AUGUSTO SALAZAR BONDY Y SU CONCEPCIÓN ACERCA DEL HOMBRE
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Augusto
Salazar Bondy (1925-1974) fue un destacado filósofo peruano, maestro universitario
sanmarquino y autor de importantes
textos universitarios.
Su
pensamiento se plasmó en abundantes y trascendentes obras: Irrealidad e
idealidad (1953); La filosofía en el Perú (1954),; Mitos, dogmas y postulados en la Reforma
Universitaria (1957); Irrealidad e idealidad (1958),; La reforma de la Facultad de Letras y los
estudios de filosofía (1958); La epistemología de Gastón Bachelard (1958); La
educación peruana en el mundo contemporáneo (1959); Introducción a la filosofía (1960); Filosofía
marxista de Merleau-Ponty (1961); Bases para un socialismo humanista peruano
(1961) e Introducción a la filosofía (1961).
También:
Tendencias contemporáneas de la filosofía moral británica (1962); Iniciación
filosófica (1964); Proyecto de la Facultad de Estudios Generales (1964); En
torno a la educación (1965); Historia de las ideas en el Perú contemporáneo. El
proceso del pensamiento filosófico (2 tomos, 1965); Lecturas filosóficas
(1965); Didáctica de la enseñanza
universitaria (1966); Apuntes sobre el pensamiento de Wittgenstein (1966); La cultura
de la dependencia (1966); ¿Qué es filosofía? (1967); Breve antología filosófica
(1967); Breve vocabulario filosófico
(1967) y Iniciación filosófica (1967).
Finalmente,
¿Existe una filosofía en nuestra América? (1967); Didáctica de la filosofía (1968); Entre Escila
y Caribdis, reflexiones sobre la vida peruana (1969 y 1973); Para una filosofía
del valor (1971); Bartolomé o de la dominación (1977); Filosofía de la
dominación y filosofía de la liberación (1973); Las ideas del saber y Dios en
el pensamiento de Hipólito Unanue; La filosofía peruana del positivismo al
bergsonismo; La filosofía contemporánea
del Perú y La filosofía de Alejandro Deustua.
El énfasis
puesto por Salazar “en lo esencial del hombre” nos remite, para terminar esta
apretada síntesis de su significativa obra, a mencionar su Antropología filosófica, en cuya preparación se encontraba
trabajando en el momento de su prematura y lamentable desaparición; por eso
queremos relievar aquí la preocupación de Augusto Salazar Bondy por la
condición del hombre peruano y latinoamericano inserto en un mundo cultural que
actúa sobre él impidiéndole el normal desenvolvimiento de su ser”, apunta la
filósofa peruana María Luisa Rivara de Tuesta en su obra “Tres ensayos sobre la
filosofía en el Perú” (Lima,2000:46).
La
concepción del hombre según Augusto Salazar Bondy podemos resumirla en los
términos siguientes: No todos los hombres filosofan. La mayor parte de ellos no
sobrepasa el nivel del conocimiento vulgar; un grupo, cada vez más numeroso, se
dedica al esforzado ejercicio de la ciencia. Por otra parte, cuando se trata de
dar respuesta a los grandes problemas del mundo y de la vida, la mayoría
recurre a la religión, que le da las seguridades de la fe, o se conforma con
una concepción espontánea, no crítica del mundo. Sólo unos pocos abordan
filosóficamente esos problemas fundamentales. Pero si bien la severa actitud
filosófica es de hecho adoptada sólo por una minoría, cualquier hombre puede
llegar a hacerla suya por el esfuerzo y la disciplina del pensamiento.[1]
Por la
filosofía, indica Salazar Bondy, el hombre intenta conocer cuál es su situación
y su misión en el mundo, qué debe hacer y qué debe esperar en la existencia,
cuál es el destino que corresponde al ser de hombres. Así podrá alcanzar la más
justa orientación racional de su existencia.
Son formas
esenciales de la actividad del hombre el conocimiento, la valoración, la
conducta moral y la experiencia estética. El estudio del hombre es el verdadero
centro y la culminación del filosofar.
