ÉTICA DIALÓGICA PARA LA LIBERACIÓN
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
En una sociedad global tan compleja y problemática como la que estamos viviendo, la inmensa mayoría de ciudadanos perciben a diario actos de corrupción e inmoralidad perpetrados por determinados dirigentes políticos, dirigentes sindicales, funcionarios, alcaldes, ministros, magistrados, parlamentarios y empresarios, cuyas consecuencias los paga el mismo pueblo.
En el Perú y en los demás países de América Latina, como expresión de justificación y defensa de sus censurables conductas, la legión de corruptos y de corruptores se apropiaron de la expresión popular: “¡Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra!”
Las comisiones investigadoras que se forman con el fin de combatir y erradicar la corrupción, no llegan a feliz término y en muchos casos sólo sirven para hacer un show político mediático.
Mientras tanto la población no cesa de denunciar estos hechos con la esperanza de lograr las sanciones respectivas y moralizar la sociedad, por un futuro mejor para todos los peruanos.
El debate académico sobre la necesidad de una educación en valores continúa sin prisa y sin pausa. Se habla de una posición dual como una de las posibles soluciones al problema: la ética dialógica para la liberación, que no es más que la unión de la ética dialógica con la ética de la liberación.
ÉTICA COMUNICATIVA O DIALÓGICA
La ética comunicativa o dialógica, como su nombre lo indica, se basa en el diálogo y en la comunicación, habiendo sido desarrollada en Alemania durante las décadas finales del siglo XX, por Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas.
Para Apel y Habermas, el diálogo y la comunicación son los únicos medios a que puede recurrir el hombre para saber si los intereses subjetivos pueden convertirse en normas universales.
La ética dialógica se fundamenta en la autonomía de la persona, que confiere al individuo el carácter de auto-legislador, en la igualdad de todas las personas, con el mismo derecho y deber de buscar normas mínimas universales por consenso y mediante el diálogo, en los miembros de la comunidad deben reconocerse como interlocutores del diálogo, y con las normas mínimas logradas por consenso regular el comportamiento moral en una sociedad democrática y pluralista.
En España, Adela Cortina, en su obra “Razón comunicativa y responsabilidad solidaria” (Salamanca, 1988) presenta a la ética comunicativa como ética de la “responsabilidad solidaria”.
Para Cortina “el diálogo –con otros y consigo mismo- es el único lugar en que los hombres pueden averiguar si sus necesidades e intereses subjetivos pueden defenderse intersubjetivamente como exigencias, o bien deben permanecer en el terreno de lo subjetivo. Si una necesidad posee base argumentativa suficiente como plantearse como exigencia (objetiva), es que puede pretender con todo derecho convertirse en fundamento para una norma moral en la vida pública”.
Más adelante manifiesta que “...el diálogo tendente a un consenso es el único medio posible con que un ser racional cuenta para averiguar si se encuentra en la pista de la corrección y la verdad intersubjetiva, o en la del interés subjetivo y la apariencia...”
ÉTICA DE LA LIBERACIÓN
En el Perú y en los demás países de América Latina, como expresión de justificación y defensa de sus censurables conductas, la legión de corruptos y de corruptores se apropiaron de la expresión popular: “¡Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra!”
Las comisiones investigadoras que se forman con el fin de combatir y erradicar la corrupción, no llegan a feliz término y en muchos casos sólo sirven para hacer un show político mediático.
Mientras tanto la población no cesa de denunciar estos hechos con la esperanza de lograr las sanciones respectivas y moralizar la sociedad, por un futuro mejor para todos los peruanos.
El debate académico sobre la necesidad de una educación en valores continúa sin prisa y sin pausa. Se habla de una posición dual como una de las posibles soluciones al problema: la ética dialógica para la liberación, que no es más que la unión de la ética dialógica con la ética de la liberación.
ÉTICA COMUNICATIVA O DIALÓGICA
La ética comunicativa o dialógica, como su nombre lo indica, se basa en el diálogo y en la comunicación, habiendo sido desarrollada en Alemania durante las décadas finales del siglo XX, por Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas.
