones profesionales y otros
filosofan por vocación. Filosofa el joven, el adulto y el anciano; filosofa el cristiano y el
ateo; filosofa el partidario de ideas capitalistas y de ideas socialistas…
¡sólo no filosofa el que ha dejado de filosofar y punto!.
La
filosofía no tiene un carácter excluyente, por ser democrático mantiene viva su
preocupación inclusiva e interés participativo en el quehacer filosófico de
todas las personas, sin exclusiones ni exclusivismos.
El
espíritu democrático de la filosofía se expresa en el hecho de que abre al
hombre el horizonte infinito de la vida espiritual, axiológica, estética y
ética, para definir, valorar y orientar su existencia hacia mejores horizontes
de una vida plena y auténtica, de perfección humana. Bertrand Russell[12]
afirma al respecto:”Si la filosofía puede ayudarnos a sentir el valor de esas
cosas, habrá que representar el papel que le corresponde en la obra colectiva
de la humanidad”.
Falibilidad
La
filosofía es un conjunto de conocimientos adquiridos por el hombre en su
condición de ser racional y pensante, pero imperfecto. Por tanto dichos
conocimientos carecen del don de la infalibilidad, son conocimientos falibles,
que llevan el germen del error pero también la posibilidad de la
perfectibilidad.
Historicidad
El
término historicidad, según Max Müller y Alois Hálder[13]
significa “Modalidad fundamental del hombre, que se halla situado entre un
pasado dado ya anteriormente a él, que lo determina y configura y al mismo
tiempo se le escapa, y un futuro que todavía está pendiente y, sin embargo,
exige su acción; y sólo en esta tensión entre determinación y libertad puede y
debe el hombre realizarse a sí mismo”.
El
término historicidad en el contexto de la filosofía significa que la Filosofía se hace, se
forma, se desarrolla y se perfecciona en el curso de su propia evolución
histórica. Toda filosofía tiene un pasado, un presente y un futuro, tiene un
período de evolución en el tiempo y en un determinado espacio o área
geográfica. Toda historia tiene su filosofía, toda filosofía tiene su historia,
no hay corriente filosófica abstraída de su contexto histórico. La historia de
la filosofía permite analizar, comprender y explicar cualquier concepto o
estructura social, cualquier hecho natural o social; el origen histórico de un
concepto y sus adecuaciones, transformaciones y superaciones en el tiempo son
parte de ese concepto y le dan sentido y orientación histórica. La filosofía de
la historia es la explicación en profundidad y extensión de todos los hechos o
actos históricos que son propios de la reflexión y la acción de los filósofos
en particular y de los seres humanos en general.
La
filosofía como toda ciencia tiene su historia. La historia de la filosofía
viene a ser el estudio científico de los conocimientos filosóficos, elaborados
por el hombre a través de todos los tiempos de la humanidad; es el estudio
crítico y profundo de lo que pensaron e hicieron los filósofos e investigadores
de la filosofía desde los inicios de la
civilización hasta nuestros días. ¿Qué sería de la filosofía sin una ciencia
como la historia que se encargara de registrar o investigar, narrar, describir
y explicar en forma secuencial y cronológica lo producido por las distintas
doctrinas filosóficas que han existido en diferentes escenarios geográficos y
que le permita determinar las fuentes auténticas (obras escritas por los
autores sobre filosofía o la relación de una doctrina con otra dentro de su
época y de su espacio, etc.)?
La
primera Historia de la
Filosofía fue escrita por el griego Diógenes Laercio y que
lleva por título “Vida y opiniones de los filósofos más famosos”.
La
filosofía a través del tiempo tiene
un comienzo y un fin, pero también tiene un espacio
geográfico en el que se desarrolla, en el que se relacionan unos hechos con
otros o unas corrientes, doctrinas, tendencias y escuelas filosóficas con otras,
y en el que se niega, se supera, se perfecciona y se transforma. Así hablamos
entonces de una división histórica de la filosofía por edades: Edad Antigua,
Edad Media, Edad del Renacimiento, Edad Moderna y Edad Contemporánea. Aunque
también hay historiadores de la filosofía que nos hablan de una Prehistoria de la Filosofía , una Filosofía
propiamente dicha y de una Protohistoria de la Filosofía.
“La
historia de la filosofía – escribe Mario Bunge[14]- es
la recuperación, el repensamiento y la situación en el contexto del pensamiento
de los filósofos desde la antigüedad hasta el presente. Como todas las
recuperaciones, ésta seguro que es parcial y se interpreta y reinterpreta en
términos contemporáneos. De ahí que su tarea nunca se acabe: pueden existir historias
no definitivas de la filosofía –o de cualquier otra cosa… La historia de la
filosofía es la historia de la emergencia, inmersión y reemergencia de
problemas filosóficos y los esfuerzos por resolverlos…”
Instrumento de información y
comunicación
La
filosofía es la reflexión seria y responsable sobre los hechos informativos con
fines de sistematización, selección, valoración y difusión hacia la comunidad.
Pero al mismo tiempo, es comunicación de verdades filosófico-científicas,
métodos, sistemas, teorías, escuelas, paradojas, dilemas, cosmovisiones,
conciencia crítica y dilemas, para que
cada ser humano pueda formarse de manera racional y autónoma su propio concepto
o juicio crítico. La filosofía es el permanente diálogo comunicativo de
conocimientos, ideas, conceptos y pensamientos, luego de un trabajo intelectual
serio, honesto, responsable y realista.
Interdisciplinariedad
En
la era de la globalización del conocimiento (siglo XXI), era de la sociedad
informatizada, la interdisciplinaridad se constituye en una condición
indispensable para el progreso de las investigaciones en cualquier orden de
cosas y en cualquier rama del saber humano, mejor aún en la investigación
filosófica. En una investigación se incorpora los resultados de las diversas disciplinas
a partir de esquemas conceptuales de análisis, que luego de su comparación y
enjuiciamiento crítico, se logra integrarlas, así se logra el concurso de
varias ciencias. Recordemos que Piaget expresó al respecto que “La
investigación interdisciplinaria puede nacer de dos clases de preocupaciones,
una relativa a las estructuras o a los mecanismos comunes, y otras a los
métodos comunes, pudiendo ambas, naturalmente, intervenir a la vez”.
Se
dice que la filosofía se caracteriza por ser un saber interdisciplinar, porque recibe
y emplea los aportes de diversas ciencias y de diferentes tipos de saberes, sin
limitarse a ninguno de ellos. Podemos mencionar algunas ciencias: Metafísica, Ontología,
Epistemología, Lógica, Ética, Axiología, Estética, Historia, Psicología, Antropología,
Cosmología, Lingüística, Ecología y Teodicea.
La
filosofía se caracteriza por tener un carácter interdisciplinario al analizar,
interpretar, describir y explicar la diversidad de problemas filosóficos y que
se relacionan con la diversidad de las ciencias naturales, sociales,
espirituales o humanas.
