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26 de marzo de 2020

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA EN EL PERÚ


INTRODUCCIÓN  A LA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN  UNIVERSITARIA EN EL PERÚ

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

La Filosofía de la Educación se ocupa sobre el qué, el cómo, el por qué y el para qué de la educación, sobre lo que es y lo que debe ser la educación como un todo y en sus facetas,  categorías, procesos, fundamentos, causas y consecuencias, valores, objetos, principios, fines, metas, estructura, problemas, esencia y relaciones supra-individuales que la rigen.
La Filosofía de la Educación es una disciplina de la Filosofía que descubre, estudia, enuncia, describe y explica el eidos de la realidad educacional y los problemas de la educación en sus diferentes sectores, niveles y modalidades, haciendo uso de técnicas y de métodos de investigación filosófica y científica, en determinados espacios y tiempos históricos.
 “La Filosofía de la Educación –explica Luis Felipe Alarco- estudia los supuestos mismos de la educación, su estructura, sus categorías, sus valores, su orientación télica; mas no los hechos de la educación, que son diferentes en cada uno de los casos, en cada una de las situaciones. A ella le interesa de manera fundamental la esencia misma de la educación, lo que la educación es por encima de la diversidad de los hechos” (1965:11-12).
Según Fullat las tareas de la Filosofía de la Educación son: a. Analizar el lenguaje educativo, b. Indicar el sentido general del proceso educativo, c. Mostrar la estructura educanda del hombre, d. Explicar, a través de la Teleología las diversas pedagogías.[1]
La Filosofía de la Educación Universitaria trata de describir y de explicar racionalmente la teoría y la praxis de la educación universitaria, sus fines inmanentes y trascendentes, sus fundamentos filosóficos, epistemológicos, metodológicos y axiológicos, su visión y misión, el sentido y la significación de su lenguaje, y la lógica de su proceso relacional de educando, educador, familia, universidad y sociedad, etc, de tal manera que la universidad pueda formar ciudadanos, personalidades, profesionales, expertos, técnicos e investigadores bien educados, bien integrados y bien realizados al servicio de su sociedad.
Para el cumplimiento de sus objetivos, fines y metas la Filosofía de la Educación Universitaria se vale de diversas disciplinas filosóficas, entre ellas, la Axiología de la Educación, la  Estética de la Educación, la Antropología filosófica, la Antropología pedagógica, la Psicología social, la Psicología pedagógica, la Ontología de la Educación, la Gnoseología, la Epistemología de la Educación, la Metodología de la Educación y la Tecnología Educativa. Pero también recurre al aporte de las diversas posiciones filosóficas: positivismo, psicologismo, sociologismo, historicismo, estructuralismo, existencialismo, pragmatismo,  fenomenologismo, y doctrina social cristiana.
El vertiginoso avance de la ciencia y la tecnología requiere de la permanente calificación de la fuerza de trabajo para lograr un desarrollo económico sostenido. La flexibilidad, la creatividad y la capacidad de aprender son los conceptos básicos del desarrollo contemporáneo, no sólo para disminuir la distancia entre países industrializados y sociedades en desarrollo, sino para ser menos vulnerables a las dinámicas externas y controlar el propio proceso de desarrollo.
