AUGUSTO
SALAZAR BONDY Y SU CONCEPCIÓN
ACERCA DEL HOMBRE
Escribe:
Eudoro Terrones Negrete
Augusto
Salazar Bondy fue un destacado filósofo peruano, maestro universitario
sanmarquino y autor de importantes
textos universitarios.
Su
pensamiento se plasmó en abundantes y trascendentes obras: Irrealidad e
idealidad (1953), La filosofía en el Perú (1954), Mitos, dogmas y postulados en la Reforma
Universitaria (1957), Irrealidad e idealidad (1958), La reforma de la Facultad de Letras y los
estudios de filosofía (1958), La epistemología de Gastón Bachelard (1958), La
educación peruana en el mundo contemporáneo (1959), Introducción a la filosofía (1960), Filosofía
marxista de Merleau-Ponty (1961), Bases para un socialismo humanista peruano
(1961) e Introducción a la filosofía (1961), Tendencias contemporáneas de la
filosofía moral británica (1962), Iniciación filosófica (1964), Proyecto de la
Facultad de Estudios Generales (1964), En torno a la educación (1965), Historia
de las ideas en el Perú contemporáneo. El proceso del pensamiento filosófico (2
tomos, 1965), Lecturas filosóficas (1965), Didáctica de la enseñanza universitaria
(1966), Apuntes sobre el pensamiento de Wittgenstein (1966), La cultura de la
dependencia (1966), ¿Qué es filosofía? (1967), Breve antología filosófica
(1967), Breve vocabulario filosófico
(1967) y Iniciación filosófica (1967).
Finalmente,
¿Existe una filosofía en nuestra América? (1967), Didáctica de la filosofía (1968), Entre
Escila y Caribdis, reflexiones sobre la vida peruana (1969 y 1973), Para una
filosofía del valor (1971), Bartolomé o de la dominación (1977), Filosofía de
la dominación y filosofía de la liberación (1973), Las ideas del saber y Dios
en el pensamiento de Hipólito Unanue, La filosofía peruana del positivismo al
bergsonismo, La filosofía contemporánea
del Perú y La filosofía de Alejandro Deustua.
El
énfasis puesto por Salazar Bondy “en lo esencial del hombre” nos remite, para
terminar esta apretada síntesis de su significativa obra, a mencionar su Antropología filosófica, en cuya
preparación se encontraba trabajando en el momento de su prematura y lamentable
desaparición; por eso queremos relievar aquí la preocupación de Augusto Salazar
Bondy por la condición del hombre peruano y latinoamericano inserto en un mundo
cultural que actúa sobre él impidiéndole el normal desenvolvimiento de su ser”,
apunta la filósofa peruana María Luisa Rivara de Tuesta en su obra “Tres
ensayos sobre la filosofía en el Perú” (Lima,2000:46).
La
concepción del hombre según Augusto Salazar Bondy podemos resumirla en los
términos siguientes: No todos los hombres filosofan. La mayor parte de ellos no
sobrepasa el nivel del conocimiento vulgar; un grupo, cada vez más numeroso, se
dedica al esforzado ejercicio de la ciencia. Por otra parte, cuando se trata de
dar respuesta a los grandes problemas del mundo y de la vida, la mayoría
recurre a la religión, que le da las seguridades de la fe, o se conforma con
una concepción espontánea, no crítica del mundo. Sólo unos pocos abordan
filosóficamente esos problemas fundamentales. Pero si bien la severa actitud
filosófica es de hecho adoptada sólo por una minoría, cualquier hombre puede
llegar a hacerla suya por el esfuerzo y la disciplina del pensamiento.[1]
Por
la filosofía, -indica Salazar Bondy-, el hombre intenta conocer cuál es su
situación y su misión en el mundo, qué debe hacer y qué debe esperar en la
existencia, cuál es el destino que corresponde al ser de hombres. Así podrá alcanzar
la más justa orientación racional de su existencia.
Son
formas esenciales de la actividad del hombre el conocimiento, la valoración, la
conducta moral y la experiencia estética. El estudio del hombre es el verdadero
centro y la culminación del filosofar.
