TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE SÓCRATES
Ya está a la venta por Amazon.com la obra Sócrates: El Maestro, el Filósofo y el Mártir de la Filosofía
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Tales de Mileto,
Jesucristo, Sócrates, Buda, Confucio y tantos grandes hombres de la historia de
las civilizaciones no escribieron ninguna obra, sin embargo, se les considera
como personajes excepcionales, enigmáticos, de gran talento, de inteligencia y
sabiduría inigualables, ejemplos de conducta moral y que más influyeron en el
pensamiento occidental y en el pensamiento europeo. Todos ellos, utilizando la
razón, la inteligencia, la sabiduría, la verdad y el diálogo como únicas armas,
sin esperar recompensa ni distinción alguna, buscaron salvar al hombre de la
ignorancia, de los vicios, de la esclavitud, de la opresión, de la desigualdad
y de la injusticia social.
Pocas figuras
representativas hubo en la antigüedad clásica, como las de Sócrates, Platón y
Aristóteles, que despertaron y aún siguen despertando amplias y profundas
resonancias e impactos en la cultura de Occidente y en la cultura universal,
precisamente por su elevada calidad humana, integridad espiritual, grandeza
moral, pedagogía social y por hacer accesible a públicos diversos sus aportes
intelectuales y la filosofía de aquella civilización.
Sócrates es el
personaje autodidacta y enigmático de todos los tiempos, que revolucionó el
mundo de la filosofía y que más influyó en el pensamiento europeo y occidental.
Fue el primer filósofo de la historia de la filosofía que, no obstante haber
sido el más popular de los ciudadanos atenienses y el más justo y sabio de los
hombres de su tiempo, murió víctima de la injusticia.
Fundó la
Filosofía moral y la Antropofilosofía; creó la teoría de las ideas; descubrió
el método mayéutico, la definición y el concepto; promovió y vulgarizó la
educación gratuita y la pedagogía sociopolítica. Sócrates era el ideal de sabiduría en las escuelas filosóficas griegas,
en la literatura romana, en los pueblos europeos y entre los judíos y
mahometanos.
Promovió el autoconocimiento
como condición básica para conocer a las demás personas; abogó por la
aristocracia intelectual y postuló que los gobernantes, las autoridades y los
funcionarios de los países deberían ser los más capaces, con el máximo de
conocimientos y de virtud, ejemplares ciudadanos y respetuosos de la Constitución
y las leyes de la República.
Defendió el
cosmopolitismo e igualitarismo ateniense. Combatió la concepción tradicional de
la justicia que hacía beneficios a los amigos y perjuicios a los enemigos.
Defendió la autonomía de la justicia multidimensional y propuso el cultivo del
espíritu de equidad en deberes, derechos y oportunidades para todos.
Sócrates se
llamaba a sí mismo tábano de los dioses, precisamente porque era
consciente que tenía por destino incordiar a quienes profesando la falsa
sabiduría creían saber y en realidad no sabían, o también porque censuraba a
los ambiciosos y al despotismo de los gobernantes demagogos. Cual experto en
persuadir y disuadir, creía ser un tábano
porque aguijoneaba a las personas para que se interroguen a sí mismo y procuren
descubrir lo que realmente son y cuanto tienen de capacidades, destrezas,
habilidades y aptitudes.
Sócrates, el
preceptor popular, destacaba mucho sobre el resto de los hombres por la agudeza
de sus razonamientos, por la facilidad de palabras, por la rápida persuasión a
sus interlocutores, por la crítica a los sofistas de su tiempo, por el
descubrimiento del método inductivo, el concepto y la definición y por su
aporte al progreso del pensamiento, la filosofía y la ciencia.
“Extraordinario”, se dice en griego Atopótatos, calificativo éste que Fedro,
inmortalizado por Platón, dio a Sócrates.
