Artículos periodísticos y de investigación

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8 de diciembre de 2021

Por la Unión Política y Económica de América Latina

POR LA UNIÓN POLÍTICA Y ECONÓMICA 

DE AMÉRICA LATINA

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 


«La fuerza o alianza de pueblos que lleve a la victoria la causa de la libertad de América, eso aspira a ser el A.P.R.A». Víctor Raúl Haya de la Torre.

 

La unión política y económica de América Latina ha sido enunciada por vez primera en la historia de los partidos políticos del continente por el APRA, como postulado programático. Haya de la Torre retoma las banderas bolivarianas desde 1924 como mandato histórico de integración latinoamericana.

En tierras peruanas, en los campos de Junín y Ayacucho se corona la libertad definitiva de América. Surgieron, entonces, los grandes precursores de la gesta y del pensamiento libertario. No podemos dejar de mencionar a Manco Inca, Cahuide, los hermanos de Túpac Amaru,  Mariano Melgar, Pablo de Olavide, Toribio Rodríguez de Mendoza, Mateo Aguilar, José Baquíjano y Carrillo y tantos otros que derramaron su sangre por legarnos una Patria continental y un Estado continentalmente unido, grande, próspero, libre y justo. Jamás fueron partícipes de posiciones separatistas, de chauvinismos, de racismos comarcanos o de patrioterismos hostiles y egoístas.

Cosa muy distinta aconteció desde el 28 de julio de 1821 en el Perú y en los demás países de América Latina. La división de América Latina en impotentes Repúblicas, abrumadoramente burocratizadas, débiles todas e incapaces de afrontar y de solucionar sus problemas trajo consigo la dominación y la dependencia económica, política y cultural con la consiguiente pérdida permanente de la dignidad y la soberanía nacionales.

Ante esta problemática latinoamericana, el político visionario Haya de la Torre, desde 1924 alzó el grito unionista y libertario en nuestros pueblos, planteando la necesidad de contar con un nuevo Estado que promoviera la independencia continental, la afirmación democrática y unionista de los países indoamericanos.[1]

Dijo, entonces, Haya de la Torre: «Nuestro tiempo y nuestro espacio económicos nos señalan una posición y un camino», «América Latina debe encontrar su propio derrotero» y «Para otorgar a nuestra independencia contenido auténtico, había que rescatar la riqueza de nuestras patrias de la voracidad imperialista que las acaparaba».

El jefe y fundador del Aprismo proclamó la necesidad de los países de América Latina de unirse para enfrentarse al lobo feroz del imperialismo, porque «Unirnos será desfeudalizarnos definitivamente. Y será democratizarnos tanto económica y socialmente como cultural y políticamente». Y,  «Esto sólo será posible por la afirmación de una conciencia continental indoamericana que tenga su expresión democrática en la unidad o confederación de nuestros pueblos» enfatizando, a la vez, que «La base de toda efectiva democracia y de toda posible justicia social en nuestros pueblos radica en su unión política y económica». 

De aquí, concluyó magistralmente en el siguiente slogan: «Unidos, todo lo podemos; desunidos, nada somos ni seremos».

A través de la historia republicana se registran muchos hechos, fenómenos y acontecimientos que ocurrieron en el Perú y que debilitaron y bloquearon el proceso de integración nacional y que condenaron a los pueblos a continuar en el círculo vicioso de pobreza. Cabe referir sólo algunos de ellos. Represiones y guerras civiles, régimen feudal y de servidumbre, destrucción del sistema social y económico del Tahuantinsuyo con la extinción de la economía agraria para ser reemplazada por una economía minera (época de la Conquista), desmembramiento territorial y pauperización de las clases (época del Virreinato), abolición de las mitas, explotación del guano de las islas, abolición del tributo indígena y de la esclavitud, caudillaje militar y «golpes de Estado», desastre de la Guerra con Chile, Guerra del pacífico, el crac de 1929, endeudamiento externo, colonialismo cultural y político, economía capitalista periférica, narcotráfico, terrorismo, etc., etc.

De la inicial República de Indios se arribó a la República de Españoles, pasando por la República aristocrática u oligárquica, hasta llegar a la República del imperialismo y de la globalización de inicios del siglo XXI. Así, la pretendida revolución social quedó en la vera del camino, esperando tiempos mejores; las buenas promesas políticas se convirtieron con el tiempo en simples papeles mojados con tinta y dando vueltas en el tintero añorando nuevos tiempos. Una irritante maraña de «vividores» y de «sanguijuelas» dio pábulo a protestas populares y alzamiento en armas de minorías frustradas políticamente, que quisieron hacer la revolución con las armas vendando sus ojos con pasamontañas. Y así resultó en la práctica más de treinta mil muertos y más de treinta mil millones de soles que tuvo que gastar el Estado peruano para defenderse de los sanguinarios.

Ante esta lacerante realidad urge una fuerte dosis de espíritu unitario y cooperativo, de integración de la familia peruana y latinoamericana en sus luchas por el crecimiento y desarrollo armónico, coherente, auto-sostenido y sustentable, superando diferencias en intereses, en ideales, en sentimientos y en aspiraciones, dejando atrás viejos odios, egoísmos y rivalidades y toda suerte de separatismo, de enfrentamiento o división de pueblos.

La necesidad de integración de los países latinoamericanos se justifica y es importante por las razones que pasamos a exponer:

Los pueblos son fuertes cuando son unidos, y más unidos cuanto más fuerte es el peligro común del imperialismo. Frente a problemas comunes es obvio, imperioso e impostergable que los países postulen y emprendan soluciones también comunes.

La división de América Latina en importantes repúblicas, abrumadoramente burocratizadas, débiles todas e incapaces de afrontar y solucionar sus problemas trajo consigo la dominación y dependencia económico-social, político-cultural y la pérdida permanente de la dignidad y la soberanía nacional.

Urge continuar el ejemplo de nuestros antepasados, la tarea gloriosa iniciada por los Libertadores y el ideal que Bolívar dejó incumplido. El Perú, por ejemplo, fue unitario en tiempo del Tahuantinsuyo, del Virreinato y de la Emancipación, y por eso fue grande, invencible y próspero.