Al cerrar el siglo XX nos encontramos con universidades en el Perú que, a decir de algunos investigadores y teóricos de la educación, “viven a espaldas de la sociedad peruana”, “poco o nada contribuyen al desarrollo nacional”, “no marchan según los intereses del país”, “no se acercan a las empresas” y “siguen siendo una isla”.
El 15 de junio de 1918 se difunde el histórico Manifiesto de la Reforma Universitaria, iniciado por los estudiantes argentinos de la Universidad de Córdova y dirigido “A los hombres libres de Sudamérica”. La protesta estudiantil fue “contra el estado de atraso espiritual, docente y científico” y contra “el gobierno oligárquico” de las universidades.
Gabriel del Mazo, entonces presidente de la Federación Universitaria Argentina,  en su obra La Reforma Universitaria (3 tomos), señala que son diez las bases de organización de este gran movimiento estudiantil universitario: 1) Coparticipación estudiantil en la vida y el gobierno de la Universidad; 2) vinculación de los graduados; 3) asistencia libre; 4) docencia libre; 5) periodicidad de la cátedra; 6) publicidad de los actos universitarios y docentes; 7) extensión universitaria; 8) ayuda social estudiantil; 9) sistema diferencial organizativo de las universidades; 10) Universidad social.
Este pronunciamiento de Córdova se extiende rápidamente hacia los países de Uruguay, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Centroamérica y Cuba. Sus protagonistas y conductores serían más tarde esclarecidos líderes políticos del Continente, entre los que figuran Víctor Raúl Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Germán Arciniegas, Anselmo Jover Peralta, Juan José Arévalo y Santiago Labarca.
A Víctor Raúl Haya de la Torre le correspondió jugar un rol preponderante y decisivo en el movimiento de la Reforma Universitaria en el Perú. “Su aporte es fundamental, -refiere  Percy Murillo, en su Historia del APRA, 1919-1945- ya que la verdadera misión social de la universidad se plasma con la creación de las Universidades Populares que fueron establecidas en varios países de América. Desde el ángulo ideológico él sostiene que el aprismo encontró en la Reforma fuente de inspiración y señala tres postulados normativos que son antecedentes doctrinarios del aprismo: americanismo y consecuente unidad continental; liberación de nuestros pueblos de su inveterado coloniaje cultural; transformación de nuestras universidades en focos de una nueva ciencia y una innovada tecnología genuinamente indoamericana y cumplimiento de la verdadera misión social universitaria por su democratización interna y por su expansión hacia el pueblo para ayudar a redimirlo de la ignorancia”.
En  1919, tras el golpe de estado realizado por Augusto B. Leguía al presidente de la República José Pardo, los estudiantes logran que se incluya la participación de los estudiantes en los consejos de los órganos de gobierno de las universidades, el derecho de tacha a los profesores y la supresión en la obligación de asistencia a clases, entre otras demandas.
En 1960 con la aprobación de la Ley N” 13417, Ley Universitaria, se devuelve los derechos estudiantiles arrebatados: la participación en los órganos de gobierno, el derecho de tacha a los docentes, la asistencia libre a clases, la cátedra paralela, la ayuda asistencial a los estudiantes, etc.
A partir de la década del sesenta empieza la masificación de la universidad peruana con la creación de la Universidad Comunal del Centro (Huancayo), con sus filiales en Lima, Huacho, Cerro de Pasco y Huánuco, las mismas que al independizarse se convierten en Universidad Nacional Federico Villarreal (Lima), Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión (Huacho), Universidad Daniel Alcides Carrión (Cerro de Pasco y Universidad Nacional Hermilio Valdizán (Huánuco).
