Artículos periodísticos y de investigación

Translate

3 de febrero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (XI) El Perú Nuevo que insurge con puertas abiertas a todos los ciudadanos

 A los 100 años de vigencia del Apra (XI)

EL PERÚ NUEVO QUE INSURGE CON PUERTAS ABIERTAS A TODOS LOS CIUDADANOS

 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

 EL PERÚ NUEVO QUE INSURGE

 Decía el fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre: «El aprismo, pues, no es sólo una bandera política; el aprismo, todos los sentimos, es una fuerza que responde a un anhelo nacional. Es una fuerza que responde a un viejo dolor del Perú. El aprismo significa el Perú nuevo que insurge, que quiere tomar su puesto, que quiere peruanizarse, según reza nuestro apotegma».

 Al anochecer del 20 de septiembre de 1930, después que regresaron los dirigentes apristas exiliados por el oncenio de Augusto B. Leguía, arranca la primera sesión de Instalación del Partido Aprista Peruano, en Lima, con la concurrencia de unos cuarenta ciudadanos, la mayoría jóvenes peruanos, con su primer secretario general Carlos Manuel Cox.

 No cabe duda que el aprismo es un partido político auténticamente peruano: por sus orígenes intelectuales; por su raíz popular, criollo y mestizo; por su ideario, por su organización y por sus líderes capaces, honestos, emprendedores y con visión de futuro.

 Los orígenes intelectuales del aprismo, se encuentran en los sucesos y en las ideas del siglo diecinueve. Tres hombres peruanos fueron la fuente de inspiración de Víctor Raúl Haya de la Torre y de los forjadores del aprismo: Francisco de Paula González-Vigil (1792-1875); Manuel González Prada (1844-1918) y José Carlos Mariátegui (1895-1930).

 Un equipo de líderes juveniles, dirigidos por Haya de la Torre, prendió en el Perú y en el continente la llama de la rebeldía, despertaron conciencia adormecidas por el yugo imperialista norteamericano y sembraron las semillas del aprismo en el territorio del Perú.

 Al aprismo no lo dirige nadie que no sea la voluntad soberana del pueblo peruano, cuyas necesidades e intereses defiende y cuyos derechos las protege. Carne y espíritu de un pueblo peruano con fe y esperanza en un futuro diferente y mejor.

 PUERTAS ABIERTAS A TODOS LOS PERUANOS

 En uno de sus históricos discursos Haya de la Torre recalcó: «Nuestro Partido no excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país».

 El aprismo es un partido democrático,  antisectario y de participación del pueblo. No cierra el camino a ninguna posibilidad realista del presente o del futuro para arribar al cambio estructural del Pueblo Continente Indoamericano. Mantiene sus puertas abiertas a todos los ciudadanos de buena voluntad que estén dispuestos a participar en aras del bien común. En el APRA prevalece el Documento Nacional de Identidad personal y no el carné del Partido.

 Promueve la participación política de todos aquellos que permanecieron al margen del Estado y que reclaman ahora que se respete sus derechos y se les haga justicia.

 Alberga en su organización a quienes de una u otra forma contribuyen con su trabajo creativo y honesto a la formación de la riqueza nacional y al proceso de industrialización del país.

 Propicia el libre juego y debate público de las ideas con ideas, enfrentando combatiendo al adversario político a la luz de los principios y programas.

 Busca y anhela construir una sociedad mejor con el esfuerzo y la iniciativa de todos. El aprismo ha luchado, viene luchando y seguirá luchando por dar mayor participación a la clase trabajadora en los asuntos del Estado antimperialista y descentralista. El Partido lleva obreros al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios  y los educa técnicamente en la función dirigente y empresarial para un buen cumplimiento de sus responsabilidades para con el desarrollo y progreso de los pueblos del Perú.

 Cuando a fines de 1924 se enuncia el Programa del Apra, se presenta ya todo un plan revolucionario de acción política, de llamamiento a todas las fuerzas dispersas para unirse en un solo Frente Único de Clases, de ofensiva y defensa contra el peligro común de la conquista que significaba el imperialismo con el campo externo y del feudalismo en el orden interno.

