EL APRISMO Y LA GLOBALIZACIÓN EN EL SIGLO XXI
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
El movimiento aprista, que tiene un carácter más incluyente socialmente
y de desarrollo, coincide con la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
cuando reclama por los cuatro vientos una reforma del actual orden económico
mundial y una reforma del sistema multilateral de comercio más humano, cuyos
beneficios sean distribuidos equitativamente, dentro de un marco de políticas
más balanceado y en la que los países en desarrollo no permanezcan más en la
defensiva en las conversaciones comerciales de la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
“La globalización es un proceso real, pero sus leyes y tendencias no son
el único medio de acción. Este gran proceso de fondo, cuyo motor último está en
la información y la comunicación, debe ser complementado con políticas sociales
concretas por parte del Estado para incluir en la justicia y el bienestar a la
mayor parte de los ciudadanos”, señala Alan García Pérez, en su reciente obra
“La revolución constructiva del aprismo / Teorí@ y pr@ctic@ de l@ Modernid@d”
(Lima, 2008).
Siguiendo el pensamiento de Haya de la Torre, el Perú y los países en
vía de desarrollo tienen un compromiso y destino histórico de luchar
mancomunadamente por su independencia económica, política y cultural, dentro de
un régimen político democrático. En este sentido, deberán realizar sumos
esfuerzos por concertar políticas generadoras de más empleo, más inclusión
social y bienestar, pero al mismo tiempo que protejan el medio ambiente,
erradiquen la carrera armamentista, superen la pobreza, el narcoterrorismo, la
corrupción y la violencia estructural, entre otros.
Históricamente, el fenómeno de la globalización es un hecho
irreversible, multidimensional, con actores internos y externos en permanente
relación e interacción humanas. En la actual sociedad global, los gobiernos
latinoamericanos no tienen otro camino que desarrollar acciones conjuntas
contra los enemigos de fuera y de dentro, defender sus identidades culturales,
afirmar sus soberanías nacionales, proteger el mercado interno, saber tratar
con los inversionistas extranjeros en términos de equidad y de justicia social,
alentar la inversión extranjera directa, suscribir tratados de libre comercio
con Japón, China, la Unión Europea , Canadá, Estados Unidos, etc., lograr
espacios de integración económica hacia adentro y hacia fuera con objetivo
social, garantizar el crecimiento continuo y descentralizado, suspender las
leyes antidumping que son usadas como medidas proteccionistas encubiertas y
desarrollar un sistema de comercio multilateral.
El aprismo está por una globalización en su concepción ambivalente y con
rostro humano, que tenga por eje central al hombre, con deberes, derechos y
oportunidades de vivir como verdaderos seres humanos dentro de una sociedad
abierta y una democracia funcional.
Ante una época de grandes transformaciones, de insólitos cambios y de
marchas aceleradas en todo orden de cosas en el mundo del siglo XXI, tiene
razón el ex presidente de la República de Perú, Alan García, cuando manifiesta
que debemos utilizar “el mercado global y la inversión pero con un objetivo
social, con un sentido aprista. Esa es la diferencia. Se fomenta la inversión
no con el interés de aumentar las ganancias de un grupo social sino con el
propósito de acumular máquinas, tecnología e infraestructura dentro del país para
potenciar su presencia en el mundo y generar más empleo y bienestar. Con más
inversión y mayor demanda por trabajadores y técnicos de empleo la tendencia a
mejorar el salario y la calidad de las relaciones laborales será indetenible…”
La filosofía, ideología,
doctrina y programa del Aprismo, no obstante el tiempo transcurrido desde su
fundación hasta nuestros días, se mantiene plenamente vigente, precisamente por
su originalidad y aporte a la construcción de la gran transformación de Perú en
lo social, político, económico, educativo, cultural, ecológico y cooperativo. a
la luz de los nuevos avances científicos y tecnológicos del siglo XXI y de la
visión profética de Haya de la Torre sobre la globalización con rostro humano y
la identificación de experiencias parecidas entre China y el Perú.
