Artículos periodísticos y de investigación

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25 de noviembre de 2021

Comentario de la obra "PERIODISMO ÉTICO Y DEONTOLÓGICO"

 

COMENTARIO DE LA OBRA 

“PERIODISMO ÉTICO Y DEONTOLÓGICO”

Autor de la obra: Eudoro Terrones Negrete


 

PRÓLOGO


Manuel Jesús Orbegozo[1]

 

Manuel Jesús Orbegozo Foto: ANDINA/Archivo.

 

Acaso la ética, como norma de vida social antes que como categoría filosófica, se encuentra entre los valores más cuestionados en estos días de crisis moral en que se debate el hombre en todos los ámbitos de la tierra.

No es éste un mal del siglo XX, pero sí cuando está agonizando este siglo es cuando más se nota el olvido o el atropello a los principios más elementales de la ética, en general. Acaso, porque el sistema de comunicación entre los hombres ha alcanzado niveles que antes nunca fueron ni soñados es que nos apercibimos más fácilmente de tales violaciones sea en países en desarrollo o desarrollados. Aquí, nadie puede tirar la primera piedra.

En todas las funciones protagonizadas por el hombre siempre hubo descalabros en ese sentido. Pero, tales infracciones eran la excepción que confirmaba la regla. Ahora, no es así. Ahora, sucede lo contrario: los hombres éticos son la excepción.

Especialmente, en el ejercicio de la profesión cada vez más importante de la comunicación social o, de manera más específica, del periodismo, es cuándo y dónde se enseñorea lo antiético.

Esta no es la oportunidad para incluir ejemplos concretos sobre la falta de ética con que actúan algunos periodistas en el Perú y el mundo, pero cualesquiera personas pueden corroborar este aserto. Cotidianamente, se comprueba de manera fehaciente que se inflan las noticias, se recortan los hechos por voluntad malévola, se especula irresponsablemente sobre los acontecimientos, se mella la honorabilidad de personajes cualesquiera que sean su nivel social, económico o cultural; se manipula, se miente, se exagera, en fin, se cometen toda clase de faltas contra la ética, o más específicamente, contra la deontología periodística. Los infractores creen saberlo y conocerlo, pero no lo practican. Muchos se escudan detrás de la libertad de prensa o expresión para cometer sus fechorías. Alegan derechos, pero muy pocas veces, deberes u obligaciones.

El problema, lógicamente, es muy complejo. Tiene muchas aristas, porque, por ejemplo, en lo que al periodismo se refiere, todos sabemos que las faltas de comportamiento no les atañen sólo a los periodistas, sino también a los dueños de los medios donde se desempeñan. Este no es descubrimiento. Cossío afirmaba que desde cuando el periodismo o la prensa, como se denominaba antes, se convirtió en un negocio a veces infame, aquel o aquella se convirtió en un mercenarismo puro.

El problema tiene pues muchos meandros.

De lo que se trataría aquí solamente es de tocar lo que corresponde a la ética profesional, es decir, a procurar que los comunicadores sociales cumplan con su rol de la manera más correcta posible.

Este es un problema que preocupa constantemente a los especialistas, a los interesados en la problemática de la ética y la mora de los periodistas de la prensa, radio o televisión, desde cuando a fines del siglo pasado, los norteamericanos en especial, empezaron a romper las amarras de la honestidad y responsabilidad profesionales, tanto que inventaron el llamado “periodismo amarillo” de tan nefastas consecuencias sociales. Desde entonces, hay una honda preocupación por tratar de encontrar el remedio para enderezar lo que cada vez se tuerce más.

Esta preocupación ha hecho que el profesor periodista Eudoro Terrones Negrete, vuelva a tocar el tema en un nuevo libro llamado justamente Periodismo Ético y Deontológico.

Considero de suma importancia este nuevo aporte suyo no solamente porque toca un tema que resulta lacerante y negativo para nuestra sociedad sino cuando la falta de ética periodística se ha convertido aquí, en una cosa común y corriente, y creciente, que es lo peor.

