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30 de enero de 2024

A los 100 años de vigencia del Apra (V) El fenómeno del colonialismo americano y el Aprismo

  A los 100 años de vigencia del Apra (V)

EL FENÓMENO DEL COLONIALISMO AMERICANO 

Y EL APRISMO

 

Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete

 

Cabe indicar inicialmente que el período colonial se inicia en el mundo desde la primera mitad del siglo XVI y dura hasta la finalización del primer cuarto del siglo XIX, cuando la mayoría de los países de América habían ya obtenido su Independencia. España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda llegaron a ser importantes metrópolis que extendieron sus colonias por todo el universo; también daneses y rusos se dividieron las vastas tierras americanas y establecieron sus dominios en ellas. De las colonias organizadas aparecieron las nuevas naciones y sociedades dominadas o colonizadas.

Con los conquistadores españoles llegaron a Perú y a América frailes y misioneros, franciscanos, jesuitas y dominicos con supuestos fines de propagar su credo y fe católica y educar, civilizar y evangelizar al indio.

España no sólo se limitaba a colonizar y explotar, sino que descubría, exploraba, conquistaba y civilizaba. La colonización hispánica se inició con el segundo viaje de Colón a la isla  española (Santo Domingo) y muy pronto se extendió desde el norte de California hasta la Tierra del Fuego.

Los vastos dominios estaban divididos en un principio en dos grandes virreinatos: Virreinato de México o de la Nueva España (1535) que  comprendía la mitad austral de los Estados Unidos de América, México, Guatemala, Cuba y Puerto Rico; y el Virreinato del Perú (1544) que comprendía el territorio de América del Sur con excepción del Brasil.

Posteriormente, los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata, además las Capitanías Generales de Guatemala, Chile, Venezuela, Cuba y Florida. Cada virreinato y capitanía general se dividía en Intendencias.

El período colonial dio lugar a la toma de posesión de terrenos desocupados u ocupados por pueblos incultos, generando la ocupación y la conquista. La gobernación de las nuevas tierras conquistadas fue originando múltiples disposiciones, estatutos y ordenanzas, conocidas como las leyes de indias, produciendo un modelo de legislación colonial, único en el mundo y el establecimiento en España del Consejo de indias, que era la máxima autoridad después del rey en lo relacionado con la legislación y administración de las colonias de ultramar y se creó la casa de contratación para los asuntos de comercio con las Indias.[1]

Leyva Arguedas señala que entre los imperios coloniales de aquella época, el más extenso poblado e importante fue el Imperio Colonial Español, cuyo centro principal correspondió a la ciudad de Lima (en ese entonces la segunda ciudad española después de Madrid), que era la capital del virreinato del Perú, desde donde se ejerció control sobre tierras tan lejanas como las Filipinas. El Imperio Español, llegó a su máximo esplendor durante el reinado de Carlos V, gracias a sus enormes posesiones coloniales, habiéndose hecho popular la frase: “Carlos V, en cuyos dominios no se pone el Sol”; constituyendo en esa época, el más grande imperio colonial de la historia. Luego siguieron en importancia los imperios coloniales de Inglaterra, Francia, Portugal y Holanda.[2]

El 26 de julio de 1529 se firmó la denominada “Capitulación de Toledo” (Toledo era la ciudad-sede del Consejo de Indias en España) autorizándosele a  Francisco Pizarro a emprender la delicada empresa de descubrir, conquistar y poblar el Perú.  La Corona española le concedió de por vida a Pizarro los títulos de Gobernador, Capitán General, Adelantado y Alguacil Mayor como máxima autoridad civil y militar de la colonia por fundar, además se le confirió la facultad de distribuir tierras y solares y para “encomendar” indios con el propósito principal de ser adoctrinados en la fe católica.

Si en lo político, -refiere Bonilla Amado-. La conquista del Tahuantinsuyo significó la pérdida de la soberanía imperial, que pasó a depender de España, en el plano de la cultura la colonización fue un largo proceso a través del cual la cultura occidental dominante fue desplazando o mezclándose con la cultura andina dominada, dando como resultado una realidad nueva que no era ni europea ni indígena sino mestiza. El mestizaje es el basamento actual de la realidad peruana…[3]

La llegada de los españoles a tierras del Tahuantinsuyo dio lugar a la destrucción del próspero régimen económico y social existente, disolviéndose el espíritu comunitario, distribuyéndose los tesoros de los templos y palacios, se repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse siquiera por su porvenir como fuerzas y medios de producción. Los colonizadores se preocuparon casi únicamente de la explotación del oro y de la plata peruanos. El régimen colonial desorganizó y aniquiló la economía agraria incaica, sin reemplazarla por una economía de mayores rendimientos, conlcuye José Carlos Mariátegui en su obra “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”.