La integración continental,  traería consigo una serie de beneficios, por ejemplo: Incorporación de América Latina al concierto mundial de los pueblos industrializados. Lucha efectiva contra la penetración imperialista en nuestros pueblos y contra los viejos males de ayer y los nuevos de hoy como son la deuda externa, el armamentismo, la contaminación ambiental, el narcotráfico, la subversión terrorista, la pobreza absoluta, la explosión demográfica, la alienación cultural, la exclusión social y la injusticia de las mayorías nacionales. Superación de rivalidades, de egoísmos, de abusos de poder y de toda forma de separatismo. Coordinación de intereses, necesidades, problemas y derechos comunes para el bienestar general de los países. Permitirá poner en funcionamiento el Estado Antiimperialista, de los cuatro poderes: Legislativo, Ejecutivo, Judicial y Económico, basado en una democracia funcional y económica. Evitará el abuso de poder político y económico, y garantizar la supervivencia de estados democráticos libres y soberanos, haciendo frente y controlando toda presentación futura de golpes de estado. Emancipación del subdesarrollo, del terrorismo y de dictaduras de arriba o de abajo.

El Aprismo como pocos de los movimientos políticos latinoamericanos y mundiales, ha padecido su ideal de integración continentalista. Y precisamente por haber logrado la victoria de su confirmación, es que los apristas se sienten libres de resentimientos, de enconos o de recriminaciones.

Es tesis del Aprismo, ya enunciada desde 1928 por Haya de la Torre, que «los Estados de la América Latina o de Indoamérica necesitan tanto de los Estados Unidos como éstos de aquellos», puesto que «si nosotros nos unimos, si junto a los Estados Unidos del Norte emergen los Estados Unidos de Indoamérica, ellos y nosotros habremos asegurado nuestra paz y nuestra justicia, nuestro poder y nuestra felicidad para ejemplo y garantía de un mundo nuevo cuyo meridiano histórico universal está aquí en el Nuevo Mundo».[2]

Para concretar la unidad política, social, económica, educativa y cultural de los países latinoamericanos el aprismo propugna los lazos de hermandad y de diálogo democrático y constructivo, con docencia y decencia política, pero al mismo tiempo considera que sólo unidos los Estados latinoamericanos podrán reglamentar, regular o controlar eficazmente las inversiones extranjeras que necesitan para impulsar su industrialización y lograr su segunda independencia. Pues sólo unidos los países de América Latina serán capaces de garantizar y asegurar su autonomía frente a los riesgos intervencionistas de los países más fuertes. Y sólo unidos podrán enfrentarse con éxito contra el peligro de la conquista que amenaza a nuestra América, y podrán acrecentar su poderío económico y realizar la aspiración de una democracia social justa y estable.

Haya de la Torre en su incansable prédica integracionista denunció y combatió los aislamientos recelosos y las anacrónicas políticas separatistas, denunció el nacionalismo aislacionista y estrecho de las viejas políticas, censuró la política de compra de gobiernos por el capitalismo de Norteamérica, y criticó acremente a las discordias y hostilidades pequeño-nacionalistas. Puntualizó que la integración supone «la práctica de la interdependencia, la abolición de la llamada «soberanía absoluta y la sustitución por la soberanía interdependiente. Y entonces nos entenderemos y entonces sabremos por qué en un país aislado por fronteras artificiales, no se come carne cuando en los países vecinos abunda la carne; entonces se entenderá que los problemas de la alimentación van más allá de las fronteras, porque son problemas de humanidad, de necesidad, perentorios e inaplazables».[3]

Más adelante puntualiza: «De allí que la interdependencia creciente de nuestros países, la necesidad de una integración estén vinculadas a la solución de nuestros problemas fundamentales e internos de cada país. Por eso es que somos partidarios del Pacto Andino ideado en la tesis de los cuatro sectores del Partido Aprista en 1927. Creemos en la integración no como el resultado de una previa organización interna de cada país, sino como la consecuencia de una interacción entre las relaciones de unos países con otros y las soluciones de sus problemas de interdependencia porque cada uno de nuestros países en América tiene problemas propios pero también necesidades comunes y es justamente el intercambio de esas necesidades y la solución recíproca de esos problemas lo que nos ha de dar la solución total de una nueva nación de 33 millones de kilómetros cuadrados y 250 millones de habitantes con destino común para enfrentarse a los imperialismos y solucionar sus problemas internos con el  ámbito y la visión de los de un Pueblo Continente».[4]

Todo espíritu y posición separatista, irracional y esterilizante a nivel de gobernantes y gobernados es amiga del totalitarismo, de las dictaduras y tiranías, del capital imperialista, de la vil opresión. En cambio, todo espíritu unionista, integrador de conciencias, de ideales y de objetivos de pueblos que buscan mejores horizontes de vida deviene en instrumento de liberación, en herramienta adecuada y útil para enfrentar el poder de los países fuertes y veloces.

Para el aprismo, el Mercado Común Andino y Latinoamericano constituye  el primer gran paso hacia la integración económica, el Parlamento andino y el Parlamento Latinoamericano es el camino necesario para impulsar, promover y consolidar la unidad política en el continente.



[1] “…el aprismo ha sido el primer movimiento político indoamericano que ha incorporado a su programa el principio de la unidad continental. Ningún otro partido, ni de izquierda ni de derecha, ha enarbolado hasta hoy, como primer enunciado de su programa, el de la unión política y económica de los pueblos indoamericanos o sea el propósito de constituir los Estados Unidos de Indoamérica” (Treinta años de Aprismo”, Ed. Fondo de Cultura Económico, México, 1956).

[2] Alva Castro, Luis. Víctor Raúl en el Tiempo. Tomo1, Santiago de Chile, 1988, pág.26.

[3]Haya de la Torre, Víctor Raúl. Obras completas.  Tomo 7, pág. 401 y 402.

[4] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Op. cit., Tomo 7, pág. 420.

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4 de diciembre de 2021

Retrato físico y moral de Eudoro Terrones Negrete

RETRATO FÍSICO Y MORAL DE 

EUDORO TERRONES NEGRETE


Eudoro Terrones Negrete

Eudoro es una palabra griega compuesta de eu: "bien, bueno" y doros: "don, presente, regalo" y se puede interpretar como "dadivoso, generoso".

Eudoro Terrones Negrete es un destacado maestro, político, periodista, escritor e investigador peruano, nacido el 27 de setiembre de 1946 en la provincia de Tocache, departamento y región San Martín.

De estatura un metro con sesenta y cinco centímetros, pesa sesenta y un kilos,  rostro delgado, cabello negro y con unas cuantas canas,  cejas espesas, ojos negros y de mirada penetrante, brazos y piernas delgadas, sienes hundidas, frente despejada, pestañas largas, nariz aguileña, orejas normales,  boca mediana y labios livianos. Tiene las manos ágiles y cálidas y las uñas bien cortadas.

