SANTO TOMÁS DE AQUINO,
“EL DOCTOR DE LA IGLESIA CATÓLICA”
Y “EL PATRÓN DE TODAS LAS ESCUELAS CATÓLICAS”
Escribe:
Dr. Eudoro Terrones Negrete
VIDA
Y OBRAS
Santo Tomás de Aquino
(1225-1274) fue maestro universitario, lógico, metafísico, escritor, filósofo y
doctor en teología. Sus padres son el conde Laudolfo de Aquino y la condesa
Teodora. Nació en el Castillo de Roccasecca (Lombardía, Italia), allá por el
año de 1225, y murió a los 49 años de edad, el 7 de marzo de 1274, en el
Convento de Fosanuova, cuando viajaba al Concilio de Lyon, al que lo había
invitado personalmente el Papa Gregorio X.
A los 17 años de edad
ingresa como fraile a la Orden de Santo Domingo (Orden Dominicana) en 1242, y
muy pronto llega a ser discípulo de San Alberto Magno – uno de los sabios de la
Edad Media- quien al profetizar de Santo Tomás dijo: “este buey llenará un día
el mundo con sus mugidos”.
Tomás de Aquino estudió
en la Universidad de Colonia (Alemania) y pronto se convirtió en un
extraordinario maestro dominico, al ser nombrado catedrático de la Universidad
de París en 1257.
Se cuenta que dos de sus
hermanos, de los siete que eran, lo raptan en 1244 y lo mantienen prisionero
por más de un año con el fin de impedirle que ingresara a la Orden Dominica.
Resiste todas las tentaciones (de ahí proviene el sobrenombre de “Angélico”) y
regresa a su Orden.
Es llamado “Doctor
Angélico”, precisamente por la profundidad y claridad de su pensamiento, por la
solidez de sus argumentaciones y por la pureza de sus costumbres. Asimismo, es
conocido como “El Ángel de las Escuelas”, “El Príncipe de la Escolástica”, “El
Teólogo consultor del Papa Gregorio X” y “El Patrón de todas las Escuelas
Católicas” (1880).
El 20 de julio de 1323
fue canonizado en Aviñón por el Papa Juan XXII. Y, 244 años después, el Papa
Pío V lo declaró “Doctor de la Iglesia Católica” (1567).
Nicolás Abbagnano
describe a Santo Tomás de Aquino así: un hombre alto, moreno, grueso, algo
calvo, que tenía el aspecto pacífico y suave del sabio sedentario. A causa de
su carácter cerrado y silencioso, sus condiscípulos de París le llamaban “el
buey mudo”.
Recibe la influencia del
pensamiento de Aristóteles, de San Agustín, de Boecio, de los pseudo-Dionicio,
de las filosofías árabe y judía, lucha contra los averroístas y el agustinismo,
polemiza con el franciscano San Buenaventura, combate el maniqueísmo y el
paganismo, el musulmanismo y a los albigenses, cátaros y valdenses.
El Santo Doctor es el
reformador de la metafísicas aristotélica y lo adapta a los requerimientos de
la religión cristiana, es el fundador de la Teología como ciencia, logrando
armonizar, conciliar y equilibrar la fe cristiana (Teología) con la razón
(Filosofía), en cumplimiento de su sagrada misión de rescatar para el
pensamiento católico lo significativo y trascendente del pensamiento antiguo,
en especial el pensamiento de Aristóteles. Así como alguna vez se dijo que San
Agustín llegó a "cristianizar a Platón”, en forma similar se sostiene
ahora que Santo Tomás de Aquino llegó a “bautizar a Aristóteles”.
El pensamiento tomista
puede denominarse filosóficamente “realismo moderado”, gnoseológicamente un
“realismo empirista moderado” y teológicamente como “intelectualista” al
sustentar que en el intelecto humano no hay nada que primero no haya pasado a
través de los sentidos, aunque con tendencia “existencialista” más que
“esencialista”.