En el diálogo Fedón, Sócrates relata su formación
intelectual: “Sí, mi caro Cebes, de joven tuve un increíble deseo del saber que
se llama ciencia de la naturaleza. Me pareció excelente conocer las causas de
las cosas, lo que las hace nacer, perecer, existir; a menudo me movía de uno a
otro lado, por examinar, primero, si es porque el calor y el frío se corrompen
–como algunos sostienen- por lo que los animales se forman; o si es la sangre
lo que hace pensar, o bien el aire o el fuego; o si nada de todo eso es, sino
que el cerebro nos proporciona las sensaciones del oído, de la vista, del olfato,
de donde provendrían la memoria y la opinión; y si de la memoria y la opinión,
más fijas ya, nace la ciencia de las cosas. Examinaba en seguida la corrupción
de los seres y los cambios que sufren el cielo y la tierra; pero al fin me
hallé tan poco hábil sobre estos objetos, cuanto es posible…”
Sócrates reveló en cierta oportunidad: “…Habiendo oído leer un libro de
Anaxágoras, que decía que es un Espíritu quien todo lo ordena y produce,
experimenté una gran fruición, pensando haber hallado un maestro que me
proponía la causa de todas las cosas, en armonía con mis sentimientos:
Anaxágoras. Con gran celo de mi parte tomé su libro, aplicándome a leerlo para
poseer lo más pronto posible, la ciencia del bien y del mal”.
Sócrates buscó
la verdad en sí mismo e hizo suyo la sentencia del oráculo de Delfos: “Conócete
a ti mismo”, cual convencido que la verdad está en nosotros mismos y uno deberá
responder a los dictados de la voz interior de su conciencia.
Cuando se le preguntó a la Pitonisa de Delfos, quién era el hombre más
sabio, respondió de manera categórica y enfática: “Sócrates es el hombre más
sabio de toda Grecia” .Y es el más sabio no por el saber acumulado de lo que
conocía, sino por saber todo lo que desconocía.
Sus
pensamientos, actos, elecciones y decisiones respondían a un mandato del daimon, entendido esto como el genio
divino, la guía desde lo alto, la voz de la conciencia o voz interior. Y que
cual inteligencia o mente ordenadora le aconsejaba lo que debía hacer y lo que
debía evitar, voz interior que le informaba acerca de la conveniencia de
ciertas acciones sin conocimiento claro de sus motivos racionales. Para
Sócrates filosofar era una misión divina, una tarea confiada por mandato
divino. Algunos autores coinciden en
afirmar que su fe religiosa es su filosofía.
Sócrates es el
auténtico maestro griego, el guía, el facilitador, el que se presenta no
sabiendo nada (“sólo sé una cosa, y es que no sé nada”), pero ayuda con sus
preguntas a que los interlocutores encuentren la respuesta y contesten también
a las subpreguntas; en caso de no sentirse satisfecho con las primeras
respuestas recibidas, hasta lograr una definición universal, correcta y
completa del término en discusión. No sólo se contenta con recibir ejemplos
dados por sus interlocutores.
Estaba convencido de que para llegar a una definición universal de los
términos en discusión era necesario pasar por un proceso de inducción, es
decir, pasar de casos particulares a características universales.
Se consagró en
vida íntegramente a la enseñanza y a la formación integral de la juventud, en
cumplimiento de un “mandato divino”. No se consideraba en esta misión ser
autosuficiente en sabiduría y en capacidad de respuesta. “Si alguno de vosotros
tiene más facilidad que yo para responder a sus objeciones, puede hacerlo”,
decía el maestro Sócrates.
En su acción de
pedagogía social aprendía de sus interlocutores y éstos descubrían en sí mismos
el saber que desconocían, “aprendían a desaprender lo que saben” y reconocían
lo que Sócrates anticipadamente les decía que no sabe lo que cree saber.
Sócrates tenía la costumbre de no responder las preguntas que formulaba y hacía
que sus interlocutores se contradigan. Trasímaco le reprochaba a Sócrates por
no enseñar un saber positivo: “Ésta es la sabiduría de Sócrates, pues él no
busca enseñar, sino que da vueltas alrededor de los otros para aprender de
ellos y ni siquiera les da las gracias” (Platón, República, I 338b).
La mayéutica socrática
La mayéutica socrática
es de carácter inductivo, se funda en la dialéctica en tanto supone la idea de
que la verdad está oculta en la mente de cada ser humano y tiene que ser
descubierta (dada a luz) mediante la interacción de maestro y alumno. Consiste
en que el maestro pregunta al alumno acerca de algo que desea saber y el alumno
responde. Luego el maestro rebate la respuesta del alumno por medio del
establecimiento de conceptos generales, con el fin de demostrarle que está
equivocado, llegando finalmente a un concepto nuevo, diferente del anterior.
