EL APRISMO Y LA DESCAUDILLIZACIÓN
DEL PODER
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Partido sin caudillo, ni nombres propios, el nuestro debe ser un
Partido de principios y no de personas. Sin duda el primero que aparece en el
Perú de nuestro siglo.
Haya de la Torre.
El caudillaje es un
sistema de acción política y de gobierno, que se caracteriza por la
preeminencia de los caudillos militares y sus disputas por el poder político.
Al respecto, el
historiador Jorge Basadre señala: “Es la adaptación tropical de la democracia.
Es la venganza de la realidad contra los cánones rígidos que se quiere
trasplantar de tierras ultramarinas, o de libros enfáticos. En vano se suceden
las Constituciones con modificaciones intrínsecas, más o menos trascendentales:
el caudillaje persiste con sus revoluciones, su fatal secuela. Y las
revoluciones son, o pretenden ser, dictaduras plebiscitarias. El caudillaje
resulta favoreciendo a la democracia a su manera. Derriba el mito legalista,
pero permite el encumbramiento de genuinos productos del pueblo, a cuya clase
social no estaba abierta aún la posibilidad de la cultura y del auge. Es una
válvula de ascensión que no ofrecía en lo demás la vida de entonces, que dejó
intactas las bases feudales de la economía de la colonia…) Pero fue funesto
porque acentuó la desorganización, porque implicó el predominio de intereses
bastardos o mezquinos, porque no se sedimentó en una gran figura estable,
porque no mató del todo a la colonia”.
El caudillo es todo líder
político, cuyo poder discurre de la ascendencia emocional sobre las masas
populares. Por extensión, se aplica a dictadores y tiranos, cuyo gobierno, en
escala regional o nacional, se basa esencialmente en el apoyo irrestricto de
adeptos civiles y militares.
El caudillismo fue un
fenómeno social y político surgido en el siglo XIX en Hispanoamérica. Pero
también fue una consecuencia de la etapa del régimen colonial a la
independencia. Las nuevas instituciones políticas, creadas después de 1810 se
inspiraron en un pensamiento teórico y en la imitación de formas de gobierno
republicano, sobr3e todo de los E.U.A. Las primeras constituciones políticas de
Hispanoamérica pretendieron implantar instituciones que surgieron en
condiciones históricas diferentes y cuyo funcionamiento real era desconocido
por la casi totalidad de sus propugnadores. De ahí que tuvieron gran dificultad
para aplicarlas en beneficio de la mayoría de las nuevas naciones, llegando a
generar frecuentes golpes de estado y revoluciones, o reformas constitucionales
para legitimar anormalidades políticas.
A raíz del caudillismo
aparecieron en cada país de América Latina líderes carismáticos cuya forma de
acceder al poder y llegar al gobierno se basaba en mecanismos informales y
difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de fracciones importantes de
las masas, que depositaban en el caudillo su confianza, apoyo y facultad para
resolver los problemas colectivos como mejor le parecía. Cuando el caudillo no
satisfacía las expectativas de las mayorías y éstas se veían frustradas o
desengañadas, las fracciones de las masas se ponían de acuerdo para seguir a
otro caudillo que lograra interpretar sus aspiraciones, anhelos, intereses y
necesidades en procura del desarrollo del país.
En un artículo suscrito
por Haya de la Torre, en el mes de octubre de 1924, en Londres, se lee lo
siguiente: “Después de la batalla de Ayacucho, nuestra historia nacional es
sólo un cúmulo de indignidades. El Perú republicano como el Perú Colonial, ha
vivido bajo el sometimiento más oprobioso, bajo la explotación más cínica de
todas aquellas castas de caudillos y politicastros que han usufructuado de los
presupuestos fiscales durante un siglo. Los apellidos de las grandes familias
se repiten constantemente en nuestra historia política. Hemos soportado una
verdadera dinastía gubernamental y todos sabemos que de cada cien fortunas
noventaicinco son de origen fiscal en el Perú”.
Las causas de la
aparición del caudillismo en América Latina fueron principalmente la ausencia
de consenso político, la existencia de teorías de gobierno utópicas y la guerra
de la independencia. Los partidos de los caudillos eran hombre de armas y personas
de las clases adineradas que ofrecían su concurso económico con la esperanza de
recuperarlas con creces tan pronto se hacían del gobierno. Así surgieron los
caudillos que deponían por la fuerza y la punta de las bayonetas a los
gobernantes de turno, disolvían el Congreso o se autoproclamaban presidentes
provisionales, para ulteriormente convocar a un nuevo Congreso y a nuevas
“elecciones” y auto-elegirse mandatario de la Nación.
El caudillismo se
desarrolló principalmente en México, España, Portugal, Perú, Argentina,
Colombia, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Venezuela.
Entre algunos de los
caudillos de mayor influencia podemos mencionar a Jorge Eliécer Gaitán, en
Colombia; Juan Manuel de Rosas, en Argentina; Antonio López de Santa Anna, en
México; José Gaspar Rodríguez de Francia, en Paraguay; José Antonio Páez,
Antonio Guzmán Blanco, José Tadeo Monagas, en Venezuela; Francisco Franco, en
España; Antonio de Oliveira Salazar, en Portugal y Agustín Gamarra Messía en
Perú
Son consecuencias
principales del caudillaje la inestabilidad política debido a los sucesivos
años de enfrentamientos políticos presididos por las diferentes facciones que
se disputaban el poder periódicamente y que en algunos casos desembocó en
dictaduras, represiones a la oposición, estancamiento y retraso económico,
político y cultural.