Al
respecto, Jesús Mosterín[15]
explica el carácter interdisciplinario de la filosofía en los siguientes
términos: “La filosofía es contraria a la especialización. Es necesariamente
interdisciplinaria. Por ejemplo, los nuevos problemas éticos se refieren a la
manipulación genética de embriones, a la ingeniería genética, a la destrucción
de los ecosistemas, a las barreras políticas que traban el libre comercio y la
migración, etc. Es obvio que estos problemas no pueden abordarse sin
conocimiento de biología, economía, politología, etc. Lo mismo, hoy día no es
posible hacer metafísica y filosofía en serio sin relación con la física y la
cosmología. En la ciencia el especialista sabe cada vez más sobre cada vez
menos, el filósofo tiene que seguir planteándose cuestiones globales, ese es su
rol”.
El
filósofo para abordar los problemas gnoseológicos, cosmológicos, ontológicos,
teológicos, antropológicos, éticos, ecológicos, axiológicos, estéticos,
existenciales y epistemológicos tiene
que acudir a una serie de ciencias, para una mejor comprensión, interpretación
y explicación: gnoseología, cosmología, ontología, teología, antropología
filosófica, ética, filosofía de la ecología, axiología, estética y epistemología.
E.
Mayr[16]
puntualiza que “el análisis del problema de las especies progresaría
considerablemente si, partiendo de términos empíricos tales como fenotipo,
morfológico, genético, filogenético o biológico, pudiésemos penetrar hasta los
conceptos filosóficos básicos. En estos últimos decenios ha habido un profundo
abismo, que tal vez se ha ensanchado, entre la filosofía y la biología
empírica. Parece que el problema de las especies es un tema en el que es
posible una fecunda colaboración entre ambos campos”.
Lenguaje propio
Cada
filosofía tiene su propio método de trabajo y elabora su lenguaje propio para
dar a conocer los resultados de las elucubraciones e investigaciones de los
filósofos.
Resultante
del trabajo productivo mental de los filósofos son, por ejemplo, entre otros, los
términos siguientes: doxa, epísteme, aporía, adiáfora, anagogía, apeirón,
ataraxia, circunvalante, dasein, diorisma, epifenómeno, eudaimonía, hilozoísmo,
filodoxia, homeomerías, nomoético, nouménico, mathema, mathesis, nóema, nóesis,
sicofante, apetición, mónadas, etc.
Hace
años ya que Platón expresó: “Si nos viéramos privados del lenguaje, cosa
extremadamente grave, nos veríamos privados de la filosofía” (obra “El
Sofista”).
El
fundador de la filosofía moderna, descubridor del método fenomenológico y
primera figura del idealismo postkantiano, Juan Teófilo Fichte[17] afirma
que “La Idea
encaja en el lenguaje como en su propia vestidura carnal…Cuando la idea vive
encuentra su lenguaje apropiado y cuanto más fuerza de expresión adquiere el
lenguaje la Idea
adquiere a su vez más claridad”.
Así
como toda filosofía es la filosofía de su época, así como toda época acuña e
imprime su idiosincrasia y su fisonomía, toda época crea su propia terminología
filosófica mediante el ejercicio mental de los propios filósofos.
A
su vez, José Ingenieros[18] explica
con claridad meridiana que “Quien comienza a estudiar filosofía se sorprende de
las heterogéneas y contradictorias acepciones con que suelen usarse las
palabras del vocabulario filosófico; el que resiste, y sigue estudiando, pierde
la mitad del tiempo en comprender las palabras que cada filósofo emplea. Los
diversos lexicólogos no han podido uniformar el arte de descifrar esos
nebulosos jeroglíficos. La falta de clave homogénea impide el progreso de estos
estudios, dejando a cada filósofo la libertad de pronunciar palabras que los
demás entienden cada uno a su manera. ¿Dicen lo mismo los que hablan de razón,
idea, realismo, categoría, intuición, espíritu, energía, espacio?”.
Ingenieros,
señala también que en el terreno puramente conjetural, “es posible que una
escuela, capaz de realizar una renovación total de la filosofía, consiga
imponer a sus sucesores un nuevo vocabulario filosófico, en que cada término
sólo tenga una acepción precisa y en que se excluyan todas las acepciones
figuradas”.
Razones
le sobran, entonces, al famoso Rabelais cuando declara que “Verdaderamente se
hará posible en el futuro agarrar a los leones por la melena, a los caballos
por sus crines, a los búfalos por el hocico, a los bueyes por los cuernos, a
los lobos por la cola, a las cabras por la barbilla, a los pájaros por las
patas, pero jamás podrán los filósofos ser cogidos por sus propias palabras”.
Liberadora
La
filosofía como teoría y como práctica contribuye en gran medida a liberar al
hombre y a la humanidad de los mitos, dogmas, prejuicios, supersticiones,
errores, parcializaciones, conflictos, trabas sociales, intereses subalternos;
liberar de la alienación, del colonialismo mental, de las tinieblas
cavernarias, de los poderes dominantes, de los temores limitados, del vasallaje
intelectual, de ambiciones innobles y de actitudes autoritarias. “Si la autenticidad de la filosofía depende de
su función liberadora, - indica Antonio Aróstegui[19]- se
sigue de ahí que la lucha filosófica es fundamentalmente una lucha por la
libertad”.
Meditación sobre la muerte
Qué
filósofo no habrá reflexionado en su respectivo espacio-tiempo histórico sobre
el sentido, significado, límite, alcance, orientación y dimensiones de la
muerte. En la maratón intelectual desfilaron filósofos de distintas corrientes,
doctrinas o escuelas, cabe mencionar, por ejemplo a Cicerón, Gracián, Montaigne,
Goldsmith, Graf, Tillier y Jaspers.
“Toda la vida de los filósofos es una meditación sobre
la muerte” (Cicerón). “La misma Filosofía no es otra que la meditación de la
muerte, que es menester meditarla muchas veces antes, para acertar a hacer bien
una sola después” (B. Gracián). “Filosofar no es otra cosa que prepararse para
la muerte”(Montaigne). “Para un filósofo, ninguna circunstancia, por mínima que
sea, es despreciable” (Goldsmith). “No
es filósofo quien teniendo una filosofía en la cabeza no la tiene además en el
corazón” (A. Graf).
“El que no pone un poco de filosofía en medio
de las miserias de este mundo, es un hombre que camina con la cabeza
descubierta en medio de un aguacero. En cambio, el filósofo dispone de un buen
paraguas que le protege del temporal” (C. Tillier).
“Entonces
es el filosofar un aprender a vivir y saber morir. A causa de la inseguridad
del existir en el tiempo es la vida constantemente un ensayar. Si filosofar es
aprender a morir, este saber morir es justamente la condición de la vida recta.
Aprender a vivir y saber morir es uno y lo mismo” (Karl Jaspers).
Objeto propio
El
objeto de la filosofía es aquel campo del saber filosófico del que tenemos
conciencia directa y que pretendemos conocer más detalladamente, de manera
amplia, profunda y con mayor exactitud.
El
objeto que se asigna a la filosofía nunca fue el mismo a lo largo de las etapas
de la historia de la filosofía. Las diversas corrientes filosóficas han
generado toda una discusión interminable sobre el objeto de la filosofía. Según
la corriente filosófica que profesa el filósofo tal es el tipo de objeto que
asigna a la filosofía, aun cuando el objeto de sus investigaciones está sujeto
a controversias.