El método creado
por Sócrates se denomina método mayéutico,
llamado también método socrático, método heurístico, método de la
pregunta-respuesta o método dialéctico precisamente porque se enseña
discutiendo en forma de diálogo, bajo la forma de preguntas y respuestas
hábilmente elaboradas, con el fin de llegar a una definición general de las
cosas, a la esencia de la naturaleza de las cosas.
El término
mayéutico procede del griego “maia” y significa “alumbramiento”, “comadrona”,
“arte de dar a luz las ideas”, o “arte obstetrical”, este último comparado a la
profesión de la madre de Sócrates, quien era partera, obstetra o comadrona.
En opinión de
Dagobert D. Runes[1] “el empleo
original del método socrático se basa en la suposición de que los niños nacen
con el conocimiento en sus almas, pero necesitan ser ayudados para que lo
recuerden (teoría de la Anamnesis)”.
Para Sócrates la
mayéutica consiste en preguntar. Cuando quería definir algo o penetrar en la
esencia de las cosas lo hacía por intermedio de sus preguntas. Jenofonte nos dice que Sócrates se proponía
determinar la esencia de todos los seres (Memorables,
IV, VI, 1). Sócrates, dice Aristóteles, interrogaba, pero no respondía,
buscaba dar definiciones generales (Soph.
Elecnh., 183, B,7)
Se dice, por ejemplo, que cierta vez cuando trató de definir qué era la
valentía, Sócrates salía de su casa, recorría la plaza pública de Atenas y a
todo el que encontraba lo requería que definiera lo que es la valentía, hasta
que por fin se encontró con un general ateniense y le formuló la misma
pregunta: “¿Qué es la valentía?”. Entonces el general le contestó diciéndole
que la valentía consiste en atacar al enemigo y en no huir jamás. Sócrates al
instante le replicó: Esa contestación que me has dado no es del todo
satisfactoria, porque muchas veces en la batalla los generales mandan al
ejército retroceder para llevar al enemigo al lugar estratégico donde pueda
aniquilarlo o destruirlo. El general toma de buena gana lo referido por
Sócrates y le da otra definición ante la cual nuevamente Sócrates se
insatisface de ello, y así prosiguen las interrogaciones para alcanzar una
definición perfecta, librándose cada vez de imperfecciones, puliéndose, sin
llegar a conseguir una definición definitiva y del todo perfecta.
Es por eso que, el método mayéutico
consistía en el arte de hacer decir al interlocutor lo que Sócrates pensaba o
que lo digan a la manera que él quería, llegando a descubrir la verdad.
Sócrates sacaba así la verdad de las inteligencias más limitadas por medio de
preguntas bien elaboradas y graduadas, de manera que, poco a poco y por sí
mismas, llegasen a dar solución a problemas complejos.
Sócrates es el
inventor de la inducción, entendido
éste como el pasar de los hechos singulares o particulares al concepto
universal. Para Sócrates, este concepto universal constituía la verdadera
ciencia, y obtener los conceptos universales (o ciencia de los universales) es
el fin de la filosofía.
El conocimiento,
el concepto y la definición
Referente a la concepción de Sócrates sobre el conocimiento, el concepto
y la definición, Rosental-Iudin[2] precisa lo siguiente: ”El objetivo supremo del saber no es de carácter
teórico, sino práctico: el arte de vivir. El conocimiento, según Sócrates, es el
pensamiento, el concepto sobre lo general. Los conceptos se ponen de manifiesto
por medio de la definición, y se generalizan mediante la inducción. El propio
Sócrates dio ejemplos de definición y generalización de conceptos éticos (por
ejemplo, de la virtud, de la justicia). La definición de un concepto es
precedida de una conversación en cuyo transcurso, por medio de preguntas
sucesivas, se hace ver al interlocutor que se contradice a sí mismo. El
descubrimiento de las contradicciones permite desechar el conocimiento
aparente, y la inquietud en que ello sume al entendimiento, estimula a pensar
en busca de la verdad auténtica”.
En el campo de
la Psicología, sobre la base del pensamiento de Sócrates, se dio origen a dos
métodos psicológicos: el método de la introspección
o de la autoobservación, y el método de la extrospección
o de la observación externa.
