¿POR QUÉ LA ÉTICA ES UNA CIENCIA?
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
En una revisión histórica y desde el punto de vista ético de lo que
significa el hombre podríamos decir que el hombre es un ser profundamente
ético, porque es un ser libre, que elige y decide, que realiza actos
racionales, conscientes, voluntarios, responsables, honestos y justos, que
emite juicios de valor sobre sus propios actos y los actos de las demás
personas.
Lo ético y lo moral sólo corresponde a la
persona humana, a nadie más. Los hombres
“somos seres morales en cuanto seres sociales” (George H. Mead), “el hombre es
un animal moral no programado, al menos no totalmente programado, condenado a
elegir o, al menos, a tomar algunas decisiones”.
Edgard de Assis
Carvalho, de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil, con justa
razón expresa: “Es conveniente recordar que ética, en griego ethos, significa la morada humana, la
casa común, la Tierra-patria-matria, que clama por un proyecto de
sustentabilidad, una política de civilización que sea capaz de reintegrar el
cosmos, la materia, la vida, el hombre”. Algunos autores sostienen que Homero
fue el primero que usó la palabra ethos en su significado de “Lugar habitado
por hombres y animales”. Posteriormente el filósofo metafísico y
existencialista Martín Heidegger se refiere al ethos como “lugar o morada” y
por ello dice que la morada o ethos del hombre es el ser.
Ethos
significa costumbre[1], lo acostumbrado, lo
permitido, comportamiento, hábito, carácter, forma y manera de ser de las
personas; es un conjunto de hábitos de los cuales el hombre se apropia,
modificando su naturaleza.
La ética, llamada
también filosofía moral o filosofía práctica, es una parte de la filosofía que
estudia, analiza, describe y explica la conducta moral del hombre, la
conciencia moral, los valores morales, las obligaciones del hombre en la sociedad, los problemas fundamentales de
la moral y el buen gobierno de la vida humana.
La ética es una
ciencia porque tiene su propio campo de estudio, su objeto y método de
investigación, cuyos resultados puede ser verificado, rectificado y explicado
en sus planteamientos y conclusiones.
En cuanto ciencia
(término éste derivado de la voz “scientia”, de “scire”, conocer o aprender),
la ética es un saber unificado, objetivo, a priori, universal, metódico,
sistemático, racional, causal, especializado y necesario.
Veamos algunos
conceptos respecto a la ética como ciencia:
“La ética es la
ciencia que establece los principios generales de la moralidad para las
diferentes formas de la actividad humana (Regis Jolivet);
“La ética es la
ciencia de la conducta humana” (Herbert Spencer);
“La ética es una ciencia del obrar
especulativa o teórica en su estructura y práctica en su fin”; “La ética o
moral natural (definición etimológica) es la ciencia filosófica teórica y
práctica que investiga la moralidad (objeto formal) de los actos humanos
(objeto material) y estudia los valores (ética axiológica y ética analítica), y
la vida y la conducta moral de la persona (aspecto individual o personal) y de
la comunidad humana (dimensión social), teniendo siempre como fin la honestidad
(causa final de la ética)” (Luka Brajnovic).
Hans Leisegang,
profesor de la Universidad Libre de Berlín, indica que la “tarea de la Ética
científica es investigar el reino de los valores morales y su estructura”.[2]
La ética es ciencia de
la voluntad en acción y del buen obrar; es ciencia del deber ser y del deber
hacer; es la disciplina normativa de obligatoria necesidad y utilización en la
investigación científica, que permite al investigador pensar bien, trabajar
bien, emprender bien, actuar bien en términos de “mayor bien para el mayor
número” de personas de la sociedad.
La ética científica
busca saber la verdad, la causa y el efecto hasta donde lo es posible, el cómo
y el porqué de los hechos, fenómenos o actos de la conducta del ser humano en
su vinculación con el mundo educativo, cultural, social, político, económico y
ecológico en que vive, para luego concluir en la formulación sistemática de
principios, leyes y teorías comprobables.