No es ésta una acusación de forma ni de fondo sino la afirmación de algo que es conocido no sólo por los periodistas que se acogen a las normas deontológicas, sino por quienes son ajenos a la profesión.

Baste, nomás, observar todas las mañanas, la gran cantidad de periódicos que cuelgan en los puestos de venta extendidos en toda la ciudad, para observar la miasma periodística a la que Terrones Negrete se refiere en este su nuevo libro, mostrándola con todos sus pelos y señales.

Periodismo Ético y Deontológico viene, pues, a sumarse a otros libros suyos y de otros autores, que se ocupan del problema, aunque escrito el de ahora, de manera muy didáctica, como si estuviera dirigida sólo a estudiantes. Considero que esto es resaltante porque es a ellos a quienes los profesores de periodismo debemos enfilar nuestras enseñanzas para inculcarles la obligación de cumplir aunque sea con las normas más elementales que reglan la profesión.

El libro contiene dos capítulos, cada uno de los cuales está desarrollado de forma divulgativa muy didáctica. Decía que la obra está aparentemente dirigida a los estudiantes de periodismo, pero considero que también, dirigida a los profesionales, en especial, a los que consciente o inconscientemente nos hacemos los suecos y hacemos caso omiso de las normas que deben regir rigurosamente nuestro trabajo.

Veo que Terrones Negrete, entre otros temas, toca dos muy importantes correspondientes al problema profesional, el de la verdad y el de la veracidad periodísticas. Considero que es fundamental distinguir cada vez con mayor claridad la diferencia que existe entre una y otra categoría. Soy de los que coincido con el profesor Francisco Vásquez Fernández,- por supuesto que luego de cerner apreciaciones de Santo Tomás, Bentham, Russell, Fromm, etc.- en creer que lo contrario de verdad es error y lo contrario de veracidad es mentira. Esto porque la verdad es un valor que debemos buscarlos aunque es considerada inefable, mientras que lo veraz es más objetivo, más asequible a nuestros sentidos y más humanamente comprobable. La mentira o mendacidad, es decir, lo contrario a veracidad, y no lo contrario a verdad, “es una traición social porque contradice a los principios éticos más esenciales”, dice Luis Lavalle. Y Umberto Eco afirma que “la diferencia entre la “inteligencia artificial” de la computadora y la inteligencia humana consiste en que, la primera no es humana al cometer errores, mientras la condición humana está esencialmente medida por una insoslayable tendencia a cometer errores”, es decir, a faltar a la verdad.

En definitiva, “sólo le es dado al hombre ser veraz o ser mendaz como capacidad ética, consciente y deliberada, mientras que la verdad es un eterno tema metafísico, siempre discutible y discutido por todas las filosofías”, dice Vásquez Fernández.

El profesor Terrones Negrete ha realizado una magnífica compilación de propuestas de maestros universalmente conocidos para darle más valor a su trabajo, aunque todo sea tocando tangencialmente porque creo que su libro, tampoco es un tratado.

La última parte de Periodismo Ético y Deontológico contiene importantes códigos deontológicos de la prensa nacional e internacional e inserta los códigos o decálogos que funcionan bajo las etiquetas de sus autores como el correspondiente al Premio Nobel, Camino José Cela, entre otros.

En suma, una vez más, me permito alabar la inquietud didáctica de Terrones Negrete, justamente, cuando es clamorosa la falta de ética con la que están trabajando muchos periodistas en nuestro país. Tanto en la prensa, como en la radio y la televisión, al lado de un grupo de extraordinarios como honestos profesionales, desarrollan una labor miserable otro grupo de periodistas totalmente antiéticos. El insigne maestro, Alfredo Vignolo Maldonado, afirma que el periodista es el comunicador social más auténtico precisamente por todos los medios que emplea…y porque la habilidad de su palabra puede cambiar en favor o en contra, en bien o en mal, el sentido y la realidad de los acontecimientos, un problema absolutamente ético, como se observará, una cuestión de absoluta responsabilidad moral.

El libro Periodismo Ético y Deontológico, aparece muy oportunamente, porque en ningún momento podría ser más útil que ahora, cuando, repito, la ética profesional, la deontología periodística, continúa por las patas de los caballos.

