COMENTARIO DE LA OBRA
“PERIODISMO ÉTICO Y DEONTOLÓGICO”
Autor de la obra: Eudoro Terrones Negrete
PRÓLOGO
Manuel Jesús Orbegozo[1]
Acaso la ética, como
norma de vida social antes que como categoría filosófica, se encuentra entre
los valores más cuestionados en estos días de crisis moral en que se debate el
hombre en todos los ámbitos de la tierra.
No es éste un mal del
siglo XX, pero sí cuando está agonizando este siglo es cuando más se nota el
olvido o el atropello a los principios más elementales de la ética, en general.
Acaso, porque el sistema de comunicación entre los hombres ha alcanzado niveles
que antes nunca fueron ni soñados es que nos apercibimos más fácilmente de
tales violaciones sea en países en desarrollo o desarrollados. Aquí, nadie
puede tirar la primera piedra.
En todas las funciones
protagonizadas por el hombre siempre hubo descalabros en ese sentido. Pero,
tales infracciones eran la excepción que confirmaba la regla. Ahora, no es así.
Ahora, sucede lo contrario: los hombres éticos son la excepción.
Especialmente, en el
ejercicio de la profesión cada vez más importante de la comunicación social o,
de manera más específica, del periodismo, es cuándo y dónde se enseñorea lo
antiético.
Esta no es la
oportunidad para incluir ejemplos concretos sobre la falta de ética con que
actúan algunos periodistas en el Perú y el mundo, pero cualesquiera personas
pueden corroborar este aserto. Cotidianamente, se comprueba de manera
fehaciente que se inflan las noticias, se recortan los hechos por voluntad
malévola, se especula irresponsablemente sobre los acontecimientos, se mella la
honorabilidad de personajes cualesquiera que sean su nivel social, económico o
cultural; se manipula, se miente, se exagera, en fin, se cometen toda clase de
faltas contra la ética, o más específicamente, contra la deontología
periodística. Los infractores creen saberlo y conocerlo, pero no lo practican.
Muchos se escudan detrás de la libertad de prensa o expresión para cometer sus
fechorías. Alegan derechos, pero muy pocas veces, deberes u obligaciones.
El problema, lógicamente,
es muy complejo. Tiene muchas aristas, porque, por ejemplo, en lo que al
periodismo se refiere, todos sabemos que las faltas de comportamiento no les atañen
sólo a los periodistas, sino también a los dueños de los medios donde se
desempeñan. Este no es descubrimiento. Cossío afirmaba que desde cuando el
periodismo o la prensa, como se denominaba antes, se convirtió en un negocio a
veces infame, aquel o aquella se convirtió en un mercenarismo puro.
El problema tiene pues
muchos meandros.
De lo que se trataría
aquí solamente es de tocar lo que corresponde a la ética profesional, es decir,
a procurar que los comunicadores sociales cumplan con su rol de la manera más
correcta posible.
Este es un problema que
preocupa constantemente a los especialistas, a los interesados en la
problemática de la ética y la mora de los periodistas de la prensa, radio o
televisión, desde cuando a fines del siglo pasado, los norteamericanos en
especial, empezaron a romper las amarras de la honestidad y responsabilidad
profesionales, tanto que inventaron el llamado “periodismo amarillo” de tan
nefastas consecuencias sociales. Desde entonces, hay una honda preocupación por
tratar de encontrar el remedio para enderezar lo que cada vez se tuerce más.
Esta preocupación ha
hecho que el profesor periodista Eudoro Terrones Negrete, vuelva a tocar el
tema en un nuevo libro llamado justamente Periodismo
Ético y Deontológico.
Considero de suma
importancia este nuevo aporte suyo no solamente porque toca un tema que resulta
lacerante y negativo para nuestra sociedad sino cuando la falta de ética
periodística se ha convertido aquí, en una cosa común y corriente, y creciente,
que es lo peor.
No es ésta una
acusación de forma ni de fondo sino la afirmación de algo que es conocido no
sólo por los periodistas que se acogen a las normas deontológicas, sino por
quienes son ajenos a la profesión.
