PALABRAS DEL
AUTOR
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
Han
transcurrido cien años (1924 -7 de mayo-
1924) y el Perú aún permanece en crisis integral: crisis social, económica,
política, educacional, institucional, jurídica y moral. Sigue siendo un país de
economía dependiente, dominado, centralista y burocratizado; con
judicialización de la política y politización de la justicia; con un proceso de
regionalización mal concebido y aplicado; país sujeto a las condiciones,
exigencias y presiones del capitalismo extranjero; país hipotecado sus recursos
a los intereses extra nacionales; país con desniveles en sueldos y salarios,
inseguridad ciudadana, violencia contra la mujer, desnutrición infantil y
familias peruanas mal nutridas. El Perú sigue siendo un país penetrado por el
narcotráfico, la minería ilegal, el terrorismo y los fuertes lazos de
corrupción e inmoralidad en las esferas de poder y del gobierno.
Y esto no es
todo. El Perú sigue siendo un país con insuficiente y débil producción que no
cubre el mercado de consumo interno, con falta de capacidad empresarial para
transformar los recursos nacionales en bienes y servicios que satisfagan las
necesidades vitales del pueblo. En el Perú impera la ley del embudo en materia
de impuestos, que se expresa en lo ancho para los capitalistas y lo angosto para
la clase obrero-campesina y clase media, para los pequeños y medianos
empresarios.
Han
transcurrido cien años de existencia y el Perú, país de los Incas, había sido
azotado inmerecidamente durante largas décadas por despotismos autoritarios,
por gobiernos reaccionarios e impopulares. El Perú es un país de herencias y
mitos virreinales donde se dieron de la mano caudillos autoritarios, vanidosos
y conservadores, donde coincidieron electoreramente extremismos de derecha e
izquierda, manteniéndose inescrupulosamente en la deleznable trinchera del
colonialismo mental europeo, responsables todos ellos de la división entre
civiles y militares y que tanto daño hizo al futuro destino de los peruanos.
Es lamentable
que políticamente el Perú se mantenga
dividido, con más de 25 partidos políticos inscritos oficialmente en el Jurado
Nacional de Elecciones. Y que a decir del hombre común y corriente esta abundancia
no es nada favorable para el país, puesto que se convierten en los causantes de la inestabilidad
política y la ingobernabilidad, con el
consiguiente descrédito de la política, de los verdaderos políticos y de la
democracia. Así se hace realidad el dicho popular: “En el Perú y América
Latina, divide y reinarás”.
La mayoría de los gobiernos sucedidos
en estos 100 años en el Perú ostentaron carencia de planificación y de
investigación, de equipos técnicos; demostraron improvisación, falta de
previsión, nepotismo, permitieron la apertura de la economía peruana hacia el
exterior desprotegiendo la industria nacional.
La mayoría de
los gobiernos se hicieron de la vista gorda. Mantuvieron empresas que operaban
con modalidades de evasión y defraudación fiscal; permitieron la fuga de
capitales al exterior por el clima de incertidumbre e inseguridad; generaron la
pérdida permanente de credibilidad; permitieron la concentración de la riqueza
en pocas manos; aplicaron un modelo económico neoliberal que pauperizaba a
amplios sectores de la población; consintieron los actos de corrupción e inmoralidad en el manejo
del dinero del Estado.
Por varias
décadas la extrema derecha y la extrema izquierda hicieron de las
organizaciones políticas un partido de contubernios, de negociados, de empresas
electoreras a favor del mejor postor primordialmente de intereses extranjeros.
Convirtieron a los gobiernos anteriores en meros clubes de compadres en busca
del presupuesto nacional para pagar favores políticos; en centros de poder
desde los cuales se amasaban ingentes fortunas y se cometían las más
detestables inmoralidades y corrupciones. Convivieron con oligarcas y
latifundistas, con tecnócratas y burócratas dorados, con contrabandistas y
narcotraficantes del siglo. La esclavitud económica e intelectual se mantenía
en pie.
En un país en
el cual se aplicaron políticas equivocadas, mal dirigidas, pésimamente
concebidas y realizadas en función de intereses oligárquico-plutocráticos y del
capitalismo, no fue difícil comprobar hasta dónde ha ido la imprevisión, la
ignorancia, el entreguismo de los gobernantes, las contemplaciones y los paños
tibios, la negligencia e insensibilidad social, el descuido de quienes llegaron
al gobierno en el pasado en “asalto al presupuesto de la República” y no para
dar solución a las necesidades de la población.