Lima, octubre de 1998.

MANUEL JESÚS ORBEGOZO.

 

 

INTRODUCCIÓN



Eudoro Terrones Negrete


El mundo de hoy atraviesa por una aguda crisis. Al desarrollo científico y tecnológico se contrapone el resquebrajamiento de los principios y valores éticos en la sociedad, que originan una serie de problemas y delitos sociales expresados fundamentalmente en los sectores de la economía, la política, la educación y la comunicación.

La crisis moral de la sociedad se debe en gran parte al deterioro de la escala de los valores a nivel de gobernantes y de gobernados, expresados en actos de corrupción y de inmoralidad, en el faltamiento a la verdad, en acusaciones o denuncias públicas lanzadas sin pruebas, en el irrespeto a la dignidad de las personas, en la manipulación de conciencias, en el recorte de los derechos humanos, en las interrupciones periódicas del orden constitucional para amparar el abuso del poder y en la realización de procesos electorales nada limpios y legítimos.

Todo ello no hace más que minar el orden jurídico del país, frustrar las esperanzas y expectativas de los profesionales y del hombre común y corriente, así como también obstaculizar la pacífica convivencia política y social que requieren los pueblos para alcanzar su crecimiento, desarrollo y progreso.

El periodismo no escapa a esta crisis moral e histórica. La ética del periodismo empieza a ser un tema de discusión, análisis y debate públicos, que concita la atención y remueve la conciencia ciudadana. Ahora se discute con mayor énfasis sobre el comportamiento de los periodistas y la influencia de los medios de comunicación social. Se analiza el pro y el contra de las libertades de expresión, de prensa y de empresa, el rol del autocontrol informativo, el papel que juegan las asociaciones, federaciones y colegios de periodistas en el desarrollo educativo-cultural de la población, las bondades y los peligros de la sociedad informatizada, de la globalización de la información y la incorporación de tecnología sofisticada a nivel de medios de comunicación social.

La vida del periodista, como la de cualquier ciudadano, requiere de la vigencia de normas o de principios, a las cuales ajustar su conducta para cumplir mejor la función profesional. Normas que pueden ser sociales, religiosas, políticas, jurídicas y morales, siendo estas últimas las que rigen la conducta del periodista, y que lo permiten distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, lo digno de lo indigno, lo verdadero de lo falso, para alcanzar una vida personal y profesional con bienestar y felicidad.

La moral es el cartabón que mide el bien y el mal. Hombres virtuosos, sociedades progresistas. El periodista sin principios morales, es como una pluma que se lo lleva el viento, sin que haya quien lo recoja. El viento que sople lo llevará fácilmente a uno u otro lado. Un periodista por muy capaz y experimentado que sea dentro de su profesión, pero carente de sentido ético y sentido social muy poco podrá contribuir a consolidar la democracia. Antes bien, los mass media y el país se verán desprestigiados por sus actitudes e ideas. Pero también la ciencia desprovista de moral, conduce a la mecanización del hombre y a la destrucción de la humanidad.

Se dice que las noticias malas o peores son las que más se venden, que “las mejores…son las peores noticias”, que el “sexo más violencia es igual a más ventas”, que “los periódicos nunca dicen la verdad”, “la verdad de los mass media es la verdad de sus propietarios” y cosas por el estilo. Si aceptamos estas expresiones como ciertas entonces el periodismo no sirve para nada edificante en una sociedad de la globalización del conocimiento y de la información. Así el periodismo sólo serviría para hacer dinero y más dinero hasta convertir el dinero en poderoso don caballero. El servicio social, la auténtica razón de ser del periodismo, estaría demás.

A decir verdad, de nada sirve saber escribir o interpretar correctamente un hecho, si no se respeta y practica los principios de la ética periodística, si no se actúa en función al bien común, si no se defiende, protege y promueve los derechos humanos, si no se preserva la dignidad o el fuero interno de las personas, si no marchan de la mano lo que se piensa con lo que se hace en la vida de relación profesional, si no se mantiene distancia o independencia con respecto a los poderes de presión y de opresión social y si no se erradica los conflictos de intereses creados.

