Artículos periodísticos y de investigación

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11 de agosto de 2021

El paradigma de Einstein: La teoría de la relatividad que sacudió las bases mismas del universo.

 

EL PARADIGMA DE EINSTEIN: LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD QUE SACUDIÓ LAS BASES MISMAS DEL UNIVERSO

Albert Einstein y Víctor Raúl Haya de la Torre

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

Albert Einstein (1879-1955),  nacido el 14 de marzo de 1879 en Ulm, Alemania, en el seno de una familia hebrea. Sus padres fueron Hermann Einstein y Pauline Koch. Se casó muy joven con Milena Maric, estudiante de matemáticas y antigua compañera de estudios en Zúrich y tuvo con ella dos hijos, Hans y Eduard, llegando finalmente a separarse. El 2 de junio de 1919 en segundas nupcias se casa con su prima Elsa. En 1900 adopta la nacionalidad suiza y en 1940 la nacionalidad estadounidense.

Sobre su vida  cotidiana y en respuesta a un periodista de ABC durante su estancia en España en 1923, Einstein declaró: “Pues bien; voy a satisfacer su curiosidad. Mi vida es muy irregular. A veces, cuando me preocupa un problema, no trabajo durante días enteros; me paseo, voy y vengo en mi casa, fumo, sueño y pienso. Por el contrario, hay semanas que no ceso de trabajar. Pero, en general, me acuesto a las once y me levanto a las ocho. Como ve usted, mi cuerpo y mi cerebro necesitan un largo sueño reparador. Salgo raramente por la noche; me molesta la vida social”[1].

Hombre sabio,  glorificado universalmente en sus últimas décadas de vida y reconocido por la crítica especializada como el más grande científico superior a todos los anteriores: Aristóteles, Ptolomeo, Galileo,  Kepler, Tycho Brahe, Newton y Copérnico.

En el siglo XX, Einstein es el creador de un nuevo paradigma: la teoría de la relatividad, como punto de inicio de la física moderna; teoría que sacudió las bases mismas del universo.

De ojos bondadosos y profundos, amable con todos, de espíritu retraído,   empezó a hablar a partir de los tres años de edad y vivía con modestia. Ferviente antimilitarista, activo pacifista y defensor de los derechos civiles y de la libertad individual, en materia religiosa se declaró “agnóstico” y rechazó la etiqueta de “ateo”.  Consideró a la ética como “una preocupación exclusivamente humana sobre la que no hay ninguna autoridad sobrehumana”.

Solía componer melodías para su piano, tocaba el violín en sus ratos de ocio y gustaba pasearse con él y frecuentar el rincón de algún café. Discreto en el vestir, moderado en la mesa,  y de educadas conversaciones. Científico independiente, no buscaba alcanzar la fama, hacer fortuna o conseguir honores. Confesó en algún momento de su vida creer en el “Dios de Spinoza que se manifiesta en la armonía de lo que existe”.

Tras estallar la primera guerra mundial (1914-1918) su situación personal no fue de las mejores, más aún cuando se negó ayudar a Alemania en su esfuerzo bélico. “Einstein fue un ferviente antimilitarista que llegó a escribir: “Quiero hablar del peor engendro que ha salido del espíritu de las masas: el ejército, al que odio. Que alguien sea capaz de desfilar muy campante al son de una marcha hasta para que merezca todo mi desprecio, pues ha recibido cerebro por error: le basta con la médula espinal. Habrá que hacer desaparecer lo antes posible a esa mancha de la civilización. Cómo detesto las hazañas de los mandos, los actos de violencia sin sentido y el dichoso patriotismo. Qué cínicas, qué despreciables me parecen las guerras. ¡Antes dejarme cortar en pedazos que tomar parte en una acción tan vil!”[2].

Albert Einstein es considerado como una de las más grandes y brillantes personalidades científicas del siglo XX. Cuando sólo tenía 26 años, en 1905 formuló su Teoría de la relatividad especial, referida a los movimientos uniformes, y la Teoría de la relatividad general en 1916, referida a los movimientos no uniformes.  En 1949 publicó la Teoría del campo unificado, que abarca en un grupo de ecuaciones todas las fuerzas físicas del universo.

Esa autor, además, de las obras: La significación de la relatividad; Constructores del universo; El método en la física teórica y La evolución de la física; ¿Por qué la guerra?; Sobre el Sionismo, y El mundo tal como yo lo veo.

Llegó a licenciarse en Física a los veintiún años de edad, y tras aprovechar al máximo el tiempo disponible  elaboró su tesis doctoral que consistió en un trabajo de 29 páginas titulado “Una nueva determinación de las dimensiones moleculares”.

La Academia sueca le confirió el Premio Nobel de Física en 1921 y el dinero que recibió por él lo donó para obras de caridad.

Einstein es el creador de la teoría de la relatividad del tiempo y del espacio, que constituye toda una interpretación y explicación científica de los fenómenos del universo y que dio lugar a lo que se conoce con el nombre de “revolución einsteniana”.

