A los 100 años de
vigencia del Apra (XI)
EL PERÚ NUEVO QUE INSURGE CON PUERTAS ABIERTAS A TODOS LOS
CIUDADANOS
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
EL
PERÚ NUEVO QUE INSURGE
Decía
el fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre: «El aprismo, pues, no es
sólo una bandera política; el aprismo, todos los sentimos, es una fuerza que
responde a un anhelo nacional. Es una fuerza que responde a un viejo dolor del
Perú. El aprismo significa el Perú nuevo que insurge, que quiere tomar su
puesto, que quiere peruanizarse, según reza nuestro apotegma».
Al
anochecer del 20 de septiembre de 1930, después que regresaron los dirigentes
apristas exiliados por el oncenio de Augusto B. Leguía, arranca la primera
sesión de Instalación del Partido Aprista Peruano, en Lima, con la concurrencia
de unos cuarenta ciudadanos, la mayoría jóvenes peruanos, con su primer
secretario general Carlos Manuel Cox.
No
cabe duda que el aprismo es un partido político auténticamente peruano: por sus
orígenes intelectuales; por su raíz popular, criollo y mestizo; por su ideario,
por su organización y por sus líderes capaces, honestos, emprendedores y con
visión de futuro.
Los
orígenes intelectuales del aprismo, se encuentran en los sucesos y en las ideas
del siglo diecinueve. Tres hombres peruanos fueron la fuente de inspiración de
Víctor Raúl Haya de la Torre y de los forjadores del aprismo: Francisco de
Paula González-Vigil (1792-1875); Manuel González Prada (1844-1918) y José
Carlos Mariátegui (1895-1930).
Un
equipo de líderes juveniles, dirigidos por Haya de la Torre, prendió en el Perú
y en el continente la llama de la rebeldía, despertaron conciencia adormecidas
por el yugo imperialista norteamericano y sembraron las semillas del aprismo en
el territorio del Perú.
Al
aprismo no lo dirige nadie que no sea la voluntad soberana del pueblo peruano,
cuyas necesidades e intereses defiende y cuyos derechos las protege. Carne y
espíritu de un pueblo peruano con fe y esperanza en un futuro diferente y
mejor.
PUERTAS
ABIERTAS A TODOS LOS PERUANOS
En uno
de sus históricos discursos Haya de la Torre recalcó: «Nuestro Partido no
excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y
altruista del país».
El
aprismo es un partido democrático, antisectario y de participación del pueblo. No
cierra el camino a ninguna posibilidad realista del presente o del futuro para
arribar al cambio estructural del Pueblo Continente Indoamericano. Mantiene sus
puertas abiertas a todos los ciudadanos de buena voluntad que estén dispuestos
a participar en aras del bien común. En el APRA prevalece el Documento Nacional
de Identidad personal y no el carné del Partido.
Promueve
la participación política de todos aquellos que permanecieron al margen del
Estado y que reclaman ahora que se respete sus derechos y se les haga justicia.
Alberga
en su organización a quienes de una u otra forma contribuyen con su trabajo
creativo y honesto a la formación de la riqueza nacional y al proceso de
industrialización del país.
Propicia
el libre juego y debate público de las ideas con ideas, enfrentando combatiendo
al adversario político a la luz de los principios y programas.
Busca
y anhela construir una sociedad mejor con el esfuerzo y la iniciativa de todos.
El aprismo ha luchado, viene luchando y seguirá luchando por dar mayor
participación a la clase trabajadora en los asuntos del Estado antimperialista
y descentralista. El Partido lleva obreros al Parlamento, a los gobiernos regionales,
a los municipios y los educa
técnicamente en la función dirigente y empresarial para un buen cumplimiento de
sus responsabilidades para con el desarrollo y progreso de los pueblos del
Perú.