Baste, nomás, observar
todas las mañanas, la gran cantidad de periódicos que cuelgan en los puestos de
venta extendidos en toda la ciudad, para observar la miasma periodística a la
que Terrones Negrete se refiere en este su nuevo libro, mostrándola con todos
sus pelos y señales.
Periodismo
Ético y Deontológico viene, pues, a sumarse a otros libros
suyos y de otros autores, que se ocupan del problema, aunque escrito el de
ahora, de manera muy didáctica, como si estuviera dirigida sólo a estudiantes.
Considero que esto es resaltante porque es a ellos a quienes los profesores de
periodismo debemos enfilar nuestras enseñanzas para inculcarles la obligación
de cumplir aunque sea con las normas más elementales que reglan la profesión.
El libro contiene dos
capítulos, cada uno de los cuales está desarrollado de forma divulgativa muy
didáctica. Decía que la obra está aparentemente dirigida a los estudiantes de
periodismo, pero considero que también, dirigida a los profesionales, en
especial, a los que consciente o inconscientemente nos hacemos los suecos y
hacemos caso omiso de las normas que deben regir rigurosamente nuestro trabajo.
Veo que Terrones
Negrete, entre otros temas, toca dos muy importantes correspondientes al
problema profesional, el de la verdad y el de la veracidad periodísticas.
Considero que es fundamental distinguir cada vez con mayor claridad la
diferencia que existe entre una y otra categoría. Soy de los que coincido con
el profesor Francisco Vásquez Fernández,- por supuesto que luego de cerner
apreciaciones de Santo Tomás, Bentham, Russell, Fromm, etc.- en creer que lo contrario de verdad es error y lo
contrario de veracidad es mentira. Esto porque la verdad es un valor que
debemos buscarlos aunque es considerada inefable, mientras que lo veraz es más
objetivo, más asequible a nuestros sentidos y más humanamente comprobable. La
mentira o mendacidad, es decir, lo contrario a veracidad, y no lo contrario a
verdad, “es una traición social porque contradice a los principios éticos más
esenciales”, dice Luis Lavalle. Y Umberto Eco afirma que “la diferencia entre
la “inteligencia artificial” de la computadora y la inteligencia humana
consiste en que, la primera no es humana al cometer errores, mientras la
condición humana está esencialmente medida por una insoslayable tendencia a
cometer errores”, es decir, a faltar a la verdad.
En definitiva, “sólo le
es dado al hombre ser veraz o ser mendaz como capacidad ética, consciente y
deliberada, mientras que la verdad es un eterno tema metafísico, siempre
discutible y discutido por todas las filosofías”, dice Vásquez Fernández.
El profesor Terrones
Negrete ha realizado una magnífica compilación de propuestas de maestros
universalmente conocidos para darle más valor a su trabajo, aunque todo sea
tocando tangencialmente porque creo que su libro, tampoco es un tratado.
La última parte de Periodismo Ético y Deontológico
contiene importantes códigos deontológicos de la prensa nacional e
internacional e inserta los códigos o decálogos que funcionan bajo las
etiquetas de sus autores como el correspondiente al Premio Nobel, Camino José
Cela, entre otros.
En suma, una vez más,
me permito alabar la inquietud didáctica de Terrones Negrete, justamente,
cuando es clamorosa la falta de ética con la que están trabajando muchos
periodistas en nuestro país. Tanto en la prensa, como en la radio y la
televisión, al lado de un grupo de extraordinarios como honestos profesionales,
desarrollan una labor miserable otro grupo de periodistas totalmente
antiéticos. El insigne maestro, Alfredo Vignolo Maldonado, afirma que el
periodista es el comunicador social más auténtico precisamente por todos los
medios que emplea…y porque la habilidad de su palabra puede cambiar en favor o
en contra, en bien o en mal, el sentido y la realidad de los acontecimientos,
un problema absolutamente ético, como se observará, una cuestión de absoluta
responsabilidad moral.
El libro Periodismo Ético y Deontológico,
aparece muy oportunamente, porque en ningún momento podría ser más útil que
ahora, cuando, repito, la ética profesional, la deontología periodística,
continúa por las patas de los caballos.
Lima, octubre de
1998.
MANUEL JESÚS
ORBEGOZO.