Según los Ph.D. Anthony Carpe y Anne E. Egger: “La ética
científica apela a la honestidad y la integridad en todas las etapas de la
práctica científica, desde la divulgación de los resultados, independientemente
de cuales sean, hasta la atribución adecuada de los colaboradores. Este sistema de la ética guía la práctica de la ciencia,
desde la recopilación de datos a la publicación y más allá aún. Como en
otras profesiones, la ética científica está muy integrada en la manera que
trabajan los científicos y ellos son muy conscientes que la fiabilidad de su trabajo y el conocimiento científico en general
depende de la adhesión a esa ética. Muchos de los principios éticos en la ciencia están relacionados
con la producción de un conocimiento científico imparcial, que es esencial
cuando otros científicos tratan de expandir los resultados de las investigaciones
o basarse en ellas para otros estudios. La publicación de datos que sea
fácilmente accesible, la revisión por parte de colegas, la duplicación y la
colaboración que requiere la ética científica, ayudan a que la ciencia progrese
continuamente mediante la validación de los resultados de investigación y
confirmando o formulando preguntas sobre los resultados”.[3]
Mario Bunge, tratando
de interpretar la problemática de la ciencia y la ética expresa: “Nuestro tema
es de rigurosa actualidad. En casi todo el mundo la juventud cuestiona la
moralidad de la ciencia y, en menor medida, el carácter acientífico de los
códigos morales vigentes. Algunos critican la alianza de la ciencia con el
establishment. Otros llegan a culpar a la ciencia misma de la guerra, de la
desocupación, del enajenamiento y del deterioro de la naturaleza. Y todos se
quejan de que el hombre haya puesto los pies en la Luna sin antes haber
arreglado su propia casa. En suma, ya no se da por descontado que la ciencia
sea buena ni se admite que la moral dominante sea sabia. Antes bien, se tiende
a concebir la ciencia como un poder diabólico y a despreciar la ética por
ignara”.[4]
Blanca Inés Prada
Márquez, de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga (Colombia),
refiere que algunos autores se preguntan también si es posible una ética
científica, pregunta que podría significar que es posible fundamentar la ética
en la ciencia, o más bien, que toda ciencia (y toda actividad humana) debe
fundamentarse en la ética. Por lo menos podemos hablar de tres proyectos de
ética científica: en el siglo XVII el proyecto cartesiano, y en el siglo XX los
proyectos de Mario Bunge y Miguel Ángel Quintanilla. Descartes, en el prefacio
a los Principios plantea su idea
moral fundamentada en las ciencias. Con la imagen del árbol nos dice que la
moral es una rama que presupone un conocimiento completo de las otras ciencias
(la medicina y la mecánica que eran las ciencias de su época) y por ello era el
último peldaño en la escala de la sabiduría. La misma idea había sido expresada
en la sexta Parte del Discurso del
método, en donde escribió: Esas nociones (de la física) me han enseñado que
es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida, y que, en lugar de
la filosofía especulativa, enseñada en las escuelas, es posible encontrar una
filosofía práctica, por medio de la cual, conociendo la fuerza y las acciones
del fuego, del agua, del aire, de los astros y de los demás cuerpos que nos
rodean, tan distintamente como conocemos los oficios varios de nuestros
artesanos, podríamos aprovecharlas del mismo modo, en todos los usos a que sean
propias y de esta forma hacernos como dueños y señores de la naturaleza.
Descartes, optimista como Bacon frente al desarrollo científico, fue el primero
en creer en la utopía tecnológica de la modernidad, al considerar que la
tecnología nos ayudaría a vivir mejor, a ser más felices, controlando
racionalmente la naturaleza y las pasiones, pero como en su época el desarrollo
científico era incipiente, considera suficiente plantear sólo una moral
provisional, en espera de un mayor desarrollo de las ciencias y las artes.
