EL
ORIGEN DE LA FILOSOFÍA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Por origen de la filosofía
debemos entender el punto de partida, la fuente de la que mana en todo tiempo
el impulso que mueve a filosofar, debemos entender la fuente primigenia y
fundamental del que procede el impulso que mueve a los hombres a filosofar.
A lo largo de la historia del
pensamiento de la humanidad el origen de la filosofía constituye un complejo y
controvertible problema de la filosofía. Hasta la actualidad no hay unanimidad
de criterios, sólo hay respuesta parcial referente al origen de la filosofía,
así como tampoco hay acuerdo unánime sobre el significado del término
filosofía.
La filosofía no surgió de la
nada, tuvo que surgir de algo como producto del ejercicio de las facultades
cognoscitivas del ser humano. A través del proceso evolutivo histórico la
filosofía no deja de tener su Prehistoria, su Historia propiamente dicha y su Protohistoria,
en cuyos ciclos existenciales cumple su razón de ser, desarrolla el análisis y
la autocrítica, resuelve sus problemas,
logra sus objetivos, fines y metas.
“Es a partir de la polémica que
suscitan los filósofos alejandrinos durante el período helenístico cuando el
origen de la filosofía comienza a convertirse en un problema. Y será a lo largo
del siglo XX cuando se comiencen a encontrar respuestas explicativas de la
aparición del fenómeno filosófico” (http://www.webdianoia.com).
ORIGEN MÚLTIPLE
En las expresiones del filósofo
alemán y existencialista cristiano, Karl Jaspers, el “Origen es la fuente de la
que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a
él resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la
filosofía anterior”. y que “Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de la duda acerca de lo conocido el examen
crítico y la clara certeza, de la conmoción
del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí propio” (“La Filosofía ”).
Si repasamos un poco la historia
de la filosofía nos daremos cuenta perfectamente que el origen de la filosofía
es diverso o múltiple.
Luego de una revisión de la
abundante literatura existente podemos concluir que la filosofía se origina en el
mito, las teogonías y religiones, el Primer Ser (Dios), el ocio, la admiración
intelectual, la conciencia de impotencia, la duda metódica, la naturaleza
humana, la angustia, la conciencia o la experiencia de las situaciones límites
(muerte, padecer, sufrimiento, dolor, enfermedad, azar), la felicidad, y la
satisfacción de las necesidades humanas.
Una adecuada explicación sobre el
origen múltiple de la filosofía, el
lector podrá encontrar en mi obra “El filósofo según los filósofos” (Lima, 2005).
EL ORIGEN HEBREO Y ORIENTAL DE LA FILOSOFÍA
Algunos estudiosos de la
filosofía pretenden que la palabra philosophia,
procede del hebreo, porque el sophos que
entra en su composición tiene sus radicales en un verbo hebreo que significa
“contemplar”.
Pero también existe otra
hipótesis que sostiene el origen a partir de la filosofía oriental. Sin duda
existe también en Oriente concepciones que pueden ser consideradas como
filosóficas con características singulares. Por ejemplo, para el Dr.
Franz-Josef Brecht, de la Escuela Superior
de Manheim (“Enciclopedia Abreviada Labor”, Tomo 2,)“La estructura interna de
las antiquísimas y venerables culturales de Oriente puede caracterizarse como
una ilimitada unidad del alma con el todo, y se revela en la maternal envoltura
del espíritu por una gran unidad comprehensiva y protectora”.
Brecht, al efectuar una
diferenciación entre la filosofía de Occidente y la filosofía de Oriente,
expresa lo siguiente: “Pero aquí radica precisamente el hecho decisivo en cuya
realización y despliegue se basa la filosofía de Occidente: que el hombre, en
su ser propio, se destaca de la unidad del todo por su razón autoconsciente y
su libertad pugnante, se contrapone a ella y quiere ser él mismo. Este proceso
se opera entre los griegos. Mientras en Oriente todas las esferas vitales se
hallan encerradas en el elemento único y omnicomprehensivo de la religión, los
griegos se crean una filosofía autónoma y con una legalidad propia, como una ciencia
fundada en sí misma. Esta obra se realiza sobre el telón de fondo de la fe
griega y en conflicto con la religión indígena”. Algo más: Francisco Nicoli
Attimis, en su obra “Filosofía”, revela que “En la exploración de las raíces
históricas de la filosofía, una tradición que se remonta a los pensadores
judíos de Alejandría en el siglo I a.C., sostiene que la filosofía griega procede de Oriente. Esta tradición parece
sustentarse en que los principales filósofos griegos Pitágoras, Parménides,
Demócrito, Platón habrían hecho suyos los conceptos científicos y filosóficos
egipcios, babilónicos, hebraicos e indostánicos. Pitágoras viajó a Egipto,
Platón a Cirenaica y Egipto, Demócrito a Oriente”.
En la obra “Historia del
Pensamiento – Filosofía Antigua” (Ediciones
Sarpe) se refiere sobre el pretendido origen oriental de la filosofía en los
términos siguientes: “Una tradición que se remonta a los filósofos judaicos de
Alejandría (siglo I antes de Jesucristo) afirma que la filosofía griega procede
de Oriente. Los principales filósofos griegos habrían tomado de doctrinas
hebraicas, egipcias, babilónicas e indias, no sólo sus descubrimientos
científicos sino también sus concepciones filosóficas más personales. Esta
opinión se fue difundiendo cada vez más durante los siglos siguientes; culminó
en la opinión del neopitagórico Numenio, que llegó a llamar a Platón “Moisés en
versión ática”; y de él pasó a los escritores cristianos”
“Sin embargo, tal opinión no
tiene fundamento alguno en testimonios más antiguos. Es cierto que se habla de
viajes de varios filósofos a Oriente, especialmente a Egipto. A Egipto habría
ido Pitágoras; Demócrito, a Oriente; a Egipto, Platón. Mas el propio Platón
(República, IV, 435e) contrapone el espíritu científico de los griegos al afán
de lucro, propio de egipcios y fenicios; y así excluye del modo más claro la
posibilidad de que en las concepciones de estos pueblos se haya podido o se
pueda hallar inspiración para la filosofía. Por otra parte, las indicaciones
cronológicas de que se dispone acerca de las doctrinas filosóficas y religiosas
orientales son tan vagas que ha de considerarse imposible establecer la
prioridad cronológica de tales doctrinas sobre las griegas correspondientes”.