La filosofía
Se inició en la
filosofía, probablemente estudiando los sistemas de Empédocles, Diógenes de
Apolonia y Anaxágoras. Para Sócrates la tarea de la filosofía era el
conocimiento del hombre, encerrada en la divisa “Conócete a ti mismo”. Sólo
quien sabe que no sabe procura saber, mientras quien se cree en posesión de un
saber ficticio no es capaz de investigar, no se preocupa de conocer su Yo interno
y Yo externo y permanece alejado de la verdad, la ciencia y la virtud (Areté). Con Sócrates, la filosofía es la
búsqueda de la verdad y el medio para llegar a la sabiduría a través del
diálogo. La pasión máxima de Sócrates durante su vida era el amor a la
sabiduría, el cariño que tenía por la búsqueda de la verdad poliédrica, del verdadero
saber y del bien moral.
En la concepción
socrática la filosofía es autoconocimiento o autognosis y sin conocimiento
moral no hay autodominio. La filosofía se dirige a engendrar el concepto moral
y con ello a engendrar la moralidad en la vida del hombre. La ciencia del
hombre se limita a la ciencia de la moral y todo acto moral es el que lleva a
la felicidad humana.
Para Sócrates la filosofía tiene por fin obtener los conceptos universales. El hombre es la medida de todas las cosas, pero no el hombre individual en cuanto tiene de personal y subjetivo, sino el hombre como naturaleza y razón. Pero no en el sentido relativo de hombre o de escepticismo antropológico que concebía el sofista Protágoras de Abdera cuando decía que “El hombre es la medida de todas las cosas” y “Cada cosa es para mí, según se me muestra a mí; y para ti, según se te muestra a ti”.
Los órganos
sensoriales
En la concepción
socrática son falsos los datos que nos proporcionan los sentidos, éstos no sólo
engañan, sino que también inducen a error, y sólo el pensamiento nos conduce a
la verdad. Y para encontrar la verdad el alma debe separarse o alejarse del
cuerpo (solo en la muerte se alcanzará la sabiduría).
Las cosas
Todas las cosas
nacen de sus contrarias. Por ejemplo: lo bello es lo contrario de lo feo; lo
justo de lo injusto; y lo mismo sucede en una infinidad de cosas;…como también
si cuando una cosa se hace más grande, es de toda necesidad que antes haya sido
más pequeña, para adquirir después esta magnitud…asimismo, lo más fuerte viene
de lo más débil; lo más ligero de lo más lento…la vida tiene su contraria, que
es la muerte, así como la vigilia tiene el sueño y entre ellas hay una
operación intermedia que hace posible el paso de una a otra…que el paso de la
vigilia al sueño es el adormecimiento y el paso del sueño a la vigilia es el
acto de despertar.
Hay dos clases de cosas: las cosas visibles, que son siempre las
mismas, y las cosas invisibles o inmateriales, que están en continuo
cambio. El cuerpo se conforma con las cosas visibles y el alma con las cosas
invisibles y como las cosas invisibles no pueden ser vistas el alma deviene en
una naturaleza invisible y el cuerpo en naturaleza visible.
El alma y la
verdad
El
alma descubre la verdad por medio del razonamiento y logra alcanzar la
sabiduría. Y es el pensamiento o el razonamiento por el cual se descubre la
esencia pura y verdadera de las cosas sin la intermediación de los órganos
sensoriales.
El cuerpo, con
todas sus pasiones nunca nos conduce a la sabiduría y no deja discernir la
verdad. Sólo gozamos de la sabiduría después de la muerte, y mientras estemos
en esta vida sólo llegaremos a la verdad con el alejamiento del cuerpo,
renunciando a todo comercio con él, y cediendo sólo a la necesidad…hasta que
Dios mismo venga a libertarnos.
Siempre que se
vea a un hombre estremecerse y retroceder cuando está a punto de morir, es una
prueba segura de que tal hombre ama, no la sabiduría, sino su cuerpo, y con el
cuerpo los honores y riquezas, o ambas cosas a la vez.
Nuestras almas
existían antes de este tiempo, antes de aparecer bajo esta forma humana; y
mientras estaban así, sin cuerpos, sabían…pero también el alma existe después
de la muerte, puesto que debe volver a la vida.
Sobre la inmortalidad
del alma: si el alma existe
previamente y nace de la muerte o del estado de muerte, debe existir después de
morir para poder nacer de nuevo. El alma es inmortal, ya que es la causa de la
vida, y lo contrario de la vida es la muerte, porque lo que no admite la muerte
se dice que es inmortal. El alma además de imperecedero existe en otro mundo y
que una vez muerto el alma del hombre va a Hades.
