LA FILOSOFÍA ES UN SABER TEÓRICO, PRÁCTICO,
PROFESIONALIZANTE, RADICAL Y SIN
SUPUESTOS
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones Negrete
Estamos en el siglo XXI y
el hombre sigue reflexionando sobre la filosofía, sus problemas, características
esenciales, utilidad y orientación en un mundo cada vez más complejo,
preocupante y cambiante.
Desde los inicios de la
humanidad hasta nuestros días los filósofos han tratado de comprender,
interpretar, describir y explicar lo que es la filosofía en el contexto de la realidad
natural, social, económica, política y de los avances de la ciencia y la tecnología.
Y después de tantas discusiones y controversias, aún no se obtiene un concepto de
filosofía aceptado por todos los filósofos y válido universalmente.
La filosofía no deja de
ser una de la más importante y trascendente disciplina del saber humano, muy
útil para el crecimiento, desarrollo y progreso integral del ser humano, de las
sociedades, de la expansión del conocimiento, la educción y la cultura.
En esta línea de reflexión caracterizaremos a la filosofía como un saber teórico, saber práctico, saber profesionalizante, saber radical y saber sin supuestos.
SABER
TEÓRICO
La filosofía es un saber
teórico que expresa la relación activa y multifacética del hombre hacia la
búsqueda del ser auténtico de la realidad, de la esencia de las cosas, de la verdad poliédrica y de la
interpretación, descripción y explicación de las cosas, del hombre, de Dios y
de todo cuanto hay en el universo, a través de una serie de conceptos,
categorías e hipótesis filosóficas.
Por ejemplo, para el
filósofo español Ortega y Gasset[1] “La filosofía no es, pues,
más que una actividad de conocimientos teorético, una teoría del Universo… Una
teoría intentamos, o lo que es igual, un sistema de conceptos sobre el
Universo. Nada menos, pero también nada más. Hay aquellos conceptos que
colocados en un cierto orden nos permiten decir cuánto nos parece que hay en el
Universo…”
La filosofía como saber
teórico responde a una serie de preguntas, por ejemplo: ¿Qué soy yo? ¿Qué es mi
circunstancia? ¿Qué es lo circunvalante? ¿Qué son las cosas? ¿Qué es el
conocimiento? ¿Es posible el conocimiento sin límites? ¿Qué es el ser? ¿Por qué
hay ser y no más bien nada? ¿Qué es la filosofía? ¿Qué es la conciencia? ¿Qué
es el hombre? ¿Qué es Dios? ¿Qué es la vida? ¿Qué es el universo? ¿Qué es lo
que subsiste a todos los cambios y muertes de las cosas y los seres? ¿Qué es la
categoría?
También la filosofía responde a las preguntas: ¿Qué es la potencia? ¿Qué es el acto? ¿Qué son la sustancia y el accidente? ¿Existe realmente el mundo exterior o es una simple invención del hombre? ¿Qué es lo que mueve al hombre a filosofar? ¿Cómo produce el hombre las ideas? ¿Cómo conoce el hombre? ¿Qué mecanismos desarrolla el hombre para pensar? ¿Existe una causa originaria del universo, del hombre y de la vida? ¿De qué están hechas todas las cosas? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Qué es lo verdadero? ¿Qué es lo falso?
SABER
PRÁCTICO
La filosofía se hace de
manera posible y abierta, se forma en el transcurso de su propia historia.
La filosofía no es sólo
saber o conocer, sino también es un hacer, un saber dirigido a la praxis o acción;
es un saber aplicado en las diversas actividades del hombre. La filosofía se
hace y se rehace según los espacios y tiempos históricos. La filosofía tiene
ahora una dimensión práctica en el cotidiano vivir del ser humano y en función
de los objetivos, fines y metas concretas que persigue alcanzar para una plena
realización de su personalidad y como un medio para alcanzar la vida feliz. San
Agustín lo sintetizó con claridad meridiana: “Comúnmente todos los filósofos
estudiando, investigando, disputando y viviendo apetecieron alcanzar la
felicidad”. Pero también no solo la filosofía aplicado para el mejoramiento de
las condiciones de vida del individuo sino proyectada a la sociedad con el fin
de transformarla o modificarla. Sócrates condensa la praxis de la filosofía
cuando señala que al hacer la filosofía busca mejorar la ciudad mejorando a los
ciudadanos y modificando las leyes en los casos de ser necesario.