Si
bien es cierto que en las ciencias naturales no se discute si existe o no el
objeto que estudian, sucede lo contrario con la filosofía, el objeto de sus
investigaciones está sujeto a graves controversias, señala Eduardo Pallares[20].
Dichos
objetos de estudio de la filosofía pueden ser de diversas clases: objetos
reales, objetos ideales, objetos metafísicos, objetos cuy ser consiste en el valor.
Todo lo que existe, todo lo que no existe realmente y todo lo que puede existir
es objeto de la filosofía.
Algunos
autores, entre ellos Joel Rodríguez Patiño,
explican que el objeto de la filosofía es de dos clases: objeto material
y objeto formal. “En el caso de la filosofía, su objeto es de doble: 1) Objeto
material, que es de lo que trata la filosofía en general; es decir, el estudio
de los seres en su totalidad; 2) Objeto formal, que es el aspecto particular
que la filosofía estudia de los seres y que toma del objeto material. El objeto
formal material, por tanto, es el estudio de los seres por sus causas más
universales o de sus primeros principios”.
La
filosofía tiene su objeto propio de análisis y estudio: el hombre, Dios, el
alma, el mundo, el espacio, el tiempo, el conocimiento, el pensamiento, la
conducta moral del hombre, los valores, la estética, la vida, la muerte, el
Ser, el universo, la realidad, los hechos científicos, entre otros.
La
filosofía estudia su objeto por las razones últimas o más generales. El objeto
de la Filosofía
no es dado, es más bien descubierto. Entre los objetos de la Filosofía se consideran
los siguientes: objetos reales o propiamente dichos (Ontología), objetos
suprasensibles (Metafísica).
En
opinión de Marco Tulio Cicerón la filosofía tiene por objeto “la enseñanza de
la virtud, el deber y la vida recta”. El objeto de la filosofía no es algo
sensible o empírico, sino suprasensible o metaempírico.
La
relación de filósofos y estudiosos de la filosofía resultaría interminable si
quisiéramos mencionar a todos aquellos que se preocuparon por explicar el
objeto de la filosofía. Cabe mencionar a algunos de los filósofos que abordaron
el objeto de la filosofía Aristóteles, Fingermann, Locke, Hegel, Ingenieros,
Zubiri, Kant, Bergson, Comte, Dilthey, Husserl y Heidegger.
Locke,
en su obra “Ensayos sobre el Entendimiento Humano”, limitaba el objeto de la
filosofía a lo siguiente: “Estudiar el origen, la certeza y el alcance del
conocimiento humano; hacer ver por qué medios llega nuestro entendimiento a
formarse las ideas que tiene de las cosas; determinar los límites de la
certidumbre, definir lo que separa la opinión del conocimiento; examinar qué
reglas es preciso observar para determinar exactamente los grados de nuestra
persuasión con respecto de las cosas de que no tenemos conocimiento cierto”.
Gregorio
Fingermann[21] considera que es muy
difícil determinar el objeto de la filosofía: “porque cualquier objeto puede
servir para la reflexión filosófica. Así, al lado de la historia, como ciencia
particular, tenemos la filosofía de la historia; al lado de las ciencias
naturales está la filosofía de la naturaleza; al lado de las matemáticas
tenemos la filosofía de las matemáticas, etcétera”.
El
fundador de la doctrina liberal del Estado y del empirismo inglés, de los
siglos XVII y XVIII, John Locke, en su obra “Ensayo sobre el Entendimiento Humano”, limita el objeto de la filosofía a “Estudiar
el origen, la certeza y el alcance del conocimiento humano; hacer ver por qué
medios llega nuestro entendimiento a formarse las ideas que tiene de las cosas:
determinar los límites de la certidumbre, definir lo que separa la opinión del
conocimiento; examinar qué reglas es preciso observar para determinar
exactamente los grados de nuestra persuasión con respecto de las cosas de que
no tenemos conocimiento cierto”.
Según
Hegel “La filosofía tiene por objeto la esencia de las cosas, no los fenómenos,
la cosa en sí, como existe en la representación. La filosofía no considera esta
representación, sino la esencia del objeto, y esta esencia es el pensamiento.
La filosofía tiene por objeto también el pensamiento mismo. Pero la esencia es
lo eterno, lo general, lo que siempre es así. Así la esencia de la Naturaleza son las
leyes de la misma. En el pensar tenemos que ver sólo con lo universal, puesto
que esto lo general existe en lo interior de cada ser mezclado con lo
particular, con lo sensible. Lo universal es el producto del pensar”.
José
Ingenieros, en su obra “Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía” manifiesta
que “el verdadero objeto de la filosofía es formular hipótesis legítimas acerca
de los problemas que exceden la experiencia”.
En
las líneas que siguen Xavier Zubiri[22] presenta
un resumen sobre el objeto de la filosofía en la historia de la filosofía:
“Primero, para Aristóteles el saber filosófico es el saber que recae sobre el
ente. Segundo, en Kant recae sobre algo más circunscrito, sobre el objeto.
Tercero, en Augusto Comte la filosofía recae sobre algo más circunscrito aún:
sobre los hechos científicos. Cuarto, en Bergson se trata de hechos, pero los
hechos inmediatos de una conciencia. Quinto, para Dilthey el objeto del saber
filosófico es la vida. Sexto, para Husserl el objeto de la filosofía es la vida
entera y sus objetos reducidos a esencia fenomenológica. Séptimo, finalmente,
Heidegger piensa que el objeto de la filosofía es el ser puro. En cada pensador
el objeto que ha asignado a la filosofía ha configurado de distinta manera su
mente” (“Cinco lecciones de filosofía”, 1980). Para Zubiri la “filosofía tiene
como objeto propio el ente en cuanto ente”.
Ludwig Wittgenstein, en su “Tractatus Logico-Philosophicus” señala que el objeto de la filosofía es la
clarificación lógica de los pensamientos o el esclarecimiento lógico de las
ideas; la filosofía por ser una actividad humana y una obra filosófica consta
de aclaraciones y deberá clarificar y delimitar las ideas. La filosofía sigue
valiendo, pero tiene por objeto único y exclusivo la crítica teórica: crítica
de los valores morales (Nietzsche) o culturales (Escuela de Frankfurt).
Problemática
La
filosofía a lo largo del tiempo no es un cuerpo de conocimientos de simples
fenómenos naturales y sociales; no es un manojo de ideas inconexas,
incoherentes, caprichosas o absurdas; no es un conjunto de verdades
establecidas sobre el cual todos los filósofos se hayan puesto de acuerdo; no
es la pura descripción y explicación de cualquier cosa; no es un millón de
proposiciones incoherentes, insustanciales y desligadas unas de otras; ni un
manojo de respuestas aceptados por todos; no es un conjunto de cavilaciones
sobre objetos sin sentido que poco o nada importa
La
filosofía es un conjunto de problemas filosóficos de orden natural o
sobrenatural, sobre las que debe meditarse de manera raigal, seria, crítica,
responsable y cuidadosamente para no caer en el escepticismo ni en la
frustración filosófica.
