EL PARADIGMA DE NICOLÁS COPÉRNICO
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Su obra De revolutionibus orbium
coelestium (Las revoluciones de las esferas celestes), -publicada
a principios del siglo XVI y poco antes de su muerte-, produjo una revolución
científica en la astronomía, precisamente por el gran cambio radical que
originó en la concepción del universo y del lugar que ocupa la Tierra en el
cosmos y también porque demostró
científicamente mediante la observación real del cielo de que la Tierra giraba
al rededor del Sol, junto con los demás
planetas.
Nicolás Copérnico (1473-1543), astrónomo polaco, hombre versado en
matemáticas, medicina y astronomía, revisó y criticó el sistema geocéntrico de
Ptolomeo (La Tierra es el centro del universo) y formuló su teoría heliocéntrica que coloca a la
Tierra entre los planetas y al Sol como el centro del sistema. No debe
olvidarse que Aristarco de Samos (310-230 a. d.C.) fue el primero que anunció
que la Tierra giraba alrededor del Sol.
La teoría heliocéntrica de
Copérnico, que llegó a cambiar la concepción y comprensión del universo, fue
acremente combatida por católicos y luteranos.
Entre los siete axiomas de su
Teoría se cuentan[1]: 1. No existe un centro
único de todos los orbes celestes.2. La Tierra es centro tan sólo del orbe
lunar. 3. Los planetas giran alrededor del Sol, que es el centro del universo.
4. La distancia Tierra-Sol es muy pequeña en comparación con la altura del
firmamento. 5. El movimiento del firmamento es consecuencia de la rotación
terrestre.6. El movimiento aparente del Sol es consecuencia de los varios
movimientos de la Tierra alrededor del Sol. 7. El movimiento retrógrado de los
planetas se explica por el movimiento de la Tierra.
Claudio Ptolomeo y su tesis del
geocentrismo (la Tierra giraba alrededor del Sol) se mantuvo intocable,
inalterable e irrefutable, posiblemente porque no llegó a perturbar “el sueño
de los dioses” y por qué la Iglesia había hecho cuestión de fe, hasta la
aparición de Nicolás Copérnico que la removió y puso en duda su veracidad y se
convirtió en un permanente anti ptolemaico.
Nicolás Copérnico se encargó, en
su debido momento, de criticar a Ptolomeo por haber abandonado el principio de
la uniformidad o regularidad del movimiento circular con respecto a su centro y
haberlo reemplazado por imperativos del cálculo, por la regularidad con respecto
al punto ecuante. Pero también,
censuró a Ptolomeo por no haber ofrecido en su Almagesto más que modelos
geométricos para los planetas, sin plantear la cuestión de su integración en
una estructura de conjunto armónica, como debe ser necesariamente la obra de
Dios, geómetra perfecto. Finalmente, le recriminó a Ptolomeo por haber omitido
lo esencial: la estructura general del universo, “la forma del mundo y la
exacta simetría de sus partes”[2].
Martín Lutero, criticó la tesis
de Copérnico, a quien llamó “astrólogo advenedizo” y “necio”: “Ese necio
pretende cambiar el sistema entero de la Astronomía; sin embargo las Sagradas
Escrituras nos hablan claramente que Josué ordenó al Sol que se quedase
inmóvil…”. Asimismo el reformador francés Calvino se mostró contrario a la
tesis de Copérnico, advirtiendo concluyentemente lo siguiente: “¿Quién se
atreverá a colocar la autoridad de Copérnico, por encima de la autoridad del
Espíritu Santo?”.
Manuel Kant en su Crítica de la razón pura llama
“revolución copernicana la teoría de Copérnico porque la razón, según él, no
está dominada por las cosas, sino que, por el contrario, las cosas giran
alrededor de la razón como si se tratase del Sol[3].
Thomas S. Kuhn llegó a decir que
“después de Copérnico, los astrónomos vivieron en un mundo diferente”.
Copérnico, con su revolucionaria
teoría del heliocentrismo reemplazó el sistema del mundo tolemaico o
geocéntrico.
[1] Dóriga, Enrique L. Lecciones de Filosofía. Centro de Investigaciones,
Universidad del Pacífico. 2ª. Edición, Lima-Perú, 1990, p.152.
[2] Ediciones Santillana. La
Enciclopedia del Estudiante. 19. Historia
de la Filosofía. Buenos Aires, 2011, p.102.
[3] Apel, Max y Peter Ludz. Diccionario de Filosofía. Unión Tipográfica
Editorial Hispano Americana, México, 1961, p.62.