La filosofía como saber
práctico es la respuesta a las preguntas que tienen que ver con la praxis,
acción o hacer del hombre: ¿Cómo dominar las cosas? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el
mal? ¿Para qué es útil la filosofía? ¿Qué debo hacer para llegar a ser lo que
me propongo ser? ¿Cómo debo hacer bien las cosas?
Se dice, por ejemplo, que
para Voltaire la filosofía tiene una dimensión práctica porque se la utiliza
para combatir las supersticiones, los prejuicios, los dogmas, el fanatismo, la
ignorancia, la tortura, los conflictos de intereses, la tiranía y la intolerancia,
a la vez que sirve para mejorar la
calidad de vida de los seres humanos, alcanzar la solidaridad entre los humanos
o la felicidad individual y colectiva.
La filosofía es una rama del saber humano que se
desarrolla como carrera profesional durante cinco años en las instituciones de
educación superior universitaria.
Séneca[2] considera la filosofía
como una profesión, es decir, una
manera de vivir cuando dice: “La filosofía atiende primeramente a formar el
sentido común y a regular los deberes de la vida y de la sociedad, y de esta profesión nos separamos si vivimos de
otra manera que los demás”.
Bertrand Russell[3], al abordar sobre la
“filosofía profesional”, explica que
“Filosofía” significa “amor a la sabiduría”, y filosofía en este sentido es lo
que los hombres deben adquirir, si las nuevas fuerzas inventadas por los
técnicos, y entregadas por ellos a hombres y mujeres ordinarios, no han de
sumir a la humanidad en un espantoso cataclismo. Pero la filosofía que debería
formar parte de la educación general no es la misma que la filosofía de los
especialistas. No sólo en la filosofía, sino en todas las ramas de los estudios
académicos, hay una distinción entre lo que tiene valor cultural y lo que es
sólo de interés profesional”.
Se dice que la filosofía
es un saber radical – llamado también saber trascendente, meta-empírico o
metafísico- precisamente porque trata de ir más allá de lo observable, más allá
del campo de la realidad natural y social o de la experiencia, para llegar no
sólo a la existencia sino también a la esencia de las cosas, de los objetos
(reales e ideales), del hombre (como ser espiritual y no sólo biológico y
social), del mundo terrenal (pero también celestial). Por eso se dice con
sobradas razones y con mucho espíritu de justicia que “la filosofía comienza
allí donde la ciencia termina”.
El filósofo, en su
permanente afán por conocer la esencia de las cosas o de todo cuanto hay en el
universo, se ve obligado a plantearse preguntas y respuestas radicales.
Juan Carlos González
García[4], refiere que “Una pregunta
radical es aquella cuya respuesta sabemos que nunca nos va a satisfacer. Cuando
nos preguntamos por qué existe algo en vez de nada, qué es el bien o qué es la
felicidad, sabemos que no vamos a encontrar una respuesta que nos llene por
completo”.
Y agrega: “A pesar de
saber que nuestra pregunta no va a obtener una respuesta perfecta, la seguimos
formulando como si nos viniera impuesta por algo más fuerte que nuestra
voluntad. Podemos decir que una pregunta radical es aquella que necesitamos
plantearnos de forma insoslayable. Una pregunta radical es aquella que aspira a
una respuesta radical, a un conocimiento esencial de la realidad. Nuestro deseo
de saber nos lleva a conocer lo real, lo verdadero, aquello que está más allá
de las apariencias. Deseamos saber todo, cómo son ciertas cosas y por qué son
así. Necesitamos explicaciones globales que reúnan de forma sistemática todas
las explicaciones parciales. Esto nos conduce a pensar sobre el mismo pensar, a
reflexionar sobre nuestra forma de reflexionar. La filosofía busca el
fundamento de nuestro conocimiento, del uso de la razón. Es un saber sobre el
saber”.
A través de la filosofía
se trata de llegar hasta las últimas certidumbres o evidencias del saber, de la
experiencia humana en su relación con el ser.
El filósofo peruano
Augusto Salazar Bondy[5] explica esta
característica de la manera siguiente: “Por otro lado, al investigar los
principios últimos que dan razón de los hechos observados en todos los dominios
de la realidad, la filosofía sobrepasa el terreno circunscrito en que trabaja
cada ciencia y en general el campo entero de la experiencia, dentro del que,
como sabemos, se mueve siempre el conocimiento científico. Así pues, la
filosofía se interroga necesariamente por lo que está más allá de lo observado
y no puede prescindir de esta interrogación si quiere cumplir su función
propia. Este ir más allá de lo observable, este trascender el campo de la
realidad natural que caracteriza esencialmente al pensamiento filosófico, es lo
que se quiere dar a entender cuando se afirma que la filosofía es un saber
trascendente o metafísico”.