En 1970 se aprueba la Ley Universitaria N° 17437, ley que logra modificar la estructura curricular y profesional de las carreras, adoptándose el sistema semestral, los creditajes académicos y la departamentalización de las áreas del conocimiento; se cierran las facultades humanistas de Letras, Artes, Filosofía, etc., y son reemplazadas por las denominadas carreras técnicas: Ingeniería, Ciencias administrativas, Ciencias contables, Ciencias de la comunicación, Ciencias de la Informática y Estadística, Enfermería, Odontología y otras.
En 1983 se aprueba la Ley Universitaria N° 23733, asignándose a la universidad la función de investigación y se amplía como grado académico las de Maestría, aparte del Doctorado que se venía desarrollando.
Si bien es cierto que el Perú tiene una mayor población juvenil en función al total de estudiantes, “Sin embargo, cada año se siente más preocupación por su rol y destino futuro. Sólo uno de cada cinco logra el ingreso para seguir estudios superiores. Los que quedan se entretienen “preparándose” en las academias o centros pre-universitarios o trabajan precariamente o se suman al segmento de los desocupados” se indica en el documento de trabajo Modernización de la educación secundaria (1997) del Ministerio de Educación de Perú.
Cada año ingresan a las universidades no más del 25 % de postulantes, quedando fuera del sistema educativo el 75 %, situación que origina un serio problema juvenil por cuanto se posterga sus justas aspiraciones de profesionalización y se les obliga a engrosar la población sin educación superior universitaria.
En declaraciones al diario La República, el 20 de mayo de 2018, el ministro de Educación de Perú, Daniel Alfaro Paredes expresó: “La transitabilidad entre la educación básica y la superior no está todavía construida a manera de política. Ahorita el 60 % de jóvenes de 16 a 20 años no sigue ningún estudio postsecundario, y de ese 60 %, el 23 % es “ni-ni” (ni estudia ni trabaja)”.
La educación universitaria podríamos afirmar que aún es teorizante, acrítica, inmediatista, individualista, con pocas carreras profesionales de duración intermedia, poco participativa y poco dialógica interdisciplinaria , inadecuación de las titulación al mercado laboral nacional e internacional y de escasa correlación entre el campo ocupacional y el perfil profesional.
Los estudiantes que ingresan a las universidades no dejan de ser dogmáticos, acríticos, memoristas, poco creativos, de poca capacidad comunicativa, carecen de hábitos por la lectura y son de escasa formación en valores éticos.
No existe una coordinación permanente, fluida y efectiva entre las diversas escuelas de posgrado de maestría y doctorado de las universidades públicas y privadas. Un alto porcentaje de estudiantes de posgrado no llegan a graduarse por diversos motivos: escasez de recursos económicos, falta de dominio de la metodología para la elaboración de sus tesis, falta de conocimiento básico de un idioma extranjero, carencia de disponibilidad de tiempo, deserción, entre otros. Un alto porcentaje del total de catedráticos de las universidades carecen de formación pedagógica.
Muchas carreras profesionales y especialidades que ofertan las universidades no guardan relación con las necesidades de crecimiento y desarrollo del Perú, toda vez que se crean en función al costo de inversión de las mismas y la demanda de los postulantes.
El gasto promedio por estudiante en las universidades públicas aún sigue siendo bajo con relación a la de otros países. Por ejemplo, en 1992 era de 535 dólares, que comparativamente con otros países resulta siendo una suma irrisoria:

