SERAFÍN DELMAR:
El escritor, el político y el poeta indoamericano
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
A
decir de J. Barquero en la región central del Perú “se ha desarrollado una
valiosa narrativa de tendencia social que, sin embargo, es la más ignorada.
Poco es, en efecto, lo que sabemos de nuestros primeros escritores –narradores,
poetas o dramaturgos. Se puede afirmar, no obstante, que ya en los veinte del
presente siglo (XX) existían en el valle del Mantaro una apreciable y muy
dinámica actividad cultural que frecuentemente andaba de la mano con el
quehacer político” (www.pueblocontinente.com/serafin_del
mar_pc.pdf). Y entre los representantes más conspicuos de
este movimiento literario en Huancayo se mencionan a Serafín Delmar y Julián
Petrovick.
Serafín
Delmar nació en Huancayo en 1901 y murió el 8 de agosto de 1980 en Santiago de
Chile. Destacado escritor, novelista, poeta, periodista y político. Su
verdadero nombre es Reynaldo Bolaños Díaz; el pionero en el Perú de la poesía
de vanguardia, de la poesía social, del cuento y de la novela proletarias.
El
periodistas e investigador literario Apolinario Mayta Inga afirma que Serafín
Delmar es “El más recio de los escritores de Junín… Poeta misional y
protagónico de un momento crucial de la historia del Perú…Novelista que
escribió con sangre los pálpitos y el jadeo de un trozo de nuestra historia” (”Literatura de Junín Siglo XX”,
Huancayo, 2007).
Entre
los sobresalientes poetas vanguardistas de la época figuran Magda Portal,
Serafín Delmar, Julián Petrovick (Oscar Bolaños) o Esteban Pavletich. Con Mirko Lauer (1999) diríamos que el
vanguardismo de la década del veinte fue esencialmente poético, más un síntoma
de los tiempos que una escuela literaria.
Delmar
sufrió persecución, destierro, prisión y miseria. Lo poco que sabemos de él
proviene de sus referencias autobiográficas. Durante sus primeros años vivió en
Sapallanga y gustaba pastar en los cerros,
gritar, reír, llorar y arrojar inmensas galgas que se precipitaban
cuesta abajo. A veces se sentía cóndor al mirar desde lo alto. De infancia
pobre y desdichada, quedó huérfano de padre a los 4 años de edad.
Se
distinguió por ser colaborador asiduo e inteligente de la revista “Amauta”, editado
por Mariátegui; activista literario y político; trabajó junto a Magda Portal,
Armando Bazán, Blanca Luz Brun y Julián Petrovick.
En
1925 Magda Portal llegó a decir de
Serafín Delmar: “Aunque no lo creáis no pertenece a ninguna escuela
modernista porque tiene su propia escuela libre y arbitraria…”
El
gobierno de Augusto B. Leguía lo deporta a Bolivia en 1925 y también a Cuba en
1927, acusándolo de realizar un “complot comunista”, expresión típica que usaba
el dictador de turno para perseguir a los militantes y dirigentes apristas de
aquella época.
Era
el año de 1930, Víctor Raúl Haya de
Serafín
Delmar, junto a José Melgar Márquez y Juan Seoane Corrales, estuvieron en el
banquillo de los acusados en
Al
finalizar el ”proceso investigatorio”, Serafín Delmar fue condenado a 20 años
de prisión, desde 1932 hasta el 28 de enero de 1942, año este último en que
pudo obtener su libertad al cumplir la mitad de la condena, luego de ser
indultado por el gobierno ante la intensa demanda de su libertad por los
escritores, poetas e intelectuales de Perú y de diversos países de América
Latina y del mundo. Después de ser indultado fue desterrado a Chile en 1942,
radicando en Viña del Mar hasta su muerte.
Delmar
también dirigió “
Delmar
estuvo estrechamente vinculado a las ideas progresistas e innovadoras de la
Universidad Popular González Prada, que tuvo como primer rector a Víctor Raúl
Haya de la Torre.
Con
Magda Portal visitaron Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Colombia a fin
de divulgar la ideología de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA).
Serafín
Delmar es autor de las obras poéticas: “Los espejos envenenados” (1926),
“Radiogramas del Pacífico” (1927), “Radiografía del pacífico” (1927),“El hombre
de estos años” (1928), “El hombre de estos años” (1929), “El año trágico”
(1940), “Cuentos de niños pobres”,
“Noche de lluvia” y “Dos policías”.
Escribió
cuentos: “El derecho de matar” (1926), “Tiempos de odio” (1940), “Los
campesinos y otros condenados” (1943). Asimismo es autor de las novelas: “”Sol,
están destruyendo a tus hijos” (1941) y “La tierra es el hombre” (1942).
Colaboró
en el Boletín Titikaka, editada en
Puno, publicación representativa del
grupo Orkopata, con clara y definida línea indigenista, de periodicidad
mensual, aparecida en agosto de 1926, con distribución por correo en casi todo
el continente, boletín de seis hojas “que pregonaba, a la vez que la
reivindicación de la cultura autóctona del altiplano peruano-boliviano, la
renovación social y artística del continente” (Wise, 1984). En este boletín
también colaboraron Óscar Cerruto, Magda Portal, César Miró Quesada, Luís E.
Valcárcel, José Carlos Mariátegui, Guillermo Mercado, Mateo Jaika y Jorge Luís
Borges. Al igual que Amauta, Titikaka tuvo el mismo ciclo de producción
(1926-1930).
UN CUENTO EN HUELGA[1]
Por: Serafín Delmar
SHILKA se fue con otro hombre. ¡Shilka mía!
¡Shilka mía!
¡Shilkacha! La guitarra gemía tan desesperadamente que la sombra un instante
atropelló las paredes.
Hombre
abandonado, ¡qué triste es ser sólo! La gran soledad creadora desenvolvía su
recuerdo para ver a Shilka como la primera vez en la fiesta de Santiago,
bailando en la plaza mayor con las cornetas de carrizo en cuya garganta el
viento duele y aúlla como los perros de media noche. Era tan linda, que sus
pechos, como las piñas, picoteaban el deseo de los chutillos que se
emborrachaban para gritar como faunillos de acero alrededor de las vírgenes
indias que reían como los venados espantados, desbordándose junto con las
cornetas que herían el tiempo para amarrarse entre pajonales y peñascos, hasta
ensangrentar las banderas del pudor y regresar al día siguiente a casa de sus
padres con el novio cazado en la noche.
Shilka fue
una de esas indias que tenía los labios como el sol del crepúsculo, con el
cuerpo moreno de cactus floreado en los dientes.
Juan marchó a
la capital.
Al día
siguiente, el Gobernador visitaba la estancia de Shilka, llevando consigo dos
botellas de aguardiente. Esa noche la hizo brincar de terror y bebió amenazada
por la cárcel.
Más tarde
Pasó el
tiempo y Juan no regresaba.
Una tarde,
cuando la noche bajaba por las montañas, llegó Juan. ¡Cómo se abrazaron!
Zapateaban de alegría sobre sus corazones quemados de hielo puneño. Pero
Al rayar la
aurora, la garganta de los pájaros es el reloj de los campesinos y Shilka se
marchó sin decir una palabra.
La guitarra,
la compañera que nunca abandona, se moría bañada por la granizada que caía de
los ojos de Juan.
[1]
Fuente: Revista
"CLARIDAD" de mayo 1936, por Lino Cerna Manrique, editada en homenaje
al más grande escritor de América, quien corría el riesgo de ser fusilado por
sus ideas políticas.