INTRODUCCIÓN
Eudoro Terrones Negrete
El mundo de hoy
atraviesa por una aguda crisis. Al desarrollo científico y tecnológico se
contrapone el resquebrajamiento de los principios y valores éticos en la
sociedad, que originan una serie de problemas y delitos sociales expresados
fundamentalmente en los sectores de la economía, la política, la educación y la
comunicación.
La crisis moral de la
sociedad se debe en gran parte al deterioro de la escala de los valores a nivel
de gobernantes y de gobernados, expresados en actos de corrupción y de
inmoralidad, en el faltamiento a la verdad, en acusaciones o denuncias públicas
lanzadas sin pruebas, en el irrespeto a la dignidad de las personas, en la
manipulación de conciencias, en el recorte de los derechos humanos, en las
interrupciones periódicas del orden constitucional para amparar el abuso del
poder y en la realización de procesos electorales nada limpios y legítimos.
Todo ello no hace más
que minar el orden jurídico del país, frustrar las esperanzas y expectativas de
los profesionales y del hombre común y corriente, así como también obstaculizar
la pacífica convivencia política y social que requieren los pueblos para
alcanzar su crecimiento, desarrollo y progreso.
El periodismo no escapa
a esta crisis moral e histórica. La ética del periodismo empieza a ser un tema
de discusión, análisis y debate públicos, que concita la atención y remueve la
conciencia ciudadana. Ahora se discute con mayor énfasis sobre el
comportamiento de los periodistas y la influencia de los medios de comunicación
social. Se analiza el pro y el contra de las libertades de expresión, de prensa
y de empresa, el rol del autocontrol informativo, el papel que juegan las
asociaciones, federaciones y colegios de periodistas en el desarrollo educativo-cultural
de la población, las bondades y los peligros de la sociedad informatizada, de
la globalización de la información y la incorporación de tecnología sofisticada
a nivel de medios de comunicación social.
La vida del periodista,
como la de cualquier ciudadano, requiere de la vigencia de normas o de
principios, a las cuales ajustar su conducta para cumplir mejor la función
profesional. Normas que pueden ser sociales, religiosas, políticas, jurídicas y
morales, siendo estas últimas las que rigen la conducta del periodista, y que
lo permiten distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, lo digno de lo
indigno, lo verdadero de lo falso, para alcanzar una vida personal y
profesional con bienestar y felicidad.
La moral es el cartabón
que mide el bien y el mal. Hombres virtuosos, sociedades progresistas. El
periodista sin principios morales, es como una pluma que se lo lleva el viento,
sin que haya quien lo recoja. El viento que sople lo llevará fácilmente a uno u
otro lado. Un periodista por muy capaz y experimentado que sea dentro de su
profesión, pero carente de sentido ético
y sentido social muy poco podrá contribuir a consolidar la democracia.
Antes bien, los mass media y el país
se verán desprestigiados por sus actitudes e ideas. Pero también la ciencia
desprovista de moral, conduce a la mecanización del hombre y a la destrucción
de la humanidad.
Se dice que las
noticias malas o peores son las que más se venden, que “las mejores…son las
peores noticias”, que el “sexo más violencia es igual a más ventas”, que “los
periódicos nunca dicen la verdad”, “la verdad de los mass media es la verdad de
sus propietarios” y cosas por el estilo. Si aceptamos estas expresiones como
ciertas entonces el periodismo no sirve para nada edificante en una sociedad de
la globalización del conocimiento y de la información. Así el periodismo sólo
serviría para hacer dinero y más dinero hasta convertir el dinero en poderoso
don caballero. El servicio social, la auténtica razón de ser del periodismo,
estaría demás.
A decir verdad, de nada
sirve saber escribir o interpretar correctamente un hecho, si no se respeta y
practica los principios de la ética periodística, si no se actúa en función al
bien común, si no se defiende, protege y promueve los derechos humanos, si no
se preserva la dignidad o el fuero interno de las personas, si no marchan de la
mano lo que se piensa con lo que se hace en la vida de relación profesional, si
no se mantiene distancia o independencia con respecto a los poderes de presión
y de opresión social y si no se erradica los conflictos de intereses creados.