Con respecto a su
producción intelectual, Santo Tomás de Aquino continúa y concluye la obra de
San Alberto Magno, busca establecer y respetar el auténtico significado del
aristotelismo valiéndose de los propios textos del Estagirita, intenta
equilibrar la filosofía con la teología (la fe con las verdades reveladas, las
relaciones que deben existir entre razón y fe para formular las pruebas de la
existencia de Dios y aclarar los dogmas consiguientes, y la distinción real
entre esencia y existencia, etc.).
OBRAS
Escribió más de 36 obras
y 25 opúsculos, en los 49 años de su existencia fructífera. Sus obras llegaron
a tener importancia y trascendencia pero fueron colocadas por los padres del
Concilio de Trente al lado de los libros santos, no serán todos pero sí un buen
número de ellas. No por poco han sido calificadas por la crítica especializada
como “una cosmovisión que devolvía a Dios a la Tierra y rompía la tradición
pesimista agustiniano-platónica” y como “un verdadero renacimiento de la razón”
en una época contradictoria calificada de edad oscura (Edad Media).
Entre las obras más importantes figuran: Suma Teológica, De los principios de la naturaleza, El entre y la esencia, Sobre la eternidad del mundo, Suma contra los Gentiles, Comentario a las sentencias, Comentarios a Boecio, Compendio de Teología, Del Gobierno de los Príncipes, Del Alma, De los Meteoros, Comentario sobre Aristóteles, Cuestiones, y Contra los errores de los griegos.
SÍNTESIS
DE LA FILOSOFÍA TOMISTA
En un intento de síntesis
podemos presentar rasgos saltantes de la filosofía de Santo Tomás de Aquino,
filosofía denominada “Tomismo”.
1°. No hay confusión,
contradicción, incompatibilidad ni separación entre filosofía y teología. Por
el contrario, hay una estrecha y permanente relación, armonización,
concurrencia y equilibrio entre razón y revelación o fe, pues tanto la razón
como la fe proceden de Dios. La revelación no anula ni inutiliza la razón: “la
gracia no elimina la naturaleza, sino que la perfecciona”. La fe es la regla
del recto proceder de la razón. La fe cree en la autoridad o verdad revelada
por Dios. La razón cree en la demostración y aunque la razón tiene su propia
verdad está subordinada a la fe. Lo importante es que el Doctor Angélico ha
reivindicado la autonomía relativa de la razón, aun manteniendo su distinción
con la fe.
2°. La filosofía tomista,
recogiendo en parte la influencia de la filosofía árabe y la de los clásicos,
constituye un inusitado esfuerzo de sistematización de la teología católica, de
conciliación científica entre la doctrina aristotélica y los postulados del
cristianismo. Por ejemplo, concilia a Platón y Aristóteles y constituye una
ética perfecta.
3°. Se funda en la
concepción de Dios como “acto puro de ser”. El ser no es uno, el Creador está
separado de la criatura. Para Santo Tomás, el ser de Dios y el ser de las
criaturas no es unívoco ni equívoco (unívoco= idéntico; equívoco=distinto),
sino análogo, está en la proporción
de causa y efecto, y el ser divino o sea Dios es la causa del ser finito (la
criatura). En líneas siguientes ampliaremos la concepción tomista acerca de
Dios.
4°.El hombre solamente
puede llegar a la verdad a través de la experiencia sensible o de los sentidos
y las ideas generales o universales, pero siempre considerando como prioritario
y como predominante el orden del
intelecto, la Razón frente a la Fe.
Para Santo Tomás de
Aquino existen tres tipos de verdades: verdad teológica, verdad filosófica y
verdad mixta.
Verdad
teológica es la verdad que el hombre conoce mediante revelación
divina.
Verdad
filosófica es la verdad no revelada y conocida por la razón del
hombre.
Verdad
mixta es el conjunto de verdades reveladas y que son
verificadas por la razón humana.
CONCEPCIÓN
ACERCA DE DIOS
Santo Tomás de Aquino, en
su obra Suma Teológica prueba la
existencia de Dios a través de cinco vías que con las siguientes: primera vía:
la prueba cinética; segunda vía: la prueba de causalidad eficiente; tercera
vía: la prueba de la relación entre lo posible y lo necesario; cuarta vía: la
prueba de los grados de perfección; quinta vía: la prueba teleológica.
