EL PARADIGMA DE GALILEO GALILEI
Escribe: Eudoro Terrones Negrete
Galileo
Galilei (1564-1642), italiano de nacimiento, astrónomo, físico, matemático,
filósofo y maestro universitario, férreo
opositor de Aristóteles y fiel defensor de la teoría heliocéntrica de
Copérnico, negó que podamos conocer la esencia de las cosas, aunque reconoció
expresamente la existencia de Dios como ser supremo y creador de todas las
cosas.
Galileo es
uno de los representantes ilustres y
polémicos que dio origen a la ciencia moderna.
Después de haber llevado
años enfrentándose a la Iglesia, el 22
de junio de 1633 la Inquisición romana[1]
dictó su sentencia por herejía en contra
de Galileo por la cual fue procesado, condenado y obligado a retractarse de sus
enseñanzas acerca de sus conceptos sobre el Génesis de la Creación y de que la
Tierra giraba en torno al Sol. No fue torturado ni encarcelado, pero sí condenado
a arresto domiciliario y prohibido de difundir sus heréticas concepciones.
“Cuenta la leyenda que una vez terminado el juicio, dio una patada en el suelo
y se le oyó mascullar: “¿Y sin embargo, la Tierra se mueve!”[2], refiriéndose a que la
Tierra no es un planeta inmóvil en el centro del universo.
La obra de Galileo “Diálogo sobre
los sistemas máximos del mundo: el ptolemaico y el copernicano” (1632) fue
prohibida por la Iglesia en Roma, y la inquisición obligó a Galileo a
retractarse. En su abjuración Galileo indica: “Yo, Galileo, hijo de Vicenzo de
Florencia, a los 70 años de edad, constituido personalmente en juicio y
arrodillado ante vosotros, eminentísimos y reverendísimos cardenales generales
inquisidores contra la herética maldad en toda la república cristiana, teniendo
ante mis ojos los sacrosantos Evangelios que toco con mis propias manos, juro
que siempre he creído, creo ahora y con la ayuda de Dios, creeré en lo
porvenir, todo lo que defiende, precisa y enseña la santa Iglesia católica y
apostólica (…) Con corazón sincero y de fe no fingida abjuro, maldigo y detesto
los susodichos errores y herejías (…) y juro que en lo porvenir nunca diré ni
afirmaré de viva voz o por escrito tales cosas (…)”.
“Durante el proceso que le abrió
la Inquisición, Galileo refuta inteligentemente las escrituras de la Iglesia
Católica. Afirma lo siguiente: A) lo divino nos ha dotado de razón para conocer
el universo a través de la astronomía, de la cual muy pocos datos traen las
escrituras. B) las escrituras no mienten ni admiten replica en materias de
salvación y de fe. Pero sus intérpretes pueden errar. C) las escrituras como
están escritas para el vulgo en lenguaje metafórico se adaptan a las creencias
comunes, pero no a las científicas. Por tanto, es mejor atenerse a los hechos
verificados por la ciencia natural. D) las escrituras son buenas respecto a la
fe, pero no en la ciencia. Porque en ciencia son mejores (superiores a las
escrituras) la geometría y la aritmética. Y E) las verdades divinas fruto de la
autoridad no pueden ser objeto de ciencia, sino las leyes naturales producto de
la razón”[3].
En las expresiones que siguen,
Jaime Barylko explica el motivo de la persecución a Galileo[4]:
“¿Por qué fue tan perseguido Galileo? ¿Por qué la Inquisición lo amenazó con la
muerte a menos que se retractara de sus afirmaciones? Es que Galileo,
indirectamente, rompía todo un mundo de estructuras y de jerarquías. Si la
Tierra no era más el centro del universo, entonces todas las jerarquías, todos
los órdenes podían alterarse. Lo que estaba en peligro era el poder, el poder
religioso, político, económico. El poder necesita ejes y rotaciones en torno de
los ejes. Como lo señaló con metafórica previsión Bertolt Brecht en su Vida de Galilea: “Cuando el Todopoderoso
lanzó su gran ´hágase´ al Sol le dijo que, por orden suya, portara una lámpara
alrededor de la Tierra como una criadita en órbita regular. Pues era su deseo que cada criatura girara en torno a quien fuera
mejor que ella. Y empezaron a girar
los ligeros en torno a los pesados, los últimos en torno a los primeros, así en
el cielo como en la Tierra, y alrededor del Papa giran los Cardenales. Alrededor de los Cardenales giran los
Obispos, alrededor de los Obispos giran los secretarios, alrededor de los
servidores giran los perros, las gallinas y los mendigos…”
Galileo Galilei, que había
conocido las teorías de Copérnico y de Kepler y había sido el primero en
utilizar un telescopio para mirar el cielo,
fue considerado como “un auténtico representante de la defensa de la ciencia” (Raúl Tafur
Portilla), el creador de la Física
moderna, dando a la ciencia natural su fundamento cuantitativo a través del
método inductivo, utilizando con acierto su método basado en la observación, el
experimento y el análisis matemático en todas sus instancias. Ha sido uno de
los primeros científicos en practicar la Física como en la actualidad.
“Entre las hipótesis científicas
–refiere J.M. Rubert Candau- admitió como tal la teoría atómica, pronunciándose
también a favor de la subjetividad de las cualidades sensibles llamadas
secundarias. Es decir, que solamente la figura, la magnitud, el número, el
movimiento y el reposo fueron considerados por él como realidades objetivas
existentes en el mundo real de los cuerpos”.[5]
Las reglas del método inductivo
utilizado por Galileo son: a. Observación de los fenómenos físicos. b.