No es pegado a la moda en el vestir, conserva algo de lo tradicional, los días de trabajo usa terno con corbata, y zapatos, de preferencia botines y mocasines.

Es morigerado en los hábitos gastronómicos,  no come por placer sino lo justo y necesario para una vida sana y saludable. Preferentemente le gusta la comida de la selva peruana. Le apasiona comer carne de monte, pescado de río como el paiche, la gamitana o el zúngaro y de vez en cuando algunas golosinas, un buen  helado, ensalada de chonta, y tomar un caldo de gallina de corral. 

Desde niño le encanta el fútbol y el fulbito.  En su pueblo había sido hincha del Club Sport Progreso; en Huánuco, del Club Social Deportivo León de Huánuco; en Tarma, de la Asociación Deportiva Tarma, y en Lima, del Club Alianza Lima.

En su oficina y biblioteca particular "Antenor Orrego Espinoza" combina el estudio con el trabajo y la música instrumental en bajo volumen.  Cultiva el hábito de la lectura de obras selectas y escribe artículos sobre problemas sociales, políticos, económicos, filosóficos, educativos, culturales, periodísticos, ecológicos,  y morales.

En la adolescencia y juventud montaba a caballo, gustaba ir al monte a cazar, y a pescar en el río Huallaga (Selva). En sus momentos libres o de descanso tocaba rondín, piano electrónico y un poco de acordeón. Era fiestero, le gustaba bailar valses, cumbias, pasacalles, boleros, una que otra vez por ahí la marinera norteña o un  huaynito de la sierra central.

En ocasiones especiales prefiere compartir y disfrutar en familia el verano en las playas de Lima, tomar baños de sol y jugar con las desafiantes olas del mar.

Para mantener su estado físico realiza caminatas en el Campo de Marte (Jesús María, Lima), practica ejercicios con máquinas en un espacio de su domicilio, cuando menos una vez por semana y durante sesenta minutos.

Cuenta con los pergaminos académicos suficientes que le permitieron ser un profesional competente, competitivo y triunfar en la vida. Es bachiller en ciencias de la educación,  magíster en  docencia universitaria, doctor en educación, licenciado en la especialidad de filosofía y ciencias sociales y periodista afiliado al Colegio de Periodistas del Perú, a la Asociación Nacional de Periodistas del Perú y por muchos años formó parte de la Federación de Periodistas del Perú. Al 2021 es autor de cincuenta y dos obras publicadas (ver hoja de vida).

“A los 75 años de vida, – afirma Terrones Negrete-, me calificaría de ser un  profesional con amplitud de criterio, sólidos principios y valores éticos, hiperactivo, responsable, imaginativo, crítico, honesto y plenamente realizado”.

Constantemente utiliza la computadora y  recurre a su nutrida biblioteca en busca de información relevante que le permita analizar, investigar y escribir sobre temas y problemas de interés personal, profesional y colectivo.

Vive leal a sus principios y convicciones éticas, políticas y religiosas, leal a su familia. En lo político, combate el autoritarismo, el comunismo, el caviarismo, la derecha, el narcoterrorismo, la contaminación ambiental, el colonialismo mental europeo. Es un profesional de izquierda democrática, pertenece a las filas de la Alianza Popular Revolucionaria Americana y al Partido Aprista Peruano; es promotor cultural  y concertador de cambios en busca de libertad y de justicia social. En lo económico lleva una vida austera, no gasta más de lo que ingresa cada mes en su presupuesto familiar, practica el ahorro metódico.

En cuanto a sus firmes principios y valores éticos, cultiva la veracidad, la puntualidad, la imparcialidad, la responsabilidad, la honestidad, la transparencia, el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, la sensibilidad social, el altruismo, la paz, el espíritu de justicia y la fraternidad.

Cuando incurre en errores los acepta y rectifica. Denuncia y rechaza a la demagogia, el populismo, la manipulación, la charlatanería y la marginación social. Prefiere convencer con la palabra y la razón, vencer con la inteligencia y practicar el juego limpio.

Eudoro Terrones Negrete cultiva diversas clases de pensamiento:  reflexivo, analítico, sintético, dialéctico, estratégico, crítico, sistémico, holístico y complejo. Atesora notable afición y hábito por la lectura e investigación de obras filosóficas, obras de ciencias sociales y políticas, ciencias de la educación, ciencias de la comunicación e información. Su pluma incisiva, crítica y combativa estuvo y está al servicio de la causa colectiva de los peruanos e indoamericanos.

 

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28 de noviembre de 2021

Así fue Víctor Raúl Haya de la Torre

 ASÍ FUE VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE


Víctor Raúl Haya de la Torre y el joven dirigente aprista Eudoro Terrones Negrete

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

Fuente: Artículo extraído de la obra "El Aprismo según Haya de la Torre. Filosofía, Ideología y Doctrina" (2021).

Conocí a Víctor Raúl, en Villa Mercedes, escenario éste de nutridas concentraciones de jóvenes apristas, un domingo de mayo de 1970, ante la vieja casona de una sola planta, una antigua mesa de cedro y la presencia de su inolvidable Tony.

Llegábamos a Villa Mercedes un grupo de dirigentes juveniles de diversos departamentos del país, y lo hacíamos entonando la canción: 

“Un domingo cualquiera, te espero en la casa de Víctor Raúl.

Compañeros y amigos, unidos cantamos con voz liberal.

Un domingo cualquiera te espero en la casa de Víctor Raúl.

Compañeros y amigos, unidos cantamos con voz liberal.

Si quieres ir a Vitarte, vamos en mi grupo… yo te llevaré.

Diez soles es el pasaje…que no es casi nada sólo pagarás.

Cinco soles de ida y cinco de vuelta sólo gastarás.

También tú comerás y el estómago te llenarás.

También tú comerás y el estómago te llenarás.

Reirás y cantarás como no lo puedes imaginar.

Un domingo cualquiera…te espero en la casa de Víctor Raúl.

Un domingo cualquiera…te espero en la casa de Víctor Raúl.

Un domingo cualquiera… te espero en la casa de Víctor Raúl.”


Pero también la canción “El globo rojo era ese amigo, a todas partes

iba con él…”:

“Era un niño muy bueno y solitario,

un amigo tenía nada más,

iban juntos por todos los lugares,

tenía la felicidad……..

siempre juntos en todos los momentos,

muy unidos se amaban de verdad,

tan felices tenían todo el día, no tenía nada más…..