Al respecto Eugenio
Chang-Rodríguez[1]
escribe: “Desde joven, Víctor Raúl identificó experiencias históricas parecidas
entre China y el Perú. Ambas naciones, creadoras de civilizaciones originales,
estuvieron sometidas por el imperialismo. Ambas experimentaron el feudalismo y
la fragmentación sociopolítica y los desmembramientos territoriales. En El antiimperialismo y el APRA, Haya de
la Torre volvió a ofrecer el ejemplo de China y Sun Yat-sen para explicar los
alcances del Frente Único de los trabajadores manuales e intelectuales y el rol
de las clases medias. Citémoslo:
“En varias oportunidades
he aludido a la semejanza del movimiento antiimperialista chino con el
movimiento antiimperialista nuestro. En un discurso pronunciado durante la cena
conmemorativa de la revolución china en Londres, el 11 de octubre de 1926, hice
hincapié en que el único Frente Antiimperialista semejante en su origen al
chino es el indoamericano y el único Partido Antiimperialista del tipo que tuvo
el Kuomintang al fundarse es el APRA. El Kuomintang no fue fundado como partido
de clase sino como un bloque o Frente Único de obreros, campesinos, clases
medias, organizado bajo la forma y disciplina de partido, con programa y acción
política concreta y propia. Sun Yat-sen, uno de los más ilustres espíritus
creadores de nuestros tiempos, vio bien claro en su época que no era posible
establecer en China un partido puramente de clase –socialista- o exclusivamente
comunista más tarde. Lo admirable de la concepción política de Sun Yat-sen
estuvo en su realismo genial” (Haya, 1936, pp.68-69).
“En su obra maestra El antiimperialismo y el APRA, Haya
aplicó el principio dialéctico de la “negación de la negación” a fin de
confrontar la realidad indoamericana con las tesis que Marx había postulado
para Europa (1936b, p.117) e incorporar el relativismo metodológico a su propio
análisis. La “negación de la negación” está contenida en la Ley de la
Contradicción, uno de los cuatro principios de la dialéctica hegeliana –junto a
la Ley del Cambio o del movimiento continuo, la Ley de la Acción Recíproca o
del encadenamiento de los procesos y la Ley de la Transformación de la Cantidad
en Calidad o del progreso por saltos-. La “negación de la negación” es el
movimiento que contiene la vida y, al mismo tiempo, su antítesis, la muerte. Es
la aplicación a la política del principio filosófico del Yin y del Yang.
Décadas después de publicado El
antiimperialismo y el APRA[2],
Den Xiaoping aplicó a la nueva realidad de la República Popular China el
principio dialéctico de la “negación de la negación” para resolver el desafío
marxista de la Contradicción, probablemente sin saber que Haya de la Torre se
le había adelantado teóricamente hacía más de medio siglo”[3].
Más adelante Eugenio Chang-Rodríguez[4]
señala y explica la segunda visión profética de Haya desde el punto de vista
económico: “Otra visión profética de Haya desde el punto de vista económico fue
lo que hoy llamamos globalización, el
advenimiento de una nueva fase del capitalismo signado por la profundización de
los principios del libre mercado y de las leyes que universalizan la dialéctica
capitalista. La globalización es el proceso que integra las distintas economías
nacionales en un único mercado capitalista mundial, a la vez que expande las
fronteras del movimiento de capitales, la circulación de las personas, la
cultura, la informática, los conocimientos y las técnicas. El proceso de la
globalización no es reciente: comenzó en 1492 con la conquista europea de
América y la mundialización del imperialismo, pero se ha acelerado en los
últimos años. La globalización sigue siendo uno de los mayores retos para los
países desarrollados, en vías de desarrollo y el llamado Tercer Mundo. Para
poder explotar plenamente el potencial de crecimiento de este fenómeno y
garantizar el mejor reparto de sus beneficios, la Unión Europea procura
establecer un modelo de desarrollo sostenible mediante un convenio multilateral
a fin de reconciliar el crecimiento económico, la cohesión social y la protección
del medio ambiente”.
