EL APRISMO ES DESCENTRALISMO,
REGIONALISMO POLÍTICO Y ECONÓMICO
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Aprismo que ha sido desde su
fundación descentralista, es y será descentralista, no sólo política sino
económicamente..
Haya de la Torre.
Históricamente el
centralismo fue uno de los grandes problemas y males de la sociedad peruana en
el siglo XX. El Perú era gobernando desde la ciudad capital, Lima. En esta
ciudad estaban concentrados la mayoría de los servicios del Estado, todos los
poderes del Estado, la mayoría de las empresas del Estado, industrias y
entidades económico-financieras.
Mientras tanto, las
provincias eran las eternas olvidadas y marginadas del gobierno. Por eso es que
Lima era la receptora del desarrollo y progreso, de los adelantos de la
civilización o de la modernidad, mientras que los pueblos del interior del país
lloraban su miseria y sufrían los efectos de la pobreza crónica y del retraso.
Para el líder aprista,
Manuel Seoane Corrales, el centralismo concentraba alrededor de Lima todas las
actividades nacionales y debilitaba las provincias, postergando la solución
oportuna de sus problemas.
Señaló que el fenómeno
del centralismo era responsabilidad de los propios peruanos: “En parte las
Provincias mismas tienen la culpa…El sueño de un padre es mandar a su hijo a
Lima, el sueño de un funcionario es que lo trasladen a Lima. El consejo de un
maestro de escuela que advierte que un niño posee condiciones singulares de
inteligencia, es mandarlo a Lima, con lo cual se consigue que los mejores
elementos se retiren de las Provincias y éstas vaya quedando lentamente
desguarnecido. Estos fenómenos se producen en relación a Lima y en cada capital
de Provincia en relación a los distritos…”
Seoane precisó que
“mientras las ciudades de provincias todavía viven la edad de barro y de la
paja, Lima está viviendo la orgullosa edad del asfalto. Este desnivel irritante
perjudica el progreso armónico del país. Muchos limeños están encantados porque
no se dan cuenta de que el Perú ofrece ese cómico espectáculo que se llama “la
fiesta de la huachafa”, o sea todos los adornos a la vista del visitante y la
miseria en los fondos…”
Frente a este fenómeno
centralista, surge el aprismo, el primer gran partido de masas del Perú
contemporáneo, partido político que desde su nacimiento fue y es un partido
descentralista, regionalista, nacionalista y democrático, no sólo política sino
económicamente, que orienta su programa y acción a:
Modificar la demarcación
política del territorio de la República, con criterio fundamentalmente
económico.
Descentralizar
administrativa y económicamente el país, dotándole de autonomía a los poderes
regionales organizados funcionalmente, fijando por ley las rentas que
corresponda recaudar y percibir a cada una de ellas. Que las regiones que
producen más, reciban más de las rentas que producen, porque ellos son el
resultado y la proyección del trabajo de sus hijos.
Dar a las
municipalidades, como órganos de expresión popular, las posibilidades de
gobernarse a sí mismas, dentro de las pautas generales del Estado y bajo el
contralor de las unidades biológicas superiores.
Lograr un aparato estatal
que responda a la verdad económica del país, que no se concentre en una sola
mano o en un solo capricho todo el poder de gestión y de decisión
gubernamental.
Para el aprismo “La
región económica, que en una demarcación política más científica debe modificar
nuestra retrasada división territorial, determinará las formas de aplicación de
los principios fundamentales de reorganización económica” acotaba Haya de la
Torre (Obras Completas, T. 2: 464).
Manuel Seoane Corrales,
egregia figura política del aprismo, en conferencia dictada en el mes de enero
de 1960 en el Teatro Municipal de Arequipa, puntualizó la necesidad de la
descentralización del Perú como una de sus principales palancas para que los
pueblos provincianos alcancen su rápido desarrollo y progreso auto-sostenido y
armónico, no sin antes dejar expresa constancia que el aprismo es un partido
descentralista desde su nacimiento. Dijo entonces que el centralismo “no
solamente agrava las condiciones de la Capital, sino que además debilita las
provincias”.
