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HISTÓRICA DE LA JUVENTUD PERUANA Y LAS ELECCIONES GENERALES DEL 2016
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
A un año de las elecciones
generales del 2016 las fuerzas políticas en el Perú se encuentran en pleno
proceso de movilización nacional con el fin de renovar sus cuadros de dirigentes
distritales, provinciales y regionales y estar en condiciones óptimas de
participar en el proceso electoral nacional.
Hay un encendido debate
entre las fuerzas políticas del Partido Nacionalista, su aliado fáctico Perú
Posible y los partidos de oposición Partido Aprista Peruano, Partido Popular Cristiano,
Fuerza Popular, PPK, Acción Popular y otros. Se acusan de todo, tratando de
jalar agua para su molino.
La percepción ciudadana
sobre el gobierno “familiar” de Ollanta Humala es negativa mayoritariamente,
por cuanto ha decepcionado a sus militantes al abandonar su inicial plan de
reformas de la Gran Transformación y
reemplazarlo por la denominada Hoja de
Ruta, que no es más que la ruta equivocada en política y en economía. Si no fuera por los votos
condicionales de Perú Posible hace tiempo que la mayoría de Congresistas de la
República habrían tomado alguna decisión radical. Felizmente tal decisión
radical no ha ocurrido para bien de la democracia y del futuro de los peruanos.
En cuanto a inseguridad ciudadana, el barómetro de las Américas el Perú es el país más inseguro del continente. La tasa de victimización por delincuencia asciende a 30 por ciento, superando a los países de Ecuador, Argentina y Venezuela.
Los congresistas de la República
se han pasado el tiempo inútilmente, en actitud de confrontación y no de concertación,
persiguiendo a supuestos corruptos con
sendas comisiones y megacomisiones investigadoras, que derrochan el presupuesto
nacional y sin llegar a sancionarlos con todo el peso de la ley.
Se olvida en el Perú el
dicho popular: “quien no tiene de inga tiene de mandinga”, pero también “no solo hay que ver la paja en
el ojo ajeno sino también la viga que se lleva dentro”. En el Perú, para ser
moralizador hay que ser incorruptible de verdad y a plenitud, porque de no ser
así sólo se manchan honras gratuitamente, motivados por fines político-electoreros.
Y todo esto produce mucho “ruido político” y, consecuentemente, inestabilidad
política y devaluación de la política científica.
El presidente Alan García Pérez,
en su segundo gobierno (2006-2011) dejó un país bien parado social y económicamente,
con crecimiento sostenido, con significativa reducción de la pobreza, con analfabetismo
cero (0), con seguridad ciudadana, con grandes inversiones, con miles de obras
de electrificación, transportes, educación, servicios de agua potable y
alcantarillado, creciente empleo, inflación controlada, etc.,etc., que aún no
ha podido ser igualado, menos aún superado por el actual gobierno de Ollanta
Humala.
¿Pero qué está ocurriendo
ahora? Hay contracción y paralización de
las grandes inversiones, incremento de la pobreza, desaceleración económica, subempleo y desempleo,
denuncias en los medios de comunicación en
el sentido que se estarían utilizando los programas sociales con fines de
proselitismo político, la capacidad adquisitiva de la población se ha congelado,
el dólar sigue subiendo, la inseguridad ciudadana se dispara, sube la
temperatura de la protesta social contra los proyectos mineros por “contaminación”,
hay falta de liderazgo gubernamental, el SUTEP está anunciando una huelga
indefinida para el mes de mayo por incumplimiento por parte del gobierno de lo
ofrecido en materia de reivindicaciones laborales y profesionales.
Lo positivo del momento, es
que el nuevo presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, reciba el
voto de confianza en el Congreso de la República, por la apertura del diálogo democrático
y por su cambio de actitud favorable a la concertación social y empresarial. Ojalá
que este cambio de actitud no sea flor de un día y se mantenga durante el año
que resta al gobierno para culminar su periodo de cinco años.
“Cada vez que una generación
envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida pública se
abisma en la inmoralidad y en la violencia. En esa hora deben los jóvenes
empuñar la Antorcha y pronunciar el Verbo: es su misión renovar el mundo moral
y en ellos ponen su esperanza los pueblos que anhelan ensanchar los cimientos
de la justicia. Libres de dogmatismos, pensando en una humanidad mejor, pueden
aumentar la parte de felicidad común y disminuir el lote de comunes
sufrimientos” (José Ingenieros, “Fuerzas Morales”).