El alma del ser humano se parece a lo que es divino, a lo que es capaz
de mandar y de ser dueño. El alma se caracteriza por ser muy semejante a lo que
es divino, por ser inmortal, invisible, inteligible, simple, indisoluble,
siempre lo mismo y siempre semejante a sí misma.
Dícese que
después de la muerte de alguno, el genio, que le ha conducido durante la vida,
lleva el alma a cierto lugar, donde se reúnen todos los muertos para ser
juzgados, con el fin de que vayan desde allí al Hades con el guía, que es el
encargado de conducirles de un punto a otro, y después que han recibido allí
los bienes o los males, a que se han hecho acreedores, y han permanecido en
aquella estancia todo el tiempo que les fue designado, otro conductor los
vuelve a la vida presente después de muchas revoluciones de siglos.
El alma es un ser invisible que marcha a un paraje puro e invisible, a
los infiernos, cerca de un dios lleno de bondad y de sabiduría, cerca del cual
goza de la felicidad, liberado de sus errores, de la ignorancia, de los
temores, pasiones y demás males afectos a la naturaleza humana y para estar con
los dioses toda la eternidad. El alma existe antes de venir a animar el cuerpo,
pero que ella existía después de la muerte.
No hay nadie que
no convenga en que ni Dios, ni la esencia y la idea de la vida, ni cosa alguna
inmortal pueden perecer. Si el alma es inmortal, hay necesidad de cuidarla no
sólo durante la vida, sino también para el tiempo que viene después de la
muerte.
El cuerpo
La única función
del cuerpo es atender a los objetos mediante los sentidos. Y cuando el alma se
sirve del cuerpo para considerar algún objeto, sea por la vista, el oído o por
cualquier otro sentido, se ve entonces atraída por el cuerpo hacia las cosas,
que no son nunca las mismas y se extravía, se turba, vacila y tiene vértigos,
como si estuviera ebria; todo por haberse ligado a cosas de esta naturaleza.
El cuerpo se
parece a lo que es mortal, a lo que es capaz de obedecer y de ser esclavo.
Nuestro cuerpo se parece perfectamente a lo que es humano, mortal, sensible,
compuesto, disoluble, siempre mutable y nunca semejante a sí mismo.
Cuando la muerte
sorprende al hombre, lo que hay en él de mortal muere, y lo que hay de inmortal
se retira, sano e incorruptible, cediendo su puesto a la muerte.
La sabiduría
Sólo
el alma está preparada y purificada para conocer la verdad. Mientras el alma
examina las cosas por sí misma, sin recurrir al cuerpo, se dirige a lo que es
puro, eterno, inmortal, inmutable, se une y estrecha con ello cuanto puede y da
de sí su propia naturaleza, entonces cesan sus extravíos porque está unida a lo
que no cambia jamás y participa de su naturaleza y este estado del alma es lo
que se llama sabiduría.
La sabiduría es
la única moneda de buena ley, y por ella es preciso cambiar todas las demás
cosas.
Saber es
conservar la ciencia que se ha recibido y no perderla. Olvidar es perder la
ciencia que se tenía antes.
Debemos trabajar
toda nuestra vida en adquirir la virtud y la sabiduría, porque el precio es
magnífico y la esperanza grande.
De suerte que es
de necesidad absoluta que hayamos tenido conocimientos antes de nacer.
El aprender y
la reminiscencia
Aprender no es más que acordarse…para acordarse, es
preciso haber sabido antes la cosa de que uno se acuerda. Aprender es recobrar
la ciencia que teníamos. Reminiscencia es recordar cosas que se habían
olvidado por el transcurso del tiempo, o por haberlas perdido de vista.
La virtud
La
verdadera virtud es una purificación de toda suerte de pasiones. La templanza,
la justicia, la fortaleza y la sabiduría misma son purificaciones.
El concepto de alma
El filósofo Sócrates es el creador del concepto de alma ligado al hombre y que no puede ser
captado ni visto por los sentidos, concepto
que ulteriormente lo tomaría la concepción judeocristiana.
Fedón, es
un diálogo escrito por Platón, en el que se narra las últimas horas de la vida
de Sócrates antes de beber la cicuta. Aquí se aborda la inmortalidad del alma,
la preexistencia del alma con respecto al cuerpo, la filosofía de la muerte y
se expone las razones por las que Sócrates no debe temer la muerte, sino
recibirla con alegría y satisfacción por cuanto existe una vida en el más allá
y hay una ley cósmica que premia o castiga las almas, según su comportamiento
en este mundo terrenal.