 El nuevo Estado de Participación fue enunciado oficialmente en el Programa aprista de 1931, que es el primer Programa de Gobierno del Partido Aprista Peruano y que fue acordado por el primer Congreso Nacional del PAP reunido en Lima de agosto de septiembre de 1931. El 9 de octubre de 1931 el candidato a la Presidencia de la República del Perú por el Partido Aprista Víctor Raúl Haya de la Torre recibió del Comité Ejecutivo Nacional este Programa, ante una asamblea de más de ochenta mil apristas reunidos en la Plaza San Martín de Lima, siendo la primera vez en el Perú que un candidato aceptara el programa que fue preparado por la dirigencia y militancia de este Partido político, programa, que dicho sea de paso, fue leído por el propio Haya de la Torre en su gira electoral.

 Dijo, entonces, el jefe y fundador del Aprismo: «Nosotros los apristas propiciamos un nuevo tipo de Estado, basado no en el ciudadano como cantidad sino en el ciudadano como calidad. Por eso nuestro Estado tenderá a ser un Estado de participación de tipos aquellos que en una forma o en otra contribuyan con trabajo, es decir, a la formación de la riqueza nacional. Queremos un Estado en el cual cada hombre participe, sin abandonar su función vital de trabajador…».[1]

 Propicia el aprismo un nuevo Estado de participación de todas las clases sociales, razas y pueblos, sin distinción alguna. Estado de Participación del hombre como ciudadano (cuantitativamente) y como trabajador (cualitativamente) en la creación, producción y en los servicios y beneficios de la riqueza nacional.

 «El aprismo no excluye de sus rangos a nadie que esté listo al servicio sacrificado y altruista del país. Sólo no caben en él los egoísmos y los traficantes, los fariseos de la democracia y los sórdidos servidores del despotismo y la injusticia», señala Haya de la Torre.

 Dicha participación no es exclusiva de una clase ni excluyente de las otras clases sociales. No es exclusivo de las clases productoras ni excluyente de las clases consumidoras. No es exclusivo de los trabajadores manuales ni excluyentes de los trabajadores intelectuales. Tiende a comprometer la participación de todas las clases sociales, sean productoras y consumidoras, sean manuales o intelectuales, en la gestión, decisión y conducción del Estado. De un Estado de minorías y para las minorías, se convierte en un Estado de mayorías y para las mayorías.

 De un Estado de participación de una sola clase (ya capitalista, ya proletaria – socialista) se convierte en un Estado de participación de todas las clases (Frente Único de Clases o policlasismo) y para todas las clases que sufren la agresión imperialista.

 Es así como es el nuevo Estado la participación reviste un carácter democrático, totalizador, aglutinante de todas las fuerzas sociales, auto determinante y un interés predominante social. Una orientación de enmienda de los errores del pasado y una responsabilidad histórica de afirmación y profundización de la democracia participativa. Su carácter y dimensión disciplinante determina su orientación unificante a la vez que cooperadora de fuerzas en conflicto que buscan su liberación de las garras capitalistas y comunistas opresoras.

 Es función del nuevo Estado el de procurar que la población, que los estamentos de gobierno nacional, que las instituciones públicas y privadas, que las organizaciones sociales de base participen en todas sus formas, niveles, modalidades e instancias. Para ello tratará de guiar, preparar y organizar los mecanismos de participación, los estímulos a la participación social.

 Para que la participación organizada del pueblo surta los mayores efectos positivos que demanda una sociedad de cambios, tiene que ser libre, voluntaria, consciente, horizontal, flexible diversificada, organizada, disciplinada, permanente y concertada, tiene que ser una participación crítica y mutuo-crítica, creadora y sin intermediarios ni mecanismos de manipulación social, participación que llega a dividir el trabajo dando a cada uno su misión, su labor y su camino a seguir para llegar a ser lo que se proponen ser.

