Artículos periodísticos y de investigación

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22 de febrero de 2017

DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA ESPECIE ANIMAL

DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA ESPECIE ANIMAL[1]

Escribe: Eudoro Terrones Negrete

El hombre es una de las más o menos ochocientas mil especies animales que actualmente pueblan el planeta Tierra, que tiene características especiales que le diferencian de los animales irracionales.

El hombre ocupa la cúspide del reino animal, y pertenece al tipo de los vertebrados, clase de los mamíferos y orden de los bimanos, de estación bípeda vertical.

En 1699, el anatomista inglés Edward Tyson (1649-1708), disecando un chimpancé, verificó sus profundas semejanzas con el hombre, que la naturaleza animal desde este momento mereció la más seria consideración.

En el siglo XVIII, Carlos Lineo, uno de los padres de la ecología y fundador de la moderna taxonomía, en su trascendental obra «Sistema natural»[2] colocó al hombre y a los macacos en géneros correlativos, Homo y Simia, pertenecientes al orden de los primates. Colocar al hombre y a los macacos en situaciones próximas no significaba reconocer igualdad de origen, mas apenas registrar semejanza estructural, sin que eso implicase relaciones de dependencia o parentesco. En el mismo siglo, el precursor de la antropología física, Bufón (1707-1788), observó que «la primera verdad que se deduce de un examen riguroso de la Naturaleza es tal vez humillante para el hombre, que se debe por sí mismo a la clase de los animales, los cuales se asemeja por todo que tiene de natural».

A Herbert Spencer - destacado naturalista, filósofo, psicólogo y sociólogo británico - le cabe la gloria de haber formulado por vez primera esa teoría en su obra Principios de biología (1863), donde también proclamó ser la evolución un fenómeno general, inherente a la naturaleza del universo, aplicable tanto a los átomos cuanto a las galaxias, concepción de cierto modo revivida y muy desarrolladas, como filosofía coherente, por P. Teilhard de Chardin al analizar el «fenómenos humano». Más tarde, el biólogo británico Thomas Henry Huxley (1825-1895) levantó la bandera de la evolución humana en su obra Pruebas sobre la posición del hombre en la naturaleza, en la cual demostraba con harto material la descendencia humana a partir de antepasados no humanos. Solamente en 1871 Charles Darwin publicó en dos volúmenes, El Origen del Hombre, documentando ampliamente el origen de la especie humana a partir de los antropoides.

En el siglo XX, en el año de 1953 el paleontólogo y biólogo estadounidense George Gaylor Simpson creó la familia especial (homínidos) para abarcar a los hombres vivos y a los fósiles, próxima de la familia de los póngidos, que encierra a los antropoides vivos y a los fósiles. Tres años después, Gerhard Heberer extendió la familia de los homínidos, en la que se distinguen dos subfamilias, una para los hombres vivos y fósiles, y otra para los australopitecíneos, o macacos-hombres, esto es, las formas que precedieron inmediatamente el género Homo.

Pruebas científicas basadas en la biología molecular y en la imunoquímica, confirman, por ejemplo, que se halló el chimpancé mucho más próximo del hombre. Y así se hizo posible establecer la siguiente secuencia:1. Hombre; 2. Chimpancé o gorila; 3. Orangután; 4. Gíboes: 5. Macacos del Viejo Mundo; y 6. Macacos del Nuevo Mundo.

Se puede afirmar, sin duda alguna, que para la ciencia el hombre surgió por mecanismo evolutivo. Como ocurrió con los demás seres vivos, mutaciones, recombinaciones genéticas y selección natural, a lo largo de millones y millones de años, originaron al hombre actual, a partir de un tronco común al de los otros primates.

«El hombre – dice Leisegang[3] –se distingue del animal en que este último vive como puede, mientras que el hombre vive como quiere y en un mundo tal como él lo quiere, en el cual todo es considerado por él como amanualidad, cosa, y no como separado en sujeto y objeto, o sea, como objeto. Se lo tropieza en el trato diario con las cosas de un común, en la preocupación por las complicaciones de la vida diaria. En esta preocupación conocemos nosotros el «para qué» de las cosas y el «de dónde» proceden, el «designio del hombre», cuya existencia posibilita; el «para qué algo es valioso» como la vivencia inmediata del valor».

