EL SER HUMANO IMPREGNADO DE RELIGIOSIDAD
Según Marco Tulio Cicerón la palabra religioso deriva de «relego-ere», que significa
«releer», «revisar». En este sentido son hombres religiosos «los que tratan con
diligencia, repetidamente y como releyendo, lo que pertenece al culto de los
dioses».
Raimon
Panikkar señala: “la religiosidad es un hecho antropológico según el
cual todo hombre, por el hecho de serlo, tiene una dimensión que lo separa de
los animales y le hace darse cuenta de lo infinito, de lo desconocido, de lo
que ninguna palabra sabe describir” [1].
Sólo el ser humano es un ser
impregnado de religiosidad, que se
siente unido a la divinidad mediante un vínculo espiritual que se manifiesta al
más alto nivel en la expresión de su conducta diaria mediante actos
teórico-emocionales como la fe, la seguridad, la esperanza, el temor, la
reverencia, la humildad, la devoción y el amor; y actos prácticos como dar
gracias a Dios, rogar, hacer votos, bendecir, alabar, obedecer y adorar.
Hay el criterio trascendente según el cual el destino del ser humano
consiste en trascender del mundo terrenal hacia el mundo sobrenatural,
transempírico o metafísico. Se concibe el ser humano como producto de la creación
divina, que trata de conseguir la paz, igualdad, justicia y felicidad
definitivas en una vida terrena y ultraterrena, en tanto y en cuanto es una
criatura de Dios. Pertenecen a esta concepción las doctrinas filosóficas
idealistas y las doctrinas religiosas como el Cristianismo, el Judaísmo y el
Islamismo.
Desde tiempos inmemoriales se desarrollaron diferentes concepciones acerca del ser humano.En la Grecia Antigua destacan las de Sócrates, Platón y Aristóteles. Sócrates creía en la inmortalidad del alma de cada ser humano y en su creación por Dios. Dios es el creador, orientador, cuidador e inspirador de la humanidad, el intermediario entre los dioses y los seres humanos, la voz interior que le dicta sus decisiones y es el responsable del orden del universo. Platón enfatiza que el ser humano está compuesto de alma, que es de origen divino, inmaterial, eterno e inmortal, alma que está unida accidentalmente al cuerpo como consecuencia de un pecado y con la misión de gobernar y dirigir el cuerpo. El cuerpo es la cárcel del alma. En la concepción de Aristóteles, “El hombre por naturaleza es un animal político”, pero también “es un ser naturalmente religioso”.
Con el transcurso del tiempo
se han vertido infinidad de conceptos sobre el ser humano. Por ejemplo, el hombre
es imagen de Dios (Biblia), el hombre es un ser natural, viviente superior,
creado por Dios y dotado de un alma que trasciende inmortalmente lo natural
orgánico" (R. Gómez Pérez ), el hombre es un animal religioso por
naturaleza (Edmund Burke), no existe nadie capaz de
comprender a Dios, si antes no ha descifrado al hombre (F. Puarles), el hombre es un animal religioso; el hombre es un
buscador de Dios (Max Scheler). el hombre es un animal religioso (De
Quatrefages), el hombre es un animal que cree en los dogmas (Chesterton).
Santo Tomás de Aquino considera
que el ser humano sólo puede llegar a la verdad a través de la experiencia
sensible o de los sentidos y las ideas generales o universales, pero siempre
considerando como predominante la razón frente a la fe. Para Tomás de Aquino
existen tres tipos de verdades: a) verdad
teológica, es la verdad que el ser humano conoce mediante revelación
divina; b) verdad filosófica, es la
verdad no revelada y conocida por la razón del ser humano; y, c) verdad mixta, es el conjunto de verdades
reveladas y que son verificadas por la razón humana. La concepción de Tomás de
Aquino podemos resumirla así: la libre acción del hombre forma parte de la
providencia de Dios. Dios es el guía del ser humano. Providencia y
predestinación presuponen la presciencia divina, con la cual Dios prevé las
acciones del ser humano. Dios inclina al ser humano hacia la justicia según la
condición propia de la naturaleza humana. Tomás de Aquino considera que el
hombre necesita de la ayuda de Dios para alcanzar la vida eterna, hecho que
sólo es posible mediante la práctica de las virtudes naturales o cardinales
(justicia, fortaleza, templanza y prudencia) y de las virtudes sobrenaturales o
teologales (fe, esperanza y caridad). Tomás de Aquino concibe el ser humano como
un ser situado en las fronteras de lo material y de lo espiritual (cuerpo y
alma). El alma del ser humano ocupa un ínfimo lugar entre los seres
espirituales, alma que es creada por Dios, que está destinada a formar con el
cuerpo una única naturaleza o principio de acción. El fin último del ser humano
es Dios. Para alcanzar el fin último, Dios ha dado al ser humano la Ley
Natural, que viene a ser la participación de la Ley Eterna en la criatura
racional, Ley Eterna que puede ser descubierta por la razón pero que Dios
también ayuda a su conocimiento por la revelación. La Ley Natural enseña y
manda al ser humano a vivir como persona.
