Artículos periodísticos y de investigación

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3 de febrero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (IX) El Apra es el partido de las grandes reformas

 

A los 100 años de vigencia del Apra (IX)

EL APRA ES EL PARTIDO DE LAS GRANDES REFORMAS



Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Al cumplirse los 100 años de vigencia del APRA, desde una perspectiva y orientación latinoamericana, el Aprismo deviene desde su origen y evolución histórica, en un movimiento de negación dialéctico-conceptual de aquellas tradicionales corrientes políticas generalmente conservadoras, caudillistas, autoritarias, importadores de ideologías e instrumentos de la plutocracia criolla nacional, de la oligarquía, del imperialismo, del neoliberalismo y de la globalización en sus efectos inhumanos.

No debe olvidarse que la esencia filosófica, ideológica y doctrinaria del aprismo reviste con el correr del tiempo, un carácter procesal, inagotable y fecundo en sus raíces germinales, un carácter de proyecto histórico-social con amplias posibilidades de poder y claro designio de gobierno en aras del desarrollo y la transformación de los pueblos indoamericanos.

En cuanto partido político, se origina, se nutre y se retroalimenta en la investigación científica de la fenoménica social e histórica del Perú e Indoamérica, en las recónditas fibras del sentimiento y de la conciencia popular, en la lucha disciplinada y fraternal, en el descubrimiento y la fiel interpretación de la realidad económica, social, política, educativa y cultural de los pueblos, bajo el común objetivo de batalla contra el imperialismo globalizante de los tiempos actuales y en la tarea precursora de federar los Estados desunidos del Sur, después de arrebatar el poder a quienes usufructúan y abusan de ella.

Con el aprismo, por vez primera nace en el Perú y en América Latina el partido político de Frente Único de Clases, la más grande organización política impregnada de mística, fe, unión, disciplina y acción heroica, dotado de novedoso sistema de organización y de movilización de masas. Nace, por primera vez, un verdadero partido político con  filosofía, ideología, doctrina y programa de gobierno propio.

Históricamente, no cabe duda, a través del programa máximo y programa mínimo del aprismo se lograron importantes conquistas sociales, laborales, profesionales, educativas, culturales y derechos ciudadanos, tales como: la planificación de la economía peruana, la descentralización y regionalización del país, la implantación del seguro social, la educación gratuita, los derechos políticos de la mujer en igualdad de condiciones que las del hombre y el reconocimiento de su facultad para desempeñar todos los cargos públicos obtenidos por elección o nombramiento.

Con la aparición del Aprismo, por vez primera se habla  del derecho al voto de los mayores de 18 años, por su capacidad económica creadora; el voto de los analfabetos; la separación de la Iglesia del Estado y la ciudadanía latinoamericana. Con el aprismo se aprueba la reforma tributaria, el fomento del cooperativismo, el fomento y la organización de cooperativas escolares, la creación del Banco de la Nación,  el impulso de la reforma agraria y la nacionalización de la minería, entre otros.

Con el aprismo se crearon las Universidades Populares “González Prada”, se incorpora al indio al proceso económico y desarrollo del país, se moderniza la comunidad indígena, el Poder Legislativo efectúa control sobre las acciones del Poder Ejecutivo.

Con el aprismo se hace realidad la jornada máxima de  ocho horas diarias para cualquier tipo de actividad humana; se logra el descanso de un día y el derecho de la mujer a ganar el mismo salario por el mismo tipo de trabajo; se conquista el pago del salario dominical para todos los trabajadores que hubiesen cumplido con su función los días hábiles de la semana y los periodistas obtienen una serie de derechos fundamentales.

Con el aprismo se conquista la igualdad de derechos entre hijos legítimos e ilegítimos, por cuanto éstos de padre y madre no casados se encontraban en inferioridad respecto a los legítimos, no sólo por la situación natural de la inexistencia de un hogar unido que vele por ellos, sino porque la ley los castigaba por el hecho éste que no han provocado.

Con la insurgencia del aprismo se hace posible la creación de las oficinas de Beneficencia Pública, los Botiquines Populares, la exoneración de impuestos a los asilos de ancianos, la creación de Colegios Profesionales y la construcción de cientos de escuelas técnicas en todo el Perú.

Haya de la Torre, en uno de sus discursos afirmó enfáticamente: “Nosotros propusimos en el Programa Aprista de 1931 todas las grandes reformas que establecen el principio de una verdadera mutación de estructuras económico-sociales y que sientan las bases de esta ansiada transformación del Perú. Pero nosotros hemos sostenido, y sostenemos, que todas las reformas sociales y económicas en el país, pueden y deben hacerse dentro de las instituciones democráticas, y consultando siempre al pueblo, que paga impuestos, al pueblo que trabaja y produce, vale decir, a los protagonistas históricos que van a ser favorecidos o no con el nuevo sistema de reformas que se pretende implantar. Entonces y así, es que hemos pedido el diálogo”.

Desde los primeros días de su fundación  el Apra no se equivocó y tuvo razón cuando aprobó su programa máximo y programa mínimo de gobierno, desde 1931, luego de un estudio científico de la realidad peruana, de sus necesidades y problemas más apremiantes. Y Haya de la Torre lo recuerda en su discurso de 1961: “…No nos equivocamos, el pueblo ha logrado enseñarle a muchos dirigentes de este país que no se equivocó cuando sostuvo que la América debía unirse económica y políticamente. Que el Perú era parte de América y América parte del Mundo y que vivimos en un universo de interdependencia. Que no se equivocó cuando dijo que nuestra riqueza debía nacionalizarse progresivamente. Que no se equivocó cuando dijo que había que darle tierra a quien la trabaje mediante una reforma agraria justa, limpia, verdaderamente satisfactoria para los intereses del país. Que no se equivocó cuando dijo que debía darse instrucción gratuita en la Escuela, el Colegio y la Universidad. Que no se equivocó cuando dijo que había que fomentar el cooperativismo en un pueblo como el nuestro que tiene una tradición cooperativista en la comunidad incaica que podría levantar el ritmo de esta economía retardada. Dijimos que en estos países existían dos velocidades económicas: una lenta, genuina y aborigen; y otra activa, que pertenece al mecanismo imperialista o extranjero; y que teníamos que coordinar esas dos velocidades. Tenemos que poner al hombre en el camino del trabajo bien remunerado, para que sea buen consumidor y buen productor. Tenemos que hacer la obra de higiene, de nutrición, de rescate de nuestro capital humano”.

No se equivocó el maestro, jefe y guía Víctor Raúl Haya de la Torre cuando manifestó: ”el programa aprista se adelantó a las realidades del Perú y América 50 años” y “bien podríamos reclamar derechos de autor…en el Perú”, programa por el cual los apristas habían sido proscritos 40 años, calumniados, perseguidos, zaheridos, vilipendiados y relegados a la ilicitud, condenados y atacados como un “partido internacionalista” . Programa que consideró la posibilidad de realizar una revolución integral en democracia, en libertad, con la participación del pueblo y que tuvo el acierto de la previsión y “trajo al Perú por primera vez la voz admonitiva y precursora de una GRAN TRANSFORMACIÓN” y “una nueva norma innovadora y verdaderamente revolucionaria para el futuro del Perú”, revolución educativa, revolución cultural, revolución social y económica, revolución ecológica, revolución científica, revolución tecnológica y revolución moral.

