HACIA UNA CONCEPCIÓN GLOBAL DEL HOMBRE
EN EL SIGLO XXI
Escribe: Eudoro Terrones
Negrete
Desde
su aparición en el planeta Tierra, el hombre trata de encontrar la respuesta a
una serie de preguntas: ¿Qué es el hombre? ¿Qué tipo de ser es el hombre? ¿Cuál
es su origen? ¿Cuáles son las teorías que explican el origen del hombre? ¿Quién
creó al hombre? ¿De dónde vino el hombre y hacia dónde va? ¿Cuál es su destino?
¿El hombre nace con su destino o hace su destino? ¿Cuál es la posición del
hombre en el universo?
¿Por
qué el hombre es un ser imperfecto? ¿Qué es lo que diferencia al hombre del
resto de los seres vivos? ¿Qué debe hacer el hombre para llegar a ser lo que se
propone ser? ¿Cuánto es capaz de saber el hombre durante la brevedad de su
existencia? ¿Realmente el hombre sabe todo lo que es? ¿Es el hombre un ser
cerrado o abierto ante el mundo? ¿Es el hombre un ser indiferente o
comprometido frente a sus problemas?
¿Es
el hombre un ser nacido por contrato o por amor verdadero? ¿Por qué son tan
diversos los seres humanos? ¿Qué relación tienen los individuos con los
universales (especies, géneros) y qué tipo de realidad corresponde a los
universales? ¿Es el hombre sólo individuo, sólo persona o ambas cosas a la vez?
¿Por qué el hombre está condenado a morir?
¿La
especie humana tiene naturaleza o carece de ella? ¿Hay una naturaleza humana o
varias naturalezas? ¿Es cierto que el hombre viene al mundo como una hoja en
blanco? ¿Es verdad que todo el conocimiento del hombre procede de los órganos
sensoriales y de la experiencia? ¿Los seres humanos nacen con las mismas
capacidades, tendencias y talentos? ¿Hasta qué punto debe aceptarse que la
naturaleza humana y su transformación integral es producto exclusivo de las
fuerzas productivas y de las relaciones de producción? ¿Es cierto que los seres
humanos son libres de elegir su propia naturaleza? ¿Es verdad que los seres
vivos son las únicas entidades del universo que llevan dentro de sí la
descripción de lo que son?
Y
en este mar de interrogantes en pleno siglo XXI, se suele escuchar en círculos
académicos universitarios y extrauniversitarios que el hombre se ha cosificado,
que ha perdido su belleza interior y exterior, que se ha materializado, que
peligra su futuro por la carencia de una educación de calidad, religiosa y con
valores, que el hombre está más dependiente de la tecnología y al servicio de
ésta, situación que le lleva a pensar cada vez menos sobre sus problemas y su
verdadera esencia y existencia.
Resulta
que, concordante con las expresiones de la licenciada cubana Ana Méndez Mariño:
“Vivimos inmerso en un cambio de época, que nos induce a pensar sobre el hombre
y el mundo de una manera diferente, el pensamiento y la lógica moderna que nos
gobernó durante estos últimos siglos se ve discapacitada para enfrentar nuevos
dilemas, al decir del profesor Núñez Jover estamos en presencia de un terremoto
epistemológico, las ciencias se cuestionan sus objetos y métodos de
investigación, el pensamiento positivista sobre verdad y error comienza a
cuestionarse, la fragmentación del saber es criticada, y exige la necesidad de
un pensamiento holístico que integre y comunique áreas del saber que años atrás
parecían excluyentes, es en este momento donde surge la Bioética primero como
puente, luego global y más tarde profunda, pero que tiene como impronta la
necesidad de interpretar al mundo no como algo dado y equilibrado, sino bajo el
prisma de su complejidad”[1].
Y
para tener una concepción global del hombre en el siglo XXI es necesario
recurrir a la filosofía, en su significado de conjunto de conocimientos naturales,
racionales y metódicamente adquiridos y ordenados, que pretende dar una
explicación fundamental de todas las cosas por sus supremas causas, de la
sociedad, del hombre, de la vida, de Dios y del universo. En otras palabras, la
filosofía es el estudio de qué, del cómo, del por qué, del para qué y de todo
cuanto hay en el universo. Siguiendo a Kant diríamos que la filosofía es la
ciencia de los fines últimos de la razón humana, y a Hegel, que la filosofía
“es la investigación de las cosas por el pensamiento”.