Y
este carácter problemático de la filosofía según Edmundo Husserl[23] se
explica porque “En ella todo es controvertido, cuestión de “convicción
individual, concepción de escuela, punto de vista”.
En
la filosofía todo es problema. La filosofía siempre ha sido problemático y no
menos polémico en cuanto a su propio significado, a su origen, a su objeto de
estudio y a sus métodos de investigación y el mismo hecho de establecer los
períodos y el tiempo de duración de la historia de la filosofía; y el hombre,
en sus dimensiones de ser racional, biológico, psicológico, social, histórico,
político, económico, educativo-cultural, ecológico y técnico, constituye
también un serio problema para la filosofía. Los problemas de la filosofía son
de orden cognoscitivo, lingüístico, epistemológico, ético, estético,
axiológico, antropológico y metafísico.
La
filosofía es problematización del conocimiento, del hombre, del mundo, de Dios y de las cosas. En la filosofía todo se
problematiza progresivamente, todo de convierte en problema. Toda respuesta que
da el filósofo se convierte en una nueva pregunta, pero también procura en su
quehacer intelectual desproblematizarlo
todo. Cuando el filósofo, por ejemplo, aborda los diversos tipos de problemas:
gnoseológico, epistemológico, ético, axiológico, estético, metafísico y
antropológico, asume el compromiso ipso
facto de encontrar las posibles respuestas verdaderas.
“No
se hace filosofía simplemente por cuestionar y convertir en problema una
situación objetiva, ni por buscar explicaciones de los hechos a través de la
duda y la escrupulosa depuración de criterios y pruebas, o por limitar al
mínimo posible la carga de convicciones emocionales que puede haber en el
discurso persuasivo. Se hace filosofía cuando se plantea problemas filosóficos,
cuando se problematiza filosóficamente. Lo mismo ocurre en la enseñanza. La
problematización didáctica es filosófica cuando reúne los caracteres de la
filosofía y sólo en ese caso” escribe el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy[24].
Profundidad
La
filosofía trata de explicar los fenómenos, hechos o situaciones más allá de lo
que se presenta a la experiencia sensible, trata de encontrar las causas
mediatas, últimas causas, omniabarcantes y sus efectos o consecuencias, en la
medida en que la razón natural puede alcanzar tal conocimiento posible. La
filosofía se orienta a encontrar y explicar todo lo que hay y lo que ocurre dentro
del universo, sin recurrir a sus detalles o a las parcialidades de las cosas.
Proyecto de vida
La
filosofía es el gran proyecto de lo que el hombre quiere crear, quiere ser,
quiere hacer, quiere transformar y quiere alcanzar objetivos, fines y metas que
deparen a su existencia la paz, la libertad, la justicia, la felicidad y el
bienestar individual y colectivo y le permita dar sentido socio-ético y
orientación fructífera a su existencia.
Racionalidad
La
filosofía es un saber racional, un conocimiento racional del universo, de todo
cuanto hay. La filosofía es susceptible de una demostración racional. El
filósofo crea su obra con su intelecto. La filosofía es racionalidad concreta
en cuanto incluye a la razón, la voluntad, el sentimiento, el corazón, la
intuición como facultades cognoscitivas.
Pero
la filosofía no es todo lo analizado. Es algo más, es un saber propiamente
dicho. Saber, como verbo designa el acto de conocer las cosas con verdad y
certeza inobjetable; saber filosófico es un conjunto de conocimientos ciertos, adquiridos
mediante la razón y lógicamente sistematizados de toda la realidad, empezando
de sus primeros principios y sus primeras causas. Kant[25] define
el saber como “el asentimiento suficiente, tanto desde el punto de vista
subjetivo como desde el punto de vista objetivo”.
¿Qué tipo de saber es la filosofía? Es lo que
vamos a precisar a continuación: la filosofía es un saber de segundo grado,
saber práctico, saber profesionalizante, saber sin supuestos, saber teórico y
saber radical.
La
filosofía se caracteriza asimismo por ser un saber de segundo grado, saber
práctico, saber profesionalizante, saber sin supuestos, saber teórico y saber
radical, que explicamos rápidamente en las siguientes líneas.
Saber de segundo grado
Se
dice que la filosofía se caracteriza por ser un saber de segundo grado porque
emplea datos y contribuciones de las ciencias.
La
filosofía presupone otros tipos de saber previos (saber político, saber
científico, saber técnico, saber económico, saber biológico, saber psicológico,
etc.), para lograr una mejor y cabal comprensión, interpretación, descripción y
explicación de las cosas, del mundo, del hombre, etc.
Saber práctico
La
filosofía se hace de manera posible y abierta y se forma en el transcurso de su
propia historia.
La
filosofía consiste en sólo saber o conocer, sino en hacer, en un saber dirigido
a la praxis o acción, en un saber aplicado en las diversas actividades del
hombre. La filosofía se hace. La filosofía tiene ahora una dimensión práctica
en el cotidiano vivir del ser humano y en función de los objetivos, fines y
metas concretas que persigue alcanzar para una plena realización de su
personalidad y como un medio para alcanzar la vida feliz. San Agustín lo
sintetizó con claridad meridiana: “Comúnmente todos los filósofos estudiando,
investigando, disputando y viviendo apetecieron alcanzar la felicidad”. Pero
también no solo la filosofía aplicado para el mejoramiento de las condiciones
de vida del individuo sino proyectada a la sociedad con el fin de transformarla
o modificarla. Sócrates condensa la praxis de la filosofía cuando señala que al
hacer filosofía busca mejorar la ciudad mejorando a los ciudadanos y
modificando las leyes de ser necesario.
La
filosofía como saber práctico es la respuesta a las preguntas que tienen que
ver con la praxis, acción o hacer del hombre: ¿Cómo dominar las cosas? ¿Qué es
el bien y el mal? ¿Para qué es útil la filosofía? ¿Qué debo hacer para llegar a
ser lo que me propongo ser? ¿Cómo debo hacer bien las cosas?
Se
dice, por ejemplo, que para Voltaire la filosofía tiene una dimensión práctica
porque se la utiliza para combatir las supersticiones, los prejuicios, los
dogmas, el fanatismo, la ignorancia, la tortura, los conflictos de intereses la
tiranía y la intolerancia, a la vez que sirve para mejorar la calidad de vida de los seres
humanos y alcanzar la solidaridad entre los humanos y la felicidad individual y
colectiva.
Saber profesionalizante
La
filosofía es una rama del saber
humano que se desarrolla como carrera profesional durante cinco años en las
instituciones de educación superior universitaria.
Séneca[26]49 considera
la filosofía como una profesión, es
decir, una manera de vivir cuando dice: “La filosofía atiende primeramente a
formar el sentido común y a regular los deberes de la vida y de la sociedad, y
de esta profesión nos separamos si
vivimos de otra manera que los demás”.