En su obra
“Introducción a la filosofía”, Salazar Bondy expone la concepción del hombre
como ser natural y como ser espiritual. Visto desde la perspectiva de las
ciencias naturales, el hombre es un ser constituido de acuerdo a las leyes que
rigen el conjunto entero de la naturaleza. Las ciencias biológicas lo
consideran como una especie incluida dentro del orden zoológico de los
primates. Ningún biólogo pone hoy en duda la hipótesis de la evolución, según
la cual unas especies han surgido de las otras, siguiendo un proceso de
desenvolvimiento que se remonta a la aparición de la vida sobre la tierra hace
no menos de mil millones de años. Ningún biólogo duda tampoco en incluir al
hombre en este proceso de la evolución de la vida y en reconocerlo como una
especie zoológica surgida por una mutación iniciada hace alrededor de un millón
de años. El hombre actual, el Homo
sapiens, al que antecedieron otros tipos pre-humanos y humanoides (por
ejemplo, el Pithecanthropus, el Australopithecus, el Sinanthropus u hombre de Pekín, el Homo Neanderthalensis, etc.), es para
el científico la última forma surgida en el árbol de la vida, la más compleja y
rica seguramente, pero que es al fin y al cabo una especie zoológica[2].
¿En qué
consiste la originalidad biológica humana? Ella puede determinarse teniendo en
cuenta los siguientes rasgos: posición vertical, erecta, constitución y uso de
la mano como órgano de aprehensión, cara pequeña en relación con el volumen del
cráneo, un cerebro excepcionalmente grande y órganos de fonación especiales. Es
su unidad dinámica la que da al hombre originalidad biológica.
Aportó en
la reflexión filosófica de la problemática peruana y latinoamericana,
fundamentalmente del fenómeno de la dominación, la alienación y la liberación
del hombre.
En su Breve vocabulario filosófico, Salazar
Bondy define la alienación como “la pérdida de ser del hombre cuando éste es
tratado como cosa o sujeto a otra instancia con la pérdida de su libertad o de
su identidad personal” (Lima, 1974:13). Concibe al hombre como un ser sometido
a relaciones sociales de dominación al servicio de grandes grupos de poder
económico y político y que lo
utilizan como instrumento productivo al servicio de sus nefastos intereses, por
tanto el hombre deviene en un ser sujeto a otro, ser dominado, devaluado,
manipulable, sojuzgado, oprimido, explotado, alienado, carente de personalidad,
no libre y con pérdida de conciencia de sí mismo y de su ser auténtico.
La
dominación del hombre es multidireccional: social, económica, educativa,
cultural, política y tecnológica.
En su obra
Introducción a la Filosofía, capítulo
IX, Salazar Bondy aborda y desarrolla su pensamiento sobre “El problema del
hombre”, incursionando así en el terreno de la Antropología filosófica. Al
respecto inicia sus reflexiones manifestando que es “fácil reconocer el interés
y la importancia que este tema tiene para nosotros, pensando en que de su
correcto planteo y examen depende la cabal comprensión de nuestro propio ser.”[3]
Salazar
Bondy define al hombre como ser natural y como ser espiritual, recurriendo para
ello a las ciencias naturales (naturalismo o materialismo) y ciencias humanas o
sociales (espiritualismo).
El hombre como ser natural
El hombre
es una especie incluida en el orden zoológico de los primates, dentro de un
proceso evolutivo biológico, con sus rasgos originales considerados
biológicamente y que la ciencia actual perfecciona día a día. Explica la
originalidad biológica humana teniendo en cuenta los siguientes rasgos:
“posición vertical, erecta, constitución y uso de la mano como órgano de
aprehensión, cara pequeña en relación con el volumen del cráneo, un cerebro
excepcionalmente grande y órganos de fonación especiales…Es su unidad dinámica
la que da al hombre originalidad biológica. Cada uno de ellos está vinculado
con los otros en su surgimiento evolutivo…Considerando todos estos caracteres y
sus interconexiones se puede pues decir que el tipo humano es una nueva estructura biológica en movimiento.”[4]
“Pero hay
otro rasgo biológico especialmente notable en el hombre: su lento proceso de maduración. El hombre es el animal de niñez más
larga y más general, pues su maduración dura mucho y se extiende a todas las
funciones orgánicas del individuo. Al nacer, el vástago humano no puede hacer
nada; comparado con cualquier animal, es completamente desvalido y tendrá que
esperar mucho tiempo para hacer valer su capacidad. Esta condición está
estrechamente vinculada con la elección
biológica que representa el tipo orgánico humano. Biológicamente el hombre
no ha seguido el camino del sistema musculas sino del nervioso; no ha elegido
el poder por el músculo sino por el nervio. El tipo animal se presenta siempre
con alguna especialización muscular bien desarrollada, el hombre con ninguna.
