COMENTARIO DE LA OBRA
PERFIL Y ÉTICA DEL INVESTIGADOR CIENTÍFICO UNIVERSITARIO
Autor de la obra: Dr. Eudoro Terrones Negrete
PRÓLOGO
Dr. LUIS RODRÍGUEZ DE LOS RÍOS
Rector de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle
Por nuevos que sean, así, los avances científicos y tecnológicos,
y sean también nuevos los horizontes que ellos abran, tendrán
que
regirse siempre por el más universal imperativo ético: cuidar
la “humanidad” misma del hombre, su humanitas:
su libertad y
su dignidad. Julián Gonzáles:
Valores éticos de la ciencia.
He tenido el agrado de leer el trabajo del distinguido profesor y amigo Eudoro Terrones Negrete titulado Perfil y ética del investigador científico universitario, título oportuno y necesario en las circunstancias actuales del proceso de licenciamiento y luego acreditación de las universidades peruanas. El impulso y fortalecimiento de las investigaciones básicas y principalmente aplicadas y tecnológicas requieren ideas y propuestas que permitan su adecuada institucionalización.
La obra está dividida en cuatro partes: la primera es una visión panorámica de la investigación universitaria con la inclusión de autores peruanos y sus aportes en los diferentes campos del saber; la segunda parte hace énfasis en la importancia de la investigación científica universitaria donde destacan sus características y tipología; en la tercera parte formula sus planteamientos acerca del perfil del investigador científico universitario, finalmente en la última parte plantea la ética del investigador universitario. Cada una de las partes y en conjunto conforma una visión sobre lo que ha sido la investigación universitaria y lo que se espera de ella en el futuro.
Vivimos una etapa de impulso y desarrollo universitario que entre sus múltiples facetas resalta su explosivo crecimiento, que paradójicamente no ha impulsado la investigación congruente con este crecimiento. Hecho que se debe a múltiples factores entre los que destacan el financiamiento en laboratorios y talleres para las prácticas, el desarrollo de perfiles de proyectos dentro de líneas de investigación para hacer posible la competición a nivel internacional y el lento crecimiento de patentes de investigaciones tecnológicas y, finalmente, congruente con todo lo anterior la escasez de investigadores con amplia experiencia tanto en ciencia básica como en tecnologías donde la ética juega un papel decisivo.
Una apreciación del panorama general de las investigaciones permite destacar el incremento de las investigaciones en humanidades y ciencias sociales, pero un lento crecimiento de las investigaciones en física, química, biología, medioambiente, etc. y sus correspondientes investigaciones tecnológicas. Este es una tarea pendiente que las universidades peruanas deben resolver en el mediano plazo.
La ética de la investigación científica y tecnológica ocupa actualmente un lugar relevante por razones valederas: en primer lugar, la defensa de la verdad es un valor decisivo para la armonía social, en segundo lugar, la defensa de los ecosistemas y los derechos humanos es un componente central del desarrollo sostenible y en tercer lugar, de manera especial y enfática, no existe justicia sin verdad.
El libro de mi distinguido amigo Eudoro Terrones es un
manojo de ideas que permite pesar y discutir problemas de investigación en los
diferentes campos y la docencia universitaria. Le auguro los mejores éxitos
puesto que hay motivos más que suficientes para que los lectores se interesen
por los importantes temas que aborda.
Lima, enero del 2020.
Dr. LUIS RODRÍGUEZ DE LOS RÍOS
Rector de la Universidad Nacional de Educación
Enrique Guzmán y Valle
PRESENTACIÓN
Florentino Mayurí
Molina[1]
Presidente fundador de
la Academia Iberoamericana de Doctores en Educación-AIBDE-Perú, Profesor
principal y Director del Instituto de la Calidad Educativa de la Universidad
San Martín de Porres.
Me complace de manera
especial, presentar el producto de un acucioso trabajo académico expuesto en
esta obra titulada Perfil y Ética del Investigador Científico Universitario, cuyo
autor es el destacado académico, docente universitario e investigador Dr.
Eudoro Terrones Negrete, miembro activo de la Academia Iberoamericana de
Doctores en Educación.
En este trabajo intelectual, a
decir del propio autor, se destaca la
importancia de abordar contenidos exhaustivamente elaborados sobre el perfil
multidimensional del investigador científico universitario, una introducción a
los paradigmas en su aspecto teórico – conceptual, taxonómico y analógico, y
enfatiza sobre la necesidad de la filosofía moral en el quehacer del
investigador científico.
La obra ha sido estructurada en
cuatro partes relevantes, debidamente concatenadas y coherentes.
Más allá de estas líneas introductorias, considero también de
vital importancia el aporte que nos
brinda el Dr. Eudoro Terrores Negrete con la experiencia ganada en la enseñanza
universitaria, comprendiendo la necesidad de motivarnos a seguir profundizando
los conocimientos relacionados con el papel del investigador científico
universitario y los decálogos del investigador científico.
