NO HAY “JAURÍA DE
COBARDES” EN UNA DEMOCRACIA
Escribe: Eudoro Terrones
Negrete
De
un tiempo a esta parte, la vida política peruana viene deteriorándose en mayor
medida precisamente porque quienes participan en ella no están a la altura de
su sagrada misión y función para representar a la población y defender sus
intereses y derechos a una vida con dignidad, justicia y bienestar.
Para
muestra basta un botón. Cómo es posible que el actual mandatario del Perú,
Ollanta Humala, en su discurso en la inauguración de obras en Ayacucho, haya
tenido que utilizar la expresión “jauría de cobardes” para calificar a aquellos
que critican la gestión de su esposa o que piden se le levante el secreto de
sus cuentas bancarias para efectuar la investigación por supuestos delitos.
Las
expresiones vertidas por el presidente de la República, en un momento que su
primer Ministro Pedro Cateriano está dialogando con los representantes de
importantes partidos políticos como el APRA,
Fuerza Popular, PPK, Partido Popular Cristiano, Perú Posible y otros, para
encontrar el camino de la concertación y tratar de lograr el voto de confianza
en el Congreso de la República, resultan a todas luces excesivas, de mala
práctica, inoportuna y que no abona al diálogo democrático.
¿Quién
pierde más con este tipo de expresiones? ¡El país! ¡La democracia!. ¡El futuro
de todos los peruanos, señor Presidente!
En
una democracia hay ciudadanos con todos sus derechos y deberes, dispuestos a
defenderla y respetarla. En una democracia todos los ciudadanos tienen el deber
de exigir que sus autoridades rindan cuenta detallada de todos sus ingresos y
egresos al empezar, durante y al finalizar sus períodos de gobierno. En una
democracia todos los ciudadanos tienen el derecho de opinar y criticar a sus
autoridades y políticos para evitar el abuso del poder, la corrupción e
inmoralidad con los recursos del Estado.
En
una democracia las autoridades y los políticos deben saber comportarse como
líderes de la sociedad, medir sus palabras y utilizar un lenguaje ejemplar para
evitar confrontaciones inoficiosas y devaluación de la democracia y de la
política.
Por
lo expuesto, señor presidente, lo invocamos no volver a cometer excesos en el
uso de sus palabras. El idioma castellano es muy rico. El uso adecuado de
palabras une a la familia peruana y así la democracia se fortalece. El futuro
de los peruanos se construye con buenas palabras y con un mensaje educador.