Cuando
a fines de 1924 se enuncia el Programa del Apra, se presenta ya todo un plan
revolucionario de acción política, de llamamiento a todas las fuerzas dispersas
para unirse en un solo Frente Único de Clases, de ofensiva y defensa contra el
peligro común de la conquista que significaba el imperialismo con el campo
externo y del feudalismo en el orden interno.
El
nuevo Estado de Participación fue enunciado oficialmente en el Programa aprista
de 1931, que es el primer Programa de Gobierno del Partido Aprista Peruano y
que fue acordado por el primer Congreso Nacional del PAP reunido en Lima de
agosto de septiembre de 1931. El 9 de octubre de 1931 el candidato a la
Presidencia de la República del Perú por el Partido Aprista Víctor Raúl Haya de
la Torre recibió del Comité Ejecutivo Nacional este Programa, ante una asamblea
de más de ochenta mil apristas reunidos en la Plaza San Martín de Lima, siendo
la primera vez en el Perú que un candidato aceptara el programa que fue
preparado por la dirigencia y militancia de este Partido político, programa,
que dicho sea de paso, fue leído por el propio Haya de la Torre en su gira
electoral.
Dijo,
entonces, el jefe y fundador del Aprismo: «Nosotros los apristas propiciamos un
nuevo tipo de Estado, basado no en el ciudadano como cantidad sino en el
ciudadano como calidad. Por eso nuestro Estado tenderá a ser un Estado de
participación de tipos aquellos que en una forma o en otra contribuyan con
trabajo, es decir, a la formación de la riqueza nacional. Queremos un Estado en
el cual cada hombre participe, sin abandonar su función vital de trabajador…».[1]
Propicia
el aprismo un nuevo Estado de participación de todas las clases sociales, razas
y pueblos, sin distinción alguna. Estado de Participación del hombre como
ciudadano (cuantitativamente) y como trabajador (cualitativamente) en la
creación, producción y en los servicios y beneficios de la riqueza nacional.
«El aprismo no excluye de sus rangos a nadie
que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país. Sólo no caben en
él los egoísmos y los traficantes, los fariseos de la democracia y los sórdidos
servidores del despotismo y la injusticia», señala Haya de la Torre.
Dicha
participación no es exclusiva de una clase ni excluyente de las otras clases
sociales. No es exclusivo de las clases productoras ni excluyente de las clases
consumidoras. No es exclusivo de los trabajadores manuales ni excluyentes de
los trabajadores intelectuales. Tiende a comprometer la participación de todas
las clases sociales, sean productoras y consumidoras, sean manuales o intelectuales,
en la gestión, decisión y conducción del Estado. De un Estado de minorías y
para las minorías, se convierte en un Estado de mayorías y para las mayorías.
De un
Estado de participación de una sola clase (ya capitalista, ya proletaria –
socialista) se convierte en un Estado de participación de todas las clases
(Frente Único de Clases o policlasismo) y para todas las clases que sufren la
agresión imperialista.
Es así
como es el nuevo Estado la participación reviste un carácter democrático, totalizador,
aglutinante de todas las fuerzas sociales, auto determinante y un interés
predominante social. Una orientación de enmienda de los errores del pasado y
una responsabilidad histórica de afirmación y profundización de la democracia participativa.
Su carácter y dimensión disciplinante determina su orientación unificante a la
vez que cooperadora de fuerzas en conflicto que buscan su liberación de las
garras capitalistas y comunistas opresoras.
Es
función del nuevo Estado el de procurar que la población, que los estamentos de
gobierno nacional, que las instituciones públicas y privadas, que las
organizaciones sociales de base participen en todas sus formas, niveles,
modalidades e instancias. Para ello tratará de guiar, preparar y organizar los
mecanismos de participación, los estímulos a la participación social.
