EL PODER DEL PENSAMIENTO
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
“El que puede cambiar sus pensamientos,
puede cambiar su destino”.
Stephen
Crane.
CONCEPTO DE PODER
Poder quiere decir facultad, capacidad o jurisdicción que tiene
la persona para controlar a otra, para influir sobre ella, para mandar o
ejecutar una cosa o para resolver un problema o un dilema.
Poder es el acto o instrumento en que consta la facultad
o autorización que uno da a otro para que en lugar suyo y representándole pueda
hacer o ejecutar una cosa, analizar algo o resolver un problema. Poder es la
posesión, por la persona o por un grupo de personas, de los medios necesarios e
indispensables para alcanzar los objetivos, fines o metas que se propone,
superando las dificultades, las resistencias activas y pasivas y las
incomprensiones y malas interpretaciones de otras personas.
Basándonos en la doctrina de Alfred Adler, referida a la
psicología individual, el poder es una tendencia fundamental del hombre a la
autoafirmación o conservación propia de todo ser vivo. Con la expresión de
Federico Nietzsche, Adler la denomina “voluntad de poder”.
Adler afirmaba que el móvil más poderoso de todos los actos humanos es el valer, ficticio o real, la superioridad, real o imaginaria, es el “hacerse valer”.
CLASES DE PODER
Hay diversas clases de poder según sus fuentes. Son fuentes de poder el pensamiento, el conocimiento, la riqueza o el dinero, la belleza, la fuerza física y la información. Así podemos hablar del poder del pensamiento, poder del conocimiento, poder económico, poder coercitivo, poder de referencia, poder legítimo, poder de competencia, poder de la información, poder telequinésico y poder de la minoría.
EL PODER DE LA INFORMACIÓN
La información es un gran poder positivo cuando se la usa responsablemente.
Actualmente, en toda sociedad democrática se observa la lucha permanente por la captura y disputa de cuotas de poder entre la concentración del poder multimediático,-que está mayormente en manos privadas, que deciden y eligen lo que debe ser difundido muchas veces con poca o nada de credibilidad, sin independencia de criterio y sin pluralidad, que manipulan las informaciones y declaraciones y la opinión pública, que defienden intereses económicos, políticos y religiosos-, la clase política, y los gobiernos, mientras la ciudadanía común y corriente como titular del derecho a la información continua demandando la democratización de los medios de comunicación como bien público, que den información de calidad y voz a todos los sectores y estén al servicio de una sociedad en permanente crecimiento, desarrollo y progreso.
Con el avance de las tecnologías de la información y la
comunicación, “la política se hace en los medios y desde los medios, desde que
éstos generan poder y son instrumento de poder” como lo señala María del Pilar
Tello en su obra “El Poder de la información” (Lima, 2015).
El tener información privilegiada, información
confidencial o información especializada constituye un poder informativo y que
se manifiesta en el influjo de los medios de comunicación en la opinión
pública, en la sociedad y en las decisiones del Estado.
“Es interesante hacer notar que Kelman y Hovland (1953)
llamaron “sleeper effect”, fenómeno de cambio tardío. Consiste en que una
persona percibida negativamente puede dar informaciones muy válidas y obtener
resultados inmediatamente insignificantes o negativos; sin embargo, cuando la
fuente de información ha sido olvidada, la comunicación tiene su efecto y la
actitud cambia según la finalidad primera. Tal vez esto consuele a ciertos
profesores, religiosos o autoridades, que percibidos negativamente, hacen esfuerzos
inmensos por dar informaciones válidas y consistentes” refiere José Rafael
Prada Ramírez en su obra “Sicología de grupos”[1]
Ante la presencia concentrada de grandes medios de
comunicación privados que imponen sus contenidos y hasta eligen gobernantes que
defiendan sus intereses, en un escenario de lucha frontal entre dos polos
extremos “medios-gobiernos”, María del Pilar Tello reivindica el rol de la
ciudadanía como el titular del derecho a la información: “La ciudadanía, en
nombre de cuyos derechos funcionan los gobiernos y los medios de comunicación,
es la titular del derecho a la información y por tanto debe asumir la tercería
y ser empoderada para que funcione el triángulo medios, gobiernos, sociedad y
se genera una comunicación política y social equilibrada”[2].