«Pero en razón de su mayor capacidad cerebral y de la posesión del lenguaje, el hombre posee mayor flexibilidad de acción que otros animales; puede controlar más el mundo que lo rodea, adquirir una variedad de conocimientos mucho mayor y trasmitir en forma más efectiva lo que ha aprendido. El hombre es el único animal que posee cultura» explica Ely Chinoy[4], entendiéndose por cultura a la totalidad de lo que aprenden los individuos como miembros de una sociedad; a su modo de vida, pensamiento, acción y sentimiento.

El aspecto corporal es lo que distingue al hombre del resto de las formas vivientes. Se dice, por ejemplo, que entre el genoma humano y el del chimpancé, la diferencia supone alrededor del cinco por ciento; el extraordinario desarrollo de la corteza cerebral, tanto cualitativa como cuantitativamente, o la capacidad de producir sonidos articulados que permiten el lenguaje, son propiedades singulares y única dentro del mundo de los seres vivos. También diferencia al hombre del animal la capacidad de razonamiento, de pensar, de elección y decisión. En su aspecto corporal el hombre comparte con los demás seres vivientes la mutación y la precariedad.

Frente a los demás animales, el hombre tiene el cráneo más grande, su frente más alta, su mentón más conformado; su cerebro tiene cuatro veces más neuronas que el de un chimpancé e infinidad de posibilidades funcionales suplementarias. Otra diferencia es la velocidad en el desarrollo: el hombre sólo alcanza la madurez muchos años después que el mono; el niño es un retardado en relación al mono, que a los cinco o seis años ya es madura sexualmente y adulto;  «El animal comprende los gestos, aprende el significado de las palabras no tanto como palabras, sino como señales análogas al lenguaje animal; sabe también hacerse comprender por medio de gestos y de gritos. Pero el animal no aprende a hablar, ni siquiera el mono, que a lo sumo maneja una o dos palabras. Insuficiencia de inteligencia, falta de neuronas, cerebro demasiado pequeño. «Sólo le falta hablar», dicen los amigos de los animales», señala Paul Chauchard[5].

El hombre es libertad y autoconciencia, es voluntad e imaginación. El hombre tiene capacidad de actuar intencionada y creativamente, de manipular y transformar la realidad y crear sus propios instrumentos y equipos de trabajo según sus objetivos, fines y metas que se propone, que muy bien puede expresarse en la talla de una piedra, en la construcción de una vivienda o en la preparación del fuego y de los alimentos para satisfacer sus necesidades.

El hombre se diferencia del animal por el mayor desarrollo y complejidad de su cerebro, que comparado con los grandes monos aproximadamente es tres veces más pesado (1ntre 1,200 y 1,800 gramos); y las superficies que ocupan las circunvoluciones cerebrales en el hombre (2,200 centímetros cuadrados) es cuatro veces superior que en tales monos. Y el pensamiento del hombre es predominantemente lingüístico y está marcado por el fenómeno del lenguaje y el idioma particular del grupo social al que pertenece. El hombre también es capaz de formar familia en forma consciente y por su libre decisión y elección. El hombre tiene cuerpo celular y cultura supracelular, en comparación a los animales que sólo tienen cuerpo celular.

El hombre se organiza en grupos sociales o en colectividades más y más amplias y complejas para dominar la naturaleza que lo circunda. Mientras el animal actúa por instinto, sin conocer el objetivo de su acción, el hombre obra inteligentemente. Se podría añadir también otro aspecto fisiológico del hombre: la desaparición de las épocas de celo  en su especie.

El sabio alemán Wolfgang Köhler (1887-1967) pudo comprobar que colocado frente a situaciones imprevistas el chimpancé usaba una inteligencia racional, y no una mera mecánica de reflejos, para alcanzar el objetivo deseado.