Víctor Raúl Haya de la Torre, en su conferencia dictada en el Teatro Municipal de Lima (Perú) el 4 de octubre de 1945 expresó: “Einstein nos había dicho que el tiempo no era absoluto...que el espacio no era absoluto...que el movimiento no era absoluto; que el tiempo y espacio forman un continuo de cuatro dimensiones, y que en medio de esta nueva visión del cosmos quedaba la constante que era la velocidad de la luz, la constante que viaja a 300,000 kilómetros por segundo, a los que no era posible sumarles más porque si se intentara sumarles más, siempre resultarían 300,000 kilómetros por segundo. Einstein al principio fue duramente criticado, acaso como Galileo el día que subió a la Torre de Pisa y demostró que Aristóteles no tenía razón, y que dos cuerpos de distinto peso podían caer a la misma velocidad...”

Asimismo dijo Víctor Raúl: “En 1900, Max Planck había asentado ya su teoría de los cuantos, Einstein se une a él y así va ensayando hasta 1915, cuando formula ya la teoría general de la relatividad. Este gran proceso científico le abre al mundo una gran concepción del universo. Esta concepción se basa en la constante de la luz, en la relatividad del espacio-tiempo, términos que son inseparables y que constituyen un continuo de cuatro dimensiones; se basa, además, en el principio de que no hay una ley de gravitación universal en todos los niveles, como la que Newton formuló, sino campos gravitacionales, del mismo modo que existen campos electromagnéticos. Se basa, pues, en el principio de que un reloj, adaptado a un vehículo en marcha, se detiene o avanza..., en que las leyes de Euclides no explican todos los fenómenos del universo..., por último, se basa en este hecho extraordinario de que los campos gravitacionales desvían los rayos de luz: todo ello formulado por Einstein antes de ser verificado empíricamente...”

Gracias a sus teorías sobre la relatividad del espacio, la masa y el tiempo, pudieron revisarse los cálculos del perihelio de Mercurio, que en Isaac Newton estaban equivocados en cuarenta y dos segundos y se llegaron a comprender las desviaciones de los rayos luminosos que llegaban a la Tierra procedentes de las estrellas.

Al respecto, Richard P. Brennan explica en los siguientes términos: “La teoría especial estaba construida sobre las leyes del movimiento dadas por Newton, que constituyeron el sistema de ideas filosóficas y científicas prevaleciente durante 200 años, pero las trascendía y modificaba. La relatividad general es una teoría funda-mental de la naturaleza y de las relaciones entre espacio, tiempo y gravitación, y ha influido profundamente sobre la concepción del mundo que tenemos los humanos. Las teorías de Einstein han sido reiteradamente puestas a prueba, lo que se ha hecho comprobando predicciones basadas en ellas, que nunca han fallado. Ni ha habido tampoco ninguna teoría nueva de la arquitectura del universo que las haya reemplazado”[3].

Según Brennan  “La teoría de la relatividad especial “considera que el espacio y el tiempo constituyen magnitudes íntimamente ligadas, en lugar de magnitudes conceptualmente diferenciadas, como Newton había pensado. La teoría especial, publicada en 1905, contenía un buen número de pasmosas consecuencias. Una de ellas es que la velocidad de la LUZ es la misma para todos los observadores, independientemente de su movimiento relativo. Además, la velocidad de la luz en el vacío constituye un límite absoluto: ningún cuerpo podrá jamás ser acelerado hasta esa velocidad ni tampoco se podrá observar jamás nada que se mueva más rápidamente. La teoría especial postula asimismo la equivalencia de la masa y la energía. Einstein mostró que cualquier forma de energía tiene masa, y que la masa es de suyo una forma de energía. La relación entre masa y energía está expresada por la fórmula E = mc 2. En esta ecuación E representa la energía en julios, m es la masa en kilogramos y c es la velocidad de la luz en metros por segundo. Dado que la luz viaja a 300 millones de metros por segundo, salta a la vista que la conversión en energía de una cantidad de masa muy pequeña dará una cantidad enorme. Por ejemplo, un kilogramo de masa equivaldría a una energía de 2.778 millones de kilovatios-hora, suficientes para el suministro de varias semanas en un país industrializado. Cuando la energía de un par largo de kilos es liberada explosivamente puede destruir una ciudad y matar a un millón de personas. La teoría especial pronostica también que la masa y el tiempo cambian cuando aumenta su velocidad; cuando una partícula de materia se mueve más rápidamente adquiere más y más masa. Todos los conceptos y predicciones de la teoría de relatividad especial de Einstein han sido comprobados muchas veces, tanto en observaciones como en experimentos”[4].