En
la concepción socrática, es por medio del razonamiento cómo el alma descubre la
verdad, y no es mediante el cuerpo porque éste induce al error a través de los
sentidos. La muerte consiste en la separación del alma y del cuerpo, de manera
que ambos quedan solos. El alma vive después de la muerte del hombre, y los
hombres después de la muerte vuelven a la vida; nuestra
El
alma, además se caracteriza por ser eterno, invisible, inmaterial, inmortal,
inteligible, simple, indisoluble, indestructible, siempre lo mismo y siempre
semejante a sí propia y por existir en otro mundo. El alma no puede ser capaz
de vicio, el alma combate las pasiones del cuerpo; el alma hace que el cuerpo
esté vivo; el alma tiene necesidad de ser cuidada durante la vida y para el
tiempo que viene después de la muerte. El alma se parece a lo que es divino y
nuestro cuerpo a lo que es mortal.
La
obra Fedón contiene las demostraciones de la inmortalidad del alma
expresados en el ciclo eterno de los contrarios, en la teoría de la anamnesis,
en la simplicidad y en la teoría de las ideas.
Por el ciclo
eterno de los contrarios. Existe un ciclo eterno en el que las almas pasan de
esta vida a la otra vida y los vivos nacen de los muertos, así como los muertos
fueron vivos previamente; si esto es verdad, nadie puede dudar de la
inmortalidad del alma y lo encontramos en la ley por la cual los contrarios
nacen de los contrarios, así si la muerte es lo opuesto de la vida y surge de
ésta, la vida surgirá de la muerte.
Por la teoría de
la anamnesis (recuerdo). El conocimiento como recuerdo. El alma, según
Sócrates, ha contemplado en otro momento las ideas y el conocimiento en este
mundo consiste en recordar aquel contacto. Según lo expuesto se confirmaría la
preexistencia del alma antes de nacer en la forma humana. Sócrates hace aquí
una exposición de la teoría de la reminiscencia y evoca la idea de igualdad que
nos permite conocer los objetos iguales en este mundo. Tenemos que haber
recibido el conocimiento de las Ideas de Belleza, Bien etc.... antes de haber
nacido y ahora lo recordamos a través de las percepciones puesto que lo
habíamos perdido. Queda demostrado que el alma existe antes del nacimiento,
pero no que siga existiendo después de la muerte.
Por la
simplicidad. Utiliza lo simple (cosas a las que, por su propia
naturaleza, les corresponde ser impasibles y no sufrir alteración alguna.) y lo
compuesto (cosas a las que corresponde, por su propia naturaleza, el disolverse
y perecer), lo visible y lo invisible. Lo que es siempre de la misma manera es
lo simple, y lo que cambia es lo compuesto, de la misma forma la realidad
invisible se encuentra siempre en el mismo estado y la visible en permanente
cambio. El cuerpo es semejante a los seres visibles y el alma a los invisibles.
El alma es lo que se relaciona con lo divino y lo inmortal, lo inteligible, lo
uniforme y lo indisoluble. En definitiva, mientras que al cuerpo le corresponde
disolverse y desaparecer, al alma le corresponde ser completamente indisoluble
o aproximarse a este estado.
Por la teoría de
las ideas. La mutua exclusión de los contrarios ideales. Lo contrario jamás
será contrario a sí mismo, algo no puede ser grande y pequeño a la vez y que no
solo las ideas contrarias no soportan la aproximación mutua y que también hay
otras muchas cosas como por ejemplo los números pares y los impares. Estos
explican que las cosas no siendo contraría a algo igual no acepta esa cualidad
contraría, así siendo el alma vida rechaza la muerte, por lo tanto es inmortal
e indestructible.
La
obra Fedón incluye, finalmente, un mito sobre el destino de las almas
después de la muerte, según este existe un sistema de castigos y premios
eternos según nuestras acciones.
En términos generales y con respecto a su
teoría del conocimiento Sócrates era el eterno enamorado de la verdad, del saber,
de la virtud, de la bondad y del bien social. Razonaba sobre las cosas humanas,
la virtud, la piedad, la impiedad, lo bello, lo feo, lo justo, lo injusto, la
sabiduría, la ignorancia, la poesía, la música, el arte, la locura, la
valentía, el mal, el bien, el Estado, la esclavitud, la libertad y el hombre de
Estado, etc., para concluir que el hombre libre era aquél que poseía
conocimientos, y el hombre esclavo, aquél que carecía de conocimientos.
