Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Aristóteles individualizó y definió por primera vez el término demagogia, como la “forma corrupta o degenerada de la democracia” y define al demagogo como “adulador del pueblo”.
La demagogia es una estrategia política de poder que utilizan los dirigentes y gobernantes irresponsables, al apelar a las emociones de los ciudadanos (ambiciones, odios, miedos, deseos, etc.) y al ofrecer la realización de obras para ganar el apoyo popular, mediante la retórica y la propaganda, a sabiendas que no se cumplirá.
La demagogia se caracteriza por ofrecer más de lo necesario y que no podrá cumplirse; por manipular los medios de comunicación para engañar a la ciudadanía; por ganar el apoyo de la población mediante mecanismos publicitarios, dramáticos y psicológicos, a menudo instintivos e irracionales.
A quienes recurren a la demagogia con fines electoreros, Haya de la Torre los calificó siempre de incurrir en pecado mortal: ”Porque es pecado mortal de gobernante, de estadista o de buen político decir lo que no se cumple; prometer lo que no se realiza. E igual pecado es hacer demagogia sobre problemas a los cuales corresponde una dialéctica seria y una docencia diferente. (Obras completas, Tomo 5).
El APRA, gran partido de los trabajadores manuales e intelectuales, es un partido de masas, serio, responsable e inmortal, con sólidos principios y valores éticos, que responde a un mandato de la historia y que lucha por la justicia social, con veracidad, transparencia y responsabilidad histórica. No recurre a la demagogia como medio de propaganda política.
Los problemas del país son complejos y variados, no pueden ser solucionados con el grito bullicioso e histérico de aquellos dirigentes de mini-partidos que, de manera irresponsable y sin vergüenza alguna, mienten públicamente, al radicalizar sus demandas mediante paros, movilizaciones, tomas de carreteras, quema de llantas, destrucción de la propiedad privada y huelgas, a sabiendas que sus peticiones por ser irrealistas y en demasía no podrán ser atendidas.
Razón, entonces, tuvo Haya de la Torre cuando instaba a la población a no creer en los políticos demagogos. “Ahora nosotros le decimos al pueblo peruano: no creas en los demagogos, no creas en quienes te dicen que somos capaces nosotros de movernos aisladamente por nosotros mismos en este mundo de la era atómica, de la energía nuclear, de los satélites y de los astronautas. (Op.cit).
El APRA, no adula ni fanatiza a las masas con falsas promesas, pero sí les dice que la democracia significa una ecuación de deberes y derechos, un equilibrio entre la razón y la fe, entre la emoción y la ciencia. Presenta la verdad poliédrica sin máscara ni puñal, expone los problemas y las soluciones de manera realista y técnica, a la luz de un Programa Máximo y de un Programa Mínimo de gobierno, previo análisis e interpretación científica de la realidad. No acepta el lema jesuítico “el fin justifica los medios”.
Haya de la Torre no se cansó de predicar la posición anti-demagógica del aprismo, en el sentido que la democracia y la libertad se conquistan, sabiendo previamente que cada garantía ocasiona una responsabilidad y que a cada derecho le corresponde un deber.
Pero también comparó a la demagogia con la pimienta: “La demagogia es el venenito que yo le llamo algunas veces la «pimienta». La demagogia, como lo he dicho en mis lecciones en la Escuela de Dirigentes, es como la pimienta, que a veces sirve para condimentar un plato; pero nadie se come un plato de pimienta” (Ibidem, Tomo 6) (http://www.eudoroterrones.com/; eudoro.terrones@yahoo.com).