Coro (1)

El globo rojo era ese amigo a todas partes iba con el

lo acompañaba hasta la escuela a la plaza también

(bis)

Pero un día llegaron otros niños

que no eran tan buenos como el

le robaron el globo y lo rompieron

que horrible fue lo que pasó

ya el globo despacio agonizaba

muy pronto el aire se escapó

y el niño llorando amargamente con pena triste se quedó.

Coro (2)

El globo rojo era su amigo

y estaba lejos solo como el

pero algo hermoso se acercaba

que iba suceder

vinieron todos los globos del mundo

y se llevaron al niño también

se lo llevaron al cielo volando con su amigo tal vez.

El globo rojo era su amigo, El globo rojo era su amigo, El globo rojo

era su amigo...”

Conocí a Víctor Raúl Haya de la Torre, el líder de multitudes, de estatura normal, de ojos penetrantes en el mirar, discreto en el vestir, generoso y amable con todos, de autoestima elevada y actitud dialogante con las personas de todas las edades y condiciones sociales.

Acaso por el brillo que despedían sus ojos, se decía que había nacido con el don de hipnotizar a las multitudes, los mismos que conjugaban muy bien con sus calidades de orador, maestro, politólogo y estadista. Irradiaba luz de sabiduría, nobleza de espíritu, afecto, confianza y bondad.

Víctor Raúl Haya de la Torre vivía metódicamente y con suma modestia. Dedicó su vida al servicio del pueblo. Y lo hizo con inteligencia, honestidad, sacrificio, dedicación y responsabilidad. Jamás obtuvo ventajas adjetivas de la política. Nunca aspiró a lograr algo para su beneficio personal, porque según sus palabras ha “querido abrir una nueva ruta al porvenir del país”.

Víctor Raúl Haya de la Torre era un personaje de amplia cultura, asiduo lector, poseía capacidad poco común para redactar cualquier escrito y en las que fustigaba al imperialismo, a las dictaduras, al centralismo como forma de gobierno, combatía a los impuestos directos que gravaban al pueblo, planteaba las estrategias y tácticas de lucha contra la explotación del campesino, el analfabetismo y la pobreza de las mayorías nacionales.

Víctor Raúl Haya de la Torre era afable y conversador. Gustaba compartir con sus compañeros, amigos e inclusive adversarios políticos sobre cualquier tema. Leía bastante y variedad de temas y de títulos, dormía poco, se acostaba tarde y se levantaba temprano.

Muy pocas personas lo superaban en capacidad de bondad, optimismo, sacrificio, desprendimiento, generosidad y espíritu de bien social. Jamás doblegó sus rodillas ante el temor y la adversidad, menos aún ante los dictadores y tiranos.

La autoridad del jefe y fundador del aprismo se notaba en todo tiempo, lugar y circunstancia, allí donde las condiciones fuesen más favorables o desfavorables. Orador extraordinario, líder inteligente y experimentado, seguro y audaz en sus decisiones y propuestas. Tenía predilección por dirigir a las juventudes con el ejemplo y la palabra. Poseía don de mando y mucha autoridad sobre los líderes y militantes del aprismo.

En sus tareas políticas de organización del Partido y de capacitación de dirigentes transcurría diariamente más de doce horas, sin perder el humor y la paciencia. Este tiempo lo usaba asimismo para transmitir a todos su vigor y contagiar su energía y optimismo, conciliar voluntades, avivar los espíritus hacia la acción revolucionaria y elevar a su más alto nivel todo el objetivo del programa aprista.

“Ya llegó el Jefe”, se oía decir en los pasillos de la Casa del Pueblo, en las primeras horas de la noche. Todos se acercaban presurosos hacia él, con la mano izquierda en alto, para expresarle el saludo fraternal “Bienvenido, compañero Jefe”…a la vez que coreaban las maquinitas “¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!, ¡Víctor Raúl!”, “¡Contigo, hasta la muerte!, ¡Contigo hasta la muerte y después de la muerte!”… La juventud aprista entraba en acción y se disponía a escuchar las palabras del Gran Líder de la Juventud Indoamericana.

Víctor Raúl fue un pedagogo social entusiasta, de risa contagiosa, de cortesía refinada, de gran carisma, de amplia cultura y de agilidad dialéctica. Jamás arrió banderas ni flaqueó en sus sanos objetivos, fines y metas. Tenía por consigna ¡vencer o morir! Siempre permaneció resuelto a superar los problemas y dilemas de la vida mediante el diálogo democrático.

Siempre se mantuvo decidido a ganar la victoria, sin claudicar sus ideales ni hipotecar su conciencia al sistema opresor imperante. Hombre con capacidad de comunicación inigualable, de movilización y de tolerancia política. Utilizaba el mayor tiempo del día para meditar, leer, escribir, capacitar a militantes y dirigentes apristas y conducir constructivamente el Partido del Pueblo.

Los mejores compañeros de su vida fueron los mejores libros que alimentaban su alma, sensibilizaban su ser y enriquecían su bagaje cultural y político. No cabe duda alguna Víctor Raúl fue en vida un lector empedernido, un convicto y confeso devorador de libros clásicos o de los más o menos recientes.

Cuando hablaba colocaba sus manos entre el chaleco y se inclinaba a uno y otro lado en movimiento oscilatorio, manteniendo las respuestas a flor de labio.

En la Escuela de Dirigentes del Partido Aprista Peruano se comentaba mucho sobre la exitosa participación de Víctor Raúl en diferentes universidades nacionales y extranjeras. Y todo esto debido a que los medios de comunicación informaban que los estudiantes, maestros universitarios, investigadores sociales y trabajadores le tributaban grandes homenajes, aplausos prolongados y simpatías por su alta calidad humana, profesional, moral y liderazgo político.

Víctor Raúl expresaba su adhesión más decidida a quienes luchaban contra todo tipo de imperialismo, de divisionismo, de amenazas y discriminaciones, de dictaduras e injusticias sociales.

Para Víctor Raúl el pesimismo, la inercia, el conformismo, la apatía y la mediocridad eran crímenes imperdonables en el contexto de una sociedad de grandes avances científicos y tecnológicos.

Víctor Raúl cifraba sus esperanzas en una nueva generación revolucionaria, con convicciones y principios arraigados, con capacidad de afirmar energías tenaces para la gran transformación que los pueblos reclamaban desde el hondón de sus conciencias.

A Víctor Raúl le gustaba discutir ideas con ideas, no con insultos. Invocaba a la población a unirse “para lavar manchas, castigar culpables, defender la justicia, salvarnos del barbarismo capitalista yanqui”, porque pensaba firmemente en una América unida en el amor y con justicia social. 