Primera
vía.
Es la prueba cinética (prueba
cosmológica o prueba del movimiento) y que se resume en lo siguiente: “En el
mundo hay cosas que se mueven”, “Todo lo que se mueve es movido por otro” y, en
consecuencia, “Hay algo que mueve sin ser movido”, que es Dios.
Segunda
vía.
Es la prueba de causalidad eficiente:
“Todo efecto tiene una causa anterior”, en consecuencia existe “una causa
incausada” que se denomina Dios, que es el primer motor inmóvil.
Tercera
vía.
Es la prueba de relación entre lo posible y lo necesario, es la prueba de contingencia: Las cosas nacen
y mueren, lo que quiere decir que pueden ser o no ser. Las cosas posibles sólo
existen en virtud de las cosas necesarias. Existe una realidad absolutamente
necesaria y libre de toda referencia a algo superior, y esa realidad es Dios.
Cuarta
vía.
Es la prueba de los grados de perfección:
Existe una “suma perfección” que valora y mide las cosas imperfectas, las cosas
casi perfectas, tal suma perfecta es Dios. El grado máximo de las perfecciones
es la causa de los grados menores.
Quinta
vía.
Es la prueba teleológica, la prueba
del gobierno de las cosas: Hay un ser inteligente que ordena y dirige todas las
cosas naturales hacia un fin, y ese ser es Dios. Existe una finalidad sin fin,
que es Dios.
En la concepción tomista
Dios es evidente por sí misma, porque su conocimiento nos es connatural, todos
sabemos que Dios existe. Dios expresa lo que es más grande que cuanto se puede
concebir en el entendimiento y en la realidad, es una cosa superior a cuanto se
puede pensar. Dios existe sólo en el concepto del entendimiento más no en la
realidad. La existencia de Dios es un artículo de fe y lo que es de fe no se
puede demostrar porque la demostración hace ver y la fe es de lo que no vemos,
de Dios no podemos saber “lo que es”. Sólo es posible demostrar la existencia
de Dios por sus efectos, aunque éstos no puedan dárnoslo a conocer tal como es
en su esencia.
Dios es el primer motor
inmóvil, es el primer ser, es lo más perfecto de entre los seres. Dios carece
de materia y de forma. Dios es acto puro y sin mezcla alguna de potencialidad.
Dios es el primer ser y agente por esencia, porque es la primera causa
eficiente. En Dios su esencia es su misma existencia. El ser sin adición es el
ser divino. Dios no pertenece a ningún género, pero Dios es principio de todo
el ser, es lo primero por encima de todo género y respecto de todas las cosas.
En Dios nada hay causado, ya que Él es la causa primera, Él es en absoluto el
primer Ser, es la primera causa efectiva de todas las cosas, a Él compete imponer
en las cosas el modo, la especie y el orden.
Dios es el sumo bien en
absoluto, de él dimanan todas las perfecciones deseadas, como de la causa
primera: el Bien está en Dios. Sólo Dios es bueno por excelencia y por esencia
y los seres son buenos en la medida que son perfectos. Sólo en Dios se
identifican la esencia y el ser. Sólo
Dios posee por esencia todos los modos de perfección. Dios es infinito y
perfecto. Él tiene poder infinito, es eterno en grado máximo. Él reina más allá
de la eternidad. La eternidad es el mismo Dios y no hay cosa alguna eterna
fuera de Dios.
Dios es uno en la
realidad y múltiple en los conceptos. La ciencia en Dios es substancia y acto
puro. En él se identifican el entendimiento y lo inteligible. Dios se conoce a
sí mismo en toda la perfección con que es cognoscible. Dios está dotado de
conocimiento, es un ser inteligente. Él produce las cosas por su entendimiento,
ya que su ser es su entender. La ciencia de Dios es causa de las cosas. En Dios
hay voluntad y entendimiento, hay inteligencia y verdad, hay amor y sabiduría,
hay poder y bien.
