Artículos periodísticos y de investigación

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3 de enero de 2025

Serafín Delmar: El escritor, el político y el poeta indoamericano


SERAFÍN DELMAR:

El escritor, el político y el poeta indoamericano  

Serafín Delmar

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

A decir de J. Barquero en la región central del Perú “se ha desarrollado una valiosa narrativa de tendencia social que, sin embargo, es la más ignorada. Poco es, en efecto, lo que sabemos de nuestros primeros escritores –narradores, poetas o dramaturgos. Se puede afirmar, no obstante, que ya en los veinte del presente siglo (XX) existían en el valle del Mantaro una apreciable y muy dinámica actividad cultural que frecuentemente andaba de la mano con el quehacer político” (www.pueblocontinente.com/serafin_del mar_pc.pdf). Y entre los representantes más conspicuos de este movimiento literario en Huancayo se mencionan a Serafín Delmar y Julián Petrovick.

Serafín Delmar nació en Huancayo en 1901 y murió el 8 de agosto de 1980 en Santiago de Chile. Destacado escritor, novelista, poeta, periodista y político. Su verdadero nombre es Reynaldo Bolaños Díaz; el pionero en el Perú de la poesía de vanguardia, de la poesía social, del cuento y de la novela proletarias.

El periodistas e investigador literario Apolinario Mayta Inga afirma que Serafín Delmar es “El más recio de los escritores de Junín… Poeta misional y protagónico de un momento crucial de la historia del Perú…Novelista que escribió con sangre los pálpitos y el jadeo de un trozo de nuestra historia” (”Literatura de Junín Siglo XX”, Huancayo, 2007).

Entre los sobresalientes poetas vanguardistas de la época figuran Magda Portal, Serafín Delmar, Julián Petrovick (Oscar Bolaños) o Esteban Pavletich.  Con Mirko Lauer (1999) diríamos que el vanguardismo de la década del veinte fue esencialmente poético, más un síntoma de los tiempos que una escuela literaria.

Delmar sufrió persecución, destierro, prisión y miseria. Lo poco que sabemos de él proviene de sus referencias autobiográficas. Durante sus primeros años vivió en Sapallanga y gustaba pastar en los cerros,  gritar, reír, llorar y arrojar inmensas galgas que se precipitaban cuesta abajo. A veces se sentía cóndor al mirar desde lo alto. De infancia pobre y desdichada, quedó huérfano de padre a los 4 años de edad.

Se distinguió por ser colaborador asiduo e inteligente de la revista “Amauta”, editado por Mariátegui; activista literario y político; trabajó junto a Magda Portal, Armando Bazán, Blanca Luz Brun y Julián Petrovick.

En 1925 Magda Portal llegó a decir de  Serafín Delmar: “Aunque no lo creáis no pertenece a ninguna escuela modernista porque tiene su propia escuela libre y arbitraria…”

El gobierno de Augusto B. Leguía lo deporta a Bolivia en 1925 y también a Cuba en 1927, acusándolo de realizar un “complot comunista”, expresión típica que usaba el dictador de turno para perseguir a los militantes y dirigentes apristas de aquella época.

Era el año de 1930,  Víctor Raúl Haya de la Torre, fogoso y popular líder juvenil, cumplía 35 años de vida. En el mes de agosto de este año, el levantamiento militar en Arequipa dirigido por el comandante Luís M. Sánchez Cerro depuso al gobierno de Leguía. Tan pronto se produjo el derrocamiento de Leguía,  Delmar regresa al Perú y se dedica de lleno a la vida política, como uno de los gestores de la fundación del Partido Aprista Peruano. En la noche del 20 y 21 de septiembre de 1930 se funda el Partido Aprista Peruano. El 12 de octubre entra en circulación la revista “APRA” bajo la dirección de Serafín Delmar.

Serafín Delmar, junto a José Melgar Márquez y Juan Seoane Corrales, estuvieron en el banquillo de los acusados en la Corte Marcial, al ser implicados en el atentado cometido contra el presidente Luís M. Sánchez Cerro, el 6 de marzo de 1932,  en la Iglesia de Miraflores.

Al finalizar el ”proceso investigatorio”, Serafín Delmar fue condenado a 20 años de prisión, desde 1932 hasta el 28 de enero de 1942, año este último en que pudo obtener su libertad al cumplir la mitad de la condena, luego de ser indultado por el gobierno ante la intensa demanda de su libertad por los escritores, poetas e intelectuales de Perú y de diversos países de América Latina y del mundo. Después de ser indultado fue desterrado a Chile en 1942, radicando en Viña del Mar hasta su muerte.

