A los 100 años de vigencia del Apra (VII)
LIBERTAD CON PAN Y DEMOCRACIA CON JUSTICIA
SOCIAL EN EL PERÚ
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
El Apra durante los cien
años de su vigencia siempre enarboló las banderas de la democracia, la
libertad, el pan y la justicia social; libertad con pan, pero si no hay pan, optaban
primero por la libertad para tener derecho a pedir el pan, para exigir
manifestaciones y elecciones libres, sin fraudes y sin vetos como el mejor
camino para alcanzar la verdadera justicia. Y los apristas fueron y son los
primeros en apreciar y valorar la libertad porque lo perdieron en muchos años
del siglo XX, lo perdieron en la Penitenciaría, en el asilo, en las cárceles, etc.
Haya de la Torre, en uno
de sus discursos públicos del 25 de febrero de 1961 manifestó: “De manera que
no es el pan sin libertad de los prisioneros o de los esclavos, o de los
animales domésticos bien tenidos lo que nos importa. El pan sin libertad es el
pan de los totalitarios. Nosotros necesitamos pan con libertad. O libertad con
pan. Libertad para escoger nuestro camino, libertad para organizarnos, libertad
para educarnos. Y cuando venga un tirano de abajo o de arriba, diciéndonos:
“aquí tienes el pan”, respondámosle con la frase del evangelio: “No sólo de pan
vive el hombre…” O respondámosle con el fallo histórico del Imperio Romano:
“Pan y circo, señor, fueron el origen de la decadencia del Imperio Romano”. No.
¡Pan con Libertad! ¡Democracia con justicia! Eso es lo que queremos. Eso es lo
que pueden realizar los partidos fuertes, eso es lo que pueden cumplir los
ciudadanos con conciencia clara”.
En estos cien años de
permanente e incansable lucha del Apra, por la libertad, el pan y la justicia
social, tenía por misión histórica defender y afirmar sólidamente los derechos
conquistados de la democracia, mantener su independencia frente a los gobiernos
de turno, criticar de manera responsable y constructiva los errores o
desaciertos del gobierno; ser celoso defensor de los derechos fundamentales de
los ciudadanos, de las normas institucionales, de la democracia constituida, de
los Poderes del Estado y del Estado de derecho.
El Apra tenía y tiene por
misión histórica combatir y erradicar a los grupos de agitación y violencia, a
los narcotraficantes y a los terroristas totalitarios; ser fiel defensor de las
elecciones libres, elecciones sin trafas ni trampas; permanecer alerta a las
maquinaciones de los comunistas y sus aliados; denunciar las maniobras de los
enemigos del sufragio, de la democracia y de la soberanía popular o de quienes
buscan impedir las elecciones, cortarlas o torcerlas. Además, abrir los brazos
a todo aquel que quiera entrar en la corriente democrática y rechazar los
intentos de destrucción de la democracia y del Estado de derecho.
El Apra al cumplir sus
cien años de vigencia se mantiene a pie firme en su lucha por sus principios, planes, programas y
proyectos de gobierno, en la defensa de los derechos ciudadanos a una vida
mejor y a una remuneración justa por sus jornadas laborales. Ni un paso atrás,
siempre dos o más pasos hacia adelante hasta realizar la Gran transformación
integral del Perú, manteniendo vigente su clara y rectilínea posición
revolucionaria, nacionalista, democrática, humanista, anti demagógica, anti
totalitaria, anticomunista y antifascista, en defensa de los más necesitados,
débiles e indefensos, tras largos años de haberse visto obligado a ser
oposicionista, a mantenerse en la oposición e ilegalidad.
Para el Apra la
democracia es una ecuación de deberes y derechos e implica grandes
responsabilidades com partido grande e histórico. No hay transformación
posible, firme, segura y duradera sin una democracia política y democracia económica
consolidada y auténtica.
El Apra es la vanguardia de la izquierda democrática
en el Perú y en Indoamérica. El Apra es
democrático con criterio cualitativo económico; la democracia es una norma de
vida política de nuestros pueblos dentro de un Estado de derecho. El Apra considera
a la democracia como una función política y social con contenido funcional. Preconiza
una Democracia Funcional, Económica y Social, de tipo nuevo y característicamente
indoamericana, manteniendo siempre la vigencia de la soberanía popular como
base de todas las demás soberanías.
Para el Apra la democracia económica es la
que considera no solamente al hombre como miembro de un Estado representativo
que se gobierna por decisión de las mayorías ciudadanas, sino también la que
considera como fundamentales entre los derechos y deberes de esas mayorías los
que corresponden a la dimensión económica.
La democracia funcional supone que los trabajadores manuales e intelectuales forman parte de la dirección de la vida del Estado, que se incorporan a la vida cívica del país, que se hacen copartícipes del destino de la Nación y que contribuyen a precisar, con su cooperación política y social, el nuevo sentido de la democracia revolucionaria afirmada en la Justicia Social. El Apra postula la democracia integral (política y económica), que proclama con la libertad el derecho al pan y con el pan el derecho a la justicia social.
El APRA es desde su origen un movimiento que
quiere justicia para todos los ciudadanos sin exclusión de ninguna clase y
lucha por ella con todos los leales, responsables y honestos, hasta lograr un
país libre, unido, culto y justo.
Pero sí rechaza a los claudicantes, a los
traidores, a los tránsfugas políticos y a los oportunistas, a los que en las
horas de buena expectativa brindan su ayuda para luego abandonar en las horas
de mayor riesgo, sacrificio y peligro.
El Apra en sus cien años de combate sin
tregua ha respondido a su fe y ha hecho de ésta la enseña promisoria del Perú
nuevo, redimido y justo.
Haya de la Torre bien lo dijo: “El camino de
la marcha y lucha del Apra tiene las huellas de su sangre, porque es el camino
de los fuertes. Lo conocemos. Ha sido abierto por la energía joven que nació
estremecida, de una vieja esperanza. Vibra y anima la conciencia de un pueblo
que ya no quiere esperar. De un pueblo que cura sus hondas heridas y se apresta
a la obra de sus propias realizaciones. De un pueblo que no importó su credo ni
pidió prestadas sus consignas, porque se las dio a sí mismo, recogidas del
suelo que pisa. Y el aprismo es eso: dolor viril que brota de la propia tierra.
Es el Perú que renace animado por lo que hay de eterno y de profundo en el Perú
que fue. Es la obra truncada de los Incas, que resurge a través de cuatro
siglos de yugo sobre su raza. Por eso, con el aprismo retorna la Justicia
Social del Tahuantinsuyo. Nosotros la hacemos nuestra, y, como una vieja
bandera gloriosamente rendida, la izamos en los mástiles nuevos de nuestras
rebeldías de hoy”[1].
Y algo más escribió Haya de la Torre: “El aprismo quiere que el Perú base su progreso en el aumento creciente de riqueza para fines de desarrollo espiritual, de libertad, en buena cuenta, de justicia, porque juzga que no hay felicidad, ni bienestar ni progreso si hay injusticia; e inversamente, no hay injusticia que pueda ser base efectiva y perdurable de felicidad. Por esto, el Partido Aprista se llama Partido de la Justicia Social, términos también relativos en cuanto a su aplicación o interpretación en cada país porque lo que es injusticia social en un pueblo, ya no lo es en otro; ejemplo, la lucha contra el analfabetismo, problema de justicia social para el Perú, no lo sería ya para Alemania o Inglaterra, donde la justicia social ya impone otros problemas”.[2]