“Más verosímil parece a primera
vista la procedencia oriental de la ciencia griega. Según Herodoto, la
geometría habría nacido en Egipto a causa de la necesidad de medir la tierra y
distribuirla entre sus propietarios después de las periódicas inundaciones del
Nilo. Según estas tradiciones, la astronomía habría surgido entre los
babilonios y la aritmética también en Egipto. Pero los babilonios cultivaban la
astronomía como consecuencia de sus creencias astrológicas, o sea a fin de
poder predecir el destino de los hombres; y la geometría y la aritmética conservaron
entre los griegos su carácter práctico, completamente distinto del especulativo
y científico de que estas doctrinas se revistieron entre los griegos”.
LA RELIGIÓN Y EL SUPREMO HACEDOR
Más allá de los conflictos
habidos entre la religión y la filosofía en tiempos de la Grecia antigua, es una
verdad monda y lironda que la religión ha precedido a la filosofía en todos los
pueblos, países o naciones del mundo, a tal punto, - escribe Eduardo Pallares-,
que “muchas sociedades no han salido del período que Comte llama teológico. En
el conocimiento filosófico predomina la razón mientras que la religión descansa
sobre la fe, los sentimientos y un especial modo de intuir el más allá del
mundo visible…” (“Introducción a la Filosofía. ¿Qué es la Filosofía ?”).
Para unos, el origen natural de la Filosofía radica en el
Primer Ser o Supremo Hacedor que es Dios,
argumentando que Dios es quien creó al hombre, a la naturaleza, al universo, a
los animales, a las plantas, a todo cuanto hay en el mundo. Y es Dios el que
infundió al hombre de su naturaleza de conocer, de su espíritu, logos
o razón como una de sus facultades cognitivas. El hombre movido por la
admiración que le producen los fenómenos naturales o sociales que lo circundan
trata de indagar sus causas y consecuencias, de encontrar alternativas de
solución a los mismos. “Puesto que Dios es la misma sabiduría, el verdadero
filósofo es aquél que ama a Dios” sentenciaba San Agustín.
LO MÍTICO-RELIGIOSO
Se puede afirmar, entonces, que
la filosofía nació confundida con los misterios órficos, con la mitología, la
astronomía, la dramática, la poética, la cosmogonía y la teogonía.
En los pueblos más antiguos del
Oriente (indios, persas, egipcios) algunos estudiosos afirman que hubo
filosofía, pero estaba confundida con la religión y era como ésta una ciencia
dogmática. En este sentido, la filosofía empezó siendo imaginaria, irracional e
intuitiva. Así los primeros filósofos concibieron el origen de la filosofía
como el paso del mito al logos, término éste que en griego
significa razón, palabra, discurso, ciencia; era el paso fundamental e
irrenunciable del saber irracional al saber lógico o racional.
F.M. Cornford defiende la tesis
del desarrollo del pensamiento filosófico partiendo del pensamiento mítico-religioso
de Grecia del siglo VI antes de Cristo. Para él existe “una continuidad real
entre la primera especulación racional y las representaciones religiosas que
entrañaba”, de tal modo que “las maneras de pensar que, en filosofía, logran
definiciones claras y afirmaciones explícitas ya estaban implícitas en las
irracionales intuiciones de lo mitológico”.
Cornford revela cómo la
estructura de los mitos de Hesíodo en la “Teogonía” se mantiene en las teorías
de los primeros filósofos, rechazando éstos el recurso a lo sobrenatural y la
aceptación de la contradicción. Destaca la influencia educativa de Homero y
Hesíodo en la constitución y posterior desarrollo de la civilización griega, y
analiza también cómo algunos de los conceptos que serán fundamentales posteriormente
en la filosofía (moira (hado, destino),
diké (justicia), Phycis (naturaleza),
ley, dios, alma, etc.) proceden directamente del pensamiento mítico-religioso
griego ( “De la religión a la
filosofía”, http://www.webdianoia.com).
Aristóteles (“Metafísica”) afirma
que Hesíodo fue probablemente el primero que buscó el principio de las cosas
cuando manifestó que “lo primero de todo fue el caos, después fue la tierra del
amplio seno… y el amor que resplandece entre los dioses inmortales”.
Posteriormente, Ferécides de Siro
fue el primer poeta cuya cosmología llegamos a conocer. Él sostuvo que antes de
cualquier cosa y eternamente existían los dioses Zeus, Cronos y Ctonos. Ctonos,
era la tierra; Cronos, el tiempo y Zeus, el cielo, de los cuales el dios Zeus,
transformado en el dios Eros, o sea en el dios del amor, procede a la creación
del mundo.
El mito forma parte del
pensamiento primitivo y de la evolución de la cultura humana. Toda cultura, toda época histórica tiene sus
mitos propios, como lo tuvo el Imperio de los Incas en el Perú, por ejemplo,
los mitos de Manco Cápac y Mama Ocllo, de los hermanos Ayar, de Wiracocha, de
Rómulo y Remo, entre otros. “Una cultura sin mitos todavía no ha existido”
escribía Alejandro Korn en sus “Apuntes filosóficos”.