Dios es causa de las
cosas por su voluntad y no por necesidad de su naturaleza. Todo ser procede de
la causa universal que es Dios. La voluntad de Dios es causa de los seres y la
voluntad de Dios no tiene causa. Dios con un solo acto conoce todas las cosas
en su esencia y las quiere a todas en su bondad. La voluntad de Dios es
razonable, porque quiere que existan unas por causa de otras. Todo lo que de
algún modo existe, existe por Dios. Dios es esencialmente el ser subsistente,
el ser subsistente no puede ser más que uno. Existe un ente no causado, y aún
la materia prima ha sido creada por la causa universal de los seres que es
Dios. Él es la primera causa ejemplar de todas las cosas. En el ser de Dios
nada hay disconforme o desemejante con su entendimiento. Toda concepción del
entendimiento viene de Dios. Solamente Dios es eterno. La verdad del
entendimiento divino es el mismo Dios.
Dios constituye en verdad
el último fin del hombre y de todas las criaturas. La acción intelectual
procede de Dios. Es Dios quien mueve el entendimiento a obrar. El hombre tiene
la gracia de Dios, es decir que hay en él algo natural que proviene de Dios, es
un efecto de la voluntad gratuita de Dios. Él es vida del alma, a modo de causa
eficiente, mientras el alma es vida del cuerp0o a modo de causa formal.
CONCEPCIÓN
ÉTICA
La concepción ética de
Santo Tomás de Aquino podemos resumirla en las siguientes proposiciones:
Todo está sometido a la
providencia divina. Todo viene de él y va hacia él. Dios es quien dirige todas
las cosas hacia el fin supremo que es él mismo, en cuanto Sumo Bien.
La libre acción del
hombre forma parte de la providencia de Dios. Él es guía del hombre,
Providencia y predestinación presuponen la presciencia divina, con la cual Dios
prevé las acciones del hombre. Dios inclina al hombre hacia la justicia según
la condición propia de la naturaleza humana. La presencia del mal en el mundo
es producto del libre albedrío del hombre. El mal es sólo falta de bien.
El mal es de dos clases:
PENA, que es deficiencia de forma (realidad o acto), y CULPA, que es la
deficiencia de una acción que no ha sido hecha del modo debido. La culp0a es el
acto del hombre de escoger deliberadamente el mal en contra de la razón y de la
ley divina. El mal mayor es la culpa y la providencia trata de corregirla o de
eliminarla mediante la pena.
La sindéresis es el hábito natural práctico que inclina al hombre
hacia el bien y lo aparta del mal. La conciencia
que es derivada de la sindéresis, permite al hombre aplicar los principios
generales de la acción a una determinada acción.
Las virtudes son hábitos o disposiciones prácticas para vivir con
rectitud y evadir del mal.
El hombre necesita de la
ayuda de Dios para alcanzar la vida eterna, hecho que sólo es posible mediante
la práctica de las virtudes naturales o cardinales y de las virtudes
sobrenaturales o teologales.
Las virtudes cardinales o principales son: justicia, fortaleza,
templanza y prudencia.
Las virtudes teologales o secundarias son: fe, esperanza y caridad.
La filosofía tomista tuvo
predominio casi total hasta los umbrales de la Edad Moderna, llegando a la Edad
Contemporánea en forma reelaborada y modernizada.
El 4 de agosto de 1879 el
Papa León XII en su Encíclica “Aeterni Patris”, conmovido de la pobreza
intelectual de los seminaristas y estudiantes de las universidades católicas de
la época, declaró al pensamiento de Santo Tomás de Aquino como “la única
filosofía verdadera del catolicismo” y que debería ser propagado oficialmente.