Todo lo referido fue posible porque el Apra  es un partido político organizado, que nació con una filosofía, una doctrina, una ideología y un plan de gobierno propio, elaborado por técnicos y profesionales con conciencia de responsabilidad histórica, con sentido realista, constructivo y social, con vocación de servicio y alto espíritu de justicia social, deponiendo intereses personales buscaban y aspiraban a consolidar la democracia funcional y continental y la Justicia Social de Pan con Libertad.

El Programa Máximo del APRA, pregonado en su programa de gobierno en 1924 y ratificada en 1931, constituye todo un aporte revolucionario a la ciencia política del siglo XX.

El Programa Máximo del APRA consta de cinco puntos generales: 1) Acción contra todo tipo de imperialismo. 2) Por la unidad política de la
América Latina. 3) Por la nacionalización de la tierra e industria. 4) Por la internacionalización del Canal de Panamá. 5) Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.

Precisamente por haber formulado la unión política y económica de América Latina fue declarado como partido internacional y puesto fuera de la ley y sus militantes perdieron sus derechos ciudadanos, unidad que antes era una herejía y que resultó en poco tiempo siendo una realidad, toda vez que el denominado Mercado Común o Zona de Comercio Libre no es otra cosa que la Unidad Económica que traerá como corolario la política del continente latinoamericano.

El Apra planteó en su programa de gobierno: Nacionalización progresiva de la riqueza, para mejorar las condiciones de vida de la población, en el marco de una política antimperialista constructiva. Haya, ante las preguntas de los trabajadores: “¿Nos van a devolver otra vez al latifundio, al patrón, a la situación anterior?, ¿Queremos saber si ustedes van a nacionalizar y ¿con qué capitales van a progresar y si nos van a obligar a nosotros a regresar a los campos de los hacendados de Huancavelica, de Ayacucho, etc., a ganar otra vez 20 centavos al día y a vivir en las condiciones en que antes vivíamos? Ante estas y otras preguntas más Haya de la Torre respondió: “Nosotros decimos nacionalización progresiva; lo que se pueda nacionalizar, lo que se debe ir nacionalizando, pero nunca sacrificando al trabajador, nunca haciéndole sufrir. Porque eso de “te voy hacer progresar, pero espera 43 años, podrá estar bueno para Rusia pero para nosotros no. (Aplausos). De allí, compañeros, que nosotros fuéramos desde 1931 muy claros y ahí está nuestra definición anticomunista…Nosotros no tememos la doctrina comunista porque la consideramos un resultado económico europeo, distinta de nuestra concepción de la justicia. No se va a la Justicia Social por un solo camino, ni por el camino de Moscú exclusivamente. Nosotros podemos escoger nuestra justicia, conseguir nuestra libertad, crear nuestra doctrina de salvación social, afirmar nuestra democracia por caminos propios sin tener que apelar a credos extranjeros, extra americanos. Esa fue nuestra primera formulación. La segunda, enfrentarnos al comunismo, afirmando que, por las condiciones históricas de la América Latina, el comunismo es inadaptable, inadmisible aquí”.

 

 

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1 de febrero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (VIII) Haya de la Torre y "La Fiesta de la Planta" en Vitarte (Perú)

A los 100 años de vigencia del Apra (VIII) 

HAYA DE LA TORRE Y “LA FIESTA DE LA PLANTA” 

EN VITARTE (PERÚ)


Escribe: Eudoro Terrones Negrete

Ate es uno de los distritos de la provincia de Lima, fundado por el General Don José de San Martín mediante ley expedida el 4 de agosto de 1821. Antiguamente estuvo poblada por culturas prehispánicas. 