Después de Descartes ha habido varios proyectos para fundamentar la ética en la
ciencia, no tanto en una ciencia puramente teórica, como lo era la ciencia de
la época cartesiana, sino en una ciencia experimental, capaz de tener eficacia
gracias a su aplicación en la transformación del mundo. Así pues, en el siglo
XX con el impresionante desarrollo de la tecnología, algunos pensadores
creyeron llegado el momento de realizar el proyecto cartesiano, postulando que
la ética debía basarse en la racionalidad científico-tecnológica y convertirse
en tecnoética. Una tecnoética que como la ciencia pudiera describir y explicar
los actos humanos, pred4ecir y aplicar dichas predicciones para controlar y
dominar la naturaleza humana y la sociedad. El primer caso al que quiero
referirme es al de Mario Bunge, quien entiende la “ética científica” como la
ciencia de la conducta deseable, empleando el método científico y los conocimientos
de la ciencia acerca del individuo y la sociedad. Esta ética requeriría tres
niveles: el descriptivo, el normativo y el metaético. Por lo tanto, “la nueva
ética que se prefigura constará probablemente de tres ramas: la ética descriptiva o ética psicosocial,
que sería la ciencia de la conducta considerada como fenómeno psicosocial; la ética normativa o ética teórica, ética
de la conducta deseable en cada contexto; y la metaciencia o filosofía científica de la ética científica que sería
la consideración filosófica de la ética científica”. De la sensibilización del
científico ante los problemas morales y de la capacidad del moralista para
fundar su discurso en el saber contrastado de la ciencia, depende, según Bunge,
el éxito del proyecto de fundamentación racional del saber ético...No se puede
hacer hoy una ética de espaldas a la ciencia, pero tampoco olvidar que todo
discurso ético es ya un discurso filosófico sin que esto suene como partidismo
hegemónico a favor de la filosofía, sino en el sentido de que todo discurso
ético está orientado hacia el deber ser. Por su parte Quintanilla, para quien
la opción por la racionalidad científica, quisiera hacer de la ética una
tecnología capaz de controlar la maldad humana y lograr la realización del
bien. Si la moral se entiende como costumbre, la ética sería entonces una
tecnología social que podría cambiar las malas costumbres e incentivar otras.
Pero si la moral se entiende como acción determinada por los genes, entonces la
ética sería una tecnología biológica, presuponiendo en ambos casos lo que es
moral para poder controlar y transformar el comportamiento humano. Pero ¿quién
tiene los criterios para decidir? ¿Quién sabe lo que es el bien para medir una
acción particular?... ¿Los científicos? Si así fuese, caeríamos en una pérdida
absoluta de libertad y por lo tanto de la ética misma. O ¿acaso los políticos?
En ese caso ¿no estarían los científicos autorizados a ocultar su
responsabilidad moral?...
ESTÁNDARES ÉTICOS EN LA
CIENCIA
Carpi y Egger expresan, asimismo, que “Hoy día, la ética
científica se refiere a unos estándares de conducta para los científicos que es
generalmente definida en dos amplias categorías (Bolton, 2002). Primero, los
estándares de métodos y procesos se ocupan del diseño, los procedimientos, el
análisis de datos,
la interpretación y el informe de los esfuerzos de la investigación. Segundo,
los estándares de temas y resultados se ocupan del uso de sujetos humanos y animales
en la investigación y las implicaciones éticas de algunos resultados de la
investigación. Juntos, estos estándares éticos ayudan a guiar la investigación
científica y aseguran que los esfuerzos de investigación (y los investigadores)
acaten varios principios esenciales
(Resnik, 2008), incluidos:
- La honestidad en la información de los datos científicos.
- La cuidadosa transcripción y análisis de los
resultados científicos para evitar errores.
- El análisis independiente y la interpretación
de los resultados basados en los datos y no influidos por fuentes
externas.
- Publicar y presentar en régimen abierto los
métodos, los datos y las interpretaciones.
- La suficiente validación de los resultados
mediante la duplicación y la colaboración con colegas.
- La atribución adecuada de las fuentes de
información, los datos y las ideas.
- Las obligaciones morales hacia la sociedad en
general y, en algunas disciplinas, la responsabilidad para determinar los
derechos de los sujetos animales y humanos.