La filosofía griega, que
comprende cuatro etapas (cosmogónico, cosmológico, antropológico y sistemático), llegó a construir sus más
grandes concepciones de la filosofía: sobre el origen del universo; sobre los
problemas del universo; sobre los problemas y el destino del hombre; sobre la
naturaleza y la filosofía como sistema propiamente dicho, desarrollándose una
intensa y profunda actividad intelectual, llegando a interpretarse la
naturaleza de una manera mítico-religiosa y tratando de obtener una visión del
origen del mundo y de los fenómenos de la naturaleza. Así es como nace la
filosofía como conocimiento racional de las últimas causas o de los primeros
principios de la naturaleza.
Antes de la filosofía griega existía
una forma de pensar prefilosófico, era el pensamiento mítico que pretendían dar
explicaciones acerca del origen del
mundo (Cosmogonía), de los problemas
del universo (Cosmología) y problemas
de la naturaleza (Física).
El mito, en la forma más antigua
que llega hasta nosotros, surge en el siglo VI antes de Cristo y en el mito se
halla presente la mentalidad primitiva, la explicación sobre el origen y la
formación del mundo interior y exterior, sobre el secreto de la naturaleza, el
enigma de la conciencia Hegel llegó a decir en su “Introducción a la Historia de la Filosofía ” que “El
contenido general de la filosofía ha existido antes en la forma de la religión,
en la forma del mito, que en la forma de filosofía”.
Antiguamente se creía en
deerminadas fuerzas naturales y superiores como el sol, la luna, las estrellas,
el trueno, el viento, los cerros, las plantas, y fuerzas de índole artificial
como los dioses y objetos creados por el hombre, a través de las cuales de
pretendía dar la explicación a hechos, fenómenos, situaciones y problemas que
ocurrían cotidianamente, y así se fue formando un cúmulo de creencias
pre-racionales, como una necesidad, en el hombre antiguo para explicar la
realidad. El mito era la pseudo-solución o la solución falsa) de los grandes
enigmas filosóficos que planteaba el universo, en los inicios de la humanidad y
las civilizaciones.
El gran Aristóteles, en el libro
I de su Metafísica manifiesta que “el
amigo de la filosofía lo es en cierta manera de los mitos, porque en el fondo
de las cosas está siempre lo maravilloso”.
EL ARJÉ O PRINCIPIO DE TODAS LAS COSAS
Fueron los filósofos
presocráticos, Tales, Pitágoras, Anaxímenes, Anaximandro, Parménides,
Heráclito, Anaxágoras, etc., los que trataron de hallar una explicación última
del cosmos, a través de un principio único, según pasamos a reseñar: Tales de
Mileto: el agua es el arjé o principio de todas las cosas, el
punto de partida infinito de todo cuanto hay en el mundo; Anaximandro fue el
primero que utilizó en el sentido filosófico el término principio. Más tarde, el gran Aristóteles, en su Metafísica, nos
describe lo que los integrantes de la escuela de Mileto, en la antigua Jonia
(Asia Menor) entendían por principio: “Aquello de que son todas las cosas que
existen, de dónde primeramente han nacido, y adónde se reducirán finalmente,
permaneciendo la sustancia y mudándose los accidentes, tal es lo que dicen ser
la materia y el principio de los seres”. Anaximandro indica que el apeirón es
el origen de todas las cosas; Anaxímenes de Mileto: el aire; Pitágoras: el número;
Jenófanes de Colofón: el Ser;
Heráclito de Éfeso: el fuego o calor que
da vida a todo; Parménides de Elea: la razón;
lo mismo es Pensar y Ser; Anaxágoras de Clazómene: el “nous”; Empédocles de Agrigento: el fuego, el aire, la tierra y el agua.
RAÍZ ETIMOLÓGICA
«El problema fundamental de la
filosofía radica en su nombre», afirma Przywara, toda vez que,
etimológicamente, equivale a amor (philein) a la sabiduría (sophia) y el amor todos muy bien lo sabemos puede ser
interpretado de diversas maneras, por ejemplo, como un «buscar afanoso» lo que
no se tiene (la sabiduría, in casu) o
como una «amorosa posesión» del conocimiento o saber.
El origen de la voz castellana
“filosofía” proviene de la voz latina philosophia,
la misma que está compuesta de dos palabras: philo o philein, que significa
“amor”; sophia o sapientia, “sabiduría”.
Etimológicamente, filosofía
significa “amor a la sabiduría”, “tendencia a la sabiduría”, “deseo de saber”,
“aspiración a la obtención del saber”, “deseo de conocimiento”.
La palabra griega philósophos (filósofo), como sustantivo
se formó en oposición al adjetivo sophós (sabio).
En las escuelas filosóficas de
Platón (“Academia”) y de Aristóteles (“Liceo”) el término filosofía significaba
sabiduría. Platón expresó que sólo el
conocimiento de las ideas como esencia de las cosas nos conduce a la sabiduría.
El término filosofía aparece por primera vez en la obra “Historia” de
Herodoto. Este célebre historiador griego introdujo el verbo filosofar, entendido como actitud mental
superior del hombre.
En cambio Santo Tomás de Aquino
refiere que la palabra Filosofía en
su sentido estricto fue utilizado por primera vez por el matemático y filósofo
Pitágoras de Samos (580-500 a .C.),
quien al ser interrogado sobre su profesión, respondió que era filósofo, es decir, amante o amigo de la
sabiduría (viritatis amicus), pero no
sabio o “sophos”. Pitágoras fundó, asimismo,
una sociedad para el cultivo de la filosofía en la Italia meridional, durante
la segunda mitad del siglo VI antes de Cristo.
EN GRECIA
EMPIEZA LA FILOSOFÍA
La filosofía, tanto por su
denominación, su contenido y sus problemas, es una invención propiamente de los
griegos.