En Ate se encuentranContiene sitios arqueológicos y un museo de sitio. Los terrenos fueron conferidos a Carlos López Aldana, por el gobierno de Ramón Castilla, entre los años 1855-1862,  con el fin de proteger el desarrollo de la industria nacional. En este terreno, López Aldana fundó la Fábrica de textiles Vitarte en 1872 (posteriormente CUVISA) y al construirse viviendas para los obreros se formó el pueblo de Vitarte. 
En  Vitarte se inició el movimiento sindical peruano en 1890 y en 1896 ocurre la primera huelga de obreros del Perú  motivado por la explotación de los trabajadores, las precarias condiciones de trabajo y de viviendas y las jornadas laborales de 16 horas diarias. 
En 1911 ocurre el primer paro metropolitano de los trabajadores de Lima, y el 26 de mayo de 1911 se funda la Unificación Obrera Textil Vitarte.Años más tarde el gobierno de José Pardo, con la ley N° 3010 del 16 de diciembre de 1918 logra suprimir el trabajo dominical y mediante la ley del 15 de enero de 1919 confiere el derecho a la jornada laboral de las ocho horas. El 13 de febrero de 1951 con la Ley Nº 11951, la capital del distrito pasa del pueblo de Ate al pueblo de Vitarte lo que dio origen a que el distrito sea llamado "Ate Vitarte".[1]
Víctor Raúl Haya de la Torre, rector de la Universidad Popular (fundada en Lima el 22 de enero de 1921), promueve la participación de los miembros de la Universidad Popular de Vitarte (fundada el 2 de febrero de 1921)  y  de la Unidad Obrero-Estudiantil de Vitarte, y organiza la primera “Fiesta de la Planta” en Vitarte el 25 de diciembre de 1921.
Como es de dominio público las Universidades Populares “González Prada”, se fundaron para llevar cultura y educación a los trabajadores, eran libres y gratuitas, autogestionarias y gobernadas de manera autónoma y democrática, carecían de valor oficial y en ellas los obreros, campesinos, clase media y público en general recibían formación integral, cultural, cívica, técnica, especializada, deportiva y moral sobre el mundo laboral, los problemas de la sociedad, los deberes y derechos ciudadanos y las  conquistas sociales y laborales.  Estas universidades tenían por misión liberarlos de los vicios, las debilidades humanas,  la ignorancia,  la explotación y la injusticia social.
En el mundo se celebró por primera vez el Día del árbol o La Fiesta del árbol en 1805 en la localidad extremeña de Villanueva de la Sierra (Cáceres); en el Parque de Barcelona, el 30 de abril de 1899,  en toda España el 5 de enero de 1915, en el Perú el 25 de diciembre de 1921. 
El Día Forestal Mundial o Día Mundial del Árbol se celebra el 21 de marzo de cada año, por recomendación del Congreso Forestal Mundial celebrado en Roma en 1969 y que dos años después fue aceptada por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentaciòn (FAO) en 1971.
Desde el siglo XX el Día del Árbol se celebra en diversos países, por ejemplo: Argentina (29 agosto), Bolivia (1° octubre), Colombia (29 abril), Costa Rica (15 junio), Cuba (21 junio), Chile (6 julio), Ecuador (22 mayo), El Salvador (28 junio), Guatemala (22 mayo), Honduras (30 mayo), México (13 julio), Nicaragua (último viernes de junio), Panamá{ tercer vienes de mayo), Paraguay (19 junio), Perú (1 setiembre), República Dominicana (5 mayo), Uruguay (19 junio) y Venezuela (último domingo de mayo).
La plantación de árboles tiene un valor incalculable para las sociedades y la vida de las personas: captan y recargan las fuentes de agua, liberan el oxígeno,  minimizan los riesgos de inundación, evitan y disminuyen la erosión de tierras, transforman el dióxido de carbono en biomasa, contribuyen a la recuperación y expansión de áreas verdes, mejoran la calidad de vida de los habitantes de las ciudades, proporcionan servicios ambientales como belleza paisajística, hacen posible la regulación térmica, acústica e hídrica, dan sombra, purifican, refrescan y humedecen el ambiente, reducen el ruido, detienen las heladas por su follaje, producen alimentos y materiales comercializables, entre otras bondades.
Domingo Faustino Sarmiento, quien llegó a ser Presidente de la República Argentina de 1868 a 1874, en uno de sus discursos destacó la importancia del cultivo de los árboles: “El cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable. La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella ¡Árboles! ¡Planten árboles!”.
Felipe Cossío del Pomar, en su obra “Víctor Raúl”, manifiesta que Víctor Raúl Haya de la Torre “En diciembre organiza la primera “Fiesta de la Planta” para formar el culto del árbol. Como Vitarte no tiene árboles, es una campaña que corresponde a la Universidad Popular. Víctor Raúl pide y obtiene ayuda del Director de la Escuela de Agricultura, un belga comprensivo. La celebración de la “Fiesta de la Planta” adquiere grandes proporciones. Acompaña la plantación de cientos de árboles una fiesta deportiva, gran almuerzo popular y actos culturales en el Cinema-Teatro. Así queda establecida “La Fiesta de la Planta” que ha de repetirse cada año. Con estos actos Víctor Raúl va levantando su bandera justiciera. Cada vez más alta y cada vez más visible”.[2]
El 15 de marzo de 1990, el Instituto Nacional de Cultura declara a la zona de Vitarte  «Patrimonio Cultural de la Nación». Actualmente, parte de la carretera Central  lleva el nombre de “Víctor Raúl Haya de la Torre”, en homenaje al fundador del APRA, quien falleció en Quinta Mercedes en Vitarte, siendo su cuerpo paseado con gran sentimiento de admiración y a olor de multitud por esta vía.  
El ex alcalde de Ate, Óscar Benavides,  recuerda que Haya de la Torre vivió en el distrito y caminó por sus calles dejando una grata estela de conocimientos y enseñanzas en sus entrevistas con los trabajadores de las fábricas. Hasta ahora reverdece el árbol que Haya de la Torre sembró con José Carlos Mariátegui en el Parque 9 de Enero de Vitarte para celebrar la fiesta de la planta. Recuerda asimismo que Haya de la Torre se instaló en el año 1969 en Villa Mercedes de Ate, haciendo de Vitarte su casa. Ahí firma la Carta Magna de 1979 como Presidente de la Asamblea Constituyente, y fallece el 2 de agosto del mismo año.[3]
Al respecto, Germán Luna Segura escribe: “Hemos mencionado La Fiesta de la Planta porque constituye una visionaria actividad que alude la defensa de la naturaleza que promovió y fundó el propio Haya de la Torre, ocasión en la que  el  líder obrero estudiantil, simbólicamente, no sólo sembró un árbol que hasta ahora existe en el parque 9 de enero de Vitarte, sino que alentaba la fraternidad porque se aprovechaba para presentar equipos que, en sana competencia de fútbol entre motoristas, sombrereros y textiles, se batían en campeonatos contra estudiantes en los que se replicaban populares encuentros entre hinchas de los equipos de Alianza Lima y Universitario de Deportes”.[4]
Vitarte, el escenario del “Día de la Planta”, -indica Wilfredo Pérez Ruiz-  está colmado de remembranzas, tradiciones, episodios gloriosos, proezas valientes e inspiración de honrosas lides sindicales. Allí los operarios de la fábrica El Inca emprendieron la contienda por la jornada de las ocho horas; el presidente y héroe de la Guerra del Pacífico, Andrés Avelino Cáceres, fue propietario de la hacienda Barbadillo; curacas y jerarcas indígenas del Antiguo Perú, están enterrados bajo la moderna iglesia del pueblo de Ate; el médico y naturalista Hipólito Unanue formuló relevantes referencias sobre la meteorología en los caseríos de Surco y Late (Ate).[5]
Luis Alberto Sánchez en su obra “Los burgueses” (1983) lo describe así: “Las fiestas representativas de los obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta de Árbol y consistían en plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta de Árbol de 1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de regresar de Italia”.
 El “Culto al Árbol”, también es conocido con la denominación “Fiesta de la planta”, “Día de la Planta”. “Campaña del Árbol” o “Fiesta de Árbol”.  Los trabajadores asistentes a las actividades conmemorativas se dedicaban a plantar una serie de árboles, entre fresnos, pinos y casuarinas, con sendos estímulos a los defensores y promotores del árbol y asumían el compromiso de cuidarlos, regarlos con agua limpia y podarlos hasta lograr su normal crecimiento. Y este compromiso lo hacían como parte del deber de proteger el medio ambiente, de ampliar las zonas verdes y fuentes de oxígeno, de erradicar los espacios tóxicos o propensos a la contaminación, de embellecer la ciudad y de lograr una armónica relación hombre-naturaleza para contar con un ambiente saludable.
Percy Murillo Garaycochea, en su “Historia del APRA” (1976) lo describe así: “Después de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras, saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así la mañana y conforme avanza el día llénese de más y más entusiasmo el ambiente. Llega la hora de yantar; que dispersa la compacta multitud para reunir a las gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda de músicos desafina, pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el parque ´9 de enero´. Después de uno o más discursos iniciales dase comienzo a la plantación de árboles variados…”
Wilfredo Pérez Ruiz, en su artículo “El Día de la Planta, su historia”, al comentar y valorar la importancia de esta iniciativa ecológica, manifiesta: “El “Día de la Planta” evidencia la perspectiva y sensibilidad de una generación humanista que entendió la política como el arte y la ciencia de vincularse con los asuntos del Estado, atender las expectativas de la población y las demandas de los desvalidos”[6].
En el programa  celebratorio de la Fiesta de la Planta, en la que participaban varias comisiones de trabajo, miembros de la comunidad, delegados de fábricas e invitados de honor, se combinaba donativos de libre elección, trofeos, banda de músicos, la comida típica, el canto, el baile, la gimnasia, el deporte, las carreras, etc. “Allí se hicieron las primeras olimpiadas obreras realizadas en el Perú”, a decir de Raúl Chanamé Orbe.
Eloy Martínez (1904) alumno de la U.P.G.P. describe que los muros y las paredes que circulaban el campo deportivo donde se realizaba la ceremonia conmemorativa a la Fiesta del Árbol estaban engalanadas con los colores de nuestra bandera y en fondos verdes con leyendas blancas: “Siembra un árbol y te pagará con su sombra”, “El árbol es cuna y es tumba”, “Aprende del árbol, elévate como él”, “Siembra un árbol y escribe un libro”. “La naturaleza es una madre: Le da alimentos, vestidos, ejemplos; sé generoso como ella”. Empezaba la parte literaria con el discurso del presidente del comité de fiesta, oraciones sencillas, emocionadas, la voz conmovida por los latidos del corazón agradecido mientras se escuchaba a los oradores y se esperaba la palabra del joven rector Víctor Raúl…finalmente se procedía al cultivo y a la siembra de los arbustos, el primer arbusto, llamado “el árbol de la ciencia”, lo sembraba Haya de la Torre…mientras tanto la banda de músicos tocaba pasodobles, valses, tonderos y marineras y los jóvenes y las muchachas no cesaban de bailar de manera ordenada, disciplinada y sin ingerir bebidas alcohólicas, puesto que estaban prohibidas sus venta y consumo.
“En un documentado artículo titulado “Por un Perú con árboles” (La Tribuna, 2 de abril de 1946) publicado con las siglas M.C.E. (según el líder histórico del PAP, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, fue escrito por Haya de la Torre) se señala que “En la Asamblea Municipal Aprista se ha hecho una gran invocación en defensa del árbol. La hizo el propio jefe del partido en su discurso inaugural de aquella concentración y se ha adoptado como resolución unánime: Hay que procurar despertar en nuestro pueblo el culto al árbol”.[7]
“Manteniendo esa línea de identificación durante el XVIII congreso nacional del PAP (1992) se constituyó la Comisión Nacional de Ecología y Medio Ambiente. De esta manera, se introdujo una temática todavía percibida, por amplios ámbitos de la clase política, como ajena a la agenda de las preocupaciones más urgentes del país. Este acuerdo tuvo como antecedente al denominado Comité Ecológico (creado el 7 de mayo de 1991) que utilizó el lema “Siembra vida, siembra paz” y realizó una intensa campaña nacional de arborización bajo la conducción de Javier Pulgar Vidal”, señala Wilfredo Pérez Ruiz.[8].
Durante el segundo gobierno aprista del presidente Alan García Pérez, en el 2008, se expide el decreto legislativo N° 1013 que crea el Ministerio del Medio Ambiente, organismo del Poder Ejecutivo rector del sector ambiental, que desarrolla, dirige, supervisa y ejecuta la política nacional del ambiente.
Los expertos aseguran que Lima es una de las ciudades más contaminadas del Perú, como consecuencia de las formas de contaminación que originan el incremento del número de fábricas, los residuos de gases tóxicos, el uso de tecnologías antiguas en las industrias existentes, el aumento del número de vehículos automotores en circulación, el aún deficitario servicio de agua potable y alcantarillado, el incremento de residuos sólidos, el parque automotor obsoleto con más de 15 años de antigüedad y en mal estado de conservación. A lo expuesto se agrega la falta de conciencia ecológica en la población, la mala calidad de los combustibles usados por los vehículos (sobre todo el Diésel), los vehículos en mal estado de funcionamiento, la contaminación de las fuentes de agua por desagües o arrojo de basura, el saneamiento inadecuado, la emanación de gases tóxicos de las fábricas y el humo que contamina el aire que se respira. También, el uso desmesurado de los terrenos de cultivo y de los bosques, la ausencia de rigurosas revisiones técnicas de los vehículos de transporte, el uso de los productos químicos sin la debida precaución y el agotamiento de la capa de ozono, entre otros, son factores principales que destruyen el medio ambiente en Lima, con serias consecuencias para la salud y la existencia de la población. Todo esto determina que un mayor porcentaje de la población de Lima continúa disminuyendo en su valor de la calidad de vida por efecto de la contaminación atmosférica que produce el transporte público.
Consecuentemente, en el Perú hay necesidad de una efectiva política de conservación y de protección del medio ambiente, que impulse la creación, el desarrollo y la consolidación de la conciencia ecológica  y de la cultura ecológica.
Haya de la Torre, el ideólogo y político visionario, empezó haciendo conciencia ecológica en la población al promover la siembra del “árbol de la ciencia” en Vitarte. Ahora  el Ministerio del Ambiente y las municipalidades en el Perú deberían intensificar el desarrollo de planes anuales de arborización en todo el territorio nacional.