Una vez más afirmamos, la razón de ser del periodismo es el servicio social, su contribución al bien común. De ahí la gran importancia y necesidad de contar con una buena formación ética y deontológica del periodista. Tal importancia se manifiesta en la existencia de un elevado número de códigos de ética periodística, nacionales y supranacionales, elaborados por los gremios profesionales, por los medios de comunicación escrita, radial, televisiva y cinematográfica e inclusive por el Magisterio de la Iglesia.

Asimismo la razón de ser del periodismo se expresa en los planes de estudios de las universidades que consideran a la Ética y la Deontología como disciplinas básicas para una adecuada formación integral de los futuros profesionales.

Francisco Iglesias, en su Guía de los estudios universitarios, Ciencias de la Información, señala que la buena formación de la conciencia y el conocimiento de la ética profesional no pueden darse por supuestos y “No se poseen por el hecho de haber nacido, ni se adquieren sin más con el ejercicio rutinario de la profesión. Es algo que para poder vivirlo, antes hay que aprenderlo. Desentenderse, activa o pasivamente, de esta obligación, supondría una irresponsabilidad tal que bastaría por sí sola para la auto-descalificación profesional de quien así actuase”.

Es que el tratamiento de las informaciones en el mundo de hoy exige una gran responsabilidad social y una alta e integral formación profesional y ética del periodista. Para ello se requiere de centros de enseñanza superior que incorporen en el currículo sólidos principios éticos, de educadores que no sólo prediquen la ética sino que traten de convertirse en paradigmas de comportamiento ético. Se necesita, además, de empresas e instituciones periodísticas bien organizadas, dirigentes de conducta intachable, que ejerciten un periodismo docente, ético, creíble y de buena imagen.

No debe olvidarse que la credibilidad del periodista y de los medios se sustenta en la independencia económica, en la calidad científica y ética de los enfoques, comentarios y críticas, en la objetividad y la veracidad informativas, en el pluralismo y la sensibilidad social. La credibilidad se sustenta en el uso apropiado del lenguaje y en valoraciones liberadas de prejuicios, de sentimentalismos o de intereses de grupo. La credibilidad se sustenta en una sana y alturada competencia empresarial, en el respeto permanente a las opiniones ajenas, en la eliminación de los sobornos al profesional de la información y la comunicación.

La ética nos enseña que el periodista no debe influenciar al público, si uno ofrece un punto de vista sobre determinado hecho de interés colectivo también tiene el deber moral de mostrar el otro punto de vista discrepante sobre el asunto. No debe olvidarse que la ética se sustenta en la libertad y responsabilidad informativas, en el libre acceso a las fuentes de información para elaborar y emitir los despachos informativos, para obtener el material informativo que producen las entidades gubernamentales.

Es incompatible con la ética periodística los juicios y las llamadas amenazantes, los documentos y escritos anónimos, las agresiones físicas con propósitos de intimidación, los delitos de prensa, la persecución política, la mordaza directa o indirecta a los medios, la selección del personal y la marginación de los periodistas en razón a sus ideas o creencias.

Para predicar la moralización en la sociedad, a través de un medio de comunicación, hay que ser ante todo un periodista ético. Y ser periodista ético es ser paradigma de honestidad y de limpieza en los actos públicos y privados, es no hacer demagogia con el dolor humano. El periodista ético denuncia y combate todo acto de corrupción e inmoralidad; contribuye a reorganizar, renovar y desinfectar aquellas instituciones, empresas, sindicatos, medios de comunicación, etc., que estén viciadas por la corrupción y el fraude, manchadas por el crimen y la violencia o infectadas por el robo.

El periodista ético es un luchador social que combate a quienes hacen del poder negociado, entreguismo, hip0oteca, prebenda y burocracia dorada. ES partidario de una educación y conciencia moral permanente que despierte en el ciudadano la conciencia de la responsabilidad (pedagogía de la responsabilidad) y un elevado espíritu de lucha por la transformación estructural del p0aís (pedagogía sociopolítica para el cambio), en el entendido que el engrandecimiento de una sociedad o de un país depende del engrandecimiento moral de sus ciudadanos.