En el acto de clausura del Primer Seminario Nacional de Capacitación} de Dirigentes Políticos responsables de la Defensa de la Democracia Social en el Perú e Indoamérica, realizado en Lima, en el mes de mayo de 1970 y al que tuve el honor de asistir, Víctor Raúl Haya de la Torre expresó a los líderes juveniles presentes su máximo anhelo por una América unida, grande, digna, libre y justa. Respecto al Perú, Víctor Raúl invocó a los líderes juveniles a seguir luchando por un Estado Antimperialista y un Estado docente, defensor de las mayorías de la Nación. Les instó a seguir luchando sin pausa por una democracia funcional, por el equilibrio moral de derechos y deberes para todos los peruanos, por el rescate para la civilización de nuestra gran raza indígena, por el control nacional de la producción y la distribución de la riqueza, por un Perú en que fuera posible que el hombre piense o hable, sin las mordazas que limitan la expresión de sus conciencias.

En su mensaje de clausura del referido seminario nacional Víctor Raúl recordó que los apristas sólo responden y deben responder al mandato del pueblo, precisamente porque al tener un origen peruano, una ideología, con programa de gobierno propio y un origen indoamericano, popular, criollo y mestizo, no son súbditos ni colonia de ningún partido político extranjero, ni los financia nadie desde los Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra, Rusia, China y Japón.

Convocó a la juventud a formar el Gran Frente Único de la Justicia, sin burocratizarse, sin entregar la causa de los pueblos al snobismo demagógico o al snobismo extranjero y sin contagiarse de la conciencia feudal menos aún de la conciencia colonial.

Víctor Raúl reclamó a la juventud, insistentemente, sobre la necesidad de acumular mucha cultura efectiva, mucha ciencia, mucha técnica, mucha conciencia geográfica, conciencia histórica, conciencia política, conciencia cultural y conciencia ecológica. Instruyó a los militantes y dirigentes apristas a mantener al tope la moral, el espíritu de superación profesional: “Teniendo al libro útil como el mejor compañero de sus días, y al Aprismo santo y mártir como el supremo ideal de vida”.

En uno de los pasajes de su conferencia magistral sobre el aprismo manifestó que los verdaderos apristas tenían el deber de luchar contra los políticos burgueses, los gobiernos de facto, los calumniadores profesionales, la clase dominante y opresora, los tiranos impúdicos, los distorsionadores de la verdadera historia de los pueblos y los traficantes del patriotismo.

Víctor Raúl, en opinión del maestro Luis Alberto Sánchez, “nunca conoció el valor del dinero. Los honorarios que recibía de sus libros y colaboraciones, los distribuía de inmediato entre compañeros necesitados y en su gran hobby, los comedores del pueblo y mantener permanente diálogo con la juventud” (En 7 días, Lima, 1970).

A Víctor Raúl no se le veía nunca triste. Dominaba el violín y el piano, gustaba practicar deporte, caminar, nadar, montar a caballo y conversar sobre temas sociales, educativos, culturales, ecológicos, científicos y tecnológicos.

Alberto Vera La Rosa (2), dijo de Víctor Raúl: “Frente a la realidad dolorosa de nuestro país, entendió y practicó la política como un medio para alcanzar democráticamente el poder y, desde él, erradicar injusticias construyendo una sociedad de hombres libres, creadora y dinámica, respetuosa de los derechos humanos y del ordenamiento legal. Haya de la Torre ejercitó la política docentemente, con sentido de apostolado, sin escarceos demagógicos, enseñando que cuando se la practica asépticamente, en el ámbito de las luchas populares, no es faena de mercaderes. Por eso se desposó con su partido y también se desposó con la pobreza. Por eso quemó todo aquello que lo ataba a la mundanidad: dinero, hogar, familia, bienes y concupiscencias”.

Víctor Raúl hombre multifacético, líder con gran autoridad y riqueza cultural, espiritual y moral, dominaba los idiomas español, inglés, francés, italiano y alemán, este último idioma lo escribía tan bien como hablaba.

Antenor Orrego, filósofo aprista y ex rector de la Universidad Nacional de Trujillo, en un artículo titulado “Haya: encarnación de la autoridad”, escrito el 21 de febrero de 1958, expresó: “¿Cuál es el rasgo distintivo y característico que mejor precisa la fuerte personalidad y la acción del jefe del aprismo? ¿Cuál es ese foco centralizador que aglutina alrededor de sí todas las otras cualidades de su espíritu? ¿Por qué la palabra y el pensamiento de Haya despliegan tanta eficacia operante en la conciencia más avanzada del país? ¿Por qué la juventud y las grandes masas sienten en este hombre el guía político por excelencia de una nueva época que adviene? ¿Por qué a través de un lapso tan prolongado, sus admoniciones conservan la plenitud de su vigencia creadora, sin haberlas menguado la inextricable complejidad de los acontecimientos que se han producido en el Perú? Yo respondo a todas estas interrogaciones con una sola palabra, que da una respuesta plural y sintética a la vez: autoridad. Es la palabra que en el caso de Haya asume la múltiple dimensión de su significado espiritual y moral. La ha asumido y realizado a lo largo de treinta años de enseñanza y apostolado sin tregua. A través de una vida entera que se ha desplegado como oriflama de heroísmo y de persistencia infatigable en su faena, hasta convertirse en una total ejemplaridad personal”.

Y a renglón seguido continúa: “En un país en que se ha falsificado sistemáticamente la autoridad por el fraude, por la figuración social, por el dinero, por el humano bombástico de la prensa, era preciso que apareciera una poderosa personalidad con efectiva y auténtica autoridad. En un país en que la autoridad fue siempre autoritarismo, en una patria en que los hombres carecieron de esta valoración directiva, hubo de producirse un hombre que por su sola virtualidad humana, sin puestos oficiales, sin cuenta bancaria, sin figuración y sin fraude, encarnase el supremo magisterio moral, la máxima autoridad política de la Nación. Porque no ha habido caso que ningún pueblo pueda salvarse, es decir, construirse hacia el porvenir, forjarse una gran patria futura sin autoridad verdadera, sin un equipo selecto de autoridades auténticas. Y este ha sido el anhelo y la faena central de Haya de la Torre: el surgimiento de autoridades genuinas y verdaderas en todos los grupos políticos, en todas las agrupaciones de opinión que deben asumir la forja y la dirección de nuestra democracia. Porque las autoridades fraudulentas en cualquier orden de actividad: en el gobierno, en la política, en la literatura, en el arte, en el pensamiento, surgen del caos, medran en el caos, y continúan en el caos”.