No cabe duda que lo que se busca es el poder equilibrado, armonioso y responsable entre los medios de comunicación, las redes sociales, los gobiernos y la ciudadanía en general para asegurar y garantizar la consolidación y profundización de los regímenes políticos democráticos.
De las diferentes clases de poder nos referiremos en esta obra de los poderes de referencia, de competencia, telequinésico y de la minoría.
Poder de referencia
El poder de referencia se funda sobre la identificación de una persona con otra. El poder de referencia cobra su mayor influjo para reducir al conformismo en personas con un yo débil, baja habilidad para liderar, alto nivel de autoritarismo, necesidad grande de afiliación, baja inteligencia, mucha extroversión, hijos primogénitos o hijos únicos, y que han tenido padres duros o castigadores, explica Prada Ramírez (1989:66).
Poder de competencia
Se basa en los conocimientos, técnicas y habilidades de un individuo para realizar las metas del grupo. En nuestra era industrial y automatizada, los científicos y técnicos poseen un gran poder de competencia, máxime entre la juventud (Prada Ramírez, 1989:67).
Poder telequinésico
La telequinesis
o telequinesia (del griego tele,
«lejos» y kínēsis, «movimiento»)
es, en el marco de la parapsicología, el fenómeno que consiste en el desplazamiento de objetos a
través de una acción a distancia sin la
intervención de ningún medio físico.
Poder de la minoría
Alvin Toffler, en su obra “La Tercera Ola” (1980), al
referirse al poder de la minoría dice lo siguiente: “El primer y herético
principio del Gobierno de la tercera ola es el del poder de la minoría.
Sostiene que el imperio de la mayoría, el principio legitimador fundamental de
la Era de la segunda ola, se está tornando crecientemente anticuado. No son las
mayorías, sino las minorías las que cuentan. Y nuestro sistema político debe
reflejar crecientemente ese hecho”[3].
Precisa asimismo que “en la actualidad estamos dejando
atrás el industrialismo y convirtiéndonos rápidamente en una sociedad desmasificada.
En consecuencia, se va haciendo cada vez más difícil –a menudo, imposible-
movilizar una mayoría e incluso una coalición gobernante”.
Alvin Toffler puntualiza que la tercera ola desafía todas
las presunciones convencionales sobre la relación entre imperio de la mayoría y
justicia social. “En lugar de una sociedad altamente estratificada, en la que
unos cuantos bloques importantes se alía para formar una mayoría, tenemos una
sociedad configurativa, una sociedad en la que miles de minorías, muchas de
ellas temporales, se arremolinan y forman pautas nuevas y transitorias,
convergiendo rara vez en un consenso de un 51 % sobre temas importantes. El
avance de la civilización de la tercera ola debilita, así, la legitimidad misma
de muchos Gobiernos existentes”[4]
“Por tanto, -indica Toffler-, el imperio de la mayoría no sólo no es adecuado ya como principio legitimador; tampoco es ya necesariamente humanizador ni democrático en las sociedades que se están adentrando en la tercera ola”[5].
La libertad de expresión del pensamiento
La libertad de expresión del pensamiento o libertad de
palabra, que es consubstancial a toda naturaleza humana, es el derecho
fundamental que tiene toda persona de expresar su pensamiento en público y de
buscar formas de intercambio y de compartimento de sus pensamientos con otras
personas en todo tiempo y lugar.
Este derecho de expresión libre del pensamiento está regulado por las Constituciones políticas y leyes de los países del mundo civilizado, con el fin de evitar el libertinaje y sus funestas consecuencias.