Asimismo indica que la teoría de relatividad general es la teoría de Einstein que se ocupa del movimiento acelerado y de la gravedad. La relatividad general constituye un principio fundamental para comprender la naturaleza del espacio, el tiempo y la gravitación, y ha pesado fuertemente en la forma de entender el universo. Publicada en 1915, diez años después de su teoría de relatividad especial (1905), la teoría de Einstein considera la gravedad como una propiedad del espacio más que una fuerza entre cuerpos. La presencia de materia provoca una curvatura en el espacio y los cuerpos, al caer libremente, siguen las líneas de longitud mínima llamadas geodésicas. La gravedad resulta pues ser consecuencia de la curvatura del especio inducida por la presencia de un objeto provisto de masa. En el desarrollo de la teoría se establece el principio de equivalencia entre las fuerzas de gravitación y de inercia.[5].

“Newton en presencia del movimiento de los planetas y de la caída de los cuerpos, inventó la idea de una fuerza que explicara sus observaciones. Einstein sustituyó esa idea por la de un espacio curvo, afirmando que la inercia de un cuerpo lo obliga a tomar un cierto curso a través del espacio, el que se hace curvo o combado cerca de una masa grande de materia, como la tierra o el sol. Es difícil imaginar un espacio curvo y, sin embargo, esa puede ser la explicación de la caída de la manzana y del movimiento de los cuerpos celestes. Los estudios revolucionarios de Einstein condujeron al concepto de la cuarta dimensión: el tiempo. Condujeron, además, al concepto de que la materia es, en su forma más elemental, energía; y este concepto quedó plenamente afirmado después de la fisión del uranio 235 y la producción de la bomba atómica”[6].

“Otras contribuciones de Einstein a la ciencia, aunque menos conocidas, son: sus estudios sobre el movimiento browniano (las partículas microscópicas del humo o del polvo son movidas irregularmente por la acción de las moléculas del líquido o gas donde están suspendidas); las fórmulas que identifican materia y energía (lo que haría posible la bomba atómica) y luz y energía (principio de la célula fotoeléctrica, la televisión y el cine sonoro), y, posteriormente, una teoría en que se unen los fenómenos electromagnéticos y los de la gravitación”.[7]

“Pero, ¿cómo afecta esta teoría a la astronomía y al universo? La mayor aportación de la teoría de la relatividad es un cambio en la visión del cosmos. Si todo es relativo y depende de dónde estamos situados y a qué velocidad nos movemos, el universo tampoco es absoluto, sino relativo. No se puede buscar en el cosmos algo inmutable y estable porque la propia naturaleza del universo y de las cosas es variable. Esta idea fue un gran cambio, sobre todo si la comparamos con las visiones clásicas del universo como algo perfecto e invariable. A la gente le costaba mucho pensar que todo cambiaba y todo se movía, pero las investigaciones posteriores demostraron que la teoría de Einstein era cierta y que no hay nada invariable en el cosmos, todo cambia continuamente”[8].

Eduardo Congrains, en su obra “Científicos” (Tomo II, Editorial Gacela, 1980, pp. 353 y 354), resume en siete puntos principales el “súmmum” de la teoría einsteniana: 1. “El tiempo y la distancia son relativos y dependen del movimiento”. 2. “El espacio-tiempo es constante y esencial para todos los cálculos”. 3. “El espacio-tiempo es infinito y curvo”. 4. “Los rayos luminosos recorren “geodésicas”, o grandes círculos alrededor del universo, y al final de mil millones de años pueden volver a su punto de origen”. 5. “Los planetas recorren “geodésicas” en torno al Sol, debido a la naturaleza curva del espacio-tiempo, y sus órbitas son líneas de menor resistencia. El radio de esa curvatura depende de la masa de los cuerpos celestes”. 6. “El Sol no ejerce ninguna fuerza directa sobre los planetas”. 7. “La masa de un cuerpo aumenta con la velocidad, y ningún cuerpo material puede desplazarse con la velocidad de la luz, pues si la alcanzase, su masa se tornaría infinita. Dicho aumento –experiencias posteriores lo demostrarían plenamente- está totalmente acorde con la teoría”.

Fue sólo con el advenimiento de Alberto Einstein que la ciencia tuvo la definitiva certeza de que los principios de Galileo y Newton (y mucho menos los de Aristóteles) no le servirían como verdad definitiva y final” indica Eduardo Congrains en su obra “Científicos” (Tomo II, 1980:339). Mientras Aristóteles estuvo orientado a explicar el “porqué” ocurren los hechos, Galileo trató de explicar “cómo” es que los hechos acontecen.

Las ideas científicas de Einstein, mejoraron la teoría de Newton, subrayaron que la gravedad también influye en la velocidad de la luz y que no existe nada más rápido que la luz y llegaron a constituir la base teórica para la fabricación de la bomba atómica.

Einstein impugnó el apriorismo de Kant, las representaciones de Poincaré, las opiniones de Ernst Mach, el positivismo lógico y se pronunció abiertamente contra el uso de la energía atómica con fines militares.