Jorge Guillermo Llosa, en su obra Nueva ciencia del hombre, informa sobre este hecho investigativo de Köhler que causó impresión en el mundo científico. Refiere que «El mono, en efecto, es capaz no solamente de utilizar objetos como instrumentos sino que fabrica instrumentos para hacer instrumentos (el nivel del homo habilis); prevé –mediante una operación mental- una sucesión de actos (como el de subirse a un taburete y correr un cerrojo para alcanzar la banana) o se las ingenia para introducir una caña en otra y lograr así que el bastón –o brazo artificial- se alargue hasta la distancia deseada.

De estas observaciones deduce Weinert que «un cerebro de antropomorfo es capaz de pensar lógicamente y de ejecutar una serie de acciones a las que no se puede negar el carácter de encadenamiento lógico». «Muchos mamíferos tienen capacidad de comunicación mediante signos no verbales. El cerebro del chimpancé le permite el «in sight», es decir la apreciación de conjunto de una situación y los actos que hay que emprender para hacerle frente con éxito. También le permite asociar cosas o acciones con signos que las representen. Los esposos Gardner han enseñado a los chimpancés un lenguaje gestual como el que utilizan los sordomudos. Su vocabulario de gestos significantes puede llegar hasta 200 «palabras». Estos alumnos chimpancés distinguen formas gramaticales, construyen palabras y frases nuevas, todo mediante el lenguaje de los gestos. Lo que es más asombroso – y que antes había sido negado- es su capacidad de reconocer imágenes y fotografías. Cuando el chimpancé instruido ve una fotografía de una botella de licor hace el gesto que corresponde a «beber»...»

«Más aún, los Gardner han fabricado una «máquina computadora» para uso de los chimpancés, que dispone de un teclado de signos que los monos manejan y con el que pueden construir frases del tipo «máquina-dame-fruta».

Afirma J.G. Llosa que «La inteligencia lógica y la capacidad de comunicación no son calidades exclusivas de los primates superiores. Ellas se manifiestan también en los delfines, elefantes, canes y, particularmente, en los ratones de laboratorio. Estos últimos, sometidos a las experiencias del laboratorio, demuestran facultades de representación mental del espacio y hacen uso de memoria y de discernimiento». También puntualiza que «Los grandes simios poseen una masa cerebral voluminosa, un alto coeficiente en la relación cerebro-cuerpo y un elevado desarrollo neuronal y de conexiones sinápticas. Les falta el órgano de fonación y por ello es imposible que hablen. Pero el lenguaje –pese a la confusión que introduce la palabra «lengua» – no tiene que ser necesariamente articulado verbalmente. En sentido lato toda comunicación de mensajes por medio de símbolos es un lenguaje, como es el caso de los gestos-signos y de todas las artes. En el primate que descendió de los árboles y adoptó la postura erguida se reunió todo el complejo anatómico y social que condujo al lenguaje verbal: cerebro, vista estereoscópica y cromática, manos libres, faringe, laringe y boca, vida de relación en grupo. A su vez –por aquello de que «la función engendra el órgano»- y a lo largo de un prolongado proceso evolutivo, el lenguaje vocal, el acceso al pensamiento abstracto a través de la palabra, aceleró el desarrollo del cerebro nuevo o neo córtex. Todo esto significa que entre hombre y primates superiores hay una diferencia de desarrollo anatómico, fisiológico y social, pero no de calidad intrínseca que haga necesario el recurso a un «alma espiritual» introducida no se sabe cómo ni de dónde en la naturaleza. Lo distintivo del hombre no está en el desarrollo de su inteligencia – que es un asunto de grado- sino en el mundo cultural creado gracias a ese nivel intelectual y que inaugura modos de vida y una forma de evolución absolutamente sin precedentes, al menos dentro del ámbito que nos es conocido de nuestro sistema planetario».

«Como dice Otto Köehler, «compartimos con otros mamíferos la capacidad de aprender y finalmente la facultad de pensamiento no verbal»; «los animales no pueden poner nombres pero tienen la facultad del pensamiento no-verbal. Tal pensamiento se adapta al uso para el que se destina, del mismo modo que cualquier órgano está adaptado a su uso y por las mismas razones».