Hace más de dos mil quinientos
años, la historia de la filosofía empieza propiamente en Grecia, en el siglo VI
antes de Cristo, en las costas e islas del mar Egeo y del mar Jónico,
específicamente en Mileto.
Según el filósofo griego,
Aristóteles, la filosofía nació con Tales de Mileto, porque fue el primer
filósofo que buscó respuestas concretas y realistas a sus preguntas sobre el
origen de todas las cosas y del mundo, acudiendo a la razón y no a la
mitología. Esta posición, según los estudiosos de la historia de la filosofía,
parece ser ampliamente aceptada, aun cuando hay quienes sostienen que la
filosofía apareció en el mismo periodo de tiempo en Grecia, en China y en la India.
La tesis del denominado “milagro
griego” es la tesis expuesta por J. Burnet según la cual la filosofía habría
tenido su origen en Grecia antigua de una forma abrupta y radical debido a la
genialidad del poblador griego. El único fundamento invocado por Burneo para el
origen de la filosofía es la “genialidad”, no recurre a causas históricas,
sociales, políticas ni culturales.
Los griegos fueron los primeros en
asumir la tarea del filosofar o en practicar la actitud filosófica, dando
nacimiento a la filosofía, entendida ésta como una forma de pensamiento
racional por excelencia y connatural a todo ser humano. Wilhelm Dilthey, nos
dice al respecto que “La filosofía nació en Grecia, donde personas enteramente
independientes encararon directamente el conocimiento del mundo con un saber
universalmente válido” (“Esencia de la filosofía”).
Dilthey afirma, muy convencido
por cierto, que: “Así nacieron en Grecia simultáneamente la filosofía, su
concepto y la expresión filosófica. Fue denominado por Herodoto “sofós” a todo
aquél que se destacaba por una actividad espiritual superior. El nombre de
sofistas es atribuido por él a Sócrates, a Pitágoras y a otros filósofos
antiguos, y aplicado por Jenofonte a los filósofos naturalistas. La palabra
filosofía significa, en general, en primer lugar, en el uso lingüístico de los
tiempos de Herodoto y de Tucídides, el amor a la sabiduría, y su búsqueda: la nueva
posición espiritual griega, pues con este nombre el griego designa la
indagación de la verdad por la verdad misma, como un valor independiente de
toda aplicación práctica”.
Diógenes Laercio, al referirse
sobre el origen de la filosofía escribe lo siguiente: “Dicen algunos que la
filosofía tuvo su principio en los bárbaros (extranjeros). Porque…había
existido entre los magos persas, entre los babilonios o entre los siriocaldeos,
entre los ascetas de los indios, entre los celtas y galos…; también existieron
filósofos fenicios…; los egipcios dicen que fue Efaisto (Vulcano), hijo del
Nilo, el que comenzó la filosofía, que fue la de los primeros sacerdotes y
profetas… Pero ignoraron ellos los favores recibidos de los griegos, pues no
solamente la filosofía, sino todo el linaje humano comenzó por los griegos, ya
que precedieron a los extranjeros” (“Vidas de los filósofos ilustres”).
En Grecia hubo sofistas y sabios, que cumplieron un importante papel en el desarrollo
dialéctico de la filosofía, imprimieron un determinado perfil filosófico a la
época y contribuyeron al desarrollo de la filosofía y la ciencia griega.
LOS SOFISTAS
El término sophistes significa “maestro en sabiduría, maestría o pericia en
alguna cosa. Hesíodo, utiliza el término sophíe
con el significado de experiencia o maestría en el sentido espiritual y es
quien utiliza por primera vez el verbo sophízesthai
cuando se dispone a dar a su hermano Perses consejos sobre navegación, a
pesar de no ser un experto en este arte (nautilíes
sesophisménos).
“En una época en que había en
Grecia muy escasa enseñanza sistemática, si es que había alguna, los sofistas
realizaron esa labor. Eran maestros ambulantes, que daban lecciones sobre una
base puramente profesional. La más respetable de sus actividades fue
simplemente la provisión de una cultura literaria. Pero hubo otros que
enseñaron materias de importancia práctica más inmediata” refiere Bertrand
Russell (“La sabiduría de Occidente”).
Los sofistas, eran hombres elocuentes, dialécticos, conferenciantes
públicos, filósofos prácticos,
precursores de la educación superior que estaban orientados a la
aplicación del aspecto social de la ciencia; fueron maestros que arribaron a
Atenas, procedente de ciudades extranjeras, con el fin de “popularizar los
conocimientos”. Lograron incursionar en la política, la moral, la religión, la educación,
el lenguaje y realizaron una permanente labor crítica de las instituciones.
Sabían o simulaban muy bien saber
de todo: aritmética, geometría, astronomía, música, retórica, política,
fonética, pintura, música, arte, entre otros, pero centraron su filosofía en
problemas antropológicos frente a lo cosmogónico y cosmológico de los filósofos
presocráticos.
Los sofistas, inicialmente, eran
hombres prácticos, enseñaban los métodos
adecuados y eficaces para llegar al conocimiento, encontrar la verdad, saber vivir bien, gobernar bien y vencer al
adversario en las luchas políticas. Enseñaban la areté o virtud, el dominio de las palabras para ser capaces de
persuadir a otros y ganar en una contienda política. Con las palabras de Protágoras,
diríamos que los sofistas se preocupaban en “Poder convertir en sólidos y
fuertes los argumentos más débiles”.
Los sofistas practicaron el
relativismo, al negar la existencia de una verdad universal, absoluta y
necesaria ante el escepticismo de obtener un conocimiento verdaderamente
objetivo de la naturaleza última del universo. Pero también cultivaron el
escepticismo, pues no creían que el ser humano fuese capaz de conocer una
verdad general y válida para todos; decían que “Cada quien tiene su verdad”,
por lo que tantas verdades hay como personas pensantes. Protágoras afirmaba:
“Como cada cosa me aparece, así es para mí; y como aparece a ti, así es para
ti”.