[2] Cossío del Pomar, Felipe. Víctor Raúl. Biografía de Haya de la Torre. 1ª. Parte, 2ª. Edición. Ediciones Enrique Delgado Valenzuela, Lima, 1977, p.149.
[4] Germán Luna Segura, La jornada de las ocho horas y Haya de la Torre. http://horizonte-posible.com/las-ocho-horas/
[5] Wilfredo Pérez Ruiz, El Día de la Planta: Historia y vigencia”, https://www.connuestroperu.com/actualidad/miscelanea/59989-el-dia-de-la-planta-historia-y-vigencia
[6] Publicado en la revista INDOAMÉRICA, director Wilbert Bendezú Carpio. IV etapa, Año 1, No.1, marzo-abril 2019, p.74.
[7] Wilfredo Pérez Ruiz, artículo “La Fiesta de la Planta. Una mirada hacia atrás”. http://www.generaccion.com/magazine/420/fiesta-planta
[8] Wilfredo Pérez Ruiz,  artículo “La Fiesta de la Planta. Una mirada hacia atrás”. http://www.generaccion.com/magazine/420/fiesta-planta


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A los 100 años de vigencia del Apra (VII) Libertad con Pan y Democracia con Justicia Social en el Perú

 A los 100 años de vigencia del Apra (VII)

LIBERTAD CON PAN Y DEMOCRACIA CON JUSTICIA 

SOCIAL EN EL PERÚ


Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

El Apra durante los cien años de su vigencia siempre enarboló las banderas de la democracia, la libertad, el pan y la justicia social; libertad con pan, pero si no hay pan, optaban primero por la libertad para tener derecho a pedir el pan, para exigir manifestaciones y elecciones libres, sin fraudes y sin vetos como el mejor camino para alcanzar la verdadera justicia. Y los apristas fueron y son los primeros en apreciar y valorar la libertad porque lo perdieron en muchos años del siglo XX, lo perdieron en la Penitenciaría, en el asilo, en las cárceles, etc.

Haya de la Torre, en uno de sus discursos públicos del 25 de febrero de 1961 manifestó: “De manera que no es el pan sin libertad de los prisioneros o de los esclavos, o de los animales domésticos bien tenidos lo que nos importa. El pan sin libertad es el pan de los totalitarios. Nosotros necesitamos pan con libertad. O libertad con pan. Libertad para escoger nuestro camino, libertad para organizarnos, libertad para educarnos. Y cuando venga un tirano de abajo o de arriba, diciéndonos: “aquí tienes el pan”, respondámosle con la frase del evangelio: “No sólo de pan vive el hombre…” O respondámosle con el fallo histórico del Imperio Romano: “Pan y circo, señor, fueron el origen de la decadencia del Imperio Romano”. No. ¡Pan con Libertad! ¡Democracia con justicia! Eso es lo que queremos. Eso es lo que pueden realizar los partidos fuertes, eso es lo que pueden cumplir los ciudadanos con conciencia clara”.

En estos cien años de permanente e incansable lucha del Apra, por la libertad, el pan y la justicia social, tenía por misión histórica defender y afirmar sólidamente los derechos conquistados de la democracia, mantener su independencia frente a los gobiernos de turno, criticar de manera responsable y constructiva los errores o desaciertos del gobierno; ser celoso defensor de los derechos fundamentales de los ciudadanos, de las normas institucionales, de la democracia constituida, de los Poderes del Estado y del Estado de derecho.