El renacimiento del
Tomismo empieza a mediados del siglo XIX, con la denominación de “neotomismo” –
a través de Steckl, Clement Baeumker (Alemania), Maurice de Wulf y monseñor
Mercier (Francia), John Newman (Inglaterra) y Mateo Libertaore (Italia). “Es
entonces cuando monseñor Mercier, en Lovaina, trata de rejuvenecer la tradición
y funda la escuela neotomista, siempre viva y que trata de enriquecer el
tomismo con las escuelas más recientes (en la actualidad, la “fenomenología” y
el “existencialismo”). Filósofos como Jacques Maritain y Etienne Gilson se han
preocupado por aislar todo aquello que el tomismo encierra de universalmente
verdadero”.[1]
Lectura
complementaria
LA PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Autor: Santo Tomás de Aquino
Obra:
SUMA TEOLÓGICA, Santo Tomás de Aquino. Colección Autores Clásicos, Editorial
Universo, S.A., 2ª. Edición, Lima, Perú, 1974.
1.Si
de dos contrarios suponemos que uno sea infinito, éste anula totalmente su
opuesto. Ahora bien, el nombre o término “Dios” significa precisamente, un bien
infinito. Si, pues, hubiese Dios, no habría mal alguno. Pero hallamos que en el
mundo hay mal. Luego Dios no existe.
2.Lo
que pueden realizar pocos principios, no lo hacen muchos. Pues en el supuesto
de que Dios no exista, pueden otros principios realizar cuanto vemos en el
mundo, pues las cosas naturales se reducen a su principio, que es la
naturaleza, y las libres, al suyo, que es el entendimiento y la voluntad
humana. Por consiguiente, no hay necesidad de recurrir a que haya Dios.
POR
OTRA PARTE, en el libro del Éxodo dice Dios de sí mismo: “Yo soy el que soy”.
RESPUESTA.
La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías. La primera y más clara
se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los
sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se
mueve es movido por otro, ya que nada se mueve más que en cuanto está en
potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere
estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia
al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como
lo caliente en acto, v.gr., el fuego hace que un leño que está caliente en
potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una
misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino
respecto a cosas diversas; lo que, v.gr., es caliente en acto, no puede ser
caliente en potencia, sino que en potencia es, a la vez, frío. Es, pues,
imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil,
como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se
mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es
necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Más no se puede seguir
indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no
habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud
del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no
lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que
no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.
La
segunda vía se basa en la causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de
lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no
hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser
anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede
prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque siempre hay
causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea una o
muchas, y ésta, de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su
efecto, si no existiese una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia
ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes,
no habría causa eficiente primera y, por tanto, ni efecto último, ni causa
eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario
que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.
La
tercera vía considera el ser posible, o contingente, y necesario, y puede
formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no
existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por
tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es
imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que
tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las
cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía.
Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo
que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y,
por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna,
y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por
consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre
ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser
necesario no tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su
necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de
las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es
forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de
sí la causa de su necesidad, sino que sea la causa de la necesidad de los
demás, a lo cual todos llaman Dios.
La
cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en
los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo
mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuyen a
las cosas según su diversa proximidad a lo máximo y por esto se dice lo más
caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir
algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo;
pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora
bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquél género
existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo
caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para
todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a
este llamamos Dios.
La
quinta vía se toda del gobierno del mundo. Vemos en efecto, que cosas que carecen
de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se
comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para
conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin
obrando al acaso, sino intencionalmente. Ahora bien, lo que carece de
conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca,
a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente
que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a este llamamos Dios.
SOLUCIONES.
1. Dice San Agustín que siendo Dios el bien supremo, de ningún modo permitiría
que hubiese en sus obras mal alguno si no fuese tan omnipotente y bueno que del
mal sacase bien. Luego pertenece a la infinita bondad de Dios permitir los
males para de ellos obtener los bienes. Luego pertenece a la infinita bondad de
Dios permitir los males para de ellos obtener los bienes.
2.
Como la naturaleza obra para conseguir un fin en virtud de la dirección de
algún agente superior, en lo mismo que hace la naturaleza interviene Dios como
causa primera. Asimismo, lo que se hace deliberadamente, es preciso reducirlo a
una causa superior al entendimiento y voluntad humanos, porque éstos son
mudables y contingentes, y lo mudable y contingente tiene su razón de ser en lo
que de suyo es inmóvil y necesario, según hemos dicho.