Artículos periodísticos y de investigación

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15 de mayo de 2019

APUNTES SOBRE LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA


APUNTES SOBRE LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

El término democracia proviene del griego demos, “pueblo” y cratos, “fuerza, poder, autoridad”.  La democracia es un régimen político o una forma de gobierno del Estado. La frase que mejor sintetiza y define a la democracia es la expresada por Abraham Lincoln: “Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Pueblo es un conjunto de habitantes de un lugar, región o país que tienen un gobierno propio. Cada pueblo tiene su prehistoria, protohistoria, intrahistoria, historia y posthistoria que lo definen, caracterizan y diferencian de los demás pueblos del mundo.
De todos los regímenes políticos, la democracia es el mejor, con todos sus defectos, limitaciones, problemas e imperfecciones, por cuantos mantiene intacta las libertades ciudadanas y propende al rescate, la defensa y la consolidación de los derechos fundamentales de las personas como condiciones indispensables para el logro de la justicia social y la felicidad de la población.

“Todos los intentos para organizar política y culturalmente a nuestros pueblos, – refiere  el filósofo peruano Antenor Orrego-, nos vinieron anteriormente de la periferia extraña, como simples reflejos y remedos importados del Viejo mundo y, por eso, todos fracasaron. Nos vino de la periferia extracontinental el liberalismo romántico y se produjeron esos broncos caudillos personalistas que implantaron la anarquía desolada de las facciones sangrientas y turbulentas en los primeros años de la Independencia. Nos vino como norma mimética el positivismo europeo y se instauraron esos tiranos ilustrados, como Porfirio Díaz, que oprimió a México treinta años en nombre del “progreso” y de las “luces”, o como el doctor Francia, en Paraguay, que reeditó la dictadura paternal y conventual de los jesuitas que, también empapó en sangre a su país con harta frecuencia. Estos sujetos “providenciales”, “necesarios” e “ilustrados” son los que han desgarrado a sus pueblos con más acerba crueldad”.[1]

Pero también, afirma Antenor Orrego, “se consolida el predominio de las oligarquías criollas que, en nombre de la democracia, han cometido los crímenes más execrables. No necesitamos aludir al hecho escandaloso que Juan Vicente Gómez, en Venezuela, Sánchez Cerro, en el Perú, el general Melgarejo en Bolivia, y todos los tiranos y dictadores más recientes, irrumpen directamente del desorden y de la anarquía que se produjeron a raíz de la Independencia, como hijos putativos de la Enciclopedia, cuyo espíritu, se intentó trasladar a este Continente”[2].

En países de América Latina, en los que por mucho tiempo se aplicaron y  se aplican políticas equivocadas, mal dirigidas, pésimamente concebidas y realizadas en función de intereses oligárquico-plutocráticos y del imperialismo, no fue difícil comprobar hasta dónde ha ido la imprevisión, la ignorancia, el entreguismo de los gobernantes, las contemplaciones y los paños tibios, la negligencia e insensibilidad social, el descuido de quienes llegaron al Gobierno en “asalto al presupuesto de la República”, para beneficiar a corruptas megaempresas oligopólicas extranjeras y no para dar solución a las necesidades de los pueblos.

Por muchos años, la democracia ha sido mal utilizada por la extrema derecha y la extrema izquierda, quienes hicieron de las organizaciones políticas Partidos de contubernios, de grandes negociados, empresas electoreras a favor del mejor postor primordialmente de intereses foráneos. Convirtieron a los gobiernos democráticos en Clubes de Compadres en busca del Presupuesto nacional para pagar favores políticos; convirtieron en centros de poder desde los cuales amasaban ingentes fortunas y se cometían las más detestables corrupciones e inmoralidades. Convivieron con oligarcas y latifundistas, con tecnócratas y burócratas dorados, con contrabandistas y narcotraficantes. La esclavitud económica e intelectual se mantuvo por mucho tiempo en pie firme.

“Los civilistas dijeron de Perú que es un pueblo de “eunucos, sin hombres bravos” y que “en este país basta un poco de látigo para que todos se arrodillen”. Los colonos mentales europeos, es decir, los totalitarios nos calificaban como uno de los países “de eco y de reflejos”. Dictadores y tiranos nos motejaban como “pueblo de cobardes”. La derecha reaccionaria nos miraba como el “país para los negocios ilícitos”. Oligarcas, latifundistas y golpistas de estado, nos tenían como “el país incapaz de gobernarse”. Los escépticos y pesimistas, los derrotistas y agentes de la bancocracia han dicho siempre que “en este país todo se compra y todo se vende”, que “en este país todos comienzan las cosas pero nunca las completan”[3].

Antenor Orrego llegó a decir: “Nunca hemos oído mayor inepcia que, para negar el ejercicio de la democracia, se diga que el pueblo no está preparado todavía para ejercitarla. Este es un pretexto o argumento de tiranos y de mercaderes sin escrúpulo, acostumbrados a lograr espléndidos beneficios personales en un ambiente de fuerza, de privilegio y a trueque de la opresión y del sufrimiento de su pueblo”[4].