Finalmente, subraya Antenor Orrego (3): “En el Perú, sin duda alguna, ha habido hombres inteligentes, hombres sabios y hombres honestos, pero no ha habido muchos hombres con autoridad moral en su múltiple dimensión creadora, salvo, entre otros, el caso de González Prada. Con esa autoridad que no se rinde ante el halago, ni ante el soborno, ni ante la amenaza, ni ante el terror, ni ante la calumnia, ni ante la muerte. Esa autoridad que es autoridad, solamente porque tiene una misión impersonal que cumplir. Solamente porque es la encarnación de las fuerzas vitales de un pueblo que son sus fuerzas de liberación histórica”.

VIDA Y OBRA D

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25 de noviembre de 2021

Comentario de la obra PERFIL Y ÉTICA DEL INVESTIGADOR CIENTÍFICO UNIVERSITARIO

COMENTARIO DE LA OBRA 

PERFIL Y ÉTICA DEL INVESTIGADOR CIENTÍFICO UNIVERSITARIO

Autor de la obra: Dr. Eudoro Terrones Negrete




 PRÓLOGO

Dr. LUIS RODRÍGUEZ DE LOS RÍOS

Rector de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle


 

Por nuevos que sean, así, los avances científicos y tecnológicos,

                                                             y sean también nuevos los horizontes que ellos abran, tendrán

                                                           que regirse siempre por el más universal imperativo ético: cuidar

                                                               la “humanidad” misma del hombre, su humanitas: su libertad y

                                                        su dignidad. Julián Gonzáles: Valores éticos de la ciencia.

 

He tenido el agrado de leer el trabajo del distinguido profesor y amigo Eudoro Terrones Negrete titulado Perfil y ética del investigador científico universitario, título oportuno y necesario en las circunstancias actuales del proceso de licenciamiento y luego acreditación de las universidades peruanas. El impulso y fortalecimiento de las investigaciones básicas y principalmente aplicadas y tecnológicas requieren ideas y propuestas que permitan su adecuada institucionalización.

La obra está dividida en cuatro partes: la primera es una visión panorámica de la investigación universitaria con la inclusión de autores peruanos y sus aportes en los diferentes campos del saber; la segunda parte hace énfasis en la importancia de la investigación científica universitaria donde destacan sus características y tipología; en la tercera parte formula sus planteamientos acerca del perfil del investigador científico universitario, finalmente en la última parte plantea la ética del investigador universitario. Cada una de las partes y en conjunto conforma una visión sobre lo que ha sido la investigación universitaria y lo que se espera de ella en el futuro.

Vivimos una etapa de impulso y desarrollo universitario que entre sus múltiples facetas resalta su explosivo crecimiento, que paradójicamente no ha impulsado la investigación congruente con este crecimiento. Hecho que se debe a múltiples factores entre los que destacan el financiamiento en laboratorios y talleres para las prácticas, el desarrollo de perfiles de proyectos dentro de líneas de investigación para hacer posible la competición a nivel internacional y el lento crecimiento de patentes de investigaciones tecnológicas y, finalmente, congruente con todo lo anterior la escasez de investigadores con amplia experiencia tanto en ciencia básica como en tecnologías donde la ética juega un papel decisivo.

Una apreciación del panorama general de las investigaciones permite destacar el incremento de las investigaciones en humanidades y ciencias sociales, pero un lento crecimiento de las investigaciones en física, química, biología, medioambiente, etc. y sus correspondientes investigaciones tecnológicas. Este es una tarea pendiente que las universidades peruanas deben resolver en el mediano plazo.

La ética de la investigación científica y tecnológica ocupa actualmente un lugar relevante por razones valederas: en primer lugar, la defensa de la verdad es un valor decisivo para la armonía social, en segundo lugar, la defensa de los ecosistemas y los derechos humanos es un componente central del desarrollo sostenible y en tercer lugar, de manera especial y enfática, no existe justicia sin verdad.

El libro de mi distinguido amigo Eudoro Terrones es un manojo de ideas que permite pesar y discutir problemas de investigación en los diferentes campos y la docencia universitaria. Le auguro los mejores éxitos puesto que hay motivos más que suficientes para que los lectores se interesen por los importantes temas que aborda.

Lima, enero del 2020.

Dr. LUIS RODRÍGUEZ DE LOS RÍOS

Rector de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle

 

 

PRESENTACIÓN

Florentino Mayurí Molina[1]

Presidente fundador de la Academia Iberoamericana de Doctores en Educación-AIBDE-Perú, Profesor principal y Director del Instituto de la Calidad Educativa de la Universidad San Martín de Porres.

 

Me complace de manera especial, presentar el producto de un acucioso trabajo académico expuesto en esta obra titulada Perfil y Ética del Investigador Científico Universitario, cuyo autor es el destacado académico, docente universitario e investigador Dr. Eudoro Terrones Negrete, miembro activo de la Academia Iberoamericana de Doctores en Educación.

En este trabajo intelectual, a decir del  propio autor, se destaca la importancia de abordar contenidos exhaustivamente elaborados sobre el perfil multidimensional del investigador científico universitario, una introducción a los paradigmas en su aspecto teórico – conceptual, taxonómico y analógico, y enfatiza sobre la necesidad de la filosofía moral en el quehacer del investigador científico.

La obra ha sido estructurada en cuatro partes relevantes, debidamente concatenadas y coherentes.

Más allá de estas líneas  introductorias, considero también de vital  importancia el aporte que nos brinda el Dr. Eudoro Terrores Negrete con la experiencia ganada en la enseñanza universitaria, comprendiendo la necesidad de motivarnos a seguir profundizando los conocimientos relacionados con el papel del investigador científico universitario y los decálogos del investigador científico.

En esta era del conocimiento y con las bondades extraordinarias del Internet, las comunidades universitarias se mueven vertiginosamente en redes académicas y estas nuevas circunstancias nos retan a profundizar la investigación científica en las universidades para contribuir con el crecimiento, el desarrollo y el progreso de los países y mejorar la calidad de vida de las personas.

Luego de haber revisado con detenimiento y especial interés el contenido de cada una de las páginas de esta obra me permito sugerir su lectura a los docentes, estudiantes, egresados, graduados y público en general, con la seguridad y esperanza de abrir nuevos caminos y contribuir de manera significativa en la construcción de la cultura de la investigación científica fundamentalmente en el Perú, América Latina y el Caribe.