Supuesto es un término
que proviene del latín sub, “debajo”;
ponerse, “colocar”; literalmente significa “lo puesto debajo”.
El supuesto es un
enunciado que se considera como verdadero sin análisis previo, aun cuando no se
haya demostrado si lo es o no. Y la
filosofía es un saber sin puesto, porque el filósofo al plantearse un problema
absoluto no parte de creencias previas, no da nada por sabido anticipadamente,
toda vez que lo que es sabido ya no constituye un problema.
Hegel[6] decía que “No goza la
filosofía, como otras ciencias, de la ventaja de poder presuponer sus objetos
como inmediatamente dados por la representación, y como ya admitido, en el
punto de partida y en su curso sucesivo, el método de su investigación…”
Pallares[7], al respecto, manifiesta: “De
igual manera que Descartes quiso fundar una ciencia apodíctica, sin
presupuestos, universalmente válida, evidente, libre de prejuicios, Husserl
apela también a la intuición con el mismo propósito: “Será una ciencia sin supuestos,
basada sobre algo que responda al principio de todos los principios, al de la
intuición; tomando la intuición como se da y sólo dentro de los límites en que
se da” “A esta aspiración responde
La filosofía no acepta ni
tolera supuestos, pues en ella todo es
problema y no acepta nada sin previo análisis. La filosofía fija su contenido,
su tema, su problema, sus límites y posibilidades durante el acto del
conocimiento.
Max Scheler[8] da sus razones sobre el
por qué la filosofía es un saber sin supuestos que no puede presuponer como
verdadero ningún tipo de conocimiento: “Si presupone como verdadero el conocimiento
histórico desde cualquier ángulo, se llama “tradicionalismo”; si presupone como
verdadero el conocimiento científico, “cientificismo”; si presupone como
verdadero el conocimiento de la revelación, “fideísmo”; si presupone como
verdadero los resultados de la cosmovisión natural “dogmatismo del santo
entendimiento humano”. En cambio, a una filosofía que se constituye a sí misma
auténticamente, sin supuestos, y que evita tales faltas, la llamaré en adelante
filosofía autónoma, es decir,
filosofía que busca y encuentra su esencia y su legitimidad exclusivamente “por
sí misma”, en sí misma y en sus elementos”.
Ortega y Gasset[9], en similar posición,
sostiene que la filosofía es una ciencia sin suposiciones: “Entiendo por tal un
sistema de verdades que se ha construido sin admitir como fundamento de él
ninguna verdad que se da por probada fuera de ese sistema. No hay, pues, una
admisión filosófica que el filósofo no tenga que forjar con sus propios
méritos”.
Pero también hay quienes
opinan que la filosofía es un saber con supuestos, como por ejemplo Sciacca[10], cuando escribe lo
siguiente: “Luego, también la filosofía tiene sus supuestos, aun cuando sea
menos dogmática que la ciencia…También el modo mismo de conducir la
investigación filosófica implica supuestos… Si la filosofía, como toda otra
ciencia humana, pudiera explicar todos los supuestos sin presuponer ninguno, no
sería ya filosofía sino Sofía,
[1] Ortega y Gasset, Op.cit.
[2] Séneca, Lucio Anneo. Obras
completas. Trad. Lorenzo Riber, Madrid: Aguilar, 1940.
[3] Russell, Bertrand. Diccionario
del hombre contemporáneo. Edic.cit.
[4] González
García, Juan Carlos. Diccionario de
Filosofía. Biblioteca Edad, España, 2ª. Edición, 2004.
[5] Salazar Bondy, Augusto. Introducción
a la Filosofía.
Editorial Universo, S.A., 12ª. Edición, Lima, 1968.
[6] Hegel,
G.W. Enciclopedia de las ciencias
filosóficas. Ebisa Ediciones. Selección Homiga.
Primera edición, Lima, 2010, p.33.
[7] Pallares, Eduardo. Introducción
a la filosofía. Ediciones Botas, 3ª. Edición corregida y aumentada, México,
1957, p.241.
[8] Scheler, Max. La esencia de la
Filosofía.
[9] Ortega y Gasset, José. ¿Qué es filosofía?
[10] Sciacca, F.M. La filosofía y el
concepto de la filosofía.
Edic.cit.