En esta era del conocimiento y
con las bondades extraordinarias del Internet, las comunidades universitarias
se mueven vertiginosamente en redes académicas y estas nuevas circunstancias
nos retan a profundizar la investigación científica en las universidades para
contribuir con el crecimiento, el desarrollo y el progreso de los países y
mejorar la calidad de vida de las personas.
Luego de haber revisado con
detenimiento y especial interés el contenido de cada una de las páginas de esta
obra me permito sugerir su lectura a los docentes, estudiantes, egresados,
graduados y público en general, con la seguridad y esperanza de abrir nuevos
caminos y contribuir de manera significativa en la construcción de la cultura
de la investigación científica fundamentalmente en el Perú, América Latina y el
Caribe.
Lima, enero del 2020.
Dr. Florentino Mayurí Molina
PALABRAS DEL AUTOR
Dr. Eudoro Terrones Negrete
La investigación científica es la función principal de la universidad;
constituye la actividad intelectual fundamental para la enseñanza, la extensión
universitaria y proyección social, orientada a generar nuevos conocimientos, nuevas
leyes y nuevas teorías, a emplear creativamente los existentes y a solucionar problemas en los diversos campos del saber
humano.
En la era de la sociedad global el profesor universitario ya no es el transmisor
tradicional de conocimientos, métodos y técnicas de investigación o de teorías
descubiertas en siglos pasados. Ahora es el orientador del proceso
enseñanza-aprendizaje, el motivador de buenas prácticas en la investigación, el
generador de nuevos espacios para la reflexión constructiva y el acopio de
información relevante que permita la formación de profesionales con calidad
académica, creatividad y pensamiento crítico, a la luz de los valores éticos y los
nuevos paradigmas científicos.
Desde que el ser humano se agrupó en sociedades tuvo necesidad de contar
con normas, disposiciones, reglas, principios, valores morales, deberes y
derechos con el fin de regular su conducta, asegurar el buen vivir en unión y
paz comunitaria. Es así como surgieron y se desarrollaron las nuevas ramas de
la Filosofía: la Axiología, la Ética, la Deontología y la Bioética.
Los hombres de todos
los tiempos, todos y cada uno de los hombres, por poco o nada filósofos que
sean, tienen que conducirse éticamente, tienen que dar un sentido ético y una
valoración a su existencia y, para ello, proyectar primero lo que van a hacer y
realizarlo a continuación, elegir entre varias posibilidades, ejecutar unos
actos y abstenerse de otros, tomar decisiones y adquirir hábitos, asumir o
modificar actitudes, hacer cosas y, al par, ir haciendo su propia vida y
haciéndose a sí mismos... En suma, el hombre, todo hombre, como veremos luego
con mayor rigor, es siempre, es inevitablemente moral, en el sentido primario de esta palabra. Es el responsable de su vida, puesto que la
hace y haciéndola responde con ella y de ella. El hombre se hace a sí mismo, a
lo largo de su vida y la humanidad a lo largo de su historia. Este sentido,
individual y social, histórico siempre, es el primario de la palabra “moral”:
moral vivida, moral que no consiste en theoría,
sino en la praxis del hacerse (agere)
a sí mismo a través del hacer (facere)
cosas.[2]
Para vivir bien es
necesario saber elegir bien. Elegir
bien es procurarse todo aquello que es adecuado, correcto, bueno, honesto,
digno y justo. La vida es un afanarse constantemente por querer ser de una manera correcta, con clara conciencia de la
auténtica responsabilidad social, política, jurídica y ética, conciencia plena
de las potencialidades y posibilidades de llegar
a ser, para poner en práctica el deber
ser y el deber hacer bien las
cosas, con el fin de alcanzar lo que uno se propone ser.
Así como la planta
sólo crece vigorosa cuando hunde fuertemente sus raíces en la tierra, así también
el hombre y el investigador científico sólo crecen moralmente cuando impregnan
de sentido ético y sentido social su conducta cotidiana. La vida humana es
base, no cúspide, la base de la vida humana son los bienes morales o bienes espirituales,
fundamentalmente, y no sólo los bienes materiales y bienes económicos.
La sociedad en que vivimos atraviesa por una crisis de valores, cuya máxima expresión es la corrupción y la inmoralidad
que se manifiesta en personas, organizaciones sociales, empresas públicas,
poderes del Estado, partidos políticos e
inclusive en algunos investigadores científicos.