UBICACIÓN DE LA ÉTICA EN EL TIPO DE CIENCIAS
De la revisión realizada
respecto a la clasificación de las ciencias por diversos autores, entre ellos
Aristóteles, Schopenhauer, Bain, Locke, Thompson y otros, podemos ubicar a la
Ética dentro de las ciencias prácticas, ciencias empíricas, ciencias concretas,
ciencias normativas y ciencias filosóficas y que lo presentamos en el siguiente
cuadro:
Ubicación de la Ética en el tipo de ciencias
|
|
Autores
|
Ubicación tipo de
ciencia
|
Aristóteles
|
Ciencias prácticas
|
Arturo Schopenhauer
|
Ciencias empíricas o
ciencias a posteriori
|
Alexander Bain
|
Ciencias prácticas
|
John Locke
|
Ciencias prácticas
|
J.A. Thomson
|
Ciencias concretas
|
Otros autores
|
Ciencias normativas
|
Ciencias filosóficas
|
|
Ciencias formales
|
Expliquemos cada una de las clases de
ciencias mencionadas:
Ciencias normativas:
Conjunto de ciencias que tratan de averiguar
cómo son las cosas, de descubrir la manera correcta de hacer las cosas o de
pensar, de explicar cómo deben ser las cosas y de mejorar las cosas. Son
ciencias que tratan de establecer las normas o patrones de conducta del ser
humano.
Forman parte de las
ciencias normativas: Estética, Ética, Filosofía, Lógica, etc.
Ciencias filosóficas:
Conjunto de ciencias que tratan de explicar
lo que es el hombre, los valores en general, los deberes y derechos del hombre,
el proceso dialéctico, el conocimiento, el pensamiento, la historia, la cultura
y el ser en su esencia y existencia.
Forman parte de las
ciencias filosóficas: Antropología filosófica, Axiología, Deontología,
Dialéctica, Ética, Estética, Filosofía, Filosofía de la cultura, Filosofía de
la educción, Filosofía de la historia, Filosofía de la ciencia, Gnoseología,
Lógica y Ontología.
Ciencias formales:
Conjunto de ciencias que estudian los
procesos lógicos y matemáticos (cuyo objeto de estudio no es el mundo, la
realidad físico-natural, sino formas vacías de contenido), pero cuyos
conocimientos pueden ser aplicados a dicha realidad físico-natural. Las
ciencias formales trabajan con formas, es decir, con objetos ideales, que son
creados por el hombre, que existen en su mente y son obtenidos por abstracción.
Forman parte de las
ciencias formales: Filosofía, Lógica, Matemática, Cálculo, Ética, Computación.
Ciencias prácticas:
Conjunto de ciencias que tienen por finalidad
estudiar y dirigir las acciones del hombre durante su existencia, sea en su
vida personal o colectiva.
Forman parte de las
ciencias prácticas: Arquitectura, Economía, Estética, Ética, Historia, Política, entre otras.
Ciencias empíricas:
Las ciencias
empíricas son conjuntos sistemáticos de conocimientos, coherentes y racionales,
con los que se ofrece una explicación de las causas de los fenómenos y de las
leyes por las que se regulan, explicación que es contrastable con la
experiencia. El método por excelencia de las ciencias empíricas es el método
hipotético-deductivo.[5] Son conjunto de ciencias respaldadas por la
investigación experimental y que muestran datos concretos, y dan valor a la
observación como método de conocimiento con el fin de encontrar las causas de
los hechos o fenómenos físicos y psíquicos y de los efectos o consecuencias que
producen y de establecer leyes universales.
Forman parte de las
ciencias empíricas o ciencias a posteriori: Anatomía, Botánica, Derecho, Ética,
Física, Fisiología, Geología, Historia, Mineralogía, Psicología, Química, Zoología
y Zootomía.
[1] Costumbre es la práctica efectiva y repetida de una
determinada conducta; lo acostumbrado
es considerado como lo bueno, lo permitido. La costumbre es un acto creador del
derecho, toda vez que “por la costumbre, lo que es se convierte en lo que debe
ser”.
[2] Leisegang, Hans. Introducción a
la Filosofía. Manuales UTEHA N° 75, Primera edición en español, Unión
Tipográfica Editorial Hispano Americana, México, 1961, p.97.
[3] Anthony Carpi, PH.D., Anne E.
Egger, PH.D.La ética
científica. http://www.visionlearning.com/es/library/Proceso-de-la-Ciencia/49/La
ética-científica/161
[4] Bunge, Mario. Ética, Ciencia y Técnica. Editorial
Sudamericana, Argentina, segunda edición, abril de 1997, p.7.
[5] Glosario de filosofía. http://www.webdianoia.com/glosario/display.php?action=view&id=57&from=action=search%7Cby=C