De esta forma, las
repúblicas hispanoamericanas se constituyeron sobre una base inconsistente,
sobre un Estado desorganizado económicamente y caótico en el orden político,
sin planes de gobierno, imperando sí la fuerza bruta como herencia. Se
reorganizaba el gobierno sólo para desacreditar al anterior presidente y jalar
agua para su molino, abandonando las obras emprendidas y ejecutando otras
nuevas de mayor impacto político-electoral. Se llegó a consolidar fuertes
regionalismos o chauvinismos parroquianos al compás de las ambiciones
personales del caudillo. Agustín Gamarra Messía, por ejemplo, representó los
intereses del sur andino, del Cuzco; Andrés de Santa Cruz, los de Bolivia y
Arequipa.
Desde que Perú fue una
república independiente atravesó por una etapa gubernamental de inestabilidad
política, de guerras, de despilfarro, de corrupción e inmoralidad, de lucha de
caudillos organizados por los militares para alcanzar la presidencia de la
República. La larga sucesión de caudillos políticos, de militares en el poder,
impidió concretar cualquier tipo de políticas a largo plazo que promoviera el
bienestar individual y colectivo.
Leguía permaneció en el
poder durante once años (1919-1930) con una política de manipulación del orden
jurídico y amedrentamiento de la oposición. Este período, conocido como el
Oncenio, terminó en 1930 con el popular golpe de estado de Luís Miguel Sánchez
Cerro, que inició un período de gobiernos militares y de irrupción de
movimientos populares –como el APRA o el Partido Comunista Peruano – en el
escenario político. Al final de este período se sucedieron presidentes
democráticos interrumpidos primero por el Ochenio de Manuel Arturo Odría A., y
un breve golpe militar para continuar con la sucesión presidencial. Durante los
años 60 la crisis política se hizo patente, lo que provocó la revolución de las
Fuerzas Armadas, en 1968, al comando del general Juan Velasco Alvarado, con una
política anti-estadounidense y relativamente anti oligárquica. La presidencia
de la República de Perú había sido asumida por el general Francisco Morales
Bermúdez en el año de 1975 y se puso fin a la Revolución de las Fuerzas Armadas
y se retornó a la democracia. Se redactó entonces una nueva Constitución
política mediante una Asamblea Constituyente en 1979, asamblea presidida por
Víctor Raúl Haya de la Torre y se convocó a elecciones en 1980.
Víctor Raúl Haya de la
Torre, en sus Obras completas explica
que el aprismo es un partido político anti-caudillista: “Y el aprismo no es
Partido para mí, cosa que jamás pensé ni a la que jamás aspiré. Es un partido
para el pueblo y allí está” (Obras
completas, Tomo 1:365). “En el Partido las personas quedan atrás. Son los
principios, los ideales, los caminos, los designios, los rumbos, los que nos
guían, nos inspiran, nos dirigen. Porque son las verdaderas consignas con que
nosotros trabajamos por el Perú” Obras completas, Tomo 5:504). Haya de la Torre, al aceptar, de manera
responsable y consciente de sus consecuencias, la designación por su partido,
el Apra, como candidato a la Presidencia de la República de Perú, expresó: “En
el aprismo, no hay caudillos sino la voluntad de las mayorías, y soldados
sumisos que cumplimos las órdenes de las mayorías” ( Luis Alberto Sánchez, Haya de la Torre o el político, Lima,
1979:183).
En su discurso por el Día
de la Fraternidad, pronunciado en Lima el 25 de febrero de 1961, Haya de la
Torre enfatizó: “En un movimiento como el nuestro, las personas no tienen
importancia; por consiguiente, las candidaturas no son fines sino medios. ¡Ay
de los impacientes, que quienes podíamos serlo, no lo somos! Hay que tener
otras preocupaciones”.
Explicaba Haya de la
Torre: “Hasta que el Aprismo aparece, los partidos surgidos habían sido hordas
caudillistas que llevaban un nombre propio: pierolismo, cacerismo, gamarrismo,
orbegosismo, etc. Nosotros somos, pues, un capítulo nuevo en la historia
política del Perú, cuando aparece un Partido que no lleva el nombre de una
persona, pero que tiene su partida de bautismo heroica en un nombre y apellido
que representa a la familia peruana, que quiere justicia y libertad” (Ediciones
Okura, Revolución sin balas. 15 discursos
de Haya de la Torre, Lima, 1984: 207).
Decimos que el aprismo es
un partido anti-caudillista por varias razones: No lleva el nombre propio de un
caudillo ni de hombres providenciales. El aprismo se formó al conjuro de ideas,
de principios, de programas y no de personas ni de familias. El aprismo es un
partido en el que predomina la voluntad, las decisiones, orientaciones y
órdenes de las mayorías.
En el Perú debe superarse
definitivamente aquellas etapas nefastas en que imperó el caudillaje político
que castró rebeldías, frustró esperanzas, engendró golpes de Estado, acentuó la
dependencia al imperialismo y la exp0lotación de clases sociales, que dio
origen a la geminación y consolidación de oligarquías militares y financieras
en contra de los intereses nacionales.
El futuro de los pueblos
demanda gobiernos populares que sean capaces de promover la transformación
total de las estructuras y arribar a la felicidad de las mayorías nacionales,
cosa que sería imposible de alcanzar a través de gobiernos-caudillo.