EL
CONCEPTO DE SABIDURÍA
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
La palabra sabiduría se define como el conocimiento profundo en ciencias,
artes o letras que se adquieren a través de la experiencia o del estudio; es el
cúmulo de conocimientos que toda persona posee sobre los temas que domina; es
la posesión del supremo conocimiento o del conocimiento perfecto.
El término sabiduría es conceptualizado de la manera siguiente: el conocimiento de las cosas divinas, eternas e inmutables y es la ciencia que preside la acción virtuosa (Platón); la sabiduría es el conocimiento de los primeros principios y de las primeras causas de la realidad y se caracteriza por ser desinteresado y no estar dirigido a conseguir un fin práctico (Aristóteles).
Según Aristóteles “Si nos referimos a
la opinión general, el sabio es el que sabe todo, sin saber las cosas
particulares, es el que sabe las cosas más difíciles, y puede demostrarlas con
rigor; en fin, la sabiduría más elevada es la que no tiene otro objeto que a sí
misma y al conocimiento puro”.
Tanto para Platón como para Aristóteles, Dios
es el único que es Sabio en su sentido auténtico y pleno y lo propio del hombre
es el de ser únicamente “amante” de la sabiduría (philósopho). Sabio es el que posee la sabiduría. Los estoicos definieron la sabiduría como
conocimiento de las cosas divinas y humanas. La revelación cristiana considera
a Dios como la Sabiduría
plena o esencial y el Verbo la
Sabiduría encarnada, hecha hombre en Jesucristo; Dios, que es
el poseedor de la Sabiduría ,
lo posee todo.
En la Grecia antigua se hablaba
de la existencia de los siete sabios (no eran filósofos), eran personas
eminente por sus insuperables y ejemplares virtudes y sabiduría sin par.
Platón, en su obra “Protágoras” menciona a Tales de Mileto, Pitaco de Mitilene,
Bras de Prieta, Solón, Cleóbulo de Lindos, Quilón de Lacedemonios y Misón de
Khena, siendo este último sustituido frecuentemente por Anarcasis de Perindro.
Se dice que de estos siete sabios procede las sentencias: “Conócete a ti mismo”
y “Nada con exceso”.
En una revisión de los conceptos
expresados sobre sabiduría en diversas etapas de la historia de la filosofía
nos encontramos con Platón, Millán-Puelles, Alejandro de Hales, Santo Tomás de
Aquino, Nicolás de Cusa, Francisco Tetrarca, Marsilio Ficino, Pico Della
Mirándola, Jean Wahl, Heidegger, Russell y Fingermann, entre otros.
Platón: “…sabio
llamo yo a quien logre cambiar a cualquiera de vosotros, de forma que lo que
parece y es para él malo, le parezca y sea para él bueno…” (Teeteto).
Antonio
Millán-Puelles[1]: “La voz
griega sofía, que en latín se traduce
por “sapientia”, tiene dos
acepciones: una vulgar y otra culta. En su acepción vulgar, significa, en cada
contexto, un determinado saber, incluso el de un artesano que destaca en su
oficio. Así habla Homero (Ilíada, 15,412) del carpintero sabio, y Hesíodo
(Op.et dies, 651) del navegante bien experto en su técnica. Por el contrario,
usada en su acepción culta, la palabra Sofía
significa principalmente el saber por antonomasia o excelencia: la perfecta o
cabal sabiduría, no lo que llamamos actualmente un saber especializado, es
decir, restringido a un ámbito parcial del conocer (…) Así, pues, dado que la
voz “filosofía” es un término culto, su componente o integrante sapiencial –el
designado con el término Sofía- debe tomarse precisament4e en el sentido del
saber perfecto o absoluto, si bien, en tanto que unido al vocablo filía, es preciso considerarlo como
objeto de búsqueda, más que de posesión”.
Alejandro
de Hales
(1185-1245): Sabiduría es el
conocimiento de la Causa Primera ,
y reserva el nombre de ciencia a las
causas creadas. “La teología es la ciencia de Dios, que es la Causa de todas las causas”.
Santo
Tomás de Aquino
(1224-1274): Sabiduría es el conocimiento cierto de las causas más profundas de
todo el universo, que es Dios.
Nicolás
de Cusa
(1400-1464): Sólo Dios es el que tiene en plenitud toda la verdad y, por eso,
toda la sabiduría. Sólo él es sabio, y el hombre no puede conocer nada de modo
perfecto.
Francisco
Petrarca
(1304-1374): El primer gran representante del Humanismo, concibe que la
verdadera sabiduría de Dios es Cristo y la verdadera filosofía es amor a la
sabiduría y señala que sólo filosofaremos de modo correcto si amamos y adoramos
a quien es la Sabiduría ;
el verdadero sabio es un filósofo de Cristo y Dios es fuente de toda auténtica
sabiduría.
Marsilio
Ficino
(1433-1499): Destacado humanista y representante del neoplatonismo, define dos
tipos de sabiduría: la sabiduría absoluta,
es el conocimiento de aquellas cosas inmutables sobre lo que es posible
tener un conocimiento real; en cambio; la sabiduría
parcial , es el conocimiento de las cosas mutables, verdades parciales y
limitadas, que son objeto del conocimiento de una ciencia o arte en particular.
Pico
Della Mirándola
(1463-1494): Filósofo italiano, sostiene que la filosofía en su sentido amplio,
como amor a la sabiduría, posee tres grados: la dialéctica, que purifica; la metafísica,
que ilumina; y la teología, que
alcanza la plena luz meridiana.
Jean
Wahl[2] (1888-1974): Filósofo francés, profesor
universitario en EE.UU y en la Sorbona y fundador del Colegio Filosófico de
París, expresa que Heidegger ha llamado nuestra atención
sobre el hecho de que esta palabra no quiere decir estrictamente conocimiento,
sino más bien cierta familiaridad con las cosas. Saber cómo tratar con las
cosas –tal es el primer sentido de “sabiduría”. Quizá necesitamos volver a este
género de fraterna intuición; quizá el hombre se ha alejado demasiado de la
naturaleza”.
Bertrand
Russell (1872-1970):
“Entiendo por sabiduría una concepción justa de los fines de la vida”.
Gregorio
Fingermann:
Filósofo y psicólogo argentino, uno de los fundadores de la Sociedad de
Psicología Argentina, refiere que actualmente la sabiduría se considera como el
“arte de ordenar la vida, en forma razonable para lograr la dicha
individual” Pero el hombre sabio, según
la concepción antigua, “no es sólo el hombre de ciencia, sino el hombre de
experiencia con una perfecta madurez del juicio. El sabio auténtico, se distingue
por la serena aceptación de las dificultades y dolores que ofrece la vida, con
tranquila resignación a su destino, bueno o adverso, al modo del filósofo
estoico”.