Con todo lo ocurrido en los
últimos treinta años en el Perú se necesita una profunda e irreversible reforma de los poderes del
Estado. Una nueva conciencia histórica, política, cultural, jurídica, ecológica
y educativa para apuntalar el progreso sin exclusiones ni exclusivismos.
El país está cansado de transfuguismo,
improvisación, voluntarismo y aventurerismo, de falsos líderes políticos que
sólo destilan el enfrentamiento, la desunión, el odio para seguir engañando a
las masas con políticas asistencialistas que antes de fomentar la independencia
y la libertad generan la dependencia y la sumisión en vastos sectores
marginados del territorio patrio. Se les da el pescado, pero no se les enseña a
pescar. Y aquí está el problema por el que no se logra vencer a la extrema
pobreza. Por sobre todas las cosas, al pueblo necesitado hay que enseñarle a
pescar y no regalarle pescado.
Ya es tiempo que la juventud
preparada, portando una antorcha lucífera, empuñe la bandera de la justicia, de las
organizaciones sociales, políticas, empresariales, deportivas y como una
generación nueva se desprenda de cualquier tentación de encontrar satisfacciones
inmediatas y rechazar firmemente el mal que los rodea.
Ya es tiempo que la juventud
que estudia, que trabaja, que piensa, que actúa sin complicidad con el pasado
pero asociando el ingenio y la voluntad comprometida con el bien común, juventud
que asimila nuevas ideas para viejos y nuevos problemas, jamás arríe sus
principios y siempre entone sus himnos constructivos contra la adversidad, la
impunidad y la injusticia.
A esta altura de la vida
peruana la juventud no debe perder su tiempo esperando pasivamente que los cambios vengan
de falsos líderes, chaveteros verbales, contaminados por los intereses creados
y la ambición desmedida del poder.
La nueva juventud debe ser más cerebro que sentimiento, más
acción constructiva, más inclusivo que excluyente, capaz de encender en el ánimo
de las multitudes el deseo de lo mejor para el país.
Corrompen el alma de la
juventud quienes infunden el mal ejemplo, quienes entienden la política como el
arte de hacer dinero, de sacar ventaja personal o grupal o de enriquecerse y
enriquecer a los demás de su entorno, olvidando que científicamente la
verdadera política es el arte y la ciencia del buen gobierno.
El joven, a lo largo de su
existencia desarrolla y perfecciona su ser en la medida en que afirma (tesis), niega (antítesis) y efectúa la negación de la negación (síntesis). Pues todo momento histórico,
por acción de la juventud fundamentalmente, contiene su propia negación
dialéctica que permite el tránsito a una realización superior, a mejores
niveles de libertad, dignidad, fraternidad, bienestar y felicidad. Esto explica
la existencia en la vida de los jóvenes de una «razón histórica» o de una
«lógica histórica», que justifica su existencia en un espacio y tiempo
histórico del Perú del siglo XXI.
El joven peruano es un ser
con orientación prospectiva. Para trazar una prospectiva es necesario que mire
y examine el presente y el pasado para deducir los posibles futuros y de entre
ellos elegir el más deseable, que además de ser factible sea alcanzable. Luego procede
a trazar el camino que posibilite alcanzar ese futuro en el curso del tiempo
preestablecido. La prospectiva es el arte de actuar y de pensar en el presente
en función del futuro y tomar en cuenta los conocimientos holísticos del pasado
para no incurrir en errores. A más conocimiento holístico del pasado, mejor
podrá el joven peruano programar el futuro del país, proyectarse al futuro
posible, sentirse seguro en el presente e incluso cambiar el futuro posible
elegido. El joven de hoy se halla comprometido con ampliar su conciencia política,
cultural, histórica, axiológica y ecológica para reubicarse con éxito en el
universo del mañana.
Aristóteles definió a la
democracia como el gobierno de los más,
y de los más pobres que forman las mayorías que son a su vez la base
institucional de la soberanía popular, fuente de todo derecho. Reivindicar el significado
político y económico del gobierno del pueblo es tarea histórica de la juventud peruana para asegurar
el triunfo de la justicia social sin inmolar la libertad.