Pero también los sofistas fueron
expertos en la erística, es decir, en
el arte de discutir; dominaron la retórica y el arte de pronunciar bellos y
magníficos discursos; percibieron honorarios por sus enseñanzas a familias y
jóvenes de poder económico, hecho por el cual Platón y Aristóteles los
denominaron “mercaderes de la enseñanza”.
Demostraron ser capaces de
distinguir entre las leyes sociales (nómos)
que son productos del hombre, y las leyes de la naturaleza (Phycis). Las leyes eran para ellos
simples convencionalismos humanos, normas adoptadas para vivir como personas
civilizadas y no como animales.
Los sofistas llegaron a
introducir el nuevo concepto filosófico: Eudaimonía
o felicidad del ser humano, aunque no constituyeron nunca una escuela
unitaria, eran un grupo heterogéneo con puntos concordantes en común, como el
relativismo, empirismo, agnosticismo y ateísmo.
Los sofistas fueron reprochados
por Aristófanes, Jenofonte, Platón, Isócrates y Aristóteles. Para Aristófanes los sofistas carecían de todo sentido ético y
sabían cómo ganar las causas malas con tal de que se les pague; Jenofonte los
califica de corruptores de la juventud y de simples eruditos recopiladores;
Platón veía en los sofistas a comerciantes charlatanes que alaban sus
mercancías para venderlas de cualquier manera y eran sabios en apariencia;
Isócrates, por su parte, critica a los sofistas de su época al presentarlos
como individuos de escasa talla intelectual y que tienen por meta el lucro
personal; finalmente, para Aristóteles los sofistas son unos pseudofilósofos
que tratan de impresionar con la prédica de una falsa sabiduría.
LOS SABIOS
¿Quiénes eran los sabios en la Grecia antigua? Los sabios, eran los que cultivaban el “amor
al saber”, ”los amigos de la sabiduría”, “los amantes del conocimiento”; sabían
todo y de todo, eran aquellos pensadores que cultivaban y dominaban todas las
ramas del saber humano; no cobraban por sus enseñanzas; concibieron el arte de
enseñar como un servicio social que prestaban a la comunidad. Los “sabios” griegos
eran matemáticos, físicos, químicos, astrólogos, médicos, poetas, músicos,
artistas, etc., en tanto y en cuanto la filosofía era aún considerada como la
“madre de todas las ciencias”. Y es que la filosofía
era en sus orígenes equivalente a sabiduría, a ciencia o a saber; y, filósofo, equivalente a sabio; la
sabiduría no era propiedad de nadie, sino un objeto de búsqueda, un ideal que
deberá encontrar el filósofo. Mientras el filósofo
buscaba acumular el saber o aún no había encontrado el verdadero
conocimiento de las cosas, el sabio
ya tenía acumulado el saber, ya había encontrado dicho saber.
Para Santo Tomás de Aquino “El
que simplemente conoce la suprema causa, Dios, es denominado simplemente sabio,
en cuanto que, por los preceptos divinos, puede juzgar y ordenarle todo” (“Suma
Teológica”, cuestión 45).
“Quien es sabio no filosofa”, nos
dice Platón en su “Banquete”, porque el sabio no es aquel que ama a la
sabiduría o aspira a saber, pues ya lo posee o tiene.
EL FILOSOFAR COMO ORIGEN DE LA FILOSOFÍA
Se dice, no con poca razón, que
la filosofía se origina cuando el hombre empieza a filosofar. Para el filósofo
mexicano, Fernando Savater, “En cierto sentido, todos somos filósofos”. La
filosofía es producto de la actividad del filósofo (el filosofar). Filosofar
que algunos pensadores lo han definido como “aprender a vivir” y “aprender a
morir”, una ocupación intelectual o reflexiva propio del filósofo tratando de
conseguir una explicación a cuestiones, situaciones o problemas que se plantea
en su cotidiana existencia o de resolver el enigma de la vida y del mundo.
Y precisamente fueron los griegos
los que empezaron por preguntarse de qué están hecho todas las cosas, cuál es
el principio o fundamento de las cosas, etc., fueron los griegos los que dieron
las primeras respuestas a través de los filósofos presocráticos. Y empezaron
explicando que el origen de todo cuanto hay en el universo radica en el agua,
el aire, el fuego, el apeirón, el número, el cambio, el logos o razón, el
átomo, entre otros.
Pero en lo que se refiere al uso
por vez primera de la forma verbal “filosofar”
se atribuye a Heráclito de Éfeso, cuando dijo: “Conviene que los hombres
filosofen, es decir, que sean sabedores de muchas cosas”. “Es necesario que los
hombres filósofos sean buenos indagadores (istoras)
de muchas cosas”.
Al respecto, Heráclides Póntico
refiere que Pitágoras, en su afán de no considerarse “sabio” – pues estaba
convencido que la “sabiduría” sólo era potestativo de Dios- cierta vez llegó a
Fliunte (ciudad del Peloponeso) en donde por sus grandes dotes de elocuente,
disertador, se ganó el aprecio y la popularidad de parte del tirano Leonte
–príncipe de los fliuntinos- y llevado por éste al interrogatorio sobre cuál
era el arte que cultivaba, Pitágoras respondió: “ninguno” y más bien era “filósofo”
o amante de la sabiduría. F. M. Sciacca atribuye también a Pitágoras el mismo
mérito: “Dice la tradición que fue Pitágoras quien, como retrocediendo
humildemente frente a la majestad de la sabiduría divina, se nombró por vez
primera no sabio sino filósofo: simplemente amigo de la
sabiduría, veritatis amicus. Sofía es
la ciencia de Dios, filosofía es la
ciencia del hombre. Dios “no es filósofo”, dice Platón, porque es el Sabio” ( “La Filosofía y el concepto
de la Filosofía ”).