La historia
puso a duras pruebas a los apristas, aunque por mucho tiempo les fueron
arrebatadas y desconocidas sus limpias victorias electorales ora por el
atropello, el veto, el fraude, la persecución, el martirio y el terror. A pesar
de ello los apristas jamás levantaron las banderas del odio, del resentimiento
o de la venganza. Una vez más la historia puso a prueba a los apristas, de los
cuales supieron aprender, supieron comprender, tolerar y esperar todo por la
causa del pueblo, de ese pueblo mayoritario que por muchos años supo de
amarguras, lágrimas, dolores y sangre, pero nunca de arrepentimiento, de
frustraciones ni de pesimismos. Los verdaderos apristas siguen luchando, ahora
más unidos y fuertes que nunca, contra
el enemigo común.
En un tiempo,
los civilistas dijeron de Perú que es un pueblo de “eunucos, sin hombres
bravos” y que “en este país basta un poco de látigo para que todos se
arrodillen”. Los colonos mentales europeos, es decir los
totalitarios nos calificaban como uno de los países “de eco y de reflejos”.
Dictadores y tiranos nos motejaban como “pueblo de cobardes”. La derecha
reaccionaria nos miraba como el “país para los negocios ilícitos”. Oligarcas,
latifundistas y golpistas de Estado nos tenían como “el país incapaz de
gobernarse”. Los escépticos y pesimista, los derrotistas y agentes de la
bancocracia han dicho siempre que “en este país nadie se sacrifica por nada”,
que “en este país todo se compra y todo se vende”, que “en este país todos
comienzan las cosas, pero nunca las completan”.
Empero, ni el
uno ni el otro era el Perú, menos los peruanos. Por el contrario, tal lenguaje
que era propio de los explotadores capitalistas, no pudo calar hondo en la
conciencia ciudadana, ¿Y por qué? Porque aquí en el Perú surgió un gran Partido
del Pueblo que supo llegar sí a la conciencia ciudadana con la verdad en la
doctrina, con la fe y la esperanza puesto en un mejor destino, manteniendo
invicta su línea de acción hacia el infinito, sin subordinación a los viejos y
a los nuevos esquemas o patrones mentales extranjeros, más bien “libre de taras
europeas y más comprensivo de nuestra realidad social y económica” como los
hombres bravos, pueblo de valientes, país de ricas tradiciones, usos,
costumbres, formas de vida y vivencias. Los peruanos, especialmente los
apristas, jamás se rinden, no se rendirán en el futuro ante las cadenas y la
esclavitud, nunca ante el látigo de los opresores. No arriaron sus banderas de
libertad, pan y justicia social, pues mucho ya padecieron por ellas y jamás
darán un paso atrás, pero sí muchos pasos hacia adelante hasta lograr la
victoria final abriendo nuevos caminos de independencia. “Para eso reclamamos
el concurso de todos los buenos peruanos. Sólo pueden tener temor de acometer
tal tarea los que llevan algún pecado en su conciencia” diría en uno de sus
escritos “El Cachorro” Manuel Seoane Corrales.
Esta tarea
histórica y revolucionaria tendrá que acometerse mediante la instauración de un
nuevo Estado que represente los intereses y las aspiraciones de la inmensa
mayoría de peruanos. Un estado aprista nuevo para una sociedad mejor.
Desde sus
años aurorales, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) jamás tomó
modelos foráneos. Definió claramente su propia concepción ideo política con
originales planes y programas de gobierno, con estrategias y tácticas propias,
con criterios y acciones revolucionarias firmemente asentadas en la realidad de
los pueblos, estableciendo como norma de su ideario el principio de la
interdependencia continental y de un antimperialismo integracionista, a la par
de una política nacional con espíritu y dimensión continental. Y como bien lo
concebía Haya de la Torre: “Esto como razón de existir de un movimiento que,
entre el nacionalismo estrecho o el mundialismo ilimitado, encontraba una
posición intermedia, razonable y realista, de interdependencia
intercontinental”.[1]
El APRA
insurgió a la escena política nacional e indoamericana postulando un enfoque
relativista, combatiendo todo dogma en su respuesta al marxismo ortodoxo,
dogmático y trasplantado, sin caer en el coloniaje ni mucho menos en la
sumisión a un nuevo amo de ese comunismo vasallo que aún continúa obedeciendo
recetas europeas. El APRA desde su fundación buscó reivindicar “la originalidad
de nuestro problema”, tratando de explicar a los pueblos que hay principios
científicos, sociológicos y políticos, que no pueden ser aceptados ciegamente y
universalmente, y que no pueden ser copiados o plagiados servilmente, sino que
deben ser interpretados, descubiertos, asimilados, metabolizados, dentro de una
realidad peculiar. Entonces, el APRA estableció claras distinciones “entre las
ciencias que tienen validez universal, las ciencias exactas, las ciencias que
no son llamadas de aplicación, diferentes de aquellas que son ciencias
sociales, la política entre ellas, que no pueden ser admitidas
incondicionalmente como un dogma para todos los pueblos de la tierra”.[2]
El Apra supo
encarar con realismo las doctrinas europeas, con su propio enfoque de los
acontecimientos históricos y problemas diversos:
a) Mientras los comunistas
sostienen que el imperialismo es la etapa superior o última del capitalismo,
los apristas salen al encuentro manifestando que en América Latina el
imperialismo es la etapa inicial, la primera etapa del sistema capitalista.