En el contexto histórico latinoamericano podemos observar principalmente la existencia de dos clases de democracia: democracia directa, pura o plebiscitaria y democracia indirecta o representativa, cada uno con sus propios métodos, tácticas y estrategias para generarla, regenerarla, desarrollarla, purificarla, controlarla. La democracia directa, llamada también democracia pura o democracia plebiscitaria,  se realiza a través de mecanismos de participación del pueblo en el ejercicio del poder: asambleas, plebiscito, referéndum, iniciativa popular, votaciones de todo el pueblo. En la democracia  indirecta o democracia representativa se expresa el ejercicio de la soberanía a través de los dirigentes, las autoridades o los representantes elegidos por el pueblo en comicios electorales libres y periódicos mediante el voto de la mayoría.

En un país democrático hay libertad de opinión, expresión y difusión del pensamiento, de iniciativa y de crítica; el ciudadano apoya lo bueno de la acción de Gobierno y combate, censura y critica con métodos democráticos aquellas acciones que le parece mal; las libertades civiles están garantizadas por el poder judicial; el poder del gobierno tiene limitaciones; predomina el Estado de derecho, con respeto y acatamiento de la Constitución, de las leyes y la autonomía de los poderes del Estado; los ciudadanos gozan de los mismos derechos en la vida política, económica y cultural y participan en la dirección y los servicios del Estado; hay subordinación de la minoría a la mayoría; se reconoce el principio de igualdad de derechos de los ciudadanos; las instituciones representativas y los partidos políticos se basan en la voluntad de las mayorías ciudadanas expresadas en elecciones libres.

En los países latinoamericanos la  verdadera democracia hace posible la concertación de esfuerzos, iniciativas e ideas de las minorías y las mayorías para asegurar y lograr la justicia social, el bienestar general y la felicidad de la población; hace posible conciliar el gobierno con la libertad, el buen uso del poder político con la voluntad y la aspiración de los ciudadanos, dentro de un Estado de derecho, descentralizado y civilizado.

En un estado democrático moderno es posible el respeto a los derechos fundamentales de la persona humana; es posible la protección de las libertades civiles y los derechos individuales; es posible la igualdad de oportunidades en la participación en la vida social, educativa, cultural, política y económica de la sociedad. También es posible la unión del poder económico y el poder político  en aras del bien común, siempre que exista un clima de mutuo entendimiento, comprensión y tolerancia entre el gobernante y los gobernados.

En una democracia el sufragio es el mecanismo primordial de participación de los ciudadanos, sufragio que se caracteriza por ser universal, libre, igual, directo y secreto y a través del cual se elige a dirigentes, autoridades o a  representantes para un determinado período  establecido en la Constitución política, las leyes y los reglamentos de los países.

En la democracia latinoamericana no es raro observar que, las clases dominantes, los opinólogos empíricos y los propietarios de la concentración de medios de comunicación encaramados en ideologías europeizantes y ultraviolentistas, en lugar de defender los intereses de las mayorías ciudadanas defienden en muchos casos sus propios intereses del “tanto tienes, tanto vales”, para seguir engañando, oprimiendo y explotando a los pueblos. Utilizan la democracia para sus fines maquiavélicos y con mentalidad extranjera y antidemocrática hacen circular la especie “Cerremos el Congreso”.

Fernando Savater, en su obra “Ética y Ciudadanía” decía que en una democracia, “la peor corrupción que hay es la que secuestra el poder que tienen los ciudadanos, y se la guarda un señor porque dice que va a hacer un mejor uso con él que el que van a hacer los ciudadanos…La primera corrupción que combate la democracia es la corrupción de los que quieren robar el poder y hacer con él lo que les parezca adecuado”.

Pero no sólo se secuestra el poder o se roba el poder, también se roba el dinero del pueblo a vista y paciencia de sus autoridades o en complicidad con las autoridades. La corrupción más grande del siglo XX lo perpetró la megaempresa brasileña ODEBRECHT, que involucró a presidentes de la República, congresistas, ministros, políticos, funcionarios de los gobiernos imperantes y cuyo proceso de investigación, procesamiento y sanción judicial llevará muchos años, con incalculables pérdidas económicas y devaluación moral para los países y gobiernos  latinoamericanos.

Para que la democracia funcione bien y perdure como forma de gobierno en América Latina se requiere de mucha educación política y de mucha educación axiológica de las personas, desde la educación inicial hasta la educación superior no universitaria y universitaria; se requiere de autoridad moral ejemplar y ejemplarizadora de maestros, autoridades, gobernantes y gobernados; se requiere de un sistema de control permanente y de sanción jurídica imparcial; se requiere de partidos políticos con principios y valores éticos, partidos políticos refundados, incorruptibles, transparentes, renovados, modernizados o regenerados, más cercanos y abiertos a la ciudadanía, a sus necesidades, problemas y demandas.

Concluimos este artículo siguiendo las expresiones de Fernando Savater: “La política es la que intenta mejorar las instituciones y la ética intenta mejorar a las personas; a lo mejor, si hay mejores personas también habrá mejores instituciones”. Un estado democrático funciona bien cuando hay educación política científica y ética gubernamental, educación política y ética ciudadana.








[1] Orrego, Antenor. Hacia un humanismo americano. Librería-Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1966, pp.24-25.
[2] Antenor Orrego, Op.cit. p.25.
[3] Terrones Negrete, Eudoro. Revolución sin remedos (Posición anticolonialista mental del aprismo). Impreso en Ind.Gráfica de la Sociedad de Beneficencia Pública de Huancayo, abril, 1986, p.8.
[4] Antenor Orrego, Op.cit. pp.32-33.

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