A la pregunta de si ¿existe un problema moral característico de nuestro
tiempo? Erick Fromm respondió en su obra Ética
y psicoanálisis (1947) que nuestro problema moral es la “indiferencia del
hombre consigo mismo” y lo explica así: “El problema radica en el hecho de que
hemos perdido el sentido del significado y de la individualidad del hombre, que
hemos hecho de nosotros mismos los instrumentos de propósitos ajenos a
nosotros, que nos experimentamos y nos tratamos como mercancías y que nuestros
propios poderes se han evadido de nosotros. Nos hemos transformado en objetos y
nuestros prójimos también se han transformado en objetos (...) Dado que no
confiamos en nuestro propio poder, no tenemos fe en el hombre, fe en nosotros o
en aquello que nuestros propios poderes pueden crear (...) Deambulamos en la
oscuridad y conservamos nuestro valor porque oímos que los demás silban como
nosotros”.
Nosotros diríamos que la crisis de valores, acumulada a través del
tiempo y aún no superada, es producto de la fetichización de la economía, el
lavado de dinero, la manipulación genética, la carrera armamentista, la cultura
de la muerte, la guerra mediática, los monopolios y oligopolios, la lógica pura
del mercado, los intereses de grupos económicos
y políticos, el contrabando, la impunidad a casos de corrupción, la inmunidad
parlamentaria mal usada, las “coimisiones” por contratos de obras públicas y
privadas, entre otros, que responden a la filosofía política del “capitalismo
salvaje”.
La crisis de valores es también el producto de la filosofía política del
“capitalismo salvaje”: se olvida que la vida, la dignidad y la libertad son
valores supremos de todo ser humano; la alteridad del ser es sustituida por la alteridad del tener; más vale la persona o el profesional que dispone de dinero,
sin importar cómo lo gana, de dónde lo obtuvo y en qué lo invierte.
Esta lamentable situación no hace más que ensanchar y consolidar la
brecha de orden socio-digital (inforricos e infopobres), la brecha entre ricos
y pobres, la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado,
acentuándose la desigualdad, la pobreza crítica, la exclusión e injusticia
social.
El quehacer de la investigación científica, no escapa a la contaminación
por el virus de la antiética, en unos países más que en otros y según la
calidad de educación recibida por sus profesionales e investigadores.
Gerardo Hanlon afirma al respecto: “Ninguna investigación es moralmente
neutral o desligada de implicaciones axiológicas. En el mundo de hoy ninguna
persona, político, científico, artista, puede trabajar aisladamente, sin tener
en cuenta las repercusiones de sus investigaciones y descubrimientos. En
nuestra ´aldea global´ todo lo que
hacemos afecta a los demás, la vida humana y el planeta”.[3]
Como producto de esta contaminación de antivalores se puede constatar en
diferentes escenarios la existencia de investigadores científicos
universitarios carentes de principios y valores éticos, que por el prurito de
hacer dinero fácil recurren al sensacionalismo, a las medias verdades, a la
ausencia de objetividad, a la ocultación interesada y deliberada de resultados,
al chantaje, al soborno, a la injerencia desmedida e incontrolada en la vida
privada de las personas, al favoritismo, a la parcialidad manifiesta, a la
revelación del secreto profesional, a conflictos de intereses y a pactos
secretos con manifiesta intención de hacer daño a personas, empresas, instituciones,
hombres de Estado, entre otros.
Coincidimos con las expresiones de Rushworth Kidder, fundador y
presidente del Instituto para la Ética Global, cuando afirma: “No
sobreviviremos en el siglo XXI con la ética del siglo XX. ¿Por qué lo digo?
Hace algunos años, en 1989, me encontré una mañana de lunes, en marzo, a poca
distancia de la pared del Reactor N° 4 de la planta nuclear de Chernobyl, en la
Unión soviética...La precipitación radiactiva del desastre había sido detectada
en todos los países del mundo capaces de detectar la radiactividad atmosférica.
La explosión y sus efectos posteriores mataron a miles de ciudadanos
soviéticos. ¿Por qué ocurrió? Esa noche (del desastre), en 1986, había dos
ingenieros eléctricos a cargo de la sala de control. Tal vez la manera más
caritativa de decirlo es que estaban “jugando” con los reactores. Querían saber
qué ocurriría si realizaban un experimento no autorizado. De acuerdo con los
informes soviéticos, estaban tratando de ver por cuanto tiempo la turbina
seguirá andando por su propio impulso si cortaban la energía. Para cortar la
energía, tuvieron que apagar el reactor. Para lograrlo, evadieron manualmente
seis sistemas separados de alarma manejados por computadora. Cada uno de esos
sistemas debería reaccionar diciendo: “Paren. No lo hagan. Es terriblemente
peligroso”. Pero en lugar de cancelar sus experimentos, cancelaron las alarmas.