Bertrand
Russell[27], al
abordar sobre la “filosofía profesional”, explica que “Filosofía” significa “amor a la
sabiduría”, y filosofía en este sentido es lo que los hombres deben adquirir,
si las nuevas fuerzas inventadas por los técnicos, y entregadas por ellos a
hombres y mujeres ordinarios, no han de sumir a la humanidad en un espantoso
cataclismo. Pero la filosofía que debería formar parte de la educación general
no es la misma que la filosofía de los especialistas. No sólo en la filosofía,
sino en todas las ramas de los estudios académicos, hay una distinción entre lo
que tiene valor cultural y lo que es sólo de interés profesional”.
Saber sin supuestos
Supuesto
es un término que proviene del latín sub,
“debajo”; ponerse, “colocar”; literalmente significa “lo puesto debajo”.
El
supuesto es un enunciado que se considera como verdadero sin análisis previo,
aun cuando no se haya demostrado si lo es o no. Y la filosofía es un saber sin puesto, porque
el filósofo al plantearse un problema absoluto no parte de creencias previas,
no da nada por sabido anticipadamente, toda vez que lo que es sabido ya no
constituye un problema.
Hegel[28] decía
que “No goza la filosofía, como otras ciencias, de la ventaja de poder
presuponer sus objetos como inmediatamente dados por la representación, y como
ya admitido, en el punto de partida y en su curso sucesivo ,el método de su
investigación…”
Pallares[29], al
respecto, manifiesta: “De igual manera que Descartes quiso fundar una ciencia
apodíctica, sin presupuestos, universalmente válida, evidente, libre de
prejuicios, Husserl apela también a la intuición con el mismo propósito: “Será
una ciencia sin supuestos, basada sobre algo que responda al principio de todos
los principios, al de la intuición; tomando la intuición como se da y sólo
dentro de los límites en que se da” “A esta aspiración responde la Fenomenología que no
es teoría explicativa sino especulación pulcra y desinteresada, constatación
lista y llana del Ser o no Ser de las cosas”.
La
filosofía no acepta ni tolera supuestos, pues en ella todo es problema y no acepta nada sin previo
análisis. La filosofía fija su contenido, su tema, su problema, sus límites y
posibilidades durante el acto del conocimiento.
Max
Scheler[30] da
sus razones sobre el por qué la filosofía es un saber sin supuestos que no puede
presuponer como verdadero ningún tipo de conocimiento: “Si presupone como
verdadero el conocimiento histórico desde cualquier ángulo, se llama
“tradicionalismo”; si presupone como verdadero el conocimiento científico,
“cientificismo”; si presupone como verdadero el conocimiento de la revelación,
“fideísmo”; si presupone como verdadero los resultados de la cosmovisión
natural “dogmatismo del santo entendimiento humano”. En cambio, a una filosofía
que se constituye a sí misma auténticamente, sin supuestos, y que evita tales
faltas, la llamaré en adelante filosofía
autónoma, es decir, filosofía que busca y encuentra su esencia y su
legitimidad exclusivamente “por sí misma”, en sí misma y en sus elementos”.
Ortega
y Gasset[31], en similar posición,
sostiene que la filosofía es una ciencia sin suposiciones cuando manifiesta:
“Entiendo por tal un sistema de verdades que se ha construido sin admitir como
fundamento de él ninguna verdad que se da por probada fuera de ese sistema. No
hay, pues, una admisión filosófica que el filósofo no tenga que forjar con sus
propios méritos”.
Pero
también hay quienes opinan que la filosofía es un saber con supuestos, como por
ejemplo Sciacca[32], cuando escribe lo
siguiente: “Luego, también la filosofía tiene sus supuestos, aun cuando sea
menos dogmática que la ciencia…También el modo mismo de conducir la
investigación filosófica implica supuestos… Si la filosofía, como toda otra
ciencia humana, pudiera explicar todos los supuestos sin presuponer ninguno, no
sería ya filosofía sino Sofía, la
Sabiduría frente a la que retrocedió espantado Pitágoras; y
el hombre no sería filósofo sino Sofo.
Sofo, sin embargo, sólo es Dios, que
no es filósofo. Los hombres no tienen la capacidad necesaria (y aquí reside la
razón de ser de la filosofía) para construir una ciencia cualquiera de orden
absolutamente perfecto)”.
Saber teórico
La
filosofía es un saber teórico que expresa la relación activa y multifacético
del hombre hacia la búsqueda del ser auténtico de la realidad, de la esencia de
las cosas, de la verdad poliédrica y la
interpretación, descripción y explicación de las cosas, del hombre, del
universo, de Dios y de todo cuanto hay, a través de una serie de conceptos,
categorías e hipótesis filosóficas.
Por
ejemplo, para el filósofo español Ortega y Gasset[33] “La
filosofía no es, pues, más que una actividad de conocimientos teorético, una teoría
del Universo… Una teoría intentamos, o lo que es igual, un sistema de conceptos
sobre el Universo. Nada menos, pero también nada más. Hay aquellos conceptos
que colocados en un cierto orden nos permiten decir cuanto nos parece que hay o
el Universo…”
La
filosofía como saber teórico responde a una serie de preguntas tales como, por
ejemplo, las siguientes: ¿Qué soy yo? ¿Qué es mi circunstancia? ¿Qué es lo
circunvalante? ¿Qué son las cosas? ¿Qué es el conocimiento? ¿Es posible el
conocimiento sin límites? ¿Qué es el ser? ¿Por qué hay ser y no más bien nada? ¿Qué
es la filosofía? ¿Qué es la conciencia? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es Dios? ¿Qué
es la vida? ¿Qué es el universo? ¿Qué es lo que subsiste a todos los cambios y
muertes de las cosas y los seres? ¿Qué es la categoría? ¿Qué es la potencia?
¿Qué es el acto? ¿Qué son la sustancia y el accidente? ¿Existe realmente el
mundo exterior o es una simple invención del hombre? ¿Qué es lo que mueve al
hombre a filosofar? ¿Cómo produce el hombre las ideas? ¿Cómo conoce el hombre?
¿Qué mecanismos desarrolla el hombre para pensar? ¿Existe una causa originaria
del universo, del hombre y de la vida? ¿De qué están hechas todas las cosas?
¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Qué es lo verdadero? ¿Qué es lo falso?
Saber
radical
Se
dice que la filosofía es un saber radical – llamado también saber trascendente,
meta-empírico o metafísico- precisamente porque trata de ir más allá de lo
observable, del campo de la realidad natural y social o de la experiencia, para
llegar no solo a la existencia sino también a la esencia de las cosas, de los
objetos (reales e ideales), del hombre (como ser espiritual y no sólo biológico
y social), del mundo terrenal (pero también celestial). Por eso se dice con
sobradas razones y con mucho espíritu de justicia que “la filosofía comienza
allí donde la ciencia termina”.