Elaboración de la hipótesis. c. Recopilación de datos informativos. d.
Clasificación y ordenamiento lógico de dichos datos. e. Verificación o rechazo
de las hipótesis. f. Elaboración final de una Ley o Teoría científica.
A Galileo Galilei se debe el
perfeccionamiento del telescopio multiplicando en 32 veces el alcance que
tenía. Además los descubrimientos siguientes: la ley de la caída de los
cuerpos, descubierto experimentalmente en 1604; la ley de la inercia, formulada
en 1638; la ley del péndulo; los montes y valles de la Luna; las fases de Venus
y Mercurio; las manchas del Sol; los anillos de Saturno y los cuatro satélites
de Júpiter.
Galileo descubrió el principio de
similitud o de similaridad dinámica, fue
el iniciador de la neumática y de la teoría de la elasticidad y el inventor de
la balanza hidrostática y del compás de proporción. Y en 1609 descubrió que la
trayectoria de un proyectil es una parábola.
Galileo Galilei explicó lo
siguiente: a. Que la Luna, en vez de tener una superficie lisa, tiene montañas
y cráteres, que la Luna carecía de luz propia y que esta luz le venía del Sol,
en contraposición a las afirmaciones de Aristóteles. b. Que la Vía Láctea está
formada por miríadas de estrellas y no por polvo, vapores y nubes. c. Que los
satélites de Júpiter, descubierto el 7 de enero de 1610, giraban en torno del
planeta. d. Utilizando la Torre inclinada de Pisa demostró al mundo entero que
los cuerpos de pesos diferentes caen con igual velocidad.
Para Galileo “la filosofía está
escrita en este grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros
ojos: el universo. Pero no puede entenderse si antes no se procura entender su
lengua y conocer los caracteres en los cuales está escrito. Este libro está
escrito en lengua matemática, y sus caracteres son triángulos, círculos y otras
figuras geométricas, sin las cuales es totalmente imposible entender
humanamente una palabra, y sin las cuales nos agitamos vanamente en un oscuro
laberinto.”[6]
El maestro universitario e
investigador peruano, Raúl Tafur Portilla[7],
subraya y enfatiza: “El aporte de Galileo a la concepción del método científico
consiste sobre todo en superar la postura filosófica necesaria pero general de
sus antecesores y prácticamente contemporáneos: Bacon y Descartes. Tal
superación puede representarse en los siguientes términos: a) Es necesario una actitud que supere la especulación –que
imperó hasta comienzos de la modernidad- por la cual se construían teorías
apriorísticas basadas en analogías y en simbolismos matemáticos que
procedían tanto de la tradición platónica como de la pitagórica cuyo punto de
partida estaba en la experiencia inmediata y el sentido común. b) La propuesta
de que la experiencia científica se
elabora a partir de modelos matemáticos. Según esta tesis los teoremas
expresan propiedades reales de los cuerpos y fenómenos de la experiencia. Esta
propuesta de Galileo es la concepción básica experimental, o en otros términos
la razón humana práctica, experimental, calculadora y creativa, vigorosa y
exacta. c) Más allá de la observación y de las simples conjeturas, el trabajo
científico exige la tarea esencial de la
ciencia: el ejercicio de formulación de hipótesis y su prueba experimental.
Tafur Portilla subraya que “la propuesta galileana de conocer más allá de la
observación y a partir de ella formular hipótesis y probarlas experimentalmente
fue una postura que no sólo dio éxitos a la ciencia moderna y transformó a las
ciencias naturales sino que además permitió más adelante, en los siglos XVIII y
XIX, que las disciplinas sociales lograran la categoría de ciencia, es decir,
se independizaran de la filosofía, empezando con la economía en un proceso de
independización relativa que se prolonga hasta nuestros días”.[8]
Galileo formula una nueva visión
o concepción de la naturaleza estrictamente científica y experimental, llegando
a superar la limitada concepción teológica y metafísica medieval y a postular
que la observación, la experiencia y la verificación son pasos indispensables y
necesarios para lograr el conocimiento científico coherente con la naturaleza,
utilizando los métodos inductivo y deductivo para verificar experimentalmente
(bajo el dominio de la matemática) las hipótesis.
[1] El Tribunal de la
Inquisición certificó en su condena lo siguiente: “La proposición de que el Sol
es el centro de la Tierra y está inmóvil en su lugar, es absurda,
filosóficamente falsa y formalmente herética, por ser expresamente opuesta a la
Sagrada Escritura”.
[2] Savater, Fernando. Historia de la Filosofía. Sin temblor ni temor. Editorial Espasa
Calpe, S.A., Madrid, 2009, p.90.
[3] Luis Carrera Honores, en su escrito: “Galileo y el cambio de paradigma
conceptual”.
http://cefsanmarcos.blogspot.pe/2007/06/galileo-y-el-cambio-de-paradigma.html
[5] Rubert Candau, José M. Diccionario Manual de Filosofía.
Editorial Bibliográfica Española, Madrid, 1946, p.308.
[6] “il
saggiatore”, Galileo. Florencia, G. Barbera
Editore, 1864.59 y 60 págs. Traducción de José Babini. El “il
saggiatore” fue publicado originalmente en 1623.
[7] Tafur Portilla, Raúl. Introducción a la Investigación Científica.
Editorial Mantaro, Lima, primera edición, 1994, p.78.
[8] Tafur Portilla, Raúl. Op. cit., p.79.