Resulta que Pitágoras, y más
tarde Sócrates, entendían y estaban convencidos que “sólo Dios es el verdadero
sabio” y que el hombre por su propia naturaleza imperfecta y mortal, por
“asemejarse a Dios en todo lo posible” era sólo “amante del saber”, es decir un
filósofo.
LA GRANDE ADMIRACIÓN INTELECTUAL
El Diccionario de la Real Academia
Española define el término asombro
como “grande admiración”, especie de sentimiento de alegría y regocijo que la
persona experimenta ante lo que considera bello, maravillo o grande.
Platón, Aristóteles, Descartes, Montaigne,
Heidegger, P. Aubenque y Jaspers coinciden en afirmar que el asombro o el admirarse es el origen o
principio de la filosofía, por cuanto fue el asombro o la admiración lo que
impulsó a los primeros filósofos griegos (los presocráticos), a preguntarse por
el qué, el cómo, el por qué y el para
qué de las cosas. El sentimiento de la propia extrañeza, la impresión de estar
perdido en el mundo, la conciencia de que es contingente, perecedero y finito,
también han llevado al ser humano a interrogarse sobre sí mismo y sobre el
sentido y la orientación de su propia existencia. En las líneas que siguen se
transcribe las expresiones de los filósofos referidos.
Platón: “Pues lo que propiamente
hace al filósofo es este su estado, el admirarse, no tiene en efecto, la
filosofía otro origen distinto de éste” (Teetetos).
Aristóteles: “Fue la admiración
lo que inicialmente empujó a los hombres a filosofar. De entre aquellas cosas
que admiraban y de las que no sabían darse la razón, se aplicaron primero a las
que estaban más a su alcance. Luego, avanzando poco a poco, aplicaron su
espíritu inquisitivo a fenómenos de mayor monta, como las fases de la Luna , el curso del Sol y las
estrellas y, por último, la formación del universo” (“Metafísica”).
Descartes, considera a la
admiración como “la primera de las pasiones” en el acto de filosofar, cuando
expresa lo siguiente: “Desde que se presenta a nosotros algún objeto insólito y
que consideramos nuevo, o muy diferente de lo que debíamos haber conocido
antes, o de lo que suponíamos que debía de ser, resulta que lo admiramos y que
somos impresionados por ello. Y como esto puede suceder antes de que sepamos en
modo alguno, si este objeto nos conviene o no, la admiración me parece que es
la primera de todas las pasiones y carece de opuesto, porque si el objeto que
se presenta no tiene en sí nada que nos sorprenda, no tenemos afección por él,
y lo consideramos sin pasión” (“Tratado de las Pasiones”).
Sören Kierkegaard decía: “si el
filósofo no admira (¿y cómo podría admirar una construcción necesaria sin
contradicción?) es por ello extraño a la historia; ya que donde entra en juego
el devenir (que está ciertamente en el pasado), la incertidumbre de lo que ha
devenido con certeza (la incertidumbre del devenir) no puede expresarse sino
por medio de esta emoción necesaria al filósofo e inherente a él” (“Migajas
filosóficas”).
Para el filósofo existencialista
alemán, Martín Heidegger, “Es a través del asombro, en efecto, que los hombres
alcanzaban-ahora como también al principio- el punto de partida dominante del
filosofar (aquello de donde el filosofar proviene y aquello que determina sin
interrupción el curso del filosofar..En el asombro nos detenemos (etre en
arret). Retrocedemos por decirlo así, ante el ente, ante (el hecho) que es y es
así y no de otra manera. Pero el asombro no se agota en este retroceder ante el
ser del ente sino que, en cuanto es este retroceder y este detenerse, es al
mismo tiempo arrastrado hacia y por así decirlo encadenado por aquello ante lo
cual retrocede. Así el asombro es la disposición en la que y para la que se
abre el ser del ente. La admiración es la disposición en cuyo interior, para
los filósofos griegos, la correspondencia al ser del ente se hallaba acordada. (“¿Qué es esto, la filosofía?”).
“El fundamento de toda filosofía
es la admiración”, señala Montaigne.
“El origen de la filosofía – dice
P. Aubenque- es el asombro de que las cosas sean lo que son… La filosofía no
nace de un impulso espontáneo del alma, sino de la presión misma de los
problemas: las cosas se manifiestan, se imponen a nosotros como
contradictorias, como interrogándonos; nos empujan, a pesar nuestro, a la
búsqueda” (“Le probléme d l`ètre chez Aristote, 1962).
Para el filósofo Karl Jaspers “El
admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber.
Busco el saber mismo” (“La filosofía”).
EL OCIO
La filosofía no se origina por
azar, ni por una necesidad social o praxis, ni como una mera reflexión sobre el
conocimiento, el hombre, el mundo y las cosas. La filosofía se origina como
producto de la liberación de las ocupaciones y menesteres cotidianos del
hombre, como producto del ocio, como desinteresada y silenciosa contemplación
de la verdad y de la realidad.
El ocio es el cese de la actividad
laboral, el cuerpo cede en su tensión, se relaja y se pone al servicio del
espíritu del hombre. Alguien dijo que el ocio implica un verterse del hombre
sobre sí mismo, un encontrarse del
hombre consigo mismo, es un acoger dentro de sí de todas las cosas para
contemplarlas. El ocio es la captación intuitiva y contemplativa del Ser y en
el Ser y es el apartarse del ser humano de los denominados negocios temporales,
es la provechosa actividad de la no-actividad a fin de levantar al hombre a la
plenitud de su condición humana.