El
filósofo, en su permanente afán por conocer la esencia de las cosas o de todo
cuanto hay en el universo, se ve obligado a plantearse preguntas y respuestas
radicales. Juan Carlos González García[34],
refiere que “Una pregunta radical es aquella cuya respuesta sabemos que nunca
nos va a satisfacer. Cuando nos preguntamos por qué existe algo en vez de nada,
qué es el bien o qué es la felicidad, sabemos que no vamos a encontrar una respuesta
que nos llene por completo” Y agrega: “A pesar de saber que nuestra pregunta no
va a obtener una respuesta perfecta, la seguimos formulando como si nos viniera
impuesta por algo más fuerte que nuestra voluntad. Podemos decir que una
pregunta radical es aquella que necesitamos plantearnos de forma insoslayable.
Una pregunta radical es aquella que aspira a una respuesta radical, a un
conocimiento esencial de la realidad. Nuestro deseo de saber nos lleva a
conocer lo real, lo verdadero, aquello que está más allá de las apariencias.
Deseamos saber todo, cómo son ciertas cosas y por qué son así. Necesitamos
explicaciones globales que reúnan de forma sistemática todas las explicaciones
parciales. Esto nos conduce a pensar sobre el mismo pensar, a reflexionar sobre
nuestra forma de reflexionar. La filosofía busca el fundamento de nuestro
conocimiento, del uso de la razón. Es un saber sobre el saber”.
A
través de la filosofía se trata de llegar hasta las últimas certidumbres o
evidencias del saber, de la experiencia humana en su relación con el ser. El
filósofo peruano Augusto Salazar Bondy[35] explica
esta característica de la manera siguiente: “Por otro lado, al investigar los
principios últimos que dan razón de los hechos observados en todos los dominios
de la realidad, la filosofía sobrepasa el terreno circunscrito en que trabaja
cada ciencia y en general el campo entero de la experiencia, dentro del que,
como sabemos, se mueve siempre el conocimiento científico. Así pues, la
filosofía se interroga necesariamente por lo que está más allá de lo observado
y no puede prescindir de esta interrogación si quiere cumplir su función
propia. Este ir más allá de lo observable, este trascender el campo de la
realidad natural que caracteriza esencialmente al pensamiento filosófico, es lo
que se quiere dar a entender cuando se afirma que la filosofía es un saber
trascendente o metafísico”.
Sistemática
La
filosofía no es un conjunto de conocimientos aislados, particulares y desagregados,
sino por el contrario, es un conjunto de proposiciones de elementos, verdades y
de principios unidos entre sí por relaciones lógicas coherentes,
interdependientes y organizadas con el fin de explicar algún problema, enigma,
misterio o dilema o la propia realidad.
Para
el filósofo Manuel Kant[36] “La
filosofía es el sistema de todo conocimiento filosófico. Hay que tomarla
objetivamente si por ella se entiende el modelo que nos sirva para valorar
todos los intentos de filosofar y toda filosofía subjetiva, cuyo edificio puede
ser tan diverso y cambiante. De esta forma, la filosofía es la mera idea de una
ciencia posible que no está dada en concreto en ningún lugar, pero a la que se
trata de aproximarse por diversos caminos hasta descubrir el sendero único,
recubierto en gran parte a causa de la sensibilidad, y hasta que consigamos, en
la medida de lo concedido a los hombres, que la copia hasta ahora defectuosa
sea igual al modelo. Mientras esta meta no haya sido alcanzada, no es posible
aprender filosofía, pues ¡dónde está, quién la posee y en qué podemos
reconocerla? Sólo se puede aprender a filosofar, es decir, a ejercitar el
talento de la razón siguiendo sus principios generales en ciertos ensayos
existentes, pero siempre salvando el derecho de la razón a examinar esos
principios en sus propias fuentes y a refrendarlos o rechazarlos”.
La
filosofía requiere de la estructuración sistemática, ordenada, coherente y
lógica de su discurso durante el proceso evolutivo y desarrollo de la
investigación filosófica.
Teoría de los valores
La
filosofía es teleológica, es una teoría
de los valores y no una teoría de hechos concretos. La filosofía responde,
entre otras, a las preguntas siguientes: ¿Qué son los valores? ¿Los valores son
objetivos o subjetivos? ¿Hay valores más importantes que otros? ¿Se puede conocer
los valores? ¿Qué métodos se utilizan para conocer los valores? ¿Qué relación
existe entre la conducta del hombre y los valores? ¿Los valores son cualidades o relaciones o ambas cosas a la vez?
¿Qué tipos de valores existe? ¿Qué son los valores éticos fundamentales? ¿Qué
son los valores éticos especiales? ¿Qué es la ética material de los valores? ¿Existe
o no existe jerarquía en los valores? ¿Por qué el hombre es el único ser capaz
de realizar valores?
Universalidad
Se
dice que la filosofía tiene el
carácter de universalidad, generalidad, unicidad o totalidad porque abarca la
totalidad de los entes, porque considera los aspectos más simples y complejos
de las cosas, sus razones más profundas y universales y el sentido profundo y
general de la realidad.
Las
ideas filosóficas tienen la pretensión de validez en todo momento y lugar, en
todo tiempo y en toda circunstancia. El filósofo trata de encontrar los
fundamentos o principios válidos y explicativos sobre la esencia de las cosas
sin excepción, los elementos comunes a todos los hombres, a los animales, a las
piedras y a las plantas y las reglas generales del actuar del hombre.
La
filosofía es una aspiración al saber total posible y concreto y que no excluye
nada, pues todo lo incluye; la
Filosofía circunscribe su estudio sobre la totalidad de sentido -no de partes- de
lo que hay en el Universo o en la realidad natural y realidad social. La
filosofía abarca la totalidad de lo existente, desde lo inmediato y cercano
hasta lo trascendente. La filosofía en cuanto saber general y totalizante
permite analizar cuestiones y problemas generales sobre la realidad, – no de
una esfera particular de la realidad-,y la relación del hombre con el mundo y ofrecer
respuestas generales, manteniendo una perspectiva totalizante sobre los mismos.
La filosofía se ocupa de las cuestiones y problemas generales y no de una
esfera particular de la realidad.
Por
ejemplo, desde el punto de vista científico el hombre es estudiado como ser
físico, ser biológico, ser psicológico o ser social, desde el punto de vista
filosófico se reflexiona sobre el hombre y se trata de describirlo y explicarlo
como ser unitario o ser total, es decir como una unidad biopsiosocial. Para la
filosofía el todo es más importante que la parte; el todo es ilimitado en
extensión, no tiene confines, es ilimitado en “intensidad problemática”, el
todo es un problema absoluto y como tal hay la posibilidad de que sea
incognoscible.
La
filosofía busca los fundamentos, los principios y las primeras causas de todo
cuanto hay en el universo, hasta lograr captar la esencia de la cosas y
profundizar la aprehensión de las cosas. La extrañeza de la filosofía es
radical en cuanto se extraña de todo.
La
filosofía por mucho tiempo abarcó todos los conocimientos humanos, comprendía a
todas las ciencias, era entonces denominada ciencia universal.
Simmel,
Dilthey, Maritain y Ortega y Gasset nos ilustrarán en líneas siguientes con sus
reflexiones sobre el carácter de universalidad de la filosofía.
Viene
al caso la expresión feliz de J. Simmel, cuando dice que “el filósofo es aquel
que tiene un órgano de reacción para la totalidad del ser”.