Obviamente eran personas brillantes. Los trabajos de Chernobyl son del más alto
nivel. Ellos sabían lo que hacían. Si el conocimiento fuera lo único
importante, lo habrían estado haciendo bien. ¿Entonces, qué estuvo mal? A mí me
parece que antes que ellos hubieran podido sobrepasar cualquier sistema de
alarma computarizada, debería haber habido una barrera ética. Ellos no podían
ignorar las consecuencias posibles de lo que estaban haciendo. Lo que hizo
estallar Chernobyl[4] no
fue una falta de conocimiento. Fue la falta de ética”.
Frente a esta lamentable realidad nuestra época exige un replanteo y una
redefinición axiológica. La niñez y la juventud se resisten a crecer y vivir en
una sociedad que crea culpa, que produce malos ejemplos, que genera actos de
impunidad e inmunidad en amplios sectores de la población.
Somos conscientes que son los valores éticos los que, -concordantes con
la misión educativa y humanista del investigador científico-, iluminan y
enriquecen las posibilidades de desarrollo de trabajos de investigación
científica en armonía con el interés social, premunidos de veracidad,
objetividad, responsabilidad, solidaridad social, honestidad intelectual,
fidelidad a la palabra empeñada, transparencia, independencia de criterio,
imparcialidad, respeto a los pactos y contratos suscritos y la vida privada de
las personas, la tolerancia a las ideas y creencias ajenas, y el sentido de
justicia conmutativa, distributiva y social.
Mientras que para unos la ética poco sirve o no sirve para nada en la
investigación científica por carecer de fundamentos objetivos y basarse en
cuestiones subjetivo-costumbristas de la época; para otros, como para el autor
de la presente obra, la ética reviste relevante y trascendental importancia,
toda vez que sirve para: a) Normar, regular y perfeccionar el comportamiento
moral del investigador en aras del interés social; b) Crear conciencia de
cooperación, responsabilidad y solidaridad social, de respeto a la dignidad, a
la vida privada, a los derechos y a las libertades fundamentales de la persona
humana; c) Prevenir y solucionar conflictos de interés, dilemas éticos, deudas
éticas, déficits éticos y problemas éticos; d) Mejorar la calidad de los
proyectos y trabajos de investigación en armonía con la necesidad de
crecimiento, desarrollo y progreso de los pueblos y naciones del mundo; e) Proteger,
defender y dignificar el quehacer científico universitario de críticas
malintencionadas, injustificadas y sin fundamento; f) Garantizar el ejercicio
normal y sin problemas, de la libertad académica, libertad de investigación,
libertad de expresión, opinión y difusión de la producción científica universitaria.
Pensando en la necesidad de contribuir con el análisis académico y dar
respuesta a la crisis de valores en el ámbito de la investigación científica,
escribimos esta obra, que tiene por objetivos los siguientes:
a. Explicar el significado de perfil y de ética
del investigador científico universitario.
b. Conceptualizar la filosofía de la ciencia en
un mundo cambiante y de la ética
científica;
c. Reflexionar sobre aspectos relevantes de la
ética en la investigación científica: el investigador ético, principios y
valores, prohibiciones, criterios, fundamentos, faltas y problemas éticos;
d. Abordar los fundamentos jurídicos y éticos de la investigación
clínica y los temas y principios que guían el comportamiento bioético;
e. Explicar la importancia y trascendencia
del Código de ética en la investigación
científica;
f. Formular conclusiones básicas sobre la ética
en la investigación científica.
La obra Perfil y Ética del
Investigador Científico Universitario contiene cuatro partes: I. Introducción
a la investigación científica universitaria en el Perú, II. El investigador
científico universitario, III. El perfil del investigador científico
universitario, IV. La ética del investigador científico universitario; finalmente,
las conclusiones básicas y la bibliografía.
Lima, enero del 2020.
Dr. Eudoro Terrones Negrete
[1] Presidente fundador de la
Academia Iberoamericana de Doctores en Educación-AIBDE-Perú, Profesor principal
y Director del Instituto de la Calidad Educativa de la Universidad San Martín
de Porres.
[2] Enciclopedia Metódica
Larousse. Volumen 4, Ediciones Larousse, S.A., México, 1964, p.208.
[3] Hanlon, Gerardo. El libro de la
Ética. Valores para una vida plena. Centro de Estudios y Publicaciones
(CEP), Lima-Perú, junio 1996, p.122.
[4] Después de la explosión del reactor nuclear en Chernobyl (1987) los
estudiosos, filósofos y científicos de la Universidad de Marburgo en Alemania,
debatieron sobre la moralidad del uso de la energía nuclear. Llegaron a la
conclusión de que “no se puede recomendar responsablemente el uso de la
tecnología atómica en el futuro”. Notemos que su argumento se fundamenta en el
concepto de la “responsabilidad”. Gerardo Hanlon, El libro de la Ética. Valores para una vida plena. Centro de
Estudios y Publicaciones (CEP), Lima-Perú, junio 1996, p.122.