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23 de enero de 2024

El APRA en los 100 años de su vigencia (I)

             EL APRA EN LOS 100 AÑOS DE SU VIGENCIA             (I)

Escribe:

Dr. Eudoro Terrones Negrete 

 

La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), durante los cien años de su vigencia en el Perú y en Indoamérica, recibió diversas denominaciones: Partido del Pueblo, Partido de Frente Único de Clases Explotadas, Partido de los Trabajadores Manuales de Intelectuales, Partido integrador de las fuerzas renovadoras, inteligentes y progresistas de los pueblos del Perú e Indoamérica, Partido de la Reforma social y Partido Popular de la Gran Transformación y Partido Aprista Peruano.  Y no obstante el tiempo transcurrido desde su fundación en la ciudad de Méjico el 7 de mayo de 1924 por el trujillano Víctor Raúl Haya de la Torre y otros dirigentes de primer nivel, y en el Perú  el 20 de setiembre de1930, el aprismo se mantiene a pie firme con sus principios y valores, con su filosofía, ideología y doctrina.



MOVIMIENTO HISTÓRICO

El APRA es un movimiento histórico, antimperialista, popular, nacionalista, democrático, libertario, revolucionario, antifeudal, antimilitarista, antioligárquico, integracionista y cooperativista; condicionado por un determinismo social, económico y moral y que engendró sus propios instrumentos de expresión y realización humana, con renovada mística, con singular estrategia, táctica y disciplina de lucha, refinados principios y valores éticos y acrisolada visión de futuro.

Los apristas, desde la fundación de su Partido, supieron luchar con dedicación, fraternidad y heroicidad, con insuperable sacrificio, ofrendando inclusive sus vidas y en otras, permaneciendo en las cárceles, siendo perseguidos y exiliados, sufriendo las brutales dictaduras,  y viviendo indignados por el servilismo degradante de las clases oligárquicas, dominantes y entreguistas de la riqueza del Perú y de los países indoamericanos.

Antenor Orrego, en su discurso inaugural de las Universidades Populares González Prada de Trujillo (Perú), llegó a caracterizar los últimos veinte años de la República: “Hace veinte años que las clases dominantes están disolviéndose por su impotencia, por su incultura, por su inmoralidad, por su ausencia absoluta de sentido político, por su personalismo negativo y ciego, tal poder ha sido en sus manos una facción, una conspiración contra “intereses permanentes de la nacionalidad, una sedición de oligarquías hepáticas y de grupos personalistas. Echad un vistazo panorámico sobre la historia de estas dos últimas décadas y os convenceréis de la verdad de estas aserciones”.

Y algo más dijo: “Nada se ha construido, nada se ha podido construir. Los partidos políticos no han sido sino etiquetas de palabras que no respondieron a ninguna realidad efectiva. Carecieron siempre de todo sentido de responsabilidad cívica…Lo único que persiguen era la teta fiscal…Cuando las clases dominantes no tienen o han perdido ya su responsabilidad histórica, asistimos al espectáculo repugnante a que estamos asistiendo estos días. Largas listas de soplones magníficamente estipendiados, altas matronas orgullosas que vivían de la delación, prensa degradada que cobraba el elogio, glorificaba el crimen y el robo…”

Históricamente el Apra se enfrentó y luchó contra el capitalismo privado y el capitalismo de Estado y contra el “colonialismo mental” europeo y dijo “¡Abajo los mimetismos políticos”, rechazó todo intento de búsqueda de modelos, de patrones, de imitaciones o de copias en otros continentes e impulsó las banderas de la defensa de nuestros recursos naturales, etc.

El Partido del Pueblo es un glorioso partido y lo dijo su fundador, jefe, maestro y guía Víctor Raúl Haya de la Torre: con “gran responsabilidad de comando. No tuvimos por qué quedarnos como un partido de oposición. Nosotros fuimos llevados a la oposición, a la fuerza y por la fuerza, porque nacimos como partido grande, y quien nace como grande, debe comportarse como grande”, a la altura de su sagrada y heroica misión de lucha derivando en una organización de tipo continental, con voz nueva que marcha al compás del dictado de las necesidades y esperanzas de los países indoamericanos, interdependientes unos de otros y hermanos en la victoria, sabiendo que a más derechos a que aspiran los ciudadanos y los pueblos corresponden más deberes, para no perder el ómnibus de la historia en el contexto de una política de coexistencia pacífica entre los Estados Unidos del Norte y los Estados Desunidos del Sur para superar la política de la guerra fría y hacer viable el lema aprista de “Interamericanismo Democrático sin Imperio”.

