LA MUERTE COMO PROBLEMA EXISTENCIAL DEL HOMBRE
Escribe: Dr. Eudoro Terrones Negrete
XI.
EL MIEDO A LA MUERTE
En mi obra “El filósofo según los
filósofos” (Lima, 2005:28-29) manifiesto que la vida del hombre no es un camino
de rosas, no es sólo alegría y placer. También es sufrimiento y dolor. Si la
vida careciera de sufrimiento, de dolor, jamás el hombre hubiera filosofado
sobre su existencia, sobre su razón de ser en este mundo terrenal, sobre la
importancia de la vida o la existencia del universo.
Sócrates decía que la única ocupación
del filósofo era la de prepararse para la muerte. Para él, ser filósofo
filólogos o enamorado del logos es haberse “liberado de la “locura” del cuerpo,
desligar el alma del cuerpo para que el alma logre la revelación del ser, que
se ofrece en el pensamiento, en el logos. Y en eso y no en otra cosa consiste
la ejercitación para la muerte que Sócrates encomendaba a la filosofía.
Ulteriormente Montaigne
efatizaría: “Si la muerte es el origen de la filosofía, y el filosofar es
aprender a morir, filosofar es, entonces, aprender o dejar de ser esclavos. De
donde, no hay más manera de aprender a vivir, que aprender a morir”.
El doctor Julio César Vladimir
Elguera Cabrera en su obra “El concepto de alma en la doctrina filosófica de
Sócrates (Ensayo filosófico) (1989:91) refiere: “Los verdaderos filósofos, dice
Sócrates, trabajan toda la vida para morir. Ellos trabajan en apartar lo más
que puedan, su alma, de todo comercio con el cuerpo. Por eso, llegada la hora,
sería ridículo temer a la muerte. La muerte, según Sócrates, es la separación
del alma y del cuerpo. Y mediante esta separación se logra la purificación del
alma. Para ello trabajan los verdaderos filósofos. Dios es el que libera al
alma de las impurezas del cuerpo[1].
Por eso dice Sócrates, la muerte no les parece temible a los filósofos. En tal
sentido, las virtudes del valor (no temer la muerte), y de la temperancia
(vivir con moderación), son propias del filósofo. El que teme la muerte, por
eso, no ama la sabiduría, sino su cuerpo, y con él, las riquezas, honores y
cosas parecidas.[2]
Los epicúreos y estoicos hablaban
de la muerte en términos que hacen dudosa su sinceridad. “Cuando la muerte
llega -decían sobre poco más o menos-, nada somos y nada sentimos; antes de
llegar, vivimos aún y no hay por qué temerla”.[3]
Francis Bacon, “Essay on Death”: “Los hombres sienten miedo ante la muerte
como lo tienen los niños de andar en la oscuridad.”
Barnaghen von Ense: “El hombre teme a la muerte porque todavía no ha sido
bastante feliz; querría morir cuando alcanza la máxima felicidad."
Catón, en “Pensamientos varios”: “No teme la muerte quien sabe
despreciar la muerte.”
Cicerón, en “Paradojas”: “La muerte es terrible para aquellos que con
la vida lo pierden todo; no para aquellos cuya grata memoria no puede morir
nunca.”
Gutiérrez Díaz de Gámez, en “Crónica del Conde Don Pedro
Niño,I.”: “No debe temer la muerte sino
aquel que hizo mucho tuerto y poco derecho.”
Diderot, en “Oeuvres,III, 440”: “Puede corregirse un miedo con otro:
el miedo a la muerte con el miedo al deshonor.”
Montaigne, en “Essais, I, 19”: “Tantos millares de hombres enterrados
antes que nosotros nos animan a no temer el ir a encontrar tan buena compañía
en el otro mundo.” “Toda la sabiduría y todos los discursos del mundo se
resuelven en esto: enseñarnos a no temer la muerte.”
J. Normand, en “Pensées de toutes les couleurs,14”: “Muchos hombres no
viven sino por temor a la muerte.”
Pascal, en “Pensées, 210”: “El último momento es terrible, por
hermoso que haya sido el resto de la comedia; se echa un poco de tierra sobre
la cabeza, y todo ha terminado.”
León Tolstoi, en “La guerra y la paz”: “Conviene pensar frecuentemente en
la muerte, a fin de que pierda el terror que nos infunde, para que cese de ser
nuestra enemiga y se convierta, en cambio, en la compañera que libera de esta
vida miserable al espíritu agobiado por los trabajos, para conducirlo a un
lugar en que reina la paz.”
Oscar Wilde, en “Dorian Gray”: “La muerte es la única cosa
que me aterra siempre. La odio. Hoy se puede sobrevivir a todo menos a ella.”
Epícteto de Frigia: “La fuente de todas las miserias para el hombre
no es la muerte, sino el miedo a la muerte.”
Mark Twain: “El miedo a la
muerte se debe al miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está preparado
para morir en cualquier momento,”
Bertolt Brecht: “No
le temas tanto a la muerte, sino más bien a la vida inadecuada.”
Emiliano Zapata:
“Más vale morir de pie que vivir de rodillas.”
Francesco Petrarca: “Un bello morir honra toda
una vida”.
Bertrand Russell, en su obra “What I believe”: “Todo miedo es malo y debería
ser superado no mediante cuentos de hadas, sino mediante el coraje y la
reflexión racional. Creo que cuando me muerta, me pudriré y nada de mí ya
sobrevivirá. No soy joven, y amo la vida. Pero desdeño temblar con terror ante
la idea de la aniquilación. La felicidad no es menos auténtica porque un día
deba acabarse, y el pensamiento y el amor no pierden su valor porque no duren
eternamente”.
Epicuro combatió el miedo a la muerte con estas expresiones: “La
muerte no es nada para nosotros, pues, mientras nosotros existimos, la muerte
no existe, y tan pronto como la muerte existe, nosotros ya no existimos. Por lo
tanto, la muerte no concierne a los vivos ni a los muertos, pues para los
primeros ella no existe y los segundos son ellos los que ya no existen”.