La libertad de expresión garantiza que no se viole la libertad de escribir, de opinar y de publicar responsablemente sobre cualquier materia. Que los límites de la libertad de expresión son la moral, la vida privada y la paz pública. Que ninguna autoridad, gobernante ni ley exija fianza o censura a sus autores.
A lo largo de los siglos, mediante el ejercicio de estos poderes
fundamentales, el hombre viene acumulando lo que se conoce con el nombre de
herencia social.
El pensamiento del hombre se divide en tres esferas del
saber: el mundo material (universo físico), el mundo humano (Hombre) y el mundo
del espíritu (Dios, Espíritu eterno). En cada uno de estos tres mundos el
hombre desarrolla sus poderes de pensar y de expresar o comunicar sus
pensamientos por medio del lenguaje y las artes en sus diversas formas,
lenguaje como medio de comunicación y como instrumento del pensamiento.
Como seres humanos, nuestro cerebro procesa alrededor de 60.000 pensamientos en un día
normal. Quizás sean más, en un día ocupado, de estrés o de imprevistos… quizás sean menos en un día de
vacaciones. Pero en promedio, unos 60.000 pensamientos, estos serían unos dos
pensamientos cada 3 segundos. Cada uno de los pensamientos que tenemos en el
día, cuenta con un origen, una raíz desde la cual ha surgido y a través de la
cual se ha establecido y solidificado. Lo que pensamos día a día, no es ni
remotamente el resultado del azar. Ciertamente existe un trasfondo mucho más
profundo y significativo en el ejercicio de pensar. Por una parte, está nuestro
carácter, que es formado a través de nuestras experiencias, logros, fracasos,
victorias, rechazos… etc. Desde pequeños conformamos el carácter que hoy
tenemos y con base en dicho carácter, decidimos lo que decidimos día a día.[6]
Porque no utilizamos de manera eficaz el mayor potencial
de nuestra capacidad pensante para la solución de los problemas de nuestro cotidiano
vivir nos sentimos deprimidos, frustrados, impotentes, preocupados, fracasados
y puesto la mirada en un callejón sin salida.
“A una enfermedad – señala
Celis Maya- le queda imposible ubicarse en un cuerpo con mente sana, esto ya no
es un secreto y dejó de ser un concepto esotérico hace mucho tiempo gracias a
la ciencia. Con tu propio pensamiento tu cuerpo puede cambiar su
ritmo cardíaco, segregar endorfinas o adrenalina, producir gammaglobulinas
o interferones y con esto alterar la manera como se protege (o no) ante las
enfermedades”.
Hoy más que nunca, ante el avance vertiginoso e
incontrolable de las ciencias y las tecnologías, quien tiene el conocimiento y
el pensamiento, quien cultiva emociones, sentimientos, autoestima y actitudes
positivas goza de un gran poder en su diversidad de formas: poder democrático,
poder permisivo, poder carismático, poder cognoscitivo, etc.
La calidad de pensamientos que se crean en nuestra mente
son las que determinan la clase de vida que llevamos a diario, y constituyen
las guías maestras para el diseño y la construcción de nuestro destino. Por
ejemplo, se puede acelerar nuestro ritmo cardíaco pensando en una situación
peligrosa; se concibe una vida pacífica con la alimentación y el desarrollo de
la asociación de pensamientos positivos, pensamientos estratégicos,
pensamientos críticos y pensamientos dialécticos.
El poder del pensamiento radica en todo ser humano que
impulsa, promueve y desarrolla la “gran industria intelectual”, expresados en
las producciones teóricas y prácticas de carácter filosófico, teológico,
científico, humanístico y tecnológico, para asegurar la vida y el disfrute de
la vida humana tras la aplicación de su obra creativa, la solución de sus
problemas y la satisfacción de sus múltiples necesidades, con mayores niveles
de libertad, independencia de criterio, justicia social, bienestar y felicidad.