Wilhelm
Dilthey, manifiesta que la filosofía se caracteriza por su universalidad por
cuanto tiende a “relacionar lo aislado, a establecer conexiones y extenderse
sin considerar los límites de las ciencias particulares y a alcanzar la última
fundamentación de la ciencia”.
Jacques
Maritain piensa que la filosofía “es el instrumento más perfecto, a nuestra
disposición, para una mirada de conjunto sobre la totalidad del ser”.
En
fin, la filosofía persigue la raíz de todo fundamento. Con las palabras del
filósofo español, José Ortega y Gasset, diríamos: “el afán intelectual, hacia
el todo, lo que yo llamo pantonomía”.
Veracidad
El
término verdad significaba para los
griegos lo mismo que estar descubierto, no tener velos o develar. El filósofo
empezó siendo, entonces, el amante de la verdad, el enamorado de “mirar” las
cosas, el encaramelado de la esencia de las cosas, el caballero de la verdad,
el investigador y descubridor de la verdad, el ser humano predispuesto en todo
momento y lugar a saber lo que son íntegramente las cosas, el hombre, Dios, el
alma, los astros, el movimiento, etc.
La
filosofía se ocupa de separar la verdad de la mentira, lo verdadero de lo
falso, la verdad verdadera de la verdad aparente, semiverdad o media verdad.
En
filosofía, el filósofo opta muchas veces hacer dormir una respuesta antes de
apresurar una declaración falsa, antes que el común de las personas le ponga en
su oído, la expresión ya popular “En boca del filósofo mentiroso hasta lo
cierto se torna dudoso”.
Por
eso es que se exige, nada menos, que el filósofo sea un auténtico caballero de
la verdad, a fin de no perder credibilidad, confianza, reputación o
popularidad.
En
filosofía no es lícito mentir ni admitir falsedades. El filósofo o estudioso de
la filosofía debe ser un investigador infatigable de la verdad, del saber y de
la cultura, debe ser el descubridor, revelador y explicador de la verdad total
en todo momento y en toda circunstancia, a sabiendas que producir mentiras,
importar y exportar falsedades en el quehacer intelectual es faltar el respeto
al público lector, es atentar contra la honestidad y pureza intelectual e
integridad profesional. La mentira, que es la “locutio contra mentem” (palabra que no corresponde a lo que se
piensa), no es buena consejera para el filósofo, como tampoco para profesional o persona alguna.
“La
primera y más necesaria parte de la filosofía – escribe Epícteto- es aquella
que trata de la práctica de los preceptos; como por ejemplo del que establece
que no debemos mentir. La segunda es la que hace las demostraciones; por qué no
debemos mentir. Y la tercera es la que hace la prueba de estas demostraciones”.
Buscar,
decir y difundir la verdad es el imperativo categórico de todo buen filósofo;
la verdad constituye para el filósofo un bien moral de incalculable valor que
no puede conducirlo a justificar una mentira. Filosofía que se fundamente en
teorías, principios, axiomas, hipótesis, indicadores e índices falsos, no es
filosofía auténtica, puede ser cualquier cosa, menos filosofía propiamente
dicha.
El
filósofo, más que ningún otro profesional del saber, está convencido que para
comunicar la verdad ésta debe ser moralmente buena y debe responder al qué,
cómo, cuándo, por qué, para qué y para quién debe comunicar. Y la respuesta a
estas preguntas lleva implícita el deseo de hacer un bien a la humanidad,
asegurándoles la posesión de un conocimiento verdadero, sin dudas ni
murmuraciones.
Renato
Descartes, durante la Edad Moderna
de la filosofía, busca una verdad o evidencia que resista a toda duda posible y
que le permita edificar sobre ella la ciencia. Y así llegó a manifestar que
podía dudar de la realidad del mundo físico, de la naturaleza, y hasta de la
verdad de las matemáticas, pero no podía jamás dudar de la realidad de su
propia existencia en tanto y en cuanto está pensando y dudando: “Cogito ergo sum” (Pienso, luego existo”).
Grandes
filósofos han filosofado sobre la verdad en cuanto a su (s) origen,
significado, límites, clases, importancia, fines, funciones y teorías de la
verdad. Grandes debates filosóficos se produjeron a través de todos los tiempos
sobre la verdad, constituyendo un verdadero problema aún no resuelto del todo.
Aquí desfilaron los filósofos Sócrates, Platón, Aristóteles, Nietzsche, James, Santo
Tomás de Aquino, Descartes, Leibniz, entre otros.
Vitalidad
La
filosofía constituye una forma de vida del ser humano y que le permite
comprender, interpretar, traducir, describir y explicar todo cuando acontece
durante el transcurrir de su existencia y conducirse de una u otra forma sobre
la base de apropiados principios y valores éticos. La filosofía constituye una
concepción del hombre frente al mundo y un conjunto de rigurosos principios,
reglas, normas y leyes sobre cómo vivir auténticamente.
Jaspers[37]
expresa con claridad meridiana que “filosofar significa… no ya limitarse a
elaborar conceptos o a idear sistemas, sino elegir, decidir, comprometerse,
apasionarse: vivir auténticamente y ser auténticamente sí mismo… Es imposible
separar el ser hombre y el filosofar (a diferencia de la posibilidad de separar
al hombre de su conocimiento). Todo hombre en cuanto hombre filosofa”.
El
hombre y el filósofo están comprometidos existencialmente con la búsqueda reflexiva,
desinteresada, humilde, honesta, sincera
y responsable de la verdad filosófica o verdad poliédrica, perenne e integral;
búsqueda del saber auténtico y de la cultura, para una mejor comprensión y
explicación de su vida, del sentido y la orientación de su libertad, de sus
proyectos de vida, de su orientación y relación de por vida dentro del mundo.
El hombre y el filósofo se entregan a la búsqueda infatigable de la verdad, del
saber y de la cultura con todo su ser, con todas sus facultades cognitivas, con
el todo de sí mismo.
Es
decir, que el hombre o el filósofo compromete el todo del sujeto para encontrar
la verdad poliédrica, verdad total de todo cuanto hay en su objeto de estudio,
para una mejor y superada realización humana en el mundo terrenal.
Sciacca[38]
precisa que “La filosofía es comprometedora. El filósofo que asume la terrible
tarea de reflexionar sobre el conocimiento común, de someterlo a examen y crítica,
de objetivar su vida para así examinarla profundamente, no ya vivida en su
inmediatez sino puesta como problema, ese filósofo se identifica con su
filosofía, con su verdad, que es su vida. Todo filósofo es una fórmula, pero su
fórmula no es una abstracción; es la riqueza total y radical de su vida; la
fórmula es la cruz en que se crucifica y de donde perennemente renace”.
El
hombre logra enriquecer las fibras de su existencia en la medida que reflexione
filosóficamente sobre el sentido, origen y destino de su ser en el universo, en
la medida que encuentre explicaciones concretas sobre su misión y fin es este
mundo terrenal.