LA DEBILIDAD Y CONCIENCIA DE IMPOTENCIA
En el siglo I de nuestra era, el
filósofo estoico Epícteto decía que “El origen de la filosofía es el percatarse
de la propia debilidad e impotencia”. ¿Cómo salir de la impotencia? La respuesta
de Epicuro decía: considerando todo lo que no está en mi poder se aprovechan,
no vuelven más” (K. Jaspers, “La filosofía”).
Para el referido filósofo el
origen de la filosofía radica en la conciencia de la propia impotencia e
incapacidad en las cosas necesarias. El hombre debe diferenciar entre las cosas
que dependen de él (opinión, sentimiento, deseo, aspiraciones, etc.) y las que
no dependen de él (la vida, la muerte, los temblores, las inundaciones, etc.).
El hombre, una vez aprendido la distinción debe “darse cuenta de que las
opiniones humanas se contradicen entre sí, debe buscar las causas por las que
se producen los conflictos, debe condenar el parecer simple y desconfiar de él,
indagar acerca de los pareceres y ver si responden o no a la realidad, tratando
de hallar un medio de verificación”.
LA CONCIENCIA SOCIAL
“Los conocimientos acumulados por
la historia, las ideas políticas y jurídicas, las realizaciones del arte, la
moral, la religión y la psicología social constituyen la conciencia de la
sociedad en su conjunto” señalan Rosental-Iudin en su “Diccionario filosófico”.
La conciencia social viene a ser
la simultánea compenetración indisoluble del saber que tiene el hombre sobre la
sociedad, los conglomerados o grupos sociales, las relaciones entre los grupos
sociales, sobre el acto de ese saber y del saber sobre el fundamento y sujeto
de dicho acto. La conciencia social se forma a través del pensar y el hacer
(actuar) del hombre en sociedad, situación que lo lleva al hombre a comprender
su mundo social y a transformarla con sentido social y responsabilidad social.
No puede haber conciencia social del hombre al margen de la sociedad
Para I. Blauberg, P.Kopnin e I. Pantin
“La filosofía surgió como una forma peculiar de conciencia social, durante la
sociedad esclavista, en que se amplió la esfera de influencia del hombre la
naturaleza, el trabajo intelectual se separó del trabajo físico y la sociedad
se dividió en clases contrapuestas, con una concepción diferente del mundo. Al
principio todos los conocimientos acumulados por el hombre integraban la
filosofía, que constituía una ciencia indivisible. En el desarrollo del
conocimiento comenzaron a separarse de la filosofía distintas ramas del saber,
y se produjo el proceso de formación de la problemática filosófica propiamente
dicha…” (“Breve Diccionario Filosófico”).
LAS SITUACIONES-LÍMITE
Karl Jaspers expresa que “El
origen de la filosofía está, pues, realmente en la admiración, en la duda, en
la experiencia de las situaciones límites –la muerte, el acaso, la culpa y la
desconfianza que despierta el mundo- , pero, en último término y encerrando en
sí todo esto, en la voluntad de la comunicación propiamente tal. Así se muestra
desde un principio ya en el hecho de que toda filosofía impulsa a la
comunicación, se expresa, quisiera ser oída, en el hecho de que su esencia es
la coparticipación misma y ésta es indisoluble del ser verdad”.
LA DUDA METÓDICA O SISTEMÁTICA
La filosofía se origina en el
preciso instante en que empezamos a dudar de todo lo que vemos, oímos, olemos,
palpamos, gustamos, sentimos, razonamos, imaginamos, intuimos, recordamos y
aspiramos alcanzar algo en nuestras vidas; pero también cuando comenzamos a
dudar de nuestras emociones, pasiones, de nuestras ideas, creencias, pensamientos,
dogmas y de los axiomas preferidos. Como bien puntualiza Will Durant “No
existe, en realidad, una filosofía mientras el espíritu no vuelve sobre sí y se
examina a sí mismo. Gnothi seautòn,
dice Sócrates; conócete a ti mismo”
(“Historia de la Filosofía ”).
Ante la duda escéptica, que viene
a ser la suspensión de todo juicio acerca de la verdad o falsedad de una
proposición, el filósofo y matemático francés, Renato Descartes, atribuía
a la duda metódica el origen
de la filosofía y la fuente primaria del examen crítico de todo conocimiento. Y
en este quehacer intelectual, expresaba Descartes: “No es suficiente tener una
buena cabeza. Lo principal es usarla bien”.
Descartes escribe en su “Discurso
del método”: “Por qué entonces quería dedicarme solamente, a la búsqueda de la
verdad, pensaba que era necesario…que rechazase, como absolutamente falso, todo
aquello en la que pudiese imaginar la menor duda, a fin de ver si al cabo me
quedaba algo de mi creencia que fuese indudable”.
Según manifiesta el filósofo
español José Ortega y Gasset, “La duda metódica, la decisión de dudar de cuanto
tenga un sentido inteligible dudar, no fue en Descartes una ocurrencia como lo
es su fórmula inicial sobre la indubitabilidad de la vida. La resolución de la
duda universal es sólo el anverso o instrumento de otra resolución más
positiva, la de no admitir como contenido de la ciencia sino lo que podamos
probar…La duda metódica no es, pues, una aventura de la filosofía: es la
filosofía misma, percatándose de su propia y nativa condición” (“¿Qué es la
filosofía?”).
La duda metódica se constituye en
un verdadero método de investigación filosófica sobre la verdad del
conocimiento o la esencia de las cosas propuesto por Descartes. La duda
metódica es la suspensión radical, aunque transitoria o temporal, de la validez
del conocimiento, con el fin de investigar la verdad científica. “La buena
filosofía comienza con la duda, pero no termina nunca con la obstinación” decía
el abate Galiano (1681-1753).