De allí la debilidad e impotencia del recién nacido. La única especialidad del
organismo humano, la cual absorbe toda su energía, es el cerebro, y ella
necesita un largo proceso para ponerse en vigor. Esta inmadurez y debilidad
inicial condiciona caracteres tan esenciales del hombre como la agrupación, o
sea, la vida en un conjunto social estable, sin el cual el niño no podrá
sobrevivir; y la educación, gracias a la cual alcanza su maduración y
desarrollo cabales. Pero la impotencia inicial, la necesaria espera que demanda
el cultivo del cerebro, va a ser la gran carta de triunfo del hombre. Porque la
especialización en el cerebro le permite un gran desarrollo de la inteligencia
y le abre la puerta a todo tipo de actividad…”[5]
Otro rasgo
biológico del ser humano es la capacidad del lenguaje, capacidad de significar
y aprehender todas las cosas sin necesidad de estar en contacto con ellas y que
“coordinado con el uso de la mano, este poder simbolizador del lenguaje hace al
hombre apto para crear objetos nuevos (herramientas, utensilios, casas, etc.),
combinarlos y establecer entre ellos conexiones según su finalidad y sentido, y
afianzar y enriquecer los lazos entre los individuos de la especie. Dicho con
otras palabras, por el lenguaje el hombre funda la cultura y la sociedad.”[6]
El hombre como ser espiritual
Salazar
Bondy aborda y explica lo que es el hombre considerando a su vida interior o
psíquica, su capacidad consciente y
reflexiva, su conocimiento intelectual y
manifestación a través del lenguaje, su
experiencia moral y experiencia estética, “como muestra de la capacidad
del hombre para superar los límites de la realidad material” y así “el hombre
vive por el pensamiento en todos los mundos posibles”.
“La
sociedad y la cultura – señala Salazar Bondy- en fin, adquieren un nuevo
sentido en este enfoque: la sociedad humana es una relación de personas, con
normas, ideales, valores e instituciones que tienen una significación
espiritual, y la cultura es una novedad en el mundo, una creación total, no
natural, que el hombre ha sobrepuesto a la naturaleza.”[7]
Posición dinámica e integradora del hombre
Salazar
Bondy, se pregunta, entonces: “¿Cuál de las estas posiciones tiene la razón?
¿pueden reducirse todos los caracteres del hombre a los meramente naturales,
como piensan los naturalistas? ¿puede afirmarse que el ser del hombre es ajeno
o esencialmente diferente al ser natural, como piensan los espiritualistas?”
Dichas
preguntas son respondidas por el filósofo adoptando una tercera posición dinámica e integradora del
hombre en su realidad natural-espiritual,
dentro de una concepción filosófica humanista, luego de efectuar una crítica a
las dos posiciones por considerarlas “extremas y excluyentes”, “igualmente
equivocadas” y por conducir a “conclusiones evidentemente erróneas”. El
filósofo es consciente que la tercera posición integracionista presentará
dificultades, como ocurre con toda teoría filosófica, pero que serán “menores”
a la de las dos anteriores, toda vez que “tomará en cuenta los datos relativos
de la experiencia humana”.
Y a
renglón seguido Salazar Bondy precisa
que los datos efectivos relativos de la experiencia humana son los siguientes:
“la necesidad del cuerpo para la existencia del hombre, la preparación
biológica de la especie humana y la estrecha conexión que la obra del hombre
mantiene con la realidad material, y en suma todos los demás fenómenos
naturales de la realidad humana. De otro lado, tenemos: la conciencia reflexiva
y racional, la capacidad creadora del lenguaje y el arte, la sociabilidad y la
cultura, o sea todos los datos de la vida espiritual. Se trata de comprender
cómo se armonizan estos datos, cómo se conjugan y complementan mutuamente en la
existencia real. Ahora bien, esto no puede hacerse si de antemano,
abstractamente, aceptamos dos ideas completamente separadas: la materia y el espíritu. Y es que una
vez enfrentadas como entidades extrañas la una a la otra, no tenemos más
remedio que o bien negar una y quedarnos con la otra sola (y esto es lo que
hacen los naturalistas y los espiritualistas), o bien concebir el hombre como
un ser dividido, en el que se dan dos partes irreconciliables, que es lo que
hacen las doctrinas llamadas dualistas
(del latín “dualis”: cosa doble, dos)”.[8]
“Si, por
el contrario, adoptamos un punto de vista dinámico e integrador, concebiremos
al espíritu como un momento superior de la materia viva, como algo en que se
prolonga el ser biológico, pero con nuevas virtualidades y otros caracteres
esenciales. El espíritu estará basado así en lo biológico, pero no podrá ser
reducido a lo biológico, del mismo modo como la materia viva está basada en la
inerte, pero no se puede reducir a ella. Entre una y otra se ha producido un
tránsito, una transformación que eleva el nivel del ser real. La condición
espiritual del hombre no estribará pues en estar provisto de una substancia
distinta y completamente independiente de la materia viva, sino en un modo
nuevo de ser y actuar de la vida biológica. Es pues esta vida misma llevada a
un orden superior y por tanto enriquecida y ampliada”.[9]
“Interpretar
así nuestro ser, -puntualiza Salazar Bondy-, dando cuenta de todas sus
manifestaciones efectivas, sin ceder a la tentación de divinizarlo, sin
pensarlo como una esencia extraña a la materia, pero tampoco aceptando su
simplista asimilación a la materia, es aproximarse al ideal de una concepción
humana del hombre, es decir, al ideal filosófico humanista.”