Xavier
Zubiri, en “Naturaleza, Historia, Dios”, ha escrito que “La filosofía no es una
ocupación suplementaria, ni tampoco la mejor ocupación del hombre, sino un modo
fundamental de su existencia intelectual”.
Voluntad de sacrificio auténtico
La
filosofía tiene por motor de las acciones a la voluntad del hombre, voluntad
creadora y libre que le estimula a asumir la elección y realización de sus
actos, de sus pensamientos y deseos, que le conlleva a descubrir y a revelar la
verdad, el saber, en su cotidiana existencia.
La
filosofía responde a la acción intelectual del filósofo, del estudioso de la
filosofía, acción que lejos de ser determinada por las circunstancias externas,
es una consecuencia de decisión voluntaria del sujeto, aunque en parte limitado
y estimulado por el medio ambiente, por los sufrimientos y peripecias que tiene
la existencia y por las circunstancias históricas de la época en que vive.
En
el campo de la filosofía, el filósofo o el estudioso de la filosofía requieren
de una voluntad de sacrificio auténtico, exteriorizada en una actividad
reflexiva profunda y consciente que implique a su vez una evocación de motivos
y problemas filosóficos, una asunción de responsabilidades sociales, jurídicas
y éticas, una deliberación y decisión oportunas y una ejecución de ideas
confiables y válidas para la solución de dichos problemas.
Kant,
define la voluntad como aquella facultad
que tiene el hombre para determinarse a sí mismo a obrar conforme a la
representación de ciertas leyes; en cambio, para Arturo Schopenhauer, la
voluntad es el deseo de ser y seguir siendo, es el ansia de vivir.
Sciacca[39]
refiere que “La filosofía es voluntad de sacrificio: quien filosofa es
consciente de ser víctima de la verdad. Por eso es renuncia a cuanto estorbe al
amor y a la posesión interior del unum
necessarium; dolorosa renuncia a veces, y aun entonces humanísima. Es
sacrificio auténtico, que no se lamenta por las cosas caducas, perdidas, que no
espera de los hombres ni el bien ni el mal y conoce tan sólo el ansia de la
verdad experimentada”.
[1]
Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Tomo I. Editorial
Sudamericana, 5ª. Edición, Buenos Aires, 1969.
[2] Zea,
Leopoldo. Introducción a la filosofía. La
conciencia del hombre en la filosofía. Imprenta Universitaria, México,
1960.
[3] Gambra,
Rafael. Historia sencilla de la filosofía.
Ediciones RIALP, Madrid, 1998.
[4] Comte,
Augusto. Sistema de filosofía positiva.
En “Lecturas sobre historia de la filosofía”, Universidad de La Habana, La
Habana, 1973.
[5] Bunge,
Mario. Diccionario de Filosofía. Siglo Veintiuno Editores, Argentina,
S.A., 2005.
[6]
Jaspers, Karl. La Filosofía . Edit. cit.
[7]
Iriarte, Joaquín. El problema filosófico.
Ser, sujeto y funcionamiento del alto saber humano. Luis Miracle, Editor,
Barcelona, 1953.
[8] Sciacca, F.M. La
filosofía y el concepto de la filosofía. Ediciones Troquel, S.A., Buenos
Aires, 1962.
[9]
Salomón Rahaim M., Compendio de filosofía,
Progreso, México, 1966, p.14, n.1
[10] Hessen, Johann. Teoría del conocimiento.
[11] Szilasi, Wilhelm. ¿Qué es la Ciencia? Breviarios del Fondo
de Cultura Económica. Tercera edición en español, México, 1956, p.125.
[13]
Müller, Max y Alois Hálder. Breve diccionario de filosofía. Empresa Editorial Herder,
S.A., España, 2001.
[15] Jesús Mosterín en declaraciones
a Lucas Lavado en el VI Congreso Nacional de Filosofía, realizado en la ciudad
de Iquitos-Perú el 5 de octubre de 1996, cuyo texto completo de la entrevista
fue incluido en la obra “Tareas de la Filosofía ” cuyo autor es precisamente el maestro universitario
Lavado.
[17] Fichte, Juan Teófilo. El
destino del sabio.
[18] Ingenieros, José. Proposiciones
relativas al porvenir de la filosofía.
[19]
Aróstegui, Antonio. Curso de
concienciación filosófica. Editorial Marsiega, S.A., Madrid, 1977.
[20] Eduardo Pallares en su obra
“Introducción a la Filosofía ¿Qué es la Filosofía?” explica el problema de la definición del
objeto de la Filosofía formulando algunas interrogantes como las siguientes:
“No sabemos a ciencia cierta si ese objeto existe o no, y cómo existe. ¿Las
substancias son entes reales o simplemente creaciones de la fantasía? ¿Existe
el mundo de los valores, o éstos, como productos de la conciencia humana,
cambian y se transforman con el curso del tiempo? ¿La razón pura de Kant es una
quimera? ¿La intuición husserliana es una divagación buena para los filósofos
de gabinete? ¿El Universo existe como un todo y puede ser objeto de una
interpretación científica como lo quieren los positivistas? En todas estas
preguntas se agita la cuestión fundamental de la filosofía: ¿Es válido el
objeto que ella se propone? ¿Existe realmente ese objeto? Mientras estas
preguntas no sean contestadas de una manera que satisfaga a la razón humana el
derecho de la filosofía a la existencia está sub-júdice; aun no ha alcanzado la
autoridad de la cosa juzgada.” Ediciones Botas, Tercera edición corregida y
aumentada, México, 1957, p.37.
[21] Fingermann, Gregorio. Lecciones de Psicología.2ª. Edición,
Librería “El Ateneo” Editorial, Buenos Aires, 1959.
[23] Husserl, Edmundo. La filosofía como ciencia rigurosa.
[24] Salazar Bondy,
Augusto. Didáctica de la filosofía.
Editorial Universo, S.A., Lima, 1967.
[26]
Séneca, Lucio Anneo. Obras completas.
Trad. Lorenzo Riber, Madrid: Aguilar, 1940.
[27]
Russell, Bertrand. Diccionario del hombre
contemporáneo. Edic.cit.
[28] Hegel, G.W. Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
Ebisa Ediciones. Selección Homiga. Primera edición, Lima, 2010, p.33.
[29]
Pallares, Eduardo. Introducción a la
filosofía. Ediciones Botas, 3ª. Edición corregida y aumentada, México, 1957,
p.241.
[30] Scheler, Max. La esencia de la Filosofía.
[31]
Ortega y Gasset, José. ¿Qué es filosofía?
[33] Ortega y Gasset, Op.cit.
[34] González García, Juan Carlos. Diccionario de Filosofía. Biblioteca
Edad, España, 2ª. Edición, 2004.
[35]
Salazaar Bondy, Augusto. Introducción
a la Filosofía.
Editorial Universo, S.A., 12ª. Edición, Lima, 1968.
[36] Kant, Manuel. Crítica de la razón pura. Edic. cit.
[37] Jaspers, Karl. Op.cit.
[38] Sciacca, F.M. La filosofía y el concepto de la filosofía. Ediciones
Troquel, S.A., Buenos Aires, 1962.
[39] Sciacca, F.M. Op.cit.