HEROICIDAD Y MARTIROLOGIO
DEL PUEBLO APRISTA
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Como pocos de los movimientos políticos en Indoamérica, el aprismo tiene una larga y fructífera experiencia acumulada durante ochenta y cuatro años de perseverante espíritu de lucha por la justicia social en el Perú e Indoamérica (1924-2008).
El pueblo peruano le confió hasta la fecha su respaldo mayoritario por dos periodos de gobierno (1985-1990 y 2006-2011) y eligió al doctor Alan García Pérez, Presidente Constitucional de la República.
EL HÉROE CIVIL DE LA NUEVA AMÉRICA
Durante 84 años, el pueblo aprista no se rindió al susto, superó la adversidad y respondió ejemplarmente, con ideas y sólidos principios éticos, a quienes lo combatían, y dio muestras de heroicidad en su esforzado peregrinaje por alcanzar la libertad y la justicia social.
Su marcha tuvo las huellas de su sangre, con largas y pesadas esperas para transformar el país, para redimir al Perú que por más de cuatrocientos años estuvo sometido a las cadenas de la injusticia, la arbitrariedad, el engaño y la ignorancia.
“Al caudillismo militar y personalista, – refiere Antenor Orrego -, sucede el héroe civil, que es innumerable, que es la masa misma que se deja matar heroicamente en las trincheras de Trujillo, que se triza en las mazmorras del frontón, de la Intendencia y del Real Felipe, que agoniza en las selvas infernales del Satipo y del Madre de Dios, que cae en los fusilamientos clandestinos bajo los muros de Chan-Chan, que se abate en los asesinatos de Huaraz, Cajamarca, Cajabamba, Ayacucho y Huancavelica; que muere, en fin, cantando la Marsellesa en los fusilamientos de los marineros de la Escuadra en San Lorenzo. Es el héroe civil de la nueva América” (“Pueblo-Continente”).
El pueblo aprista, dentro de la lógica de su filosofía y doctrina, viene extrayendo con acierto lo esencial y fundamental de todos sus dolores y continúa su caminata ejemplar escribiendo victoriosamente su propia historia “con la sangre de su sangre, con la entraña de su entraña, con los huesos de sus huesos”, “rasgando sus carnes y probando sus músculos y sus pulmones”, soportando todas las adversidades y los sinsabores de la política, sin caer jamás en la venganza o el encono.
Y esto fue posible porque el sufrido y heroico pueblo aprista atesora una singular grandeza espiritual, política y moral, como ningún otro partido del siglo XX.
Luego de tantos años de lucha perseverante e inclaudicable, cuán ciertas son ahora las palabras del gran pedagogo social y político-estadista Víctor Raúl: “Pero ni la muerte ni la calumnia, ni la prisión ni el destierro, han sido más fuertes que nuestra obra. Nunca en la historia del Perú, se conoce movimiento más heroico, más desinteresado y más hondo. Por eso, a pesar de las represiones brutales, de las campañas odiosas y de la tiranía y sus agentes, el pueblo, la raza indígena, los pobres del Perú en una palabra, sienten como propios nuestros ideales” (Obras Completas, Tomo 2).
CONTENTOS DE NUESTRO DESTINO
“El Cachorro”, Manuel Seoane, muestra su satisfacción por la labor y el logro alcanzado a través del movimiento aprista, “por muy sacrificado que haya sido”. Decía: “Nosotros nos hemos presentado a la arena política, – refiere-, cuando éramos jóvenes i teníamos todo por ganar, y sabíamos que emprendíamos un camino que nos hizo perder muchas cosas, que nos hizo pasar muchos dolores y sacrificios, lo mismo que a muchos hombres y mujeres del Perú, y hoy al llegar a la edad madura, estamos contentos de nuestro destino, por muy sacrificado que haya sido, porque sabemos que en este país, donde los políticos han sido casi siempre saltimbanquis y corruptos, hemos dado una lección de consecuencia y dignidad” (“La revolución que el Perú necesita”).