LA VOLUNTAD DE LA COMUNICACIÓN
No habría sido posible que las
ulteriores generaciones, después de los griegos, se enteren del nacimiento de
la filosofía o de la ciencia si los filósofos no hubiesen comunicado sus
pensamientos a través del lenguaje oral o del lenguaje escrito, del lenguaje
verbal o del lenguaje no verbal, única forma por el cual fue posible conocer o
saber qué es lo que pensaron los filósofos presocráticos, cómo es que llegaron
a encontrar la verdad de las cosas o explicarse los fenómenos sobrenaturales,
naturales, sociales, políticos, morales, entre otros. No se equivoca Karl
Jaspers cuando sentencia que “…toda filosofía impulsa a la comunicación, se
expresa, quisiera ser oída, en el hecho de que su esencia es la coparticipación
misma y ésta es indisoluble del ser verdad. Únicamente en la comunicación se
alcanza el fin de la filosofía en el que está fundado en último término el
sentido de todos los fines: el interiorizarse del ser, la claridad del amor, la
plenitud del reposo” (“La filosofía”).
Una mayor información y
explicación sobre el origen de la filosofía el lector podrá encontrar en mi
obra “El filósofo según los filósofos” (Lima,2005), donde, -luego de una
revisión del pensamiento de filósofos e investigadores de diferentes épocas
históricas-, trato de condensar el origen de la filosofía como producto de: el
mito, el ocio, la admiración intelectual, la conciencia de impotencia, la duda
metódica, la naturaleza humana, la angustia, la muerte, las situaciones-límites
(muerte, dolor, lucha, culpa, azar, enfermedad, etc.), la felicidad y la
satisfacción de las necesidades humanas.
LA NATURALEZA HUMANA
El origen natural de la
filosofía, para otros autores, es la misma naturaleza del ser humano. Por eso
es que todo hombre movido por el asombro o la admiración que le producen los
fenómenos, hechos, situaciones y circunstancias que lo rodean trata de
averiguar, de conocer y de explicar sus causas últimas o supremas: a esto es lo
que se llama filosofar y esta propensión la tiene el hombre por su propia
naturaleza.
LA ANGUSTIA
Para algunos filósofos lo que
mueve al hombre a filosofar es la angustia o sea ese peculiar temple de ánimo
mediante el cual se manifiesta la nada. La angustia (del latín angere: estrechar, estrangular,
atormentar, constreñir) es un modo de encontrarse y de descubrirse a sí mismo
en su auténtica existencia, es una especie de desinterés y desposeimiento de
las cosas del mundo exterior; es un estado afectivo de zozobra e incertidumbre
ante el mundo y sin objeto específico; es un sentimiento de inquietud por un
mal que se aproxima.
“Llamaremos angustia- escribe Sartre-,
precisamente, a la conciencia de ser uno su propio devenir en el modo del no
serlo” (“El ser y la nada”).
Kierkegaard afirma que “la
angustia es el vértigo de la libertad” y que “Existir es mantenerse dentro de la nada, y la
nada es la que hace posible al ente y la que me hace posible a mí mismo”. Para
Heidegger, la angustia es el sentimiento de la nada, de donde emerge el
existente, y constituye, en suma, su esencia más profunda.
LA MUERTE
No sólo se filosofa sobre la
vida, sobre algo que conocemos y que adquirimos como experiencia cotidiana a lo
largo de nuestra existencia, sino también se filosofa sobre la muerte, sobre
algo que no sabemos como es ni cuando llegará.
La vida del hombre no es un
camino de rosas, no es sólo alegría y placer. También es sufrimiento y dolor.
Si la vida careciera de sufrimiento, de dolor, jamás el hombre hubiera
filosofado sobre su existencia, sobre su razón de ser en este mundo, sobre la
importancia de la vida o la propia existencia del universo.
En todo tiempo de la humanidad no
dejaron de existir personajes que filosofaron sobre el fenómeno biológico
natural de cesación de la vida, que meditaron sobre la conciencia de la muerte,
sobre aquel absurdo de la vida o el acabamiento del hombre, como uno de los
orígenes de la filosofía. Meditaron no sólo acerca de la filosofía de la muerte
sino también sobre la muerte de la filosofía.
Sócrates decía que la única
ocupación del filósofo era la de prepararse para la muerte. Para él, ser
filósofo filólogo o enamorado del logos, es haberse liberado de la locura del
cuerpo, desligar el alma del cuerpo para que el alma logre la revelación del
ser, que se ofrece en el pensamiento, en el logos.
Y en eso –y no en otra cosa- consiste la ejercitación para la muerte que
Sócrates encomendaba a la filosofía.
Son expresiones de Epicuro las
siguientes: “Cuando la muerte es, nosotros no somos; cuando nosotros somos, la
muerte no es”.
Son palabras de Montaigne: “Si la
muerte es el origen de la filosofía, y el filosofar es aprender a morir,
filosofar es, entonces, aprender a dejar de ser esclavos. De donde, no hay más
manera de aprender a vivir, que aprender a morir.”.
Jaspers llegó a decir que “El
filosofar es un aprender a vivir y saber morir. A causa de la inseguridad del
existir en el tiempo es la vida constantemente un ensayar. Si filosofar es
aprender a morir, este saber morir es justamente la condición de la vida recta.
Aprender a vivir y saber morir es uno y lo mismo”.
LA FELICIDAD
Para el más célebre de los Padres
de la Iglesia
latina y fundador de la filosofía de la religión, San Agustín, el origen de la
filosofía es la felicidad, cuando dice que “comúnmente todos los filósofos en
sus estudios, en sus investigaciones, en sus disputas, en su vida toda buscaban
la felicidad”.
LAS NECESIDADES HUMANAS
El filósofo inglés Francisco
Bacon dice que el origen de la filosofía es la satisfacción de las necesidades
humanas. Por su parte, el filósofo francés y padre del positivismo, Augusto
Comte, afirma que el conocimiento está ordenado con la finalidad de hacer la
vida más fácil.