EL CAPITAL INTELECTUAL EN LA SOCIEDAD GLOBAL
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
El
siglo XXI es el siglo del saber, el siglo de la revolución de la información y
la comunicación, el siglo de la libertad y de la esperanza, el siglo de la
racionalidad científica y tecnológica, pero por sobre todas las cosas es el
siglo de la sociedad del conocimiento.
No
cabe duda alguna que vivimos en una sociedad del conocimiento, en la que el
tiempo es más corto (lo que se conoce como «aceleración de la historia») y el
espacio es más pequeño (lo que se denomina «aldea global»). Lo cercano y lo
lejano, lo real y lo virtual, lo importante y lo urgente, lo verdadero y lo
falso, lo genuino y lo espurio, lo exaltado y lo degradado, lo público y lo
privado se confunden, se mezclan tan profunda y casi perfectamente, hasta el
punto de parecer indistinguibles o imperceptibles. Lo gubernamental y el
servicio público se confunden con lo comercial, lo institucional se convierte
en organización; lo cierto se hace dudoso y lo utópico puede convertirse en
probable
Hernando
Gómez Buendía, en su obra «Educación: La agenda del siglo XXI hacia un
desarrollo humano», con fundadas razones asevera que «La revolución científica
es el motor de este tempo de vértigo. Aunque no sea fácil medir el
conocimiento, dicen los entendidos que, si la vida del Homo Sapiens sobre la
Tierra hubiese durado una hora, el 95 % de su saber provendría de los últimos
20 segundos. En los últimos 4 segundos -en el siglo XX- se han producido 9
décimos de aquel saber, y en el último segundo- en estos 25 años- hemos
aprendido tres veces más que durante el medio millón de años anteriores»
Bien
vale la pena recordar que en 1750 se duplicó por primera vez el conocimiento de
la humanidad. Ciento cincuenta años después, o sea en 1900, se repite el mismo
fenómeno. Nuevamente se duplica alrededor de 1955. A la fecha el conocimiento
humano se duplica cada 5 años. Y se estima que para el año 2020 se duplicaría
cada 73 días.
En
1969 Jean-Jacques Servan-Schreiber, en una de sus obras más leídas, El Desafío Americano, se adelantó en
advertir que «Ni las legiones, ni las materias primas, ni los capitales son ya
las marcas ni los instrumentos de poder. Y las propias usinas son sólo su signo
externo. Las fuerzas modernas son la capacidad de inventar, o sea, la investigación,
y la capacidad de introducir las invenciones en los productos, es decir, la
tecnología. Los yacimientos que hay que explorar no están hoy ni en la tierra,
ni en el número, ni en las máquinas – residen en el espíritu. Más precisamente,
en la aptitud de los hombres para reflexionar y crear... La formación, el
desarrollo, la explotación de la inteligencia, ése es el único recurso. No hay
otro...»
El capital intelectual o conocimiento es el capital más importante con que cuenta el mundo del tercer milenio, como producto de la tecnoglobalización. La tecnoglobalización posibilita el desarrollo de la industria de programas informáticos, la venta de productos en línea, la prestación de servicios administrativos y de control más eficaz, la práctica de la telemedicina, la teleducación, el conocimiento de los pronósticos metereológicos, el impulso del telecomercio y del teletrabajo.
El
conocimiento constituye el valor agregado principal e imprescindible en todos
los procesos de producción de bienes y de servicios de una nación, y convierte
el dominio del saber o conocer sin fronteras en el factor básico e
irremplazable de su desarrollo autosostenido, de las cuales dependerá en mucho
el éxito de las empresas, universidades e industrias en el presente y el
futuro.
La
transitoriedad del conocimiento y de las imágenes de la realidad, obligan a los
estudiantes y a las personas a reorganizar su almacén de imágenes, aprender de
nuevo hoy lo que ayer creían saber; pues las verdades de ayer se convierten
súbitamente hoy en ficciones y que deben ser reemplazadas, renovadas,
revisadas, revitalizadas cada vez más de prisa. El conocimiento se vuelve
fugaz, temporal y transitorio. Para adaptarse positivamente a la ambivalente
sociedad global las personas y los estudiantes deberán aprender de nuevo la realidad.