Para
que la participación organizada del pueblo surta los mayores efectos positivos
que demanda una sociedad de cambios, tiene que ser libre, voluntaria,
consciente, horizontal, flexible diversificada, organizada, disciplinada,
permanente y concertada, tiene que ser una participación crítica y
mutuo-crítica, creadora y sin intermediarios ni mecanismos de manipulación
social, participación que llega a dividir el trabajo dando a cada uno su
misión, su labor y su camino a seguir para llegar a ser lo que se proponen ser.
En el
nuevo Estado de Participación plena, no es posible la supervivencia de
ciudadanos y de pueblos pasivos, dóciles, en silencio cómplice, sumisos,
dependientes, dominados y doblegados en sus iniciativas e intereses. Los
ciudadanos y pueblos permanecen en diálogo y consulta con el Gobierno, como
protagonistas históricos que van a ser favorecidos con las políticas de
reformas o cambios estructurales que se pretende implantar. Los ciudadanos y
pueblos permanecen vigilantes y alertas de lo que hace o deja de hacer el
Gobierno que eligieron.
HACIA LA GRAN TRANSFORMACIÓN
“Eso ya
lo dijo Haya de la Torre” o “Eso ya lo ha planteado el Apra”. Son dos frases
muy comunes en el Perú. Corrientemente surgen no sólo de labios apristas, sino
que es frecuente escucharlas en la voz de personas independientes, pero
enteradas. Cuando alguien en nuestro país lanza alguna idea de índole política,
económica, social, de alcance ideológico, de acción gubernamental, de
organización partidista que considera original, no es raro que le digan a boca
de jarro: “Eso ya lo dijo Haya de la Torre”, o “Eso ya lo ha planteado el
Apra”, refiere Pablo Silva Villacorta.[2]
El Partido del Pueblo –llámese también Apra, Partido
Aprista Peruano o Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales- aportó
a la vida política del país toda una original maquinaria de ideas, conceptos,
postulados, iniciativas, principios, planes y programas de gobierno, maquinitas
y slogans de campaña que surgieron del pensamiento de su líder máximo, Haya de
la Torre, de sus dirigentes y militantes.
En
honor a la verdad histórica, sobre la expresión “La Gran Transformación”, cabe
recordar y precisar que Víctor Raúl Haya de la Torre la utilizó por vez primera en el año de 1924. La
reiteró al exponer sus puntos de vista
sobre “La Gran Transformación Continental y Peruana” el 20 de agosto de 1931,
durante el Primer Congreso Nacional de Partido Aprista Peruano, cuando era
candidato a la Presidencia de la República de Perú. Y volvió a utilizarla el 18
de junio de 1978 en su discurso como Presidente de la Asamblea Constituyente
del Perú.
Pruebas
al canto. Haya de la Torre, en su discurso del 20 de agosto de 1931, expresó:
“Por estos ideales vamos a trabajar, a luchar, si es preciso a morir. Porque
sólo dándonos íntegros a esta sagrada causa aprista con la que adviene “la gran
transformación”, podremos realizar la segunda revolución de la Independencia
del Perú y de América que sólo será posible cuando conquistemos nuestra paz y
nuestra libertad, nuestra superación material y espiritual…”[3]
El 18
de junio de 1978, Haya de la Torre, en su condición de Presidente de la
Asamblea Constituyente del Perú, enfatizó: “Aquí estamos, con un claro mandato
y un eminente designio, como resultado de esta revolución pacífica, cuyas
raíces vienen muy de atrás. Se nos ofrece en 1978, la oportunidad de realizar
aquella “Gran transformación” con que soñamos las juventudes rebeldes de 1923 y
por la que vivieron luchando y muriendo con gloria, millares de peruanos en los
últimos cincuenta años”.[4]
“…Si
el aprismo ha de conducir el movimiento político del Perú, lo conducirá
revolucionariamente, con un sentido creador de la gran transformación, pero con
el menor dolor posible para el pueblo, con el menor sufrimiento, no
sacrificándolo a la ambición, a la violencia o al terror, como aquellos que no
reparan ni respetan aquello que es un derecho inalienable del pueblo: su
derecho a la vida, a la paz y la justicia con plenitud y libertad”.[5]
“Queremos
que dentro del régimen y gobierno apristas no haya pueblos olvidados ni aldeas
retrasadas…este movimiento recobra todos los valores del pueblo peruano para
que tengan la certeza de que si triunfamos, la gran transformación empezará por
las provincias”[6]
No con
poca razón el APRA es un Partido Escuela, que proviene del gran movimiento
cultural forjado al calor de las Universidades Populares Gonzales Prada, como
producto social de la continental Reforma Universitaria iniciada en 1918.