“…La globalización es un
reto-respuesta. Para algunos, es la “fase inicial” del fin del capitalismo y
antesala de un nuevo orden económico mundial (Haya, 1956b, p.153); para otros,
es la mundialización de los imperialismos cooperantes”.
“Por otra parte, Haya
refutó a Hegel cuando afirmó de manera categórica que “Europa es absolutamente,
el término de la Historial Universal” (Haya, 1948, p.189). Demostró que no hay
una sola Historia y que Occidente no es la meta final de las aspiraciones
humanas: “En lugar de tener por bárbaras las culturas no europeas, empezaremos
a respetarlas como estilos de confrontación con el cosmos equivalente al
nuestro. Hay una perspectiva china tan justificada como una perspectiva
occidental” (Ortega y Gasset, 1923). En efecto, medio siglo después, Deng
Xiaoping, probablemente sin conocer todavía las ideas de Haya de la Torre, puso
en marcha una política de modernización de la República Popular China no
anticipada por los teóricos del comunismo y aplicó gran parte de lo que había
adelantado Víctor Raúl, de quien le informó Luis Alva Castro durante la década
de 1980 en su entrevista con él, guiado por Huang Minhui, futura embajadora de
la República Popular China en el Perú en el 2015”.
“Por su parte – refiere finalmente
Chang-Rodríguez-, Felipe Cossío del Pomar consigna la respuesta que Haya le dio
a un periodista estadounidense que le preguntó “¿A qué se asemeja el APRA?”:
“Probablemente (…) por medio de una comparación es posible
comprender mejor nuestro movimiento…se parece al Kuomintang. Estamos en el
período crítico de la transición que ha experimentado China. La revolución
china lleva a cabo la transformación dialéctica de las normas. Son normas
adquiridas a través del desarrollo gradual de cinco mil años. De hecho, lo que
hace Sun Yat-sen es designar el rumbo de los nuevos ideales; se trata de una
nueva cultura, cuyo principio es un nuevo nacionalismo que considera todos los
estados soberanos como formas semifinales de la sociedad humana (Cossío del Pomar,
1939, pp. 136-137).
Como aprista, peruano e
indoamericano, abogo por una concepción integral y ambivalente de la
globalización, en todas sus dimensiones y alcances, concepción que rescate la
parte positiva y recuse lo negativo de la globalización, sobre la base del
libre pensamiento, de la democracia funcional y del desarrollo de los valores
humanos.
Considero que los apristas
debemos optar por la globalización con rostro humano, con mirada hacia el
futuro, con puestas abiertas al cambio estructural de las sociedades en vías de
desarrollo. Globalización con rostro humano sí, por la dignidad, la libertad,
los derechos humanos y la justicia social de la inmensa mayoría nacional y
mundial. Globalización con rostro humano por la ubicación del hombre en el centro
del universo, por la protección, defensa y promoción del medio ambiente, por la
salud de los seres humanos, por la reducción sustancial de la pobreza y de la
exclusión social, por la educación de calidad para todos, por la desaparición
de la brecha tecnológica entre los inforricos e infopobres, por la defensa de
la identidad cultural de los pueblos, por mejores niveles y condiciones de vida
y de trabajo en todos los países del mundo, por una mayor integración y
equilibrio de los países en desarrollo al sistema multilateral de comercio, por
la sociedad equitativa, solidaria, digna y humana con desarrollo sostenido,
sustentable y justo.
AMBIVALENCIA DE LA GLOBALIZACIÓN
Así como Haya de la Torre
introdujo un enfoque ambivalente del fenómeno imperialista en el siglo XX,
podemos también desde el punto de vista del aprismo identificar un enfoque
ambivalente del nuevo fenómeno de la globalización en el siglo XXI. Es decir,
la globalización tiene doble valencia: valencia positiva y valencia negativa.
En mi libro, Filosofía de la globalización. Un cambio de
época y una época de grandes cambios (Lima, marzo del 2010) explico este
nuevo fenómeno mundial en su valencia positiva y valencia negativa.