Entre los personajes que influyeron en el pensamiento de Einstein figuran Roman Rolland (1866-1944), Max Planck (1858-1947), Hendrik A. Lorentz (1853-1928) y Mahatma Gandhi (1869-1948).

Einstein abogó por el Federalismo mundial, el internacionalismo, el pacifismo, el sionismo, el socialismo democrático, la libertad individual y los derechos civiles. Víctor Raúl Haya de la Torre, no con poca razón, escribiría en su obra  “Ex combatientes y desocupados”: “Einstein es sabio sin dejar de ser hombre. Su gran universo cósmico puede expandirse y curvarse, pero no es ajeno a este otro universo de la conciencia, saturado de dolor y de anhelos de justicia”[9].

En su discurso del mes de diciembre de 1945 en  Nueva York, Einstein dijo: “En la actualidad, los físicos que participaron en la construcción del arma más tremenda y peligrosa de todos los tiempos, se ven abrumados por un similar sentimiento de responsabilidad, por no hablar de culpa. (...) Nosotros ayudamos a construir la nueva arma para impedir que los enemigos de la humanidad lo hicieran antes, puesto que dada la mentalidad de los nazis habrían consumado la destrucción y la esclavitud del resto del mundo. (...) Hay que desear que el espíritu que impulsó a Alfred Nobel cuando creó su gran institución, el espíritu de solidaridad y confianza, de generosidad y fraternidad entre los hombres, prevalezca en la mente de quienes dependen las decisiones que determinarán nuestro destino. De otra manera la civilización quedaría condenada” (Einstein: Hay que ganar la paz, 1945).

Einstein murió a causa de  la ruptura de un aneurisma de la aorta (derrame cerebral), en el Hospital de Princeton (New Jersey, EE.UU., el 18 de abril de 1955. Sus restos fueron incinerados y en el crematorio estuvieron sólo 12 personas, incluido su hijo mayor.

Sobre la muerte de Einstein, Pau Carles Salvador Casals i Defilló escribió: “Ciertamente era un gran sabio, pero aún mucho más que eso. Era, además, un pilar de la conciencia humana en unos momentos en los que parece que se vienen abajo tantos valores de la civilización”.


[1] Gaztelera.pdf – Adobe Reader.

[2] OCÉANO Grupo Editorial, S.A. Grandes biografías. Volumen 4, Barcelona, 1998, p.617.

[3] Brennan, Richard P. Diccionario Básico para la Actualidad Científica. Celeste Ediciones S.A., España, 1994, p.128.

[4] Brennan, Richard P., Op.cit., p.381.

[5] Ibídem, p.382.

[6] Enciclopedia BARSA de Consulta Fácil. Tomo VI, Editores, Encyclopedia Británica, INC, Estados Unidos, 1960, p.132.

[7] Enciclopedia Ilustrada Cumbre, Tomo 4, México, 1971, p. 316.

[8] Lexus Editores, “El Universo y la Tierra”. Dirección Editorial: Jaime Viñals, Barcelona, 2000, p.35.

[9] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Ex combatientes y desocupados. Ediciones Ercilla, Chile. 1936, p.225.

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10 de agosto de 2021

Protágoras, uno de los grandes sofistas de la Grecia Antigua, y su tesis del "Homo mensura"

 

PROTÁGORAS, 

UNO DE LOS GRANDES SOFISTAS DE LA GRECIA ANTIGUA, Y SU TESIS DEL “HOMO MENSURA”  

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Protágoras (483-411 a.C.), es uno de los grandes sofistas de la Grecia Antigua, considerado como “el gran sistematizador de la gramática”, y como todo sofista percibía honorarios no tanto módicos por sus enseñanzas, no obligaba a nadie a recibir sus enseñanzas, además no negaba sus enseñanzas a quienes no podían pagar momentáneamente sus honorarios.

Protágoras de Abdera tuvo gran influencia en la cultura griega, pues era el más grande y reputado de los sofistas; con él se inicia el denominado “período antropológico”  y el cultivo de la virtud en el hombre. Cultivó la dialéctica e introdujo los sofismas en la oratoria.

Entre sus obras conservadas figuran: El arte de la Herística; El discurso perceptivo, La disputa sobre los honorarios, Antilogías, Sobre la lucha, Sobre las Matemáticas, Sobre el Estado, Sobre la ambición, Sobre las virtudes, Sobre el estado de las cosas en el principio, Sobre el Hades,  Sobre el ser y Sobre las malas acciones de los hombres. 

Como se sabe, las obras de Protágoras fueron quemadas por los atenienses, porque decía: “Con respecto a los dioses no puedo saber si existen o si no existen, ni cuál sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana”. 

Decía que «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en cuanto que no son”, es decir, las cualidades o propiedades positivas o negativas de las cosas se miden con el hombre y por tanto dependen de la impresión de los sentidos, de la percepción y opinión que cada individuo tiene de ellas.