“La
tarea de la filosofía es darle al hombre una visión integrada de la vida, una
visión que sirva como base y referencia para todas sus acciones, físicas o
mentales, psicológicas o existenciales. Esta visión le dice la naturaleza del
universo con el que tiene que lidiar (metafísica);
los medios con los que lidiar con él, es decir, los medios de adquirir
conocimiento (epistemología); los
criterios por los cuales ha de elegir sus objetivos y sus valores, bien sea en
cuanto a su propia vida y carácter (ética)
o en cuanto a la sociedad (política);
y la forma de concretar esta visión (estética),
el estudio del arte y su papel en la vida humana”[2].
Los antropólogos
sostienen que los parientes vivos más cercanos a la especie humana son los grandes simios: el gorila, el chimpancé, el gibón y el orangután.
El
hombre es un mamífero del orden de los primates, en el que se incluyen los
monos y los lémures o prosimios, que ha evolucionado cerebralmente, lo que le
ha permitido disponer de la palabra articulada, inventar y perfeccionar los
medios para dominar sobre el resto de la naturaleza. Se distingue en su
conducta por el lenguaje, la civilización y el empleo de utensilios, equipos e
instrumentos de trabajo.
Las cosas y las ideas solamente se revelan
a través del hombre concreto que las vive, siente, piensa, prefiere o rechaza.
En el hombre las cosas cobran su auténtico significado, valor, importancia y
utilidad, tanto en su esencia como en su existencia. En este sentido el hombre
es objeto de la filosofía, pero al
mismo tiempo es sujeto que piensa,
razona, emite juicios de valor sobre el comportamiento de sus semejantes y de
todo cuanto ocurre a su derredor.
El hombre es, por su naturaleza, una
ontología de la vida, es decir, un ser biológico, físico, religioso, social,
cultural, psicológico, político, económico, histórico, ecológico, axiológico,
ético, filosófico y metafísico. Pero también el hombre es un fin en sí mismo y
no un simple medio para alcanzar intereses subalternos o de grupos de poder
económico y político.
El hombre, -el más numeroso de las
especies de mamíferos-, tiene por esencia la racionalidad, la aptitud de captar
todo tipo de verdades, de descubrir y producir nuevos conocimientos, de
construir equipos, máquinas e instrumentos de trabajo para dominar la
naturaleza, comprenderla y transformar la realidad.
Característica exclusiva del hombre es la
de formar conceptos, meditar respecto de sí mismo y de todo cuanto hay en el
universo, fiscalizar su comportamiento e investigar su posición entre los seres
vivos y las cosas.
Como producto de nuestra investigación
filosófica, hemos identificado sesenta
(60) ciencias que estudian el hombre, y que tratan de explicar su origen,
estructura, naturaleza, fines, metas, dimensiones y sus relaciones con los
demás semejantes, con los seres del reino animal, las cosas y con Dios.
En la
actual sociedad del conocimiento, en la que el hombre se fascina por los
grandes adelantos científicos y tecnológicos y el conocimiento progresa
considerablemente, resulta provechoso robar unos minutos del tiempo disponible para
fijar la atención sobre el hombre en sí, para filosofar sobre su razón de ser
en el mundo, sobre las dimensiones de su ser, sus potencialidades, aptitudes, capacidades,
cualidades, propiedades, características, posibilidades presentes y
perspectivas futuras.
Con las palabras de John Dewey (Filosofía de la Educación, 1930)
diríamos: “la Filosofía se recobra a sí misma cuando deja de ser un invento
para tratar los problemas de los filósofos y se convierte en un método
cultivado por éstos para afrontar los problemas de los hombres”. O también con
las de Wilhelm Dilthey: “la última palabra del filósofo es la Pedagogía, pues
toda especulación debe servir a la acción. Floración y finalidad de toda
verdadera Filosofía es Pedagogía, en su sentido más amplio: teoría de la
formación del hombre”. Más aún si tenemos en cuenta las precisiones de E.
Krieck: “El objeto de la educación es el hombre: el objeto de la ciencia de la
educación es la esencia y el devenir del hombre”.
[1] Ana
Méndez Mariño, en su trabajo final del curso sobre Etnología “La unidualidad
del hombre”, Universidad de La Habana, http://letras
uruguay.espaciolatino.com/aaa/mendez_marino_ana/la_unidualdiad_del
hombre.htm