 En el nuevo Estado de Participación plena, no es posible la supervivencia de ciudadanos y de pueblos pasivos, dóciles, en silencio cómplice, sumisos, dependientes, dominados y doblegados en sus iniciativas e intereses. Los ciudadanos y pueblos permanecen en diálogo y consulta con el Gobierno, como protagonistas históricos que van a ser favorecidos con las políticas de reformas o cambios estructurales que se pretende implantar. Los ciudadanos y pueblos permanecen vigilantes y alertas de lo que hace o deja de hacer el Gobierno que eligieron.

 HACIA LA GRAN TRANSFORMACIÓN

 Eso ya lo dijo Haya de la Torre” o “Eso ya lo ha planteado el Apra”. Son dos frases muy comunes en el Perú. Corrientemente surgen no sólo de labios apristas, sino que es frecuente escucharlas en la voz de personas independientes, pero enteradas. Cuando alguien en nuestro país lanza alguna idea de índole política, económica, social, de alcance ideológico, de acción gubernamental, de organización partidista que considera original, no es raro que le digan a boca de jarro: “Eso ya lo dijo Haya de la Torre”, o “Eso ya lo ha planteado el Apra”, refiere Pablo Silva Villacorta.[2]

 El  Partido del Pueblo –llámese también Apra, Partido Aprista Peruano o Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales- aportó a la vida política del país toda una original maquinaria de ideas, conceptos, postulados, iniciativas, principios, planes y programas de gobierno, maquinitas y slogans de campaña que surgieron del pensamiento de su líder máximo, Haya de la Torre, de sus dirigentes y militantes.

 En honor a la verdad histórica, sobre la expresión “La Gran Transformación”, cabe recordar y precisar  que  Víctor Raúl Haya de la Torre la  utilizó por vez primera en el año de 1924. La reiteró  al exponer sus puntos de vista sobre “La Gran Transformación Continental y Peruana” el 20 de agosto de 1931, durante el Primer Congreso Nacional de Partido Aprista Peruano, cuando era candidato a la Presidencia de la República de Perú. Y volvió a utilizarla el 18 de junio de 1978 en su discurso como Presidente de la Asamblea Constituyente del Perú.

 Pruebas al canto. Haya de la Torre, en su discurso del 20 de agosto de 1931, expresó: “Por estos ideales vamos a trabajar, a luchar, si es preciso a morir. Porque sólo dándonos íntegros a esta sagrada causa aprista con la que adviene “la gran transformación”, podremos realizar la segunda revolución de la Independencia del Perú y de América que sólo será posible cuando conquistemos nuestra paz y nuestra libertad, nuestra superación material y espiritual…”[3]

 El 18 de junio de 1978, Haya de la Torre, en su condición de Presidente de la Asamblea Constituyente del Perú, enfatizó: “Aquí estamos, con un claro mandato y un eminente designio, como resultado de esta revolución pacífica, cuyas raíces vienen muy de atrás. Se nos ofrece en 1978, la oportunidad de realizar aquella “Gran transformación” con que soñamos las juventudes rebeldes de 1923 y por la que vivieron luchando y muriendo con gloria, millares de peruanos en los últimos cincuenta años”.[4]

 “…Si el aprismo ha de conducir el movimiento político del Perú, lo conducirá revolucionariamente, con un sentido creador de la gran transformación, pero con el menor dolor posible para el pueblo, con el menor sufrimiento, no sacrificándolo a la ambición, a la violencia o al terror, como aquellos que no reparan ni respetan aquello que es un derecho inalienable del pueblo: su derecho a la vida, a la paz y la justicia con plenitud y libertad”.[5]

 “Queremos que dentro del régimen y gobierno apristas no haya pueblos olvidados ni aldeas retrasadas…este movimiento recobra todos los valores del pueblo peruano para que tengan la certeza de que si triunfamos, la gran transformación empezará por las provincias”[6]

 No con poca razón el APRA es un Partido Escuela, que proviene del gran movimiento cultural forjado al calor de las Universidades Populares Gonzales Prada, como producto social de la continental Reforma Universitaria iniciada en 1918. Partido Escuela o Partido Docente, que enseña al que no sabe para liberarlo de la ignorancia e incorporarlo a una nueva sociedad participativa, inclusiva, productiva, digna y justa.