En el campo de
la gnoseología Sócrates se dedicó a la búsqueda del verdadero conocimiento, de
la esencia de las cosas (el qué cosa es)
como principio fundamental de sus razonamientos cotidianos. Combatió el
relativismo y el escepticismo de los sofistas; defendió la posibilidad de un
conocimiento genuino, pero al mismo tiempo profesó un singular escepticismo que
lo tradujo en el aforismo “Sólo sé que no sé nada”, tratando de refutar
tácitamente la pretendida sabiduría que pregonaban sus opositores, los sofistas. Y al afirmar que no sabía nada estaba
reconociendo que le faltaba saber mucho más y estaba reconociendo
implícitamente los límites del saber humano.
“Sócrates sólo
fue escéptico- indica Jean Wahl[3]- en el sentido
de que buscaba la verdad. Tal es el sentido que debemos atribuir a la frase
“sólo sé que no sé nada”. No obstante, hubo probablemente en Sócrates y, en
menor medida, en Platón, como ha mostrado P. E. More, un ingrediente de
escepticismo en el sentido ordinario de la palabra, que apareció más claramente
en los filósofos de la Academia Nueva…”
Sócrates trató
de eliminar el saber aparente y de encontrar por sí mismo la verdad, el
concepto en sí. Creía en la existencia de verdades absolutas que el hombre
puede conocer racionalmente. Era un convencido que el auténtico conocimiento
surge a través del diálogo, de preguntas y respuestas, del cuestionamiento
sistemático, de las actitudes críticas del saber.
Sócrates llegó a
sentir mucha obsesión por la sentencia del oráculo de Delfos que decía
“Conócete a ti mismo”; es decir, analízate, examínate, pregúntate, acude a tu
vida interna en busca de la explicación de tu propio ser, de la verdad, del
bien, de la virtud, del saber y de la cultura. “Esta sentencia -dice Leisegang
en su Introducción a la filosofía- se
consideraba en la Antigüedad como la primera tarea que el filósofo debía
proponerse”.
Se interesó
muchísimo porque el ciudadano supiese lo que es en particular, que descubriese
su virtud y la realizase, que llegara a conocerse a sí mismo para luego conocer
a los demás.
El conocimiento auténtico no era para Sócrates el saber teórico o puro,
sino el saber práctico (la techne),
el saber útil para el hombre.
Sócrates consideraba la sabiduría humana en su sentido relativo, en tanto
y en cuanto el hombre tiene que ir paulatinamente descubriéndola a medida que
avance en su permanente búsqueda hasta encontrarla e ir acumulando cada vez
mayor número de conocimiento.
“La sabiduría -
decía Sócrates[4]- es la única
moneda de buena ley, y por ella es preciso cambiar todas las demás cosas. Con
ella se compra todo y se tiene todo: fortaleza, templanza, justicia; en una
palabra, la virtud no es verdadera sino con la sabiduría, independientemente de
los placeres, de las tristezas, de los temores y de todas las demás pasiones.
Mientras que, sin la sabiduría, todas las demás virtudes, que resultan de la
transacción de unas pasiones con otras, no son más que sombras de virtud;
virtud esclava del vicio, que nada tiene de verdadero ni de sano…”
En
la Grecia antigua Sócrates afirmó que el propósito de nuestro conocimiento debe
estar dirigido a aprender a vivir mejor y que uno vive mejor cuando lo que
realiza es moralmente correcto. Sócrates enfatiza que cuando los hombres actúan
mal, es siempre por ignorancia, lo cual confirma la enseñanza de la ética como
meta de la educación (Danto, 1972; Elkind, 1997).
[1] Runes, Dagobert D. Diccionario de filosofía. Editorial Grijalbo, S.A., 3ª. Edición, México, 1981, p.349
[2] Rosental-Iudin. Diccionario Filosófico. Ediciones Universo, Lima-Perú, mayo de 1984, p.436.
[3] Wahl, Jean. Introducción a la Filosofía. Breviarios Fondo de Cultura Económica.
Primera reimpresión, Colombia, 1997.
[4]
Platón.
Diálogos/ Apología de Sócrates. Critón. Fedón.
Menón. Editorial Mantaro. Primera
edición: julio de 1997, Lima-Perú, p.56