Para Apel y Habermas, el diálogo y la comunicación son los únicos medios a que puede recurrir el hombre para saber si los intereses subjetivos pueden convertirse en normas universales.
La ética dialógica se fundamenta en la autonomía de la persona, que confiere al individuo el carácter de auto-legislador, en la igualdad de todas las personas, con el mismo derecho y deber de buscar normas mínimas universales por consenso y mediante el diálogo, en los miembros de la comunidad deben reconocerse como interlocutores del diálogo, y con las normas mínimas logradas por consenso regular el comportamiento moral en una sociedad democrática y pluralista.
En España, Adela Cortina, en su obra “Razón comunicativa y responsabilidad solidaria” (Salamanca, 1988) presenta a la ética comunicativa como ética de la “responsabilidad solidaria”.
Para Cortina “el diálogo –con otros y consigo mismo- es el único lugar en que los hombres pueden averiguar si sus necesidades e intereses subjetivos pueden defenderse intersubjetivamente como exigencias, o bien deben permanecer en el terreno de lo subjetivo. Si una necesidad posee base argumentativa suficiente como plantearse como exigencia (objetiva), es que puede pretender con todo derecho convertirse en fundamento para una norma moral en la vida pública”.
Más adelante manifiesta que “...el diálogo tendente a un consenso es el único medio posible con que un ser racional cuenta para averiguar si se encuentra en la pista de la corrección y la verdad intersubjetiva, o en la del interés subjetivo y la apariencia...”
ÉTICA DE LA LIBERACIÓN
En América Latina, la ética de la liberación surge en los años sesenta (60), con una ética propia denominada “ética de la liberación”, teniendo como máximo representante a Enrique Dussel.
Para la ética de la liberación, el bien moral consiste en la práctica de la justicia, que es reconocimiento del derecho del oprimido, del explotado: “el otro”.
Dussel manifiesta que “El bien ético es el sí-al-Otro y, por lo tanto, es justicia; es cumplir la justicia y respetar al Otro como otro, dejarlo ser; es permitir que sea en plenitud lo que realmente es”.
En América Latina fue desarrollado por Enrique Dussel en su obra “Filosofía ética latinoamericana” (México, 1977), con su teoría de ética de la liberación.
El sentido de alteridad como una nueva actitud moral en la sociedad contemporánea fue planteado en Europa por Emmanuel Levinas, en su obra “Totalidad e infinito” (1977) y en “El humanismo del otro hombre” (1970).
Alteridad es un término que se contrapone a mismidad, yoidad, totalidad. Alteridad es un concepto que dice relación a la realidad de “el otro”. Significa negación de la totalidad cerrada, en el que fuera de él no existen otros sentidos, sino el sinsentido. Alteridad significa sentido de “el otro”, conciencia de “el otro”.
Alteridad es ruptura con la mismidad, supone aceptar la existencia de “los otros” (como diferente, opuesto o contrario) frente a “lo mismo”. Supone aceptar que existen diversos mundos como totalidades de sentido.
Entonces se vino en denominar ética de la alteridad, es decir, una ética en defensa de “los otros”, que son los pobres, los explotados, los que menos tienen, los más necesitados.
En tal sentido, el bien moral es el “Sí-al otro”, entendido como práctica de la justicia a favor de la vida del débil, del oprimido.
La alteridad es una opción ética por la comunicación, por la acción, por la libertad, por el cambio, por la vocación, por la ruptura.
La alteridad como opción ética significa decidirnos a buscar “los otros”, es decir lo nuevo, lo diferente. Conlleva a imaginar nuevas posibilidades, nuevas ideas como alternativas de solución a viejos problemas, destruyendo el tradicional y obsoleto hábito de la repetición.
Y así el hombre que practica la ética de la alteridad, dice Levinas, trasciende los determinismos del medio ambiente, de su contexto social y se convierte en un ser social y en un ser histórico con mejores posibilidades y mejores alternativas para el bien colectivo.