En 1945, Haya de la Torre anunció en la Plaza San Martín de Lima, el lema de lucha por la justicia social: “No queremos quitarle la riqueza al que la tiene, sino crearla para el que no la tiene”.

ENTRE DICTADURAS Y RELATIVAS DEMOCRACIAS

Durante el siglo XX el Apra ha recorrido y enfrentado a inhumanas dictaduras y relativas democracias, matizados de períodos de coexistencia o convivencia política, en defensa de un Estado democrático y Estado de Derecho, por un fiel respeto a la Constitución política, por la afirmación de las libertades públicas y la defensa de los derechos fundamentales de las personas. Buscaba restablecerse, recomponerse, reorganizarse y retomar nuevos caminos y nuevos rumbos por la búsqueda y captura del poder y la realización de la justicia social.

Épocas duras, pero necesarias, fueron aquellas en las que el Partido del Pueblo  tuvo que conceder los votos apristas a sus opositores e iniciar un diálogo civilizado, constructivo, con juego limpio en la vida política nacional, que propicie e impulse la fraternidad con todos los peruanos e indoamericanos. Mantuvo en todo momento su libertad de criterio, su autonomía conceptual, su derecho a la oposición constructiva, su derecho a elegir y ser elegido, avanzando a paso firme y seguro en las conciencias ciudadanas, en la conciencia política del país.

NO QUERÍA SER SOLO NI QUE LO TACHEN DE PARTIDO ÚNICO

El Apra, desde sus años aurorales anheló llegar a la conciencia del pueblo, anheló que surgieran en el Perú otros partidos políticos, “aparecieran nuevas doctrinas, nuevas ideologías, nuevos ensayos de organización”, no quería ser solo ni que se lo tachen de partido único “por el hecho de que los otros no saben organizarse” e incluso el jefe, maestro y guía Haya de la Torre les ofreció mandarles “instructores apristas para que organizaran sus partidos”.  

Esta convocatoria pública que hizo el Aprismo para que el Perú tuviera más y mejores partidos políticos no demoró mucho tiempo. De pronto empezaron a proliferar nuevos partidos; unos, producto del consenso de grupos; otros, surgidos de las malas aguas, que se convirtieron en pseudopartidos, partidos poco o nada serios, corrompidos por dentro y por fuera, que hacían grandes negocios y servían como “vientres de alquiler”.

Víctor Raúl Haya de la Torre  comentó así en un mitin de la Fraternidad: “Hemos conseguido llegar a la conciencia de cada elector hasta poder darnos el gusto y el lujo de decir antes de una elección que cada uno vote según su conciencia, sabiendo que la mayoría votaría por aquellos candidatos que representaban realmente la esperanza del país, y que a otros grupos, quizá con un subconsciente humorístico, les diera la ilusión de que tenían grandes electorados”.

La prédica de Víctor Raúl a lo largo de su existencia y de sus jornadas de lucha, -herejía inicialmente y predicción cumplida después-, era el de “hacer menos pobres a los pobres”, que “nuestro pueblo tenga pan y libertad, que nuestro campesino tenga tierras, que nuestros muchachos tengan educación libre y gratuita” y que “salgamos de la pobreza y la miseria” y llegar a ser un país próspero, feliz y justo, manteniendo el principio de la propiedad privada y que todo país subdesarrollado es capaz de progresar e industrializarse mediante la ayuda del capital extranjero, la ciencia y la tecnología extranjera. No olvidemos que el fundador del Apra, Haya de la Torre, siempre sostuvo que el capital extranjero “era como una transfusión sanguínea de un organismo fuerte a otro débil, que necesitaba desarrollarse. Pero que esa transfusión sanguínea tenía que ser medida y calculada, porque si era excesiva provocaba hemiplejia o parálisis general” y que el capital extranjero era para nuestros países subdesarrollados “como el agua para el desierto; pero que éramos partidarios del agua que riega y no de la inundación que ahoga”.

Recuerda Víctor Raúl que en el año 1931 sostuvo y propuso una vez más la necesidad del capital, la ciencia y la tecnología extranjera para el crecimiento, el desarrollo, el progreso y la industrialización de los países retrasados,  ya sea de Oriente como de Occidente, sino también la necesidad de un Cuarto Poder del Estado, el Congreso Económico Nacional, en el cual estuvieran representados el Capital, el Estado y el Trabajo.

Lima, 23 de enero de 2024 / ETN.

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