VALENCIA POSITIVA DE LA GLOBALIZACIÓN
El fenómeno de la globalización
produce una serie de ventajas para el crecimiento y desarrollo de los pueblos,
países y naciones, como las siguientes:
Origina un cambio integral
en la vida económica, política, social, educativa y cultural de los pueblos a
través de la práctica del mercado global libérrimo. Facilita la comunicación
con cualquier persona y lugar del mundo. Acerca a las culturas nacionales.
Genera mayor eficiencia, eficacia y efectividad a través de la mayor
especialización entre los países. Transforma las relaciones internacionales.
Coadyuva al logro del
bienestar progresivo de las personas en el mundo. Incrementa el movimiento de
productos y de servicios vía el comercio y la inversión de capitales
extranjeros .Facilita el acceso de las personas en tiempo real a la base de
datos informáticos de las computadoras para posibilitar la toma oportuna de
decisiones estratégicas en las políticas comerciales, industriales,
empresariales y gubernamentales.
Desarrolla la competencia
internacional de acceso a mercados como factor de crecimiento, desarrollo y
progreso. Crea oportunidades para un desarrollo auto-sustentable de la
sociedad. Desarrolla la denominada globalización de la demanda, a través de
posibles compradores situados en diversos lugares del mundo.
Contribuye a desmantelar
el modelo de sociedad totalitaria. Mundializa los deberes y los derechos
humanos. Lo exótico ya no está distante y lo distante es cada día más familiar
a las personas. Aplica y desarrolla una serie de principios éticos, por
ejemplo: solidaridad, cooperación, honestidad, fraternidad, tolerancia, respeto
a la dignidad, responsabilidad individual y colectiva, independencia de
criterio y sentido social.
«Analógicamente, una bien
orquestada presión forzó a la comunidad internacional a condonar la deuda de
algunos de los países más pobres. Incluso aunque la globalización presente
facetas negativas, a menudo ofrece beneficios; la apertura del mercado lácteo
de Jamaica a las importaciones desde EE.UU. en 1992 pudo perjudicar a los
productores locales pero también significó que los niños pobres pudieran
consumir leche más barata. Las nuevas empresas extranjeras pueden dañar a las
empresas públicas protegidas, pero también fomentan la introducción de nuevas
tecnología, el acceso a nuevos mercados y la creación de nuevas industrias»
señala Joseph Stiglitz en su obra «El malestar en la globalización» (Madrid,
2002). Y agrega el autor: «La ayuda exterior, otro aspecto del mundo
globalizado, aunque padece muchos defectos, a pesar de todo ha beneficiado a
millones de personas, con frecuencia por vías que no han sido noticia: la
guerrilla en Filipinas, cuando dejó las armas, tuvo puestos de trabajo gracias
a proyectos financiados por el Banco Mundial: los proyectos de riego duplicaron
sobradamente las rentas de los agricultores que accedieron así al agua; los
proyectos educativos expandieron la alfabetización a las áreas rurales; en un
puñado de países los proyectos contra el sida han contenido la expansión de esa
letal enfermedad» (Op.cit.).
VALENCIA NEGATIVA DE LA GLOBALIZACIÓN
El fenómeno de la
globalización tiene las desventajas siguientes: La sustitución del homo sapiens
y del homo faber por el homo consumuns y el homo interneticus. La generación de
competencia desigual entre las naciones. La extorsión financiera. La
privatización de la educación, con el consiguiente encarecimiento relativo y
alza permanente de las pensiones de enseñanza, costo de libros, entre otros.
La conversión del sistema
financiero en una especie de «casino global» donde se origina las mega-crisis
financieras como la ocurrida en el Asia. Las exportaciones de productos
primarios y poco transformados de los países emergentes tienen bajos precios y
poca demanda en el mercado global, toda vez que se requieren de productos
manufacturados de alta tecnología, de servicios sofisticados y menos productos
primarios.