Una vez más afirmamos,
la razón de ser del periodismo es el servicio social, su contribución al bien
común. De ahí la gran importancia y necesidad de contar con una buena formación
ética y deontológica del periodista. Tal importancia se manifiesta en la
existencia de un elevado número de códigos de ética periodística, nacionales y
supranacionales, elaborados por los gremios profesionales, por los medios de
comunicación escrita, radial, televisiva y cinematográfica e inclusive por el
Magisterio de la Iglesia.
Asimismo la razón de
ser del periodismo se expresa en los planes de estudios de las universidades
que consideran a la Ética y la Deontología como disciplinas básicas para una
adecuada formación integral de los futuros profesionales.
Francisco Iglesias, en
su Guía de los estudios universitarios,
Ciencias de la Información, señala que la buena formación de la conciencia
y el conocimiento de la ética profesional no pueden darse por supuestos y “No
se poseen por el hecho de haber nacido, ni se adquieren sin más con el
ejercicio rutinario de la profesión. Es algo que para poder vivirlo, antes hay
que aprenderlo. Desentenderse, activa o pasivamente, de esta obligación,
supondría una irresponsabilidad tal que bastaría por sí sola para la auto-descalificación
profesional de quien así actuase”.
Es que el tratamiento
de las informaciones en el mundo de hoy exige una gran responsabilidad social y
una alta e integral formación profesional y ética del periodista. Para ello se
requiere de centros de enseñanza superior que incorporen en el currículo
sólidos principios éticos, de educadores que no sólo prediquen la ética sino
que traten de convertirse en paradigmas de comportamiento ético. Se necesita,
además, de empresas e instituciones periodísticas bien organizadas, dirigentes
de conducta intachable, que ejerciten un periodismo docente, ético, creíble y
de buena imagen.
No debe olvidarse que
la credibilidad del periodista y de los medios se sustenta en la independencia
económica, en la calidad científica y ética de los enfoques, comentarios y
críticas, en la objetividad y la veracidad informativas, en el pluralismo y la
sensibilidad social. La credibilidad se sustenta en el uso apropiado del
lenguaje y en valoraciones liberadas de prejuicios, de sentimentalismos o de
intereses de grupo. La credibilidad se sustenta en una sana y alturada
competencia empresarial, en el respeto permanente a las opiniones ajenas, en la
eliminación de los sobornos al profesional de la información y la comunicación.
La ética nos enseña que
el periodista no debe influenciar al público, si uno ofrece un punto de vista
sobre determinado hecho de interés colectivo también tiene el deber moral de
mostrar el otro punto de vista discrepante sobre el asunto. No debe olvidarse
que la ética se sustenta en la libertad y responsabilidad informativas, en el
libre acceso a las fuentes de información para elaborar y emitir los despachos
informativos, para obtener el material informativo que producen las entidades
gubernamentales.
Es incompatible con la
ética periodística los juicios y las llamadas amenazantes, los documentos y
escritos anónimos, las agresiones físicas con propósitos de intimidación, los
delitos de prensa, la persecución política, la mordaza directa o indirecta a
los medios, la selección del personal y la marginación de los periodistas en
razón a sus ideas o creencias.
Para predicar la
moralización en la sociedad, a través de un medio de comunicación, hay que ser
ante todo un periodista ético. Y ser periodista ético es ser paradigma de
honestidad y de limpieza en los actos públicos y privados, es no hacer
demagogia con el dolor humano. El periodista ético denuncia y combate todo acto
de corrupción e inmoralidad; contribuye a reorganizar, renovar y desinfectar
aquellas instituciones, empresas, sindicatos, medios de comunicación, etc., que
estén viciadas por la corrupción y el fraude, manchadas por el crimen y la
violencia o infectadas por el robo.
El periodista ético es
un luchador social que combate a quienes hacen del poder negociado, entreguismo,
hip0oteca, prebenda y burocracia dorada. ES partidario de una educación y
conciencia moral permanente que despierte en el ciudadano la conciencia de la
responsabilidad (pedagogía de la
responsabilidad) y un elevado espíritu de lucha por la transformación
estructural del p0aís (pedagogía
sociopolítica para el cambio), en el entendido que el engrandecimiento de
una sociedad o de un país depende del engrandecimiento moral de sus ciudadanos.