En su obra Nuestros fines, Seoane explicó con
precisión y profundidad el carácter anti-centralista del aprismo y dio a
conocer las razones de índole económica y política que aconsejan,
definitivamente, romper con el centralismo limeño que fue reflejo de la
colonia. Estas fueron sus palabras: ”El Partido Aprista es partidario de la
descentralización administrativa. Siendo la ciudad o el distrito, las células
que forman el organismos nacional, debe darse a sus órganos de expresión la
posibilidad de gobernarse a sí mismas, dentro de las pautas generales del
Estado y bajo el contralor de las unidades biológicas superiores. Estas
Municipalidades o Comunas de distrito no deben formarse con el criterio
totalista de hoy, sino atendiendo a la categoría económica de los integrantes
de la región, esto es, dentro de una democracia funcional. Una superposición de
autoridades, que lleve del distrito a la provincia y de ésta al departamento,
nos conducirá a la formación científica de un aparato estatal que responda a la
verdad económica del país, que no se concentre en una sola mano o en un solo
capricho, y que pueda atender al funcionamiento de todas y cada una de sus
partes”.
Frente a esta realidad,
Seoane propuso lo siguiente: “Yo creo que nosotros debemos dar facilidades de
todo orden para que las industrias nuevas se creen en Provincias, pero sobre
todo debemos dar el ejemplo con los propios organismos del Estado. Su
acumulación en Lima tenía explicación cuando las distancias en horas eran
dificultades insalvables, cuando para viajar de Arequipa a Lima, se necesitaban
tres días, pero cuando se necesitan dos horas y media y en el futuro cuando se
necesite hora y media no hay ninguna razón para que algunos organismos del
Estado no sean ubicados en Provincias, devolviendo así a cada provincia la
animación económica que su presencia significa”.
Finalmente, afirmó
categóricamente que “Nosotros (los apristas) hemos creído y creemos que al fin
debe descentralizarse el Perú, y que los departamentos que producen más, deben
recibir más de las rentas que producen, porque ellos son el resultado y la
proyección del trabajo de sus hijos”.
Haya de la Torre, por su
parte, fundamenta de manera precisa y
conceptuosa la posición descentralista y regionalista del aprismo, que se
resume en los siguientes puntos:
“Consecuencia fundamental
también de nuestro concepto económico de la política es lo que nosotros
llamamos el regionalismo económico. Nosotros consideramos que es precisa la
investigación previa de la realidad nacional, de la apreciación
geográfico-económica de la región. Sobre la región económica hay que erigir la
región política. Este regionalismo económico envuelve, pues, el llamado
descentralismo, es decir lo implica, lo impone, va más allá que él porque lo
garantiza mejor y no lo presenta como un fin, siendo el descentralismo en sí un
medio. De modo pues, que la región económica es nuestra forma de acción descentralista,
y dicho sea de paso, el aprismo que ha sido desde su fundación descentralista,
es y será descentralista, no sólo política sino económicamente” (Op. cit.. T.5: 75).
“El regionalismo
económico hará la delimitación política de las regiones de acuerdo con sus
zonas de producción de riqueza. Sobre el regionalismo económico se establecerá
el regionalismo político sin perder las líneas de la unidad nacional y sin
perder la cohesión armónica de las regiones con el Estado central. Nosotros
sostenemos que en todos los órdenes de la administración debe primar el
concepto económico de la región, a fin de dar independencia económica, en
cuanto se pueda, a cada región y sobre esa base erigir nuestra administración y
política educacionales. Una demarcación política del país tendrá que hacerse
alguna vez. Sobre esta base del regionalismo económico tendremos nosotros que
erigir nuestro sistema educacional” (Ibídem. T.5:75).
“El regionalismo tiene
aún un sentido económico más profundo. Supone región, medio, realidad y supone
gobierno apropiado (rexis
etimológico, regirum, gobierno,
gobierno en alemán) de acuerdo con ese medio, con esa realidad. El regionalismo
corresponde, pues, al problema de las intensidades y en países en que los hay
varios es imprescindible para la organización del Estado y del Gobierno”.
(Ibídem. T. 2: 456 y 457).