Escribe: Eudoro Terrones Negrete
La fotografía es la prueba objetiva, el testimonio real y verídico de que el hombre existe en una realidad concreta. Paulina Lavista diría que la fotografía «es el pasaporte que se establece para detener la vida por un instante y convertirla en imagen».
Las fotografías alteran y amplían nuestras nociones de lo que miramos y llegan a cambiar la visión de las cosas.
Wilson Hicks, ex editor de fotografía de la revista LIFE, afirma que la «particular integración de los medios verbales y visuales de comunicación es, en una palabra, fotoperiodismo».
En el fotoperiodismo interesa saber cómo el fotoperiodista usa el material fotográfico, a qué intenciones informativas y comunicativas sirve, si se usa los términos adecuados en los pie de fotos, si hay la suficiente calidad expresiva en cada uno de los componentes visuales de la fotografía como son el contraste (temático o expresivo), el color, la nitidez, la altura, la profundidad, la luminosidad, la horizontalidad y la escala de planos. Respecto a este último, Einstein decía que «una cucaracha en primer plano produce mayor temor que una manada de elefantes vistos en plano general» (Vílchez, 1999).
En el fotoperiodismo deberá considerarse a la ética como reguladora del comportamiento moral del periodista y la estética formal de un fenómeno de luz y de movimiento que tiene toda fotografía. La fotografía periodística deviene así en una «ética de la visión» respecto a su contenido analógico en sí (escena, objeto y paisaje).
El fotoperiodismo, como cualquier otra actividad humana, está siempre sujeto a la ética, en consonancia con los valores democráticos de paz, convivencia, libertad y tolerancia que deben imperar en toda sociedad civilizada y humana, con fiel respeto a la verdad, al derecho de la vida íntima de las personas y al derecho de los destinatarios de la información de recibir una información gráfica exacta, completa y veraz.
La fotonoticia, que incluye el pie de página, es el producto del fotoperiodismo y es un bien social.
Los profesionales de la información deberán proporcionar al público un servicio de noticias exactas, veraces, completas, variadas, rápidas, oportunas, claras, fluidas, comprensibles y precisas, seleccionando el material para la creativa, testimonial, documental y medio de comunicación. Por excelencia, está llamada a cumplir determinados estándares de calidad para ser aceptados por el público.
Al respecto vale la pena recordar las expresiones de Harris: «Alterar el contenido editorial de una fotografía, en cualquier grado, es una violación de los estándares éticos reconocidos por la Nacional Press Photographers Association de los Estados Unidos».
La creencia de que una imagen vale más que mil palabras, se pone en duda cuando se descubre que las fotografías pueden ser trucadas, retocadas o manipuladas, a través de medios electrónicos (photoshop). Cuando se manipula maliciosamente una noticia se viola el derecho de las personas de contar con un testimonio fidedigno del hecho gráfico informativo.
Frente a la fotografía convencional,, surgen las fotografías digitales. El píxel sustituye al haluro de plata. El ordenador sustituye al laboratorio y a todo el proceso artesanal de realización de las copias. Pero la digitalización no elimina la cámara, que es la herramienta básica del fotoperiodista.
Lo preocupante, desde el punto de vista ético, en la fotografía digital es la posibilidad de alterar la realidad, de colocar elementos y quitar otros, mediante el denominado «retoque electrónico».
Lo preocupante es variar los colores y las tonalidades, sin que se pueda discernir entre lo real y lo virtual, entre lo verdadero y lo falso. Tanto la fotografía convencional como la fotografía digital pueden ser manipulables a través del fotomontaje electrónico para alterar la realidad. De lo que se concluye que ambas incluyen la posibilidad de no representar en forma objetiva y exacta la realidad. Ambas pueden ser manipuladas, por ejemplo, con fines expresivos (solarización, eliminación de tonos, fotomontaje, entre otros).
Sobran fotografías que son producto de los excesos en la manipulación bajo los regímenes fascistas de Alemania, Italia, la dictadura soviética, el gobierno de Mao Tse Tung en China y el macartismo en los Estados Unidos de Norteamérica.
Los paparazzi constituyen un subproducto de la peor especie del fotoperiodismo, cuyo creador es el italiano Tazio Secchiaroli, personaje que se ganaba la vida sorprendiendo a estrellas de cine en Vía Veneto, Roma. Tazio inspiró al personaje Paparazzo, creado por Federico Fellini en la película La Dolce Vita (1960).
En el fotoperiodismo, toda forma de manipulación es reprobable. «Pero, ¿dónde trazar la línea que separa el concepto de manipulación y el de interpretación? Eso está en manos y en la conciencia de los editores, es decir, en sus códigos éticos no escritos» señala A. Bécquer en su artículo difundido por Internet titulado El miedo a la tecnología.
En el libro Los medios masivos de comunicación en la República Federal de Alemania (1996), Hermann Meyn refiere que «El Legislativo ha impuesto dos barreras especiales al periodismo gráfico. Está prohibido fotografiar o filmar instalaciones militares, procesos judiciales y escenas pornográficas. Adicionalmente, el derecho de imagen personal, consagrado en la Ley de Derecho Artístico de 1907, protege al ciudadano de ser fotografiado en contra de su voluntad. Sin embargo, imágenes de personas que sean parte de la historia contemporánea –esto incluye a políticos, artistas, científicos, personalidades locales así como a todo aquél que, si bien de forma temporal, despierte debido a un suceso fuera de lo común el interés de la población en ser informada- pueden ser difundidas sin que sea necesario el consentimiento de éstas. Sin embargo, la publicación de estas imágenes no debe atentar contra los intereses legítimos de la persona (ejemplo: un deportista al que se le hayan caído los pantalones)».
Asimismo refiere que «Para proteger la intimidad de personas famosas, la Corte Suprema de Justicia decidió en diciembre de 1995 prohibir la publicación de todos de éstos aún cuando las imágenes hayan sido hechas en lugares públicos y en un momento en que podían estar seguros de no ser observados. Con ello, la Corte decidió a favor de la princesa Carolina de Mónaco. Reporteros gráficos de la revista Freizeit Revue la habían fotografiado cuando besaba a su novio en la parte trasera de un local al aire libre que normalmente no se usaba. La Corte Suprema de Justicia, enfatizó, empero, que la princesa, de haber besado a su novio en un restaurante repleto de gente, hubiese tenido que aceptar la publicación de las imágenes».