En su Metafísica, Aristóteles atribuye a Protágoras de que “todas las opiniones y todas las impresiones sensoriales son verdaderas”. Sexto Empírico, a su vez, en la obra Esbozos pirrónicos, refiere que “Protágoras sólo admite lo que perciben los individuos en singular y, de este modo, introduce el principio de la relatividad”. 

La interpretación de esta expresión protagórica ha sido muy discutida. Prescindiendo de otras cuestiones secundarias, el problema se centra fundamentalmente en el sentido que hay que dar al término “hombre” (ánthropos). Parece innegable que éste puede recibir tres significados distintos: El hombre como ser individual, afectado en cada caso de particularidades accidentales que le diferencian de todos los demás de la misma especie humana. Se trataría del hombre concreto, “hic et nunc”, de Pedro o Juan o Antonio. El “hombre” equivaldría a “homo individualis”. 

El hombre como especie, el hombre específico, es decir, el ser humano “in genere”, con particularidades comunes a todos y cada uno de los hombres, aunque distintas de las que poseen los seres de diferente especie. El “hombre” equivaldría a “homo specificus”.

El hombre como ser que, por naturaleza, vive en sociedad, integrado en círculos sociales, con peculiaridades mentales distintas según el grupo social a que pertenezca, según la sociedad de que forme parte. El “hombre” sería equivalente a “homos sociales”, a “polis”.

Cada una de estas tres posibles interpretaciones del “ánthropos” protagórico, ha sido defendida a lo largo de la historia del pensamiento filosófico[1].



[1] Por José Barrio Gutiérrez “El pensamiento de Protágoras”, en la obra Protágoras y Gorgias. Fragmentos y testimonios. Ediciones ORBIS, S.A. HYSPAMÉRICA Ediciones Argentina, S.A., Buenos Aires, 1980, pp.18 y 19.

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Henri Bergson, filósofo del vitalismo del siglo XX, define al hombre: "Homo faber"

 

HENRI BERGSON, 

FILÓSOFO DEL VITALISMO DEL SIGLO XX, 

DEFINE AL HOMBRE: “HOMO FABER”

Henri Bergson, el filósofo del vitalismo del siglo XX.
 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

El filósofo más original, profundo y convincente del vitalismo del siglo XX y prominente representante del intuicionismo científico, Henri Bergson (1859-1941), define al hombre como homo faber y precisa el rol  que cumple la inteligencia del hombre en los términos que siguen: «Si pudiéramos despojarnos de nuestro orgullo, si para definir nuestra especie nos atuviéramos estrictamente a lo que la prehistoria y la historia nos presentan  como característica constante del hombre y de la inteligencia, no diríamos quizá homo sapiens, sino homo faber. En definitiva, la inteligencia, considerada en lo que parece ser su tarea original, es la facultad para fabricar objetos artificiales, en particular utensilios para hacer utensilios, y para variar indefinidamente su fabricación» («Evolución creadora»). 

Homo faber es la definición dada por el filósofo Henri Bergson acerca del hombre, en cuanto vio en la inteligencia como característica básica del hombre, la facultad de fabricar instrumentos no organizados. El homo faber es el hombre que fabrica, produce o transforma las materias primas, los bienes en algo útiles para la humanidad; es el hombre que hace cosas, ocupa su raciocinio para inventar, construir máquinas o edificar objetos y transformar su funcionalidad; es la persona que fabrica herramientas y productos, que saca partido de la materia y de la energía, que se expresa haciendo. Es el prototipo de la persona experta y hacendosa, del fabricante, del hacedor de cosas.

En virtud de su gran capacidad productiva y transformadora se han dado grandes avances y también retrocesos, en la ciencia y la tecnología: el genoma humano, la clonación, las máquinas que sustituyen al hombre en diversos trabajos, la observación de puntos muy lejanos en el cosmos, la producción de armas nucleares y bacteriológicas, la computación y la robótica, el uso de diversos tipos de energía, la liberación de agentes dañinos para los ecosistemas, entre otros.     

El homo faber busca analizar y explicar bajo qué circunstancias humanas, espacio-temporales, económicas, sociales, políticas y ecológicas se realizan estas acciones. Es una persona de éxito; sólo conoce las categorías de éxito y de fracaso y sólo piensa en ellas y vive para ellas.  

El hombre, desde sus orígenes, a diferencia de otros animales, ha sido un Homo Faber, es decir, ha fabricado utensilios gracias a su inteligencia, capacidad creadora y al hecho de tener manos y razón.

Durante el Siglo XIX se desarrolla un gran debate sobre la naturaleza humana, con la contraposición de dos grandes líneas de concepción antropológica: el homo faber y el homo ludens.

El prototipo del homo faber caracteriza fundamentalmente al materialismo filosófico. Esta es una idea de la tradición positivista, del materialismo y del pragmatismo. Los hombres son en principio todos iguales en cuanto a que obtienen los medios de subsistencia a través de procesos complejos, pero se diferencian a través del desarrollo de medios de producción, por la necesidad de especialización en producir bienes o servicios básicos.