 En un país de “analfabetos de abajo”, “analfabetos de arriba” y “alfabetos-analfabetos”, el primer paso para hacer una verdadera revolución social por los que menos tienen era emprender la Gran Transformación de los espíritus, liberar a las masas de la ignorancia, mediante la justa distribución de la riqueza educativa y cultural que lleva implícita la de la riqueza material.

 EL APRISMO Y EL FUTURO DEL PERÚ

 Ahora el futuro del Perú está en manos de todos los peruanos. Y el aprismo como movimiento que integra en su organización a trabajadores manuales e intelectuales, a estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, comerciantes, industriales, empresarios, etc., está llamado a cumplir su rol protagónico mediante la construcción de una democracia funcional (social, política, económica, educativo-cultural y moral) que depare mayores niveles de justicia distributiva,  de libertad plena, de  solidaridad social y de respeto a los derechos humanos.

 Hoy como ayer, está llamado a defender los derechos de la inmensa mayoría nacional  para mejorar sus condiciones de vida con un pan más en la mesa, con un trabajo permanente y estable, con remuneración digna, vivienda cómoda y decorosa, educación gratuita, etc.

 El aprismo aspira a erradicar políticas de gobierno de corte populista, demagógico o que están al servicio de los grandes grupos de poder económico, de empresas oligopólicas transnacionales y de la nefasta oligarquía plutocrática nacional.

 Este histórico movimiento político no se cansará de realizar todos los esfuerzos y las iniciativas posibles, para resolver, progresivamente, los problemas fundamentales de desempleo, subempleo, oligopolio, contaminación ambiental, inseguridad ciudadana,  analfabetismo, salubridad, corrupción  e inmoralidad en la administración pública,  narcotráfico, terrorismo, etc., y superar definitivamente la auto-explotación del hombre, la explotación del hombre por el hombre y la explotación del hombre por el Estado.

 Mal hacen, entonces, aquellos voceros y dirigentes de la izquierda totalitaria e irresponsable o de la derecha reaccionaria y conservadora, que se tapan la cara y los oídos para no ver ni escuchar el eco resonante por doquier de los triunfos apristas,  que tratan de negar irracionalmente la vigencia de la filosofía, doctrina e ideología del aprismo fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.

 El aprismo se mantiene vigilante ante las intrigas, mentiras y maquinaciones de los enemigos políticos; permanece alerta a las malintencionadas e injustas críticas de algunos medios de comunicación comprometidos con los tradicionales o renovados grupos de poder económico.

 El aprismo, en su compromiso histórico con el futuro del Perú, no claudicará jamás su consigna de lucha por la defensa de la libertad, la democracia funcional, el Estado de Derecho, el derecho de los trabajadores manuales e intelectuales y la justicia social para todos los peruanos e indoamericanos.

 Creo interpretar y explicar con lo expuesto el compromiso histórico del APRA con el pueblo peruano e indoamericano, ahora más que nunca a los 100 años de su vigencia. 

Lima, 4 de febrero de 2024 / ETN.



[1] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Obras completas. Tomo 5, Editorial Juan Mejía Baca,  segunda edición, Lima, 1984,  pág.68.

[2] Silva Villacorta, Pablo. Adónde van las ideas de Haya de la Torre. Una nueva visión sobre las ideas que conforman la doctrina del APRA. Lima-Perú, 1966, pág.13.

[3] Haya de la Torre, Víctor Raúl. Política Aprista. Editorial Imprenta Amauta, segunda edición. Lima –Perú, 1967, pág.54

[4] En: Víctor Raúl Haya de la Torre y la Fraternidad. Ediciones “22 de Febrero”, Prólogo de Ignacio Campos. Lima, 1987, pág.127

[5] Sánchez, Luis Alberto. Correspondencia Luis Alberto Sánchez-Haya de la Torre, tomo I, Ed. Mosca Azul,  Lima, 1982, p.294

[6] Sánchez, Luis Alberto. Op.cit., tomo 1, pág.296

Compartir:

Entradas anteriores