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24 de agosto de 2020

EL LENGUAJE COMO MEDIO DE COMUNICACIÓN Y DE CONVIVENCIA SOCIAL

EL LENGUAJE COMO MEDIO DE COMUNICACIÓN Y DE CONVIVENCIA SOCIAL

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

 

El lenguaje es el principal instrumento y medio de comunicación de que dispone la humanidad, íntimamente ligado a la civilización, ¡hasta tal punto, que se ha llegado a discutir si fue el lenguaje el que nació de la sociedad, o fue la sociedad la que nació del lenguaje” (Rafael Secco).

El lenguaje se manifiesta a través de movimientos expresivos del cuerpo, de sonidos articulados, de palabras y combinaciones de palabras, de signos o dibujos. A través del lenguaje se comunica toda la obra creativa del hombre, toda la riqueza de la vida anímica de la comunicación humana. Mediante el lenguaje se expone los pensamientos, los conocimientos, el bagaje cultural de las personas y el patrimonio cultural, científico y tecnológico de la humanidad.

No le falta razón a Juan Luis Vives cuando manifiesta: “Dios dio la lengua a los hombres para que fuese instrumento de comunicación y convivencia a la cual la Naturaleza atrae al hombre y le mantiene en sociedad. La lengua es causa de grandes bienes y de grandes males, según usares de ella…”

Es por la relación estrecha y permanente existente entre el pensamiento y el lenguaje “que el adulto no puede pensar sin hablar anteriormente” (Malapert). La teoría teológica de De Bonald y de otros autores admiten la anterioridad del lenguaje sobre el pensamiento, el lenguaje fue dado al hombre por la revelación divina.

Renán sostiene que “el hombre nace naturalmente hablando, como nace naturalmente pensando”. El filósofo griego Platón afirmó la tesis de que el lenguaje humano, la palabra, es el producto natural y el producto social que ha salido mediante una transformación progresiva de formas inferiores de expresión, del gesto y del grito animal.

El lenguaje es el medio y el método exclusivamente humano, el más importante de la vida de relación espiritual entre las personas; es el instrumento de comunicación social por medio de un sistema de símbolos producido de manera deliberada, en la que el pensamiento está incorporado al lenguaje con el fin de participar a otros algo, poco o mucho de esa vida, apoderarse de los objetos de la realidad y unirse a ellos para comprenderlos, describirlos, explicarlos y tratar de influir sobre la vida espiritual de las demás personas.[1] Por eso se dice que los seres humanos son animales racionales simbólicos, por cuanto son capaces de convertir la realidad circundante en signos y símbolos susceptibles de análisis, interpretación, descripción, explicación, conservación y difusión.

El lenguaje común tiene por objeto la comunicación de pensamientos, opiniones, necesidades, intereses, deseos, problemas, proyectos de vida, percepciones, sensaciones, sentimientos y pasiones; pero también la comunicación de experiencias emocionales, estéticas y volitivas, la representación de valores, la regulación de la conducta humana y la conceptualización del mundo.

El lenguaje es el efecto, la condición y el cuerpo del pensamiento lógico; es el que reproduce la vida interior del individuo y la realidad exterior del mundo. “La adquisición de lenguaje entraña un complejo proceso de imitación y de acción creativa, por el cual se llega a la construcción del mundo interior” (Rampeli, 1966). Y es que individuo, lenguaje y mundo van íntimamente conexos. Al respecto Carlos Castilla del Pino señala: “El lenguaje surge como necesidad frente a mi mundo, esto es, como forma de dar cuenta de mis propias experiencias del mundo que compone mi hábitat” (1972:15).

En el mundo no solo hay los denominados consumidores del lenguaje, conformado por el común de los seres humanos que lo usan, sino también los productores o creadores del lenguaje, integrado por descubridores, inventores, investigadores, científicos, filósofos, poetas, técnicos y profetas.

Las facultades del ser humanos intervinientes en el lenguaje son la memoria, la imaginación, la inteligencia, la sensibilidad y los órganos sensoriales. “La reflexión sobre la esencia del lenguaje conduce a la necesidad de que sea cultivado, como se dice en los versos del célebre investigador del mismo Carlos Martius: “Cultiva, oh, hombre, el lenguaje como divina herencia del cielo. Mantenlo puro como el aire, claro como la luz”.



[1] En el planteamiento de Frege, el lenguaje es instrumento de comunicación precisamente porque es vehículo de los conceptos; el lenguaje ya no aparece como algo externo al pensamiento sino que el lenguaje incorpora pensamiento. Si el lenguaje se entiende no es porque en mí, cuando otro habla, acontezcan las mismas vivencias que supuestamente el otro tiene, lo cual sería un planteamiento subjetivista o psicologista. Yo entiendo lo que otro dice, no porque su lenguaje transfiera a mi mente lo que está pasando en la suya, visión causalista del lenguaje, sino, sencillamente, porque yo entiendo lo que ´’él dice. ¿Por qué entiendo lo que él dice?, porque el pensamiento no es ajeno al lenguaje, sino que el pensamiento está incorporado al lenguaje. Por eso el lenguaje es instrumento de comunicación: porque incorpora pensamiento (Jorge Yarce, 1986:88).

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