 

Lima, enero del 2020.

Dr. Florentino Mayurí Molina 

 

 

PALABRAS DEL AUTOR

Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

La investigación científica es la función principal de la universidad; constituye la actividad intelectual fundamental para la enseñanza, la extensión universitaria y proyección social, orientada a generar nuevos conocimientos, nuevas leyes y nuevas teorías, a emplear creativamente los existentes y a solucionar  problemas en los diversos campos del saber humano.

En la era de la sociedad global el profesor universitario ya no es el transmisor tradicional de conocimientos, métodos y técnicas de investigación o de teorías descubiertas en siglos pasados. Ahora es el orientador del proceso enseñanza-aprendizaje, el motivador de buenas prácticas en la investigación, el generador de nuevos espacios para la reflexión constructiva y el acopio de información relevante que permita la formación de profesionales con calidad académica, creatividad y pensamiento crítico, a la luz de los valores éticos y los nuevos paradigmas científicos.

Desde que el ser humano se agrupó en sociedades tuvo necesidad de contar con normas, disposiciones, reglas, principios, valores morales, deberes y derechos con el fin de regular su conducta, asegurar el buen vivir en unión y paz comunitaria. Es así como surgieron y se desarrollaron las nuevas ramas de la Filosofía: la Axiología, la Ética, la Deontología y la Bioética.

Los hombres de todos los tiempos, todos y cada uno de los hombres, por poco o nada filósofos que sean, tienen que conducirse éticamente, tienen que dar un sentido ético y una valoración a su existencia y, para ello, proyectar primero lo que van a hacer y realizarlo a continuación, elegir entre varias posibilidades, ejecutar unos actos y abstenerse de otros, tomar decisiones y adquirir hábitos, asumir o modificar actitudes, hacer cosas y, al par, ir haciendo su propia vida y haciéndose a sí mismos... En suma, el hombre, todo hombre, como veremos luego con mayor rigor, es siempre, es inevitablemente moral, en el sentido primario de esta palabra. Es el responsable de su vida, puesto que la hace y haciéndola responde con ella y de ella. El hombre se hace a sí mismo, a lo largo de su vida y la humanidad a lo largo de su historia. Este sentido, individual y social, histórico siempre, es el primario de la palabra “moral”: moral vivida, moral que no consiste en theoría, sino en la praxis del hacerse (agere) a sí mismo a través del hacer (facere) cosas.[2]

Para vivir bien es necesario saber elegir bien. Elegir bien es procurarse todo aquello que es adecuado, correcto, bueno, honesto, digno y justo. La vida es un afanarse constantemente por querer ser de una manera correcta, con clara conciencia de la auténtica responsabilidad social, política, jurídica y ética, conciencia plena de las potencialidades y posibilidades de llegar a ser, para poner en práctica el deber ser y el deber hacer bien las cosas, con el fin de alcanzar lo que uno se propone ser.

Así como la planta sólo crece vigorosa cuando hunde fuertemente sus raíces en la tierra, así también el hombre y el investigador científico sólo crecen moralmente cuando impregnan de sentido ético y sentido social su conducta cotidiana. La vida humana es base, no cúspide, la base de la vida humana son los bienes morales o bienes espirituales, fundamentalmente, y no sólo los bienes materiales y bienes económicos.

La sociedad en que vivimos atraviesa por una crisis de valores, cuya máxima expresión es la corrupción y la inmoralidad que se manifiesta en personas, organizaciones sociales, empresas públicas, poderes del Estado, partidos políticos  e inclusive en algunos investigadores científicos.

A la pregunta de si ¿existe un problema moral característico de nuestro tiempo? Erick Fromm respondió en su obra Ética y psicoanálisis (1947) que nuestro problema moral es la “indiferencia del hombre consigo mismo” y lo explica así: “El problema radica en el hecho de que hemos perdido el sentido del significado y de la individualidad del hombre, que hemos hecho de nosotros mismos los instrumentos de propósitos ajenos a nosotros, que nos experimentamos y nos tratamos como mercancías y que nuestros propios poderes se han evadido de nosotros. Nos hemos transformado en objetos y nuestros prójimos también se han transformado en objetos (...) Dado que no confiamos en nuestro propio poder, no tenemos fe en el hombre, fe en nosotros o en aquello que nuestros propios poderes pueden crear (...) Deambulamos en la oscuridad y conservamos nuestro valor porque oímos que los demás silban como nosotros”.

Nosotros diríamos que la crisis de valores, acumulada a través del tiempo y aún no superada, es producto de la fetichización de la economía, el lavado de dinero, la manipulación genética, la carrera armamentista, la cultura de la muerte, la guerra mediática, los monopolios y oligopolios, la lógica pura del mercado,  los intereses de grupos económicos y políticos, el contrabando, la impunidad a casos de corrupción, la inmunidad parlamentaria mal usada, las “coimisiones” por contratos de obras públicas y privadas, entre otros, que responden a la filosofía política del “capitalismo salvaje”.

La crisis de valores es también el producto de la filosofía política del “capitalismo salvaje”: se olvida que la vida, la dignidad y la libertad son valores supremos de todo ser humano; la alteridad del ser es sustituida por la alteridad del tener; más vale la persona o el profesional que dispone de dinero, sin importar cómo lo gana, de dónde lo obtuvo y en qué lo invierte.

Esta lamentable situación no hace más que ensanchar y consolidar la brecha de orden socio-digital (inforricos e infopobres), la brecha entre ricos y pobres, la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado, acentuándose la desigualdad, la pobreza crítica, la exclusión e injusticia social.

El quehacer de la investigación científica, no escapa a la contaminación por el virus de la antiética, en unos países más que en otros y según la calidad de educación recibida por sus profesionales e investigadores.

Gerardo Hanlon afirma al respecto: “Ninguna investigación es moralmente neutral o desligada de implicaciones axiológicas. En el mundo de hoy ninguna persona, político, científico, artista, puede trabajar aisladamente, sin tener en cuenta las repercusiones de sus investigaciones y descubrimientos. En nuestra  ´aldea global´ todo lo que hacemos afecta a los demás, la vida humana y el planeta”.[3]

Como producto de esta contaminación de antivalores se puede constatar en diferentes escenarios la existencia de investigadores científicos universitarios carentes de principios y valores éticos, que por el prurito de hacer dinero fácil recurren al sensacionalismo, a las medias verdades, a la ausencia de objetividad, a la ocultación interesada y deliberada de resultados, al chantaje, al soborno, a la injerencia desmedida e incontrolada en la vida privada de las personas, al favoritismo, a la parcialidad manifiesta, a la revelación del secreto profesional, a conflictos de intereses y a pactos secretos con manifiesta intención de hacer daño a personas, empresas, instituciones, hombres de Estado, entre otros.