Con la llegada de los conquistadores a suelo peruano las tierras comunales se convirtieron en latifundios de propiedad individual. La idea de posesión territorial con todas las consecuencias del jus utendi et abutendi, era el centro de todas las grandes empresas españolas, francesas, inglesas, portuguesas y holandesas diría Francisco García Calderón en “El Perú Contemporáneo”.

De lo que resulta en el Perú un estado colonizado al servicio de una clase dominante e improductiva (oligarquía feudal) subalterna de grandes intereses extranjeros, con hegemonía cultural que no en pocas veces trató de imitar, de aceptar, de copiar y de aplicar postulados, preceptos, principios, programas, recetas o consignas procedentes de otros países, ajenos a la nuestra. Las riquezas nacionales fueron explotadas y usufructuadas con creces por el conquistador extranjero, consolidándose los lazos primeros de dominación y de dependencia mediante el cual el capital extranjero empezó rigiendo la economía nacional, y, consiguientemente, el estado peruano perdió su soberanía económica y política y su identidad cultural. El imperialismo económico vino unido con el imperialismo cultural-político.

Consiguientemente, no se equivocó Víctor Raúl Haya de la Torre cuando al analizar el fenómeno del colonialismo americano manifestó que éste fue de doble extracción: de derecha y de izquierda, que floreció entre la primera y segunda Guerra Mundial.

Dijo Haya de la Torre: “Los oligarcas y sus epígonos intelectuales importaron todo lo extranjero, sin espíritu crítico y sin voluntad de asimilación. Funcionó la pereza mental. Europa fue calcada sumisamente. No importó conocer al Perú. Bastaba el trasplante del Viejo Mundo: hombres, ideas, instituciones. La derecha peruana imitó a España, Francia y Estados Unidos. Su mimetismo las redimió del esfuerzo original de estudiar el país y rastrear soluciones propias, dando respuestas adecuadas. Luego vino el coloniaje de izquierda: El jacobinismo zurdo también utilizó los mismos métodos de trasposición mecánica. Copiaron a Marx, a Lenin, a Stalin. Fueron deslumbrados por la URSS y se amamantaron de fetiches ideológicos extraños y exóticos. Recogieron voces y consignas de otras realidades, sin hacer inventario y se esforzaron por aplicarlas al Perú, como recetas mágicas. “Lo que es bueno para Rusia, es necesariamente bueno para el Perú”. Razonaron igual que los colonos de derecha, que se refocilaban pensando: “Lo que es bueno para Francia, es necesariamente bueno para el Perú”.

Harry Kantor, en su “Ideología y Programa del Movimiento Aprista”, expresa: “Enfatizan los apristas, que el gobierno español mantuvo un firme control sobre sus colonias y, como resultado, el grupo gobernante en América Latina miraba a ultramar para recibir asesoramiento y dirección. Debido a que América Latina ha permanecido como una colonia en lo económico, argumentan los Apristas que los grupos gobernantes han desarrollado un colonialismo intelectual que les obligaba a seguir buscando sus ideas en el exterior”.

El Estado colonial que imperó en Perú e Indoamérica dio lugar al acentuado espíritu paternalista en el campo ideo-político tras permanente importación de recetas económicas y de credos políticos, incremento del chauvinismo nocivo, intervencionismo vacuo,  proliferación de frentes comunistas y frentes de derecha, todos ellos culpables de la desorientación y la falta de conciencia política ciudadana.

A raíz de la vigencia del Estado colonial se mantuvo la pretensión universalista de solución de los problemas latinoamericanos desde corrientes ideológicas foráneas, recibiendo “consejos”, aplicando recetas económicas, viviendo en un mundo ideo-político que jamás les perteneció. Estudiantes, educadores, intelectuales, escritores, periodistas, políticos, empresarios, entre otros, vivieron aislados del gran conjunto continental de pueblos indoamericanos: “Unos por ignorancia – refiere Víctor Raúl Haya de la Torre- y por imitar a Europa a cuyos vaivenes y luchas estaban atentos. Otros por recelos, por calcar aquí los jingoísmos y hostilidades del Viejo Mundo que tanto provecho dan a los políticos mediocres”.