El buen periodista asume posiciones éticas valientes y sin temor alguno, aun a riesgo de perder su propia fuente de trabajo y sus buenas relaciones amicales. Existencialmente está comprometido con los intereses de la sociedad al que sirve, dando a los hechos su exacta dimensión, importancia y trascendencia, sin levantarlos o inflarlos exageradamente. Tiene derecho al libre acceso a las fuentes de información para poder cumplir con eficiencia y eficacia sus funciones profesionales.

Por tanto, el ocultar informaciones a los periodistas por parte de instituciones públicas sólo favorece al incremento del rumor, de la corrupción e inmoralidad, de los vicios sociales, del abuso de poder y de la injusticia, frustrando con ello la fiscalización y toda posterior acción correctiva en la gestión gubernamental. Y un periodismo ético no debe de ninguna manera fundarse en rumores, en bolas, en voladas, en informaciones no confirmadas, en conjeturas, en supuestos, en meras hipótesis, no puede cumplir su labor sobre la base de intermediarios de la verdad de los hechos noticiosos.

Así como se exige al periodista informar con veracidad y responsabilidad, asimismo se exige a las fuentes oficiales dar los datos reales, veraces, confiables, sin prejuicio político y sin exclusiones ni exclusivismos.

El periodismo ético es una síntesis de conocimientos, de informaciones y de opiniones que el periodista, a través de los medios, divulga y enjuicia en forma crítica y constructiva la conducta humana, la fenoménica social, de importancia colectiva, en procura de su perfección, bienestar y felicidad.

Carlos Septien García precisa que por dos razones necesita el periodista una sólida formación moral: “en primer lugar, porque la tarea periodística tiene por fin, una vez obtenida la información, enjuiciada a la luz de los principios morales sobre los cuales reposa la existencia del hombre y de las instituciones de toda índole que la favorecen, la sostienen y la perfeccionan, en segundo término, por el poder del alma de expresión del periodista, que es la palabra escrita”.

Periodismo Ético y Deontológico, se estructuró en dos capítulos. En ellos se desarrolla aspectos relacionados con la persona moral; la ética en el periodismo; el público tiene necesidad de verdad; el periodismo amarillo y la libertad de prensa; la manipulación publicitaria e informativa; la comunicación social, alienación y desalienación, y el secreto profesional en el periodismo. Finalmente se transcribe una serie de códigos deontológicos de la prensa nacional e internacional.

Los temas abordados en esta obra estamos seguros que convocarán a la reflexión sobre la imperiosa necesidad e importancia de la formación ética y deontológica para un eficiente desempeño profesional en el campo del periodismo impreso, radiofónico y televisivo, fundamentalmente.

Lima, setiembre de 1998. 

EUDORO TERRONES NEGRETE



[1] MANUEL JESÚS ORBEGOZO, Premio Nacional de Periodismo de los años 50, maestro de generaciones de periodistas durante 36 años en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), director de la Escuela de Comunicación Social sanmarquina ( 2004 al 2007), jefe de la Oficina de Relaciones Públicas de la UNMSM, reportero polémico que recorrió con su libreta de campo y cámara fotográfica en mano por casi cien países del mundo, escritor de pluma fecunda e incisiva, director del diario oficial El Peruano (1999-2001), corresponsal de revistas y diarios nacionales e internacionales. En el Suplemento Dominical del diario El Comercio  trabajó más de 30 años,  fue Jefe de Redacción de este diario y laboró también en los diarios La Crónica y Expreso. Recibió la Medalla Cívica de la Ciudad de Lima e infinidad de distinciones. El 30 de setiembre del 2010, la UNMSM lo nombra Profesor Emérito. Es autor de las obras: Periodismo: texto de teoría y práctica; Reportajes, entre otras; Nació el 8 de enero de 1923 en Otuzco, La Libertad (Perú) y murió a los 88 años de edad, el 12 de setiembre del 2011.

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