El Apra tenía y tiene por misión histórica combatir y erradicar a los grupos de agitación y violencia, a los narcotraficantes y a los terroristas totalitarios; ser fiel defensor de las elecciones libres, elecciones sin trafas ni trampas; permanecer alerta a las maquinaciones de los comunistas y sus aliados; denunciar las maniobras de los enemigos del sufragio, de la democracia y de la soberanía popular o de quienes buscan impedir las elecciones, cortarlas o torcerlas. Además, abrir los brazos a todo aquel que quiera entrar en la corriente democrática y rechazar los intentos de destrucción de la democracia y del Estado de derecho.

El Apra al cumplir sus cien años de vigencia se mantiene a pie firme en su  lucha por sus principios, planes, programas y proyectos de gobierno, en la defensa de los derechos ciudadanos a una vida mejor y a una remuneración justa por sus jornadas laborales. Ni un paso atrás, siempre dos o más pasos hacia adelante hasta realizar la Gran transformación integral del Perú, manteniendo vigente su clara y rectilínea posición revolucionaria, nacionalista, democrática, humanista, anti demagógica, anti totalitaria, anticomunista y antifascista, en defensa de los más necesitados, débiles e indefensos, tras largos años de haberse visto obligado a ser oposicionista, a mantenerse en la oposición e ilegalidad.

Para el Apra la democracia es una ecuación de deberes y derechos e implica grandes responsabilidades com partido grande e histórico. No hay transformación posible, firme, segura y duradera sin una democracia política y democracia económica consolidada y auténtica.

El Apra es la vanguardia de la izquierda democrática  en el Perú y en Indoamérica. El Apra es democrático con criterio cualitativo económico; la democracia es una norma de vida política de nuestros pueblos dentro de un Estado de derecho. El Apra considera a la democracia como una función política y social con contenido funcional. Preconiza una Democracia Funcional, Económica y Social, de tipo nuevo y característicamente indoamericana, manteniendo siempre la vigencia de la soberanía popular como base de todas las demás soberanías.

Para el Apra la democracia económica es la que considera no solamente al hombre como miembro de un Estado representativo que se gobierna por decisión de las mayorías ciudadanas, sino también la que considera como fundamentales entre los derechos y deberes de esas mayorías los que corresponden a la dimensión económica.

La democracia funcional supone que los trabajadores manuales e intelectuales forman parte de la dirección de la vida del Estado, que se incorporan a la vida cívica del país, que se hacen copartícipes del destino de la Nación y que contribuyen a precisar, con su cooperación política y social, el nuevo sentido de la democracia revolucionaria afirmada en la Justicia Social. El Apra postula la democracia integral (política y económica), que proclama con la libertad el derecho al pan y con el pan el derecho a la justicia social.

El APRA es desde su origen un movimiento que quiere justicia para todos los ciudadanos sin exclusión de ninguna clase y lucha por ella con todos los leales, responsables y honestos, hasta lograr un país libre, unido, culto y justo.

Pero sí rechaza a los claudicantes, a los traidores, a los tránsfugas políticos y a los oportunistas, a los que en las horas de buena expectativa brindan su ayuda para luego abandonar en las horas de mayor riesgo, sacrificio y peligro.

El Apra en sus cien años de combate sin tregua ha respondido a su fe y ha hecho de ésta la enseña promisoria del Perú nuevo, redimido y justo.

Haya de la Torre bien lo dijo: “El camino de la marcha y lucha del Apra tiene las huellas de su sangre, porque es el camino de los fuertes. Lo conocemos. Ha sido abierto por la energía joven que nació estremecida, de una vieja esperanza. Vibra y anima la conciencia de un pueblo que ya no quiere esperar. De un pueblo que cura sus hondas heridas y se apresta a la obra de sus propias realizaciones. De un pueblo que no importó su credo ni pidió prestadas sus consignas, porque se las dio a sí mismo, recogidas del suelo que pisa. Y el aprismo es eso: dolor viril que brota de la propia tierra. Es el Perú que renace animado por lo que hay de eterno y de profundo en el Perú que fue. Es la obra truncada de los Incas, que resurge a través de cuatro siglos de yugo sobre su raza. Por eso, con el aprismo retorna la Justicia Social del Tahuantinsuyo. Nosotros la hacemos nuestra, y, como una vieja bandera gloriosamente rendida, la izamos en los mástiles nuevos de nuestras rebeldías de hoy”[1].

Y algo más escribió Haya de la Torre: “El aprismo quiere que el Perú base su progreso en el aumento creciente de riqueza para fines de desarrollo espiritual, de libertad, en buena cuenta, de justicia, porque juzga que no hay felicidad, ni bienestar ni progreso si hay injusticia; e inversamente, no hay injusticia que pueda ser base efectiva y perdurable de felicidad. Por esto, el Partido Aprista se llama Partido de la Justicia Social, términos también relativos en cuanto a su aplicación o interpretación en cada país porque lo que es injusticia social en un pueblo, ya no lo es en otro; ejemplo, la lucha contra el analfabetismo, problema de justicia social para el Perú, no lo sería ya para Alemania o Inglaterra, donde la justicia social ya impone otros problemas”.[2]


[1] Haya de la Torre, Víctor Raúl. “Obras Completas”.  Librería Editorial Juan Mejía Baca, 2ª. Edición, 1984, impreso en España, Tomo 5, págs. 148-149.

[2] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Op.cit. Tomo 5, p. 323.

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31 de enero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (VI) Hacia un Estado antioligárquico en el Perú

A los 100 años de vigencia del Apra (VI) 

HACIA UN ESTADO ANTIOLIGÁRQUICO EN EL PERÚ

 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Desde los inicios de la República, los peruanos vivieron largos años interrumpido en su vida democrática y constitucional. De 1823 a 1827, de 1835 a 1836, de 1836 a 1839, de 1841 a 1845. Asimismo, entre los años de 1854 a 1856, de 1856 a 1860, de 1865 a 1868, de 1880 a 1886. Finalmente en los años de 1894, 1895, 1914, 1919, 1930, 1931, 1948, 1950, 1962, 1963 y de 1968 a 1978. El poder militar, coaligado con el poder económico y político, ha regido los destinos de los pueblos del Perú. El militar militarista se puso a los pies y al servicio incondicional de la oligarquía nativa.

Víctor Andrés Belaúnde, en su obra “La Realidad Nacional”, luego de diagnosticar a nuestra realidad política de la primera década del siglo XX, escribe: En síntesis, nuestra evolución política en la primera década de este siglo está caracterizada por la dirección de la oligarquía con el apoyo de la burocracia militar y del caciquismo provincialista. La gran agitación plebiscitaria de Billinghurst, en 1912, representó la protesta de los elementos medios y populares excluidos de la política”.