Annie Besant, en su obra “El Poder del Pensamiento, su
dominio y cultura”, con fundadas razones señala: “El Conocedor, lo Cognoscible,
el Conocer, éstos son los tres en uno
que deben ser comprendidos si el poder del pensamiento ha de dirigirse a su
debido objetivo, el auxilio del mundo. Con arreglo a la terminología
occidental, la Mente es el Sujeto que conoce; el Objeto es lo cognoscible; la
relación entre los dos es conocimiento. Debemos comprender la naturaleza del
Conocedor, la naturaleza de lo Cognoscible y la naturaleza de la relación
establecida entre ambos y cómo se origina tal relación. Una vez esto
comprendido, habremos, en verdad, dato un paso hacia este conocimiento de sí
mismo, que es sabiduría. Entonces, verdaderamente, podremos ayudar al mundo que
nos rodea, convirtiéndonos en sus auxiliares y salvadores; pues éste es el
verdadero fin de la sabiduría, que habiendo prendido fuego por el amor, puede
sacar al mundo de la desgracia, dándole el conocimiento en el cual cesa para
siempre todo dolor”[7].
El pensamiento constituye un
verdadero poder en la vida y el quehacer de todo ser humano, desde el momento
mismo de su nacimiento hasta el instante de su muerte.
El poder del pensamiento es grandioso. Guía a las
personas en su desarrollo integral, cognoscitivo, social, económico, político,
cultural, educativo, ecológico, profesional y laboral, en una sociedad cada vez
más compleja y en permanente cambio.
A través del pensamiento, y con la acumulación e
intercambio de la experiencia individual y de la experiencia colectiva, se
logra incursionar y dominar nuevos sectores de la realidad; también es posible
penetrar de manera objetiva y profunda en la esencia y existencia del hombre,
de los objetos o cosas e identificar sus contradicciones internas, el
proceso evolutivo y la eventual transformación en algo distinto.
En el campo de las empresas y de los negocios, las
decisiones a tomar para lograr las soluciones a problemas y el crecimiento de
productividad y de rentabilidad dependen del modo de pensar original,
innovador, en positivo, realistamente y con sentido previsor.
Decían Dave Marcum, Steve Smith y Mahan Khalsa: “El
pensamiento es el núcleo de las empresas: determina no sólo lo que ha de
crearse y lanzarse al mercado, sino aquello que ha de sobrevivir. Es el big bang que pone todo en movimiento. Si
usted desea modificar sus resultados, lo primero que debe hacer es cambiar su
manera de pensar”[8]
El pensamiento permite explicar, prever y penetrar en los
cambios cuantitativos y cualitativos de la vida humana y del universo, en el
planteamiento y la solución de los problemas.
Sólo con el pensamiento los seres humanos son capaces de
interpretar, describir y explicar cómo es la realidad, qué significado y
trascendencia tiene lo que se descubre en ella, los resultados del desarrollo
de las ciencias y de las nuevas tecnologías.
La filosofía del vivir humano sólo es posible atesorarla y explicarla con el pensamiento y a través del pensamiento. Se logra saber qué es lo que se necesita para actuar, cómo se debe mejorar la calidad de vida de las personas y qué hacer para vivir mejor.