b) La división del mundo en zonas
capitalistas y comunista (socialista) es inexacto según el aprismo. Lo que
existe es un capitalismo privado (explotación del hombre por el hombre) y un
capitalismo de estado (explotación del hombre por el estado). Y a estos dos
tipos de capitalismo combate históricamente el aprismo.
c) Mientras el comunismo propugna
“la agitación permanente entre los obreros de las industrias extractivas, para
entorpecer la producción y favorecer el progreso de las industrias similares en
Rusia, el aprismo quiere “cumplir la etapa democrática”, organizar
constructivamente el Estado, educar, mejorar, capacitar, defender a las clases
productoras del país, “garantizar la paz laboral y social”.
d) El aprismo surgió como un
movimiento autónomo latinoamericano, sin ninguna intervención e influencia
extranjera. El comunismo, por su parte, nació controlada y dependiente de la
III Internacional.
e) El comunismo es un partido
político de clase, de una sola clase (la proletaria), en cambio el aprismo es
un partido político poli clasista, de Frente Único de clases explotadas.
Dentro de
este marco social, económico y político se cumplen los 100 años de fundación del Apra
continental y el Partido Aprista Peruano, con la absoluta autoridad moral y
responsabilidad, asume su compromiso histórico con todos los peruanos, sin
aires triunfalistas, sin actitudes demagógicas, para operar desde el gobierno
la revolución social, “en un sentido de transformación, de evolución, de
renovación, pero sujeta siempre a los imperativos y limitaciones de la
realidad” como lo quería Víctor Raúl Haya de la Torre, y algo más, pero “dando
a la palabra revolución no el sentido catastrófico de cuartelazo, motín o
anarquía, sino su profunda significación histórica y constructiva”, manteniendo
en vigencia el remozamiento de las irrefutables tesis fundamentales del aprismo
que ahora más que nunca adquieren la importancia y trascendencia histórica que
les depara la confirmación realista de sus predicciones ideo políticas y
económicas con el fin de conquistar la justicia social por un camino propio,
camino equidistante de Washington, de Cuba, de China o de Moscú o de cualquier
otra colonia imperialista.
Perú, país de
históricas tradiciones, con gran riqueza y variados recursos naturales, con
climas benignos, regiones de gran potencial económico, turísticos, forestal e
industrial, con inagotables recursos forestales, de petróleo, fauna y pesca,
sin embargo, se mantenía como un pueblo pauperizado, pésimamente administrado,
mal alimentado, con graves problemas de desempleo, salud, educación, vivienda,
delincuencia e inseguridad ciudadana.
El Apra como
movimiento histórico, que integra en su organización a trabajadores manuales e
intelectuales, a estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, comerciantes,
industriales, empresarios, etc., está llamado a cumplir su rol protagónico
mediante la construcción de una democracia funcional (social, política, económica,
educativo-cultural y moral) que depare mayores niveles de justicia
distributiva, de libertad y fraternidad plenas, de solidaridad social
y de respeto a los derechos humanos. Hoy como ayer, está llamado a defender los
derechos de la inmensa mayoría nacional para mejorar sus condiciones de
vida con un pan más en la mesa, con un trabajo permanente y estable, con
remuneración digna, vivienda cómoda y decorosa, educación gratuita, etc.
El
Apra aspira a erradicar políticas de gobierno de corte populista, demagógico o
que están al servicio de los grandes grupos de poder económico, de empresas
oligopólicas transnacionales y de la nefasta oligarquía plutocrática nacional.
Estamos
convencidos que este gran movimiento político, en caso de llegar por tercera o
más veces al gobierno, no se cansará de realizar todos los esfuerzos y aglutinar
todas las iniciativas posibles, para resolver progresivamente, los problemas
fundamentales de desempleo, subempleo, oligopolio, contaminación ambiental,
inseguridad ciudadana, analfabetismo, salubridad, corrupción e
inmoralidad en la administración pública, narcotráfico, terrorismo,
etc., y así superar definitivamente la auto-explotación del hombre, la
explotación del hombre por el hombre y la explotación del hombre por el Estado.
El
Apra en su compromiso con el futuro del Perú estamos seguros que defenderá la
libertad, la democracia funcional, el Estado de Derecho, el derecho de los
trabajadores manuales e intelectuales y la justicia social para todos los
peruanos e indoamericanos.