En
su obra “Introducción a la filosofía”, Salazar Bondy expone la concepción del
hombre como ser natural y como ser espiritual. Visto desde la perspectiva de
las ciencias naturales, el hombre es un ser constituido de acuerdo a las leyes
que rigen el conjunto entero de la naturaleza. Las ciencias biológicas lo
consideran como una especie incluida dentro del orden zoológico de los
primates. Ningún biólogo pone hoy en duda la hipótesis de la evolución, según
la cual unas especies han surgido de las otras, siguiendo un proceso de
desenvolvimiento que se remonta a la aparición de la vida sobre la tierra hace
no menos de mil millones de años. Ningún biólogo duda tampoco en incluir al
hombre en este proceso de la evolución de la vida y en reconocerlo como una
especie zoológica surgida por una mutación iniciada hace alrededor de un millón
de años. El hombre actual, el Homo
sapiens, al que antecedieron otros tipos pre-humanos y humanoides (por
ejemplo, el Pithecanthropus, el Australopithecus, el Sinanthropus u hombre de Pekín, el Homo Neanderthalensis, etc.), es para
el científico la última forma surgida en el árbol de la vida, la más compleja y
rica seguramente, pero que es al fin y al cabo una especie zoológica[2].
¿En
qué consiste la originalidad biológica humana? Ella puede determinarse teniendo
en cuenta los siguientes rasgos: posición vertical, erecta, constitución y uso
de la mano como órgano de aprehensión, cara pequeña en relación con el volumen
del cráneo, un cerebro excepcionalmente grande y órganos de fonación
especiales. Es su unidad dinámica la que da al hombre originalidad biológica.
Augusto
Salazar Bondy aportó en la reflexión filosófica de la problemática peruana y
latinoamericana, fundamentalmente respecto al fenómeno de la dominación, la
alienación y la liberación del hombre. En
su Breve vocabulario filosófico, Salazar
Bondy define la alienación como “la pérdida de ser del hombre cuando éste es
tratado como cosa o sujeto a otra instancia con la pérdida de su libertad o de
su identidad personal” (Lima, 1974:13). Concibe al hombre como un ser sometido
a relaciones sociales de dominación al servicio de grandes grupos de poder
económico y político y que lo
utilizan como instrumento productivo al servicio de sus nefastos intereses, por
tanto el hombre deviene en un ser sujeto a otro, ser dominado, devaluado, manipulable,
sojuzgado, oprimido, explotado, alienado, carente de personalidad, no libre y
con pérdida de conciencia de sí mismo y de su ser auténtico.
La
dominación del hombre es multidireccional: social, económica, educativa,
cultural, política y tecnológica.
En
su obra Introducción a la Filosofía,
capítulo IX, Salazar Bondy aborda y desarrolla su pensamiento sobre “El
problema del hombre”, incursionando así en el terreno de la Antropología
filosófica. Al respecto inicia sus reflexiones manifestando que es “fácil
reconocer el interés y la importancia que este tema tiene para nosotros,
pensando en que de su correcto planteo y examen depende la cabal comprensión de
nuestro propio ser.”[3]
Salazar
Bondy define al hombre como ser natural y como ser espiritual, recurriendo para
ello a las ciencias naturales (naturalismo o materialismo) y ciencias humanas o
sociales (espiritualismo).
EL HOMBRE COMO SER NATURAL: El
hombre es una especie incluida en el orden zoológico de los primates, dentro de
un proceso evolutivo biológico, con sus rasgos originales considerados
biológicamente y que la ciencia actual perfecciona día a día. Explica la
originalidad biológica humana teniendo en cuenta los siguientes rasgos:
“posición vertical, erecta, constitución y uso de la mano como órgano de
aprehensión, cara pequeña en relación con el volumen del cráneo, un cerebro
excepcionalmente grande y órganos de fonación especiales…Es su unidad dinámica
la que da al hombre originalidad biológica. Cada uno de ellos está vinculado
con los otros en su surgimiento evolutivo…Considerando todos estos caracteres y
sus interconexiones se puede pues decir que el tipo humano es una nueva estructura biológica en movimiento.”[4]
“Pero
hay otro rasgo biológico especialmente notable en el hombre: su lento proceso de maduración. El
hombre es el animal de niñez más larga y más general, pues su maduración dura
mucho y se extiende a todas las funciones orgánicas del individuo. Al nacer, el
vástago humano no puede hacer nada; comparado con cualquier animal, es
completamente desvalido y tendrá que esperar mucho tiempo para hacer valer su
capacidad. Esta condición está estrechamente vinculada con la elección biológica que representa el
tipo orgánico humano. Biológicamente el hombre no ha seguido el camino del
sistema musculas sino del nervioso; no ha elegido el poder por el músculo sino
por el nervio. El tipo animal se presenta siempre con alguna especialización
muscular bien desarrollada, el hombre con ninguna. De allí la debilidad e
impotencia del recién nacido. La única especialidad del organismo humano, la
cual absorbe toda su energía, es el cerebro, y ella necesita un largo proceso
para ponerse en vigor. Esta inmadurez y debilidad inicial condiciona caracteres
tan esenciales del hombre como la agrupación, o sea, la vida en un conjunto