La teoría del homo faber define al hombre como un ser práctico, y se desarrolla en las teorías naturalistas, en el positivismo y en el pragmatismo, principalmente.

Según esta teoría sólo hay diferencias de grado entre el ser humano y el animal, con los mismos elementos, pero que en el hombre se manifiestan en una forma más evolucionada, compleja y desarrollada.

     Risieri Frondizi refiere en su Introducción a los problemas fundamentales del Hombre, que la teoría del homo faber «tiene su origen en Demócrito y Epicuro y adquiere renovado impulso en la edad moderna con Bacon, Hume, Mill, Comte y Spencer. La teoría evolucionista de Darwin y Lamarck le dio un sostén científico, con diferencias en puntos menores, es recogida por el pragmatismo y recibe un nuevo cuño en manos de Freud y Adler». Y en la edad moderna, con Francis Bacon en su obra El Nuevo Organon., al considerar al hombre como un ser capaz de dominar y aprovechar óptimamente el medio ambiente. «El hombre-dice Bacon- ministro e intérprete de la naturaleza, sólo hace y entiende en la medida en que ha observado, por la experiencia o por la reflexión del orden de la naturaleza».

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Homo ethicus: El hombre es el único animal moral

 

HOMO ETHICUS: 

EL HOMBRE ES EL ÚNICO ANIMAL MORAL 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Desde que el ser humano se agrupó en sociedades, tuvo necesidad de contar con normas, disposiciones o reglas que le permitan regular su conducta frente a los demás miembros de la comunidad.

El hombre es el único animal moral, toda vez que no hay vida moral si no hay vida racional, y el hombre es un ser racional. El hombre tiene conducta moral, rige su comportamiento por determinadas normas, reglas, principios, leyes y valores éticos. El hombre se comporta dentro de la sociedad en que vive y trabaja cumpliendo una serie de normas, principios y valores éticos, con el fin de alcanzar niveles de perfección para una vida feliz, digna, libre y justa. El hombre es un ser racional que en forma libre, voluntaria, consciente y responsable elige y decide lo que más le conviene para vivir bien en una sociedad civilizada y humana.

George M. Mead puntualiza que «Somos seres morales en cuanto seres sociales». En cambio, G.G. Simpson precisa y enfatiza: «Es una de las muchas cualidades singulares del hombre ser el único animal ético. la exigencia ética y su cumplimiento son también productos de evolución, pero se han producido sólo en el hombre».

A su vez, W. Trejo expresa: «Para algunos filósofos, la idea de moral es ya la idea del hombre, el hombre es constitutivamente un ser moral; para otros, el ser moral no es a cabalidad del ser del hombre, sino una de sus formas de ser».

El homo ethicus es cultivador y promotor de normas, principios, reglas y valores éticos, como la veracidad, la objetividad, la responsabilidad, la libertad, la honestidad, la lealtad, el respeto, la independencia de criterio, la solidaridad y la justicia, entre otros.

Veamos lo que nos dice E. Faure en «Aprender a Ser (Madrid, 1973): «Es necesario que el hombre nuevo esté en condiciones de establecer un equilibrio entre sus capacidades ampliadas de comprensión y de poder, y su contrapartida potencial de orden de carácter afectivo y moral. No basta reunir el homo sapiens y el homo faber, es preciso además que se sienta en armonía con los demás y consigo mismo: homo concors. Esta condición es indispensable para que pueda superar los peligros y prejuicios añejos a la tasa exponencial de crecimiento y a los aspectos materiales del desarrollo. Para que pueda afirmar sus responsabilidades cívicas y sociales y reaccionar ante las contradicciones y las injusticias (...). Nuestro tiempo, el que ha llamado del mundo finito, no puede ser otro que el del hombre total; es decir, todo hombre y todo el hombre».

En las dos últimas décadas del Siglo XX y en lo que va del Siglo XXI, la sociedad mundial viene afrontando serios problemas éticos, con implicancias sociales, políticas, económicas, educativas y culturales y que generan la denominada “cultura de la inmoralidad”, problemas que deben ser superados a la luz de una nueva educación. Dicha “cultura de la inmoralidad” se manifiesta a través de los siguientes hechos: nepotismo en las instituciones, soborno, chantaje, impunidad, licitaciones amañadas, malversación de fondos, expedición de títulos profesionales falsos, evasión tributaria, defraudaciones financieras, quiebras bancarias fraudulentas, narcotráfico, terrorismo, etc., que requieren ser erradicados a través de una educación sólida en valores.