El buen periodista
asume posiciones éticas valientes y sin temor alguno, aun a riesgo de perder su
propia fuente de trabajo y sus buenas relaciones amicales. Existencialmente
está comprometido con los intereses de la sociedad al que sirve, dando a los
hechos su exacta dimensión, importancia y trascendencia, sin levantarlos o
inflarlos exageradamente. Tiene derecho al libre acceso a las fuentes de
información para poder cumplir con eficiencia y eficacia sus funciones
profesionales.
Por tanto, el ocultar
informaciones a los periodistas por parte de instituciones públicas sólo
favorece al incremento del rumor, de la corrupción e inmoralidad, de los vicios
sociales, del abuso de poder y de la injusticia, frustrando con ello la
fiscalización y toda posterior acción correctiva en la gestión gubernamental. Y
un periodismo ético no debe de ninguna manera fundarse en rumores, en bolas, en
voladas, en informaciones no confirmadas, en conjeturas, en supuestos, en meras
hipótesis, no puede cumplir su labor sobre la base de intermediarios de la
verdad de los hechos noticiosos.
Así como se exige al
periodista informar con veracidad y responsabilidad, asimismo se exige a las
fuentes oficiales dar los datos reales, veraces, confiables, sin prejuicio
político y sin exclusiones ni exclusivismos.
El periodismo ético es
una síntesis de conocimientos, de informaciones y de opiniones que el
periodista, a través de los medios, divulga y enjuicia en forma crítica y
constructiva la conducta humana, la fenoménica social, de importancia
colectiva, en procura de su perfección, bienestar y felicidad.
Carlos Septien García
precisa que por dos razones necesita el periodista una sólida formación moral:
“en primer lugar, porque la tarea periodística tiene por fin, una vez obtenida
la información, enjuiciada a la luz de los principios morales sobre los cuales
reposa la existencia del hombre y de las instituciones de toda índole que la
favorecen, la sostienen y la perfeccionan, en segundo término, por el poder del
alma de expresión del periodista, que es la palabra escrita”.
Periodismo Ético y Deontológico,
se estructuró en dos capítulos. En ellos se desarrolla aspectos relacionados
con la persona moral; la ética en el periodismo; el público tiene necesidad de
verdad; el periodismo amarillo y la libertad de prensa; la manipulación
publicitaria e informativa; la comunicación social, alienación y desalienación,
y el secreto profesional en el periodismo. Finalmente se transcribe una serie
de códigos deontológicos de la prensa nacional e internacional.
Los temas abordados en
esta obra estamos seguros que convocarán a la reflexión sobre la imperiosa
necesidad e importancia de la formación ética y deontológica para un eficiente
desempeño profesional en el campo del periodismo impreso, radiofónico y
televisivo, fundamentalmente.
Lima, setiembre de 1998.
EUDORO TERRONES NEGRETE
[1] MANUEL JESÚS ORBEGOZO, Premio Nacional de
Periodismo de los años 50, maestro de generaciones de periodistas
durante 36 años en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), director de la Escuela de Comunicación Social
sanmarquina ( 2004 al 2007), jefe de la Oficina de Relaciones Públicas de
la UNMSM, reportero
polémico que recorrió con su libreta de campo y cámara fotográfica en mano por casi
cien países del mundo, escritor de pluma fecunda e incisiva, director del
diario oficial El Peruano (1999-2001), corresponsal de revistas y diarios
nacionales e internacionales. En el Suplemento Dominical del diario El Comercio trabajó más de 30 años, fue Jefe de Redacción de este diario y laboró también
en los diarios La Crónica y Expreso. Recibió la Medalla Cívica de la Ciudad de
Lima e infinidad de distinciones. El 30 de setiembre del
2010, la UNMSM lo nombra Profesor Emérito. Es autor de las obras: Periodismo:
texto de teoría y práctica; Reportajes, entre otras; Nació el 8 de enero de 1923 en Otuzco, La
Libertad (Perú) y murió a los 88 años de edad, el 12 de setiembre del 2011.