social estable, sin el cual el niño no podrá sobrevivir; y la educación,
gracias a la cual alcanza su maduración y desarrollo cabales. Pero la
impotencia inicial, la necesaria espera que demanda el cultivo del cerebro, va
a ser la gran carta de triunfo del hombre. Porque la especialización en el
cerebro le permite un gran desarrollo de la inteligencia y le abre la puerta a
todo tipo de actividad…”[5]
Otro
rasgo biológico del ser humano es la capacidad del lenguaje, capacidad de
significar y aprehender todas las cosas sin necesidad de estar en contacto con
ellas y que “coordinado con el uso de la mano, este poder simbolizador del
lenguaje hace al hombre apto para crear objetos nuevos (herramientas,
utensilios, casas, etc.), combinarlos y establecer entre ellos conexiones según
su finalidad y sentido, y afianzar y enriquecer los lazos entre los individuos
de la especie. Dicho con otras palabras, por el lenguaje el hombre funda la
cultura y la sociedad.”[6]
EL HOMBRE COMO SER ESPIRITUAL: Salazar Bondy aborda y
explica lo que es el hombre considerando a su vida interior o psíquica, su capacidad consciente y reflexiva, su
conocimiento intelectual y manifestación
a través del lenguaje, su experiencia
moral y experiencia estética, “como muestra de la capacidad del hombre para
superar los límites de la realidad material” y así “el hombre vive por el
pensamiento en todos los mundos posibles”.
“La
sociedad y la cultura – señala Salazar Bondy- en fin, adquieren un nuevo
sentido en este enfoque: la sociedad humana es una relación de personas, con
normas, ideales, valores e instituciones que tienen una significación
espiritual, y la cultura es una novedad en el mundo, una creación total, no
natural, que el hombre ha sobrepuesto a la naturaleza.”[7]
POSICIÓN DINÁMICA E INTEGRADORA DEL
HOMBRE
Salazar
Bondy, se pregunta, entonces: “¿Cuál de las estas posiciones tiene la razón? ¿pueden
reducirse todos los caracteres del hombre a los meramente naturales, como
piensan los naturalistas? ¿puede afirmarse que el ser del hombre es ajeno o
esencialmente diferente al ser natural, como piensan los espiritualistas?”
Dichas
preguntas son respondidas por el filósofo adoptando una tercera posición dinámica e integradora del
hombre en su realidad natural-espiritual,
dentro de una concepción filosófica humanista, luego de efectuar una crítica a las
dos posiciones por considerarlas “extremas y excluyentes”, “igualmente
equivocadas” y por conducir a “conclusiones evidentemente erróneas”. El
filósofo es consciente que la tercera posición integracionista presentará
dificultades, como ocurre con toda teoría filosófica, pero que serán “menores”
a la de las dos anteriores, toda vez que “tomará en cuenta los datos relativos
de la experiencia humana”.
Y
a renglón seguido Salazar Bondy precisa
que los datos efectivos relativos de la experiencia humana son los siguientes:
“la necesidad del cuerpo para la existencia del hombre, la preparación
biológica de la especie humana y la estrecha conexión que la obra del hombre
mantiene con la realidad material, y en suma todos los demás fenómenos
naturales de la realidad humana. De otro lado, tenemos: la conciencia reflexiva
y racional, la capacidad creadora del lenguaje y el arte, la sociabilidad y la
cultura, o sea todos los datos de la vida espiritual. Se trata de comprender
cómo se armonizan estos datos, cómo se conjugan y complementan mutuamente en la
existencia real. Ahora bien, esto no puede hacerse si de antemano,
abstractamente, aceptamos dos ideas completamente separadas: la materia y el espíritu. Y es que una
vez enfrentadas como entidades extrañas la una a la otra, no tenemos más
remedio que o bien negar una y quedarnos con la otra sola (y esto es lo que
hacen los naturalistas y los espiritualistas), o bien concebir el hombre como
un ser dividido, en el que se dan dos partes irreconciliables, que es lo que
hacen las doctrinas llamadas dualistas
(del latín “dualis”: cosa doble, dos)”.[8]
“Si,
por el contrario, adoptamos un punto de vista dinámico e integrador,
concebiremos al espíritu como un momento superior de la materia viva, como algo
en que se prolonga el ser biológico, pero con nuevas virtualidades y otros
caracteres esenciales. El espíritu estará basado así en lo biológico, pero no
podrá ser reducido a lo biológico, del mismo modo como la materia viva está
basada en la inerte, pero no se puede reducir a ella. Entre una y otra se ha
producido un tránsito, una transformación que eleva el nivel del ser real. La
condición espiritual del hombre no estribará pues en estar provisto de una
substancia distinta y completamente independiente de la materia viva, sino en
un modo nuevo de ser y actuar de la vida biológica. Es pues esta vida misma
llevada a un orden superior y por tanto enriquecida y ampliada”.[9]
“Interpretar
así nuestro ser, -puntualiza Salazar Bondy-, dando cuenta de todas sus
manifestaciones efectivas, sin ceder a la tentación de divinizarlo, sin
pensarlo como una esencia extraña a la materia, pero tampoco aceptando su
simplista asimilación a la materia, es aproximarse al ideal de una concepción
humana del hombre, es decir, al ideal filosófico humanista.”