Oswaldo de Rivero en su
obra «El mito del desarrollo» expresa: «Las materias primas van teniendo cada
vez menos demanda y sus precios son siempre inestables y poco remunerativos
porque las nuevas tecnología utilizan cada vez menos materia prima y
combustible por unidad de manufactura producida. Hoy la demanda mundial de
productos con alta tecnología y servicios aumenta 15 % anual, mientras que la
de las materias primas no llega al 3 % y la de los productos poco transformados
no pasa el 4 % anual».
Algunos autores comienzan
a intuirlo – señala el ex presidente de la República de Perú, Dr. Alan Gabriel
García Pérez, en su obra Modernidad y Política en el Siglo XXI (Lima, 2003)- al
comprender que la energía del sistema ya no puede confundirse con los
combustibles materiales. Por ejemplo, Jeremy Rifkin en su libro «La Economía
del Hidrógeno» (Paidos, 2002) anuncia que en el futuro el combustible fósil en
vías de agotamiento será sustituido por el hidrógeno inagotable.
La extracción del mercado
de su condición de instrumento para elevarlo al estatus de religión. El sistema
de información resulta de acceso difícil y oneroso para las personas con
escasos recursos económicos. Se origina la racionalidad instrumental, por el
cual se impone el fin sobre los medios.
Utilización de la
información y de los medios de comunicación masiva para construir «Una sola voz
y mundos múltiples», en lugar de «Un solo mundo y voces múltiples». Ruptura de
las identidades culturales y nacionales de los países emergentes. Pérdida del
derecho de soberanía popular en relación al control sobre el patrimonio
cultural de los países (bienes, recursos materiales, territorios, lengua,
creencias, conocimientos, etc.).
Desestructuración,
disgregación, exclusión y polarización social. Vulnerabilidad política y
económica de los Estados-nación (pérdida de poder). La apertura comercial
inicialmente sólo beneficia a los que están en capacidad económica y financiera
de competir y de exportar. Los flujos de capital a largo plazo son superados
por el corto plazo (hora de capitales especulativos y no productivos).
Las decisiones fuera de
los territorios nacionales determinan el comportamiento de las tasas de
interés, del déficit fiscal, del valor de la moneda, del precio de los
productos primarios, de la deslocalización de industrias, entre otros. La
generalización de políticas de desempleo dirigido o de cultura antilaboral:
Violación sistemática de derechos sindicales; despido laboral sin preaviso;
prohibición relativa de crear organizaciones sindicales; generalización de
contratos temporales o a tiempo parcial.
La proliferación de
asociaciones patronales «independientes». La crisis de representatividad de los
partidos políticos. La incapacidad del Estado para generar seguridad social y
solucionar los problemas. La pérdida de poder de los ciudadanos.
Los trabajadores y la
tecnología no tienen permiso para circular globalmente, al hallarse regulados
por severas leyes de inmigración y de protección a la propiedad intelectual. La
casi desaparición de las actividades reservadas como estratégicas de los
Estados, con la privatización indiscriminada de las empresas y la consiguiente
desnacionalización de las empresas del Estado.
La diseminación cultural a
través de una televisión global, que si bien pone en contacto a las más
diversas nacionalidades y culturas, sin embargo no está logrando la
diseminación global de los valores democráticos y el respeto de los derechos
humanos.
La economía de la
democracia empieza a erosionarse en tanto sus ciudadanos no intervienen en la
marcha de la economía de sus propios países y no se sienten realmente
representados por sus gobiernos.
[1] Chang-Rodríguez, Eugenio. Víctor
Raúl Haya de la Torre: Bellas Artes, Historia e Ideología. Pontificia
Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima, 2018, pp.206-207.
[2] La primera edición de este libro fundamental se publicó con el título
de El antimperialismo y el APRA, las
siguientes con el título de El
antiimperialismo y el APRA, con la palabra antiimperialismo con dos letras
i.
[3] Chang-Rodríguez, Eugenio. Víctor
Raúl Haya de la Torre: Bellas Artes, Historia e Ideología. Pontificia
Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima, 2018, pp.206-207.
[4] Chang-Rodríguez, Eugenio. Op.cit., pp.208-210.