Con el establecimiento de Nicolás de Piérola – refiere Eugenio Chang-Rodríguez- se inicia la llamada República Aristocrática (1895-1919), durante la cual los barones del agro y del subsuelo y la burguesía financiera y explotadora, entroncados en matrimonios de linaje y de oro, constituyeron la oligarquía gobernante usufructuaria de la economía nacional progresivamente más y más dependiente de los imperialismos inglés y norteamericano. Piérola se reconcilió con sus antiguos enemigos civilistas y se adaptó a sus exigencias económicas. Derogó los derechos de exportación del azúcar y algodón, así como los de importación de bienes de capital e insumos industriales; inició la adopción del patrón de oro y entregó a los financistas y exportadores las funciones de emitir moneda y recaudar impuestos. Así es como se estableció la Sociedad Anónima Recaudadora de Impuestos, transformada una década más tarde en la Caja de Depósitos y Consignaciones. A la nueva institución privada se le asignó una comisión por recaudar los impuestos del Estado. Poco tiempo después, la peculiar entidad se las ingenió para “prestar” al Estado su propio dinero mediante el pago de fuertes intereses[1]. Si el Perú, anterior a 1919, fue un inmenso y ubérrimo feudo, o mejor una encomienda en la que el “neo godismo civilista” – prolongación del “godismo” de la Colonia –hizo y deshizo como le vino en gana, el Perú comprendido entre julio de 1919 y agosto de 1930 no fue otra cosa que una gran agencia de negocios o una vasta e incontrolada timba en la que el “agente”, el “corredor” y el “tahúr” operaron igualmente a discreción. No es un acaso, sino más bien una consecuencia de perfecto vigor lógico, el hecho de que el Jefe de la oligarquía imperante hasta 1919 fuera un poderoso terrateniente, un rico gamonal salido de la más pura entraña “civilista”, y el régimen de los años siguientes, un agente de compañía de seguros en su juventud y arriesgado jugador de bolsa en su madurez[2]

Nunca antes de 1931, se dio en nuestro país una organización política en la que el sustentáculo básico, las masas, alcanzase a sugerir siquiera tímidamente sus vagos y confusos anhelos. Nuestra decantada “democracia” fue, así, una triste pseudo-democracia; una caricatura burlesca del original. Y por ser tal, concordamos con las expresiones de Chang-Rodríguez cuando afirma categóricamente que “nunca tuvimos, políticamente hablando, un cauce por donde discurriera el genuino pensamiento de nuestro pueblo, ni un instrumento en el que se ejercitase nuestra legítima voluntad mayoritaria. Dentro de la oscilación tiránica o anárquica impuesta por el interés oligárquico, todo ha sido entre nosotros caos, dispersión, tanteo, retórica hueca, cuando no coacción, violencia, pretorianismo y sangre.[3]

Haya de la Torre, en su discurso por el Día de la Fraternidad Aprista, del 20 de febrero de 1976, calificó a la oligarquía “como los reyes de cierto país europeo. Desatendió los asuntos políticos y fue responsable de muchas faltas en las que quizá esté comprometida la pérdida de territorio nacional. Pero de todos modos ha sido una oligarquía perezosa y desatendida de los negocios del Estado. Ella delegó el poder a quienes podían ejercerlo y se repitió aquí la escena de los maitres de palais o mayordomos de palacio, con la circunstancia especial que de ellos no salió ningún Carlomagno como sucedió en Francia”.

Si me preguntaran ¿qué entiendo por Estado Oligárquico? Respondería así: Estado oligárquico es aquél estado gobernado por un pequeño núcleo de personas o de familias de gran poder económico y político, en el que todo depende de su arbitrio o voluntad, y en el que se comete una serie de abusos de poder en perjuicio de las mayoritarias clases sociales que forman la Nación y a las mayorías ciudadanas se les utiliza en favor del interés de las minorías.

Estados oligárquicos, históricamente hubieron muchos en el Perú. Se caracterizaron por dar origen al enraizamiento de grupos de poder militar y económico; por contribuir a la formación y consolidación de “argollas financieras”; por mantener intactos los regímenes de propiedad feudal, cuyos terratenientes a través de una coalición burgués-señorial se mantenían subordinados y a las órdenes del capitalismo extranjero. La captura del poder político se realizaba vía elecciones amañadas o fraudulentas o vía “golpe de Estado”  amparados por el imperialismo inglés o norteamericano, empresas transnacionales y los autodenominados “salvadores de la patria”(militares-militaristas).

El Perú, convertido en satélite o económicamente dependiente de los centros de poder mundial, no escapó a las pretensiones de avasallamiento cultural a la población, convirtiéndose éste en instrumento de sujeción por parte del Estado. Consiguientemente en un Estado Oligárquico advino la supresión de las libertades individuales y de los derechos humanos, la expansión del imperialismo, el creciente endeudamiento externo del país, el fortalecimiento de los lazos de dominación y dependencia, las frecuentes interrupciones del orden democrático, la pérdida de la soberanía nacional y soberanía popular, la proscripción de cientos de ciudadanos, desterrando a unos y condenando a muerte a otros, en tanto se repartían los bienes de las víctimas, se clausuraban los locales políticos y se suprimían las libertades sindicales. El APRA fue declarado partido internacional y puesto fuera de la ley en 1936, obligándoles a los apristas a endosar sus votos para recobrar la legalidad.

Desde el 7 de mayo de 1924, día histórico en que se funda el APRA en México, hasta antes del 28 de julio de 1985, el Partido Aprista Peruano nunca pudo llegar a gobernar el Perú, no obstante contar con el caudal electoral mayoritario, porque el APRA era el terror de la derecha y el enemigo declarado de la oligarquía económico-financiera y militar. Esta oligarquía impidió mediante la fuerza de las bayonetas, los tanques, los cañones, el fraude y el mal uso del capital, a que el APRA llegara al gobierno a través de las elecciones nacionales.

En sus declaraciones a la revista CARETAS, en febrero de 1971, Haya de la Torre, hace un recuento de lo acontecido históricamente. Los apristas, por mucho tiempo tuvieron que ser objetos de persecuciones, cárceles, exilios, privados de sus derechos ciudadanos y políticos sin poder votar ni ser elegidos menos aún postular a sus candidatos a la presidencia de la República durante casi 25 años. El Apra fue declarado Partido Internacional y fuera de la ley en las elecciones de 1936, cuando tuvieron que designar al Dr. Eguiguren. El gobierno del General Oscar R. Benavides en 1933 desató una inaudita represión a los apristas, llegando a anular las elecciones de 1936  que había ganado Luis Antonio Eguiguren apoyado por el Apra que se encontraba proscrito, pero que Benavides logró continuar en el Poder en virtud a la ley del 13 de noviembre de 1936 sancionado por el Congreso y lo hace hasta 1939.

En 1939, el Apra no se presenta a las elecciones y gana las elecciones don Manuel Prado Ugarteche, quien gobierna hasta 1945 apoyado por el Ejército peruano. En 1945 regresan al Perú los líderes del Apra que fueron deportados e inician su vida política dentro de la ley. El 10 de junio de este año el Apra endosó sus votos al señor Luis Bustamante y Rivero para recobrar su legalidad. En 1956, los apristas nuevamente endosan sus votos, esta vez a favor de Manuel Prado Ugarteche para recuperar su legalidad, y no llega a elegir a sus propios candidatos a las Cámaras de diputados y de senadores.