EL HOMBRE ES UN SER HISTÓRICO
Pero no se queda aquí el filósofo y tiene que
recurrir a las diversas filosofías de la historia parar lograr una mejor y
cabal comprensión del hombre. Y así trata de explicar por qué el hombre es un
ser histórico, considerando el interés que despierta en el hombre su pasado,
los acontecimientos vividos, el curso de la vida, el pasado de los pueblos, el
origen, sentido y alcance de la historia humana, por cuanto “El hombre quiere
saber quién ha sido, para estar
seguro de quién es y para preparar
mejor el ser que será mañana.”
“¿Qué queremos decir cuando afirmamos que el
ser humano es histórico? Queremos decir, en primer lugar, que la existencia de
cada persona se desenvuelve dentro del proceso general de la sociedad y la
cultura. Su carácter, sus actos, sus ideas, están impregnadas de la forma de
vida, del estilo de existir de un pueblo y una época. Pero queremos decir
también que cada hombre, como cada pueblo, tiene una historia y que su ser
propio consiste en esa historia; queremos decir que los hombres no son algo
hecho y conformado desde el principio, pues aquello que los singulariza y
distingue es resultado de un proceso de libre y abierta creación que se
desenvuelve a lo largo del tiempo. Estas dos cosas que queremos dar a entender
cuando decimos que el hombre es histórico no son independientes entre sí; por
el contrario, se hallan estrechamente entrelazadas. En efecto, por estar el
individuo inmerso en la existencia de su grupo y en el proceso temporal de la
cultura, se va formando gradualmente, va haciéndose a través del tiempo. E
inversamente, porque el individuo no es algo conformado y acabado desde el
principio, por eso mismo existe un movimiento, un proceso general de la
sociedad y la cultura a través de las edades. Se trata así de dos aspectos, de
dos caras de una misma realidad básica: el
hombre como historia, la historicidad esencial de nuestro ser.”[10]
“Vemos entonces que el hombre tiene un ser que
no se reduce al pasado y al presente. El hombre no es simplemente ese conjunto
de rasgos y caracteres que ha adquirido y posee en un determinado momento, sino
que es esencialmente también lo que va a ser, lo que espera y proyecta ser. El
futuro es fundamental para la esencia humana. El ser de cada hombre está
configurado por sus planes de vida, su vocación, sus ideales, sus metas y
fines, todo lo cual se refiere al futuro. Este futurismo esencial del hombre es posible por la intencionalidad de
la conciencia que, como sabemos, consiste en el proyectarse el sujeto hacia
ciertos objetos y términos, un proyectarse que no se limita sin embargo a lo
presente y pasado, sino que alcanza también lo porvenir. Vivir conscientemente,
vivir humanamente es por esto dirigirse hacia el futuro, anticiparlo, planearlo
e ir realizándolo según sus fines e ideales previa y libremente concebidos.
Vivir humanamente es vivir en libertad de construir su propio ser y esto es
también la historicidad.”[11]
[1] Salazar Bondy, Augusto. Introducción a la Filosofía. Editorial
Universo, Doceava edición, Lima, 1968, p.25.
[3]
Salazar Bondy, Augusto. Introducción a la filosofía. Editorial
Universo, S.A., doceava edición, Lima-Perú, 1968, p.235 y 236.
[4] Ibídem, pp.237 y 238.
[8]
Ibídem, p.245.
[9]
Ibídem, p.246.