En la concepción de Víctor Raúl Haya de la Torre, los colonos mentales o políticos europeizantes aglutinados en el conservador estado nacional peruano se caracterizan por ser apóstatas de Bolívar y vasallos del Viejo Mundo, por imitar fielmente a sus tutores europeos, por carecer de capacidad y autonomía para pensar por sí mismo, por tratar de aplicar los libros europeos a la realidad peruana, por conceptualizar a América Latina como a un “país-isla”, como a un continente inmaduro, desarticulado, incapaz de dar soluciones a sus complejos y múltiples problemas.

Por eso es que el Aprismo, al formular su concepción de un nuevo Estado, recusa toda forma de influencia extranjera en la vida política y cultural de nuestros pueblos. Para el Aprismo el nuevo Estado no debe ser colonia de ningún imperialismo, ni de derecha ni de izquierda totalitaria, no debe ser colonia de ningún dogma ideológico y de ningún país foráneo. El nuevo Estado deberá encontrar y abrir su propio derrotero, sin imitar ni copiar modelos foráneos, estableciendo como norma de su ideario el principio denominado por el Aprismo; “interdependencia intercontinental”.

El Aprismo sostiene que el nuevo Estado debe contar con autonomía ideológica, cultural y política; no debe aceptar la transferencia o el trasplante de recetas mágicas traídas como jalado de los cabellos de otros mundos; debe ser ajeno del tradicional estado mimetista de idearios y realidades que no le pertenecen. Para el Aprismo aquí en el Perú y en cada uno de los países latinoamericanos es posible encontrar la solución de sus propios problemas, con ideas propias, con propias organizaciones político-sociales, estrategias y tácticas revolucionarias. Reformas sí, pero no coloniaje ni sumisión a un nuevo amo. “Queremos que las ideas de justicia y libertad surjan de nosotros, sean aplicadas por nosotros y realizadas por nosotros”. Se aprovecha sí la experiencia y los adelantos culturales, científicos y tecnológicos de los países desarrollados, pero en forma “metabolizados”, es decir, asimilados, digeridos, adaptados a nuestra realidad, concibiendo que la libertad, la justicia y la revolución no vienen ni se hacen desde afuera vía control remoto, sino que surgen desde adentro y para los propios peruanos e indoamericanos.

El nuevo Estado Aprista propugna un estado reivindicador de la originalidad en la concepción y el tratamiento de los problemas. Postula alternativas de solución originales, creativas, propias y nuevas que permitan alcanzar la democracia integral, la justicia social y la libertad plena sin necesidad de caer en un remedio socialista neocolonial de la Internacional roja o de la Internacional negra.

El Aprismo mantiene su principio original que dice: “La lucha por la justicia es una lucha que puede producirse en cualquier pueblo, en cualquier ámbito, de acuerdo con las realidades y con las condiciones sociales y económicas del lugar en que se producen” y “sin tener que inventar un ambiente europeo en una realidad americana”.

Haya de la Torre precisa: “No necesitamos que de afuera vengan a enseñarnos cómo se hace la revolución. La revolución la hacemos nosotros con plena conciencia de nuestro designio histórico. Los colonos, los alienados, los hipotecados a las potencias extranjeras, aunque se revistan de radicalismo y de revolucionarismo, en realidad sólo representan al neocolonialismo que pretende, con sus nuevas fórmulas imperiales, la sujeción de nuestros pueblos subdesarrollados”.[4]

La doctrina aprista precisa y subraya que los países europeos para subsistir y alcanzar su desarrollo tuvieron que explotar pueblos, necesitaron de imperios coloniales y de zonas de influencia y crearon virreinatos de ultramar. En cambio, los países latinoamericanos tenemos en nuestro propio territorio geográfico todo aquello que Europa busca fuera de sus linderos continentales. Para ello solamente “necesitamos organizar nuestra propia producción de riqueza, explotar, desarrollar y hacer surgir todo aquello que está en potencia conocido en nuestro suelo, y coordinar la acción de nuestros pueblos, en vez de someter a ningún pueblo”.



[1] Enciclopedia Ilustrada CUMBRE, Tomo 3, Editorial Cumbre S.A., México, Tercera edición, 1962.

[2] Leyva Arguedas, Carlos. “El Imperialismo y la respuesta antimperialista de Latinoamérica”,  Lima, 1988, pp.34-35.

[3] Bonilla Amado, José. “Perú Colonial”, Ediciones Kuntur, Lima, 1989, p.136.

[4] Discurso de Víctor Raúl Haya de la Torre, el 18 de febrero de 1972, en la ciudad de Lima, Perú.

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