Países
Gasto promedio
 por estudiante universitario      
en dólares
Años
Perú
535
1992
España
906
1985
Chile
       1,700
1989
Israel
       4,760
1988
Japón
         5,986
1985
Estados Unidos
         8,724
1984











Por tanto, desde el ámbito de la filosofía de la educación universitaria en el Perú debe formularse y dispensarse una educación integral y empresarial para la creatividad y el cambio social. Una cultura filosófica orientada hacia la innovación y la creatividad establece un nuevo mandato a la educación: transmisión y sentido del futuro, asimilación y adaptación efectiva al cambio social, político, económico, educativo, cultural y moral de la sociedad peruana.
 Una filosofía de la educación universitaria en el Perú no deja de ser integradora al proceso productivo a efecto de reducir los obstáculos que traban el progreso, de fomentar la curiosidad por todo lo útil para la transformación de las estructuras de un país e infundir el sentido de la diversidad de soluciones, entrenar la inteligencia para la estimulación de la imaginación y educar el espíritu crítico.
Se requiere de un sistema educativo que funcione y de una filosofía de la educación universitaria que sea capaz de formar ciudadanos, productores y consumidores con igualdad de oportunidades y que respondan con eficacia a los desafíos del futuro.
En un país como el Perú donde las expectativas de ingreso a la educación superior son mayores que las vacantes ofrecidas por estos centros de estudios, es lógico y necesario un proceso de selección de los más aptos, pero tal como están concebidos los actuales exámenes de admisión, la mayoría de las universidades peruanas privilegian la medición de los conocimientos que tiene el postulante.
En realidad, los procesos de admisión deberían tratar de predecir quiénes son los postulantes que tendrán un mejor desempeño como universitarios y posteriormente como profesionales, lo que evitaría muchos fracasos.
Sin embargo, es imposible determinar estas cualidades en base a un solo examen, por lo que se requiere necesariamente de una revisión de los crite­rios establecidos por las universidades peruanas.
En la mayor parte de países se emplean varios sistemas de selección a la vez, como una prueba de aptitud académica y otra de conocimientos básicos, así como entrevistas personales y diversos factores que cada institución estima importantes según su propia perspectiva.
Un criterio que se usa con frecuencia y que las universidades peruanas empiezan a considerar pertinente es el desempeño del postulante durante sus cinco años de educación secundaria, pero no como nota numérica dado que hay diferentes formas de calificar sino en base al lugar que ocupó en el cuadro de méritos.
El problema es que todavía se mira a la universi­dad como la única opción, cuando hay muchas carreras técnicas. Hay chicos que salen con su cartón y el país no tiene capacidad de absorber esa mano de obra calificada. Por ello, se requiere además de una filosofía universitaria peruana, de un proyecto educativo un plan de desarrollo nacional, que determine las necesidades productivas del país y los profesiona­les que necesita.
La nueva educación universitaria en el Perú será aquella capaz de realizar lo siguiente:
Constituir una comunidad de aprendizaje permanente y de por vida.
Contar con catedráticos A1 en idoneidad profesional y producción intelectual.
Desarrollar permanentemente la capacidad de innovación en todo sentido u orden de cosas.
Ejercer el liderazgo educativo ejemplar.
Fomentar la motivación y capacitación intensiva de su personal jerárquico, administrativo, de servicios y personal docente.
Guiar el quehacer cotidiano de los miembros de la comunidad universitaria a través de valores morales.
Impulsar y desarrollar proyectos y programas educativos que sean productivos y rentables.
Lograr la máxima calidad educativa.
Lograr satisfacer las necesidades y expectativas de los usuarios.
Desarrollar una organización funcional, ágil, expeditiva, flexible y descentralizada.
Pensar y actuar en grande, creativamente, con la seguridad de alcanzar sus objetivos, fines y metas.
Planificar con realismo y rigurosidad científica el futuro que les espera.
Practicar la crítica rigurosa, la autocrítica y la mutuo-crítica en el pensamiento y en la acción educativa.
Prestar un servicio académico y administrativo con la mayor eficacia, efectividad y eficiencia.
Realizar trabajos de investigación científica y tecnológica para el desarrollo institucional y nacional.
Adaptarse de manera fácil y rápida a los cambios que originan los avances en la ciencia y la tecnología.
Solucionar rápidamente los problemas administrativos, académicos, presupuestarios y de otra índole.
Ser altamente competitiva en calidad y en precio de sus bienes y servicios educativos.
Cambiar radicalmente la fisonomía de la Universidad peruana, implica todo un arduo trabajo que compromete a toda la comunidad universitaria, tanto pública como privada; significa abordar la problemática dentro de una política de Estado y no más políticas de gobierno; implica desarrollar un nuevo enfoque filosófico y una nueva praxis de la acción pedagógica profesional, emparejado con los grandes avances de la ciencia y de la tecnología de la sociedad del conocimiento y las urgencias y requerimientos de crecimiento, desarrollo y progreso del país.
Y esto sólo será posible en la medida que todas las universidades compartan una mesa de análisis crítico y deliberaciones conjuntas, para elaborar un Proyecto de Desarrollo Universitario Nacional (PRODEUN) serio, realista, responsable y futurista, más allá de intereses individuales lucrativos.
Somos conscientes que sólo una educación de calidad máxima puede ser el instrumento fundamental para impulsar las tantas veces voceada pero postergada reforma estructural en el Perú, en los sectores social, económico, político, judicial, educativo y cultural.
El desarrollo del Perú no puede medirse solamente por los bienes y recursos naturales que dispone – que son muchos y variados- sino, principalmente, por la calidad de los recursos humanos que los producen y los usan.


[1] Fullat i Genis, Octavi. Filosofía de la Educación, Ed. CEAC, S.A., Barcelona, 1983, p.81.

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