Artículos periodísticos y de investigación

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22 de mayo de 2021

LA IGLESIA CATÓLICA Y SU LUCHA CONTRA EL COMUNISMO

 

LA IGLESIA CATÓLICA 

Y SU LUCHA CONTRA EL COMUNISMO


La Ciudad del Vaticano


Escribe: 

Dr. Eudoro Terrones Negrete


Históricamente la Iglesia Católica siempre luchó, enfrentó y condenó frontalmente el comunismo ateo.

El Catecismo de la Iglesia católica de 1992 afirma: "La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al ‘comunismo’ o ‘socialismo’.

El papa Pío IX en su encíclica Quipluribus (Noviembre 9, 1846), condenó a la  doctrina del comunismo, confirmada después en el "Syllabus": "aquella nefanda doctrina del llamado comunismo, enteramente contraria al mismo derecho natural, y que una vez admitida, conduciría a la radical inversión de los derechos, de las cosas, de la propiedad de todos y de la misma sociedad humana.”

Más tarde el papa León XIII, cuyo pontificado duró veinticinco años, en la Encíclica "Quod Apostolici numeris" (28 diciembre de 1878) definió el comunismo como "peste destructora que atacando la médula de la sociedad humana, la conduciría a la ruina". Y en 1891 calificó al socialismo de ser "un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna."

El Sumo Pontífice Pío XI en su encíclica “Divini Redemptoris”  del 19 de marzo de 1937 señaló: “El furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista. Y esta destrucción tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posibles en nuestro siglo. Ningún individuo que tenga buen juicio, ningún hombre de Estado consciente de su responsabilidad pública, puede dejar de temblar si piensa que lo que hoy sucede en España tal vez podrá repetirse mañana en otras naciones civilizadas.”

Por su parte, el papa Pablo VI, en su encíclica “Ecclesiam suam”  del 6 de agosto de 1964 pidió que la Iglesia tomara conciencia de sí y de su importancia "para la salvación de la sociedad humana".

En sendos documentos la Iglesia Católica ha elevado su solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, Méjico, España y diversos países del mundo, llamando la atención sobre el peligro comunista,  peligro que aumenta y se agrava  bajo el empuje de agitadores con ideas subversivas y que alientan una falsa redención y  un pseudo ideal de justicia, igualdad y fraternidad en el trabajo.

Cabe puntualizar, los partidarios del comunismo quieren imponer en la población su doctrina a sabiendas que es contraria a la concepción cristiana y para ello se valen de todos los medios posibles a su alcance con tal de arrancar de las mentes de la población menos culta la religión, la fe,  el amor al Divino Redentor y la creencia en la vida cristiana.

Para el comunismo ateo existe una sola realidad: la materia. No no hay lugar para la idea de Dios, no existe diferencia entre espíritu y materia, entre alma y cuerpo, no existe sobrevivencia del alma después de la muerte y no hay ninguna esperanza en otra vida para el ser humano.

El comunismo se esfuerza en agudizar los antagonismos entre las clases, en agudizar la lucha de clases alentando odios, rencores y venganza,  para que a río revuelto ellos sigan avanzando.

El comunismo quita toda fe, dignidad y libertad a la persona humana; el individuo es una simple rueda y un engranaje de su sistema. El comunismo niega a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual; hace del matrimonio y de la familia una institución puramente artificial y civil, es decir, fruto de un determinado sistema económico.

Para el comunismo no existe vínculo alguno entre la mujer, la familia y el hogar.  El comunismo proclama la emancipación de la mujer, la aleja de la vida doméstica y de la atención de los hijos, para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva  y entregar a la colectividad el cuidado del hogar y de la prole.

Una vez más el comunismo pretende edificar “Una humanidad sin Dios”, un mundo descristianizado, negador de los derechos fundamentales de la persona humana y subvertidor del orden social.

El comunismo promueve con mucho interés el laicismo,  con el fin de edificar una sociedad organizada aconfesionalmente, es decir, ajena a las confesiones religiosas. Jamás piensa en construir iglesias cerca de las fábricas o de las áreas rurales, menos aún es de su preocupación apoyar la labor de los sacerdotes y de las monjas.

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