San Agustín, el primer gran
filósofo cristiano, el maestro por excelencia en el campo de la teología, una
de las más grandes figuras de la Patrística y el más célebre de los Padres de
la Iglesia latina, el Padre de los padres de la Iglesia, Ha sido llamado “El
Platón del Cristianismo” y considerado como el creador de la Filosofía de la
Historia. Con profundo interés antropológico y teológico san Agustín expresa su
“deseo conocer a Dios y al alma” (Deum et
animan scire cupio). El hombre es visto a la luz de Dios que es el
principio último de su ser. «Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en Ti». El hombre posee la posibilidad de elegir entre el
bien y el mal, pero para elegir y practicar el bien requiere del auxilio de la
gracia de Dios. El hombre sólo se realiza en el amor y a través de Dios.
Eduard Spranger, discípulo y
heredero de la “filosofía del espíritu” de Wilhelm Dilthey, recibió la
influencia de Freud y Hall. Según la teoría de este psicólogo alemán y
representante de la Psicología Comprensiva, se pueden dividir los valores
culturales en seis categorías, a las que corresponden seis tipos básicos
ideales de hombre. Estos seis tipos ideales, no reales, de personalidad ,
descritos en su obra «Formas de Vida» son los siguientes: 1º, el hombre
teorético; 2º, el hombre económico; 3º,el hombre estético; 4º, el hombre
social; 5º, el hombre político o de poder, y 6º, el hombre religioso. Cada uno
de estos tipos de personalidades estaría regida por un principio específico, es
decir, por un valor definido. Dentro de la concepción de Spranger, el hombre religioso o místico está
inspirado en el valor de la santidad; concibe el mundo como medio para llegar a
Dios. Es «aquel cuya estructura espiritual está dirigida a la creación de la
suprema vivencia de valor absolutamente satisfactoria». Según Spranger hay tres
manifestaciones de la religiosidad: el místico
inmanente (todos los valores positivos de la vida son gérmenes de lo divino
y universal), el místico trascendente
(todo lo humano carece de valor porque sólo es posible explicar lo divino a
través de lo revelado) y la naturaleza
religiosa escindida (por la fe, que es la capacidad para confiar en lo
divino, se explica los actos humanos). El hombre religioso tiene conciencia de
trascendencia, rebasa lo finito tratando de encontrar los objetos infinitos; considera
el trabajo como servicio divino; concibe el estado como un medio y es capaz de
transformarlo, a la vez que valoriza la libertad espiritual.
El autor del presente artículo considera
que el ser humano es de triple naturaleza: espiritual, material y moral; es un
ser biopsicosocial imperfecto por naturaleza, pero perfectible durante su
existencia; es creyente firme en un ser sobrenatural, del que procede todas las
cosas y todo cuanto existe en el Universo; es un ser religioso que eleva sus
plegarias y oraciones a Dios desde el rincón de su alcoba o desde un lugar
inadvertido en su centro de trabajo, para que todo lo vaya bien y el camino de
su existencia se halle liberado de tentaciones, flaquezas, desencantos,
frustraciones, angustias, bajas pasiones, envidias, represalias, vicios,
maldades y odiosidad humana, hasta lograr una filosofía de la vida
perfeccionada y digna.
El carácter religioso del ser humano se
manifiesta en su acrisolada e inabdicable fe y mística, en sus ideales y creencias
supremas. El ser humano cree en un Dios omnipotente, omnisapiente, omnipresente
e inmortal, cree en un Dios de quien procede todo lo que existe en el Universo.
El ser humano siente permanentes vínculos extra naturales, distintos de los
prácticos y científicos terrenales; siente y vive diariamente los latidos del
corazón, sus emociones, sentimientos y voluntades que lo llevan a comunicarse
con Dios en busca de atención a sus problemas, enfermedades y preocupaciones y
proyectos de una vida mejor; reconoce en su naturaleza algo de la naturaleza de
los dioses, intenta asimilarse a él o trata de imitarlo.
«Sin Dios y sin caridad, el hombre no es
un hombre, sino un bárbaro» decía Dostoiewsky, uno de los más grandes
escritores de Occidente y de la literatura universal.