Partido Escuela o Partido Docente, que enseña al que no sabe para liberarlo de
la ignorancia e incorporarlo a una nueva sociedad participativa, inclusiva,
productiva, digna y justa.
En un
país de “analfabetos de abajo”, “analfabetos de arriba” y
“alfabetos-analfabetos”, el primer paso para hacer una verdadera revolución
social por los que menos tienen era emprender la Gran Transformación de los espíritus,
liberar a las masas de la ignorancia, mediante la justa distribución de la
riqueza educativa y cultural que lleva implícita la de la riqueza material.
EL APRISMO
Y EL FUTURO DEL PERÚ
Ahora
el futuro del Perú está en manos de todos los peruanos. Y el aprismo como movimiento
que integra en su organización a trabajadores manuales e intelectuales, a estudiantes,
obreros, campesinos, profesionales, comerciantes, industriales, empresarios,
etc., está llamado a cumplir su rol protagónico mediante la construcción de una
democracia funcional (social, política, económica, educativo-cultural y moral)
que depare mayores niveles de justicia distributiva, de libertad plena, de solidaridad social y de respeto a los
derechos humanos.
Hoy
como ayer, está llamado a defender los derechos de la inmensa mayoría
nacional para mejorar sus condiciones de
vida con un pan más en la mesa, con un trabajo permanente y estable, con
remuneración digna, vivienda cómoda y decorosa, educación gratuita, etc.
El
aprismo aspira a erradicar políticas de gobierno de corte populista, demagógico
o que están al servicio de los grandes grupos de poder económico, de empresas
oligopólicas transnacionales y de la nefasta oligarquía plutocrática nacional.
Este histórico
movimiento político no se cansará de realizar todos los esfuerzos y las
iniciativas posibles, para resolver, progresivamente, los problemas
fundamentales de desempleo, subempleo, oligopolio, contaminación ambiental,
inseguridad ciudadana, analfabetismo,
salubridad, corrupción e inmoralidad en
la administración pública, narcotráfico,
terrorismo, etc., y superar definitivamente la auto-explotación del hombre, la
explotación del hombre por el hombre y la explotación del hombre por el Estado.
Mal hacen,
entonces, aquellos voceros y dirigentes de la izquierda totalitaria e
irresponsable o de la derecha reaccionaria y conservadora, que se tapan la cara
y los oídos para no ver ni escuchar el eco resonante por doquier de los
triunfos apristas, que tratan de negar
irracionalmente la vigencia de la filosofía, doctrina e ideología del aprismo
fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
El
aprismo se mantiene vigilante ante las intrigas, mentiras y maquinaciones de
los enemigos políticos; permanece alerta a las malintencionadas e injustas
críticas de algunos medios de comunicación comprometidos con los tradicionales
o renovados grupos de poder económico.
El
aprismo, en su compromiso histórico con el futuro del Perú, no claudicará jamás
su consigna de lucha por la defensa de la libertad, la democracia funcional, el
Estado de Derecho, el derecho de los trabajadores manuales e intelectuales y la
justicia social para todos los peruanos e indoamericanos.
Creo
interpretar y explicar con lo expuesto el compromiso histórico del APRA con el
pueblo peruano e indoamericano, ahora más que nunca a los 100 años de su
vigencia.
Lima, 4 de febrero de 2024 / ETN.