EL MARTIROLOGIO
"Mártir" es un término que viene del griego: martyr que significa testigo y logos, discurso. El teólogo Orígenes (+ 253) decía: "Cualquiera que de testimonio, en palabra u obra, de la verdad, poniéndose de su parte de cualquier modo, debe ser llamado, con pleno derecho, testigo. Pero en la comunidad de los hermanos, impresionados por la entereza de ánimo de aquellos que lucharon por la verdad y las virtudes hasta la muerte, ha penetrado el uso de llamar 'mártires' en sentido verdadero y propio sólo a aquellos que han dado testimonio al misterio de la religión con la efusión de la sangre".
El Cristianismo de los tres primeros siglos conoció las formas más explícitas del Martirio. Entre los años 64 y 313, de Nerón a Dioceciano, la Iglesia soportó 129 años de persecución sangrienta. Edictos imperiales proscribieron la confesión cristiana, hicieron comparecer a millares de cristianos ante tribunales que les exigieron abjurar de su fe y rendir culto al Emperador, so pena de ser entregados a crueles castigos y tormentos que terminaron en la muerte. La literatura cristiana de esa época consagró los términos griegos "martys" y "martyrion" ("testigo" y "testimonio"), para referirlos, por antonomasia, a quienes derramaron su sangre por confesar su fe.
Similar situación ocurrió con los militantes y dirigentes apristas desde los inicios de este gran movimiento político de trabajadores manuales e intelectuales, que por luchar con fe, unión, disciplina y acción contra las injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, por defender al hombre en sus aspiraciones de bienestar tuvieron que sufrir y padecer vejaciones de diversa índole, tuvieron que soportar torturas, persecuciones, exilios, expatriaciones, fusilamientos, cárcel y privación de sus libertades por quienes ostentaban el poder político.
Las palabras del jefe y fundador del aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre nos relevan de mayores comentarios sobre el martirologio aprista: “Este es el movimiento aprista auténtico, genuino, señero, peculiar. Este es el Partido cuya razón de existir radica precisamente en su supervivencia. Este es el Partido al que se le quiso decapitar siempre, porque ese tipo de decapitación por el dicterio y la calumnia, es un propósito muy practicado por los reaccionarios; aunque nunca logró nada con nosotros. Porque aunque se nos quiso corromper, intimidar y dividir; aunque se nos quiso cerrar los medios de propaganda y de difusión, y se nos vetó, y se nos llevó al Tribunal Mundial de La Haya acusándonos, - único caso en la historia del mundo -, de delincuencia común; éste es el Partido que tiene como título de legitimidad, como verdadera y sublime expresión de su poder moral, un martirologio ilustre, glorioso, bienaventurado, un martirologio que significa la ofrenda voluntaria de un pueblo, listo a dar su sangre porque los ideales apristas se mantengan en su egregia aspiración de justicia y de libertad. ¡Este es lo que nosotros somos!. ¡Título que nadie nos puede arrebatar!. Esto es lo que hemos sido y somos. Pero esto es lo que lleva implícito la responsabilidad de todos ustedes y de todos los apristas”.
Sólo en la Alianza Popular Revolucionaria Americana se da la conjunción de heroicidad y martirologio, como mérito propio de un partido de masas que tuvo, tiene y tendrá siempre la autoridad moral suficiente para reclamar ante la historia un sitio preferencial de lucha por la justicia social y la libertad de la inmensa mayoría nacional e indoamericana.
“Nuestro Partido – refería Haya de la Torre- ha superado gallardamente la etapa lírica de los impulsos iniciales. Ha vivido su tragedia y tiene su martirologio. No necesitamos ir muy lejos para hallar tumbas de compañeros sobre las cuales jurar y sentirnos fuertes. No tenemos que leer libros europeos para aprender cómo se sufre y cómo se lucha por la libertad y por la justicia”.