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Simone de Beauvoir, precursora del movimiento feminista con mayor audiencia mundial de mediados del siglo XX

         SIMONE DE BEAUVOIR, 

PRECURSORA DEL MOVIMIENTO FEMINISTA CON MAYOR AUDIENCIA MUNDIAL DE MEDIADOS DEL SIGLO XX

Simone de Beauvoir

culturageneral.com

 Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

Simone de Beauvoir nació en París el 9 de enero de 1908 y falleció a la edad de 77 años en París el 14 de abril de 1986, siendo enterrada en el cementerio parisino de Montparnasse, al lado de Jean-Paul Sartre, su compañero y “amor necesario”. “Simone de Beauvoir fue enterrada llevando en su mano el anillo de plata que le regaló su amante Nelson Algren al despertar de su primera noche de amor”.[1]

Es la hija mayor de George Bretrand y de Françoise de Beauvoir; formó pareja sentimental e intelectual con el filósofo existencialista ateo Jean-Paul Sartre.

Estudió Filosofía en la Universidad de la Sorbona, logrando obtener su bachillerato y doctorado.

Filósofa, escritora, profesora, feminista, periodista, ensayista y crítica literaria francesa, inflexible y perseverante crítico de la derecha francesa, incorporó el existencialismo ateo al feminismo de la igualdad, se convirtió en la precursora del movimiento feminista[2] con mayor audiencia mundial de mediados del siglo XX.

Se relacionó con Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Merleau-Ponty, Claude Lévi-Strauss, Raymond Aron, Fidel Castro, Che Guevara, Mao Zedong o Richard Wright y recibió las influencias de Nietzsche, Sartre, Marx y otros grandes filósofos.

Ejerció la docencia en el Liceo Janson-de-Sailly, en Marsella, París y Rouen. A raíz de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la ocupación nazi de París fue destituido de su puesto por el gobierno, se alejó de la enseñanza e integra el movimiento de la Resistencia Francesa.

En 1954 obtuvo el premio Goncourt por su novela Los mandarines. Colaboró en la fundación de la revista Les Temps Modernes (1945) y en funcionamiento del Movimiento de Liberación de las Mujeres Francesas (1973).

Escribió novelas, ensayos, biografías, memorias y monografías, etc. Y entre otras obras, las siguientes:  La invitada (19434); La sangre de los otros (1944); Pyrrhus y Cineas (1944); Todos los hombres son mortales (1946); Para una moral de la ambigüedad (1947); Norteamérica al desnudo (1948); El segundo sexo (1949); Memorias de una joven formal (1958);La vejez (1970); Final de cuentas (1972); La ceremonia del adiós (1981);Para una moral de la ambigüedad (1947);La invitada. (1943);); Los mandarines (1954); Memorias de una joven formal (1958); Una muerte muy dulce (1964); Las bellas imágenes (1966);La mujer rota (1968);Cuando predomina lo espiritual (1979):Para qué la acción ( 1944);Para una moral de la ambigüedad (1947); El existencialismo y la sabiduría de los pueblos (1948):América al día (1948); El segundo sexo (1949):El pensamiento político de la derecha (1955);La larga marcha (Ensayo sobre China) (1957); La plenitud de la vida (1960); La fuerza de las cosas (1963); Las bellas imágenes (1966); La mujer rota (1968); La vejez (año 1970); Cuando predomina lo espiritual (1979);  y La ceremonia del adiós (1981).

Para Simone de Beauvoir el hombre es libre porque es un “ser-para-sí”, tiene “conciencia de ser libre”, es capaz de realizarse y de hacerse a través del tiempo y en función a sus propios fines y metas individuales. El hombre asume la absoluta libertad de elección con responsabilidad  espontánea individual según sus proyectos de vida, asumiendo el riesgo y la incertidumbre que conllevan,  y no por injerencia de autoridad externa en sus acciones. Las acciones del hombre deben tener en cuenta a los otros como ejes de su libertad. Sin los otros, dice Simone de Beauvoir, yo no podría ser libre. Llegó a decir: “Una no nace mujer: se hace mujer”.

La obra El segundo sexo, escrita entre los años 1948-1949 por Simone de Beauvoir, fue incluida en la libertad de libros prohibidos por la Iglesia Católica. Esta obra constituye toda una enciclopedia sobre el papel que cumple la mujer en la sociedad, basado en la literatura, la historia y la mitología.

“Cuando aparece el libro están ya superadas –por haber alcanzado sus objetivos- las reivindicaciones sufragistas, por lo que hay que considerar esta obra como explicativa, no reivindicativa. Simone de Beauvoir expone el desarrollo de la opresión masculina a través del análisis de la historia, la literatura y los mitos, atribuyendo los efectos contemporáneos de esta opresión al haberse establecido lo masculino como norma positiva. El mundo masculino se ha apropiado de lo positivo (ser hombre) y lo neutro (ser humano) y ha considerado lo femenino como una particularidad negativa, la hembra. A consecuencia de esto se ha identificado a la mujer como “lo otro”, lo que ha llevado a una pérdida de su identidad social y personal. El sexo femenino está limitado por el conjunto entero del patriarcado. De acuerdo con la filosofía hegeliana y sartreana, la autora está de acuerdo con que el sujeto necesita de “lo otro” para definirse. El problema es que la mujer ha sido constantemente definida por el mundo masculino como “lo otro”.[3]