Sólo en 1962 y 1963 los apristas participaron en las elecciones, el 62 se produjo el golpe de Estado en las mejores condiciones para que el Apra llegara al gobierno. Haya de la Torre llegó a decir:-“Nosotros hemos tenido de 1934 a 1945once años de absoluta ilegalidad. El 45 tuvimos que someternos a las condiciones que nos impusieron, sobre todo el Ejército, que no quería que yo fuera candidato, por ejemplo. Por lo que busqué un pacto con Benavides, por el cual ni él ni yo seríamos candidatos. Buscamos un tercero. Se fue a las elecciones el 45, se ganaron las elecciones con el 80 % de los votos, y eso duró tres años. Después vinieron ocho años de la misma persecución. Yo fui llevado a la Corte Internacional de Justicia. El odio rebasó todos los extremos. La gente no se acuerda de eso. Este es un país desmemoriado. La persecución contra el Apra se puede comparar, aunque en cantidad menor, con la persecución de los judíos en Alemania. Ustedes no pueden imaginar lo que nosotros hemos pasado”.

Han transcurrido cien años de lucha tesonera en el Perú e Indoamérica y el aprismo se mantiene a pie firme,  con energías frescas y constructivas, renovado plan de gobierno y dispuesto a ser gobierno en el año de 2026.

Lima, 31 de enero de 2024 / ETN.



[1] Chang-Rodríguez, Eugenio. “Opciones políticas peruanas 1985”. Centro de Documentación Andina, Lima-Perú, 1985, p.49.

[2] Op.cit., pp.195-196.

[3] Ibídem, p.184.

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30 de enero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (V) El fenómeno del colonialismo americano y el Aprismo

  A los 100 años de vigencia del Apra (V)

EL FENÓMENO DEL COLONIALISMO AMERICANO 

Y EL APRISMO

 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Cabe indicar inicialmente que el período colonial se inicia en el mundo desde la primera mitad del siglo XVI y dura hasta la finalización del primer cuarto del siglo XIX, cuando la mayoría de los países de América habían ya obtenido su Independencia. España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda llegaron a ser importantes metrópolis que extendieron sus colonias por todo el universo; también daneses y rusos se dividieron las vastas tierras americanas y establecieron sus dominios en ellas. De las colonias organizadas aparecieron las nuevas naciones y sociedades dominadas o colonizadas.

Con los conquistadores españoles llegaron a Perú y a América frailes y misioneros, franciscanos, jesuitas y dominicos con supuestos fines de propagar su credo y fe católica y educar, civilizar y evangelizar al indio.

España no sólo se limitaba a colonizar y explotar, sino que descubría, exploraba, conquistaba y civilizaba. La colonización hispánica se inició con el segundo viaje de Colón a la isla  española (Santo Domingo) y muy pronto se extendió desde el norte de California hasta la Tierra del Fuego.

Los vastos dominios estaban divididos en un principio en dos grandes virreinatos: Virreinato de México o de la Nueva España (1535) que  comprendía la mitad austral de los Estados Unidos de América, México, Guatemala, Cuba y Puerto Rico; y el Virreinato del Perú (1544) que comprendía el territorio de América del Sur con excepción del Brasil.

Posteriormente, los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata, además las Capitanías Generales de Guatemala, Chile, Venezuela, Cuba y Florida. Cada virreinato y capitanía general se dividía en Intendencias.

El período colonial dio lugar a la toma de posesión de terrenos desocupados u ocupados por pueblos incultos, generando la ocupación y la conquista. La gobernación de las nuevas tierras conquistadas fue originando múltiples disposiciones, estatutos y ordenanzas, conocidas como las leyes de indias, produciendo un modelo de legislación colonial, único en el mundo y el establecimiento en España del Consejo de indias, que era la máxima autoridad después del rey en lo relacionado con la legislación y administración de las colonias de ultramar y se creó la casa de contratación para los asuntos de comercio con las Indias.[1]

Leyva Arguedas señala que entre los imperios coloniales de aquella época, el más extenso poblado e importante fue el Imperio Colonial Español, cuyo centro principal correspondió a la ciudad de Lima (en ese entonces la segunda ciudad española después de Madrid), que era la capital del virreinato del Perú, desde donde se ejerció control sobre tierras tan lejanas como las Filipinas. El Imperio Español, llegó a su máximo esplendor durante el reinado de Carlos V, gracias a sus enormes posesiones coloniales, habiéndose hecho popular la frase: “Carlos V, en cuyos dominios no se pone el Sol”; constituyendo en esa época, el más grande imperio colonial de la historia. Luego siguieron en importancia los imperios coloniales de Inglaterra, Francia, Portugal y Holanda.[2]

El 26 de julio de 1529 se firmó la denominada “Capitulación de Toledo” (Toledo era la ciudad-sede del Consejo de Indias en España) autorizándosele a  Francisco Pizarro a emprender la delicada empresa de descubrir, conquistar y poblar el Perú.  La Corona española le concedió de por vida a Pizarro los títulos de Gobernador, Capitán General, Adelantado y Alguacil Mayor como máxima autoridad civil y militar de la colonia por fundar, además se le confirió la facultad de distribuir tierras y solares y para “encomendar” indios con el propósito principal de ser adoctrinados en la fe católica.

Si en lo político, -refiere Bonilla Amado-. La conquista del Tahuantinsuyo significó la pérdida de la soberanía imperial, que pasó a depender de España, en el plano de la cultura la colonización fue un largo proceso a través del cual la cultura occidental dominante fue desplazando o mezclándose con la cultura andina dominada, dando como resultado una realidad nueva que no era ni europea ni indígena sino mestiza. El mestizaje es el basamento actual de la realidad peruana…[3]

La llegada de los españoles a tierras del Tahuantinsuyo dio lugar a la destrucción del próspero régimen económico y social existente, disolviéndose el espíritu comunitario, distribuyéndose los tesoros de los templos y palacios, se repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse siquiera por su porvenir como fuerzas y medios de producción. Los colonizadores se preocuparon casi únicamente de la explotación del oro y de la plata peruanos. El régimen colonial desorganizó y aniquiló la economía agraria incaica, sin reemplazarla por una economía de mayores rendimientos, conlcuye José Carlos Mariátegui en su obra “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”.

Con la llegada de los conquistadores a suelo peruano las tierras comunales se convirtieron en latifundios de propiedad individual. La idea de posesión territorial con todas las consecuencias del jus utendi et abutendi, era el centro de todas las grandes empresas españolas, francesas, inglesas, portuguesas y holandesas diría Francisco García Calderón en “El Perú Contemporáneo”.

De lo que resulta en el Perú un estado colonizado al servicio de una clase dominante e improductiva (oligarquía feudal) subalterna de grandes intereses extranjeros, con hegemonía cultural que no en pocas veces trató de imitar, de aceptar, de copiar y de aplicar postulados, preceptos, principios, programas, recetas o consignas procedentes de otros países, ajenos a la nuestra. Las riquezas nacionales fueron explotadas y usufructuadas con creces por el conquistador extranjero, consolidándose los lazos primeros de dominación y de dependencia mediante el cual el capital extranjero empezó rigiendo la economía nacional, y, consiguientemente, el estado peruano perdió su soberanía económica y política y su identidad cultural. El imperialismo económico vino unido con el imperialismo cultural-político.

Consiguientemente, no se equivocó Víctor Raúl Haya de la Torre cuando al analizar el fenómeno del colonialismo americano manifestó que éste fue de doble extracción: de derecha y de izquierda, que floreció entre la primera y segunda Guerra Mundial.

