MOUNIER Y SU CONCEPCIÓN
DEL HOMBRE
Escribe: Eudoro Terrones
Negrete
Emmanuel Mounier (1905-1950) es un filósofo francés, creador del movimiento personalista comunitario,
postula y defiende la concepción del hombre como persona, como un ser autónomo,
unitario, absoluto y subsistente, ser humano de cuerpo y espíritu, que posee el
valor de libertad puesto al servicio de la comunidad, que se hace libre con el
compromiso de la acción y con un sentido definido de su existencia, que
concentra su estructura en la vocación, encarnación y comunión.
El personalismo es una doctrina filosófica que reconoce a la persona humana
como valor absoluto por sobre todas las cosas, la persona es un fin y no un
instrumento, una cosa o un cliente. Es una actitud y búsqueda constante porque
lo único estable en la sociedad es el cambio y lo único permanente en el hombre
es su “hacerse”, su continua creación en todas las latitudes y circunstancias.
El personalismo comunitario de Mounier tiene el propósito de efectuar la “revolución personalista, comunitaria y espiritual”, y se ubica entre el marxismo y el existencialismo.
Al respecto, el filósofo español Carlos Díaz Hernández explica: “La base
sobre la que se asienta el personalismo comunitario es que el ser es el centro
de la realidad. Y no el tener. Hoy, todo se mide por los parámetros del tener.
Evidentemente algo tenemos que tener, tenemos que comer. Pero no me distraigo
en acumular dinero: quiero que haya justicia social; es para eso para lo que
trabajo".
Según Carlos Díaz Hernández, interpretando y explicando el pensamiento de
Mounier, manifiesta que "el personalismo comunitario de lo que trata es de
que la persona sea el centro, que a uno no lo midan por los parámetros
económicos, que pueda vivir con dignidad; que no sean el centro la vanidad, la
tontería, la estupidez del mundo”.
Mounier afirma el primado de la persona, el valor absoluto de la persona,
la persona como un ser racional y social y explica a la persona en sus cuatro
dimensiones: encarnación, vocación, comunicación y trascendencia.
“El significado de Persona que Mounier divulga es siempre un interrogante
con ecos de respuesta positiva. Cree en la dignidad del hombre. Resalta el
respeto que el hombre merece, al margen de sus circunstancias concretas o
pasajeras. Se inclina por la definición estable del hombre desde la perspectiva
del espíritu que en él subyace. Y resalta que la Persona puede parecer
abstracta e indefinible, pero que se perfila ante los demás por sus cualidades
y sus comportamientos. Se presenta subsistente, permanente e independiente.
Elabora su jerarquía de valores porque cuenta con capacidad reflexiva para
ello. Posee inmensa fuerza creadora, de la que se va haciendo progresivamente
consciente. Su dignidad está en su ser humano e intransferible y no en su
resonancia externa entre los demás, en sus posesiones contingentes o en el
abanico de las diversas apetencias o anhelos que lo ponen en tensión con la
vida exterior o con su conciencia. Para Mounier, la Persona se expresa por su
acción y se define por su conciencia. Se siente dueña del mundo en la medida en
que pueda disponer de él con libertad. Y sabe que comparte la vida con otros
seres, de los que recibe y a los que da, con los que coexiste y en medio de los
cuales se siente comprometido”, puntualizan Pedro Blasco Cano y Pedro Chico
González, en la obra “Filosofía y Lógica”.
Sostiene Mounier que para construirse como Persona se requiere una serie de
valores como intimidad, libertad, compromiso, autenticidad, comunicación,
comunidad y trascendencia. El principal valor del hombre es la conciencia que
desarrolla de ser Persona, el que le permite sentirse poseedor de deberes y de
derechos dentro de una comunidad de seres libres y dignos, capaz de vivir bien,
de manera responsable, con vocación de superación de problemas, en permanente
cercanía y cooperación con sus semejantes por el logro del progreso y la
felicidad.
En el “Manifiesto al servicio del personalismo”, Mounier define a la
persona así: "Una persona es un ser espiritual
constituido como tal por una manera de subsistencia e independencia de su ser;
mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores
libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una
conversión constante: unifica así toda su actividad en la libertad y
desarrolla, por añadidura, a impulsos de actos creadores la singularidad de su
vocación".
En la obra referida Mounier también expresa: “La Persona, por ser la presencia misma del hombre y su característica última, no es susceptible de una
definición rigurosa. No es tampoco objeto de una experiencia espiritual pura,
separada de todo trabajo de la razón y de todo dato sensible. Pero ella se
revela con todo, mediante una experiencia decisiva, propuesta a la libertad de
cada uno. No es la experiencia directa de una sustancia, sino la experiencia
progresiva de una vida, de una vida personal. Ninguna noción puede sustituirla.
A quien al menos no se ha acercado, o ha comenzado esta experiencia, todas
nuestras exigencias le son incomprensibles y cerradas…Porque la vida personal
es una conquista ofrecida a todos y una experiencia privilegiada”.
Cristhian Benito Gómez Báez[1] explica las cuatro dimensiones de la
persona identificadas por Mounier:
- La encarnación reclama la presencia en la historia. Mounier exige el afrontamiento con el
mundo, el deber de la renuncia individualista al mismo tiempo que la obligación
de compromiso con el acontecimiento.
- La vocación impulsa a la persona a un movimiento de concentración-exteriorización. La
exterioridad, la acción… se nutren de la riqueza creativa interior.
- La comunicación. El personalismo
tiene la misión de realizar progresivamente la comunicación de conciencias y la
comprensión universal. La persona es comunicable por naturaleza. Su acto
primero es suscitar con otras una sociedad de personas (salir de sí,
comprender, asumir el destino del otro, dar y ser fiel).
- La trascendencia. Doble trascendencia,
espiritual y metafísica. Espiritual, la persona sobre la naturaleza;
metafísica, de la persona sobre sí misma. La trascendencia está orientada,
dirigida por los valores. Para el personalista cristiano todos los valores se
agrupan bajo la llamada singular de una persona suprema.