“Su libro El segundo sexo (1949) significó un punto de partida teórico para distintos grupos feministas, y se convirtió en una obra clásica del pensamiento contemporáneo. En él elaboró una historia sobre la condición social de la mujer y analizó las distintas características de la opresión masculina. Afirmó que al ser excluida de los procesos de producción y confinada al hogar y a las funciones reproductivas, la mujer perdía todos los vínculos sociales y con ellos la posibilidad de ser libre. Analizó la situación de género desde la visión de la biología, el psicoanálisis y el marxismo; destruyó los mitos femeninos, e incitó a buscar una auténtica liberación. Sostuvo que la lucha para la emancipación de la mujer era distinta y paralela a la lucha de clases, y que el principal problema que debía afrontar el "sexo débil" no era ideológico sino económico”.[4]

Simone de Beuvoir, tras analizar lo que es la mujer desde el punto de vista biológico, psicoanalítico, materialista, histórico, literario y antropológico, llega a la conclusión sobre la insuficiencia para tener una definición completa, no obstante que cada uno de ellos nos da una definición de lo que es la mujer como la “Otredad”, “lo otro” frente a lo masculino. “Una no nace mujer: se hace mujer”.

La filósofa busca la reivindicación, la emancipación de la mujer, aboga por la igualdad de deberes, de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres y que la mujer trascienda a través de sus propios proyectos de vida y no constituya la tradicional sierva y esclava de los hombres ni se mantenga históricamente bajo el yugo de los hombres o su mera utilización como objeto sexual de la publicidad y de los hombres.

Después de la segunda guerra mundial, junto Simone de Beauvoir, lucharon por la emancipación de la mujer Betty Friedman, Kate Millett, Gloria Steinem y Germaine Greer.

La concepción antropológica puede extraerse y deducirse de la reflexión y del análisis de las frases y de los pensamientos de Simone de Beauvoir y que presentamos a continuación[5]:

La naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida. Las personas felices no tienen historia. Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejuicios. Todo niño que nace es un dios que se hace hombre.

Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación. Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos. 

En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación.

No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.

El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal.

No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino.

El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres. La mujer no es nada más que lo que el hombre decide que sea; así, se le llama "el sexo" queriendo decir con ello que aparece esencialmente ante el hombre como un ser sexuado: para él, ella es sexo, y lo es de un modo absoluto. Se determina y se diferencia en relación al hombre y no en relación a lo que ella misma es; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el sujeto, el absoluto: ella es "lo otro". 

Lo que es seguro es que ahora es muy difícil para las mujeres asumir a un tiempo su condición de individuo autónomo y su destino femenino; es la fuente de estas torpezas y malestares que a veces las presenta como "un sexo perdido". Y sin duda es más cómodo sufrir la esclavitud ciega que trabajar por la liberación: los muertos también están mejor adaptados a la tierra que los vivos.

El hombre no es ni una piedra ni una planta, y no puede justificarse a sí mismo por su mera presencia en el mundo. El hombre es hombre sólo por su negación a permanecer pasivo, por el impulso que lo proyecta desde el presente hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el propósito de dominarlas y darles forma. Para el hombre, existir significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir.

La perfección de su ser no deja ningún lugar al hombre porque el hombre no podría trascenderse en Dios si Dios ya está todo entero dado. En tal caso el hombre no es más que un accidente indiferente a la realidad del ser; está en la tierra como un explorador perdido en el desierto; puede ir a la derecha o a la izquierda, puede ir a donde quiera; jamás irá a ningún lugar y la arena cubrirá sus huellas.

Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa, la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros. La familia es un nido de perversiones. Lejos de que la ausencia de dios autorice toda licencia, al contrario, el que el hombre esté abandonado sobre la tierra es la razón de que sus actos sean compromisos definitivos.


[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir

[2] En 2008 se creó en su honor el Premio Simone de Beauvoir por la Libertad de las Mujeres, más conocido simplemente como Premio Simone de Beauvoir La actividad de Simone de Beauvoir fue, junto con la Gisèle Halimi y Elisabeth Badinter, central para obtener el reconocimiento de los maltratos sufridos por las mujeres durante la guerra de Argelia, así como para la obtención del derecho al aborto en Francia. Fue una de las redactoras del Manifiesto de las 343, publicado en abril de 1971 por la revista Le Nouvel Observateur. Con Gisèle Halimi, fundó también el movimiento Choisir, que tuvo un papel determinante en la legalización del aborto. https://es.wikipedia.org/wiki/Simone_de_Beauvoir

[3]La Enciclopedia del Estudiante. 19. Historia de la Filosofía. Santillana Educación, S.L., Buenos Aires, julio de 2011, p.265.

[4] Simone de Beauvoir. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/beauvoir.htm

[5] http://www.frasesypensamientos.com.ar/autor/simone-de-beauvoir.html

 

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