«Pero no sólo en la inteligencia algunos animales exhiben rasgos considerados humanos. Algunos de ellos revelan poseer sentimientos. La conducta de los perros denota amistad, fidelidad, alegría, tristeza, como lo dice el verso de Neruda: «Hoy he visto a Dios en los ojos tristes de mi perro»... Los chimpancés se hacen amigos personales de quienes los cuidan y los grandes simios exteriorizan sentimientos de desprecio, protesta o dignidad ofendida hacia carceleros y mirones. Animales inteligentes y domesticados por el hombre han desarrollado rudimentos de conducta altruista en beneficio del grupo, lo que entre humanos de llama «moral». Inclusive entre simios no domesticados, como unos macacos del Japón, se ha verificado que enseñan a sus congéneres conocimientos aprendidos y no simplemente instintivos (como es el arte de separar el grano de la arena, lo que constituye un verdadero ejemplo de «tradición cultural»). En otras palabras, la perfectibilidad intelectual no es atributo exclusivo del hombre».

«Según hemos visto algunos animales son capaces de pensamiento racional, aunque no sea verbal. Basta con esto para establecer que la racionalidad no es exclusiva ni distintiva del hombre y que animalidad no debe entenderse como no-racional y radicalmente distinto a lo supuestamente humano».

Cicerón, en su importante trabajo Del sumo bien y del sumo mal, manifiesta: «Hay, no obstante, algunas bestias, en las cuales existe cierta semejanza de virtud, como en los leones, en los perros, en los caballos, en los cuales no sólo vemos ciertos movimientos corporales, como en el cerdo, sino también algunos que parecen proceder del alma. Pero las ventajas del hombre están todas en el alma, y entre las facultades del alma, en la razón, de la cual nace la virtud, que definimos como perfección». Asimismo, en su obra Los oficios, explica la diferencia entre el hombre y las bestias en los términos que siguen: «En primer lugar, todos los animales han recibido de la naturaleza el instinto de conservar su vida y su cuerpo, de huir de todo lo que les puede ser perjudicial, de buscar y prevenir lo necesario para mantenerse, como el sustento, el cubierto y otras cosas semejantes. También ha inspirado a todos el apetito, cuyo objeto es la propagación, y un cierto cuidado con los frutos de este instinto. Pero hay esta gran diferencia entre el hombre y la bestia: que ésta, no teniendo otra cosa que el sentido, se acomoda a sólo aquello que se le pone delante con muy corto sentimiento de lo pasado y futuro. Mas el hombre, que participa de las luces de la razón, por la cual conoce las causas de las cosas y sus consecuencias, no se le ocultan sus progresos ni antecedentes; compara los semejantes, y une a las cosas presentes las futuras; registra fácilmente todo el curso de la vida, y previene lo necesario para pasarla».

Frederik Jacobus Johannes Buytendijk, es un destacado naturalista,antropólogo,filósofo y psicólogo neerlandés del Siglo XX, en su obra El hombre y el animal. Ensayo de psicología comparada, hace una diferenciación entre el hombre y el animal, especificando que: 1º. El animal vive necesariamente inmerso o sumergido en su ambiente, el hombre puede distanciarse de él, enfrentarse a él y objetivarlo; 2o. El hombre puede elegir el ambiente en que ha de vivir, el animal está obligado a vivir en un ambiente determinado; 3o. El animal se limita a reaccionar frente a su ambiente y frente a los objetos que lo integran, el hombre modifica y transforma uno y otros hasta convertirlos en un mundo auténticamente humano, completamente distinto del ambiente natural. Así se explica que las diferentes especies animales tengan adscritas determinadas zonas geográficas en las que necesariamente han de desplegar su existencia, so pena de muerte. El hombre, en cambio, no está sujeto a estas limitaciones. Todos los ámbitos geográficos le son asequibles porque puede transformarlos, adaptarlos a sus propias exigencias y necesidades; 4o. El animal sólo actúa con cosas; el hombre, además de actuar con cosas, actúa con valores. La inserción de los valores (verdad, belleza, utilidad) en la vida humana explica la existencia de las obras artísticas, científicas y técnicas».

Para Buytendijk, el camino que conduce a la comprensión del misterio humano ha de partir de la realidad de su existencia y de la relación con el mundo constituido por el propio hombre. El riesgo de extravío de las psicologías basadas en el mero análisis y satisfacción de tendencias instintivas y la insuficiencia de la psicología empírica y experimental sólo puede superarse con el apoyo del método fenomenológico[6].