Somos lo que pensamos. Cada pensamiento tiene un valor incalculable en todos los aspectos
de la vida. La fortaleza de tu cuerpo y la de tu mente, tu éxito en la vida y
el placer que produzca a los demás tu compañía, dependen de la naturaleza y
calidad de tus pensamientos. Quien tiene pensamientos positivos, habla
poderosamente y produce una impresión profunda en las mentes de quienes le
escuchan. El pensamiento configura el carácter. El hombre se convierte en lo
que piensa. Piensa que eres fuerte, y fuerte te volverás. Piensa que eres débil
y te volverás débil. Si meditas sobre el coraje, instaurarás éste en tu
carácter. E igual ocurre con la bondad, la paciencia, la generosidad y el
autocontrol, refiere Swami Sivananda.[9]
La vida humana es praxis cotidiana de razonamientos,
análisis, síntesis, abstracciones, deducciones, inducciones, intuiciones y
generalizaciones, que son utilizados oportunamente como herramientas claves
para encarar y resolver las dificultades, problemas y dilemas de los individuos
y colectividades, explorar cosas nuevas, enfrentar los retos en lugar de evitarlos,
vivir la vida a su máximo potencial, salir airoso de la tentación de
pensamientos y actitudes negativas, establecer metas y llegar a ellas… y así
abrirse paso hacia el éxito. ¡Lo imposible llegará a ser posible!
El poder del pensamiento radica también en que nos
consuela de todo y todo lo remedia, hace posible el ensanchamiento y
engrandecimiento de nuestro pequeño ser y es la única vía de progreso de que
dispone el ser humano.
El poder del pensamiento es extraordinario en la vida de
todo ser humano. Se usa el poder del pensamiento para ayudar a nuestros
semejantes en el logro de sus propósitos y en el desarrollo de sus proyectos de
vida.
El poder del pensamiento se afirma, multiplica, ensancha,
perfecciona, reajusta, depura, rectifica, fortalece y amplía a través de la
práctica o el ejercicio metódico, correcto, cotidiano, ininterrumpido y
permanente del cerebro.
El hombre se detiene ante el mundo, reflexiona, inquiere
una razón que justifique su existencia en un mundo racional y en otra
irracional. Pero sigue caminando, estando y pensando en el mundo. El hombre
lucha, se esfuerza, trata de incorporarse al mundo de las cosas, del cual
depende su vida animal, ajustándose a la conducta que sus pensamientos le
dictan. Se percata que no todo lo que encuentra ante sí y lo que anhela es lo
más conveniente y útil para su vida exitosa. Entonces trata de penetrar el
secreto del mundo que le rodea, de comprender, de dominar y forja su propio
destino, según sus propios pensamientos.
¡El
que piensa positivamente,
asegura
un buen destino!
“Así, surge el mundo de la cultura. Y el hombre sigue
avanzando, transforma el orden que le ha sido dado; crea uno nuevo, busca no
incorporarse al mundo exterior sino incorporar ese cosmos ajeno a su propio
antropocosmos. La lucha del pensamiento con la naturaleza adquiere caracteres
de épica sin igual”, asevera Ramón Conde Obregón (1961:22).
[1] Prada Ramírez, José Rafael. Sicología de grupos. Ediciones Paulinas, Santiago de Chile, 1989,
p.68.
[2] Tello, María del Pilar. El Poder de la información. Medios de Comunicación y Política. Universidad Nacional Federico Villarreal. Editorial Universitaria, Lima, Primera edición, octubre 2015, p.14.
[3] Toffler, Alvin. La Tercera Ola, Plaza & Janes, S.A. Editores, España, Séptima
edición, 1981, p.404.
[4] Toffler, Alvin, Op. cit, p.405.
[5] Ibídem, p.405.
[6] Jusn
Sebastián Celis Maya. El inmenso poder del pensamiento.
http://www.sebascelis.com/el-inmenso-poder-del-pensamiento/
[7] Besant,
Annie. El Poder del Pensamiento, su
dominio y cultura,
Editorial KIER S.A., Décima segunda edición, Buenos Aires, 1980.
[8]
Marcum, Dave, Steve Smith y Mahan Khalsa. Business Think. Principios para tomar decisiones
acertadas en los negocios: ¡Ahora y en cualquier situación!. Prólogo de Stepehn
R. Covey. Grupo Editorial Norma, Colombia, 2003, p.3
[9]Swami Sivananda. El
poder del pensamiento.
http://www.sivananda.es/pdf/psicologia/pensamiento2.pdf