Dijo Haya de la Torre: “Los oligarcas y sus epígonos intelectuales importaron todo lo extranjero, sin espíritu crítico y sin voluntad de asimilación. Funcionó la pereza mental. Europa fue calcada sumisamente. No importó conocer al Perú. Bastaba el trasplante del Viejo Mundo: hombres, ideas, instituciones. La derecha peruana imitó a España, Francia y Estados Unidos. Su mimetismo las redimió del esfuerzo original de estudiar el país y rastrear soluciones propias, dando respuestas adecuadas. Luego vino el coloniaje de izquierda: El jacobinismo zurdo también utilizó los mismos métodos de trasposición mecánica. Copiaron a Marx, a Lenin, a Stalin. Fueron deslumbrados por la URSS y se amamantaron de fetiches ideológicos extraños y exóticos. Recogieron voces y consignas de otras realidades, sin hacer inventario y se esforzaron por aplicarlas al Perú, como recetas mágicas. “Lo que es bueno para Rusia, es necesariamente bueno para el Perú”. Razonaron igual que los colonos de derecha, que se refocilaban pensando: “Lo que es bueno para Francia, es necesariamente bueno para el Perú”.

Harry Kantor, en su “Ideología y Programa del Movimiento Aprista”, expresa: “Enfatizan los apristas, que el gobierno español mantuvo un firme control sobre sus colonias y, como resultado, el grupo gobernante en América Latina miraba a ultramar para recibir asesoramiento y dirección. Debido a que América Latina ha permanecido como una colonia en lo económico, argumentan los Apristas que los grupos gobernantes han desarrollado un colonialismo intelectual que les obligaba a seguir buscando sus ideas en el exterior”.

El Estado colonial que imperó en Perú e Indoamérica dio lugar al acentuado espíritu paternalista en el campo ideo-político tras permanente importación de recetas económicas y de credos políticos, incremento del chauvinismo nocivo, intervencionismo vacuo,  proliferación de frentes comunistas y frentes de derecha, todos ellos culpables de la desorientación y la falta de conciencia política ciudadana.

A raíz de la vigencia del Estado colonial se mantuvo la pretensión universalista de solución de los problemas latinoamericanos desde corrientes ideológicas foráneas, recibiendo “consejos”, aplicando recetas económicas, viviendo en un mundo ideo-político que jamás les perteneció. Estudiantes, educadores, intelectuales, escritores, periodistas, políticos, empresarios, entre otros, vivieron aislados del gran conjunto continental de pueblos indoamericanos: “Unos por ignorancia – refiere Víctor Raúl Haya de la Torre- y por imitar a Europa a cuyos vaivenes y luchas estaban atentos. Otros por recelos, por calcar aquí los jingoísmos y hostilidades del Viejo Mundo que tanto provecho dan a los políticos mediocres”.

En la concepción de Víctor Raúl Haya de la Torre, los colonos mentales o políticos europeizantes aglutinados en el conservador estado nacional peruano se caracterizan por ser apóstatas de Bolívar y vasallos del Viejo Mundo, por imitar fielmente a sus tutores europeos, por carecer de capacidad y autonomía para pensar por sí mismo, por tratar de aplicar los libros europeos a la realidad peruana, por conceptualizar a América Latina como a un “país-isla”, como a un continente inmaduro, desarticulado, incapaz de dar soluciones a sus complejos y múltiples problemas.

Por eso es que el Aprismo, al formular su concepción de un nuevo Estado, recusa toda forma de influencia extranjera en la vida política y cultural de nuestros pueblos. Para el Aprismo el nuevo Estado no debe ser colonia de ningún imperialismo, ni de derecha ni de izquierda totalitaria, no debe ser colonia de ningún dogma ideológico y de ningún país foráneo. El nuevo Estado deberá encontrar y abrir su propio derrotero, sin imitar ni copiar modelos foráneos, estableciendo como norma de su ideario el principio denominado por el Aprismo; “interdependencia intercontinental”.

El Aprismo sostiene que el nuevo Estado debe contar con autonomía ideológica, cultural y política; no debe aceptar la transferencia o el trasplante de recetas mágicas traídas como jalado de los cabellos de otros mundos; debe ser ajeno del tradicional estado mimetista de idearios y realidades que no le pertenecen. Para el Aprismo aquí en el Perú y en cada uno de los países latinoamericanos es posible encontrar la solución de sus propios problemas, con ideas propias, con propias organizaciones político-sociales, estrategias y tácticas revolucionarias. Reformas sí, pero no coloniaje ni sumisión a un nuevo amo. “Queremos que las ideas de justicia y libertad surjan de nosotros, sean aplicadas por nosotros y realizadas por nosotros”. Se aprovecha sí la experiencia y los adelantos culturales, científicos y tecnológicos de los países desarrollados, pero en forma “metabolizados”, es decir, asimilados, digeridos, adaptados a nuestra realidad, concibiendo que la libertad, la justicia y la revolución no vienen ni se hacen desde afuera vía control remoto, sino que surgen desde adentro y para los propios peruanos e indoamericanos.

El nuevo Estado Aprista propugna un estado reivindicador de la originalidad en la concepción y el tratamiento de los problemas. Postula alternativas de solución originales, creativas, propias y nuevas que permitan alcanzar la democracia integral, la justicia social y la libertad plena sin necesidad de caer en un remedio socialista neocolonial de la Internacional roja o de la Internacional negra.

El Aprismo mantiene su principio original que dice: “La lucha por la justicia es una lucha que puede producirse en cualquier pueblo, en cualquier ámbito, de acuerdo con las realidades y con las condiciones sociales y económicas del lugar en que se producen” y “sin tener que inventar un ambiente europeo en una realidad americana”.

Haya de la Torre precisa: “No necesitamos que de afuera vengan a enseñarnos cómo se hace la revolución. La revolución la hacemos nosotros con plena conciencia de nuestro designio histórico. Los colonos, los alienados, los hipotecados a las potencias extranjeras, aunque se revistan de radicalismo y de revolucionarismo, en realidad sólo representan al neocolonialismo que pretende, con sus nuevas fórmulas imperiales, la sujeción de nuestros pueblos subdesarrollados”.[4]

La doctrina aprista precisa y subraya que los países europeos para subsistir y alcanzar su desarrollo tuvieron que explotar pueblos, necesitaron de imperios coloniales y de zonas de influencia y crearon virreinatos de ultramar. En cambio, los países latinoamericanos tenemos en nuestro propio territorio geográfico todo aquello que Europa busca fuera de sus linderos continentales. Para ello solamente “necesitamos organizar nuestra propia producción de riqueza, explotar, desarrollar y hacer surgir todo aquello que está en potencia conocido en nuestro suelo, y coordinar la acción de nuestros pueblos, en vez de someter a ningún pueblo”.



[1] Enciclopedia Ilustrada CUMBRE, Tomo 3, Editorial Cumbre S.A., México, Tercera edición, 1962.

[2] Leyva Arguedas, Carlos. “El Imperialismo y la respuesta antimperialista de Latinoamérica”,  Lima, 1988, pp.34-35.

[3] Bonilla Amado, José. “Perú Colonial”, Ediciones Kuntur, Lima, 1989, p.136.

[4] Discurso de Víctor Raúl Haya de la Torre, el 18 de febrero de 1972, en la ciudad de Lima, Perú.

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