Delmar también dirigió “La Tribuna”, pionera de la prensa libre y comprometida con el cambio de la nación. Este diario estuvo integrado por Manuel Seoane Corrales, Luís Alberto Sánchez, Arturo Sabroso, Manuel Solano, Alcides Spelucín, Serafín Delmar, Hugo Otero, Carlos Fernández Rivas y Bernardo García Oquendo, entre otros.

Delmar estuvo estrechamente vinculado a las ideas progresistas e innovadoras de la Universidad Popular González Prada, que tuvo como primer rector a Víctor Raúl Haya de la Torre.

Con Magda Portal visitaron Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Colombia a fin de divulgar la ideología de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA).

Serafín Delmar y Magda Portar

Serafín Delmar es autor de las obras poéticas: “Los espejos envenenados” (1926), “Radiogramas del Pacífico” (1927), “Radiografía del pacífico” (1927),“El hombre de estos años” (1928), “El hombre de estos años” (1929), “El año trágico” (1940),  “Cuentos de niños pobres”, “Noche de lluvia” y “Dos policías”.

Escribió cuentos: “El derecho de matar” (1926), “Tiempos de odio” (1940), “Los campesinos y otros condenados” (1943). Asimismo es autor de las novelas: “”Sol, están destruyendo a tus hijos” (1941) y “La tierra es el hombre” (1942).

Colaboró en el Boletín Titikaka, editada en Puno, publicación representativa del grupo Orkopata, con clara y definida línea indigenista, de periodicidad mensual, aparecida en agosto de 1926, con distribución por correo en casi todo el continente, boletín de seis hojas “que pregonaba, a la vez que la reivindicación de la cultura autóctona del altiplano peruano-boliviano, la renovación social y artística del continente” (Wise, 1984). En este boletín también colaboraron Óscar Cerruto, Magda Portal, César Miró Quesada, Luís E. Valcárcel, José Carlos Mariátegui, Guillermo Mercado, Mateo Jaika y Jorge Luís Borges. Al igual que Amauta, Titikaka tuvo el mismo ciclo de producción (1926-1930). 

UN CUENTO EN HUELGA[1]

Por: Serafín Delmar

SHILKA se fue con otro hombre. ¡Shilka mía!

¡Shilka mía! ¡Shilkacha! La guitarra gemía tan desesperadamente que la sombra un instante atropelló las paredes.

Hombre abandonado, ¡qué triste es ser sólo! La gran soledad creadora desenvolvía su recuerdo para ver a Shilka como la primera vez en la fiesta de Santiago, bailando en la plaza mayor con las cornetas de carrizo en cuya garganta el viento duele y aúlla como los perros de media noche. Era tan linda, que sus pechos, como las piñas, picoteaban el deseo de los chutillos que se emborrachaban para gritar como faunillos de acero alrededor de las vírgenes indias que reían como los venados espantados, desbordándose junto con las cornetas que herían el tiempo para amarrarse entre pajonales y peñascos, hasta ensangrentar las banderas del pudor y regresar al día siguiente a casa de sus padres con el novio cazado en la noche.

Shilka fue una de esas indias que tenía los labios como el sol del crepúsculo, con el cuerpo moreno de cactus floreado en los dientes.

La Shilka, pura e ingenua como una mazorca de maíz blanco. Cuando el Gobernador hizo la cacería de su Juan para enrolarlo en el ejército, rodando con su pena llegó a la casa de éste, y se humilló hasta que violaron sus mejillas unas acequias de agua transparente.

Juan marchó a la capital.

Al día siguiente, el Gobernador visitaba la estancia de Shilka, llevando consigo dos botellas de aguardiente. Esa noche la hizo brincar de terror y bebió amenazada por la cárcel.

Más tarde la Shilka parió un hijo del Gobernador. Cerca de su choza hizo su nido un pájaro agorero que lloraba todas las noches.

Pasó el tiempo y Juan no regresaba. La Shilka se iba a los cerros a enredar su canto con los arbustos que cogía para la merienda.

Una tarde, cuando la noche bajaba por las montañas, llegó Juan. ¡Cómo se abrazaron! Zapateaban de alegría sobre sus corazones quemados de hielo puneño. Pero la Shilka, esa misma noche tiró todo su cariño y Juan al río que corría como un potro blanco en el fondo. Se sentía indígena.

Al rayar la aurora, la garganta de los pájaros es el reloj de los campesinos y Shilka se marchó sin decir una palabra.

La guitarra, la compañera que nunca abandona, se moría bañada por la granizada que caía de los ojos de Juan.

 



[1] Fuente: Revista "CLARIDAD" de mayo 1936, por Lino Cerna Manrique, editada en homenaje al más grande escritor de América, quien corría el riesgo de ser fusilado por sus ideas políticas.

 

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