El
hombre es un ser histórico
Pero no se
queda aquí el filósofo y tiene que recurrir a las diversas filosofías de la
historia parar lograr una mejor y cabal comprensión del hombre. Y así trata de
explicar por qué el hombre es un ser histórico, considerando el interés que
despierta en el hombre su pasado, los acontecimientos vividos, el curso de la
vida, el pasado de los pueblos, el origen, sentido y alcance de la historia
humana, por cuanto “El hombre quiere
saber quién ha sido, para estar
seguro de quién es y para preparar
mejor el ser que será mañana.”
“¿Qué
queremos decir cuando afirmamos que el ser humano es histórico? Queremos decir,
en primer lugar, que la existencia de cada persona se desenvuelve dentro del
proceso general de la sociedad y la cultura. Su carácter, sus actos, sus ideas,
están impregnadas de la forma de vida, del estilo de existir de un pueblo y una
época. Pero queremos decir también que cada hombre, como cada pueblo, tiene una
historia y que su ser propio consiste en esa historia; queremos decir que los
hombres no son algo hecho y conformado desde el principio, pues aquello que los
singulariza y distingue es resultado de un proceso de libre y abierta creación
que se desenvuelve a lo largo del tiempo. Estas dos cosas que queremos dar a
entender cuando decimos que el hombre es histórico no son independientes entre
sí; por el contrario, se hallan estrechamente entrelazadas. En efecto, por estar
el individuo inmerso en la existencia de su grupo y en el proceso temporal de
la cultura, se va formando gradualmente, va haciéndose a través del tiempo. E
inversamente, porque el individuo no es algo conformado y acabado desde el
principio, por eso mismo existe un movimiento, un proceso general de la
sociedad y la cultura a través de las edades. Se trata así de dos aspectos, de
dos caras de una misma realidad básica: el
hombre como historia, la historicidad esencial de nuestro ser.”[10]
“Vemos
entonces que el hombre tiene un ser que no se reduce al pasado y al presente.
El hombre no es simplemente ese conjunto de rasgos y caracteres que ha
adquirido y posee en un determinado momento, sino que es esencialmente también
lo que va a ser, lo que espera y proyecta ser. El futuro es fundamental para la
esencia humana. El ser de cada hombre está configurado por sus planes de vida,
su vocación, sus ideales, sus metas y fines, todo lo cual se refiere al futuro.
Este futurismo esencial del hombre es
posible por la intencionalidad de la conciencia que, como sabemos, consiste en
el proyectarse el sujeto hacia ciertos objetos y términos, un proyectarse que
no se limita sin embargo a lo presente y pasado, sino que alcanza también lo
porvenir. Vivir conscientemente, vivir humanamente es por esto dirigirse hacia
el futuro, anticiparlo, planearlo e ir realizándolo según sus fines e ideales
previa y libremente concebidos. Vivir humanamente es vivir en libertad de
construir su propio ser y esto es también la historicidad.”[11]
[1] Salazar Bondy,
Augusto. Introducción a la Filosofía.
Editorial Universo, Doceava edición, Lima, 1968, p.25.
[2]
Salazar Bondy, Augusto. Op.cit., p.236.
[3] Salazar Bondy,
Augusto. Introducción a la filosofía.
Editorial Universo, S.A., doceava edición, Lima-Perú, 1968, p.235 y 236.
[4] Ibídem, pp.237 y 238.
[5] Ibídem, pp.238 y 239.
[6] Ibídem, p.239.
[7] Ibídem, p.241.
[8] Ibídem, p.245.
[9] Ibídem, p.246.