Coincidimos con las expresiones de Rushworth Kidder, fundador y presidente del Instituto para la Ética Global, cuando afirma: “No sobreviviremos en el siglo XXI con la ética del siglo XX. ¿Por qué lo digo? Hace algunos años, en 1989, me encontré una mañana de lunes, en marzo, a poca distancia de la pared del Reactor N° 4 de la planta nuclear de Chernobyl, en la Unión soviética...La precipitación radiactiva del desastre había sido detectada en todos los países del mundo capaces de detectar la radiactividad atmosférica. La explosión y sus efectos posteriores mataron a miles de ciudadanos soviéticos. ¿Por qué ocurrió? Esa noche (del desastre), en 1986, había dos ingenieros eléctricos a cargo de la sala de control. Tal vez la manera más caritativa de decirlo es que estaban “jugando” con los reactores. Querían saber qué ocurriría si realizaban un experimento no autorizado. De acuerdo con los informes soviéticos, estaban tratando de ver por cuanto tiempo la turbina seguirá andando por su propio impulso si cortaban la energía. Para cortar la energía, tuvieron que apagar el reactor. Para lograrlo, evadieron manualmente seis sistemas separados de alarma manejados por computadora. Cada uno de esos sistemas debería reaccionar diciendo: “Paren. No lo hagan. Es terriblemente peligroso”. Pero en lugar de cancelar sus experimentos, cancelaron las alarmas. Obviamente eran personas brillantes. Los trabajos de Chernobyl son del más alto nivel. Ellos sabían lo que hacían. Si el conocimiento fuera lo único importante, lo habrían estado haciendo bien. ¿Entonces, qué estuvo mal? A mí me parece que antes que ellos hubieran podido sobrepasar cualquier sistema de alarma computarizada, debería haber habido una barrera ética. Ellos no podían ignorar las consecuencias posibles de lo que estaban haciendo. Lo que hizo estallar Chernobyl[4] no fue una falta de conocimiento. Fue la falta de ética”.

Frente a esta lamentable realidad nuestra época exige un replanteo y una redefinición axiológica. La niñez y la juventud se resisten a crecer y vivir en una sociedad que crea culpa, que produce malos ejemplos, que genera actos de impunidad e inmunidad en amplios sectores de la población.

Somos conscientes que son los valores éticos los que, -concordantes con la misión educativa y humanista del investigador científico-, iluminan y enriquecen las posibilidades de desarrollo de trabajos de investigación científica en armonía con el interés social, premunidos de veracidad, objetividad, responsabilidad, solidaridad social, honestidad intelectual, fidelidad a la palabra empeñada, transparencia, independencia de criterio, imparcialidad, respeto a los pactos y contratos suscritos y la vida privada de las personas, la tolerancia a las ideas y creencias ajenas, y el sentido de justicia conmutativa, distributiva y social.

Mientras que para unos la ética poco sirve o no sirve para nada en la investigación científica por carecer de fundamentos objetivos y basarse en cuestiones subjetivo-costumbristas de la época; para otros, como para el autor de la presente obra, la ética reviste relevante y trascendental importancia, toda vez que sirve para: a) Normar, regular y perfeccionar el comportamiento moral del investigador en aras del interés social; b) Crear conciencia de cooperación, responsabilidad y solidaridad social, de respeto a la dignidad, a la vida privada, a los derechos y a las libertades fundamentales de la persona humana; c) Prevenir y solucionar conflictos de interés, dilemas éticos, deudas éticas, déficits éticos y problemas éticos; d) Mejorar la calidad de los proyectos y trabajos de investigación en armonía con la necesidad de crecimiento, desarrollo y progreso de los pueblos y naciones del mundo; e) Proteger, defender y dignificar el quehacer científico universitario de críticas malintencionadas, injustificadas y sin fundamento; f) Garantizar el ejercicio normal y sin problemas, de la libertad académica, libertad de investigación, libertad de expresión, opinión y difusión de la producción científica universitaria.

Pensando en la necesidad de contribuir con el análisis académico y dar respuesta a la crisis de valores en el ámbito de la investigación científica, escribimos esta obra, que tiene por objetivos los siguientes:

a.    Explicar el significado de perfil y de ética del investigador científico universitario.

b.    Conceptualizar la filosofía de la ciencia en un mundo cambiante  y de la ética científica;

c.    Reflexionar sobre aspectos relevantes de la ética en la investigación científica: el investigador ético, principios y valores, prohibiciones, criterios, fundamentos, faltas y problemas éticos;

d.   Abordar los fundamentos  jurídicos y éticos de la investigación clínica y los temas y principios que guían el comportamiento bioético;

e.    Explicar la importancia y trascendencia del  Código de ética en la investigación científica;

f.     Formular conclusiones básicas sobre la ética en la investigación científica.

La obra Perfil y Ética del Investigador Científico Universitario contiene cuatro partes: I. Introducción a la investigación científica universitaria en el Perú, II. El investigador científico universitario, III. El perfil del investigador científico universitario, IV. La ética del investigador científico universitario; finalmente, las conclusiones básicas y la bibliografía.

 

Lima, enero del 2020.

Dr. Eudoro Terrones Negrete

 



[1] Presidente fundador de la Academia Iberoamericana de Doctores en Educación-AIBDE-Perú, Profesor principal y Director del Instituto de la Calidad Educativa de la Universidad San Martín de Porres.

[2] Enciclopedia Metódica Larousse. Volumen 4, Ediciones Larousse, S.A., México, 1964, p.208.

[3] Hanlon, Gerardo. El libro de la Ética. Valores para una vida plena. Centro de Estudios y Publicaciones (CEP), Lima-Perú, junio 1996, p.122.

[4] Después de la explosión del reactor nuclear en Chernobyl (1987) los estudiosos, filósofos y científicos de la Universidad de Marburgo en Alemania, debatieron sobre la moralidad del uso de la energía nuclear. Llegaron a la conclusión de que “no se puede recomendar responsablemente el uso de la tecnología atómica en el futuro”. Notemos que su argumento se fundamenta en el concepto de la “responsabilidad”. Gerardo Hanlon, El libro de la Ética. Valores para una vida plena. Centro de Estudios y Publicaciones (CEP), Lima-Perú, junio 1996, p.122.



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