El filósofo polaco, Józef María Bochenski (1902-1995), piensa que el hombre “Es pues, ante todo, un animal y presenta todas las características del animal. Es un organismo, tiene órganos sensibles, crece, se nutre y mueve; posee poderosos instintos: el de conservación y de lucha, el sexual y otros, exactamente como los demás animales. Si comparamos al hombre con los otros animales superiores, vemos con toda certeza que forma una especie entre las otras especies animales…”[7]

En cambio para Bochenski el hombre es “un animal raro, de especie única”. Y al respecto argumenta que el hombre es dueño de la naturaleza, ha cambiado la faz de la tierra. Y esto es posible porque el hombre tiene conciencia, tiene razón e inteligencia y es más inteligente que cualquier otro animal, puede pensar en sí mismo, se preocupa de sí mismo, se pregunta por el sentido de su propia vida y tiene clara conciencia de su finitud y de su mortalidad, se crea permanentemente nuevas necesidades sin estar nunca satisfecho. “Así se ve por el hecho de que el hombre, y sólo él, ostenta una serie de cualidades completamente particulares. Las más notables son las cinco siguientes: la técnica, la tradición, el progreso, la capacidad de pensar de modo totalmente distinto que los otros animales y, finalmente, la reflexión”[8].

Mientras que para Hegel lo que vale en el hombre es lo que éste tiene de abstracto o universal, para Kierkegaard, -considerado el padre del existencialismo y el Anti-Hegel-, lo que vale es el hombre concreto en sus fases estética, ética y religiosa. Mientras que Max Stirner busca reconquistar al hombre concreto, Sartre busca reconquistar la libertad en el hombre.

Se podría también aseverar que el animal se caracteriza por la inmediatez de su respuesta ante los requerimientos de su entorno o hábitat; el hombre, en cambio, tiene la facultad de retardar, retrasar o interrumpir la respuesta a través del proceso que se denomina pensamiento.

Finalmente, en apretada síntesis podemos decir que el hombre se diferencia de los demás animales por lo siguiente: El hombre es un animal racional. Tiene conciencia de sí mismo y conciencia de los demás; tiene el derecho de elegir y de ser elegido en los  cargos de las organizaciones sociales y de participar en la elección y construcción de su destino y futuro. Usa el lenguaje articulado y su capacidad de comunicación verbal y no verbal. Utiliza su imaginación e inteligencia para crear, inventar, producir instrumentos de trabajo para alcanzar el dominio de la naturaleza y transformarla. Emite juicios de valor, juicios estéticos y juicios morales. Cultiva el espíritu religioso. Desarrolla el amor por la verdad, el saber, la cultura y la investigación científica. Cultiva el espíritu de independencia, de autonomía y de liberación de las cadenas de la esclavitud, la barbarie, la explotación y las injusticias. Por su propia naturaleza social el hombre tiene predisposición al proceso de socialización y vocación de servicio al bien común.



[1] Terrones Negrete, Eudoro. Filosofía de la Globalización. Fondo Editorial Universidad Jaime Bausate y Meza. Primera edición, Lima, 2010, pp.21-28.
[2] El título completo de “Sistema natural” es Systema naturae per regna tria naturae, secundum classes, ordines, genera, species, cum characteribus, differentiis, synonymis, locis, traducido como: «Sistema natural, en tres reinos de la naturaleza, según clases, órdenes, géneros y especies, con características, diferencias, sinónimos, lugares».
[3] Leisegang, Antropología filosófica y filosofía existencial.
[4] Chinoy, Eli. Introducción a la Sociología. Editorial Paidós, 1980.
[5] Chauchard, Paul, Sociedades animales, sociedad humana. Ediciones Eudeba, 1960.
[6] http://es.wikipedia.org/wiki/Frederik_J._J._Buytendijk.
[7] Bochenski, J.M. Introducción al pensamiento filosófico, Editorial Herder S.A., Barcelona, 15ª edición, 2002, p.81.
[8] Bochenski, Op.cit., p.82.
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