A
sus 100 años de fundada el Apra Continental se mantiene vigilante ante las
intrigas, mentiras y maquinaciones de grupos de poder económico; permanece
alerta a las malintencionadas e injustas críticas provenientes de algunos
medios y partidos políticos de la competencia.
Al cumplirse el 7 de mayo de 2024 un
siglo de fundación y vigencia del Apra Continental, entrego a las actuales y nuevas generaciones
políticas de Perú e Indoamérica esta obra que contiene lineamientos básicos
para el conocimiento y el análisis del Apra Continental, bajo el título de
REVOLUCIÓN SIN REMEDO / ANTICOLONIALISMO MENTAL DEL APRISMO.
No se equivocó el fundador y jefe del
Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, cuando al analizar el fenómeno del
colonialismo americano subrayó que éste es de doble extracción: de derecha y de
izquierda; que floreció entre la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Dijo el líder del Apra: Los oligarcas y
epígonos intelectuales importaron todo lo extranjero, sin espíritu crítico y
sin voluntad de asimilación. Funcionó la pereza mental. Europa fue calcada
sumisamente. No importó conocer al Perú. Bastaba el trasplante del Viejo Mundo
de hombres, ideas e instituciones.
La derecha
peruana imitó a España, Francia y Estados Unidos. Su mimetismo las redimió del
esfuerzo original de estudiar el país y rastrear soluciones propias, dando
respuestas adecuadas.
Luego vino el coloniaje de izquierda. El jacobinismo zurdo también
utilizó los mismos métodos de transposición mecánica. Copiaron a Marx, a Lenin,
a Stalin. Fueron deslumbrados por la U.R.S.S. y se amamantaron de fetiches
ideológicos extraños y exóticos. Recogieron voces y consignas de otras
realidades, sin hacer inventario y se esforzaron por aplicarlas al Perú, con
recetas mágicas. Decía, por ejemplo, que “Lo que es bueno para Rusia, es
necesariamente bueno para el Perú”. Razonaron casi igual que los colonos de
derecha, se refocilaban pensando que “Lo que es bueno para Francia, es
necesariamente bueno para el Perú”.
A los 100
años de la fundación del Apra continental (México, 7 de mayo de 1924-2024), con
raíces, ideas, programas y líderes peruanos, los militantes y dirigentes
apristas asumen su gran responsabilidad histórica de tornar al Perú en hogar de
felicidad y bienestar para la inmensa mayoría nacional.
El pueblo
aprista, como exigencia histórica e imperativo de supervivencia, deberá
realizar un proceso integral de modernización, renovación de cuadros, democratización
y jubileo del Partido, conciliando en la
organización la experiencia de los mayores con el ímpetu de la juventud, la
ciencia con la tecnología, la política con la economía y la ética, para
subsistir con éxitos electorales y políticos en el siglo XXI. No es hora para
las divisiones y enfrentamientos internos; es hora de cerrar filas contra la
injusticia, la miseria, el desempleo, el hambre y la ignorancia; los bandos en
conflicto, si los hubiera, deberán unirse para constituir un movimiento colosal
invencible y duradero. Es necesario dirigir y orientar las máximas
preocupaciones y esfuerzos al análisis y la difusión de la ideología y
doctrina, de los planes y programas de gobierno del Partido, la promoción de la
participación cuantitativa y cualitativa de los militantes en las decisiones y
acuerdos de los comités partidarios, dentro del horizonte del cambio y la
transformación dialéctica utilizado por el creador del aprismo, Haya de la
Torre.
No desviarse
del camino correcto. No dejarse llevar por los intereses creados, las
ambiciones personales, los conflictos de intereses, los antivalores y las
fantasías que tuercen el camino de la libertad y la justicia social.
Considero que
en el siglo XXI el pueblo aprista, con sus mejores dirigentes, profesionales y
técnicos, deberá orientar su visión, misión y destino hacia una victoria final con
decisión y coraje, sin sombras y sin pactos ni alianzas. Deberá aspirar a un
triunfo sin remordimientos ni odios y a una culminación sin claudicaciones, sin
transfuguismo ni traiciones, pero sí con lealtad a los ideales y principios del
aprismo y con ejemplaridad democrática.
Mis palabras finales son de agradecimiento especial al compañero José Luis Delgado Núñez del Arco, Presidente Nacional de la Comisión Centenario de Fundación del Apra Continental, por la elaboración del PRÓLOGO, cuyas expresiones valorativas estoy seguro que enriquecerán el contenido de esta obra.
Toronto, Canadá, abril de 2024.
Dr. Eudoro Terrones Negrete.